¿Qué nos dicen los índices de precios? Como son claramente imperfectos, se los puede manipular

Hay temas que nunca dejan de discutirse. Ludwig von Mises escribe en 1944 sobre las controversias monetarias del momento. No son muy diferentes a las actuales. Lo hace en un ensayo preparado en 1944 para la Comisión de Principios Económicos de la Asociación Nacional de Industriales de Estados Unidos que luego lo publicara, junto con otros trabajos, en dos volúmenes.

“¿Pueden medirse los cambios en el poder adquisitivo del dinero?

Aun si estamos dispuestos a dejar de lado la consideración de la aparición no simultánea y despareja de los cambios de precios ocasionados por cambios en la oferta y demanda de dinero, debemos comprender que el método del índice de precios no provee un criterio certero para la medición de cambios en el poder adquisitivo de la unidad monetaria. Las condiciones económicas no son rígidas, son –también aparte de los cambios por cuestiones monetarias-, siempre cambiantes. Aparecen nuevos productos, y otros viejos desaparecen. La calidad de los distintos productos está sujeta a cambio. Los gustos, las necesidades y deseos cambian y con ellos las valoraciones de los distintos bienes ofrecidos en el mercado. Un auto de 1920 y otro de 1940 son cosas totalmente diferentes (¡y qué decir de uno de 2015!). ¿Dónde estaban hace 25 años las vitaminas, las refrigeradoras y las películas con sonido? ¿Cuán diferente es hoy el papel que juega en la casa norteamericana promedio la comida envasada, el rayón y la radio? ¿Cuánto cambian la ropa y el calzado año a año? Incluso comidas estándar como la leche, la manteca, la carne y los vegetales han mejorado su calidad en las últimas décadas de tal forma que no es correcto tomarlas como equivalentes a las comercializadas en el pasado. Un método que asume tácitamente que nada ha cambiado en el sistema económico salvo la cantidad de moneda es totalmente ilusorio.

Ahora Max Thornton amplía y actualiza la crítica: https://mises.org/library/many-failures-cpi

“El problema práctico con los índices de precious como el IPC es cuáles deben ser medidos y qué ponderación se le asignará. Otro problema es decidir qué hacer respecto a los cambios en la calidad. Por ejemplo, ¿qué hacemos cuando Apple introduce un nuevo IPhone al mismo precio que la versión anterior?

Para resolver esto, los estadísticos del gobierno sistemáticamente aumentan las ponderaciones de bienes cuyo precio cae y las reducen para las que suben. Si la calidad de un bien sube, ‘hedonísticamente’ reducen el precio del bien… Según este sistema, cada vez que emprendedores e ingenieros crean mejores productos para los consumidores a precios más bajos, la Fed se acredita un éxito por mantener la inflación bajo control.”

Luego comenta otros intentos de medir la inflación como el de John Williams: http://www.shadowstats.com/ Y termina analizando el trabajo de Mark Brandly quien calcula lo que hubiera sido el IPC entre 1959 y 2005 si la oferta monetaria hubiera estado fija. Así calculado el IPC sería ahora 6,7 veces más alto. En verdad, tendría que haber caído un 80% por lo que el IPC actual en USA sería 34 veces mayor al que existiría en ausencia de la Fed y su política monetaria.

Esto significaría: “Pongámoslo en cuestiones diarias. Supongamos que estas estimaciones representan cambios en los precios de bienes tales como hamburguesas, autos, y casas. Según estos números, una hamburguesa que costaba $0,60 en 1959 costaría $4 en 2005. Si la oferta monetaria hubiera estado fija la hamburguesa costaría solamente $0,12. Igualmente, un auto de $20.000 en 2005 hubiera costado un poco más de $3.000 en 1959. Sin efectos monetarios el auto costaría unos $600 hoy. El precio de una casa en 1959 de $45.000 habría aumentado a $300.000 en 2005. Con oferta monetaria fija la casa costaría $9.000 hoy.”

Concluye Mises en 1944: “Además, la matemática nos provee diferentes métodos de cálculo de promedios a partir de una serie de números. Cada uno de ellos, en relación al problema en cuestión, tiene sus méritos y sus defectos. Cada uno nos da resultados diferentes. Como es imposible declarar a uno de ellos como adecuado y descartar al resto como inadecuados, resulta obvio que el análisis de índices no nos da una solución única e indiscutible que pueda generar aceptación general”.

El problema, si es que va a haber tal cosa como índices, es institucional, es qué grado de independencia y credibilidad tiene el que intente elaborarlo.

Apenas iniciada la planificación socialista, Mises analizaba cómo era imposible el cálculo económico

Con los alumnos de Económicas en la UBA leemos a Mises sobre el cálculo económico en el Sistema socialista: http://www.hacer.org/pdf/rev10_vonmises.pdf

Recordemos que en ese Sistema no habría «precios» en el sentido económico ya que estos surgen de intercambios libres de derechos de propiedad, eliminados en el socialismo. Habría unos ciertos números definidos por los planificadores. Mises escribía esto a los pocos años de la Revolución Rusa (1922). Así comenta los problemas que enfrentarían:

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«Tratemos de imaginar la posición de una comunidad socialista. Habrá cientos de miles de establecimientos que trabajan continuamente. Una minoría de éstos producirá bienes listos para el consumo. La mayoría producirá bienes de capital y productos semimanufacturados. Todos estos establecimientos estarán estrechamente relacionados entre sí. Cada bien pasará por una serie de establecimientos antes de estar listo para el consumo. Sin embargo, la administración económica no tendrá realmente una dirección en medio de la presión de tantos procesos diferentes. No tendrá manera de asegurarse si tal o cual parte del trabajo es realmente necesaria, o si no se estará gastando demasiado material para completar su fabricación. ¿Cómo podría descubrir cuál de los dos procesos es más satisfactorio?

Cuando más, podría comparar la cantidad de productos entregados, pero sólo en contados casos podría comparar los gastos incurridos en su producción. Sabría exactamente, o creería saberlo, qué es lo que está tratando de producir. Por lo tanto, tendría que obtener los resultados deseados con el gasto mínimo. Pero para lograrlo tendría que sacar cálculos, y esos cálculos tendrían que ser cálculos del valor. No podrían ser tan sólo «técnicos», ni podrían ser cálculos sobre el valor-uso de los bienes y servicios. Esto es tan obvio que no necesita pruebas adicionales.

Bajo un sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción, la escala de valores es el resultado de las acciones de cada miembro independiente de la sociedad. Todos hacen un doble papel en ella, primero como consumidores y segundo como productores. Como consumidor, el individuo establece el valor de bienes listos para el consumo. Como productor, orienta los bienes de producción hacia aquellos usos que rendirán más. Es así como los bienes de un orden más elevado también se gradúan en forma apropiada a las condiciones existentes de producción y de la demanda dentro de la sociedad.

El juego de estos dos procesos garantiza que el principio económico sea observado tanto en el consumo como en la producción. Y en esta forma surge el sistema exactamente graduado que permite a todos enmarcar su demanda dentro de las líneas económicas.

Bajo el socialismo, todo esto no ocurre. La administración económica puede establecer exactamente qué bienes son más urgentemente necesarios, pero eso es sólo parte del problema. La otra mitad, la evaluación de los medios de producción, no se soluciona. Puede averiguar exactamente el valor de la totalidad de tales instrumentos. Obviamente, ése es igual al valor de las satisfacciones que pueden darse. Si se calcula la pérdida en que se incurriría al retirarlos, también se podría averiguar el valor de instrumentos únicos de producción. Pero no puede asimilarlos a un denominador común de precios, como podría ser bajo un sistema de libertad económica y de precios en dinero.

No es necesario que el socialismo prescinda totalmente del dinero. Es posible concebir arreglos que permitan el empleo del dinero para el intercambio de bienes de consumo. Pero desde el momento en que los diversos factores de producción (incluyendo el trabajo) no pudieran expresarse en dinero, el dinero no jugaría ningún papel en los cálculos económicos

Supongamos, por ejemplo, que la comunidad de países socialistas estuviera planeando un nuevo ferrocarril. ¿Sería ese nuevo ferrocarril realmente conveniente? Si lo fuera, ¿cuánto terreno debería servir? Bajo el sistema de propiedad privada podríamos decidir esas interrogantes por medio de cálculos en dinero. La nueva red de ferrocarril abarataría el transporte de determinados artículos, y en base a ello podríamos calcular si la diferencia en los cargos de transporte justificaría los gastos de construcción y funcionamiento del ferrocarril. Un cálculo así sólo podría hacerse en dinero. No podríamos hacerlo comparando gastos y ahorros en especies. Es absolutamente imposible reducir a unidades corrientes las cantidades de trabajo especializado y no especializado, el hierro, carbón, materiales de construcción, maquinaria y todas las demás cosas que exige el mantenimiento de un ferrocarril, por lo cual es imposible también reducirlos a unidades de cálculo económico. Sólo podremos trazar planes económicos cuando todo aquello que acabamos de enumerar pueda ser asimilado a dinero. Es cierto que los cálculos de dinero no son completos. Es cierto que presentan grandes deficiencias, pero no contamos con nada mejor para reemplazarlos, y, bajo condiciones monetarias seguras, satisfacen todos los objetivos prácticos. Si los dejamos de lado, el cálculo económico se hace absolutamente imposible.

No queremos decir con esto que la comunidad socialista se encontraría totalmente desorientada. Tomaría decisiones a favor o en contra de la empresa propuesta y dictaría una orden. Pero, en el mejor de los casos, esa decisión se basaría tan sólo en vagas evaluaciones. No podría basarse en cálculos exactos de valor.»

Los empresarios ya no saben porqué brindar, Mises en Buenos Aires ya puso las cosas en claro

Luego de preocuparse mucho por haber propuesto un brindis por el capitalismo, los empresarios cambiaron el tono de la reunión. A la próxima ve el ministro Kiciloff:

«Enhorabuena. Pasamos del brindis por el capitalismo al brindis por John Maynard Keynes en menos de un mes. De la ortodoxia a la heterodoxia sin ninguna escala», comentó un empresario argentino que fue uno de los primeros en confirmar su asistencia. En el último encuentro, su cara de sorpresa y cruce de copas por la amistad en lugar de la política había sido la manera de escapar a la foto con la que no se sentía cómodo. http://www.lanacion.com.ar/1791355-ahora-el-brindis-sera-por-keynes

En la siguiente reunión estuvieron Miguel Bein, Agustín D’Attellis y Javier González Fraga. Todo mucho más moderado. No hubo brindis, salvo por la entidad organizadora, y una mención al pasar de la “economía de mercado”: “Todo terminaba, pero volvió a subir al atril Antonio Estrany Gendre, el ejecutivo de Pan American Energy, que en la reunión pasada había propuesto «un brindis por el capitalismo», gesto que molestó al kirchnerismo. ¿Volvería a provocar? Hubo silencio. El español se tomó su tiempo. Hizo un recorrido por los «principios» que habían confluido a crear el Cicyp en 1942 más allá de cualquier «situación de emergencia», entre los que destacó «la economía de mercado». Y, acto seguido, inconmovible, levantó la copa: «Por el Cicyp y sus principios». http://www.lanacion.com.ar/1792580-el-cepo-cambiario-avivo-una-encendida-discusion-entre-economistas-y-empresarios

No podrían invitar a Mises, por supuesto, pero éste ya había hablado claramente en una reunión de empresarios, en esta ciudad.

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

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En la Inglaterra del Siglo XVIII, la tierra podía soportar solamente seis millones de personas en un nivel de vida muy bajo. Hoy más de cincuenta millones de personas disfrutan un nivel de vida mucho más alto, aún del que disfrutaban los ricos durante el siglo XVIII. Y el nivel de vida sería hoy probablemente más alto si una gran cantidad de energía de los Británicos no hubiera sido desperdiciada en lo que fueron, desde varios puntos de vista, evitables ‘aventuras’ políticas y militares.

Estos son los hechos sobre el capitalismo. Así si un inglés – o realmente cualquier otro hombre de cualquier otro país del mundo – dice hoy a sus amigos que se opone al capitalismo, hay una maravillosa forma de contestarle: ‘Tú sabes que la población de este planeta es ahora diez veces más grande que en las épocas que precedieron al capitalismo; tú sabes que todos los hombres hoy disfrutan de un mucho mejor nivel de vida que el que disfrutaron sus ancestros antes de la era del capitalismo. Pero, ¿cómo sabes que tú eres el uno entre diez que habría vivido en ausencia del capitalismo? El simple hecho que hoy estés vivo es la prueba que el capitalismo ha tenido éxito, así consideres o no que tu vida es valiosa’

A pesar de todos sus beneficios el capitalismo ha sido furiosamente atacado y criticado. Es preciso que comprendamos el origen de esta antipatía. Es un hecho que el odio hacia el capitalismo no se originó en las masas, ni entre los propios trabajadores, sino en la aristocracia terrateniente – la alta burguesía, la nobleza – de Inglaterra y del continente europeo. Ellos culparon al capitalismo por algo que no era para ellos demasiado agradable: a principios del Siglo XIX los más altos salarios pagados por la industria a sus trabajadores forzó a la burguesía terrateniente a pagar igualmente altos sueldos a los trabajadores agrícolas. La aristocracia atacó la industria enjuiciando el nivel de vida de las masas de trabajadores.

Desde luego – desde nuestro punto de vista – el nivel de vida de los trabajadores era extremadamente bajo; las condiciones bajo el capitalismo temprano eran totalmente espeluznantes, pero no porque las recientemente desarrolladas industrias capitalistas hubieran perjudicado a los trabajadores. La gente contratada para trabajar en las fábricas ya había estado viviendo en un nivel virtualmente sub-humano. La famosa y antigua historia, repetida centenares de veces, que las fábricas empleaban mujeres y niños quienes, antes que estuvieran trabajando en las fábricas habían estado viviendo en condiciones satisfactorias, es una de las más grandes falsedades de la historia. Las madres que trabajaban en las fábricas no tenían con qué cocinar: ellas no habían dejado sus hogares y sus cocinas para ir a las fábricas porque no tenían cocina alguna, y si tenían una cocina, no tenían alimentos para cocinar en esas cocinas. Y los niños no venían de confortables guarderías. Estaban pasando hambre y se morían. Y toda la charla sobre el así denominado inenarrable horror del capitalismo temprano puede ser refutada por una simple estadística: precisamente en estos años en los cuales el capitalismo Británico se desarrolló, precisamente en la época llamada de la Revolución Industrial en Inglaterra en los años de 1760 a 1830, precisamente en esos años la población de Inglaterra se duplicó, lo que significa que centenares de miles de niños – que habrían muerto en los tiempos precedentes – sobrevivieron y crecieron para convertirse en hombres y mujeres. No hay dudas que las condiciones de los tiempos anteriores habían sido muy insatisfactorias. Fue el negocio capitalista que las mejoró. Fueron precisamente esas primeras fábricas que proveyeron a las necesidades de sus trabajadores, ya sea directamente o indirectamente, exportando productos e importando alimentos y materias primas desde otros países. Una y otra vez los primeros historiadores del capitalismo – uno difícilmente puede usar una palabra más suave – han falsificado la historia.

 

Un empresario brindó por el capitalismo. Uno solo, todos los demás reaccionaron horrorizados

Hace un mes, en una reunóon de empresarios, uno de ellos propuso un brindis por el capitalismo: http://www.lanacion.com.ar/1784796-un-debate-sobre-como-ajustar-la-economia-incomodo-a-empresarios

Los demás se escandalizaron. ¿A quién se le ocurre reivindicar un Sistema que sacó de pobres a cientos de miles?

Cantidad de pobres

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

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Los términos descriptivos que la gente utiliza son a menudo muy engañosos. Hablando de los modernos capitanes de industria y de los líderes de los grandes negocios, por ejemplo, llaman a una persona el ‘rey del chocolate’ o el ‘rey del algodón’ o el ‘rey del automóvil’. Su utilización de dicha terminología implica que no ven prácticamente diferencia alguna entre los modernos líderes de la industria y aquellos reyes, duques o señores feudales del pasado. Pero la diferencia, de hecho, es muy grande, ya que un ‘rey del chocolate’ no gobierna de manera alguna, sino que sirve. No reina sobre un territorio conquistado, independiente del mercado, independiente de sus clientes. El ‘rey del chocolate’ – o el ‘rey del acero’ o el ‘rey del automóvil’ o cualquier otro rey de la moderna industria – depende de la industria en la que opera y de los clientes a los cuales sirve. Este ‘rey’ debe mantenerse en buenos términos con sus ‘súbditos’, los consumidores; pierde su ‘reino’ tan pronto no pueda dar a sus clientes un mejor servicio, y proveerlo a un menor costo, que los otros con quienes debe competir.

Hace doscientos años, antes de la llegada del capitalismo, la posición social de un hombre estaba fijada desde el comienzo hasta el final de su vida; la heredaba de sus ancestros y nunca cambiaba. Si nacía pobre, siempre permanecía siendo pobre; y si nacía rico – un lord, un duque – mantenía su ducado y las propiedades correspondientes por el resto de su vida.

En lo que respecta a la manufactura, las primitivas industrias procesadoras de esos tiempos existían casi exclusivamente para beneficio de los ricos. La mayor parte de la gente (noventa por ciento o más de la población europea) trabajaba la tierra y no entraba en contacto con las industrias procesadoras, orientadas hacia las ciudades. Este rígido sistema de sociedad feudal prevaleció en la mayor parte de las áreas desarrolladas de Europa por muchos cientos de años.

Sin embargo, como la población rural se expandía, se desarrolló un exceso de gente en la tierra. Este exceso de población, sin herencia de tierras o establecimientos rurales, no tenía mucho para hacer, ni le era posible trabajar en las industrias procesadoras; los reyes en las ciudades le negaban el acceso a las mismas. La cantidad de estos ‘marginados’ continuaba creciendo y todavía nadie sabía qué hacer con ellos. Eran – en el total sentido de la palabra – ‘proletarios’, a quienes el gobierno atinaba solamente a ponerlos en un asilo o casa para pobres. En algunos lugares de Europa, especialmente en Holanda y en Inglaterra, llegaron a ser tan numerosos que – para el siglo XVIII – eran una real amenaza para la preservación del sistema social prevaleciente.

Hoy en día, analizando condiciones similares en lugares como India y otros países en desarrollo, no debemos olvidar que – en la Inglaterra del Siglo XVIII – las condiciones eran mucho peores. En ese  tiempo Inglaterra tenía una población de seis o siete millones de personas, pero de esos seis o siete millones de personas, más de un millón, probablemente dos millones eran simplemente pobres marginados para los cuales no hacía provisión alguna el sistema social entonces prevaleciente. Qué hacer con estos marginados era uno de los grandes problemas de la Inglaterra del Siglo XVIII.

Otro gran problema era la falta de materias primas. Los Británicos, con mucha seriedad, se hacían a sí mismos esta pregunta: ¿Qué vamos a hacer en el futuro cuando nuestros bosques no nos provean más la madera que necesitamos para nuestras industrias y para calentar nuestros hogares? Para las clases dirigentes era una situación desesperante. Los hombres de estado no sabían qué hacer y la aristocracia no tenía idea alguna sobre como mejorar las condiciones.

De esta preocupante situación social emergieron los comienzos del capitalismo moderno. Hubo algunas personas entre estos marginados, entre esta gente pobre, que trató de organizar a otros para instalar pequeños talleres que pudieran producir algo. Esto fue una innovación. Estos innovadores no producían cosas caras apropiadas solamente para las clases altas; producían cosas más baratas para cubrir las necesidades de todos. Y esto fue el origen del capitalismo tal como opera hoy. Fue el comienzo de la producción masiva, el principio fundamental de la industria capitalista. En tanto las antiguas industrias procesadoras que servían a la gente rica en las ciudades habían existido casi exclusivamente para cubrir la demanda de las clases altas, las nuevas industrias capitalistas comenzaron a producir cosas que pudieran ser compradas por la población en general. Era producción masiva para satisfacer las necesidades de las masas.

Todos piden «redistribución», pero luego generan inflación y ésta «redistribuye» de otra forma

Hay temas que nunca dejan de discutirse. Ludwig von Mises escribe en 1944 sobre las controversias monetarias del momento. No son muy diferentes a las actuales. Lo hace en un ensayo preparado en 1944 para la Comisión de Principios Económicos de la Asociación Nacional de Industriales de Estados Unidos que luego lo publicara, junto con otros trabajos, en dos volúmenes.

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Responde a la pregunta sobre la neutralidad del dinero, sobre la cual podrían considerarse dos enfoques. Uno, el que aquí se desarrolla, se refiere al impacto de cambios en el mercado monetario en los precios relativos; el otro, que Mises descarta, es que esos cambios sean ‘neutrales’ respecto a la producción. Este segundo no es sino una derivación del primero. Si, por ejemplo, una mayor oferta de dinero subiera todos los precios y salarios en la misma proporción tampoco impactaría en la producción. Pero esto no ocurre, como Mises explica esos cambios se van produciendo en distintos momentos y proporciones. Por lo tanto, por ejemplo, un incremento de la oferta monetaria más allá de su demanda ocasiona una “redistribución” de ingresos y riqueza entre distintos grupos y también distorsiones en la estructura de producción.

“¿Es neutral del dinero?

Los antiguos economistas creían que –sin cambios en las demás cosas- modificaciones en la oferta o demanda de dinero hacía subir o bajar simultáneamente a todos los precios de los bienes y a los salarios simultáneamente en proporción exacta a esos cambios. El ‘nivel de precios’ cambia, pero las relaciones entre los precios individuales de los bienes y servicios se mantiene igual. Aquellos economistas matemáticos cuya teorización culmina en una ecuación de intercambio mantienen aún su tesis (Irving Fisher 1867-1947).

El análisis económico moderno rechaza este supuesto. Los cambios en la oferta o demanda de dinero no afectan a todos los individuos en el mismo momento y en la misma forma. En el caso de la inflación, por ejemplo, una cantidad adicional de dinero no encuentra su camino al principio en los bolsillos de todos los individuos, ni tampoco esos individuos que se benefician primero con el incremento en la cantidad de dinero reciben la misma cantidad; y no reaccionan tampoco a esa cantidad adicional de la misma forma. Por lo tanto, los precios de los distintos bienes y servicios no suben todos al mismo tiempo ni en la misma magnitud. La aparición no simultánea y despareja de cambios de precios ocasionados por aumentos en la cantidad de moneda dan como resultado traslados de ingresos y riqueza de algunos grupos de la población a otros. Las fluctuaciones monetarias no son neutrales, aun aparte de sus repercusiones en todos los contratos estipulando alguna forma de pago diferido. Los cambios monetarios son la fuente del cambio económico y social.”

 

Mises define la acción humana, y al hacerlo define fines y medios y de qué que trata la economía

Con los alumnos de Omma Madrid en la materia de Microeconomía leemos a Mises en “La Acción Humana”, capítulo IV donde define precisamente eso que da título a su obra pero, en definitiva, define lo que estudia la economía. Mucha gente cree que los economistas se ocupan de “cosas materiales”, como el dinero o la producción de bienes. Otros, ya economistas, creen que se refiere a decisiones que toma la “sociedad”, como si ésta existiera como un ser con vida propia:

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“La economía es el estudio de la forma en que las sociedades deciden qué van a producir, cómo y para quién con los recursos escasos y limitados” (Stanley Fischer, Rudiger Dornbusch & Richard Schmalensee, Economía, 2a. edición (Madrid : McGraw-Hill, 1989), pág. 3).

Mises, por el contrario, sostiene que la praxeología (nombre que él daba a la ciencia de la acción humana de la que forma parte la economía)… “no se ocupa propiamente del mundo exterior, sino de la conducta del hombre ante las realidades objetivas. La teoría económica no trata sobre cosas y objetos materiales; trata sobre los hombres, sus apreciaciones y, consecuentemente, las acciones humanas que de ellas se derivan. Los bienes, mercancías, la riqueza y todas las demás nociones de la conducta, no son elementos de la naturaleza, sino elementos de la mente y de la conducta humana. Quien desee entrar en este segundo universo debe olvidarse del mundo exterior, centrando su atención en lo que significan las acciones que persiguen los hombres.”

“La praxeología y la economía no se ocupan de cómo deberían ser las apreciaciones y actuaciones humanas, ni menos aún de cómo serían si todos los hombre tuvieran una misma filosofía absolutamente válida y todos poseyeran un conocimiento pleno de la tecnología. En el marco de una ciencia cuyo objeto es el hombre, víctima con frecuencia de la equivocación y el error, no hay lugar para hablar de nada con ‘vigencia absoluta’ y menos aún de omnisciencia. Fin es cuanto el hombre apetece; medio, cuanto el actor considera tal.

Compete a las diferentes técnicas y a la terapéutica refutar los errores en sus respectivas esferas. A la economía incumbe idéntica misión, pero en el campo de la actuación social. La gente rechaza muchas veces las enseñanzas de la ciencia, prefiriendo aferrarse a falaces prejuicios; tal disposición de ánimo, aunque errada, no deja de ser un hecho evidente y como tal debe tenerse en cuenta. Los economistas, por ejemplo, estiman que el control de los cambios extranjeros no sirve para alcanzar los fines apetecidos por quienes apelan a ese recurso. Pero bien puede ocurrir que la opinión pública se resista a abandonar el error e induzca a las autoridades a imponer el control de cambios. Tal postura, pese a su equivocado origen, es un hecho de indudable influjo en el curso de los acontecimientos. La medicina moderna no reconoce, por ejemplo, virtudes terapéuticas a la célebre mandrágora; pero mientras la gente creía en ellas, la mandrágora era un viene económico, valioso, por el cual se pagaban elevados precios. La economía, al tratar de la teoría de los precios, no se interesa por lo que una cosa deba valer para quien la adquiere; nuestra disciplina analiza precios objetivos, los que efectivamente la gente estipula en sus transacciones; se desentiende totalmente de los pecios que sólo aparecerían si los hombre no fueran como realmente son.”

Para la izquierda el FMI es el diablo; para Mises la idea de Keynes y White ya lo era en 1944

La izquierda ha tomado como un ícono del capitalismo al Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, no conocen la crítica a ese organismo por parte de los economistas austriacos. Ludwig von Mises presenta sus críticas en 1944, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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“Tanto los planes de Keynes como de White (Harry Dexter, funcionario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, negociador en la creación del sistema de Bretton Woods y el FMI), prevén el establecimiento de un banco internacional. El plan británico se refiere a una “Unión Internacional de Clearing”; el plan norteamericano de White lo llama “Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas y Asociadas”.

“He mencionado antes que un banco internacional no puede brindar ningún servicio a la causa de la estabilización de los tipos de cambio. Los requisitos de la estabilidad de cambios son exclusivamente locales: un presupuesto balanceado sin recurrir a la inflación y la expansión crediticia y, más aun, el abandono de otros intentos de expandir el crédito. Si una nación no cumple con estos requisitos, ninguna operación de un banco internacional prevendrá la caída en el valor de su moneda”. (Y, efectivamente, en los años 1970s, el sistema se desmoronó, el FMI no pudo evitar la desvaluación del dólar respecto al oro).

“Si una nación cree que su deber moral o su interés nacional lo obligan a contribuir con el gasto público de otra nación, debe subsidiarlo abiertamente y no disfrazarlo de ayuda vestida como un préstamo. Ese fue el proceder de Gran Bretaña cuando – en el siglo XVIII y comienzos del XIX- subsidió a sus aliados continentales (en las guerras napoleónicas). Esa es la política de ayuda de Estados Unidos (llamada lend-lease) en la presente emergencia bélica. Este país –cuyos ciudadanos han sido por más de un siglo vituperados como adoradores del ternero de oro, como implacables buscadores del lucro y despiadados egoístas, no solamente sostiene la principal carga material del esfuerzo de guerra sino que ha hecho todos los preparativos para una acción de ayuda de dimensiones sin precedentes. Están listos para alimentar las hambrientas y necesitadas víctimas de los Nazis luego de su liberación en una escala mucho más grande de lo que hicieron durante y después de la Primera Guerra.”

“Pero el dinero y los negocios son otra cosa. La caridad no requiere el establecimiento de un banco. Tampoco lo necesitan la inversión extranjera y los préstamos al extranjero.”

“Lo que el plan británico inadecuadamente llama “unión de clearing” sería, en realidad, un banco con la capacidad de expandir el crédito. El mero establecimiento de cualquiera de estas dos nuevas instituciones consistiría en una enorme adición a los actuales depósitos a la vista. Según el plan británico, cada estado tendría asignada una cuota que le dará derecho a disfrutar las facilidades crediticias de la unión. ¿De dónde provienen esas facilidades crediticias? La respuesta es obvia. Es dinero fiduciario, surgido de la magia de la planificación internacional. Lo que la gente necesita es una mayor oferta de bienes, pero los brujo quieren darle más dinero ficticio.”

“Las notorias tendencias inflacionarias de ambos planes son todavía más manifiestas en la provisión para que el banco propuesto otorgue préstamos a la tasa descontada del 1%. A dicha tasa, la demanda por créditos adicionales sería prácticamente ilimitada.”

“Es innecesario discutir si los esquemas sugeridos podrían tener éxito en estabilizar los tipos de cambio entre los estados miembros. Supongamos, para argumentar, que esto ocurre. Pero no hay dudas que la operación de esta unión o fondo resultará en una inflación mundial sin precedentes. Bajo el patrón oro, el obstáculo más eficaz para la inflación ilimitada era la falta de cooperación entre los bancos centrales de distintos países. Aun cuando todos expandieran el crédito al mismo tiempo, no había unanimidad entre ellos con relación a la tasa de expansión. Cada banco tenía necesidad de restringir su propia sed de expansión porque nunca estaba seguro si los demás harían lo mismo. Un banco central que no liberado de su obligación de redimir su moneda y depósitos tiene que considerar la relación entre sus pasivos y sus reservas. Debe evitar un drenaje de sus reservas. Aun un banco central al que se hubiera otorgado el cuestionable privilegio de suspender la convertibilidad de su moneda era frenado por la falta de cooperación. Si expandía el crédito a más velocidad que esos otros países, elevaría los tipos de cambio.”

“Ningún freno de ese tipo limitará las actividades de un banco mundial como se propone en ambos planes. Estará en posición de continuar con la inflación,”

Finalmente, tal «banco central mundial» no se creó (y este tipo de críticas tuvo su papel), sino una version más acotada para garantizar la estabilidad de los tipos de cambio, FMI, tarea en la cual fracaso a los 25 años de haber sido creado. Y como tanta otra burocracia, cuando se quedó sin ‘misión’, se buscó otra.

Falacias y contradicciones de políticas devaluatorias e inflacionarias, en el 510 y en el 2000 también

 En una sección con un título apropiado a nuestra época (El Caos Monetario), Mises explica en 1944 el cambio verificado durante las dos guerras mundiales, las devaluaciones y su impacto en los salarios, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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“Los precios y salarios del período de auge no pueden sostenerse cuando el auge llega a su fin. Si caída es una condición necesaria para la recuperación. Pero la opinión pública reclama violentamente la interferencia del gobierno para prevenir dicho ajuste. Así, el gobierno fue forzado a continuar con la inflación. Devaluaron la moneda y se embarcaron en una política de mayor expansión crediticia.

Se ha afirmado que las devaluaciones eran necesarias debido a que los precios y salarios se habían vuelto rígidos. Para remediar este estado de cosas, la gente dice, las paridades deben ser flexibles. Este fue un eufemismo de moda para expresar el deseo de mayor inflación. Hablaron de ‘flexibilidad’, pero lo que tenían en mente siempre fue una flexibilidad descendente del tipo de cambio. Nadie sostuvo que su propia moneda estaba subvaluada respecto a las monedas extranjeras, nadie propuso un ajuste hacia arriba de la paridad de su moneda. Ningún gobierno se atrevió a revaluar su moneda en relación a las divisas extranjeras; siempre se tenía como objetivo la devaluación.

Es cierto que los precios, y aun más los salarios, se han vuelto rígidos. Pero no se debía a otra razón que las expectativas de próximas intervenciones gubernamentales. Un empresario o un granjero no aceptarán precios más bajos si tienen bien fundadas expectativas de que el gobierno interferirá muy pronto para mantener altos los precios. El líder de un sindicato no acordará reducciones de salarios si sabe que el gobierno apoyará su resistencia hacia una ajuste hacia debajo de las tasas salariales.

El término “pleno empleo” es un eslogan demagógico si no se refiere a un determinado nivel de salarios. Si los salarios sindicales exceden las tasas de mercado, el desempleo será inevitable para muchos. Los gobiernos y los sindicatos pueden crear mucho desempleo cuando quieren. Con tasas salariales mínimas superiores a las potenciales tasas de mercado, el desempleo masivo nunca desaparecerá.

Hubo pleno empleo tanto en la Unión Soviética como en la Alemania Nazi. Cuando existe un servicio laboral compulsivo, no puede haber desempleo. No hay desempleo en una cárcel. Si los trabajadores de Occidente han estado dispuestos a acordar salarios cuyas tasas, si bien son menores que las del período de auge, aun les garantizarían un nivel de vida muy superior al de los trabajadores alemanes –ni hablar de los rusos- no hubiera habido desempleo. Fue demagogia insincera referirse a las condiciones alemanas o rusas como un ejemplo para las democracias occidentales.

Las políticas adoptadas por las democracias eran contradictorias. Por un lado, estaban ansiosos de conseguir un aumento de los precios de los productos restringiendo la producción local y prohibiendo el acceso de productos importados. Por otro lado, intentaron subir las tasas salariales. Los políticos prometieron al mismo tiempo a los productores precios razonables, esto es altos, y a los consumidores un bajo costo de vida. Una agencia gubernamental se quejó de la malnutrición de las masas, mientras que otra agencia del mismo gobierno subsidiaba a los agricultores para que redujeran su producción. Estas inconsistencias y contradicciones son, por supuesto, la marca característica de toda política pro-inflacionaria.”

 

El abandono del patron-oro abrió la puerta a las políticas inflacionarias y devaluatorias. Gran fracaso

En una sección con un título apropiado a nuestra época (El Caos Monetario), Mises explica en 1944 el cambio verificado durante las dos guerras mundiales, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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“El patrón-oro fue el estándar de una era que, en gran medida, favoreció la libre empresa, la división internacional del trabajo y la cooperación pacífica entre naciones. Su permanencia fue considerada indeseable en una era de guerra económica y militar.

En los años entre las dos Guerras mundiales, la política monetaria se había transformado en un arma tanto sea para la guerra de clases interna como en el conflicto internacional. Los gobiernos estaban ansiosos de usarla contra grupos internos y otros países. El resultado fue el caos.

Cuando una nación se embarcaba en una política inflacionaria en el siglo XIX, la opinión pública en su mayoría condenaba la devaluación resultante de la moneda como un evento no deseado, incluso a veces como una catástrofe económica. La desviación respecto a la paridad legalmente establecida con el oro era considerada un mal, y el principal objetivo del gobierno era retornar lo antes posible a la estabilidad monetaria. Un aumento del precio de las divisas extranjeras era visto como una prueba de un manejo insatisfactorio de los asuntos públicos.

A comienzos de los años 1930 se adoptaron opiniones y actitudes muy diferentes. Los países comenzaron a considerar la devaluación de su moneda como una bendición. El ascenso del nacionalismo económico cambió su actitud con respecto al aumento de precios de las divisas, ya no se lo considero un mal, sino un valor.

Esta, supuestamente nueva política monetaria tenía como objetivo una expansión de las exportaciones y una restricciones de las importaciones. … Este efecto era como colocar a los extranjeros en una posición rentable y a la población local como perdedora. Más aun, la supuesta ventaja obtenida es solo temporaria y estaba destinada a desaparecer si la devaluación no se repite luego de cierto tiempo. Un país que quisiera ajustar sus relaciones comerciales externas por estos métodos no puede permanecer contento con una sola devaluación, la medida ha de aplicarse una y otra vez. Por ejemplo, Checoslovaquia devaluó su moneda en Febrero de 1934 y de nuevo en Octubre de 1936. Francia devaluó el franco en Septiembre de 1936 un 30%. Pero no estabilizó el precio de las divisas y continuó en cambio con su inflación interna. De la misma forma, la libra esterlina subió de 105 francos en los días posteriores a la devaluación de Septiembre de 1936 a 179 francos en Mayo de 1938. Sin embargo, expertos del Tesoro francés consideraron esto como muy moderado y proponían un precio de la libra de 250 francos.

La política devaluatoria necesariamente se vuelve en una carrera entre distintas naciones. Cada país está ansioso en superar a los otros. Es la naturaleza misma de la política inflacionaria que tiende a acelerarse. Y cuando más lejos va, mayores son las dificultades políticas para frenar su avance.

A pesar de las advertencias de economistas y de la repetida experiencia con la expansión del crédito, las principales naciones comerciales se embarcaron en los años 1920s en una expansión crediticia sin precedentes. El inevitable colapso llegó en 1929. No fue en sí mismo un fenómeno nuevo. Los auges anteriores habían terminado de la misma forma. Pero en esta era de intervencionismo gubernamental en los negocios y la supremacía de grupos de interés, una fuerte resistencia contra el ajuste de los precios de los commodities, salarios, y tasas de interés impidió un relativamente rápido retorno a la normalidad y a sanas condiciones de mercado. Cediendo a la demanda de grupos de interés, el gobierno reemplazó el relativo suave proteccionismo de antaño por los controles cuantitativos a las importaciones. Sin embargo, se embarcaron en una política de restringir la producción. Ya sea obligaron a los productores a restringir la producción o los subsidiaron para que no utilizan toda su capacidad de producción. Un resultado de estas medidas para crear una escasez artificial y para mantener altos los precios fue que los sindicatos buscaron evitar una caída de los salarios o incluso de aumentarlos. El resultado fue desempleo continuo para buena parte de la oferta potencial de trabajo.”

 

 

White sobre Guillermo Calvo, sobre la Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Mises y Hayek

En un muy reciente paper, Lawrence White, analiza la consideración reciente de la Teoría Austriaca del Ciclo Económico, en la literatura económica: «Hayek and Contemporary Macroeconomics”, http://ssrn.com/abstract=2553031

Vale la pena todo el artículo para relacionar las teorías macroeconómicas modernas con los aportes que finalmente le dieran a Hayek el premio Nobel. Pero quiere referirme en este caso solamente a un tema puntual, y es la consideración que hace de esta teoría el economista argentino Guillermo Calvo, profesor de la Universidad de Columbia.

Dice White sobre Calvo:

“El mismo Calvo, quien originara el mencionado mecanismo de precios rígidos utilizado en los modelos DSGE (dynamic/stochastic/general/equilibrium), muestra una sorprendentemente profunda apreciación de las teorías del ciclo económico de Mises y Hayek. Incluso reconoce una diferencia entre ambos raramente notada. Mises atribuyó consistentemente el inicio del auge a una política inesperadamente expansiva del banco central en búsqueda de reducir la tasa de interés. Llamemos a esto Escenario 1. Hayek agregó dos escenarios alternativos. En el Escenario 2, un nuevo optimismo de los inversores eleva la demanda de fondos prestables, y esto sube la tasa natural de interés, pero el banco central deliberadamente impide que la tasa de mercado suba expandiendo el crédito. En el Escenario 3, en respuesta al mismo tipo de aumento de la demanda de fondos prestables, pero sin el impulso del banco central, el sistema bancario comercial se expande a sí mismo más de lo sostenible. Calvo, correctamente toma al Escenario 1 como representativo de la visión de Mises y con alguna (aunque limitada) justificación, toma al Escenario 3 como representativo de Hayek.”

“En una sección de su trabajo titulada “Errores de política e Información imperfecta: la Teoría Austriaca del Ciclo Económico estaba en el camino correcto”, Calvo destaca el papel de los efectos en los precios relativos de la teoría de Hayek. Juzga al Escenario 3, que asocia con ‘errores de percepción de los banqueros’ como plausible para muchos ciclos económicos, pero al Escenario 1 como más plausible para el ciclo 2002-2007.” Cita a Calvo:

‘La discusión de Hayek… implica que la expansión crediticia es probable que tenga efectos en los precios relativos no justificados por los fundamentos. Shocks que impactan en los precios relativos son raramente discutidos en los modelos macro cerrados del mainstream. La teoría de Hayek es muy sutil y muestra que aun si un banco central siguiera una política monetaria estable podría no poder prevenir el ciclo económico y, ocasionalmente, episodios cíclicos importantes. Desgraciadamente, Hayek no cuantifica el impacto de los errores de percepción (era filosóficamente reacio a cuantificar el impacto de estos errores según estándares modernos) y aunque encuentro persuasivo su argumento sobre los ciclos económicos regulares, creo que sería exagerado sostener que permiten explicar episodios como el de la crisis subprime, a menos que introduzcamos la mano del banco central, como fuera postulado por Mises. Así que creo que la combinación Hayek/Mises tiene mejores chances de estar cerca del punto – con énfasis en Mises para el episodio actual.’

“Calvo también aprecia la advertencia austriaca de que la distorsión de complejas estructuras de producción durante el auge descarta un ‘aterrizaje suave’ después, y limita el poder de los estímulos anti-recesivos para ayudar. Cuando comienza la caída ‘el político no puede saber dónde operar debido a la complejidad de la situación’. Por ello ‘no es difícil concluir que la política contra-cíclica es bastante inefectiva – en el caso afortunado en que no es directamente contra-productiva’.

 

Calvo, Guillermo. 2013. “The Mayekawa Lecture: Puzzling over the Anatomy of Crises—Liquidity and the Veil of Finance,” Bank of Japan Monetary and Economic Studies (Nov.), pp. 39-63.