Soluciones policéntricas y descentralizadas para el cambio climático: más allá de Elinor Ostrom

Cuando se trata de cambio climático se piensa en una solución centralizada cuando no existe tal cosa como un gobierno global para llevarla adelante, y esa es una de las causas de que no se alcancen los objetivos que se proponen. Poco se piensa en una solución descentralizada, pero sí los hacen estos autores, Jordan Lofthouse y Bobbi Herzberg, del F. A. Hayek Program for Advanced Study in Philosophy, Politics, and Economics,en el Mercatus Center de George Mason University, en un artículo titulado “The Continuing Case for a Polycentric Approach for Coping with Climate Change”: https://www.mercatus.org/hayekprogram/research/journal-articles/continuing-case-polycentric-approach-coping-climate-change

“Elinor Ostrom argumentó que hacer frente eficazmente al cambio climático provocado por el hombre requiere un enfoque policéntrico. Aunque estamos de acuerdo con la evaluación de Ostrom, sus argumentos sobre las ventajas del policentricismo podrían ir más allá. En este artículo, complementamos el trabajo de Ostrom explicando las razones de cómo y por qué un enfoque policéntrico es más propicio para enfrentar el cambio climático que los gobiernos nacionales que intentan dirigir las políticas de cambio climático de manera centralizada. Argumentamos que hay al menos seis ventajas que los sistemas policéntricos tienen para hacer frente al cambio climático: competencia entre tomadores de decisiones, cooperación entre tomadores de decisiones, percepciones de legitimidad que conducen a la coproducción, aprendizaje mutuo a través de la experimentación, resiliencia/robustez institucional y resultados emergentes. que son socialmente deseables pero no centralmente planificados. La combinación de estos seis factores otorga a los sistemas de gobernanza policéntrica claras ventajas sobre los más verticalistas, especialmente en términos de epistémica y compatibilidad de incentivos. Los académicos y formuladores de políticas preocupados por las implicaciones del cambio climático deberían apreciar las muchas ventajas diversas y matizadas de un enfoque policéntrico para enfrentar el cambio climático.”

Elinor Ostrom sobre los órdenes policéntricos, las soluciones comunitarias a la gestión de recursos en propiedad común

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, UBA Económicas, llegamos a autores prácticamente contemporáneos. En este caso leemos la conferencia de aceptación del Premio Nobel por parte de la única mujer en ganarlo, Elinor Ostrom, quien reseña sus aportes a la ciencia y, entre otras cosas, comenta:

“Los supuestos clásicos de individuos racionales que enfrentan dicotomías de formas de organización y de bienes ocultan los esfuerzos potencialmente productivos de individuos y grupos por organizarse y resolver dilemas sociales como la sobreexplotación de recursos de uso común y la participación sub-óptima en la provisión de bienes públicos locales. Los modelos clásicos se han utilizado para representar a los participantes (en el juego del dilema del prisionero y en otros dilemas sociales), como siempre atrapados en situaciones en las que carecen de capacidades de cambiar la estructura del juego por sí mismos. De hecho, este paso analítico representó un movimiento regresivo en las teorías de análisis de la condición humana. Ya sea que los individuos en una situación determinada tengan o no capacidades para transformar las variables externas que afectan su propia situación, se trata de condiciones empíricas que varían dramáticamente de una situación a otra, más que de una lógica universal. Si bien los jueces mantienen intencionalmente a los prisioneros separados de modo que no puedan comunicarse, los usuarios de un recurso de uso común no se encuentran tan limitados.

Cuando el análisis percibe a los seres humanos cuya conducta modela como atrapados en situaciones perversas, se asume también que otros seres humanos ajenos a los involucrados —académicos y funcionarios públicos— son capaces de analizar la situación, pueden establecer las causas de los resultados contraproductivos, y ubicar los cambios en las reglas en uso que permitirían a los participantes mejorar sus resultados. Se espera entonces que funcionarios externos impongan un conjunto de reglas óptimas a los individuos involucrados en situaciones concretas. Se asume que el momento del cambio debe originarse desde el exterior, más que como resultado de la autorreflexión y la creatividad de quienes están involucrados en una situación de acción, para reestructurar sus propios patrones de interacción. Como ha comentado Susgen:

La mayor parte de la teoría económica moderna describe al mundo como si estuviera presidido por un gobierno (y, significativamente, no por gobiernos) y mira al mundo a través de los ojos de ese gobierno. Supone que el gobierno tiene la responsabilidad, el deseo y el poder de reestructurar la sociedad en cualquier forma que maximice el bienestar social. Actuando como la Caballería de Estados Unidos en una buena película sobre la Conquista del Oeste de Norteamérica, el gobierno está siempre alerta para acudir a resolver cualquier “falla” de mercado y el trabajo del economista es asesorarlo sobre cuándo y cómo hacerlo. En contraste, se considera que los individuos tienen escasa o ninguna capacidad para resolver los problemas colectivos presentes entre ellos. Esta perspectiva crea una visión distorsionada de importantes cuestiones económicas y políticas (Sugden, 1986: 3; énfasis en el original).

La imagen de Hardin sobre los usuarios de un recurso de uso común (1968) —un pastizal abierto a todos, atrapados en una tragedia inexorable de sobreexplotación y destrucción— ha sido ampliamente aceptada porque resulta consistente con la predicción de no cooperación del “dilema del prisionero” y otros juegos de dilemas sociales. Esta imagen capturó la atención de académicos y políticos alrededor del mundo y muchos presumieron que el conjunto de los recursos de uso común no era poseído por nadie. Se pensó que los funcionarios gubernamentales tenían que imponer nuevas variables externas (como nuevas políticas) para prevenir la destrucción por parte de los usuarios, que no podían hacer más que destruir los recursos de los que dependía su propio futuro (así como nuestros futuros).”