Estados Unidos tiene una alta calidad institucional, no es el primero, pero sí está entre los diez o quince primeros en ese aspecto. Sin embargo, esto no quiere decir que estén cerca de la perfección o el óptimo.
Una prueba de esto es el nuevo debate sobre el techo de la deuda pública. En el capítulo sobre «límites al oportunismo politico» del libro, presento esta idea como una medida, entre otras, para limitar el poder y la discrecionalidad de los gobiernos.
Pero está claro que lo que está sucediendo allí es una farsa, ya que si cada vez que se llega al límite, se lo amplía, entonces efectivamente no hay ningún límite. Como los politicos son racionales y conocen bien cómo intentar manipular a la opinion pública, cuyo apoyo necesitan, amenzan con el cierre del gobierno, presentan escenarios dramáticos, cierran los servicios más visibles para los votantes, hasta que generan un ambiente de opinion pública que ejerce una irresistible presión para terminar con ese cierre y subir el techo.
En esta circunstancia, los líderes del Partido Republicano tiran la toalla y aprueban el aumento sin discutir. Una muestra de que la norma institucional no está cumpliendo su finalidad, la única utilidad que tiene es que saca el tema a la luz de tanto en tanto y llama la atención acerca del despilfarro publico.
Tal vez por esta misma experiencia es que James Buchanan proponía que este tipo de normas tuvieran rango constitucional. Supuestamente sería más difícil si cada vez que se elevara el techo fuera necesaria una enmienda. Aunque no se debe desestimar la creatividad de los politicos para eludir este límite.
¿Significa esto que no hay límite posible? En verdad hay dos tipos de límites: interno y externo. El que vimos aquí sería «interno», y también podríamos considerar la necesidad de un plebiscito para aumentar el techo, o un simple repudio generalizado a esa conducta.
El límite externo ha sido experimentado por otros paises: es el que impone el Mercado cuando los ahorristas e inversores no están dispuestos a prestar más.