Böhm-Bawerk vincula costes con precios de bienes complementarios y distribución de ingresos

Con los alumnos de Microeconomía de OMMA Madrid vemos a Böhm-Bawerk explicar la Ley de costes. En relación a ese tema es también interesante este extracto de un artículo de este autor:

Bohm Bawerk - Positive Theory of Capital

La relación del coste y el valor

Por Eugen von Böhm-Bawerk

 [Extracto de un ensayo publicado originalmente en Annals of the American Academy of Political and Social Science, volumen 1 (1891)]

“La cuestión de la relación del coste y el valor es en realidad sólo una forma concreta de una mucho más general: la cuestión de las relaciones regulares entre los valores de los bienes que en interdependencia causal contribuyen a una única utilidad para nuestro bienestar.

La utilidad que proporciona una cantidad de materiales con los que puede producirse un abrigo es aparentemente idéntica a la utilidad que proporcionará el abrigo terminado. Es por tanto evidente que los bienes o grupos de bienes que derivan su importancia para nuestro bienestar mediante una única utilidad deben asimismo presentar alguna relación fija y habitual entre sí respecto de su valor.

La cuestión de este relación regular fue puesta por primera vez en una forma clara y completa por los economistas austriacos; hasta entonces, sólo se había tratado de una manera insatisfactoria bajo el epígrafe de coste de producción. Sin embargo, hay un corolario a esta proposición general e importante que no es menos importante e interesante, pero que hasta ahora nunca ha recibido el modesto grado de atención de la teoría económica que se ha prestado al problema del coste.

Muy comúnmente, varios bienes se combinan simultáneamente para la fabricación de un producto común: por ejemplo, papel, pluma y tinta sirven juntos para escribir; aguja e hilo para coser; aperos de granja, semilla, tierra y trabajo para producir grano. Menger ha calificado a los bienes que aparecen en esa relación entre sí como bienes complementarios. Aquí aparece la cuestión, tan natural como difícil: ¿Cuánta de la utilidad común en esos casos es atribuible a cada  uno de los factores complementarios en cooperación? ¿Y qué ley determina el valor y precio proporcional de cada uno?

El destino de este problema hasta ahora ha sido muy notable. La teoría antigua no lo calificaba de problema general en absoluto pero sin embargo llevaba a explicar una serie de casos concretos que dependían implícitamente de este problema. La cuestión de la distribución de la propiedad daba especialmente lugar a dichas explicaciones. Como varios factores de producción (tierra, capital, mano de obra y trabajo del propio patrón) cooperan en la producción de un producto común, la cuestión de qué porción de valor será asignada a cada uno de los factores en compensación por su participación es obviamente un caso especial del problema general.”

“He llamado la ley de los bienes complementarios al equivalente a la ley de los costes. Igual que la primera desentraña las relaciones de valor que resultan de yuxtaposiciones temporales y causales, de la cooperación simultánea de varios factores hacia una utilidad común, de forma que la ley de los costes explica las relaciones de valor que resultan de una secuencia temporal y causal, de la interdependencia causal de factores sucesivos.”

“Así preparados, los economistas austriacos proceden con el problema de la distribución. Esto les lleva a una serie de aplicaciones especiales de la leyes teóricas generales, cuyo conocimiento se obtuvo mediante un tedioso, pero fructífero, trabajo de preparación. La tierra, el trabajo y el capital son factores de producción complementarios. Su precio, o lo que es lo mismo, tipo de  renta, salario e interés, resulta por otro lado simplemente de una combinación de las leyes de los bienes complementarios.”

http://archipielagolibertad.org/upload/files2/001%20Liberalismo/1.2%20Obras%20clasicas%20de%20la%20libertad/Bohm-Bawerk/0005%20Bohm-Bawerk%20-%20La%20relacion%20del%20coste%20y%20el%20valor.pdf

Cap 1; El Foro y el Bazar: individualismo metodológico, subjetividad del valor y órdenes espontáneos

Con los alumnos de la UBA Derecho, vemos el Capítulo 1 de “El Foro y el Bazar” que introduce, en forma breve, las contribuciones fundamentales de la economía para entender el accionar de las personas en sociedad: individualismo metodológico, subjetividad del valor y órdenes espontáneos. Acá, respecto a este último tema:

Los fenómenos sociales son complejos. Algunos los llaman sistemas, aunque tal vez sea preferible utilizar la palabra orden. Los hay de dos tipos: construidos y espontáneos. Toda sociedad es un orden, ya que, si no lo fuera, la supervivencia sería imposible, pues dependemos de los demás para satisfacer la mayoría de nuestras necesidades. Un orden permite coordinar las acciones de los individuos, cada uno de los cuales persigue intereses propios, y será un orden superior en tanto permita un mayor grado de coordinación de estas acciones.

El orden creado o construido, al que Hayek pone el nombre de taxis (Hayek 2006, p. 60), sería un orden dirigido, como una organización, aunque se debe tener en cuenta que incluso toda organización tienen algún componente de espontaneidad. La empresa creada por un emprendedor puede responder a su diseño inicialmente, pero luego quien la conduce solo en términos generales decide hasta los mínimos aspectos de su conformación. Por otro lado, el orden espontáneo lleva el nombre de cosmos, resultado de la evolución.

Los órdenes construidos son relativamente simples, se limitan a la capacidad de quien los ha creado, son observables a simple vista y persiguen los fines de quien los crea. Los espontáneos, por el contrario, pueden ser mucho más complejos, no se observan fácilmente y tampoco tienen un objetivo en particular, por más que sean útiles. Pensemos en el lenguaje, por ejemplo. Los idiomas que conocemos actualmente son resultado de largos procesos evolutivos, de extrema utilidad para comunicarnos y para coordinar nuestros planes, y al mismo tiempo complejos y sutiles, mucho más que los intentos de idiomas creados como el esperanto. Se van modificando, además, a medida que se utilizan, y a pesar de alguna que otra autoridad que quisiera tener un control mayor, pero termina a la zaga del lenguaje que realmente utiliza la gente. Muchos idiomas no tienen una “academia” —sí el español—, pero de todas formas la evolución de este idioma depende más de las palabras que usa y deja de usar la gente que de las definiciones de la Real Academia de la Lengua. El orden social es extremadamente complejo, porque cada uno de los participantes tiene movimiento propio .

La complejidad de un orden está determinada por la cantidad de elementos que lo componen, las relaciones que estos tienen entre sí, y la regularidad de los mismos. Solamente cuando se trata de pocos elementos, con limitadas relaciones y una alta regularidad, podremos hacer alguna predicción con alguna certeza de que se cumplirá. Cuando los elementos son muchos y la regularidad alta, podremos tener también algún grado de certeza, pero solamente para predecir ciertas tendencias, no un resultado específico. Cuando los elementos son muchos y la regularidad baja, esa capacidad de predicción es prácticamente inexistente. Esas regularidades serán las que estudiaremos aquí.

Los órdenes espontáneos funcionan incluso cuando las reglas que permiten su funcionamiento no son conocidas. El ejemplo más importante de orden espontáneo en economía es la metáfora de Smith sobre la mano invisible, para describir el funcionamiento de los mercados y el sistema de precios. Gran parte de los que participan en los mercados desconocen las conclusiones de la ley de la demanda o la ley de la oferta, de la utilidad marginal, no obstante lo cual participan intensamente en el mercado y mediante el mismo coordinan sus acciones con las de los demás, trátese bien de otros productores o bien de consumidores.

Este gran orden espontáneo que es el mercado desafía con frecuencia la capacidad de comprensión de muchos que presienten alguna “mano visible” dictando los destinos de cierto mercado o de toda una economía. Pero eso no es posible. Sí lo es, sobre todo para el que cuenta con el poder público, distorsionar el funcionamiento del orden espontáneo con normas que traban o impiden su normal desempeño, o lo desvían a un punto distinto de aquel al que los demás hubieran preferido alcanzar.

Hay ciertas normas, resultado de procesos evolutivos, que permiten una mayor y mejor coordinación de las acciones individuales y con las que, por lo tanto, se obtienen mejores resultados en la satisfacción de las necesidades humanas. Permiten acercarse al “equilibrio” como un resultado final en el que todas las acciones han sido coordinadas.

Hayek en el ‘debate del siglo’ con Keynes: videos raperos y la manipulación de las tasas de interés

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de Ciencias Económicas, UBA, vemos lo que se ha dado en llamar el “debate del siglo”, entre Hayek y Keynes respecto a las fluctuaciones económicas, en medio de la peor de ellas, la de los años 1930s.

Hayek Keynes

Para relajarnos un poco podemos ver estos videos con una versión rapera de la discusión:

https://www.youtube.com/watch?v=EM8ygOVYCd8

https://www.youtube.com/watch?v=IX_0mgW5Fus

Antes vimos un capítulo de la Teoría General de Keynes. Ahora vemos un artículo de Hayek, que es en verdad una conferencia sobre el mismo tema.

“Toda explicación de las crisis económicas debe incluir el supuesto de que los emprendedores han cometido errores. Pero el solo hecho de estas equivocaciones no puede considerarse como una explicación suficiente de la crisis. Las disposiciones erróneas que terminan en pérdidas para todos aparecerán probablemente sólo en el caso de que podamos demostrar por qué todos los emprendedores han de equivocarse simultáneamente en la misma dirección. La explicación de que esto se debe a una especie de infección psicológica, o de que por cualquier otra razón la mayoría de los emprendedores tiene que cometer el mismo error de criterio, no es muy convincente. Sin embargo, lo más probable es que todos resulten equivocados por haber prestado atención a índices o síntomas que generalmente son fidedignos. Hablando más concretamente, puede ser también que los precios que regían cuando los emprendedores tomaron sus decisiones, o en los que basaron sus expectativas del futuro, creen perspectivas que necesariamente tienen que fracasar. En este caso tendríamos que distinguir entre lo que llamaríamos errores justificados, causados por el sistema de precios, y simplemente errores acerca del curso de los hechos  externos. Aunque no tengo tiempo para examinar este aspecto un poco más, debo mencionar que probablemente existe una íntima conexión entre esta distinción y la distinción tradicional entre las teorías ‘endógena’ y ‘exógena’ del ciclo económico.

Por ahora, el caso más interesante de decisiones de emprendedores, en donde el resultado depende enteramente de lo correcto del punto de vista generalmente en boga acerca de los futuros desarrollos, lo presenta el caso de las inversiones en tanto las afecte la situación del mercado de capital en general y no la situación especial de determinadas industrias. En este caso la misma causa puede provocar las malas inversiones no solamente en una o en pocas industrias, sino en todas al mismo tiempo. El éxito de cualquier inversión hecha por un período de tiempo considerable depende del curso futuro del mercado de capital y de la tasa de interés. Si en cualquier momento la gente principia a aumentar el equipo de producción, esto representará generalmente sólo una parte de un nuevo proceso que se completará ayudado por más inversiones diseminadas a través de un período de tiempo; y la primera inversión resultará entonces provechosa sólo cuando la oferta de capital haga posibles los nuevos cambios que se anticiparon. En general, es quizá cierto decir que la mayoría de las inversiones se hace ante la perspectiva de que la oferta de capital continuará al nivel actual por algún tiempo. En otras palabras, los emprendedores consideran la presente oferta de capital y el tipo de interés actual como un síntoma de que continuará aproximadamente la misma situación por algún tiempo. Y es precisamente la existencia de tales supuestos lo que justifica el uso de nuevo capital para dar comienzo a nuevos métodos indirectos de producción, que, para poder completarse, necesitan de nuevas inversiones por un tiempo mayor.

De allí que bastarían fluctuaciones severas e imprevistas en los ahorros para causar enormes pérdidas a las inversiones efectuadas en el período precedente, creando así la situación característica de una crisis económica. La causa de esta crisis podría atribuirse a que los emprendedores habrían considerado equivocadamente un aumento temporal en la oferta de capital como si fuera permanente y actuaran bajo este supuesto. La única razón para que no podamos considerar esto como una explicación suficiente de las crisis económicas que conocemos es que la experiencia no nos permite suponer que puedan ocurrir tales fluctuaciones en el volumen de ahorros, excepto como  resultado de las crisis. Si no fuera por éstas, las que, en consecuencia, tendremos que explicar de distinta manera, se podría justificar el supuesto de los emprendedores de que la oferta de ahorro continuaría al mismo nivel actual. Las decisiones de los hombres de empresa sobre las cantidades de bienes de consumo que se podrían vender como resultado de sus inversiones actuales y las fechas de venta coincidirían con las intenciones de los consumidores en cuanto a las porciones de su ingreso que desearían consumir en varias fechas.”

Los precios de todos los bienes y servicios están interconectados; también los factores de producción

Con los alumnos de Microeconomía de OMMA-Madrid vemos los precios de bienes y servicios sustitutos y complementarios. Leemos a Mises, quien analiza en “La Acción Humana” la interconexión de los precios y considera las distintas expresiones de este fenómeno:

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“Si un proceso definido de producción da como resultado los productos p y q simultáneamente, las decisiones y acciones empresariales estarán dirigidas por la evaluación de la suma anticipada de los precios de p y q. Los precios de p y q están particularmente conectados entre sí ya que cambios en la demanda de p (o de q) generan cambios en la oferta de q (o de p). La relación mutua de los precios de p y q puede llamarse conexión de producción. El empresario llama a p (o q) un subproducto de q (o p).”

Luego señala la conexión de consumo. Esta sería cuando la producción de un bien de consumo requiere el empleo de dos factores y no importa que la combinación de esos factores la realice una misma empresa o distintas, o incluso el mismo consumidor comprando dos productos y combinándolos luego.

Finalmente la “conexión de sustitución”: “Si los servicios que brinda un producto b puede ser sustituidos, aunque no sea de forma perfecta, por otros que brinda el producto a, un cambio en el precio de uno de ellos afectará al precio del otro. La relación mutua entre los precios de a y b puede llamarse conectividad de sustitución”.

Pero luego, existe una conectividad mucho más general. Así la presenta Robert P. Murphy en la “Guía para el estudio de La Acción Humana”:

“Los precios de ciertos bienes tienen una conexión especial; el rebaja de precio de la manteca de maní puede afectar al precio de las mermeladas. Y aún más generalmente, los precios de todos los bienes están interconectados porque todos los bienes y servicios compiten por el dinero de los compradores. Y como se requiere de trabajo para la producción de todo bien, están todos interrelacionados tanto por el lado del consumo como por el de la producción. Es imposible analizar un precio específico en forma aislada.”

Esta conectividad se debe a la existencia de muchos factores que no son específicos. Dice Mises que en un mundo ideal en el que cada factor fuera específico cada actividad estaría aislada de las otras.

Concluye en este tema:

“Sería absurdo considerar a un precio definido como si fuera un objeto aislado en sí mismo. Un precio expresa la posición que los hombres actuantes le otorgan a una cosa en el estado presente de los esfuerzos para remover una insatisfacción. No indica relación con algo inmutable, sino solamente una posición instantánea en un conjunto permanentemente cambiante. En esta colección de cosas que son consideradas valiosas por los juicios de valor de las personas actuantes el lugar de cada una de ellas está interrelacionado con todas las demás. Lo que llamamos precio es una relación, dentro de un sistema integrado, que es el efecto compuesto de las valoraciones humanas.”

Tarifas y costos que inflan los precios: Böhm-Bawerk dice que los costos no determinan los precios

En estos días de aumentos de precios y ajustes de tarifas todos hablan dando por sentado que los costos determinan los precios. Precisamente, con los alumnus de OMMA Madrid estamos viendo este tema y una lectura de Böhm-Bawerk al respecto.

Lo esencial, no es visible a los ojos, decía el Principito, de Saint Exúpery. Algo así sucedió por mucho tiempo en relación a los precios y a los costos (que también son precios). Durante siglos, filósofos y luego economistas, discutieron la relación entre precios y costos, confundidos porque a simple vista parece que cualquier comerciante, por ejemplo, simplemente toma en cuenta su costo de compra y le suma un cierto porcentaje para establecer sus propios precios. Es cierto, ése es un método sencillo que utilizan muchos, pero no nos explica la real relación entre costos y precios. Sí lo hace Böhm-Bawerk:

Bohm Bawerk - Positive Theory of Capital

“En lo que sigue trataré, tan breve y claro como sea posible, de describir la concatenación entre Valor, Precio y Costos; y creo que no exagero al decir que, entender claramente esta conexión, es entender claramente la mejor parte de la Economía Política.”

“La formación del valor y el precio comienza con las valoraciones subjetivas de los consumidores sobre los productos terminados. Estas valoraciones determinan de la demanda de esos productos. Como oferta, contra esta demanda, se encuentra, en primer lugar, el stock de productos terminados que mantienen los productores. El punto de intersección de estas valoraciones bilaterales, la valoración de los pares marginales, determina, como sabemos, el precio y, por supuesto, determina el precio de cada clase de producto separadamente. Así, por ejemplo, el precio de rieles de hierro es determinado por la relación entre la oferta y la demanda de rieles, y, similarmente, el predio de todo otro producto hecho con el bien de producción hierro –tales como espadas, arados, martillos, láminas, calderas, máquinas, etc- es determinado por la relación entre la oferta y la demanda de cada uno de esos productos específicos.

Para que quede esto bien claro, asumamos que la relación entre los requerimientos y los stocks de distintos productos de hierro –y, por ende, sus precios- son diferentes; que el precio de una cantidad de un producto que puede fabricarse de una misma unidad de material- por ejemplo una tonelada de hierro- varía de 2 para el más barato a 20 para el más caro de los productos. Estos precios son el resultado de la posición del mercado en el momento, y hemos ya asumido que el stock de productos (la oferta) son una cierta cantidad. Pero lo son solamente por un momento. A medida que pasa el tiempo, están siendo siempre suplementados por la producción, y esto los convierte en una cantidad variable. Sigamos las circunstancias de esta producción.

Para la manufactura de productos de hierro los fabricantes, por supuesto, necesitan hierro. Bajo el sistema de la división del trabajo deben comprarlo en el mercado del hierro. Los fabricantes representan esta demanda de hierro. En cuanto a la magnitud de la demanda, está claro que cada productor comprará tanto hierro como le requiera producir la cantidad de bienes que espera vender entre sus clientes. Obviamente ningún fabricante pagará más por la tonelada de hierro de lo que pueda obtener de sus propios clientes en la forma del precio; pero hasta este punto, aun en el peor caso, podrá competir y competirá antes que dejar que su proceso se pare por falta de materia prima. El fabricante, entonces, que puede emplear rentablemente la tonelada de hierro si obtiene 20 de sus clientes será un comprador en el mercado; aquél que puede emplear rentablemente una tonelada de hierro a 16 naturalmente, no comprará a un precio superior a 16, y así sucesivamente.

De esta forma, el precio de mercado que cada productor de productos de hierro obtiene por sus productos específicos (o la proporción del precio de mercado que cae sobre el hierro según la ley de los bienes complementarios) lo provee de la valoración concreta que tienen en mente cuando se suma a la demanda de hierro.”

Una, o varias, contradicciones no resueltas en la teoría del valor-trabajo. Compromiso no cumplido

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, de Económicas, UBA, vemos partes de un ensayo de Eugen von Böhm-Bawerk, con el título: “Una Contradicción no Resuelta en el Sistema Económico Marxista”. El título lo dice todo. En este trabajo muestra de una vez y para siempre la inconsistencia de la teoría del valor-trabajo.

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“Como autor, Marx fue un hombre de envidiable ventura. Su obra no se puede clasificar entre los libros fáciles de leer o de comprender. La mayoría de los libros de este tipo –aun aquellos con una dialéctica más asequible y una ilación matemática más liviana— habrían encontrado completamente obstaculizado el camino hacia la popularidad. Pero, contrariamente, Marx se ha transformado en el apóstol de un amplio círculo de lectores, incluyendo a aquellos que, por norma, no leen libros difíciles. Más aún, la fuerza y la claridad de su razonamiento no eran tales como para convencer a nadie. Al revés, hombres calificados como los pensadores más serios y valiosos de nuestra ciencia, por ejemplo Karl Knies, han afirmado, desde un comienzo, mediante argumentos imposibles de pasar por alto, que la enseñanza de Marx estaba repleta, de principio a fin, de toda clase de contradicciones, tanto de lógica como de hechos. Podría fácilmente haber sucedido que la obra de Marx no hubiera encontrado partidarios ni entre el público común —que no podía entender su difícil dialéctica— ni entre los especialistas, que sí la comprendían, pero captaban demasiado bien sus limitaciones. Sin embargo, en la práctica, ha sucedido lo contrario.

Tampoco ha sido perjudicial para su influencia el hecho de que la obra de Marx haya permanecido como una estructura incompleta durante su vida. Generalmente, y con razón, desconfiamos de los primeros volúmenes, no proyectados a nuevos sistemas. Los principios universales pueden describirse seductoramente en las «Secciones Generales» de un libro, pero sólo se pueden corroborar si realmente poseen la fuerza de convicción que les atribuye su creador cuando, en la elaboración del sistema, se confrontan con todos los hechos minuciosamente. En la historia de la ciencia, muchas veces se ha dado el caso de que un primer volumen, promisorio y respetable, no ha sido continuado en un segundo volumen simplemente porque, bajo el propio análisis investigador del autor, los nuevos principios no soportan la prueba de las situaciones concretas. Pero la obra de Karl Marx no ha sufrido estos contratiempos. La gran masa de sus seguidores, basándose en la fuerza de su primer libro, tenía una fe ciega en sus obras aún no escritas.

Esta confianza, por una parte, fue sometida a una severa e inusual comprobación. Marx había expresado, en su primer libro, que todo el valor de las mercancías se basaba en el trabajo involucrado en ellas y que en virtud de esta «ley del valor» deberían intercambiarse en proporción a la cantidad de trabajo en ellas invertido; que, además, la rentabilidad o plusvalía ganada por el capitalista era el fruto de la explotación del trabajador; que, sin embargo, el monto de la plusvalía no estaba en proporción al monto total del capital invertido por el capitalista, sino sólo al monto de la parte «variable» —esto es, a aquella parte del capital pagado en sueldos y salarios—, mientras que el «capital constante», el capital empleado en la adquisición de los medios de producción, no aumentaba la plusvalía. En la vida diaria, sin embargo, la rentabilidad del capital está en proporción al capital total invertido; y, principalmente por esto, las mercancías no se intercambian de hecho en proporción a la cantidad de trabajo invertido en ellas. En este punto, por lo tanto, había una contradicción entre teoría y práctica que escasamente admitía una explicación satisfactoria. Pero esta contradicción manifiesta tampoco escapó al análisis de Marx. Con respecto a ella, el autor dice: «Esta ley (esta ley, a saber, establece que la plusvalía está en proporción sólo con la parte variable del capital) contradice claramente toda la experiencia prima facie». Pero al mismo tiempo declara que la contradicción es sólo aparente y su solución requiere juntar muchos cabos sueltos, postergándose para los siguientes volúmenes de su obra. La crítica especializada pensó que podía anticiparse con relativa certeza que Marx nunca cumpliría su compromiso, ya que, como era difícil probarla, la contradicción era insoluble.

Sus argumentos, sin embargo, no produjeron ninguna impresión en el conjunto de sus seguidores. Su simple promesa excedía todas las refutaciones lógicas.

Mises explica cómo era la teoría del valor de los clásicos y cómo la superaron Menger, Jevons y Walras

Con los alumnos de OMMA Madrid vemos cómo Mises explica la utilidad marginal en su libro “Acción Humana”, Cap VII:

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“Veamos cuál era el pensamiento económico prevaleciente en los albores de la elaboración de la moderna teoría del valor por Carl Menger, William Stanley Jevons y León Walras. Quienquiera construir una teoría elemental del valor y los precios debe comenzar considerando la utilidad. En verdad, nada es más plausible que asumir que las cosas son valoradas según su utilidad. Pero, entonces, surge una dificultad, que presentó a los viejos economistas un problema que no pudieron resolver. Ellos observaron que aquellas cosas cuya ‘utilidad’ es mayor son menos valoradas que otras cosas de menor utilidad. El hierro es menos apreciado que el oro. Este hecho parece incompatible con una teoría del valor y los precios basada en el concepto de utilidad y valor de uso. Los economistas creyeron que tenían que abandonar dicha teoría y trataron de explicar el fenómeno del valor y los intercambios de mercado por medio de otras teorías.

Solo después pudieron los economistas descubrir que la paradoja aparente era resultado de una errónea formulación del problema en cuestión. Las valoraciones y las elecciones que resultan en tasas de intercambio en el mercado no deciden entre oro y hierro. El hombre actuante no se encuentra en una posición en la que debe elegir entre todo el oro y todo el hierro. Elige en un momento y lugar definido y bajo condiciones definidas entre una cantidad estrictamente limitada de oro y una cantidad estrictamente limitada de hierro. Su decisión de elección entre 100 onzas de oro y 100 toneladas de hierro no depende en absoluto de la decisión que tomaría si se encontrara en la muy improbable situación de elegir entre todo el oro y todo el hierro. Lo que solo cuenta para su elección real es si bajo las condiciones existentes, la satisfacción directa e indirecta que le podrían brindar 100 onzas de oro es mayor o menor que la satisfacción directa e indirecta que podría derivar de las 100 toneladas de hierro. No expresa un juicio académico o filosófico en relación el valor ‘absoluto’ del oro y del hierro; no determinar si el oro es más importante que el hierro para la humanidad; no argumenta como un autor de libros sobre la filosofía de la historia o los principios de la ética. Simplemente elige entre dos satisfacciones, cuando no puede tenerlas a ambas.”

“El juicio de valor se refiere solamente a la oferta de la que se ocupa un acto concreto de elección. Una oferta es, por definición, siempre compuesta de partes homogéneas, cada una de las cuales es capaz de rendir los mismos servicios que cualquier otra parte, y puede ser sustituida por ella. Por lo tanto, resulta inmaterial para el acto de elección elegir qué parte en particular forma parte de su objetivo. Todas las partes –unidades- de un stock disponible se consideran igualmente útiles y valorables si surgiera el problema de entregar una de ellas. Si la oferta se redujera por la pérdida de una unidad, el hombre actuante debe decidir de nuevo cómo utilizar las distintas unidades que quedan. Es obvio que ese menor stock no puede brindar los mismos servicios que el stock mayor. Aquel empleo de las distintas unidades que bajo esta nueva circunstancia ya no puede obtenerse, fue, en la visión del hombre actuante, el empleo menos urgente entre todos aquellos que podría haber asignado a las distintas unidades con el stock mayor. La satisfacción que derivaba del uso de una unidad en su empleo era la menor de las satisfacciones que las unidades del stock mayor le habían dado. Es solamente sobre el valor de esta satisfacción marginal que tiene que decidir si surge la necesidad de renunciar a una unidad del stock total. Enfrentado con el problema del valor asignado a una unidad de una oferta homogénea, el hombre decide sobre la base del valor del uso o empleo menos importante de toda la oferta; decide en base a la utilidad marginal.”

“Si el hombre se enfrenta a la alternativa de renunciar a una unidad de su oferta de a, o una unidad de su oferta de b, no compara el valor total de su stock total de a con el valor total de su stock de b. Compara las valoraciones marginales de a y de b. Aunque pueda valorar la oferta total de a, más alto que la oferta total de b, el valor marginal de b puede ser mayor que el valor marginal de a.”

Microeconomía: ¿Qué estudiamos? Cómo actúan y deciden personas reales, no el homo economicus

Con los alumnos de Omma Madrid en la materia de Microeconomía leemos a Mises en “La Acción Humana”, capítulo IV donde define precisamente eso que da título a su obra pero, en definitiva, define lo que estudia la economía. Mucha gente cree que los economistas se ocupan de “cosas materiales”, como el dinero o la producción de bienes. Otros, ya economistas, creen que se refiere a decisiones que toma la “sociedad”, como si ésta existiera como un ser con vida propia:

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“La economía es el estudio de la forma en que las sociedades deciden qué van a producir, cómo y para quién con los recursos escasos y limitados” (Stanley Fischer, Rudiger Dornbusch & Richard Schmalensee, Economía, 2a. edición (Madrid : McGraw-Hill, 1989), pág. 3).

 

Mises, por el contrario, sostiene que la praxeología (nombre que él daba a la ciencia de la acción humana de la que forma parte la economía)… “no se ocupa propiamente del mundo exterior, sino de la conducta del hombre ante las realidades objetivas. La teoría económica no trata sobre cosas y objetos materiales; trata sobre los hombres, sus apreciaciones y, consecuentemente, las acciones humanas que de ellas se derivan. Los bienes, mercancías, la riqueza y todas las demás nociones de la conducta, no son elementos de la naturaleza, sino elementos de la mente y de la conducta humana. Quien desee entrar en este segundo universo debe olvidarse del mundo exterior, centrando su atención en lo que significan las acciones que persiguen los hombres.”

 

“La praxeología y la economía no se ocupan de cómo deberían ser las apreciaciones y actuaciones humanas, ni menos aún de cómo serían si todos los hombre tuvieran una misma filosofía absolutamente válida y todos poseyeran un conocimiento pleno de la tecnología. En el marco de una ciencia cuyo objeto es el hombre, víctima con frecuencia de la equivocación y el error, no hay lugar para hablar de nada con ‘vigencia absoluta’ y menos aún de omnisciencia. Fin es cuanto el hombre apetece; medio, cuanto el actor considera tal.

 

Compete a las diferentes técnicas y a la terapéutica refutar los errores en sus respectivas esferas. A la economía incumbe idéntica misión, pero en el campo de la actuación social. La gente rechaza muchas veces las enseñanzas de la ciencia, prefiriendo aferrarse a falaces prejuicios; tal disposición de ánimo, aunque errada, no deja de ser un hecho evidente y como tal debe tenerse en cuenta. Los economistas, por ejemplo, estiman que el control de los cambios extranjeros no sirve para alcanzar los fines apetecidos por quienes apelan a ese recurso. Pero bien puede ocurrir que la opinión pública se resista a abandonar el error e induzca a las autoridades a imponer el control de cambios. Tal postura, pese a su equivocado origen, es un hecho de indudable influjo en el curso de los acontecimientos. La medicina moderna no reconoce, por ejemplo, virtudes terapéuticas a la célebre mandrágora; pero mientras la gente creía en ellas, la mandrágora era un viene económico, valioso, por el cual se pagaban elevados precios. La economía, al tratar de la teoría de los precios, no se interesa por lo que una cosa deba valer para quien la adquiere; nuestra disciplina analiza precios objetivos, los que efectivamente la gente estipula en sus transacciones; se desentiende totalmente de los pecios que sólo aparecerían si los hombre no fueran como realmente son.”

Comercio internacional: de ventajas absolutas, a relativas, ¿Krugman aporta en el camino a Mises?

Los alumnos de International Business and Trade, de la Maestría en Entrepreneurship del Swiss Management Center leen el apartado C, del Informe Mundial de Comercio de la OMC para el año 2008.

Lo interesante de ese apartado es que presenta una resumida (aunque para ellos no tanto) visión de la evolución de la teoría del comercio internacional. Aunque comienza tratando el tema desde una perspectiva “normativa”, esto es, ver si un comercio más libre es beneficioso, trata la teoría que es descriptiva y que señala que, precisamente, eso es lo que ocurre.

En cierta forma es curioso que se siga discutiendo sobre esto luego de más de 200 años. Cualquiera de nosotros aceptaría como beneficioso un intercambio que hiciéramos voluntariamente con un amigo o vecino. No hay mayor diferencia si el vecino o amigo se encuentra en otro país, esa circunstancia no cambia la esencia del intercambio.  Pero, por supuesto, en materia de política todo es muy diferente y la simple existencia de una frontera modifica un intercambio que busca realizar entre alguien en Río de Janeiro y San Pablo a diferencia del mismo intercambio entre uno en Porto Alegre y otro en Santa Cruz de la Sierra. 

En definitiva, el derrotero de la teoría del comercio internacional parece encontrarse todo reducido a la presentación del principio que hiciera Mises bajo el nombre de “Ley de Asociación”, es decir, las ventajas que provienen de la división del trabajo y de los intercambios. 

En una época en la cual predominaban los argumentos “mercantilistas”, quienes pensaban que el país más “fuerte” era el que poseía más oro o metales preciosos, Adam Smith se presenta para señalar esa verdad básica: que no es más rico el país que tiene más oro sino el que produce más bienes y servicios. El oro, o cualquier otra moneda, es solamente un medio de intercambio, para obtener aquellos bienes o servicios que necesitamos.  Adam Smith también presentó la teoría de las ventajas absolutas.

Dice el informe:  “Existen dos leyes de la ventaja comparativa: la “positiva”, que predice lo que cabe prever que hagan los países, y la “normativa”, que sugiere lo que deberían hacer. La versión positiva predice que, si un país puede comerciar, exportará mercancías en las que tenga una ventaja comparativa. La normativa sugiere que si un país puede comerciar, obtendrá beneficios de la especialización”.  Para el informe, las diferencias entre los países son de tecnología o en la dotación de recursos (modelo Heckscher-Ohlin). Curiosamente, aparece aquí Paul Krugman con la teoría que le permitiera luego ganar el Premio Nobel, bien diferente de sus opiniones en el New York Times:

“Dado que los modelos tradicionales sobre el comercio no parecían aptos para explicar los fenómenos que se han descripto ut supra, resultaba necesaria una “nueva” teoría sobre el comercio. El modelo de la competencia monopolística de Krugman es tal vez el enfoque más conocido, aportando una teoría sencilla y, no obstante, convincente, de las razones por las que países similares (en cuanto a la tecnología y las dotaciones) se benefician de comerciar entre sí y de que una parte importante de ese comercio pueda tener lugar en las mismas ramas de producción. En el modelo de Krugman son fundamentales dos hipótesis básicas, que pueden observarse con facilidad en el mundo real, a saber: “rendimientos crecientes a escala” y “la preferencia del consumidor por la variedad”. 

Pero incluso este modelo de Krugman ha sido superado en la dirección de Mises. Bajo el título “Novedades recientes: los beneficios de la productividad”, el informe presenta una subsección titulada “Las diferencias entre las empresas tienen importancia”, donde se consideran teorías que señalan que estas diferencias que promueven los intercambios hay que bajarlas de los países a las industrias (lo que hizo Krugman) y luego a nivel de las empresas.  Y Mises diría, por supuesto, y esto llega hasta el nivel de los individuos, es el principio básico de Adam Smith: los beneficios de la división del trabajo y los intercambios.

Menger presentó la teoría sobre el origen del dinero: Radford ahora la verifica en un campo de guerra

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, de Económicas, UBA, vimos primero a Carl Menger, no aquí como uno de los autores de la “revolución marginalista” en la teoría del valor, sino como uno de los pioneros de la economía institucional y de la economía evolutiva. Y luego leemos el artículo de R. A. Radford, economista inglés, quien explica el origen del dinero en un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra, confirmando toda la teoría de Menger. LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN; R.A. RADFORD (Economica, Nov. 1945):

Campo de prisioneros

La moneda-cigarrillo

“Aunque los cigarrillos presentan ciertas peculiaridades en su función de moneda, cumplían todas las funciones de una moneda metálica como unidades de cuenta, como medidas de valor y como depósito de valor, y presentaban la mayoría de sus características. Eran homogéneos, razonablemente duraderos, y del tamaño adecuado para las pequeñas transacciones, y en paquetes, también para las más grandes. Por cierto, que también podían ser «aligerados» retorciéndolos entre los dedos, de forma que caían hebras de tabaco.

Los cigarrillos se vieron también sujetos a la Ley de Gresham. Algunas marcas eran más populares que otras entre los fumadores, pero a efectos de su función como moneda, un cigarrillo era un cigarrillo. En consecuencia, los compradores usaban las peores calidades y la tienda raramente se vio en posesión de las marcas más populares: cigarrillos como los Churchman N° 1 se usaban muy poco en el comercio. Una vez, empezaron a circular cigarrillos hechos a mano con tabaco de pipa. El tabaco de pipa era distribuido por la Cruz Roja a una tasa de 25 cigarrillos la onza y esta era la tasa generalmente utilizada en los intercambios, pero con una onza se podían conseguir 30 cigarrillos de confección casera. Naturalmente la gente que poseía cigarrillos hechos a máquina, los rompía y volvía a liar el tabaco, de forma que los verdaderos cigarrillos desaparecieron prácticamente del mercado. Los cigarrillos hechos a mano no eran homogéneos y los precios no podían expresarse ya en ellos con seguridad: todo el mundo examinaba cada cigarrillo antes de aceptarlo y rechazaba los delgados o exigía uno extra como compensación. Durante algún tiempo sufrimos todas las consecuencias de una moneda depreciada.

Los cigarrillos hechos a máquina fueron siempre universalmente aceptados, tanto por lo que podían comprar como por sí mismos. Era precisamente su valor intrínseco lo que daba lugar a su principal inconveniente como moneda, una desventaja Que se da también, aunque en mucha menor escala, en el caso de la moneda metálica, es decir, el hecho de la existencia de una fuerte demanda con fines no-monetarios. En consecuencia, nuestra economía se veía sometida repetidamente a deflaciones y períodos de escasez de dinero. Mientras las entregas de la Cruz Roja de 50 ó 25 cigarrillos por individuo y semana se producían con regularidad y mientras existían stocks adecuados, la moneda-cigarrillo servía admirablemente a nuestros propósitos.

Pero cuando las entregas se interrumpían, los stocks desaparecían rápidamente, los precios caían, el comercio declinaba en volumen y se convertía cada vez más en trueque. Estas tendencias deflacionistas eran periódicamente compensadas por la repentina inyección de moneda nueva. Los paquetes privados de cigarrillos llegaban a cuentagotas a lo largo del año, pero la mayor parte llegaba cada trimestre cuando la Cruz Roja recibía su asignación de servicios de transporte. Varios cientos de miles de cigarrillos podían llegar en el espacio de una quincena. Los precios se disparaban, hasta que empezaban a bajar, primero despacio pero con creciente rapidez a medida que los stocks se agotaban, hasta que llegaba la siguiente distribución importante. La mayor parte de nuestros problemas económicos se podían atribuir a esta fundamental inestabilidad.”