El orden espontáneo en la arquitectura: Tokyo, una enorme ciudad sin planificación urbana centralizada

Almazán y Reynolds escriben un libro sobre un tema no directamente relacionado con la economía o las libertades pero que a muchos parecerá bastante increíble: la ciudad de Tokyo, una de las más grandes del planeta, no tiene una política de planificación urbana centralizada. Estos son los autores:

Jorge Almazán es un arquitecto español con sede en Tokio y profesor asociado en la Universidad de Keio. Su oficina, Jorge Almazán Architects, está comprometida con proyectos ambientalmente responsables y socialmente inclusivos que abarcan desde interiores y arquitectura hasta diseño urbano y comunitario.

Joe McReynolds es un erudito de estudios urbanos afiliado a la Universidad de Keio, donde estudia el enfoque de Tokio para el desarrollo urbano y cómo las políticas públicas dan forma a su tejido urbano y sus comunidades, en particular la miríada de subculturas de Tokio.

Studiolab es una unidad de investigación y diseño dirigida por Jorge Almazán en la Universidad de Keio. Al involucrar a estudiantes, investigadores y colaboradores externos, Studiolab combina una investigación académica rigurosa en forma de tesis y artículos de revistas con intervenciones urbanas reales y proyectos arquitectónicos.

https://www.amazon.com/Emergent-Tokyo-Patterns-Spontaneous-Micro-Urbanism/dp/1951541324/ref=sr_1_1?crid=9LFCMCOBQL6C&keywords=Emergent+Tokyo%3A+Designing+The+Spontaneous+City&qid=1656276102&sprefix=emergent+tokyo+designing+the+spontaneous+city%2Caps%2C58&sr=8-1

Así es presentado:

“Tokio es una de las ciudades más vibrantes y habitables del planeta, una megaciudad que de alguna manera sigue siendo íntima y adaptable. Sin embargo, en comparación con las metrópolis occidentales como Nueva York o París, pocos extranjeros entienden el funcionamiento interno de Tokio. Para las ciudades de todo el mundo sumidas en crisis y que buscan nuevos modelos para el futuro, el éxito de Tokio en el equilibrio entre el crecimiento masivo y la vida comunitaria local plantea un desafío: ¿podemos diseñar otras ciudades para emular sus mejores cualidades?

Emergent Tokyo responde afirmativamente a esta pregunta al profundizar en los espacios urbanos más distintivos de Tokio, desde la icónica vida nocturna de neón hasta las tranquilas calles secundarias de los vecindarios. Tokio en su mejor momento ofrece una nueva visión para un ecosistema urbano a escala humana, donde los residentes comunes pueden dar forma a su propio entorno en formas grandes y pequeñas, y las comunidades cobran vida propia más allá de la planificación maestra del gobierno y la búsqueda de ganancias corporativas. Como habitantes de Tokio, descubrimos cómo cinco características clave del paisaje urbano de Tokio (callejones yokochō, edificios zakkyo de múltiples inquilinos, rellenos subterráneos, calles ankyo fluidas y vecindarios densos de poca altura) permiten este urbanismo ‘emergente’, lo que permite que la ciudad se organice. de abajo hacia arriba.

Este libro desmitifica el urbanismo emergente de Tokio para una audiencia internacional, explicando sus orígenes, su lugar en el Tokio de hoy y su papel en el Tokio del mañana. Los visitantes de Japón, los arquitectos y los profesionales de la política urbana obtendrán una nueva comprensión de la principal megaciudad del mundo y una guía práctica sobre cómo llevar la intimidad, la adaptabilidad y la espontaneidad al estilo de Tokio a otras ciudades del mundo.”

Artículo con Alberto Benegas Lynch (h): En nombre de los pobres se los explota de la peor manera

Con Alberto Benegas Lynch (h) volvemos a escribir juntos. Esta vez un artículo en La Nación titulado “En nombre de los pobres se los explota de la peor manera”: http://www.lanacion.com.ar/1965274-en-nombre-de-los-pobres-se-los-explota-de-la-peor-manera

“Muchos son los problemas que debe enfrentar el actual gobierno. En el nivel macro resulta medular disminuir el astronómico gasto público, lo cual significa terminar con funciones incompatibles con el sistema republicano. Para no remontarnos más allá de principios de los setenta, Perón recurrió a la inflación para financiar el gasto; los militares echaron mano al endeudamiento público; Alfonsín, a la inflación; Menem, al endeudamiento; los Kirchner, a la inflación, y ahora resulta que otra vez se pretende el endeudamiento para no enfrentar el problema de fondo de un Leviatán alarmante y sobredimensionado.

2324231w280

Consideramos que éste es el eje central de lo macro. Respecto de lo micro, son muchos los temas que deben encararse a la brevedad al efecto de no repetir recetas fallidas que indefectiblemente conducirán a idénticos fracasos del pasado. Como no puede tratarse todo al mismo tiempo, en esta nota nos concentramos en el problema de las villas y concretamente en la ciudad de Buenos Aires.

La solución que proponemos para los habitantes de las villas de emergencia, que también lo será para la ciudad, consiste en asignarles derechos de propiedad de la tierra sobre la que han fabricado viviendas precarias y, en su caso, la propiedad horizontal.

Por otra parte, el estudio de la propiedad para los ocupantes informales ha sido trabajado por muchos autores, en particular por Hernando de Soto y Enrique Ghersi en El otro sendero. Esta asignación de derechos de propiedad genera incentivos para mejorar las viviendas e incluso el barrio. Debemos recordar que lo que hoy llamamos «civilización» surgió a partir de la efectiva posesión de la tierra y la posterior formalización de ese derecho.

Sin propiedad formal, el mercado inmobiliario es insignificante y restringido, no hay crédito ni instrumentos legales para evitar o resolver una ocupación o el incumplimiento de un contrato de alquiler. O más bien, si los hay, resultan en condiciones muy onerosas.

En cambio, en el contexto de la institución de la propiedad, esto atraería la atención inmediata de operadores inmobiliarios para adquirir esas propiedades y revenderlas en el mercado o para construir inmuebles de mucho mayor valor y, asimismo, permitir que los vendedores se muden a viviendas infinitamente mejores.

Los funcionarios públicos no suelen pensar de esta forma y ponen en evidencia un capricho «planificador». Les gustaría que esos barrios tuvieran otra disposición. Un urbanizador privado tendría en mente la valorización de la tierra y podría comprar propiedades allí, invirtiendo su dinero -no por la fuerza el de los contribuyentes- y podría desarrollar proyectos de diversa naturaleza que, como ahora se dice, «pongan en valor» la zona.

Sin ninguna duda, si las legislaciones son zigzagueantes y, consecuentemente, la seguridad jurídica no existiera, el proceso señalado no tendría lugar, ya que ningún inversor arriesgará sus recursos para que en medio de la operación irrumpan legisladores que con un entusiasmo digno de mejor causa modifiquen las reglas. Hay que estar en guardia con los que, al contrario de Friedrich Hayek, Bruno Leoni y tantos otros pensadores liberales, consideran que el Poder Legislativo es para cubrir todos los recovecos de la vida de las personas, con disposiciones y reglamentaciones de toda índole, con lo que asfixian la libertad. Es como escribía Marco Aurelio Risolía: «Igual que en el campo de la economía, en el terreno jurídico la inflación de la ley reduce su valor».

Tenemos que recordar que no siempre hubo villas de emergencias en este país. Los inmigrantes pobres se alojaban en los conocidos «conventillos» de la ciudad, para luego acceder a la vivienda a través de la compra de terrenos en los suburbios en cuotas extendidas en el tiempo. La degradación de la moneda y las regulaciones destruyeron esa forma de financiamiento de la vivienda. Las leyes de control de alquileres y desalojos de hecho privó a multitud de familias de sus ahorros invertidos en pequeños departamentos para alquilar y terrenitos en los cuales tenían depositadas sus esperanzas para su futuro. Sin moneda, no hay crédito a largo plazo. En su lugar, los programas de viviendas propuestos por los aparatos estatales no sólo son insuficientes, sino que suelen desembocar en todo tipo de escándalos de corrupción, como nos dan a conocer las noticias casi diariamente.

Se podría pensar que el procedimiento sugerido constituye un premio y un incentivo para tomar predios públicos a la espera de ser recompensados por ofertas atractivas y proceder a los arbitrajes correspondientes. Sin embargo, la situación no es muy diferente de la actual en el sentido de que los usurpadores podrían contar con vivienda si proceden, como lo han hecho, por ejemplo, los habitantes actuales de la villa 31.

El tema es estar atentos para no permitir nuevos asentamientos que sean arrebatos de espacios públicos. Pero los funcionarios públicos no suelen estar atentos, por deficiencias administrativas y porque sus faenas exceden la de eficaz gestor inmobiliario. Naturalmente el riesgo de conflictos varios se reduciría si el sector público dejara de poseer ciertos espacios que no cumplen con ningún fin de utilidad. Al menos en esta instancia del proceso de evolución cultural, no tiene razón de ser la propiedad inmobiliaria estatal que no sea la vía pública, plazas, parques o edificios para sus oficinas.

Estimamos que las medidas que al momento se adoptan son políticas que no pasan de retoques circunstanciales, prevalece el problema de fondo preparado para que demagogos de diverso color utilicen a los pobres en provecho propio.

El tema no consiste en la buena o mala voluntad de los funcionarios de turno, el tema radica en las instituciones que establecen incentivos en una u otra dirección.

En un plano más amplio consignamos que al efecto de lograr salarios e ingresos más elevados, muy especialmente para los más necesitados, deben establecerse las condiciones indispensables para facilitar el ahorro y la consecuente inversión. Esto no sólo requiere marcos institucionales civilizados, sino que demanda modificaciones fiscales que se traduzcan en la actualización de las valiosos propuestas alberdianas en cuanto a la eliminación de impuestos directos y progresivos que atentan contra la inversión, y reducir las alícuotas de los indirectos y proporcionales en el contexto del federalismo tributario hoy inexistente, para así retomar la mejor tradición argentina.

Esto sólo puede lograrse si se encaran reformas estructurales compatibles con una sociedad abierta, medidas que deben ponerse en marcha y darles principio de ejecución antes de que sea tarde. Sólo interesan los resultados y el balance de la gestión, las explicaciones son irrelevantes. Desde hace décadas, en nombre de los pobres se los explota de la peor manera.”

Coautores de los libros En defensa de los más necesitados (Atlántida) y Proyectos para una sociedad abierta (Abeledo-Perrot)