Inflación en el mundo: el problema no es malas política monetarias sino malas reglas de juego

¿Porqué son tan malos los banqueros centrales en su tarea? Con motivo del aumento de la inflación a partir de la expansión monetaria durante la pandemia, se discuten las políticas monetarias pero muy poco sobre la institucionalidad monetaria. Esto es lo que trata el libro: Boettke, P., Salter, W., and Smith, D. (2021). Money and the rule of Law: generality and predictability in Monetary Institutions. Cambridge University Press, pp: 193.

Lo comenta Pablo Paniagua Universidad del Desarrollo (UDD), Santiago, Chile; Research Fellow at the Centre for the Study of Governance & Society (CSGS), King’s College London, London, England; en la revista Constitutional Political Economy volume 34, pages260–266 (2023}:

“Recientemente, el mundo entero, y particularmente Estados Unidos, ha estado experimentando los peores niveles de inflación en casi 40 años (Blanchard, 2022). Esta nueva realidad podría ser bastante sorprendente para los economistas, ya que ahora sabemos cómo funcionaba la economía en los años 70 y 80, y qué provocó los altos niveles de inflación durante ese tiempo: expansiones masivas de la base monetaria a través de la política monetaria discrecional (Friedman, 1977; Meltzer, 2005). Sin embargo, aquí estamos de nuevo: el fantasma de la inflación ha regresado sigilosamente a nuestro sistema económico, a pesar de que conocemos sus causas y consecuencias, así como también cómo evitarla (Goodfriend, 2007). Entonces, mientras muchos economistas están (justamente) preocupados por la inflación, hay una pregunta más fundamental que muy pocos académicos se hacen: ¿cómo es que los banqueros centrales son tan malos en su trabajo, a pesar de todo el conocimiento que hemos acumulado? ?

Esta es una pregunta pertinente que ha sido dejada de lado recientemente en economía, pero es precisamente el tema apremiante abordado en Money and the Rule of Law. Los autores sugieren que, “el dinero de hecho lo cambia todo. Y dado que lo hace, será mejor que tengamos nuestras instituciones monetarias y financieras correctas. Argumentamos que hacerlos bien depende de hacer que la política monetaria sea consistente con el estado de derecho” (Boettke et al., 2021, p. xiv).

La proposición crucial del libro es simple y fácil de comprender para los académicos versados ​​en el trabajo de James Buchanan sobre Economía Política Constitucional (Brennan & Buchanan, 1985) y Elección Pública (Buchanan & Wagner, 1977): principalmente, lo que realmente importa para determinar los resultados son las reglas del juego (Buchanan, 2008). En consecuencia, si tiene reglas defectuosas, es decir, aquellas que generan malos incentivos y procesos de conocimiento deficientes, obtendrá malos resultados. En cambio, si tiene reglas sólidas o sólidas, es decir, aquellas reglas que generan mejores incentivos y conocimiento superior, obtendrá mejores resultados (Pennington, 2011). A pesar de todo su refinamiento macroeconómico y altos niveles de tecnicidad, la política monetaria no puede escapar a este hecho fundamental de naturaleza económica; esto se debe a que tanto la política monetaria como los procesos bancarios siempre serán dependientes de la estructura institucional en la que opere (Paniagua, 2021). Por lo tanto, el conjunto de reglas o instituciones del “juego monetario”, ya sea para bien o para mal, determinará en última instancia el resultado de la política monetaria. Footnote1 En otras palabras, las instituciones y las reglas dominan la calidad de las personas y su experiencia. Bajo esta forma de pensar constitucional, el problema actual de la inflación y otros males monetarios son, en última instancia, un problema de malas reglas.”

Muchos economistas y políticos creen que la política fiscal puede suavizar el ciclo del mercado: pero en verdad es procíclica.

Desde Keynes, economistas y políticos no han cesado de plantear la importancia de llevar adelante una política monetaria o fiscal “contracíclica”, por la cual el estado ayudaría a estabilizar los vaivenes de la economía de mercado. ¿Y qué pasa si en realidad es al revés, y el resultado es “procíclico”? Bueno, en tal caso, esas políticas no hacen más que empeorar las cosas. Lo plantean en este artículo: “What Makes Discretionary Counter-Cyclical Fiscal Policy so Difficult? An Analysis of 32 OECD Countries”, por Jakob de Haan y Bram Gootjes, de la Universidad de Groningen en Países Bajos; CESifo Economic Studies, Volume 69, Issue 1, March 2023, Pages 1–20, https://doi.org/10.1093/cesifo/ifad001

“Examinamos la postura de la política fiscal para 32 países de la OCDE desde 1986 hasta 2023 comparando para cada año-país la observación de los signos de la brecha del producto y el cambio en el saldo presupuestario ajustado cíclicamente. Encontramos que las políticas fiscales son a menudo procíclicas. Probamos posibles explicaciones utilizando estadísticas comparativas para observaciones país-año con políticas pro y contracíclicas. Nuestra evidencia sugiere que las reglas fiscales y la calidad institucional no están relacionadas con la prevalencia de la prociclicidad. Asimismo, varios argumentos de economía política sugeridos para explicar las políticas fiscales procíclicas no reciben un fuerte apoyo. Sin embargo, el escaso acceso a la financiación hace que las políticas fiscales sean más procíclicas.”

Leyendo a quienes piensan lo opuesto: ¿el control de capitales promueve el crecimiento económico?

Mises decía a sus alumnos que tenían que leer a todos los autores, tanto los que les resultaran correctos como los que no. He aquí el caso de un paper que llega a conclusiones claramente opuestas a lo que parecería correcto y que seguramente será aprovechado para presentar como respaldo a políticas como las que se llevan adelante en Argentina, aunque aquí, nada de lo que el paper sugiere ha ocurrido. Argentina lleva años de control de capitales y una desesperación por acumular reservas y no lo logra. Se trata de “Catching Up by ‘Deglobalizing’: Capital Account Policy and Economic Growth”, por Paul Bergin (University of California, Davis), Woo Jin Choi, y Ju H. Pyun, Korea University; NBER Working Paper No. 30944: https://www.nber.org/system/files/working_papers/w30944/w30944.pdf

“Si bien una investigación empírica sustancial ha evaluado la cuestión de si la apertura de la cuenta de capital promueve el crecimiento económico, este documento encuentra evidencia empírica para casos en los que ocurre lo contrario: que una política de control de capital puede promover el crecimiento económico, cuando se combina con una política de acumulación de reservas. Usando datos de panel de 45 países de 1985 a 2019, encontramos que los controles de capital combinados con la acumulación de reservas (política de cuenta de capital estratégica) contribuyen al crecimiento del PIB real y la PTF. Este efecto es más fuerte para los mercados emergentes y antes de la crisis financiera mundial. Mostramos que la política está fuertemente asociada con la ampliación de la escala del sector manufacturero y la productividad, y es consistente con las teorías de aprender haciendo a través de la exportación.

Jean Baptiste Say: una famosa «ley» erróneamente criticada por Keynes para justificar el impulso a la demanda

Los alumnos de Eseade leen a Jean Baptiste Say (1767-1832), un ‘clásico’ francés quien nunca debe haber sospechado la importancia que adquiriría en la política económica del siglo XX. Seguramente han conocido la famosa “Ley de Say” presentada como “toda oferta crea su propia demanda”. Desde el punto de vista, digamos, del ‘marketing’, la frase parece absurda; nadie tiene garantizado que simplemente por ofrecer algo exista alguien que esté dispuesto a comprarlo. Pero, ¿es eso lo que dijo Say?, o ¿es eso lo que quiso decir?

La lectura es sobre el capítulo de su libro ‘Tratado de Economía Política’ donde precisamente presenta esta idea:

Jean Baptise Say, A treatise on political economy, capítulo XV «Of the demand of market for products»: http://www.econlib.org/library/Say/sayT15.html#Bk.I,Ch.XV

En castellano: http://www.eseade.edu.ar/files/Libertas/33_10_Say.pdf

“Una persona que dedique su esfuerzo a invertir en objetos de valor que tienen determinada utilidad no puede pretender que otros individuos aprecien y paguen por ese valor, a menos que dispongan de los medios para comprarlo. Ahora bien, ¿en qué consisten estos medios? Son los valores de otros productos que también son fruto de la industria, el capital y la tierra. Esto nos lleva a una conclusión que, a simple vista, puede parecer paradójica: es la producción la que genera la demanda de productos.”

“Si un comerciante dijera: «No quiero recibir otros productos a cambio de mi lana; quiero dinero», sería sencillo convencerlo de que sus clientes no podrían pagarle en dinero si antes no lo hubieran conseguido con la venta de algún bien propio. Un agricultor podrá comprar su lana si tiene una buena cosecha. La cantidad de lana que demande dependerá de la abundancia o escasez de sus cultivos. Si la cosecha se pierde, no podrá comprar nada. Tampoco podrá el comerciante comprar lana ni maíz a menos que se las ingenie para adquirir además lana o algún otro artículo con el cual hacer la compra. El comerciante dice que sólo quiere dinero. Yo digo que en realidad no quiere dinero, sino otros bienes. De hecho, ¿para qué quiere el dinero? ¿No es acaso para comprar materias primas o mercaderías para su comercio, o provisiones para su consumo personal? Por lo tanto, lo que quiere son productos, y no dinero. La moneda de plata que se reciba a cambio de la venta de productos propios, y que se entregue en la compra de los de otras personas, cumplirá más tarde la misma función entre otras partes contratantes, y así sucesivamente. De la misma manera que un vehículo público transporta en forma consecutiva un objeto tras otro. Si no puede encontrar un comprador, ¿diría usted que es solamente por falta de un vehículo donde transportarlo? Porque, en última instancia, la moneda no es más que un agente que se emplea en la transferencia de valores. Su utilidad deriva de transferir a sus manos el valor de los bienes que un cliente suyo haya vendido previamente, con el propósito de comprarle a usted. De la misma manera, la próxima compra que usted realice transferirá a un tercero el valor de los productos que usted anteriormente haya vendido a otros. De esta manera, tanto usted como las demás personas compran los objetos que necesitan o desean con el valor de sus propios productos, transformados en dinero solamente en forma temporaria. De lo contrario, ¿cómo es posible que la cantidad de bienes que hoy se venden y se compran en Francia sea cinco o seis veces superior a la del reinado miserable de Carlos VI? ¿No es evidente que deben haberse producido cinco o seis veces más bienes, y que deben haber servido para comprarse unos a otros?”

Y aquí el párrafo que diera lugar a esa interpretación llamada “Ley de Say”. ¿Parece tan ilógico como alguien (¿quién?) lo quiso presentar?:

“Cuando un producto superabundante no tiene salida, el papel que desempeña la escasez de moneda en la obstrucción de sus ventas en tan ínfimo que los vendedores aceptarían de buen grado recibir el valor en especie para su propio consumo al precio del día: no exigirían dinero ni tendrían necesidad de hacerlo, ya que el único uso que le darían seria transformarlo inmediatamente en artículos para su propio consumo.

Esta observación puede extenderse a todos los casos donde exista una oferta de bienes o servicios en el mercado. La mayor demanda estará universalmente en los lugares donde se produzcan más valores, porque en ningún otro lugar se producen los únicos medios de compra, es decir, los valores. La moneda cumple sólo una función temporaria en este doble intercambio. Y cuando por fin se cierra la transacción, siempre se habrá intercambiado un bien por otro.

Vale la pena señalar que desde el instante mismo de su creación el producto abre un mercado para otros por el total de su propio valor. Cuando el productor le da el toque final a su producto, está ansioso por venderlo de inmediato, por miedo a que pierda valor en sus manos. De la misma manera, quiere deshacerse del dinero que recibe a cambio, ya que también el valor del dinero es perecedero. Pero la única manera de deshacerse del dinero es comprando algún otro producto. Por lo tanto, la sola creación de un producto inmediatamente abre una salida para otros.”

Lecturas de Mises: teoría económica y las seis conferencias que dictó en la Universidad de Buenos Aires

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca y Economía Institucional vemos a uno de los grandes nombres de la primera, Ludwig von Mises, en dos de sus características: por un lado, como economista teórico en su obra magna, Acción Humana, donde no habla solamente de economía sino, como todo economista austriaco, con una perspectiva más filosófica y amplia, que comienza con cuestiones de metodología de las ciencias y abarca al resto de las ciencias sociales. Allí vemos dos capítulos.

Pero también está el Mises del debate público de ideas, en cuyo caso lo encontramos escribiendo sobre asuntos más coyunturales en el área de la política económica, o sea, de la teoría económica aplicada a un particular momento histórico. Aquí incluimos las seis conferencias que Mises dictó en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, durante su visita a la Argentina. Estas son las lecturas:

  1. Acción Humana
  2. Mises, Ludwig: Acción Humana; Resumen capítulo por capítulo https://mises.org/es/library/accion-humana-un-resumen-capitulo-por-capitulo 
  3. Mises; La Acción Humana; Cap. XVI: “Los precios”   http://vonhumboldt.org/LAACCIONHUMANALUDWIGVONMISES.pdf   
  4. Mises; “La Acción Humana; Cap XVII: “Cambio indirecto”  

 

  1. Mises y la política económica   
  2. Mises, Reconstrucción Monetaria http://www.eseade.edu.ar/files/riim/Libertas/Mises-Reconstruccion-Monetaria-Revista-Libertas-No-39.pdf  
  3. Mises, Seis lecciones sobre el capitalismo: http://www.hacer.org/pdf/Mises00.pdf 

 

Vuelve a escena la «supply-side economics», como forma de afrontar la próxima recesión

Hace tiempo que no veía alguna referencia directa a las políticas “supply side”, sobre todo dado el elevado déficit fiscal en Estados Unidos y otros países, y la visión de que reducciones de impuestos sólo empeoran el problema fiscal. Por eso es bueno encontrar que el nombre vuelve a estar presente en la discusión, ahora presentado como una forma de reducir el déficit. Tal este paper del Manhattan Institute: “New Economic Challenges, New Supply-Side Playbook: How Congress Can Fight the Next Recession; por Allison Schrager y Brian Riedl, Senior Fellow del mencionado instituto: https://www.manhattan-institute.org/supply-side-playbook-how-congress-can-fight-next-recession

“A pesar de la persistencia de un mercado laboral fuerte, la sabiduría convencional entre los economistas académicos y de negocios pronostica una recesión en 2023. Incluso cuando las interrupciones de la cadena de suministro se desvanecen, otras presiones inflacionarias están demostrando ser más duraderas, en particular un mercado laboral ajustado que ha contribuido a una aceleración del crecimiento de los salarios. Dado el compromiso declarado de la Reserva Federal de reducir la inflación, no es descabellado anticipar que continuará elevando las tasas de interés, incluso si eso significa provocar una contracción económica. La pregunta para el Congreso, entonces, es cómo prepararse exactamente para la próxima recesión económica.

En los últimos años, el Congreso ha seguido un manual sencillo para luchar contra las recesiones: desatar una avalancha de gasto federal. A raíz de la crisis financiera mundial de 2007–08, el Congreso promulgó un estímulo fiscal de $1,8 billones, desembolsado gradualmente de 2008 a 2012. Durante la crisis de la COVID-19, el Congreso aprobó una serie de medidas de estímulo federal que, en total, agregaron $5 billones a los fondos federales. déficits, gran parte se gastó en un intervalo mucho más corto. Si bien esta extraordinaria inyección de fondos federales puede haber ayudado a evitar una recesión más pronunciada y prolongada, no hay duda de que contribuyó al reciente aumento de la inflación.

El entorno inflacionario actual significa que muchos en el Congreso son reacios a revisar el libro de jugadas posterior a la crisis del pasado reciente. Por un lado, no es del todo obvio que un aumento en el gasto federal sería una buena idea a la luz de los esfuerzos antiinflacionarios de la Fed. Además, el aumento de las tasas de interés ha obligado a los legisladores a enfrentar el aumento del costo del servicio de la creciente deuda federal, un desafío que solo se hará más pronunciado en los próximos años a medida que aumenten los déficits de derechos.

El Congreso necesita un nuevo enfoque para abordar la próxima recesión, uno que limite el gasto deficitario a favor de un enfoque del lado de la oferta que ayudaría a mitigar la inflación en lugar de exacerbarla. En este estudio, ofrecemos una serie de medidas de política incrementales que podrían fomentar el crecimiento económico frente a una recesión inminente, todo a un costo relativamente bajo para el contribuyente. Para ser claros, esta no es una agenda integral para la consolidación fiscal o la revitalización del crecimiento económico a largo plazo, pero sí tiene como objetivo orientar a los legisladores en la dirección correcta a medida que la economía estadounidense ingresa en lo que podría ser una dolorosa recesión.”

Una convertibilidad exitosa: Hong Kong. Un país, dos monedas, así fue como la adoptaron

Que la convertibilidad haya sido enterrada en Argentina es una cosa, que haya fracasado es otra, ya que sus problemas, como siempre y desde entonces, están vinculados con el exceso de gasto público, déficit fiscal, endeudamiento y regulaciones al mercado. Otro ejemplo de convertibilidad ha sido muy exitoso, el de Hong Kong, que es comentado en este artículo: “One country, two currencies: The adoption of the Hong Kong currency board, 1983”, por Asa Malmstrom Rognes, de Uppsala University y Catherine R. Schenk, de Oxford University: https://doi.org/10.1111/ehr.13211

“Las cajas de conversión han tenido una atracción duradera como solución al tipo de cambio y la credibilidad monetaria para las economías pequeñas y abiertas, a pesar de los pocos ejemplos exitosos. En este contexto, el caso de Hong Kong destaca por su longevidad; sobrevivió al traspaso a China, a las crisis financieras asiáticas de 1997 y a las crisis mundiales de 2007-2008 y 2020. La crisis monetaria de 1983 y la decisión de vincular el tipo de cambio al dólar estadounidense suelen tratarse como el resultado de decisiones políticas locales. incertidumbre debido a las negociaciones chino-británicas que establecieron el marco de cómo Hong Kong encajaría con el resto de China después de 1997. Presentamos nueva evidencia de archivo de Hong Kong y Londres para revelar los debates de un año sobre el sistema monetario de Hong Kong después de una caída del tipo de cambio en septiembre de 1982 y demostrar cómo la mayoría de los protagonistas en Hong Kong y Londres aceptaron a regañadientes la idea de volver a fijar el dólar una vez que se habían elevado las expectativas del público. También mostramos cómo la mezcla de inestabilidad monetaria y bancaria afectó los términos de las negociaciones en 1982 y 1983 y estableció el marco para el sistema de un país, dos monedas que prevalece hoy.”

Los resultados políticos modifican las expectativas económicas: un ejercicio con la elección entre Trump & Biden

La economía es el estudio de la acción humana, pero esta acción es motivada por valoraciones subjetivas que cada individuo tiene. Por eso es importante analizar cómo y porqué cambian esas valoraciones, las expectativas sobre el futuro y de allí las decisiones que se tomen. Es lo que trata el paper “Political Leaders and Macro economic Expectations: Evidence from a Global Survey Experiment”, por  Dorine Boumans, Klaus Gründler, Niklas Potrafke y  Fabian Ruthardt de la Universidad de Munich, publicado por CEsIfo: https://www.cesifo.org/DocDL/cesifo1_wp9974.pdf

En este caso analizan las consecuencias de ciertos eventos políticos, tales como el resultado de una elección, como la de Estados Unidos entre Biden & Trump. Y llegan a la conclusión que las expectativas mejoraron con la victoria de Biden, porque supuestamente daría como resultado menores trabas al comercio internacional. En fin, discutible. Así se presenta:

“¿Puede un solo líder político influir en las expectativas macroeconómicas a escala global? Diseñamos un experimento de encuesta a gran escala entre expertos económicos influyentes que trabajan en más de 100 países y utilizamos las elecciones presidenciales de EE. UU. de 2020 como un experimento cuasi natural para identificar el efecto del cambio de titular de EE. UU. en las expectativas macroeconómicas globales. Encontramos grandes efectos de la elección de Joe Biden en las expectativas de crecimiento de los expertos internacionales, trabajando a través de expectativas más positivas sobre el comercio. El resultado electoral afectó particularmente las expectativas de los aliados occidentales y aumentó la incertidumbre económica global. Nuestros hallazgos sugieren importantes efectos indirectos políticos en la formación de expectativas macroeconómicas

Algo que sabemos desde hace tiempo: la irresponsabilidad fiscal es la madre de todos los problemas

El título es ya interesante: A THEORY OF FISCAL RESPONSIBILITY AND IRRESPONSIBILITY, por Marina Halac, de Yale y Pierre Yared, de Columbia Working Paper 30601: http://www.nber.org/papers/w30601

No se refiere a la Argentina pero si andamos buscando irresponsabilidad fiscal, ya sabemos donde encontrarla. En síntesis, los países con “responsabilidad fiscal” en algún momento “ajustan”. Los países con irresponsabilidad fiscal en algún momento…., chocan. Si lo sabremos.

Creo que al paper le falta plantear porqué ciertos países tienen mayor responsabilidad fiscal, no considera el papel de las instituciones.

Esto plantea:

“Proponemos un mecanismo de economía política que explica la presencia de regímenes fiscales puntuados por períodos de crisis. Nuestro modelo se centra en la interacción entre sucesivos gobiernos deficitarios sujetos a i.i.d. choques fiscales. Mostramos que la economía transita entre un régimen fiscalmente responsable y un régimen fiscalmente irresponsable, con transiciones que ocurren durante las crisis cuando las necesidades fiscales son grandes. Bajo la responsabilidad fiscal, los gobiernos limitan sus gastos para evitar la transición a la irresponsabilidad fiscal. Bajo la irresponsabilidad fiscal, los gobiernos gastan en exceso y precipitan crisis que conducen al restablecimiento de la responsabilidad fiscal. Las transiciones de régimen solo pueden ocurrir si el sesgo de déficit de los gobiernos es lo suficientemente grande.”

No solamente hay que ajustar el gasto y eliminar la emisión monetaria: hay que liberar la economía

Aquí hay un punto interesante. Todos sabemos…, bueno, no todos, que para frenar la inflación hay que frenar la emisión monetaria y la causa de esa emisión, el gasto público. Pero, no sólo eso, también hay que liberar la capacidad productiva de la economía. Si no, es puro costo, al menos al principio. Algo así comentan en el paper “Winning the Battle Against Inflation Also Requires Supply-Side Reforms: Raising interest rates alone won’t tame rising prices”, cuyos autores son Veronique de Rugy y Jack Salmon, en Discourse: https://www.discoursemagazine.com/economics/2022/10/12/winning-the-battle-against-inflation-also-requires-supply-side-reforms/

“A pesar de varias subidas de tipos de interés por parte de la Reserva Federal (cinco hasta ahora, por un total de 300 puntos básicos), la inflación sigue viva y bien, y la inflación subyacente sigue inclinándose al alza. Eso es porque la Reserva Federal no puede luchar por sí sola contra el aumento de los precios. Detener la inflación requerirá un endurecimiento monetario continuo, así como una reducción del déficit fiscal. Pero ganar la batalla contra la inflación también requerirá reformas del lado de la oferta que hagan que la economía sea más dinámica y competitiva.

Antes de discutir las soluciones del lado de la oferta, recordemos cómo llegamos aquí: durante la pandemia, y mientras la economía estaba cerrada y luego solo parcialmente reabierta, los funcionarios gubernamentales se involucraron en la impresión de grandes sumas de dinero, grandes préstamos y grandes gastos. Como si eso no fuera suficiente, cuando la economía casi había vuelto a la normalidad, el Congreso y los legisladores no se movieron para poner fin al partido, sino que anunciaron que continuaría el gran gasto deficitario. Y lo hizo, incluso cuando la inflación comenzó a aumentar.

Ahora estamos en un lío. Todos entienden fundamentalmente por qué la inflación es un problema: las ganancias y los ahorros compran cada vez menos. Es por eso que ahora encabeza la lista de preocupaciones de los estadounidenses promedio. Lo que no se entiende tan bien es cuánto peor puede ser el problema de la inflación durante un período de alta deuda pública. No lo aburriremos con todos los detalles, pero si debe saber una cosa, sepa esto: si bien la mejor manera de que la Reserva Federal controle la inflación es aumentar las tasas de interés, cuanto más altas sean las tasas de interés (y con el 10- año, siendo la tasa del Tesoro de alrededor del 3,8%, ya es un total de 2,5 puntos porcentuales más alta que hace poco más de un año), mayor será el interés que el gobierno federal debe pagar por la deuda. Eso puede volverse muy costoso, muy rápidamente, ya que nuestra deuda es aproximadamente el 100% del PIB, y el 30% de nuestra deuda vence dentro del próximo año.”