Parece fácil pero no lo es: ¿Cómo definir «egoísmo» y «altruismo»?. Henry Hazlitt se propone hacerlo.

Con los alumnos de la materia Ética de la Libertad, de la UFM, vemos a Henry Hazlitt en su libro Los Fundamentos de la Moral, donde trata del egoísmo y del altruismo. Algunos párrafos:

Los dos temas principales en torno a los que los filósofos morales han estado más profundamente divididos, desde tiempos muy remotos, son hedonismo o no hedonismo (algún objetivo supuestamente más amplio o «más alto»), y egoísmo o altruismo. Estos dos asuntos se traslapan tanto que a menudo se confunden uno con otro. Un traslape mucho mayor, casi al punto de alcanzar la identidad, existe entre el tema del capítulo presente, las apropiadas relaciones entre egoísmo y altruismo, y el del capítulo anterior, relaciones entre prudencia y benevolencia. De hecho, prudencia y egoísmo, por una parte, y benevolencia y altruismo, por otra, pueden parecer a muchos términos casi sinónimos. En cualquier caso, el asunto invita a exploración adicional y en los términos tradicionales de egoísmo y altruismo se enfatizarán aspectos diferentes de los que hemos considerado ya.

La diferencia entre egoísmo y altruismo rara vez ha sido tan amplia o profunda como generalmente se supone. Distingamos, en primer lugar, entre teoría psicológica y teoría ética. Ha habido muchos filósofos morales (cuyo arquetipo es Hobbes) que han sostenido que los hombres son necesariamente egoístas y nunca actúan si no es de acuerdo con su interés propio (verdadero o imaginado). Estos son los egoístas psicológicos. Ellos sostienen que cuando los hombres parecen actuar desinteresada o altruistamente, la apariencia es engañosa o un fraude hipócrita: simplemente están promoviendo sus intereses egoístas. Pero hay muy pocos egoístas éticos (la única en la que puedo pensar es la contemporánea Ayn Rand, si la entiendo correctamente), que sostengan que aun cuando los hombres pueden actuar, y actúan, de manera altruista y sacrificándose a sí mismos, solo deberían actuar egoístamente.

Una diferencia similar es posible (pero prácticamente inexistente) entre los altruistas. Un altruista psicológico podría creer que los hombres siempre y necesariamente actúan de manera altruista y desinteresada. No sé de nadie que sostenga, o alguna vez haya sostenido, esta posición. Un altruista ético puro piensa que los hombres siempre deberían actuar altruistamente y nunca por interés propio. Sin embargo, el altruista ético es necesariamente un altruista psicológico, aunque solo sea en el sentido de que debe creer posible que un hombre actúe únicamente por interés de otros y no por el suyo: de otra manera, le resultaría imposible hacer lo que realmente debería hacer. La mayoría de los filósofos morales han sido altruistas éticos, de tal manera que la concepción popular de la ética es «la acción en el interés de otros», y la concepción popular del dilema principal de la ética es el supuesto conflicto entre interés propio y deber.

La causa básica de la vieja controversia sobre egoísmo y altruismo ha sido, de hecho, la falsa suposición de que las dos actitudes son necesariamente opuestas entre sí. Incluso los concienzudos esfuerzos en pro de la «reconciliación» entre egoísmo y altruismo han estado, al menos en parte, viciados por esta suposición.”

“Hemos afirmado que toda acción es acción emprendida para pasar de una situación menos satisfactoria a un estado más satisfactorio. ¿No es, por tanto, ordenada cada acción que inicio a aumentar mi propia satisfacción? ¿No ayudo a mi vecino porque me produce satisfacción hacerlo? ¿No procuro aumentar la felicidad de otro solo cuando la misma aumenta mi satisfacción? ¿No va un doctor a un lugar azotado por una plaga a inyectar a otros o a atender a los enfermos, corriendo el riesgo de contraer la enfermedad o incluso de morir, porque esta decisión es la que le da la mayor satisfacción? ¿No va con mucho gusto el mártir a la hoguera, antes que retractarse de sus convicciones porque esta es la única opción capaz de darle satisfacción? Pero si los mártires más famosos y los mayores santos actuaban tan «egoístamente» como los déspotas más brutales y los voluptuosos más empedernidos, porque cada uno solo hacía lo que le proporcionaba la mayor satisfacción, ¿qué significado moral podemos seguir dándole al «egoísmo», y para qué objetivo útil sirve el término?

Sospecho que el problema es principalmente lingüístico. Mis opciones y decisiones son necesariamente mías. Hago lo que me da satisfacción. Pero si de ahí ampliamos la definición de egoísmo hasta cubrir cada decisión que tomo, toda acción se convierte en egoísta; la acción «altruista» resulta imposible, y la misma palabra egoísmo deja de tener cualquier sentido moral.

Podemos solucionar el problema volviendo al uso común de los términos implicados y examinándolo más cuidadosamente. Que necesariamente actúo para satisfacer mis propios deseos no significa que estos deseos conciernen únicamente a mi propio estado o a mi estrecho «bienestar» personal. En un análisis psicológico perspicaz, Moritz Schlick concluye que «egoísmo» no debe identificarse con un deseo de placer personal o incluso de la propia preservación, sino significa, en su uso común, como un término de desprecio moral, simplemente desconsideración. No es porque sigue sus impulsos especiales por lo que un hombre es tildado de egoísta, sino porque lo hace completamente despreocupado de los deseos o las necesidades de otros. La esencia de egoísmo, entonces, «es solo desconsideración con respecto a los intereses del prójimo; la búsqueda de fines personales a costa de los de otros».”

Henry Hazlitt y la importancia de la cooperación social como fundamento moral, para que las personas promuevan sus intereses

Con los alumnos de Ética de la Libertad, de la UFM, vemos el texto de Henry Hazlitt, Los Fundamentos de la Moral. Allí plantea la importancia de la cooperación social:

“La ética prudencial constituye una parte muy amplia de la ética en general. Pero toda la ética descansa sobre el mismo fundamento. Los hombres han descubierto que promueven mejor sus propios intereses, pensando en el largo plazo, no solo absteniéndose de dañar a sus semejantes, sino sobre todo cooperando con ellos. La cooperación social es el principal medio con el que la mayor parte de nosotros alcanzamos la mayor parte de nuestros fines. Es en el reconocimiento implícito, si es que no también explícito de esto, en el que se basan, en última instancia, nuestros códigos morales y nuestras reglas de conducta. La “justicia” en sí misma (como veremos más claramente después) consiste en la observancia de las reglas o principios que más preservan y promueven la cooperación social en el largo plazo.

Descubriremos también, cuando hayamos explorado más el tema, que no hay conflictos irreconciliables entre egoísmo y altruismo, entre egoísmo y benevolencia, entre los intereses de largo plazo del individuo y los de la sociedad. En la mayoría de los casos en los que tales conflictos parecen existir, la apariencia resulta de que solo se toman en cuenta las consecuencias de corto plazo, y no las de largo plazo.

La cooperación social, por supuesto, es un medio en sí misma. Un medio para lograr el objetivo, nunca completamente alcanzable, de maximizar la felicidad y el bienestar de la humanidad. Pero la gran dificultad para hacer de esto último nuestro objetivo directo es la carencia de unanimidad en los gustos, fines y juicios de valor de los individuos. Una actividad que da placer a un hombre puede aburrir mucho a otro. “Lo que cura a uno, a otro lo mata”. Pero la cooperación social es el gran medio por el que todos nos ayudamos unos a otros a realizar nuestros fines individuales, y a través de estos los fines de la “sociedad”. Además, compartimos un gran número de fines básicos en común, y la cooperación social es el medio principal para lograr alcanzarlos también.

En resumen, el objetivo para cada uno de nosotros de satisfacer nuestros propios deseos, de conseguir —tanto como sea posible—nuestra mayor felicidad y bienestar, se fomenta mejor por el medio común de la cooperación social, y no puede conseguirse de otra manera. Aquí está, por consiguiente, el fundamento sobre el cual podemos construir un sistema racional de ética.”

Para Alberdi las libertades que hoy llamamos «políticas» también tenían un contenido de libertades económicas

Con los alumnos de la UBA Derecho comenzamos a ver el texto de Alberdi, Sistema Económico y Rentístico. Alberdi sostenía que incluso las libertades que hoy llamaríamos “políticas” tenían también un contenido de libertad económica. Por ejemplo:

“La libertad o derecho de petición, es una salvaguardia de la producción económica, pues ella ofrece el camino de obtener la ejecución de la ley, que protege el capital, la tierra y el trabajo, sin cuya seguridad la riqueza carece de estímulo y la producción de objeto.

La libertad o derecho de locomoción es un auxilio de tal modo indispensable al ejercicio de toda industria y a la producción de toda riqueza, que sin ella o con las trabas puestas a su ejercicio, es imposible concebir la práctica del comercio, v. g., que es la producción o aumento del valor de las cosas por su traslación del punto de su producción al de su consumo; y no es menos difícil concebir producción agrícola o fabril, donde falta el derecho de darle la circulación, que le sirve de pábulo y de estímulo.

La libertad de publicar por la prensa importa esencialmente a la producción económica, ya se considere como medio de ejercer la industria literaria o intelectual, o bien como garantía tutelar de todas las garantías y libertades tanto económicas como políticas. La experiencia acredita que nunca es abundante la producción de la riqueza, en donde no hay libertad de delatar y de combatir por la prensa los errores y abusos que embarazan la industria; y, sobre todo, de dar a luz todas las verdades con que las ciencias físicas y exactas contribuyen a extender y perfeccionar los medios de producción.

La libertad de usar y disponer de su propiedad es un complemento de la libertad del trabajo y del derecho de propiedad; garantía adicional de grande utilidad contra la tendencia de la economía socialista de esta época, que, con pretexto de organizar esos derechos, pretende restringir el uso y disponibilidad de la propiedad (cuando no niega el derecho que ésta tiene de existir), y nivelar el trabajo del imbécil con el trabajo del genio.

La libertad de asociación aplicada a la industria, es uno de los resortes más poderosos que reconozca la producción económica moderna; y en la República Argentina es garantía del único medio de satisfacer la necesidad que ese país tiene de emprender la construcción de ferrocarriles, de promover la inmigración europea, de poner establecimientos de crédito privado, mediante la acción de capitales asociados o unidos, para obrar en el interés de esos fines y objetos.

La libertad de asociación supone el ejercicio de las otras libertades económicas; pues si el crédito, si el trabajo, si el uso de la propiedad, si la locomoción no son del todo libres, ¿para qué ha de servir la libertad de asociación en materia industrial?

El derecho de profesar libremente su culto, es una garantía que importa a la producción de la riqueza argentina, tanto como a su progreso moral y religioso. La República Argentina no tendrá inmigración, población ni brazos, siempre que exija de los inmigrantes disidentes, que son los más aptos para la industria, el sacrificio inmoral del altar en que han sido educados, como si la religión aprendida en la edad madura tuviese poder alguno y fuese capaz de reemplazar la que se ha mamado con la leche.

La libertad de enseñar y aprender se relaciona fuertemente con la producción de la riqueza, ya se considere la primera como industria productiva, ya se miren ambas como medio de perfeccionar y de extender la educación industrial, o como derogación de las rancias leyes sobre maestrías y contratos de aprendizaje. En este sentido las leyes restrictivas de la libertad de enseñar y aprender, a la par que ofensivas a la Constitución que las consagra, serían opuestas al interés de la riqueza argentina.

A los principios que anteceden, consagrados por la Constitución argentina a favor de la producción de la riqueza, añade otro ese código, que procurando satisfacer solamente una necesidad de moral y religión, sirve a los intereses del trabajo industrial, curándole de una llaga afrentosa. El trabajo esclavo mengua el provecho y el honor del trabajo libre. El hombre-máquina, el hombre-cosa, el hombre-ajeno, es instrumento sacrílego, con que el ocioso e inmoral dueño de su hermano obliga a malbaratar el producto de un hombre libre, que no puede concurrir con el esclavo, pues trabaja de balde porque trabaja para otro.”

Para Alberdi, el gasto público estaba claramente definido en la Constitución. ¿Estaba? ¿Qué es promover el bienestar?

Con los alumnos de la UBA Derecho completamos el estudio de Juan Bautista Alberdi y su libro “Sistema Económico y Rentístico…”. Pensaba que la redacción de la Constitución establecía un claro límite y definición a dicho gasto, pero está claro que no fue así. Es que palabras como «promover el bienestar general» terminaron justificando cualquier cosa. Aquí sus palabras:

“El gasto público de la Confederación Argentina, según su Constitución, se compone de todo lo que cuesta el «constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común. promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad»; en una palabra, el gasto nacional argentino se compone de todo lo que cuesta el conservar su Constitución, y reducir a verdades de hecho los objetos que ha tenido en mira al sancionarse, como lo declara su preámbulo.

Todo dinero público gastado en otros objetos que no sean los que la Constitución señala como objetos de la asociación política argentina, es dinero malgastado y malversado. Para ellos se destina el Tesoro público, que los habitantes del país contribuyen a formar con el servicio de sus rentas privadas y sudor. Ellos son el límite de las cargas que la Constitución impone a los habitantes de la Nación en el interés de su provecho común y general.

Encerrado en ese límite el Tesoro nacional, como se ve, tiene un fin santo y supremo; y quien le distrae de él, comete un crimen, ya sea el gobierno cuando lo invierte mal, ya sea el ciudadano cuando roba o defrauda la contribución que le impone la ley del interés general. Hay cobardía, a más de latrocinio, en toda defraudación ejercida contra el Estado; ella es el egoísmo llevado hasta la bajeza, porque no es el Estado, en último caso, el que soporta el robo, sino. el amigo, el compatriota del defraudador, que tienen que cubrir con su bolsillo el déficit que deja la infidencia del defraudador.

Para mantener la Constitución y llevar a cabo los objetos de su instituto que hemos señalado más arriba, la misma Constitución instituye y funda el gobierno, cuyo costo se extiende y divide como los servicios de su cargo, y las necesidades públicas que deben satisfacerse con el Tesoro de la Confederación.

Según esto, los gastos se dividen primeramente en gastos nacionales y gastos de provincia.

Teniendo cada provincia su gobierno propio, revestido del poder no delegado por la Constitución al gobierno general, cada una tiene a su cargo el gasto de su gobierno local; cada una lo hace a expensas de su Tesoro de provincia, reservado justamente para ese destino. Según eso, en el gobierno argentino, por regla general, todo gasto es local o provincial; el gasto general, esencialmente excepcional y limitado, se contrae únicamente a los objetos y servicios declarados por la Constitución, como una delegación que las provincias hacen a la Confederación, o Estado general. Este sistema, que se diría entablado en utilidad de la Confederación, ha sido reclamado y defendido por cada una de las provincias que la forman. (Constitución argentina, parte 2a, título 2°, y pactos preexistentes invocados en su preámbulo.)

Su resultado puede influir grandemente en el progreso provincial, si se sabe dirigir con acierto. Dejándose a cada provincia el gasto de lo que cuesta su progreso y gobierno, tiene en su mano la garantía de una inversión oportuna y acertada. Por la regla muy cierta en administración, de que gasta siempre mal el que gasta de lejos, porque gasta en lo que no ve ni conoce sino por noticias tardías o infieles, el sistema argentino en esta parte consiste precisamente en esa descentralización discreta, que ha hecho la prosperidad interior de la Inglaterra, de los Estados Unidos, de la Suiza y de la Alemania. En lo administrativo y no en lo político está el mérito de las federaciones.

Así los gastos de provincia no son del resorte del Tesoro nacional en la Confederación Argentina. Pero es preciso no confundir con los gastos de provincia propiamente dichos los gastos de carácter nacional ocasionados en provincia. En este sentido, los gastos nacionales de la Confederación, considerados dentro de sus límites excepcionales, son susceptibles de la división ordinaria en gastos generales y gastos locales de carácter federal. Los gastos del servicio de aduanas, del de correos, de la venta de las tierras publicas, los gastos del ejército, que son todos gastos nacionales, se dividirán naturalmente en tantas secciones locales como las provincias en que se ocasionen. Esa división será necesaria al buen método y claridad del cálculo de gastos y a la confección de la ley de presupuestos. Por otra parte, residiendo el gasto público al lado de la entrada fiscal en cada sección de la Confederación, y no habiendo necesidad de que el Tesoro percibido en provincia viaje a la capital para volver a la provincia en que haya de invertirse, la división de entradas y gastos en dos órdenes, uno general y otro local, servirá para distribuir los gastos locales que pertenecen a la Confederación en el orden en que están distribuidas las entradas, sin necesidad de sacar los caudales del lugar de su origen y destino en la parte que tiene de federal o nacional. Bajo el antiguo régimen español del virreinato argentino, se observaba un método semejante que se debe estudiar como antecedente nacido de la experiencia de siglos.

De este modo, mediante un buen sistema de contabilidad, la nacionalidad de ciertas rentas, proclamada por la Constitución, no traerá más alteración práctica en la caja de provincia, que un cambio en cierto modo nominal, mediante el cual se reconoce a la nación el derecho de exigir y gobernar como suya cierta parte del Tesoro que cada provincia ejercía por sí durante el aislamiento. El solo reconocimiento de este principio restablece la idea de una patria o nacionalidad común en materia de rentas. El tiempo traerá sus resultados con tanta mayor brevedad, cuanto menos empeño tome el gobierno general en reducir a realidad presente la centralización del Tesoro, reinstalado constitucionalmente después de cuarenta años de aislamiento y desquicio, en ese punto más delicado que el poder político.”

Deaton: la Mano Invisible y la Revolución Industrial explican cómo se duplicó la esperanza de vida

En su libro The Great Escape, el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton, explica como algunas sociedades escaparon a la pobreza, aunque esto incrementara inicialmente la desigualdad, y aquí como el crecimiento económico desatado por la Revolución Industrial fue clave para duplicar la esperanza de vida:

“¿Qué pasó en Inglaterra? ¿Qué hizo que la expectativa de vida se duplicara, de 40 a casi 80 años, en un siglo y medio? Dada la larga historia de miles de años de esperanza de vida estable o incluso cayendo, este es sin duda uno de los cambios más favorables, rápidos y dramáticos en la historia de la humanidad. No solamente casi todos los recién nacidos vivirán para ser adultos, sino que cada joven adulto tendrá más tiempo para desarrollar sus capacidades, pasiones y vida, un incremento enorme en la posibilidades y el potencial para el bienestar.”

Life expectancy

El cuadro que se presenta muestra la evolución de la esperanza de vida al nacer y a los 15 años. A principios de 1900 la esperanza de vida a los 15 años, o adulta, era mayor que al nacer; el cambio se explica por la caída de la mortalidad infantil. Deaton cita al fundador de la medicina social, Thomas McKeown, quien enfatiza que el crecimiento económico ha sido más importante para eso que las nuevas medicinas.

“McKeown, quien era médico, concluyó que la medicina no había sido muy útil (incluso sostuvo que cuanto más alto el estatus del médico, probablemente más inútil) y concluyó que las raíces de la mejora sanitaria se encontraban en el progreso económico y social, especialmente en una mejor nutrición y condiciones de vida. McKeown fue el primero de una larga lista de médicos que llegaron a sentir que  sus propios esfuerzos profesionales poco podían hacer para mejorar la salud pública, y se concentraron en enfermedades sociales más generales, como la pobreza y la destitución, a las que vieron como las causas fundamentales de la pobre salud. McKeown pensaba que una mejora gradual de las condiciones materiales de vida, tales como mejor alimentación y vivienda, eran mucho más importantes que el cuidado médico, e incluso que las medidas de salud pública. Las opiniones de McKeown, actualizadas a nuestras circunstancias, son todavía importantes en el debate entre quienes piensan que la salud es determinada principalmente por los descubrimientos médicos y el tratamiento y quienes miran al trasfondo de las condiciones sociales de vida.

La nutrición fue, claramente, parte de la historia del comienzo de la reducción de la mortalidad. La población de Inglaterra en los siglos XVIII y XIX consumía menos calorías de las necesarias para que los niños crezcan en todo su potencial y para que los adultos mantuvieran un funcionamiento corporal saludable para realizar un trabajo productivo y remunerativo. La gente era flaca y muy baja, tal vez tan petisa como en cualquier momento anterior. A través de la historia, la gente se adaptó a la falta de calorías creciendo poco y siendo pequeños. No solamente es una asombrosa consecuencia de no tener suficiente para comer, especialmente en la infancia, pero cuerpos más pequeños requieren menos calorías básicas para subsistir, y hacen posible trabajar con menos alimento de lo que necesitaría una persona más grande. Un trabajador de dos metros de altura y más de cien kilos de peso hubiera sobrevivido en el siglo XVIII como un astronauta en la Luna sin su traje espacial; en promedio simplemente no había suficiente alimentación para sostener una población con las dimensiones físicas de hoy.”

Angus Deaton: ¿si un país es más rico su gente no es más feliz? Falso: importan mejoras relativas

En su libro “El Gran Escape”, el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton habla sobre la desigualdad y el progreso y presenta un punto bien interesante sobre la relación que existe entre el ingreso per cápita y la felicidad.

Veamos el primer gráfico:

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Comenta Deaton al respecto:

“Si observamos la esquina de la izquierda y abajo, donde están los países pobres, vemos que la evaluación sobre la calidad de vida crece con el ingreso nacional muy rápidamente. Luego que pasamos China y la India, yendo de la izquierda abajo hacia la derecha arriba, el aumento en la evaluación de vida es menos pronunciado, y una vez que llegamos a Brasil y México los resultados son cercanos a 7 sobre 10, tan solo un punto menos que los países realmente ricos de arriba/derecha. El ingreso es más importante entre los muy pobres que entre los muy ricos. Por cierto, resulta tentador mirar al cuadro y concluir que una vez que el PIB per cápita alcanza unos 10.000 dólares por año, más dinero no mejora la vida de la gente, y muchos así lo han afirmado. Sin embargo, esta afirmación es falsa”.

El argumento de Deaton es que no importa la mejora absoluta sino la porcentual. Pone este ejemplo: uno que gana $200.000 recibe un aumento del 1% ($2.000); esto es más que uno que gana $50.000 y recibe un aumento del 2% ($1.000). Este último va a estimar que obtuvo mejor resultado, y el primero se verá frustrado.

Deaton reconfigura los mismos datos del primer cuadro en niveles que cuadruplican el ingreso; esto es, comenzando con 250 dólares (Zimbabue, Congo, luego 1.000 (Tanzania, Kenia), otro nivel de 4.000 (China e India), 16.000 (México y Brasil) y los países ricos con $64.000. En ese caso la figura es la siguiente:

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Lo que dice este gráfico es que diferencias porcentuales iguales en ingresos producen cambios absolutos iguales en la evaluación sobre la calidad de vida. En promedio, si nos movemos de un país a otro cuyo ingreso per cápita es cuatro veces superior, avanzaríamos un punto en calidad de vida.

“El Gráfico 2 es importante porque muestra que centrar nuestra visión en el ingreso es muy engañoso. Los países más ricos tienen mayores niveles de evaluación de vida, aun entre los más ricos del planeta”.

La discriminación racial, el uso de estadísticas, y un banco que discrimina en sus préstamos

El tema de la discriminación ha aflorado nuevamente, luego de las noticias que llegan desde los Estados Unidos. Desde los años 1960 se ha impulsado distintas políticas que buscan “compensar” la discriminación que hubieran sufrido ciertos grupos en el pasado. Pero definir esos grupos en el presente, y en qué grado son discriminados no parece nada sencillo

Comenta el profesor de economía de Stanford, Thomas Sowell, en su libro “The Quest for Cosmic Justice”:

Sowell

“Hemos visto cuán fácil es equivocarse por amplio margen cuando se trata de interpretar la historia. Es igualmente fácil hacerlo con las estadísticas contemporáneas. Si uno busca suficientes números, eventualmente se encontrará con alguna estadística que parezca confirmar su propia visión. Estas son las llamadas ‘estadísticas ¡Ahá!’ Otras estadísticas, que sugieren conclusiones opuestas no generan ningún ¡Ahá!, pero es más probable que sean pasadas por alto y olvidadas.”

“Un conjunto de estadísticas originó una tormenta periodística y política en 1993; mostraba que los solicitantes negros de créditos hipotecarios eran rechazados a una tasa superior que los solicitantes blancos. El Washington Post declaró que ‘existe un sistema de crédito hipotecario racialmente sesgado’, y otras numerosas publicaciones, políticos y activistas se sumaron al coro de denuncias. Sin embargo, el mismo conjunto de estadísticas mostraba que el porcentaje de solicitantes blancos rechazados era mayor que el de los asiáticos americanos. Sin embargo, estas estadísticas no generaron ningún ¡Ahá!, ninguna queja de que los blancos eran discriminados en favor de los asiáticos americanos, porque no era ésta la visión prevaleciente. En síntesis, los números son aceptados como evidencia cuando acuerdan con los preconceptos, y rechazados cuando no.”

“Las comparaciones estadísticas asumen implícitamente que los grupos siendo comparados son realmente comparables en las variables relevantes. Sin embargo, muy a menudo ni siquiera están cerca de ser comparables. Por ejemplo, un análisis más profundo de las estadísticas sobre créditos hipotecarios muestra que los solicitantes de préstamos para vivienda, de grupos minoritarios, tienen mayores niveles de endeudamiento, peores historias crediticias, solicitaron el préstamo para cubrir una mayor porcentaje del valor de la propiedad en cuestión, y también era más probable que buscaran financiamiento para unidades de habitación múltiple en vez de casas unifamiliares, siendo las primeras consideradas como una inversión más riesgosa. Aun así, se aprobó el 72% de las solicitudes inmobiliarias de miembros de grupos minoritarios, comparado con el 89% de las aplicaciones de blancos. Esta diferencia de 17 puntos porcentuales cae a 6 puntos porcentuales cuando variables relevantes se mantienen constantes. Más aun, todas las diferencias estadísticas que permanecen pueden ser rastreadas a una tasa de aprobación en un solo banco. ¿Por qué el gobierno no inició ninguna acción legal contra este único banco blanco racista? Pues porque no era ni blanco, ni racista. Era un banco propiedad de negros.”

Galeano: Las Venas Abiertas es pesadísima y la escribí sin conocer suficiente economía y política

Pocos libros han tenido un impacto en las ideas de jóvenes latinoamericanos como “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, y tal vez no sorprenda que lo haya vuelto a tener en este resurgimiento regional de ideas socializantes. Pero mientras muchos jóvenes se leen el libro como si fuera un manifiesto sólido sobre la historia de la región y un mapa para su futuro, la opinión del mismo Galeano parece ser muy diferente (como sale de una cobertura periodística habrá que ver si «dijo lo que dijo», o fue la interpretación del periodista).

Galeano

En la reciente Bienal del Libro y la Lectura de Brasilia “dijo que no volvería a leer su obra más conocida, Las Venas Abiertas de América Latina, debido a que es «pesadísima», indicando que fue escrita sin conocer debidamente sobre economía y política.”

“Galeano explicó que fue el resultado de un intento de un joven de 18 años de escribir un libro sobre economía política sin conocer debidamente el tema. «Yo no tenía la formación necesaria. No estoy arrepentido de haberlo escrito pero fue una etapa que, para mí, está superada».

http://es.brasil247.com/es/247/sociedad/1199/Galeano-la-realidad-cambi%C3%B3-no-leer%C3%ADa-m%C3%A1s-Las-venas-abiertas.htm

Uno no puede sino elogiar esa sinceridad, aunque un muchos casos el daño ya está hecho y sería bueno remediarlo. Para eso es necesaria una crítica del texto, y comprender en qué sentido, no solamente está superado, sino que es erróneo. Una buena crítica del texto es la realizada por Adrián Ravier, disponible aquí: http://www.caminosdelalibertad.com/resources/uploads/pdf/20131031_121948_caminos-abiertos-para-america-latina.pdf

Reproduzco algunos párrafos:

“Galeano ofrece en este clásico latinoamericano, un recorrido por la historia de la región desde la conquista de América hasta los años 1970. Pero este no es sólo un libro de historia, si bien se nutre del trabajo de numerosos y prestigiosos historiadores. El libro encuentra sentido como un estudio de economía política aplicada de la tradición marxista a los constantes saqueos de recursos naturales y capitales que ha sufrido el pueblo latinoamericano de parte de los imperios coloniales en los siglos XVI, XVII y XVIII, y de parte de los Estados imperialistas, principalmente el Reino Unido y los Estados Unidos, desde el siglo XIX en adelante.

El objetivo del libro es transmitir una tesis muy clara que podemos resumir en los siguientes cinco puntos:

1. Ha existido una continua política de saqueo desde la época de la Colonia hasta nuestros días.

2. Fue precisamente ese saqueo el que impulsó el mayor desarrollo relativo europeo respecto de Latinoamérica.

3. El orden económico vigente no es la consecuencia de un orden espontáneo, sino un orden generado a través de la planificación central americana, primero con el cuerpo de políticas gubernamentales, y luego con los tentáculos de las empresas multinacionales que saquean a todos los países en los que se introducen.

4. La culpa de nuestros males (pobreza, indigencia, desocupación extendida) es del mundo desarrollado. Nuestra pobreza es la contrapartida de la riqueza de los países centrales.

5. La única forma de interrumpir este proceso y darle esperanza a los pueblos latinoamericanos, es a través de la violencia, expropiando la propiedad privada de los medios de producción a quienes han abusado de él.”

Y algunas de las críticas:

“…me parece que uno de los mayores errores del libro radica justamente en mostrar una continuidad desde el saqueo que implicó la colonización europea de América hasta la América Latina contemporánea. En palabras del propio Galeano (1971, pp. 22-23), “[l]a historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será. Por eso en este libro, que quiere ofrecer una historia del saqueo y a la vez contar cómo funcionan los mecanismos actuales del despojo, aparecen los conquistadores en las carabelas y, cerca, los tecnócratas en los jets, Hernán Cortés y los infantes de marina, los corregidores del reino y las misiones del Fondo Monetario Internacional, los dividendos de los traficantes de esclavos y las ganancias de General Motors.”

Nosotros pensamos, sin embargo, que no es lo mismo el claro saqueo de metales preciosos –en particular en la forma de oro y plata- generado por los conquistadores en los siglos XVI, XVII y XVIII, que el supuesto saqueo que hacia fines del siglo XX pudieron generar empresas multinacionales como General Motors…. , si bien en el saqueo de metales había un juego de suma cero, donde lo que ganaban unos –los conquistadores-, lo perdían otros –los indígenas-, en un intercambio voluntario sólo puede haber un juego de suma positiva, de otro modo tal intercambio no se realizaría (Ayau, 2006).

Aislar a cualquier economía latinoamericana del proceso de globalización ya definido más arriba, sólo condenará al pueblo a la pobreza, pues perderá éste los beneficios de la división internacional del trabajo y la cooperación social espontánea.

La economía explicada a mis hijos – Pregunta

Un amigo de mi hijo Francisco, Agustín Hyland, me hace una pregunta luego de leer el libro. Respondo abajo.¡Gracias Agustín!, muy buena pregunta:

«Hola Martin! Como estas? No se si te contó Fran pero me vine a Australia a estudiar un cuatrimestre de derecho, y antes de venir, me dio tu libro «la eco explicada a mis hijos». Primero que nada quería felicitarte por la obra, nunca me imagine que leer un libro de economía podía ser tan entretenido. Y también, tuve la sensación de que aprendí, que me hizo el «click» con respecto a ciertos conceptos que antes carecía. Sin embargo se me generaron nuevas lagunas y dudas, como por ejemplo: frente a «la mano invisible» y a que las acciones individuales terminan por desembarcar en «el bien colectivo» por que parece que cuando a uno le va bien, al vecino le va mal? que es lo que se pierde en el camino? Falta de información? Falta de «encausar las acciones» para el mismo lado? No me queda claro como cuando uno tira agua para su molino termina por beneficiar a los demás. En fin, esta entré muchas otras cosas me hicieron quedarme pensando! Lo que te quería pedir es que me aconsejes que libro/s podría leer para un primer approach al «comercio internacional» y a «como funciona el mercado entre países siglo XXI». Muchas gracias Martín, saludos a la familia!

 

Agustín:

1. Está claro que hay falta de información o conocimiento incompleto. Esto hace que no todas las acciones de los individuos se coordinan perfectamente con las de los demás. Este tema lo desarrolla Hayek en un famoso artículo, «El uso del conocimiento en la sociedad». Hace poco lo vimos con alumnus así que podrás encontrar comentarios de fechas anteriores en este mismo blog sobre ese tema.

2. Luego, es bastante difícil que tu mejora o progreso perjudique a tu vecino, a menos que generes lo que llamamos «externalidad», algún tipo de daño. Pero en la situación más normal en la que, por ejemplo, te recibís de abogado y empezás a trabajar y a dar servicios a tus clients, ¿en qué sentido podrías perjudicarlo?

Ahora, si lo que hacés es dañino (puse una fábrica y le tiro humo), pues el vecino puede ejercer su derecho de propiedad y reclamar un freno al daño o una compensación.

También puede ser que el vecino sea abogado, y al recibirte ahora el pierde algunos clientes potenciales. Esto se llama «externalidad pecuniaria», porque el daño no es físico sino económico. Pero no es un daño que vos le hagas, sino que fueron los clientes quienes te eligieron, y no a él. Por lo tanto, no puede reclamar como daño que le «robaras» los clientes, pues los clientes no le pertenecen, se pertenecen a sí mismos. Tienen un derecho de propiedad sobre sus personas.

Tampoco tiene derecho a reclamar por una externalidad, llamemos, sicológica: verte progresar le da celos y envidia. Para empezar, tendría que compensar a todos los demás que ha puesto celosos por su propio progreso, por tener una familia, etc. Obviamente ridículo.

Y ahora vamos a la respuesta principal, sobre cómo buscando tu interés personal los demás se benefician.

a. En primer lugar, en el Mercado, para progresar tienes que ofrecer a los demás algo que les interese, que piensen le es útil, y estén dispuestos a pagar. Tomemos tu propio futuro como abogado: si vas a progresar en la profesión, ¿qué tienes que hacer? Pues darle un buen servicio a tus clientes. Es decir, tenés que contribuir al bien de los demás, de otras forma no podés conseguir tus propios objetivos.

b. Es más, este incentivo lleva a los abogados a tratar bien a sus clientes, ya que su carrera depende de su reputación. Cuanto más reputación, más clientes y más ingresos, honores, etc. Y la reputación no es otra cosa que lo que los demás opinan de uno como professional, una opinion que se forman en tanto uno sea buen abogado con ellos.

c. Ahora, algo más técnicamente, el progreso de los otros aumenta el volumen de capital en la sociedad, y mi propio nivel de ingresos, aunque ni siquiera me conozcan  ¿Porqué un peluquero de Manhattan gana cien veces más que uno en Delhi, si los dos hacen un trabajo similar? Tiene que ver con el ingreso que pueden conseguir en otros empleos. En Manhattan, un peluquero ha de ganar cien al menos, ya que de otra forma se dedicaría a tantos otros empleos que generan ingresos por esa suma; en Delhi, las alternativas son otros empleos que generan uno. Es el volumen y la estructura de capital la que determina la productividad de las personas y su ingreso.

Es cierto, no es fácil ver la presencia de la «mano invisible», bueno, porque es invisible. Siempre la «mano visible» del estado es más fácil de ver, por eso surge como una respuesta inmediata ante cualquier problema.

En cuanto a libros de comercio internacional, te recomiendo dos clásicos del siglo XX (el clásico del siglo XIX es David Ricardo):

1. Gottfried Haberler – The Theory of International Trade http://mises.org/document/4311/

2. Jacob Viner – Studies in the Theory of International Trade http://mises.org/document/4314/Studies-in-the-Theory-of-International-Trade

El Foro y el Bazar – Introducción

P EL FORO Y EL BAZARVivir en sociedad es aprovechar los beneficios de la división del trabajo en el marco de ciertas normas que permiten coordinar nuestras actividades y proveernos de ciertos bienes y servicios comunes. Tenemos dos caminos para buscar satisfacer nuestras necesidades: el mercado y la política. “El Foro y el Bazar” hace referencia a dos espacios que en cierta medida representan a ambos.

El Foro comenzó siendo un mercado, originalmente situado fuera de las murallas de la ciudad (fórum), pero para el siglo VI A.C. había pasado a estar dentro y se habían construido muchos edificios representantes del poder político. En particular, durante la República se realizaban los “comicios”, asambleas donde se tomaban decisiones políticas, judiciales y legislativas. Lo tomamos aquí como un ejemplo de la toma de decisiones colectivas, o el camino de la política.

La palabra “bazar” es de origen persa y significa “el lugar de los precios”. Es el típico mercado que se ofrece como punto de encuentro o conexión entre compradores y vendedores, donde las personas realizan todo tipo de intercambios. Con distintas denominaciones, mercados de ese tipo existen en todas las ciudades, algunos más organizados otros más dispersos y actualmente incluso virtuales. Reflejan aquí el camino de los intercambios voluntarios en el mercado.

En distintas proporciones, a lo largo de la historia muy diversas sociedades han recorrido tanto uno como otro, modificando en el tiempo cuanto buscan alcanzar por medio del mercado y cuánto a través del estado. Existen también, por supuesto, distintas visiones de filosofía política y moral en la discusión acerca de cuánto correspondería tanto a uno como a otro, incluyendo algunas que sostienen que uno solo de ellos sería la situación ideal y el otro (mercado o estado) no sería necesario.

Este trabajo asume simplemente que en el estado actual de evolución social estos dos caminos están presentes y buscará analizar cada uno de ellos, las soluciones que ofrecen y los problemas que presentan, desde la perspectiva de la teoría económica más los aportes de otras ciencias sociales y, en particular, el análisis de los marcos institucionales, llegando hasta considerar problemas específicos de políticas públicas como temas ambientales, pesca, educación, telecomunicaciones, estándares tecnológicos y muchos otros.