Junto a Irene Giménez y Eloy Fisher, más otros colaboradores de Goethals Consulting en Panamá, hicimos un estudio, y luego un informe, sobre el papel de los emprendedores y de la educación privada en ese país, con el título “La iniciativa emprendedora en la educación: una alternativa menospreciada”. El sistema educativo panameño es muy similar al resto de América Latina, por lo que el análisis sirve también para otros países.
Aquí va parte de su contenido:
Un informe del CONACED (2008) señala como “principales problemas críticos que afectan la calidad de los aprendizajes” a: ineficiente sistema de supervisión, faltan estándares de calidad, políticas curriculares con contenidos recargados, no actualizados, limitada formación profesional del docente y falta de un sistema permanente de actualización y poco acceso a libros de texto básicos (p. 29). Comenta el informe:
“Los resultados obtenidos en las pruebas nacionales de logros del año 2005 que dieron origen a la recomendación, y los de las pruebas internacionales SERCE, realizadas en 2007, son preocupantemente bajos y no son comparables con estándares internacionales” (p. 31).
Entre las debilidades, se menciona la ausencia de estándares para las pruebas de logros en materias básicas y las evaluaciones realizadas no son comparables entre sí por falta de estándares, no hay coordinación efectiva en las tres fases del proceso educativo: currículum, capacitación y evaluación; no hay mecanismos de coordinación al interior del Ministerio, no hay una estructura técnica apropiada y no hay planes de mejoramiento en función de las pruebas de logros (p. 33).
En cuanto a la gestión, señala el informe de CONACED (p. 96): “No cabe duda de que el modelo vertical de gestión actual no resuelve los grandes desafíos que hoy agobian a nuestro sistema educativo; por ende, urge ‘poner la casa en orden’. No es posible atender las nuevas exigencias de la educación con un modelo de gestión que concibe el cambio de arriba hacia abajo, lo que incentiva la mediocridad y cercena la innovación, la eficiencia y la calidad”.
En relación a la Educación Media, el informe de una consultora del MEDUCA (Cheng, 2008) concluye que:
“6. La Educación Media no ofrece una educación empresarial, ni desarrolla en los jóvenes una cultura emprendedora.
- Durante los años de formación, los estudiantes no han podido desarrollar las competencias necesarias en las áreas de: comunicación y lenguaje, pensamiento lógico, resolución de problemas, elaboración de proyectos y manejo de la información.
- También presenta debilidad en el manejo de las herramientas informáticas.
- Según los propios estudiantes, la mayor debilidad se manifiesta en innovar procesos, aplicar procedimientos o métodos.
- La actual educación que reciben los estudiantes de educación media no responde a los requerimientos tanto para continuar estudios superiores como para insertarse en el campo laboral en un empleo de calidad, ya que el contexto demanda mejores calificaciones y competencias básicas.”
Comentarios de este tipo, perspicaces y acertados en su diagnóstico, abundan en todo documento oficial sobre la educación, que ya no presentaremos más aquí para no abrumar al lector.
Este diagnóstico también es confirmado por instituciones privadas. La organización civil Unidos por la Educación comenta (2013, p. 6): “De 2000 a 2010 se registran aumentos en las tasas netas de matrícula para todos los niveles de enseñanza. Sin embargo, se evidencia una incapacidad para mantener a los/as alumnos en el sistema educativo, ya que en el primer nivel de enseñanza la matrícula neta es del 96,8% y disminuye en la medida en que se pasa a la siguiente etapa educativa (68,9% en educación media y premedia y 45,7% en la educación superior, en el 2010). En términos generales, esta situación implica que un 52% de los estudiantes de primaria no se matricula en la universidad, perdiendo una valiosa oportunidad para asegurarse un futuro con mayor bienestar.”
“Las comarcas indígenas, con apenas 3,5 años en promedio de escolaridad y Darién con 5,5 años, tienen los peores niveles. En estas áreas, la inmensa mayoría ni siquiera culmina la escuela primaria. La falta de educación primaria completa coloca a estas áreas en mayor vulnerabilidad de pobreza y exclusión, ya que durante los cuatro o cinco años de primaria se adquieren los conocimientos en lecturas, escritura y cálculos” (p. 7).
“Es preocupante observar los resultados decepcionantes obtenidos en las diversas pruebas encaminadas a medir la calidad de la educación en las que participan estudiantes panameños (SERCE y PISA), así como las pruebas de logro locales y en los resultados académicos de los estudiantes, lo cual apunta a la urgente necesidad de lograr una mejora del sistema educativo” (p. 7)
El informe señala que en las pruebas PISA de lectura, matemáticas y ciencias naturales para alumnos de quince años, Panamá quedó entre los cuatro países con peor desempeño, y en las pruebas SERCE para alumnos de primaria, se ubicó por debajo del promedio latinoamericano.
A pesar de estos resultados deficientes del gasto público en educación, esta misma organización civil (Unidos por la Educación), concluye que se hace necesario incrementar el gasto público en forma significativa (p. 9). Como principal indicador para señalar el compromiso que tiene un país con la educación, se considera la relación entre gasto público/PIB, a pesar de sus deficiencias. Podrá ser un indicador relativo acerca de la prioridad que otorga el Estado a ese gasto, pero no toma en cuenta la inversión y la dedicación que el sector privado, las escuelas privadas, las organizaciones civiles y religiosas y las familias aportan para la educación de sus hijos. Como se mostrará más adelante, toda la actividad de las escuelas privadas y todo el esfuerzo de, por ejemplo, las madres-maestras, no forma parte del indicador gasto público en educación como porcentaje del PIB.[1]
[1] Es cierto que el informe plantea que no es solamente una cuestión de aumentar el gasto público, pero tampoco señala ni destaca la contribución del sector privado y voluntario: “Es menester resaltar que el aumento del gasto público en educación por sí solo no mejorará la calidad de la cobertura de la educación. Debe ir acompañado de una gestión eficiente y eficaz para el buen uso de los recursos así como contar con el compromiso de toda la sociedad: estudiantes, docentes, padres de familia, medios de comunicación y actores sociales y políticos” (p. 16).