Los fundamentos de la democracia constitucional: Kliemt, discípulo y/o crítico de James Buchanan

Hartmut Kliemt es un reconocido profesor, discípulo de James Buchanan y actualmente profesor de Behavioral and Institutional Economics en la Universidad de Giessen, en Alemania. Pero todo discípulo tiene también una visión independiente, que puede hasta ser crítica en algunos aspectos. Es lo que hace Kliemt. Publica in artículo titulado “The logical foundations of constitutional democracy between legal positivism and natural law theory”: Public Choice volume 195, pages269–281 (2023): https://doi.org/10.1007/s11127-021-00888-9

“Al rechazar todas las afirmaciones de conocimiento sobre el bien y el mal en asuntos prácticos, James Buchanan estuvo de acuerdo con el positivismo legal de que la ley inválida no puede identificarse por su contenido sustantivo sino solo por un defecto heredado en su creación fáctica. Más allá de la creación correcta, Buchanan propuso como una restricción de ley casi natural que la unanimidad a la sombra del poder de veto individual debe ser al menos concebible si una norma ha de ser ley. La concepción híbrida emergente del derecho constitucional es sintomática de los esfuerzos interminables pero en última instancia inútiles de Buchanan para incorporar los ideales kantianos de respeto interpersonal en la economía constitucional sin imponerlos como valores personales.”

Y aquí van sus diferencias, o críticas:

“De acuerdo con la norma básica («procesal») del seminal Calculus of Consent de Buchanan y Tullock (1962/1999, vol. 3), cualquier contenido normativo sustantivo puede convertirse en ley válida siempre que el «soberano democrático» («podría posiblemente tener» ) lo aceptó con “unanimidad democrática a la sombra del poder de veto individual”. Que cualquier contenido puede convertirse en derecho si se identifica como derecho mediante una “regla de reconocimiento” que prevalece en los hechos (Hart, 1961) es el principio fundamental del positivismo jurídico, mientras que la condición normativa de “unanimidad democrática a la sombra del poder de veto individual” va más allá una regla positivista de reconocimiento en el sentido de que descarta el contenido y, en este sentido, es funcionalmente equivalente a los requisitos normativos sustantivos de las teorías del derecho natural.»

 

En lo que sigue identificaré, en primer lugar, en el enfoque de Buchanan sobre el derecho constitucional, imágenes especulares de elementos cruciales de la “teoría pura del derecho” de Hans Kelsen (ver Secc. 2). ampliamente el positivismo hartiano y el relativismo ético con su concepción de la autoridad de los procedimientos democráticos constitucionales (ver Secc. 3). Como observación final, indicaré por qué considero a Buchanan como una variante del contractualismo filosófico que es superior a la mayoría de sus competidores, pero también por qué, en última instancia, sigo sin convencerme del contractualismo (ver Sección 4). – Dado que Buchanan normalmente lanza sus propios ataques teóricos sobre cuestiones fundamentales de las ideas hobbesianas, permítanme comenzar desde allí también.”

Antonio de Viti de Marco, economista italiano, precursor del análisis económico de la política

James Buchanan, principal autor del análisis económico de la política, por lo que recibe el premio Nobel, valoraba a muchos economistas italianos de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Uno de ellos es considerado en este trabajo: Working Paper Series Department of Economics University of Verona; “Monopolistic” vs. “Cooperative” State in the Institutional and Economic Modelling of Antonio De Viti De Marco, por  Luca Tedesco de la Universidad Roma Tre y Roberto Ricciuti de la Universidad de Verona: http://dse.univr.it/home/workingpapers/wp2023n7.pdf

“Antonio de Viti de Marco fue una de las figuras más representativas de la escuela italiana de finanzas públicas y es considerado un padre intelectual de la escuela Public Choice. En este trabajo analizamos las relaciones entre sus teorías y las de Herbert Spencer, citado explícitamente por de Viti de Marco en sus escritos. También exploramos en qué medida la teoría alimentó las campañas políticas y periodísticas en las que participó, buscando influir en la política económica y financiera del gobierno. De Viti de Marco y sus socios propusieron una salida a la crisis de fin de siècle basada en un nuevo pacto fiscal y de libre comercio, que a su vez se sustentaba en una visión del modelo británico que ya estaba en crisis en su tierra natal. Como era de esperar, esta ruta no fue elegida por el gobierno, que optó por la represión.”

Dos escuelas económicas que bien pueden estar relacionadas: la de Freiburg y la de Virginia

Dos escuelas económicas que bien pueden estar relacionadas: la de Freiburg y la de Virginia. Es lo que trata un número dedicado al respecto de la revista Public Choice, que comienza con este artículo: “The Freiburg School and the Virginia School: introduction to the special issue”, por Lars P. Feld & Daniel Nientiedt de la Universidad de Freiburg y el Walter Eucken Institute: Public Choice volume 195, pages193–196 (2023); https://doi.org/10.1007/s11127-023-01060-1

Observaciones preliminares

“James Buchanan fue una de las dos personas que sirvieron como presidente honorario del Instituto Walter Eucken en Freiburg, Alemania, el otro fue Friedrich A. von Hayek. El ordoliberalismo alemán, especialmente el tipo de Friburgo, y la economía constitucional de Buchanan son programas de investigación similares destinados a estudiar las interacciones y los resultados económicos basados ​​en reglas (Vanberg, 1988).

Köhler y Kolev (2013) muestran que el programa liberal basado en reglas de la Vieja Escuela de Chicago, principalmente las obras de Henry Simons y Frank Knight, se desarrolló casi al mismo tiempo que la Escuela de ordoliberalismo de Friburgo. El ordoliberalismo surgió como un programa para estudiar el impacto de la política económica guiada por reglas en los resultados económicos. Buchanan, alumno de Knight y Simons, también reconocería más tarde que la Old Chicago School y la Freiburg School of Economics eran parientes cercanos (ver su charla en el Summer Institute 2009 y Buchanan, 2010). Por lo tanto, fue un paso natural organizar una conferencia (celebrada en el Instituto Walter Eucken en Freiburg en diciembre de 2018) que no solo abordó las similitudes y diferencias entre la elección pública/economía constitucional y el ordoliberalismo, sino que también analizó futuras vías para desarrollar los programas de investigación. más.

Ambos programas han estado recientemente en el centro de polémicos debates públicos. Nancy MacLean (2017) atacó la elección pública al acusar a Buchanan y su grupo de investigación de planear una revolución para derrocar la democracia estadounidense. Se responsabilizó al ordoliberalismo de las medidas de austeridad en Europa tras la crisis financiera de 2008/2009 y la posterior crisis de la deuda europea. Los artículos presentados en este número especial refutan tales acusaciones por múltiples motivos.”

También sobre el mismo tema:

Feld, L.P., Köhler, E.A. Standing on the shoulders of giants or science? Lessons from ordoliberalism. Public Choice 195, 197–211 (2023). https://doi.org/10.1007/s11127-023-01059-8

Un tema que aun hoy genera muchas confusiones: los costos son también subjetivos

Siempre ha existido una gran confusión con el concepto de “costo”, que para muchos es determinante de los precios. Cuesta entender que el costo es también subjetivo, aunque el emprendedor realice cálculo económico para estimarlo y tomar una decisión. En un interesante artículo Steve Horwitz comenta un libro fundamental para comprender este tema. Se trata Cost and Choice, de James Buchanan. Explica esto en un artículo titulado “Cost and the Agony of Choice”: https://www.econlib.org/cost-and-the-agony-of-choice/

Estas son las seis principales lecciones a tener en cuenta:

  1. Lo que es más importante, el costo debe ser sufragado exclusivamente por quien toma las decisiones; no es posible que el costo se transfiera o se imponga a otros.
  2. El costo es subjetivo; existe en la mente del tomador de decisiones y en ninguna otra parte.
  3. El costo se basa en las anticipaciones; es necesariamente un concepto prospectivo o ex ante.
  4. El costo nunca se puede realizar debido al hecho mismo de la elección: aquello a lo que se renuncia no se puede disfrutar.
  5. El costo no puede ser medido por alguien que no sea el tomador de decisiones porque no hay forma de que la experiencia subjetiva pueda observarse directamente.
  6. Finalmente, el costo puede fecharse en el momento de la decisión o elección.

¿Qué deberían hacer los economistas? Analizar los intercambios no la «asignación de recursos»

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de la Económicas en la Universidad de Buenos Aires, terminamos la materia con un tema central, planteado por James Buchanan: ¿Qué deberían hacer los economistas?

Buchanan

“Propongo examinar “el deambular de la mente de los hombres que ocupan el sillón de Adam Smith”, aquellos que tratan de mantenerse dentro del “estricto campo de la ciencia” y formulan las siguientes preguntas: ¿qué están haciendo los economistas? ¿qué “deberían” estar haciendo?

Cuando propongo examinar con espíritu crítico que es lo que hacen los economistas estoy rechazando también, como ustedes podrán notar, la propuesta familiar de Jacob Viner, para quien “la economía es lo que hacen los economistas”, propuesta a la que Frank Knight dio una naturaleza totalmente circular al agregar que “los economistas son los que hacen economía”. Esta definición funcional de nuestra disciplina da por sentada la misma pregunta que deseo formular y, de ser posible, contestar aquí. Creo que los economistas deberían asumir su responsabilidad básica; deberían, al menos, tratar de conocer el tema que manejan.

Me gustaría que consideráramos ahora un principio casi olvidado, enunciado por Adam Smith. En el capítulo 2 de The Wealth of Nations, afirma que el principio que da lugar a la división del trabajo, del que provienen tantas ventajas, “no es originalmente el efecto de alguna sabiduría humana, que prevé y tiene por objeto esa opulencia general a la cual da lugar. Es la necesaria, aunque muy lenta y gradual, consecuencia de una cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene en vista una utilidad tan extensiva; la propensión a permutar, trocar e intercambiar una cosa por otra”. Me parece sorprendente que la importancia y la significación de esta “propensión a permutar, trocar e intercambiar” haya sido pasada por alto en la mayoría de los trabajos exegéticos de la obra de Smith. Pero seguramente es aquí donde se halla su respuesta a lo que es la economía o la economía política.

Los economistas deberían concentrar su atención en una forma particular de actividad humana y en los diferentes ordenamientos institucionales que surgen como resultado de esta forma de actividad. El comportamiento del hombre en la relación de mercado que refleja su propensión a la permuta y al trueque y las múltiples variaciones de estructura que esta relación puede adoptar constituyen los temas apropiados de estudio para el economista. Al decir esto, formula, por supuesto, un juicio de valor que ustedes pueden apoyar o no. Pueden considerar este trabajo, si así lo desean, como un “ensayo persuasivo”.

El enfoque básico y elemental que sugiero coloca en el centro de la escena la “teoría de los mercados” y no la “teoría de la asignación de recursos”. Hago un alegato en favor de la adopción de una sofisticada “cataláctica”, un enfoque de nuestra disciplina que había sido introducido mucho antes por el arzobispo Whately y la escuela de Dublin, por H. D. Macleod, por el estadounidense Arthur Latham Perry, por Alfred Ammon y algunos otros.(1) No es mi objetivo en este trabajo, ni tampoco me compete, analizar las razones por las cuales estos hombres no pudieron convencer a sus colegas y sucesores. Lo que deseo hacer notar es que la idea que introdujeron y que no estuvo nunca totalmente ausente de la corriente principal de pensamiento(2) requiere, quizá, mayor énfasis ahora que en la época en la que ellos trabajaron.

¿Qué deberían hacer los economistas? Según Buchanan analizar los intercambios y las instituciones

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de la Económicas en la Universidad de Buenos Aires, terminamos la materia con un tema central, planteado por James Buchanan: ¿Qué deberían hacer los economistas?

Buchanan

“Propongo examinar “el deambular de la mente de los hombres que ocupan el sillón de Adam Smith”, aquellos que tratan de mantenerse dentro del “estricto campo de la ciencia” y formulan las siguientes preguntas: ¿qué están haciendo los economistas? ¿qué “deberían” estar haciendo?

Cuando propongo examinar con espíritu crítico que es lo que hacen los economistas estoy rechazando también, como ustedes podrán notar, la propuesta familiar de Jacob Viner, para quien “la economía es lo que hacen los economistas”, propuesta a la que Frank Knight dio una naturaleza totalmente circular al agregar que “los economistas son los que hacen economía”. Esta definición funcional de nuestra disciplina da por sentada la misma pregunta que deseo formular y, de ser posible, contestar aquí. Creo que los economistas deberían asumir su responsabilidad básica; deberían, al menos, tratar de conocer el tema que manejan.

Me gustaría que consideráramos ahora un principio casi olvidado, enunciado por Adam Smith. En el capítulo 2 de The Wealth of Nations, afirma que el principio que da lugar a la división del trabajo, del que provienen tantas ventajas, “no es originalmente el efecto de alguna sabiduría humana, que prevé y tiene por objeto esa opulencia general a la cual da lugar. Es la necesaria, aunque muy lenta y gradual, consecuencia de una cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene en vista una utilidad tan extensiva; la propensión a permutar, trocar e intercambiar una cosa por otra”. Me parece sorprendente que la importancia y la significación de esta “propensión a permutar, trocar e intercambiar” haya sido pasada por alto en la mayoría de los trabajos exegéticos de la obra de Smith. Pero seguramente es aquí donde se halla su respuesta a lo que es la economía o la economía política.

Los economistas deberían concentrar su atención en una forma particular de actividad humana y en los diferentes ordenamientos institucionales que surgen como resultado de esta forma de actividad. El comportamiento del hombre en la relación de mercado que refleja su propensión a la permuta y al trueque y las múltiples variaciones de estructura que esta relación puede adoptar constituyen los temas apropiados de estudio para el economista. Al decir esto, formula, por supuesto, un juicio de valor que ustedes pueden apoyar o no. Pueden considerar este trabajo, si así lo desean, como un “ensayo persuasivo”.

El enfoque básico y elemental que sugiero coloca en el centro de la escena la “teoría de los mercados” y no la “teoría de la asignación de recursos”. Hago un alegato en favor de la adopción de una sofisticada “cataláctica”, un enfoque de nuestra disciplina que había sido introducido mucho antes por el arzobispo Whately y la escuela de Dublin, por H. D. Macleod, por el estadounidense Arthur Latham Perry, por Alfred Ammon y algunos otros.(1) No es mi objetivo en este trabajo, ni tampoco me compete, analizar las razones por las cuales estos hombres no pudieron convencer a sus colegas y sucesores. Lo que deseo hacer notar es que la idea que introdujeron y que no estuvo nunca totalmente ausente de la corriente principal de pensamiento(2) requiere, quizá, mayor énfasis ahora que en la época en la que ellos trabajaron.

Política sin romanticismos: James Buchanan y el análisis económico de la política

Con los alumnos de la materia Historia del Pensamiento Económico I, Económicas, UBA,  comenzamos a considerar el Análisis económico de la política con uno de sus fundadores. James Buchanan en un artículo titulado “Política sin Romanticismos”

Así describe el objetivo de la “teoría de la elección pública” o Public Choice:

“En esta conferencia me propongo resumir la aparición y el contenido de la «Teoría de la Elección Pública», o, alternativamente, la teoría económica de la política, o «la Nueva Economía Política». Esta tarea de investigación únicamente ha llegado a ser importante en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, en Europa y Japón, la teoría sólo ha llegado a constituir el centro de atención de los estudiosos en los años setenta; los desarrollos en América provienen de los años cincuenta y sesenta. Como espero que mis observaciones sugieran, la Teoría de la Elección Pública no carece de antecedentes, especialmente en el pensamiento europeo de los siglos XVIII y XIX. El Eclesiastés nos dice que no hay nada nuevo bajo el sol y en un sentido auténtico tal pretensión es seguramente correcta, especialmente en las llamadas «ciencias sociales». Sin embargo, en el terreno de las ideas dominantes, la »elección pública» es nueva, y esta subdisciplina, situada a mitad de camino entre la Economía y la Ciencia Política, ha hecho cambiar la forma de pensar de muchas personas. Si se me permite utilizar aquí la manida expresión de Thomas Kuhn, creo que podemos decir que un viejo paradigma ha sido sustituido por otro nuevo. 0, retrocediendo un poco más en el tiempo y utilizando la metáfora de Nietzsche, ahora nosotros miramos algunos aspectos de nuestro mundo, y especialmente nuestro mundo de la política, a través de una ventana diferente.

El título principal que he dado a esta conferencia, «Política sin romanticismos» fue escogido por su precisión descriptiva. La Teoría de la Elección Pública ha sido el vehículo a través del cual un conjunto de ideas románticas e ilusiones sobre el funcionamiento de los Gobiernos y el comportamiento de las personas que gobiernan ha sido sustituido por otro conjunto de ideas que incorpora un mayor escepticismo sobre lo que los Gobiernos pueden hacer y sobre lo que los gobernantes harán, ideas que sin duda son más acordes con la realidad política que todos nosotros podemos observar a nuestro alrededor. He dicho a menudo que la elección pública ofrece una «teoría de los fallos del sector público» que es totalmente comparable a la «teoría de los fallos del mercado» que surgió de la Economía del bienestar de los años treinta y cuarenta. En aquel primer esfuerzo se demostró que el sistema de mercados privados fallaba en ciertos aspectos al ser contrastado con los criterios ideales de eficiencia en la asignación de los recursos y en la distribución de la renta. En el esfuerzo posterior, en la elección pública, se demuestra que el sector público o la organización política falla en ciertos aspectos cuando se la contrasta con la satisfacción de criterios ideales de eficiencia y equidad. Lo que ha ocurrido es que hoy encontramos pocos estudiosos bien preparados que están dispuestos a intentar contrastar los mercados con modelos ideales. Ahora es posible analizar la decisión sector privado-sector público que toda comunidad ha de tomar en términos más significativos, comparando los aspectos organizativos de varias alternativas realistas.

Parece cosa de elemental sentido común comparar las instituciones tal como cabe esperar que de hecho funcionen en lugar de comparar modelos románticos de cómo se podría esperar que tales instituciones funcionen. Pero este criterio tan simple y obvio desapareció de la conciencia culta del hombre occidental durante más de un siglo. Tampoco puede en absoluto decirse que esta idea sea aceptada hoy de forma general. Tenemos que admitir que la mística socialista de que el Estado, la política, consiguen alcanzar de alguna manera el «bien público» trascendente pervive todavía entre nosotros bajo diversas formas. E incluso entre aquellos que rechazan tal mística hay muchos que buscan incesantemente el ideal que resolverá el dilema de la política.”

James Buchanan, el análisis económico de la política y el papel de los economistas

Con los alumnos de UCEMA, Historia del Pensamiento Económico y Social, vemos los aportes de James Buchanan en varios artículos, y también cuál debería ser el papel de los economistas. De uno de ellos:  

Así describe el objetivo de la “teoría de la elección pública” o Public Choice:

“En esta conferencia me propongo resumir la aparición y el contenido de la «Teoría de la Elección Pública», o, alternativamente, la teoría económica de la política, o «la Nueva Economía Política». Esta tarea de investigación únicamente ha llegado a ser importante en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, en Europa y Japón, la teoría sólo ha llegado a constituir el centro de atención de los estudiosos en los años setenta; los desarrollos en América provienen de los años cincuenta y sesenta. Como espero que mis observaciones sugieran, la Teoría de la Elección Pública no carece de antecedentes, especialmente en el pensamiento europeo de los siglos XVIII y XIX. El Eclesiastés nos dice que no hay nada nuevo bajo el sol y en un sentido auténtico tal pretensión es seguramente correcta, especialmente en las llamadas «ciencias sociales». Sin embargo, en el terreno de las ideas dominantes, la »elección pública» es nueva, y esta subdisciplina, situada a mitad de camino entre la Economía y la Ciencia Política, ha hecho cambiar la forma de pensar de muchas personas. Si se me permite utilizar aquí la manida expresión de Thomas Kuhn, creo que podemos decir que un viejo paradigma ha sido sustituido por otro nuevo. 0, retrocediendo un poco más en el tiempo y utilizando la metáfora de Nietzsche, ahora nosotros miramos algunos aspectos de nuestro mundo, y especialmente nuestro mundo de la política, a través de una ventana diferente.

El título principal que he dado a esta conferencia, «Política sin romanticismos» fue escogido por su precisión descriptiva. La Teoría de la Elección Pública ha sido el vehículo a través del cual un conjunto de ideas románticas e ilusiones sobre el funcionamiento de los Gobiernos y el comportamiento de las personas que gobiernan ha sido sustituido por otro conjunto de ideas que incorpora un mayor escepticismo sobre lo que los Gobiernos pueden hacer y sobre lo que los gobernantes harán, ideas que sin duda son más acordes con la realidad política que todos nosotros podemos observar a nuestro alrededor. He dicho a menudo que la elección pública ofrece una «teoría de los fallos del sector público» que es totalmente comparable a la «teoría de los fallos del mercado» que surgió de la Economía del bienestar de los años treinta y cuarenta. En aquel primer esfuerzo se demostró que el sistema de mercados privados fallaba en ciertos aspectos al ser contrastado con los criterios ideales de eficiencia en la asignación de los recursos y en la distribución de la renta. En el esfuerzo posterior, en la elección pública, se demuestra que el sector público o la organización política falla en ciertos aspectos cuando se la contrasta con la satisfacción de criterios ideales de eficiencia y equidad. Lo que ha ocurrido es que hoy encontramos pocos estudiosos bien preparados que están dispuestos a intentar contrastar los mercados con modelos ideales. Ahora es posible analizar la decisión sector privado-sector público que toda comunidad ha de tomar en términos más significativos, comparando los aspectos organizativos de varias alternativas realistas.

Parece cosa de elemental sentido común comparar las instituciones tal como cabe esperar que de hecho funcionen en lugar de comparar modelos románticos de cómo se podría esperar que tales instituciones funcionen. Pero este criterio tan simple y obvio desapareció de la conciencia culta del hombre occidental durante más de un siglo. Tampoco puede en absoluto decirse que esta idea sea aceptada hoy de forma general. Tenemos que admitir que la mística socialista de que el Estado, la política, consiguen alcanzar de alguna manera el «bien público» trascendente pervive todavía entre nosotros bajo diversas formas. E incluso entre aquellos que rechazan tal mística hay muchos que buscan incesantemente el ideal que resolverá el dilema de la política.”

¿Qué deberían hacer los economistas? Buchanan: estudiar los intercambios y las instituciones

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de la Económicas en la Universidad de Buenos Aires, terminamos la materia con un tema central, planteado por James Buchanan: ¿Qué deberían hacer los economistas?

Buchanan

“Propongo examinar “el deambular de la mente de los hombres que ocupan el sillón de Adam Smith”, aquellos que tratan de mantenerse dentro del “estricto campo de la ciencia” y formulan las siguientes preguntas: ¿qué están haciendo los economistas? ¿qué “deberían” estar haciendo?

Cuando propongo examinar con espíritu crítico que es lo que hacen los economistas estoy rechazando también, como ustedes podrán notar, la propuesta familiar de Jacob Viner, para quien “la economía es lo que hacen los economistas”, propuesta a la que Frank Knight dio una naturaleza totalmente circular al agregar que “los economistas son los que hacen economía”. Esta definición funcional de nuestra disciplina da por sentada la misma pregunta que deseo formular y, de ser posible, contestar aquí. Creo que los economistas deberían asumir su responsabilidad básica; deberían, al menos, tratar de conocer el tema que manejan.

Me gustaría que consideráramos ahora un principio casi olvidado, enunciado por Adam Smith. En el capítulo 2 de The Wealth of Nations, afirma que el principio que da lugar a la división del trabajo, del que provienen tantas ventajas, “no es originalmente el efecto de alguna sabiduría humana, que prevé y tiene por objeto esa opulencia general a la cual da lugar. Es la necesaria, aunque muy lenta y gradual, consecuencia de una cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene en vista una utilidad tan extensiva; la propensión a permutar, trocar e intercambiar una cosa por otra”. Me parece sorprendente que la importancia y la significación de esta “propensión a permutar, trocar e intercambiar” haya sido pasada por alto en la mayoría de los trabajos exegéticos de la obra de Smith. Pero seguramente es aquí donde se halla su respuesta a lo que es la economía o la economía política.

Los economistas deberían concentrar su atención en una forma particular de actividad humana y en los diferentes ordenamientos institucionales que surgen como resultado de esta forma de actividad. El comportamiento del hombre en la relación de mercado que refleja su propensión a la permuta y al trueque y las múltiples variaciones de estructura que esta relación puede adoptar constituyen los temas apropiados de estudio para el economista. Al decir esto, formula, por supuesto, un juicio de valor que ustedes pueden apoyar o no. Pueden considerar este trabajo, si así lo desean, como un “ensayo persuasivo”.

El enfoque básico y elemental que sugiero coloca en el centro de la escena la “teoría de los mercados” y no la “teoría de la asignación de recursos”. Hago un alegato en favor de la adopción de una sofisticada “cataláctica”, un enfoque de nuestra disciplina que había sido introducido mucho antes por el arzobispo Whately y la escuela de Dublin, por H. D. Macleod, por el estadounidense Arthur Latham Perry, por Alfred Ammon y algunos otros.(1) No es mi objetivo en este trabajo, ni tampoco me compete, analizar las razones por las cuales estos hombres no pudieron convencer a sus colegas y sucesores. Lo que deseo hacer notar es que la idea que introdujeron y que no estuvo nunca totalmente ausente de la corriente principal de pensamiento(2) requiere, quizá, mayor énfasis ahora que en la época en la que ellos trabajaron.

Public choice o Elección Pública: James Buchanan y la política sin romanticismos

Con los alumnos de la materia Historia del Pensamiento Económico I, Económicas, UBA,  comenzamos a considerar el Análisis económico de la política con uno de sus fundadores. James Buchanan en un artículo titulado “Política sin Romanticismos”

Así describe el objetivo de la “teoría de la elección pública” o Public Choice:

“En esta conferencia me propongo resumir la aparición y el contenido de la «Teoría de la Elección Pública», o, alternativamente, la teoría económica de la política, o «la Nueva Economía Política». Esta tarea de investigación únicamente ha llegado a ser importante en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, en Europa y Japón, la teoría sólo ha llegado a constituir el centro de atención de los estudiosos en los años setenta; los desarrollos en América provienen de los años cincuenta y sesenta. Como espero que mis observaciones sugieran, la Teoría de la Elección Pública no carece de antecedentes, especialmente en el pensamiento europeo de los siglos XVIII y XIX. El Eclesiastés nos dice que no hay nada nuevo bajo el sol y en un sentido auténtico tal pretensión es seguramente correcta, especialmente en las llamadas «ciencias sociales». Sin embargo, en el terreno de las ideas dominantes, la »elección pública» es nueva, y esta subdisciplina, situada a mitad de camino entre la Economía y la Ciencia Política, ha hecho cambiar la forma de pensar de muchas personas. Si se me permite utilizar aquí la manida expresión de Thomas Kuhn, creo que podemos decir que un viejo paradigma ha sido sustituido por otro nuevo. 0, retrocediendo un poco más en el tiempo y utilizando la metáfora de Nietzsche, ahora nosotros miramos algunos aspectos de nuestro mundo, y especialmente nuestro mundo de la política, a través de una ventana diferente.

El título principal que he dado a esta conferencia, «Política sin romanticismos» fue escogido por su precisión descriptiva. La Teoría de la Elección Pública ha sido el vehículo a través del cual un conjunto de ideas románticas e ilusiones sobre el funcionamiento de los Gobiernos y el comportamiento de las personas que gobiernan ha sido sustituido por otro conjunto de ideas que incorpora un mayor escepticismo sobre lo que los Gobiernos pueden hacer y sobre lo que los gobernantes harán, ideas que sin duda son más acordes con la realidad política que todos nosotros podemos observar a nuestro alrededor. He dicho a menudo que la elección pública ofrece una «teoría de los fallos del sector público» que es totalmente comparable a la «teoría de los fallos del mercado» que surgió de la Economía del bienestar de los años treinta y cuarenta. En aquel primer esfuerzo se demostró que el sistema de mercados privados fallaba en ciertos aspectos al ser contrastado con los criterios ideales de eficiencia en la asignación de los recursos y en la distribución de la renta. En el esfuerzo posterior, en la elección pública, se demuestra que el sector público o la organización política falla en ciertos aspectos cuando se la contrasta con la satisfacción de criterios ideales de eficiencia y equidad. Lo que ha ocurrido es que hoy encontramos pocos estudiosos bien preparados que están dispuestos a intentar contrastar los mercados con modelos ideales. Ahora es posible analizar la decisión sector privado-sector público que toda comunidad ha de tomar en términos más significativos, comparando los aspectos organizativos de varias alternativas realistas.

Parece cosa de elemental sentido común comparar las instituciones tal como cabe esperar que de hecho funcionen en lugar de comparar modelos románticos de cómo se podría esperar que tales instituciones funcionen. Pero este criterio tan simple y obvio desapareció de la conciencia culta del hombre occidental durante más de un siglo. Tampoco puede en absoluto decirse que esta idea sea aceptada hoy de forma general. Tenemos que admitir que la mística socialista de que el Estado, la política, consiguen alcanzar de alguna manera el «bien público» trascendente pervive todavía entre nosotros bajo diversas formas. E incluso entre aquellos que rechazan tal mística hay muchos que buscan incesantemente el ideal que resolverá el dilema de la política.”