Santiago Lange y la medalla de oro: los valores morales de una sociedad libre en un campeón olímpico

Muchas veces he escrito en estas páginas visiones propias o de autores clásicos o modernos acerca del tipo de sociedad en la que quisiera vivir, una que diera prioridad al valor de la libertad. Pero ahora quiero hacer referencia al tipo de persona que podría generar tal sociedad.

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El pueblo, o más bien la ciudad en la que vivo, San Isidro, recibió a Santiago Lange, quien con Cecilia Carranza obtuvieron la medalla de oro en los recientes Juegos Olímpicos de Río en la categoría Nacra 17 de Yacthing.

Lange es más que un ejemplo, ya lo comentó tan bien Héctor Guyot en las páginas de La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1929789-santiago-lange-experto-en-vientos. Tiene 54 años, más de doble la edad de sus competidores, y superó un cáncer al pulmón para dedicarle luego ocho meses de preparación para este evento.

Es más que eso, es toda una vida de esfuerzo y superación. Es un típico ejemplo de logro obtenido en base a la responsabilidad individual. Lange y Carranza podrán haber recibido alguna ayuda del estado argentino, pero está claro que son vidas formadas en base al propio esfuerzo, al apoyo de la familia y amigos y la del club en el cual desarrollaron buena parte de sus actividades.

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La familia, el club, son componentes fundamentales de un tejido social donde el esfuerzo individual es luego coronado con el éxito. Es la combinación de individuo y sociedad civil que forma la base de una sociedad libre. Lange y Carranza, que yo sepa, nunca afirmaron que tenían un “derecho” por el cual el resto de la sociedad tenía que ayudarlos para alcanzar sus objetivos. No salieron a la calle, a cortarla, a hacer piquetes en reclamo de una necesidad justa. Nunca pidieron protección y buscaron evitar la competencia. Nunca reclamaron que hubiera reglas de juego que les otorgaran algún privilegio por venir de un país más pobre que sus competidores, con menos recursos. Nunca señalaron las injusticias de tener que enfrentarse a otros con una estructura más poderosa.

Simplemente reconocieron las reglas de juego existentes, que se aplican a todos por igual y se lanzaron a competir dentro de ese marco de normas que no garantiza ningún resultado en especial, y que no pretende ningún tipo de ‘justicia social’. Y comprendieron claramente que esas reglas debían ser respetadas y dentro de ese marco eran su voluntad, su capacidad y su dedicación, las que le permitirían competir y ganar. Aprendiendo de los demás, y enseñando. Con espíritu emprendedor.

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Gente como ésta hace una sociedad libre.

Y, tal vez, también la gente que hoy los acompañó. Recorriendo las calles de San Isidro, guiados por los Bomberos Voluntarios, la gente salió a la calle a saludar, aplaudir y a generar una fiesta cívica como pocas veces se puede ver. Todos felices. Tal vez porque necesitamos tanto que algo salga bien y Lange vino ahora a mostraron cómo.

La ‘simpatía’ de la que habla Adam Smith en la Teoría de los Sentimientos Morales, florecía en esa marcha. Viendo eso, uno se preguntaba cómo puede ser que a esta sociedad le vaya mal. Puede ser que, finalizado el acto, vuelva a prevalecer el instinto depredador, la búsqueda de privilegios, la lucha por derechos que no lo son porque demandan que otros los paguen. Pero puede ser también que el ejemplo de Santiago Lange sirva más que cien artículos y mil discursos para enseñarnos los valores morales fundamentales para sostener una sociedad libre.

Elecciones, discurso y el espíritu de los inmigrantes: aprovechar oportunidades, esfuerzo y trabajo

El domingo 22 de Noviembre se completó el temblor político que había recorrido la Argentina un mes antes: el kirchnerismo fue derrotado, Mauricio Macri será el próximo presidente de los argentinos.

¿Qué significa este resultado? ¿Qué mensaje enviaron los votantes argentinos? Pues, quienes enseñamos esa área de la teoría económica que se llama “Public Choice” o Análisis Económico de la Política, sabemos que el voto es un mecanismo muy imperfecto para expresar preferencias, por eso ahora hacen falta una y mil interpretaciones más de quienes, supuestamente, saben ‘leer’ lo que la gente quiso decir. Esta característica del mercado político es tan clara como inevitable.

En el mercado, cada uno de nosotros vota diariamente y elige entre el producto A o el B, o uno de los cientos que el mercado nos ofrece. Con ese voto determinamos los ingresos de cada uno de los participantes en el mercado: premiamos a quienes nos ofrecen lo que deseamos y no a quienes nos ofrecen otra cosa.

En la política las opciones son mucho más estrechas y, además, vienen ‘empaquetadas’, es decir se nos ofrecen paquetes de atributos muy complejos. ¿Qué votó quien votó a Macri? ¿Qué fue presidente de Boca? ¿Su gestión en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Qué quiere despegarse de Venezuela? ¿Qué parece sensato aunque no haya dado muchos detalles de sus políticas? ¿Qué haya prometido eliminar el cepo cambiario?  En fin, ¿cómo saberlo? Podríamos decir lo mismo, y tal vez más, del otro candidato.

Ahora, luego de que hemos decidido, comienzan las definiciones. Los medios de comunicación se llenan de comentarios, análisis y novedades. Hay uno, sin embargo, al que quisiera prestar atención aquí pues no lo he visto comentado en ningún lado.

En el discurso de la noche del domingo 22 de Noviembre, ya reconocido el triunfo por su rival, Macri señaló más de una vez que quería una sociedad con oportunidades, donde la gente pudiera mejorar su condición, en definitiva, progresar en base a su propio esfuerzo. Hizo mención específica a la epopeya argentina de los inmigrantes, quienes llegaron a estas tierras con las manos vacías pero con la cabeza llena de un sueño de progreso que el país les ofrecía.

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En algún punto del camino ese espíritu se perdió, emborrachado por el populismo, que en lugar de oportunidades, esfuerzo, sacrificio y trabajo ofreció ‘derechos sociales’, prebendas, paternalismo y clientelismo a cambio de la sumisión política de la mayoría para aceptar el poder y la corrupción de quienes manejaran la maquinaria redistribuidora que, como dice el sabio viejo refrán “parte y reparte y se queda con la mejor parte”.

No tengo idea si Macri va a cumplir con esos principios enunciados el domingo, y mucho menos de cómo lo haría, pero debo decir que si eso reflejara de alguna forma lo que los argentinos votaron entonces sí podría afirmar que hubo un cambio, que hemos dejado de esperar que las soluciones de nuestros problemas vengan de arriba, del estado paternalista que es también el estado despilfarrador, inflacionista, regulador y corrupto.

Si esta primera decisión de los argentinos de rechazar la oferta paternalista y populista fuera la primera en un camino que nos lleve a recuperar las oportunidades y los valores de los inmigrantes, de aprovechar las oportunidades de la libertad y asumir la responsabilidad sobre nuestro propio destino, sería un gran primer paso en dirección al progreso.

Lamentablemente no puedo asegurarlo. Como dije, el voto es un instrumento muy imperfecto y refleja tantas cosas como votantes hubo. Si esta valorización de las oportunidades y el esfuerzo fuera parte de ese gran mensaje, junto con la recuperación de las instituciones de una república y el respeto a la propiedad y los contratos entonces sí, algo habría cambiado.

Habrá que esperar. Por cierto, con más esperanza que hace un par de meses, pero todavía con incertidumbre. Mientras tanto, recordemos a nuestros abuelos bajando de los barcos.

¿Cuál debería ser una distribución justa de la riqueza? ¿Basada en el esfuerzo, el producto, el mérito?

H.B. Acton (1908-1974) fue un filósofo político, profesor en la London School of Economics y en la Universidad de Chicago, entre otras. Liberty Fund publica un libro con ensayos de su autoría con el título: The Morals of Markets and Related Essays (1993).

“Si alguien no quiere contribuir para cubrir el costo de la prevención del crimen, pensamos que se lo debe obligar a hacerlo. Si alguien no quiere contribuir a cubrir el costo de ayudar a aquellos que están en extrema necesidad, no pensamos que esté mal que paguen impuestos para ello. Pero, ser forzado a pagar impuestos para asegurar una justa distribución de la riqueza es una cuestión diferente, ya que no existe una visión universal sobre lo que esa distribución debería ser, y el individuo es forzado a pagar algo que considera erróneo.”

“No todos los males de las sociedades capitalistas se deben al afán de lucro y las ganancias. Pueden deberse a un fracaso en la educación moral, a deficiencias en el espíritu público y la moral individual más que a la forma en que se organizan las actividades económicas.”

“Lo que cada individuo hace es especializarse (p. ej., hacer arcos y flechas solamente) e intercambiar (dar arcos y flechas a hombres que le dan carne y pieles a cambio). Cuando los individuos hacen eso emerge una sociedad altamente compleja en la cual hay tantos panaderos, tantos carniceros, tantos tejedores, y tantos filósofos, pero nadie ha decretado cuántos debería haber en cada ocupación. Como Mandeville había dicho en “La Fábula de las Abejas”: ‘Esta proporción de la cantidad en cada ramo se encuentra a sí misma y nunca se alcanza mejor que cuando nadie se entromete o interfiere con ella’. Puede decirse entonces, que del espontáneo intercambio entre individuos emerge una civilización compleja que ninguno de ellos ha organizado o ni siquiera pensado.”

“La distribución de acuerdo al valor no necesita que ninguna autoridad la determine, solamente debe evitar que una parte coerza a la otra. La distribución según el mérito sólo puede conseguirse mediante una evaluación y mandato público sobre quién merece cuánto.”

“La conclusión que quiero presentar es que no existe una concepción del logro de la justicia distributiva para la sociedad en su conjunto. La justicia distributiva requiere una regla de distribución y un distribuidor, y la regla solamente puede obtenerse cuando aquello que va a distribuirse es claramente distinguido y el distribuidor sabe cómo hacerlo. Pero aun aquellos cosas simples como ingresos o propiedad presentan al distribuidor con los insolubles problemas que surgen del choque entre distintos principios como los de necesidad, producto o esfuerzo. Más aún, en ausencia de una visión total de la sociedad no hay una concepción de la contribución individual a ella, esto es, su mérito total.”