Para Mises la inflación es un fenómeno monetario, y el dinero no es neutral

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca, de Económicas, UBA, vemos a Mises en Acción Humana. Un capítulo que se titula “Intercambio Indirecto” y que, trata gran parte de los temas relacionados con la moneda. Mises, por supuesto, entendía que la inflación es un fenómeno monetario, pero era crítico de muchos aspectos de la llamada “teoría cuantitativa del dinero”. Aquí algunos comentarios:

Mises1

“Si tantos economistas no hubieran tan lastimosamente errado en estas materias atinentes a los problemas monetarios, aferrándose después con obcecación a sus yerros, difícilmente podrían hoy prevalecer todas esas perniciosas prácticas, inspiradas en populares doctrinas monetarias, que han desorganizado la política dineraria en casi todos los países.

Error, en este sentido, de grave trascendencia fue el de suponer constituía el dinero factor de índole neutral. Tal idea indujo a muchos a creer que el «nivel» de los precios sube y baja proporcionalmente al incremento o disminución de la cantidad de dinero en circulación. Olvidábase que jamás puede variación alguna que las existencias dineradas registren afectar a los precios de todos los bienes y servicios al mismo tiempo y en idéntica proporción. No se quería advertir que las mutaciones del poder adquisitivo del dinero forzosamente han de ser función de cambios sufridos por las relaciones entre compradores y vendedores. Con miras a demostrar la procedencia de esa idea según la cual la cantidad de dinero existente y los precios proporcionalmente han de aumentar o disminuir siempre, adoptóse, al abordar la teoría del dinero, una sistemática totalmente distinta a la que la moderna economía emplea para dilucidar todos los demás problemas. En vez de comenzar examinando, como la cataláctica invariablemente hace, las actuaciones individuales, pretendióse estudiar el tema analizando la economía de mercado en su total conjunto. Ello obligaba a manejar conceptos como la cantidad total de dinero existente en la economía; el volumen comercial, es decir, el equivalente monetario de todas las transacciones de mercancías y servicios practicados en la economía-, la velocidad media de circulación de la unidad monetaria; el nivel de precios, en fin.

Tales arbitrios aparentemente hacían aceptable la doctrina del nivel de precios. Ese modo de razonar, sin embargo, meramente supone lucubrar en típico círculo vicioso. La ecuación de intercambio, en efecto, presupone la propia doctrina del nivel de precios que pretende demostrar. No es más que una expresión matemática de aquella —insostenible’— tesis según la cual existe uniforme proporcionalidad entre los precios y las variaciones cuantitativas del dinero.

Al examinar la ecuación de intercambio, presupónese que uno de sus elementos —la cantidad total de dinero, el volumen comercial, la velocidad de circulación— varía, sin que nadie se pregunte cuál sea la causa motivadora de tal cambio. Esas mutaciones indudablemente no aparecen, en la economía, por generación espontánea; lo que cambia en verdad es la disposición personal de los individuos que en la correspondiente economía actúan, siendo las múltiples actuaciones de tales personas lo que provoca las aludidas variaciones que la estructura de los precios registra. Los economistas matemáticos escamotean esa efectiva demanda y oferta de dinero desatada por cada una de las personas en la economía intervinientes. Recurren, en cambio, al engañoso concepto de la velocidad de la circulación basado en ideas tomadas de la mecánica.

No interesa, de momento, discutir si los economistas matemáticos tienen o no tienen razón cuando proclaman que los servicios que el dinero presta estriban, exclusivamente, o fundamentalmente al menos, en el rodar del mismo, en su circular. Aun cuando el aserto fuera cierto, no por ello dejaría de resultar ilógico pretender basar en tales servicios la capacidad adquisitiva —el precio— de la unidad monetaria. Los servicios que el agua, el whisky o el café prestan al hombre no determinan los precios que el mercado efectivamente paga por tales mercancías. Dichos servicios nos hacen comprender por qué las gentes, una vez advierten las propiedades de aquellas mercancías, demandan, en específicos casos, cantidades determinadas de las mismas. Es invariablemente la demanda, no el valor objetivo en uso, lo que determina los precios.

Milton Friedman: la teoría cuantitativa, demanda de dinero, regla monetaria y otros temas

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, Ciencias Económicas, UBA, vemos un artículo de Antonio Argandoña sobre el pensamiento económico de Milton Friedman.

Es difícil seleccionar un texto de Friedman para la lectura ya que ha hecho aportes en muy distintas áreas, y tanto en áreas de desarrollo teórico, estadístico como también trabajos de divulgación (es muy conocido su libro “Libre para Elegir”, sobre el cual se hizo también una serie de TV que tuvo alto impacto).

A su llegada a la Universidad de Chicago se encuentra con los orígenes de lo que luego se llamaría una Escuela con ese nombre, en base a los aportes de Frank Knight, Henry Simons y Jacob Viner, sumándose en ese momento a los aportes de W. Allen Wallis, Aaron Director, Henry Schultz y luego George Stigler. Dictaba allí un curso sobre Teoría de los Precios y uno de sus aportes iniciales, y también de los más conocidos se refiere a su teoría del consumo y la renta permanente, donde contrapone la teoría keynesiana del consumo y su efecto multiplicador señalando que el consumo no es una función de la renta corriente de las familias sino de su renta permanente, es decir, tomando en cuenta las rentas futuras esperadas.

Los datos luego mostrarían que la propensión al consumo es menor a la esperada por la visión keynesiana, por lo que el efecto multiplicador también lo es.

Luego, sus principales aportes se relacionan con la teoría monetaria y con una revaluación de la teoría cuantitativa del dinero. La crítica keynesiana parecía haber noqueado a esta tradicional teoría, ya presente en forma primitiva en los escolásticos como Juan de Mariana, y luego en John Locke o David Hume. Según la versión keynesiana como la demanda de dinero no es estable, no se podría decir nada sobre los efectos de cambios en la cantidad de dinero y de allí que descartaran esta teoría.

Friedman realizó extensos estudios sobre la demanda de dinero mostrando su estabilidad, por lo que si ésta es una función estable, excesos de oferta de dinero impactan en las restantes variables y el dinero, entonces es una variable relevante con efectos sobre la renta real y los precios. Para Friedman, la inflación es únicamente un fenómeno monetario, con lo cual vuelve a una visión clásica sobre el tema. Y los efectos del aumento de la cantidad de dinero pueden afectar la producción en el corto plazo, pero no en el largo, por lo que el dinero es “neutro” en relación a la actividad económica.

De allí se deriva que los ciclos económicos tienen un origen monetario y la actividad económica fluctúa, con rezago. De allí se deriva su propuesta de política monetaria, planteando fijar el crecimiento de los agregados monetarios en un nivel que sea compatible con el crecimiento de la economía a largo plazo y abandonando la discrecionalidad de las autoridades monetarias. A la larga no hay una relación entre inflación y desempleo y la curva de Phillips termina siendo vertical, incrementos en la oferta de dinero impactan en los precios y no en la producción.

Si la política fiscal es poco eficaz para reducir el desempleo a largo plazo y la política monetaria tiene impacto en el corto plazo, pero no el largo, la recomendación para reducir el desempleo es la realizar reformas estructurales o institucionales, en particular, aquellas que afectan la inversión y el correcto funcionamiento del mercado de trabajo.

Milton Friedman fue también un crítico de los tipos de cambio fijos establecidos en Bretton Woods y partidario de la libre flotación. Sus propuestas de reforma llegaron hasta la educación, donde se convirtió en uno de los principales propulsores de las políticas de «vouchers».

Finalmente, Friedman fue un activo defensor del libre mercado. Respondió a la invitación de F. A. Hayek de participar en una reunión de pensadores liberales que dio como resultado la creación de la Mont Pelerin Society, en la cual estuvo muy involucrado hasta su muerte. Participaron de esta asociación, y participan aún,  buena parte de los principales pensadores de la llamada “Escuela de Chicago”.

Mises y la teoría cuantitativa del dinero. La critica, pero eso no quiere decir que la inflación no sea un fenómeno monetario.

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca, de Económicas, UBA, vemos a Mises en Acción Humana. Un capítulo que se titula “Intercambio Indirecto” y que, trata gran parte de los temas relacionados con la moneda. Mises, por supuesto, entendía que la inflación es un fenómeno monetario, pero era crítico de muchos aspectos de la llamada “teoría cuantitativa del dinero”. Aquí algunos comentarios:

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“Si tantos economistas no hubieran tan lastimosamente errado en estas materias atinentes a los problemas monetarios, aferrándose después con obcecación a sus yerros, difícilmente podrían hoy prevalecer todas esas perniciosas prácticas, inspiradas en populares doctrinas monetarias, que han desorganizado la política dineraria en casi todos los países.

Error, en este sentido, de grave trascendencia fue el de suponer constituía el dinero factor de índole neutral. Tal idea indujo a muchos a creer que el «nivel» de los precios sube y baja proporcionalmente al incremento o disminución de la cantidad de dinero en circulación. Olvidábase que jamás puede variación alguna que las existencias dineradas registren afectar a los precios de todos los bienes y servicios al mismo tiempo y en idéntica proporción. No se quería advertir que las mutaciones del poder adquisitivo del dinero forzosamente han de ser función de cambios sufridos por las relaciones entre compradores y vendedores. Con miras a demostrar la procedencia de esa idea según la cual la cantidad de dinero existente y los precios proporcionalmente han de aumentar o disminuir siempre, adoptóse, al abordar la teoría del dinero, una sistemática totalmente distinta a la que la moderna economía emplea para dilucidar todos los demás problemas. En vez de comenzar examinando, como la cataláctica invariablemente hace, las actuaciones individuales, pretendióse estudiar el tema analizando la economía de mercado en su total conjunto. Ello obligaba a manejar conceptos como la cantidad total de dinero existente en la economía; el volumen comercial, es decir, el equivalente monetario de todas las transacciones de mercancías y servicios practicados en la economía-, la velocidad media de circulación de la unidad monetaria; el nivel de precios, en fin.

Tales arbitrios aparentemente hacían aceptable la doctrina del nivel de precios. Ese modo de razonar, sin embargo, meramente supone lucubrar en típico círculo vicioso. La ecuación de intercambio, en efecto, presupone la propia doctrina del nivel de precios que pretende demostrar. No es más que una expresión matemática de aquella —insostenible’— tesis según la cual existe uniforme proporcionalidad entre los precios y las variaciones cuantitativas del dinero.

Al examinar la ecuación de intercambio, presupónese que uno de sus elementos —la cantidad total de dinero, el volumen comercial, la velocidad de circulación— varía, sin que nadie se pregunte cuál sea la causa motivadora de tal cambio. Esas mutaciones indudablemente no aparecen, en la economía, por generación espontánea; lo que cambia en verdad es la disposición personal de los individuos que en la correspondiente economía actúan, siendo las múltiples actuaciones de tales personas lo que provoca las aludidas variaciones que la estructura de los precios registra. Los economistas matemáticos escamotean esa efectiva demanda y oferta de dinero desatada por cada una de las personas en la economía intervinientes. Recurren, en cambio, al engañoso concepto de la velocidad de la circulación basado en ideas tomadas de la mecánica.

No interesa, de momento, discutir si los economistas matemáticos tienen o no tienen razón cuando proclaman que los servicios que el dinero presta estriban, exclusivamente, o fundamentalmente al menos, en el rodar del mismo, en su circular. Aun cuando el aserto fuera cierto, no por ello dejaría de resultar ilógico pretender basar en tales servicios la capacidad adquisitiva —el precio— de la unidad monetaria. Los servicios que el agua, el whisky o el café prestan al hombre no determinan los precios que el mercado efectivamente paga por tales mercancías. Dichos servicios nos hacen comprender por qué las gentes, una vez advierten las propiedades de aquellas mercancías, demandan, en específicos casos, cantidades determinadas de las mismas. Es invariablemente la demanda, no el valor objetivo en uso, lo que determina los precios.

Cuando algunos (Kiciloff, por ejemplo), niegan el origen monetario de la inflación, Mises sobre la teoría cuantitativa

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca, de Económicas, UBA, vemos a Mises en Acción Humana. Un capítulo que se titula “Intercambio Indirecto” y que, trata gran parte de los temas relacionados con la moneda. Mises, por supuesto, entendía que la inflación es un fenómeno monetario, pero era crítico de muchos aspectos de la llamada “teoría cuantitativa del dinero”. Aquí algunos comentarios:

Mises1

“Si tantos economistas no hubieran tan lastimosamente errado en estas materias atinentes a los problemas monetarios, aferrándose después con obcecación a sus yerros, difícilmente podrían hoy prevalecer todas esas perniciosas prácticas, inspiradas en populares doctrinas monetarias, que han desorganizado la política dineraria en casi todos los países.

Error, en este sentido, de grave trascendencia fue el de suponer constituía el dinero factor de índole neutral. Tal idea indujo a muchos a creer que el «nivel» de los precios sube y baja proporcionalmente al incremento o disminución de la cantidad de dinero en circulación. Olvidábase que jamás puede variación alguna que las existencias dineradas registren afectar a los precios de todos los bienes y servicios al mismo tiempo y en idéntica proporción. No se quería advertir que las mutaciones del poder adquisitivo del dinero forzosamente han de ser función de cambios sufridos por las relaciones entre compradores y vendedores. Con miras a demostrar la procedencia de esa idea según la cual la cantidad de dinero existente y los precios proporcionalmente han de aumentar o disminuir siempre, adoptóse, al abordar la teoría del dinero, una sistemática totalmente distinta a la que la moderna economía emplea para dilucidar todos los demás problemas. En vez de comenzar examinando, como la cataláctica invariablemente hace, las actuaciones individuales, pretendióse estudiar el tema analizando la economía de mercado en su total conjunto. Ello obligaba a manejar conceptos como la cantidad total de dinero existente en la economía; el volumen comercial, es decir, el equivalente monetario de todas las transacciones de mercancías y servicios practicados en la economía-, la velocidad media de circulación de la unidad monetaria; el nivel de precios, en fin.

Tales arbitrios aparentemente hacían aceptable la doctrina del nivel de precios. Ese modo de razonar, sin embargo, meramente supone lucubrar en típico círculo vicioso. La ecuación de intercambio, en efecto, presupone la propia doctrina del nivel de precios que pretende demostrar. No es más que una expresión matemática de aquella —insostenible’— tesis según la cual existe uniforme proporcionalidad entre los precios y las variaciones cuantitativas del dinero.

Al examinar la ecuación de intercambio, presupónese que uno de sus elementos —la cantidad total de dinero, el volumen comercial, la velocidad de circulación— varía, sin que nadie se pregunte cuál sea la causa motivadora de tal cambio. Esas mutaciones indudablemente no aparecen, en la economía, por generación espontánea; lo que cambia en verdad es la disposición personal de los individuos que en la correspondiente economía actúan, siendo las múltiples actuaciones de tales personas lo que provoca las aludidas variaciones que la estructura de los precios registra. Los economistas matemáticos escamotean esa efectiva demanda y oferta de dinero desatada por cada una de las personas en la economía intervinientes. Recurren, en cambio, al engañoso concepto de la velocidad de la circulación basado en ideas tomadas de la mecánica.

No interesa, de momento, discutir si los economistas matemáticos tienen o no tienen razón cuando proclaman que los servicios que el dinero presta estriban, exclusivamente, o fundamentalmente al menos, en el rodar del mismo, en su circular. Aun cuando el aserto fuera cierto, no por ello dejaría de resultar ilógico pretender basar en tales servicios la capacidad adquisitiva —el precio— de la unidad monetaria. Los servicios que el agua, el whisky o el café prestan al hombre no determinan los precios que el mercado efectivamente paga por tales mercancías. Dichos servicios nos hacen comprender por qué las gentes, una vez advierten las propiedades de aquellas mercancías, demandan, en específicos casos, cantidades determinadas de las mismas. Es invariablemente la demanda, no el valor objetivo en uso, lo que determina los precios.

Mises a Kiciloff: nunca hubo un argumento serio contra la relación entre precios y cantidad de moneda

Argentina, o Venezuela, han vuelto al conocimiento y la comprensión que se tenía hace unos sesenta años en cuanto a la inflación se refiere. En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su cuarta conferencia se tituló, precisamente “Inflación”. Mises comenta:

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“Si la provisión de caviar fuera tan abundante como la provisión de papas, el precio del caviar – esto es el tipo de intercambio entre el caviar y el dinero o entre el caviar y otros productos – cambiaría considerablemente. En este caso se podría obtener caviar a un sacrificio menor que el que se requiere actualmente. De la misma manera, si se incrementa la cantidad de dinero, el poder de compra de la unidad monetaria se reduce, y la cantidad de bienes que puede obtenerse por una unidad de esa moneda también se reduce.

Cuando, en el Siglo XVI, los depósitos de oro y plata en América fueron descubiertos y explotados, enormes cantidades de los metales preciosos fueron transportadas a Europa. El resultado de este incremento en la cantidad de dinero fue una tendencia general a un movimiento hacia arriba de los precios en Europa. De la misma manera, en la actualidad, cuando un gobierno incrementa la cantidad de papel moneda, el resultado es que el poder de compra de la unidad de moneda comienza a caer, y los precios a subir. Esto es denominado inflación. Desgraciadamente, en los EEUU, como así también en otros países, la gente prefiere atribuir la causa de la inflación no al incremento de la cantidad de moneda sino, más bien, al incremento de los precios.

Sin embargo, nunca ha habido algún argumento serio contra la interpretación económica de la relación entre los precios y la cantidad de moneda, o el tipo de intercambio entre el dinero y otros bienes, productos y servicios. Bajo las actuales condiciones tecnológicas, nada hay más fácil que producir pedazos de papel sobre los cuales se imprimen ciertas cantidades monetarias. En los EEUU, donde todos los billetes son del mismo tamaño, no le cuesta más al gobierno imprimir un billete de mil dólares que imprimir un billete de un dólar. Se trata meramente de un procedimiento de impresión que requiere la misma cantidad de papel y tinta.

En el Siglo XVIII, cuando se hicieron los primeros intentos de emitir billetes de banco y de otorgar a estos billetes de banco la característica de curso legal – esto es, el derecho de ser aceptados en las transacciones de intercambio de la misma manera en que eran aceptadas las piezas de oro y de plata – los gobiernos y las naciones creyeron que los banqueros tenían algún conocimiento secreto que les permitía – de la nada – producir riqueza. Cuando los gobiernos del Siglo XVIII se  encontraban en dificultades financieras, pensaban que lo único que necesitaban era un banquero inteligente a la cabeza de su administración financiera para deshacerse de las dificultades.

Algunos años antes de la Revolución Francesa, cuando la realeza de Francia estaba en problemas financieros, buscó un banquero así de inteligente y lo designó en una alta posición. Este hombre era, en todos los aspectos, lo opuesto de la gente que, hasta ese momento, había gobernado Francia. Primero que todo, no era un francés, era un extranjero – un suizo de Ginebra – Jacques Necker. Segundo, no era un miembro de la aristocracia, era un hombre del común. Y lo que era aún más importante en la Francia del Siglo XVIII, no era católico, era protestante. Y así, Monsieur Necker, el padre de la famosa Madame de Staël, se convirtió en el Ministro de Finanzas, y todos esperaban que él resolviera los problemas financieros de Francia. Pero a pesar del altísimo grado de confianza que disfrutaba Monsieur Necker, el tesoro real permanecía vacío; el mayor error de Monsieur Necker había sido su intento de financiar la ayuda a los colonos Norte Americanos en su guerra de independencia contra Inglaterra, sin aumentar los impuestos. Este era ciertamente el camino equivocado para acometer la solución de las dificultades financieras de Francia.”

Mises discute alternativas de política monetaria, en Austria o Argentina, y la relación emisión/precios

EN 1918 Ludwig von Mises publicó un artículo titulado “La teoría cuantitativa del dinero”. En él reivindicaba a la teoría aunque señalaba que era muy simple y había sido ya superada por la teoría monetaria, en particular porque esa simplificación no toma en cuenta los cambios en los precios relativos. Es decir, es cierto que (ceteris paribus) un aumento de la cantidad de moneda genera un aumento de los precios, pero también lo es que ese incremento no impacta a todos los precios por igual, unos suben primero, otros después. Mises desarrolló estas ideas en su primer libro “La teoría del dinero y del crédito”. Pero la esencia de la teoría es correcta.

Ese artículo dio origen a un debate donde Siegfried Rosenbaum, director del Banco Anglo-Austriaco le pide a Mises menos teoría y más propuestas concretas de solución. Mises responde en un artículo “On the Currency Question” señalando que los políticos van a tener que elegir entre tres distintas opciones, que van de mayor a menor ajuste fiscal:

  1. Volver a la vieja paridad con el oro. Eso requeriría al gobierno pagar todos los préstamos que tomara durante la guerra con el banco central, el que no solamente dejaría de emitir sino que retiraría billetes de circulación hasta que los que queden tengan completo respaldo en oro.
  2. Aceptar el nuevo nivel de precios, resultado de la enorme emisión realizada durante la guerra, dejar de emitir y fijar una nueva paridad con el oro.
  3. Seguir emitiendo para cubrir el gasto público como hasta ahora, proceso que probablemente terminaría con la pérdida total de valor de la moneda.

Además de las cuestiones teóricas e históricas en esos artículos, lo interesante es que son las mismas alternativas que enfrenta el Banco Central argentino ya sea ahora o con la llegada de un nuevo gobierno. Trasladándolas al escenario local serían así:

  1. La Tesorería generaría un superávit fiscal suficientemente alto como para pagar los bonos que han sido colocados en el Banco Central y éste muestra en su balance. Esos pesos (un pasivo del BC) se cancelarían contra el activo cancelado (bonos de Tesorería). Desde ya que habiendo generado un superávit fiscal no habría más emisión con destino a cubrir el gasto aunque podría haberla como resultado del ingreso de dólares por superávit comercial o ingreso de inversiones.
  2. En esta alternativa, la Tesorería tiene que balancear sus cuentas ya que no podría contar con el apoyo del Banco Central. El ajuste del gasto sería menor que en a) pero igual sería necesario.
  3. En este caso el ajuste fiscal es menor, puede que sea poco y se siga emitiendo algo o que no lo haya y se continúe con la emisión como ahora. Está claro que esta última opción no parece sostenible, al menos para este gobierno, porque está cayendo la demanda de dinero. Tal vez lo pudiera ser por un tiempo para un nuevo gobierno que generara confianza y un plazo de espera como para realizar los necesarios ajustes fiscales.

Luego discute con un banquero, quien sostiene una teoría que se ha escuchado por aquí: no es la emisión la que genera aumento de precios, sino el aumento de precios el que hace necesaria la emisión. “Pero el precio de los bienes nunca puede ser explicado desde el lado monetario, sino siempre desde el lado de los bienes. Que todos los precios han subido no ha de causar sorpresa cuando hay escasez de todos los bienes. Sin duda hay una conexión entre los precios de los bienes y la inflación, pero es la inversa. Los mayores precios han ocasionado una mayor circulación de billetes como consecuencia. No sería difícil investigar el destino de esos billetes ya sean 20 o 21 billones. Si uno considera que los precios han crecido un 500%, entonces 500% de la anterior emisión son necesarios para satisfacer las necesidades de efectivo…”

Contesta Mises:

“Si el autor declara que es obvio que los altos precios de los bienes tienen como consecuencia un drástico aumento de los billetes, entonces uno ha de preguntar cómo se establecen esas supuestas obvias conexiones. Estas consecuencias no se producen, por cierto, espontáneamente, porque aun si los precios crecen tanto, ningún billete entra en circulación por sí mismo. Solamente lo hacen debido a que la ley que restringe la emisión de billetes por el banco central ha sido suspendida, porque el gobierno ordenó la emisión de nuevos billetes. Y la pregunta surge, ¿qué hubiera pasado si no se hubieran puesto en circulación esos 20 billones o más? Si el respetado autor admite que la mayor cantidad de billetes se corresponde con una creciente necesidad de dinero ocasionada por la suba de precios, entonces es que también habrá concedido que el nivel general de precios no podría haber subido si no se hubieran emitido esos nuevos billetes.

Si llueve maná por 40 años, y el resto sigue igual, el precio del maná bajará. Ahora han estado lloviendo nuevos billetes por cuatro años, ¿no debería su precio también bajar?”

Alberdi y Perón…, la Biblia junto al calefón, pero es mejor que el progresismo «berreta».

En una sección del diario La Nación llamada “Políticos en el diván”, el presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Gustavo Marangoni, sostiene que “el progresismo en la Argentina es muy berreta”. http://www.lanacion.com.ar/1721096-sin-titulo

En primer lugar, aclaremos el término para los lectores de otros países. Según el Diccionario del Lunfardo de Oscar Conde, “berreta” es: adjetivo: “aplicable a algo de fina apariencia y poca calidad. 2) Falso, apócrifo, adulterado. 3) Ordinario, de mala calidad”. Por otro lado, «la Biblia junto al calefón» es parte de la letra de un famoso tanto llamado «Cambalache», un comercio donde se vendía de todo.

Parece bastante osado al plantear que la síntesis perfecta del pensamiento sería entre Alberdi y Perón, aunque cómo pueden compatibilizarse dos cosas tan distintas está por verse. De la misma forma, también parece que él mismo tiene un costado alberdiano y otro más bien peronista, al menos en temas económicos.

Le preguntan:

“-¿En cuánto estima la inflación?

-Es muy alta. Yo no quiero fijar un número. Pero una inflación de dos dígitos en el contexto actual del mundo es alta. Y una inflación alta no es conveniente, no sirve.

-Marque verdadero o falso: «La emisión genera inflación».

-Es verdadero, pero depende del contexto de la emisión. Por ejemplo, en 2004, 2005, 2006, vos tenías un alto nivel de emisión, pero había una fuerte necesidad del público de pesos, y los absorbían. Entonces, no tenía un impacto inflacionario. Hoy es diferente. Si vos querés financiar el gasto exclusivamente con emisión, vas a tener un impacto inflacionario.

-¿Qué le parecen las medidas del Gobierno contra la inflación?

-Me parece que hay que terminar el puente. Tres cuartos no sirven. El cuarto final es salvar esta situación con los holdouts. Habiendo un fallo, lo que hay que ver es cómo cumplirlo sin comprometer el resto.”

Me quiero concentrar ahora en la respuesta correcta, o alberdiana. Dice que es verdadero que la emisión genere inflación, aplicando claramente un principio básico de la teoría cuantitativa del dinero. Correcto. Pero la TCD lleva muchas veces a un análisis lineal y erróneo: todo crecimiento de la oferta monetaria genera aumento de precios. Eso no es así: todo depende del comportamiento de la demanda. La respuesta, correctamente señala que hubo períodos de aumento de la demanda de dinero por lo que el aumento de la oferta no generó inflación. Dice “hoy es diferente”, es decir, hoy no aumenta la demanda de dinero, por el contrario, cae.

Pero luego le preguntan:

“-Si fueran gobierno, ¿cómo harían con la inflación?

-La inflación baja con inversión. Daniel tiene muy claro cómo generar un ámbito para que haya inversiones. Para eso tenés que poner reglas de juego claras.”

Si bien la inversión es fundamental para el crecimiento y, al aumentar la oferta de bienes tiende a reducir los precios, la inversión requiere de tiempo para tener efecto y la inflación, siendo como es, un problema monetario, requiere también de una política monetaria para resolverlo. Es decir, hay que dejar de emitir. Y para dejar de emitir hay que cerrar las causas que llevan a ello, en nuestro caso el excesivo gasto público con un déficit fiscal que se cubre con expansión monetaria. Esto es mencionado en la pregunta anterior, pero no aparece cuando se pregunta directamente cuál es la solución.

Por supuesto que hay que alentar la inversión y el crecimiento del capital pero incluso para esto es necesario dejar de emitir ya que la inversión necesita previsibilidad en los precios futuros, y para ello será necesario reducir el gasto y eliminar el déficit.

A los políticos les cuesta decir esto porque significa “ajuste” pero cualquiera sabe que cuando está gastando de más no queda otra que ajustarse.

Ministros de Economía de Venezuela y Argentina todavía no leyeron a Hume

Venezuela y Argentina tienen las tasas de inflación más altas del continente, y del mundo. Sus ministros de Economía todavía no leyeron a David Hume, esto es, han pasado unos 270 años:

HumeImpresionante ensayo de David Hume “Sobre el dinero”(On Money). Publicado como parte de sus “Ensayos sobre Moral, Política y Literatura” presenta conceptos que luego serían parte fundamental de la teoría económica. Algunos de sus párrafos:

“Si consideramos un reino en sí mismo, es evidente que la mayor o menor cantidad de dinero no tiene consecuencia alguna, ya que el precio de los bienes es siempre proporcional a la abundancia de dinero”.

“Parece haber una feliz ocurrencia de causas en los asuntos humanos, que limita el crecimiento del comercio y las riquezas, y evita que están confinadas por completo a un solo pueblo; como podría temerse al principio por las ventajas del comercio ya establecido. Cuando una nación se ha adelantado a otra en comercio, es muy difícil para la segunda recuperar el terreno que ha perdido; porque la mejor industria y habilidad de la primera, y sus stocks más grandes que poseen sus comerciantes, les permiten comerciar con ganancias mucho más bajas. Pero esas ventajas son compensadas, en alguna medida, por el bajo precio de la mano de obra en toda nación que no tenga un comercio extendido, y no tiene mucha abundancia de oro y plata. Las manufacturas, entonces, gradualmente cambian de lugar, dejando aquellos países o provincias en que se han enriquecido y yendo a otras, atraídos por la baratura de los insumos y el trabajo, hasta que estos son enriquecidos también, y otra vez descompensados por estas causas. Y, en general, podemos observar que el alto precio de todos los bienes, debido a la abundancia de dinero, es una desventaja para el comercio establecido, y le pone límites en cada país, permitiendo a los países más pobres vender a precios más bajos en los mercados externos.”

Sobre la emisión de papel moneda:

“Y no parece razonable incrementar esa inconveniencia a través de un dinero falsificado, que los extranjeros no aceptarán para ningún pago, y que cualquier gran desorden en el estado lo convertirá en nada.”

….

“Pero incrementar artificialmente el crédito nunca puede ser en interés de una nación comercial; pero debe crearle desventajas, incrementando el dinero más allá de su proporción natural con el trabajo y los bienes y, por lo tanto, aumentando los precios al comerciante y al industrial.”

Además, plantea Hume la «no neutralidad» del dinero (es decir que la mayor cantidad de dinero no impacta a todos los precios al mismo tiempo).

“Y, en cuanto al comercio exterior, parece que la abundancia de dinero es más bien desventajosa, elevando el precio de todo trabajo”. “Para considerar, entonces, este fenómeno, debemos considerar que aunque el alto precio de los bienes es una consecuencia necesaria del incremento del oro y la plata, no resulta en forma inmediata de este incremento: se requiere cierto tiempo antes que ese dinero circule por todo el reino, y haga sentir su efecto en todo el pueblo. AL principio no se siente ninguna alteración, los precios suben gradualmente, primero en un bien, luego en otro, hasta que todos alcanzan una justa proporción con la nueva cantidad de dinero en el reino. En mi opinión, es solo en este intervalo o situación intermedia, que el aumento de la cantidad de oro y plata es favorable a la industria. Cuando una cantidad de dinero es importada en una nación, no se distribuye entre muchas manos pero es confinada a los cofres de pocas personas, quienes en forma inmediata buscan usarlas en su beneficio.”

“Parece una máxima casi evidente en sí misma, que los precios de todo dependen de la proporción entre bienes y dinero, y que cualquier alteración considerable en cualquiera de ellos tiene el mismo efecto, tanto de elevar como de reducir el precio. Aumenta los bienes y se vuelven más baratos, aumenta el dinero y aumentan su valor. Y, por otro lado, una disminución de los primeros y un del segundo, tienen tendencias contrarias”.