Mises a Kiciloff: la diferencia entre pagar el gasto público con impuestos o emisión es ésta: inflación

Argentina, o Venezuela, han vuelto al conocimiento y la comprensión que se tenía hace unos sesenta años en cuanto a la inflación se refiere. En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su cuarta conferencia se tituló, precisamente “Inflación”. Mises comenta:

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“No existe un camino secreto para la solución de los problemas financieros de un gobierno; si necesita dinero, tiene que obtener el dinero gravando con impuestos a sus ciudadanos (o, bajo condiciones especiales, tomando préstamos de la gente que tenga el dinero) Pero muchos gobiernos, podríamos decir casi todos los gobiernos, piensan que hay otro método para obtener el dinero que necesitan: simplemente imprimirlo.

Si el gobierno desea hacer algo beneficioso – si, por ejemplo, desea construir un hospital – la manera de encontrar el dinero que necesita para este proyecto es gravar con impuestos a los ciudadanos y construir el hospital con los ingresos provenientes de los impuestos. Y entonces no ocurrirá ninguna ‘revolución de precios’ ya que cuando el gobierno cobra el dinero para la construcción del hospital, los ciudadanos – habiendo pagado los impuestos – están forzados a reducir sus gastos. El contribuyente está forzado a reducir ya sea sus consumos, sus inversiones o sus ahorros. El gobierno, apareciendo en el mercado como un comprador, reemplaza al ciudadano: el individuo compra menos, pero el gobierno compra más. El gobierno, desde luego, no siempre compra los mismos bienes que los ciudadanos habrían comprado, pero en promedio no existe incremento alguno en los precios debido a que el gobierno construya un hospital. Elijo este ejemplo porque la gente a veces dice: ‘Hay una diferencia si el gobierno usa su dinero para buenos o malos fines’.

Deseo suponer que el gobierno siempre usa el dinero que ha impreso con los mejores fines – fines con los cuales todos estamos de acuerdo. Pero no es la manera en que el dinero es utilizado, sino la forma en que el dinero es obtenido, lo que provoca esas consecuencias que llamamos inflación y que la mayor parte de la gente en el mundo actualmente no considera beneficiosa.

Por ejemplo, sin inflar la cantidad de dinero, el gobierno podría usar el dinero proveniente de impuestos para tomar nuevos empleados o para aumentar los sueldos de aquellos que ya están al servicio del gobierno. Entonces esta gente, cuyos salarios han sido incrementados, están en posición de comprar más- Cuando el gobierno grava con impuestos a los ciudadanos y usa ese dinero para aumentar los sueldos de los empleados del gobierno, los contribuyentes tienen menos para gastar, y los empleados públicos tienen más. Los precios, en general, no se incrementarán.

Pero si el gobierno no usa el dinero proveniente de impuestos para este objetivo, y si en cambio usa dinero recién impreso, significa que habrá gente que ahora tiene más dinero en tanto que otra gente tendrá la misma cantidad que tenía antes. Así, aquellos que recibieron el dinero recién impreso estarán compitiendo con aquella gente que ya antes era compradora. Y dado que no hay más productos que los que existían antes pero hay más dinero en el mercado – y dado que hay ahora gente que hoy puede comprar más que lo que podría haber comprado ayer – habrá una  demanda adicional por la misma cantidad de bienes. Como consecuencia, los precios tenderán a subir. Esto no puede evitarse, no importa el uso que se le dé a este dinero recién emitido. Y más importante aún, esta tendencia de los precios de ir hacia arriba se desarrollará paso a paso; no es un movimiento general hacia arriba de lo que ha sido denominado ‘nivel de precios’.”

Mises a Kiciloff: nunca hubo un argumento serio contra la relación entre precios y cantidad de moneda

Argentina, o Venezuela, han vuelto al conocimiento y la comprensión que se tenía hace unos sesenta años en cuanto a la inflación se refiere. En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su cuarta conferencia se tituló, precisamente “Inflación”. Mises comenta:

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“Si la provisión de caviar fuera tan abundante como la provisión de papas, el precio del caviar – esto es el tipo de intercambio entre el caviar y el dinero o entre el caviar y otros productos – cambiaría considerablemente. En este caso se podría obtener caviar a un sacrificio menor que el que se requiere actualmente. De la misma manera, si se incrementa la cantidad de dinero, el poder de compra de la unidad monetaria se reduce, y la cantidad de bienes que puede obtenerse por una unidad de esa moneda también se reduce.

Cuando, en el Siglo XVI, los depósitos de oro y plata en América fueron descubiertos y explotados, enormes cantidades de los metales preciosos fueron transportadas a Europa. El resultado de este incremento en la cantidad de dinero fue una tendencia general a un movimiento hacia arriba de los precios en Europa. De la misma manera, en la actualidad, cuando un gobierno incrementa la cantidad de papel moneda, el resultado es que el poder de compra de la unidad de moneda comienza a caer, y los precios a subir. Esto es denominado inflación. Desgraciadamente, en los EEUU, como así también en otros países, la gente prefiere atribuir la causa de la inflación no al incremento de la cantidad de moneda sino, más bien, al incremento de los precios.

Sin embargo, nunca ha habido algún argumento serio contra la interpretación económica de la relación entre los precios y la cantidad de moneda, o el tipo de intercambio entre el dinero y otros bienes, productos y servicios. Bajo las actuales condiciones tecnológicas, nada hay más fácil que producir pedazos de papel sobre los cuales se imprimen ciertas cantidades monetarias. En los EEUU, donde todos los billetes son del mismo tamaño, no le cuesta más al gobierno imprimir un billete de mil dólares que imprimir un billete de un dólar. Se trata meramente de un procedimiento de impresión que requiere la misma cantidad de papel y tinta.

En el Siglo XVIII, cuando se hicieron los primeros intentos de emitir billetes de banco y de otorgar a estos billetes de banco la característica de curso legal – esto es, el derecho de ser aceptados en las transacciones de intercambio de la misma manera en que eran aceptadas las piezas de oro y de plata – los gobiernos y las naciones creyeron que los banqueros tenían algún conocimiento secreto que les permitía – de la nada – producir riqueza. Cuando los gobiernos del Siglo XVIII se  encontraban en dificultades financieras, pensaban que lo único que necesitaban era un banquero inteligente a la cabeza de su administración financiera para deshacerse de las dificultades.

Algunos años antes de la Revolución Francesa, cuando la realeza de Francia estaba en problemas financieros, buscó un banquero así de inteligente y lo designó en una alta posición. Este hombre era, en todos los aspectos, lo opuesto de la gente que, hasta ese momento, había gobernado Francia. Primero que todo, no era un francés, era un extranjero – un suizo de Ginebra – Jacques Necker. Segundo, no era un miembro de la aristocracia, era un hombre del común. Y lo que era aún más importante en la Francia del Siglo XVIII, no era católico, era protestante. Y así, Monsieur Necker, el padre de la famosa Madame de Staël, se convirtió en el Ministro de Finanzas, y todos esperaban que él resolviera los problemas financieros de Francia. Pero a pesar del altísimo grado de confianza que disfrutaba Monsieur Necker, el tesoro real permanecía vacío; el mayor error de Monsieur Necker había sido su intento de financiar la ayuda a los colonos Norte Americanos en su guerra de independencia contra Inglaterra, sin aumentar los impuestos. Este era ciertamente el camino equivocado para acometer la solución de las dificultades financieras de Francia.”

El monopolio estatal de la emisión de moneda se convirtió en una calamidad con los billetes de papel

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país. Antes, analiza las consecuencias del monopolio estatal de la moneda. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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La aparición del papel moneda

La prerrogativa del gobierno, que originariamente se refería sólo a la emisión de monedas puesto que eran el único tipo de dinero utilizado, se extendió rápidamente a otros tipos de dinero diferentes cuando aparecieron en escena. Surgieron en el momento en que el gobierno necesitó más cantidad de dinero, que intentó recaudar a través de préstamos forzosos y obligando a la gente a aceptar como dinero los recibos que daba a cambio. El significado de la aparición gradual del papel moneda y poco después de los billetes de banco es, a nuestros efectos, complicado, ya que durante mucho tiempo el problema no fue la aparición de nuevos tipos de dinero con diferentes denominaciones, sino la utilización como dinero de los pagarés por cantidades del metálico emitido por el monopolio gubernamental.

Probablemente, es imposible que un pedazo de papel u otro material sin ningún valor de mercado por sí llegue a ser gradualmente aceptado por las gentes y considerado dinero a no ser que represente un título sobre algún objeto valioso. Para ser aceptado como tal, tiene que derivar su valor de otra fuente, como por ejemplo su convertibilidad en otro tipo de dinero. Consecuentemente, el oro y la plata, o los títulos que los representaban, fueron durante mucho tiempo las únicas clases de dinero entre las que podía haber competencia, e incluso la plata, desde su gran descenso de valor en el siglo XIX, dejó de ser una competidora seria para el oro. (Las posibilidades del bimetalismo no son relevantes para nuestros problemas.)

Posibilidades políticas y técnicas de controlar el papel moneda

La situación es distinta desde el momento en que el papel moneda se ha establecido en todas partes. El monopolio estatal de emisión de moneda ya era bastante pernicioso mientras predominaba el dinero metálico. Ahora bien, se convirtió en una terrible calamidad cuando el papel moneda (u otro tipo de signo monetario), que puede proporcionar el mejor o el peor dinero, estuvo bajo control estatal. El mejor sistema podría ser que una entidad, cuyo propio interés le obligara a satisfacer los deseos de los usuarios, controlara deliberadamente la oferta de dinero. En cambio, una moneda que se controla para satisfacer las demandas de los intereses de grupo será irremisiblemente el peor posible (sección XVIII).

Obviamente, el valor del papel moneda se puede regular de acuerdo con diversos principios —siendo más que dudoso que ningún gobierno democrático con poderes ilimitados pueda hacerlo satisfactoriamente—. Aunque la experiencia histórica parece en principio justificar la creencia de que sólo el oro puede proporcionar una moneda estable y que todo papel moneda se depreciará más pronto o más tarde, nuestra profundización en los procesos de determinación del valor del dinero nos muestra que este prejuicio, aunque comprensible, es infundado. La imposibilidad política de que los gobiernos lo consigan no significa que sea técnicamente imposible controlar la cantidad de cualquier tipo de signo monetario de forma que su valor se comporte de la manera deseada y que por esta razón mantenga su aceptabilidad y su valor. Por tanto, sería ahora posible, si estuviera permitida, la existencia de una variedad de divisas esencialmente diferentes. Podrían representar no meramente diferentes cantidades del mismo metal, sino también distintas unidades abstractas que fluctuaran relativamente entre sí en cuanto a su valor. De la misma manera, podríamos tener monedas concurrentes en muchos países, entre las cuales la gente tendría la posibilidad de elegir. Ello no se ha considerado seriamente hasta hace muy poco.

Incluso los defensores más radicales de la economía libre como el filósofo Herbert Spencer o el economista francés Joseph Garnier parecen abogar sólo por la acuñación privada, mientras el movimiento de libertad bancaria de mediados del siglo XIX se pronunciaba sólo por el derecho de emitir billetes denominados en unidades de la moneda standard.”

El origen del monopolio estatal en la emisión monetaria. ¿Criticamos todo monopolio y no éste?

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país. Antes, analiza las consecuencias del monopolio estatal de la moneda. En general, a la gente le preocupa mucho la existencia de «monopolies» e incluso llama así a grandes empresas que, en verdad, no lo son. ¿Y no se preocupa de éste? El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

EL ORIGEN DE LA PRERROGATIVA DEL GOBIERNO DE CREAR DINERO

Durante más de 2.000 años la prerrogativa o derecho exclusivo del gobierno de suministrar dinero se reducía en la práctica al monopolio de acuñación de monedas de oro, plata y cobre. En dicho período, tal facultad se aceptó de manera incuestionable como atributo esencial de la soberanía, revestida de todo el misterio que inspiraban los sagrados poderes del príncipe. Quizás este concepto se remonte al tiempo en que solamente se marcaban con punzón las barras de metal para certificar su ley, incluso antes que el rey Creso de Lidia acuñara las primeras monedas en el siglo VI a.C.

En cualquier caso, la prerrogativa de acuñación por el soberano se estableció firmemente con los emperadores romanos. Cuando, al principio de la Edad Moderna, Juan Bodino desarrolló el concepto de soberanía, incluyó el derecho de acuñar moneda como uno de sus componentes más importantes y esenciales. Las regalías, nombre latino de estas prerrogativas, las más importantes de las cuales eran la acuñación de monedas y los derechos de aduana, fueron durante la Edad Media la principal fuente de ingresos de los príncipes y en esto tan sólo estriba su utilidad en un principio. Es evidente que, a medida que aumentaba la acuñación, los gobiernos se dieron cuenta de que este derecho exclusivo era, además de un importante instrumento del poder, una tentadora fuente de ganancias. Desde el principio, la facultad no se concedió o reclamó sobre la base de que era para el bien común, sino como elemento esencial del poder gubernamental.

Las monedas sirvieron de símbolos de poder, como la bandera, a través de los cuales el gobernante afirmaba su soberanía y mostraba a su pueblo que el amo era aquel cuya imagen transportaban las monedas hasta los lugares más remotos de su reino.

Garantías estatales del peso y pureza del metal

En un principio, se entendía que la tarea asumida por el Estado era no ya la de emitir moneda, sino la de certificar el peso y la ley de los materiales que se utilizaban universalmente como dinero, que después de los primeros tiempos fueron sólo dos: el oro y la plata; una tarea similar a la de establecer pesos y medidas uniformes.

Las piezas de metal sólo se consideraban dinero auténtico si llevaban el sello de la autoridad correspondiente, cuyo deber era asegurar que las monedas tuvieran el peso y la ley adecuados a su valor. Durante la Edad Media, sin embargo, se extendió una superstición: que era el acto del gobierno lo que confería valor al dinero. A pesar de que la experiencia siempre demostrara lo contrario, la doctrina del valor impositus fue recogida por la doctrina legal y sirvió para justificar los constantes y vanos intentos del príncipe de imponer el mismo valor a monedas que contenían menor cantidad del precioso metal. (A principios de este siglo, la doctrina medieval fue resucitada por el profesor alemán G. F. Knapp; su libro: Teoría estatal del dinero todavía parece ejercer alguna influencia sobre la doctrina jurídica contemporánea.)

No hay motivo para dudar de que la empresa privada habría sido capaz, si se le hubiera permitido, de ofrecer monedas tan buenas o por lo menos tan fidedignas. De hecho, lo hizo ocasionalmente y algunas veces los propios gobernantes se lo encargaron. Sin embargo, mientras la labor técnica de proporcionar monedas uniformes y reconocibles presentara importantes dificultades, la tarea que realizaba el poder público era al menos útil. Desgraciadamente, los gobernantes pronto descubrieron que no era solamente útil, sino raba, refiriéndose a Gran Bretaña: «Los gobiernos de uno y otro signo han reducido lo que fue un gran servicio público a una caricatura.» Políticamente, el monopolio de los medios informativos puede ser más peligroso, pero económicamente dudo que haya otro monopolio tan dañino como el de la emisión de moneda.

El canon que se pagaba para cubrir el coste de la acuñación se convirtió en atractiva fuente de ingresos, aumentándolo hasta llegar a sobrepasar ampliamente dicho costo. De retener una parte excesiva del metal llevado a las cecas para fabricar las monedas ya sólo faltaba un paso para la práctica, tan corriente en la Edad Media, de reclamar las monedas circulantes al objeto de fundirlas y volver a acuñarlas con menor contenido de oro y plata. Estudiaremos el efecto de estas alteraciones en la siguiente sección. Pero dado que la función del gobierno al emitir moneda no consiste ya en certificar el peso y la ley de ciertos pedazos de metal, sino que implica la expresa determinación de la cantidad de dinero que se debe emitir, los gobiernos resultan ahora totalmente inadecuados para la tarea, y puede decirse sin exageración que han abusado incesantemente y en todos los países de la confianza en ellos depositada por el pueblo, defraudándolo.

De la certificación del peso y la ley de las monedas, al monopolio estatal: camino de servidumbre

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek considera cómo es que los estados pasaron de una mera certificación del peso y la ley de las monedas, a tener el monopolio legal de la emisión. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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Garantías estatales del peso y pureza del metal

“En un principio, se entendía que la tarea asumida por el Estado era no ya la de emitir moneda, sino la de certificar el peso y la ley de los materiales que se utilizaban universalmente como dinero4, que después de los primeros tiempos fueron sólo dos: el oro y la plata; una tarea similar a la de establecer pesos y medidas uniformes. Las piezas de metal sólo se consideraban dinero auténtico si llevaban el sello de la autoridad correspondiente, cuyo deber era asegurar que las monedas tuvieran el peso y la ley adecuados a su valor.

Durante la Edad Media, sin embargo, se extendió una superstición: que era el acto del gobierno lo que confería valor al dinero. A pesar de que la experiencia siempre demostrara lo contrario, la doctrina del valor impositus fue recogida por la doctrina legal y sirvió para justificar los constantes y vanos intentos del príncipe de imponer el mismo valor a monedas que contenían menor cantidad del precioso metal. (A principios de este siglo, la doctrina medieval fue resucitada por el profesor alemán G. F. Knapp; su libro: Teoría estatal del dinero todavía parece ejercer alguna influencia sobre la doctrina jurídica contemporánea.)

No hay motivo para dudar de que la empresa privada habría sido capaz, si se le hubiera permitido, de ofrecer monedas tan buenas o por lo menos tan fidedignas. De hecho, lo hizo ocasionalmente y algunas veces los propios gobernantes se lo encargaron. Sin embargo, mientras la labor técnica de proporcionar monedas uniformes y reconocibles presentara importantes dificultades, la tarea que realizaba el poder público era al menos útil. Desgraciadamente, los gobernantes pronto descubrieron que no era solamente útil, sino que también podía ser muy rentable, por lo menos mientras la gente no tuviera otra alternativa que utilizar el dinero que ellos facilitaban.

El canon que se pagaba para cubrir el coste de la acuñación se convirtió en atractiva fuente de ingresos, aumentándolo hasta llegar a sobrepasar ampliamente dicho costo. De retener una parte excesiva del metal llevado a las cecas para fabricar las monedas ya sólo faltaba un paso para la práctica, tan corriente en la Edad Media, de reclamar las monedas circulantes al objeto de fundirlas y volver a acuñarlas con menor contenido de oro y plata. Estudiaremos el efecto de estas alteraciones en la siguiente sección. Pero dado que la función del gobierno al emitir moneda no consiste ya en certificar el peso y la ley de ciertos pedazos de metal, sino que implica la expresa determinación de la cantidad de dinero que se debe emitir, los gobiernos resultan ahora totalmente inadecuados para la tarea, y puede decirse sin exageración que han abusado incesantemente y en todos los países de la confianza en ellos depositada por el pueblo, defraudándolo.”

 

Starbucks, además del café, ¿podría ofrecernos una de las monedas en competencia de Hayek?

Hemos estado viendo en este blog, algunos párrafos de Hayek sobre la competencia de monedas, y asociando sus ideas con el posterior surgimiento de las cripto-monedas, entre las cuales la que más se conoce es el Bitcoin.

Pero como ocurre en los demás ámbitos, de la innovación en materia de bienes y servicios, es muy difícil pronosticar por dónde se canalizará la iniciativa empresarial en el futuro y cuál será la o las monedas que nos vayan a ofrecer. Tal vez ni las imaginamos en estos momentos, pero lo cierto es que parece haber cambios y novedades a diario.

Tomemos esta noticia como ejemplo. El diario Cronista la publica con el título “El café como moneda: el plan de fidelización de Starbucks podría crear la nueva bitcoin”: http://www.cronista.com/finanzasmercados/El-cafe-como-moneda-el-plan-de-fidelizacion-de-Starbuckspodria-crear-la-nueva-bitcoin-20150729-0034.html

En verdad, no sería tan extraño pensar en que el café fuera moneda. El cacao era la moneda de los mayas, y el café es un commodity con amplia aceptación en el consumo global. Pero tal vez nunca imaginamos que se convirtiera en moneda por medio del plan de fidelidad de Starbucks.

El café, además, parece cumplir con una de las condiciones necesarias para una moneda: su uso generalizado, su «liquidez» en términos monetarios. Por ejemplo, un reciente estudio de Gallup muestra que alrededor del 65% de los norteamericanos toman al menos una taza de café por día: http://www.gallup.com/poll/184388/americans-coffee-consumption-steady-few-cut-back.aspx?utm_source=alert&utm_medium=email&utm_content=morelink&utm_campaign=syndication

Aquí va la nota entera del Cronista:

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“Por mucho tiempo las aerolíneas han dado millas a sus clientes por las compras hechas con sus tarjetas de crédito realizadas en otras tiendas. Ahora Starbucks quiere intentar una hazaña similar con su programa de lealtad.

La cadena de cafeterías ha realizado acuerdos con el servicio de música Spotify, el New York Times y de intercambio con Lyft, lo cual permitirá a los clientes ganar puntos para bebidas gratis y comida en Starbucks. El programa reparte ‘Stars‘ cuando los usuarios hacen compras. Es la forma de moneda que funciona con aplicaciones móviles o tarjetas de fidelidad de Starbucks.

El reto ahora es construir una red de estrellas más allá de los primeros socios. El director ejecutivo, Howard Schultz, dijo que la compañía está buscando sumar negocios de una variedad de industrias que podrían trabajar con el programa, con el objetivo de impulsar a los clientes a visitar Starbucks más a menudo.

Starbucks tiene actualmente 10.4 millones de miembros de la lealtad con los programas activos, un 28% respecto al año anterior, dijo Schultz. La iniciativa ha conseguido un crecimiento de clientes usando sus teléfonos para pagar sus pedidos de Starbucks. En Estados Unidos, los pagos móviles ahora representan una quinta parte de todas las transacciones en las tiendas, más del doble del nivel de hace dos años.

El programa también es un paso hacia un futuro en el que se reciben Starbucks «Stars» de manera similar a las millas de las líneas aéreas, bitcoin, tarjetas de regalo y oro. Como parte de su asociación con Starbucks, Spotify, el Times y Lyft han comprado un número de Stars ellos mismos. La idea es utilizarlos para recompensar a los clientes cuando se suscriban o comprar viajes.

«Eso es algo muy cerca a ser como una moneda», dijo James Wester, director de investigación de IDC Financial Insights.

Los futuros socios «Star» podrían ser empresas como Staples Inc., Chipotle Mexican Grill Inc., AMC Entertainment Holdings Inc. y Netflix Inc., según los analistas. Schultz dijo que los futuros participantes pueden ser nombrados en los próximos trimestres.

Si la plataforma de «Stars» acumula suficiente apoyo, podría convertirse en la moneda de bienes digitales, dijo Chetan Sharma, analista independiente de la industria inalámbrica. Eso significa que los clientes podrían utilizar los puntos para pagar por las canciones, videos y juegos en línea.”

Alguna vez el monopolio estatal de la moneda fue útil… Alguna vez…, y hace mucho tiempo que no

La publicación de un par de posts sobre la competencia de monedas desató una discusión en el blog que también tenemos con Adrián Ravier, Nicolás Cachanosky y Gabriel Zanotti sobre la conveniencia o no de tener una sola moneda, lo cual facilitaría la comparación de todos los precios.

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata este tema y señala que no es cuestión de pensar solamente en las ventajas de una moneda única, hay que tomar en cuenta también sus costos. Al principio los beneficios pueden haber sido superiores, pero luego…, en fin, hemos visto ya los costos del monopolio estatal. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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Ventajas iniciales del monopolio estatal del dinero

“Quizás cuando la economía monetaria se extendía lentamente a todas las regiones y uno de los principales problemas era enseñar a la gente a calcular en dinero (y de esto no hace tanto tiempo) se pudiera considerar conveniente tener un solo tipo de moneda fácilmente reconocible. Se puede argüir que dicho tipo uniforme y su uso exclusivo fue de gran utilidad para la comparación de precios y por tanto al objeto de ampliar la competencia y el mercado. Asimismo, cuando para determinar la autenticidad del dinero metálico era necesario emplear un difícil proceso de aquilatamiento y los particulares no tenían ni los medios ni la capacidad para hacerlo, pudo haber sido de utilidad (al objeto de garantizar la ley de las monedas) el sello de una autoridad generalmente reconocida que, fuera de los grandes centros comerciales, sólo podía ser el Estado.

Pero hoy en día estas ventajas iniciales, que pudieron servir de excusa para la apropiación por el Estado del derecho exclusivo de emitir dinero en metálico, no compensan las desventajas del sistema. Tiene los mismos defectos que todos los monopolios: es forzoso utilizar su producto aunque no sea satisfactorio, y, sobre todo, impiden el descubrimiento de métodos mejores de satisfacer necesidades, métodos que el monopolista no tiene ningún interés en buscar.

Si el público comprendiera el precio que paga en inflación periódica e inestabilidad por la conveniencia de utilizar un solo tipo de moneda en las transacciones normales y contemplara las ventajas de emplear varios, seguramente encontraría el precio excesivo. Tal comodidad es mucho menos importante que la de utilizar una moneda fidedigna que no trastorne periódicamente el flujo normal de la economía —oportunidad de la que el público ha sido privado por el monopolio gubernamental. Ahora bien, la gente nunca ha tenido ocasión de descubrir la alternativa. Los gobiernos siempre han alegado poderosos motivos para convencer a las gentes que el derecho de emitir moneda debía pertenecerles en exclusiva. A todos los efectos, mientras se trataba de la emisión de monedas de oro, cobre o plata, no importaba tanto como hoy en día, cuando conocemos la existencia de todo tipo de posibles monedas, incluido el papel, que el gobernante cada vez suministra peor y de las que puede abusar más que del dinero metálico.”

 

Hayek anticipa al «bitcoin». El mundo del futuro será ‘hayekiano’, con muchas monedas compitiendo

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar, o en Europa cuando se plantea la potencial salida de Grecia del Euro. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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“Si vamos a considerar seriamente la utilización de diversas valutas concurrentes para su aplicación inmediata en un área limitada, es evidentemente deseable investigar las consecuencias de la aplicación general del principio sobre el que se basa esta propuesta. En el caso de que se aboliera —dentro del territorio de un país— el uso exclusivo de una sola moneda nacional emitida por el gobierno, hallándose permitida la circulación de monedas emitidas por otros gobiernos, se plantearía la cuestión de si no sería más conveniente suprimir el monopolio gubernamental de emisión monetaria, permitiendo que la empresa privada ofreciera al público otros medios de cambio que éste pudiera preferir.

Actualmente, los problemas que plantea esta reforma tienen un carácter más teórico que los planteados por mi anterior propuesta [que las monedas de los distintos países europeos fueran aceptadas en los otros, en lugar de tener una moneda única como el euro], toda vez que esta sugerencia más extrema resulta todavía demasiado extraña al público para poder ponerse en práctica. Ni siquiera los expertos conocen suficientemente la problemática que surgiría La generalización del principio subyacente para poder hacer predicciones seguras sobre las consecuencias de dicho plan. Es evidente, sin embargo, que no es necesaria ni ventajosa la incuestionable y universalmente aceptada prerrogativa del gobierno de producir el dinero. De hecho, puede resultar perjudicial y su eliminación constituiría un gran avance, dando paso a repercusiones altamente beneficiosas. No es demasiado pronto, por tanto, para comenzar el debate. Aunque el plan no pueda ponerse en práctica mientras el público no esté mentalmente preparado y continúe aceptando sin críticas el dogma de la necesidad del privilegio gubernamental, tal circunstancia no debe ser un obstáculo para el estudio de los fascinantes problemas teóricos que plantea este proyecto.

Los economistas no han discutido la competencia entre monedas

Increíblemente, la competencia entre distintas valutas no ha sido examinada en serio hasta hace muy poco. En las publicaciones relativas al tema no se cuestiona la creencia universal de que el monopolio del gobierno en orden a la emisión monetaria es indispensable, ni tampoco se explica si esta creencia se deriva simplemente del postulado según el cual en un territorio dado sólo puede haber un tipo de moneda en circulación —lo que podía parecer una ventaja cuando se trataba de elegir entre el oro y la plata como posibles tipos de dinero—. Tampoco encontramos respuesta a la pregunta de qué sucedería si se suprimiera el monopolio y si el suministro de dinero se realizara mediante la competencia entre entidades privadas que proporcionaran distintas divisas. La mayoría de la gente piensa que la propuesta de que el dinero lo emitan empresas privadas significa que todas deben emitir el mismo (en dinero fiduciario, token money, esto equivaldría simplemente a una falsificación) en lugar de distintos tipos de dinero claramente diferenciabas por diversas denominaciones y entre los cuales el público pudiera elegir libremente.

 

Grecia podría tener su propia moneda, pero tendría que haber sido, y ahora ser, tan seria como Suiza

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar, o en Europa cuando se plantea la potencial salida de Grecia del Euro. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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Su propuesta práctica hubiera evitado las amenazas que ahora se ciernen sobre el Euro ante la posible salida de Grecia ya que cada país hubiera mantenido su moneda, pero en competencia con todas las demás, más la monedas privadas que surgieran. Claro, esto no quiere decir que hubiera evitado los problemas de Grecia, que seguramente no hubiera podido colocar deuda en dracmas y tendría que haberlo hecho en otra moneda que los mercados aceptaran. Pero Grecia, si fuera tan seria como Suiza, podría tener su propia moneda. El tema es que no lo fue.

Aquí va lo de Hayek, cuarenta años antes que se planteara este problema:

“El extender el libre comercio de la moneda a la banca, como sugerimos, constituye una parte esencial de la propuesta que propugnamos. En primer lugar, los depósitos bancarios a la vista equivalen sin duda a una especie de dinero emitido privadamente. Tales depósitos constituyen hoy una parte, en muchos países la fundamental, del conjunto de medios de cambio. En segundo lugar, la expansión y contracción de las distintas superestructuras nacionales de crédito bancario son, en este momento, la principal excusa para la administración nacional del dinero básico.

Añadiré, en cuanto a los efectos de la adopción de esta propuesta, que por supuesto se trata de impedir a las autoridades financieras y y monetarias que se conduzcan de una forma que les resulta políticamente imposible de evitar en tanto dispongan de poder para hacerlo. Estas conductas son, sin excepción, no sólo perjudiciales y contrarias a largo plazo al interés del país que las practica, sino además políticamente inevitables como escapes temporales que son ante dificultades acuciantes. Incluyen medidas que permiten a los gobiernos suprimir fácil y rápidamente los motivos de descontento de determinados grupos o sectores, pero, a la larga, desorganizan y destruyen el orden de mercado.

Impedir al gobierno que oculte la depreciación monetaria

Dicho con otras palabras, la principal ventaja que deriva del plan que propongo radica en impedir que el gobierno pueda «proteger» la moneda emitida por él de las nocivas consecuencias derivadas de las medidas que él mismo adopta. En consecuencia, nuestro plan hace imposible utilizar posteriormente tan dañinos métodos. Ni podría ocultar la devaluación de la moneda que emite para impedir la evasión de capitales y otros bienes y recursos, ni tampoco podría controlar los precios, medidas que por supuesto tenderían a destruir el Mercado Común y que se originan en el mal uso de las propias monedas en la actividad interior. Este plan parece satisfacer mejor los requisitos de un mercado común sin necesidad de establecer un nuevo organismo internacional ni de conferir nuevos poderes a una autoridad supranacional, ni de crear una moneda común.

A todos los efectos, este plan sólo provocaría la desaparición de las valutas nacionales si las autoridades monetarias de cada país no actuaran correctamente. Incluso entonces podrían evitar el desplazamiento total de su moneda corrigiendo a tiempo su conducta. Es posible que en algunos países pequeños con mucho comercio exterior y turismo predominara la moneda de uno de los países más grandes; pero si se practicara una política sensata, nada impediría continuar usando la mayoría de las monedas existentes durante mucho tiempo. (Es importante, por supuesto, que las partes no lleguen a un acuerdo tácito de no proporcionar una moneda tan buena que los ciudadanos de otros países la prefieran. La presunción de culpa estaría siempre en contra del gobierno cuya moneda no fuera solicitada por la gente.)

No creo, además, que este plan impidiera a los gobiernos hacer lo que deben para que la economía funcione correctamente, ni obstaculizara medidas que beneficiarían a un grupo mayoritario de ciudadanos. Pero esto nos lleva a problemas que se discuten mejor en el marco del desarrollo completo del principio subyacente.”

 

Su propuesta práctica hubiera evitado las amenazas que ahora se ciernen sobre el Euro ante la posible salida de Grecia ya que cada país hubiera mantenido su moneda, pero en competencia con todas las demás, más la monedas privadas que surgieran. Claro, esto no quiere decir que hubiera evitado los problemas de Grecia, que seguramente no hubiera podido colocar deuda en dracmas y tendría que haberlo hecho en otra moneda que los mercados aceptaran. Aquí va lo de Hayek, cuarenta años antes que se planteara este problema:

“El extender el libre comercio de la moneda a la banca, como sugerimos, constituye una parte esencial de la propuesta que propugnamos. En primer lugar, los depósitos bancarios a la vista equivalen sin duda a una especie de dinero emitido privadamente. Tales depósitos constituyen hoy una parte, en muchos países la fundamental, del conjunto de medios de cambio. En segundo lugar, la expansión y contracción de las distintas superestructuras nacionales de crédito bancario son, en este momento, la principal excusa para la administración nacional del dinero básico.

Añadiré, en cuanto a los efectos de la adopción de esta propuesta, que por supuesto se trata de impedir a las autoridades financieras y y monetarias que se conduzcan de una forma que les resulta políticamente imposible de evitar en tanto dispongan de poder para hacerlo. Estas conductas son, sin excepción, no sólo perjudiciales y contrarias a largo plazo al interés del país que las practica, sino además políticamente inevitables como escapes temporales que son ante dificultades acuciantes. Incluyen medidas que permiten a los gobiernos suprimir fácil y rápidamente los motivos de descontento de determinados grupos o sectores, pero, a la larga, desorganizan y destruyen el orden de mercado.

Impedir al gobierno que oculte la depreciación monetaria

Dicho con otras palabras, la principal ventaja que deriva del plan que propongo radica en impedir que el gobierno pueda «proteger» la moneda emitida por él de las nocivas consecuencias derivadas de las medidas que él mismo adopta. En consecuencia, nuestro plan hace imposible utilizar posteriormente tan dañinos métodos. Ni podría ocultar la devaluación de la moneda que emite para impedir la evasión de capitales y otros bienes y recursos, ni tampoco podría controlar los precios, medidas que por supuesto tenderían a destruir el Mercado Común y que se originan en el mal uso de las propias monedas en la actividad interior. Este plan parece satisfacer mejor los requisitos de un mercado común sin necesidad de establecer un nuevo organismo internacional ni de conferir nuevos poderes a una autoridad supranacional, ni de crear una moneda común.

A todos los efectos, este plan sólo provocaría la desaparición de las valutas nacionales si las autoridades monetarias de cada país no actuaran correctamente. Incluso entonces podrían evitar el desplazamiento total de su moneda corrigiendo a tiempo su conducta. Es posible que en algunos países pequeños con mucho comercio exterior y turismo predominara la moneda de uno de los países más grandes; pero si se practicara una política sensata, nada impediría continuar usando la mayoría de las monedas existentes durante mucho tiempo. (Es importante, por supuesto, que las partes no lleguen a un acuerdo tácito de no proporcionar una moneda tan buena que los ciudadanos de otros países la prefieran. La presunción de culpa estaría siempre en contra del gobierno cuya moneda no fuera solicitada por la gente.)

No creo, además, que este plan impidiera a los gobiernos hacer lo que deben para que la economía funcione correctamente, ni obstaculizara medidas que beneficiarían a un grupo mayoritario de ciudadanos. Pero esto nos lleva a problemas que se discuten mejor en el marco del desarrollo completo del principio subyacente.”

 

Grecia: propuesta de Hayek hubiera obviado preocupaciones por el Euro, pero no las deudas griegas?

 En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar, o en Europa cuando se plantea la potencial salida de Grecia del Euro. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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Su propuesta práctica hubiera evitado las amenazas que ahora se ciernen sobre el Euro ante la posible salida de Grecia ya que cada país hubiera mantenido su moneda, pero en competencia con todas las demás, más la monedas privadas que surgieran. Claro, esto no quiere decir que hubiera evitado los problemas de Grecia, que seguramente no hubiera podido colocar deuda en dracmas y tendría que haberlo hecho en otra moneda que los mercados aceptaran. Aquí va lo de Hayek, cuarenta años antes que se planteara este problema:

“Mi propuesta concreta para el futuro próximo y la oportunidad de examinar un plan mucho más amplio consiste en que los países del Mercado Común, preferiblemente junto con los países neutrales de Europa (y es posible que más tarde los de Norte América), se comprometan mediante un tratado formal a no obstaculizar en manera alguna el libre comercio dentro de sus territorios de las monedas de cada país (incluidas las monedas de oro) o el libre ejercicio, por instituciones legalmente establecidas en cualquiera de los aludidos territorios, de la actividad bancaria sin trabas.

Tal supuesto conduciría en primer término a la supresión de todo tipo de control de cambios y de regulación del movimiento de dinero en estos países y también a la plena libertad de utilizar cualquiera de esas monedas tanto en la contratación como en la contabilidad. Aún más, significaría la oportunidad para cualquier banco radicado en tales países de abrir sucursales en cualquier otro en iguales condiciones que los ya existentes.

Libre comercio monetario

La finalidad de este esquema es imponer a las agencias monetarias y financieras existentes una disciplina necesaria desde hace mucho al objeto de impedir a cualquiera de ellas y durante no importa qué período de tiempo la emisión de un tipo de dinero sustancialmente menos seguro y útil que el de cualquier otra de las aludidas agencias. Tan pronto como el público se familiariza con las nuevas posibilidades, toda desviación de la línea de suministrar buen dinero conduciría rápidamente al desplazamiento de la moneda de peor calidad por otras. Los países, desprovistos de los diversos recursos que actualmente utilizan para ocultar los efectos de sus actos «protegiendo» su moneda, se verían obligados a mantener estable el valor de las mismas.

Una propuesta más práctica que la de una utópica moneda europea

Lo anterior me parece preferible y más práctico que el proyecto de introducir una nueva moneda europea que en última instancia sólo tendría como efecto afirmar la fuente y raíz de todos ¡os males monetarios: el monopolio gubernamental de emisión y control de la moneda. Parece también que si los países no se hallan propicios a aceptar la propuesta más limitada aquí expuesta, tampoco aceptarán una moneda europea común. La idea de privar al gobierno de su antigua prerrogativa de monopolizar el dinero resulta todavía demasiado insólita y sorprendente para muchas personas que no se decidirían a patrocinarla en un futuro próximo. Sin embargo, la gente podría empezar a descubrir sus ventajas si, al principio cuando menos, las monedas de los diversos gobiernos pudieran competir libremente entre sí por el favor del público.”