Mises y la diferencia entre monopolio y precio de monopolio. Crítica a la ‘competencia monopolística’

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Económicas, UBA, vemos ahora la principal obra de Ludwig von Mises, Acción Humana. En este caso, su capítulo XX sobre Precios del cual aquí van unos párrafos sobre el concepto de monopolio y de competencia monopolística:

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“La existencia del monopolio constituye condición necesaria para que los precios del mismo puedan aparecer; no es, sin embargo, condición bastante. Preciso, al efecto, resulta la concurrencia de otra circunstancia; a saber, específica conformación de la curva de la demanda. La mera aparición de un monopolio nada significa a estos efectos. Quien, amparado por el copyright, edita un libro es un monopolista. Ahora bien, quizá tal monopolista no logre vender ni un solo ejemplar de la obra, por bajo que sea el precio marcado. No siempre constituye precio de monopolio el precio, cualquiera que sea, al que el monopolista ofrece su monopolizada mercancía. Precio de monopolio sólo es aquel precio al cual resulta económicamente más ventajoso para el monopolista restringir la total cantidad vendida que ampliar sus ventas en aquella proporción que el mercado competitivo permitiría. Los precios de monopolio son la resultante de deliberada actuación tendente a restringir el comercio del artículo en cuestión.

Al calificar de deliberada la conducta del monopolista no se afirma que el interesado proceda a comparar entre sí el exigido precio de monopolio con el precio competitivo que en un hipotético mercado no monopolizado habría surgido. Es sólo el economista quien contrasta el precio de monopolio con el potencial precio de competencia. El monopolista, cuando ha alcanzado ya su posición, no dedica ninguna atención al precio de competencia. Lo único que a él le interesa, como a cualquier otro vendedor, es percibir el mayor precio posible. La disposición del mercado, condicionada, de un lado, por la existencia del monopolio y, de otro, por la conducta de los compradores, es exclusivamente lo que engendra el precio de monopolio.

  1. Constituye grave error suponer que haya una tercera categoría de precios, los cuales no serían ni precios de monopolio ni precios de competencia. Si dejamos de lado el problema de los precios discriminatorios, que luego será abordado, un determinado precio es o precio de competencia o precio de monopolio. El suponer lo contrario deriva de aquella idea según la cual la competencia no puede considerarse libre y perfecta más que cuando todo el mundo está en condiciones de ofrecer al mercado el producto de que se trate.

Las existencias son siempre limitadas. Carece de la condición de bien económico aquello que, ante la demanda del público, no resulte escaso; por tal objeto no se paga precio alguno. De ahí que induzca a confusión el ampliar el concepto de monopolio hasta abarcar todo el campo de los bienes económicos. La limitación de las existencias es la razón única que confiere precio y   valor a las cosas; tal escasez, sin embargo, por sí sola, no basta para engendrar los precios de monopolio.

Suele hablarse de competencia imperfecta o monopolística cuando las mercancías ofrecidas por los diferentes productores y vendedores, si bien del mismo género, son dispares entre sí. Con arreglo a tal sistemática, la inmensa mayoría de los bienes de consumo caería en la categoría de bienes monopolizados.’ Lo único, sin embargo, que interesa, al abordar el problema de la determinación de los precios, es lo referente a si el vendedor se halla capacitado para explotar dicha disparidad y, mediante deliberada restricción de la oferta, incrementar sus ingresos netos. Sólo cuando ello es posible y efectivamente se practica surge el precio de monopolio diferenciable del competitivo. Tal vez el vendedor tenga una clientela tan adicta que prefiera comprar en su tienda antes que en las de la competencia, hasta el punto de no abandonarle aun cuando eleve el precio solicitado por encima del de los demás comerciantes. Para dicho vendedor, el problema estriba en saber si el número de tales clientes llegará a ser lo suficientemente amplio como para compensar aquella reducción de ventas que la abstención de otros adquirentes inexorablemente habrá de provocar. Sólo en tal caso le resultará ventajoso sustituir el precio competitivo por el de monopolio.