Crónicas de viaje: Viet Nam

AÑORANDO AL COMUNISMO

A medida que el avión se acercaba a Hanoi, crecía el fervor revolucionario y las añoranzas de los 70. Era visitar aquél ícono de la lucha anti-imperialista, recordar esas marchas de estudiantes que querían cambiar el mundo. Porque los reformistas se quedaban luchando por más apuntes, ingreso irrestricto sin siquiera estudiar, más todas las fechas de exámenes recuperatorios posibles hasta que el profesor los apruebe por cansancio. Otra cosa era salir a la calle gritando: “¡Por uno, por dos, por muchos más Vietnam!”.

Ese espíritu rebelde había renacido al ver las fotos de la visita de Cristina Kirchner visitando los túneles de Cu Chi, donde los revolucionarios resistieran a los imperialistas franceses primero, y gringos después. Que la presidencia haya elegido ese símbolo no es menor, es señalar que lo más característico de ese país ha sido la lucha por la independencia y el socialismo. Podría haber sido una foto en la Ciudad Imperial de Hue, después de todo la monarquía recorre mucho más la historia de este país que la revolución.

Podría interpretarse también como un saludo al actual régimen, ya que la visita incluía, por supuesto, reuniones con las principales autoridades del país. Era, como manifestó Hebe de Bonafini en una carta que le enviara a la presidenta, “reivindicar la revolución”.

Lo era, por supuesto, pero, ¿qué revolución? Por cierto, los presidentes no pueden “caminar la calle”. Los buscan, los llevan a salones VIP, los trasladan en limusinas a hoteles cinco estrellas y conversan con funcionarios del gobierno. El resto de los mortales, sobre todo cuando no conseguimos dólares oficiales, tiene que ir de a pie. Pero esto, tal vez, nos brinda una perspectiva diferente.

Por uno, por dos…

A poco de salir del moderno aeropuerto Noi Bai en la capital vietnamita la primera sorpresa es encontrar una agencia de automóviles vendiendo Rolls Royce. ¿Cómo encaja esto con una revolución igualitarista? Está claro que no puede haber RR para todos y todas, son autos para minorías. ¿Y qué minorías puede haber en un país como éste? Lo primero que se cruza por la mente son funcionarios o jerarcas del partido, tal vez diplomáticos extranjeros, ya que Hanoi es la capital y sede del cuerpo diplomático. Pero cuando también se encuentran en la puerta del Hotel Continental de Ho Chi Minh City, o hay Mercedes Benz y Lexus en las calles de Hoi An, algo está pasando. Es más, los alrededores de este hotel en la ex Saigón, donde Graham Greene escribiera “The Quiet American”, son un gran shopping abierto con marcas tales como Ermenegildo Zegna, Dior, Bulgari, Hermes, Polo Ralph Lauren, Luis Vuitton, Versace, las mismas que no se animan a venir a la Argentina o, si lo hicieron, ahora se van. Hay dos revistas de golf: Vietnam Golf Magazine y Golf & Life, ambas en inglés y vietnamita.

Y no todo son marcas internacionales para grupos ABC1. Las calles de esta ciudad están engalanadas con luces de todos los colores para celebrar el Año Nuevo Lunar gracias al apoyo (que aparece explícitamente en los carteles), de Domino’s Pizzas, Burger King, Dunkin Donuts y Popeye’s.

Lo que sí hay para todos y todas son motos: decenas, cientos, miles. Y todas parecen salir al mismo tiempo por las calles de Hanoi, donde cruzar una avenida parece más difícil que cruzar el Río de la Plata a nado. Pero no hay un programa “Motos para Todos”, más bien son financiadas por Honda, Suzuki y varias marcas chinas irreconocibles. Con solo ver el tránsito de Hanoi puede ser que los planificadores gubernamentales se hayan dado cuenta que ordenar eso es imposible, y mucho menos ordenar los mercados.

Esos mercados explotan por doquier en la ciudad. Dada la cantidad de productos importados de todo tipo que se encuentran en las calles parece que la revolución no ha incluido un Moreno. Es más, ¡los dólares se transan libremente! ¡Existe un solo tipo de cambio y no preguntan ni el nombre a quien compra o vende!

Todos los billetes vietnamitas (la moneda es el dong), tienen la cara de Ho Chi Minh. No sé si es el mejor homenaje, ya que el billete más alto es de 500.000 y eso son solo unos 25 dólares. Pero al menos parece que no tienen vergüenza en sacar denominaciones tan altas, nosotros ya estamos penando con los de 100, ¿será que no quieren emitir de 500 o 1000 para no deshonrar a Evita? En verdad, no parece que estuvieran tratando al líder revolucionario como él mismo quería: prefería ser cremado, pero todo modelo “nacional y popular” necesita del culto a la personalidad y allí terminó el líder embalsamado en un horrible mausoleo.

Caminar los mercados de Hanoi incluso podría desalentar a Axel Kicillof sobre las posibilidades de planificar la economía y ni hablar de manipular un índice de precios. Los precios se conversan, pero no entre funcionarios de la agencia de estadísticas, sino entre compradores y vendedores. Tarde o temprano, todos saben por dónde está el precio de mercado. Cualquier cosa se puede conseguir en ellos… ¡incluso medias reses de perro! Al verlas, uno se pregunta si llegaremos a algo parecido luego de varios años de políticas que llevan a la reducción del stock ganadero y a que exportemos menos carne que Paraguay.

Imposible planificar esos mercados. Pero donde el estado dice que debería estar ni se lo ve. El caótico tránsito es un claro ejemplo: los semáforos no se respetan ni siquiera con el policía uniformado parado en el medio de la calle. Los cables de todo tipo que se acumulan en las calles muestran que no hay tal cosa como gestión del espacio urbano. Y si de ausencias o fallas del estado se trata, Vietnam sufre ahora una situación dramática, pero no por responsabilidad propia sino de su vecino. Resulta que la política de un solo hijo en China ha llevado a la escasez de mujeres en ese país ya que las parejas chinas prefieren tener un varón y abortan cuando tienen mujeres. Esta escasez de mujeres es tal que ha generado un creciente tráfico donde se secuestran mujeres vietnamitas para llevarlas allí, tanto sea como esposas o como prostitutas.

Por muchos más Vietnam

La mística de la revolución está presente. Aún pueden verse esos carteles con obreros y obreras revolucionarias con los brazos en alto y banderas flameando, aunque la mayoría se venden ahora como arte retro en locales principalmente para turistas. Claro, la simbología revolucionaria es algo así como el bombo para nosotros: algo que siempre está, aunque ya no sabemos bien qué significa.

El principal mensaje, sin quererlo tal vez, se encuentre en el Museo de Memorias de la Guerra, una impresionante muestra de cómo el ser humano puede hundirse en la peor degradación de su naturaleza y terminar cometiendo los peores crímenes: Agente Naranja, desfoliantes, torturas; todo ello por parte de un gobierno, como el norteamericano, que presume una tradición de respeto a los derechos y la libertad. Irónicamente, el museo vietnamita recuerda a los norteamericanos, en medio de todas esas fotos terribles de las víctimas, aquella famosa frase de su Declaración de Independencia: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Cuando los norteamericanos olvidaron estas palabras perdieron la guerra. Cuando se fueron y, con el tiempo, retomaron el comercio y las inversiones, ganaron la paz. Con la guerra, el norte conquistó al sur, pero con la apertura económica el capitalismo del sur conquistó al norte.

Hoy, la revolución vietnamita está en los mercados. Un 80% de los puestos de trabajo se crean en el sector privado. La mayoría de las empresas que se crean son familiares. Así lo era la familia dueña del hotel en Hoi An. Y ya habían progresado bastante: además del hotel, tenían un restaurante sobre la playa y una tienda de ropas. Estaban más atentos a lo que uno escribe en Trip Advisor que al último congreso del Partido Comunista.

Una para Macri: en Saigón hay distintas empresas de taxis, cada una con sus colores. Aun cuando las tarifas sean iguales, esto permite competir por la calidad y confiabilidad de los servicios. ¿Competir? No es algo que agrade a los taxistas porteños, ni gobierno existe que lo haya intentado. Los vietnamitas tienen menos prejuicios.

Las noticias del día se refieren a conversaciones para firmar un tratado de libre comercio con Corea del Sur. ¡Vietnam ha superado a la Argentina en el Índice de Libertad Económica! En el indicador que elabora la Heritage Foundation junto al Wall Street Journal, Argentina se encuentra en el puesto 166 de 178 países con un índice de 44,6, mientras que Vietnam ocupa el lugar 147º con un score de 50,8. Nuestro país se encuentra entre los de economías “reprimidas” mientras que Vietnam lo hace entre los de economías “mayormente no libres”. Los primeros lugares de ese indicador no están geográficamente lejos a este país, son Hong Kong y Singapur, seguidos de Australia, Suiza, Nueva Zelanda y Canadá. Argentina apenas supera a Chad, Guinea Ecuatorial y República del Congo.

Durante los 20 años que se ha publicado este índice Vietnam ha mejorado 9 puntos. La tasa máxima del impuesto a las ganancias es 35%, y 25% para las empresas, pero la corrupción está extendida y el sistema judicial responde a la voluntad del partido. La inflación es del 9,1% anual (y parece que es un índice creíble) y el país recibe unos 8.400 millones de dólares en inversiones extranjeras. La Argentina, en cambio, ha perdido 23,4 puntos en los últimos 20 años, todos ellos desde 2003, recibe unos 12 mil millones de dólares en inversión extranjera, aunque esto es 1,7% del PBI en comparación de 2,6% para Vietnam. La tasa máxima de ganancias para empresas es más alta que en el país socialista. En nuestro caso, la corrupción también está extendida y parte del sistema judicial responde a La Cámpora.

Es cierto, Vietnam es una dictadura, no hay oposición, ni hay elecciones. Acá hay elecciones, oposición, no tanto. No obstante, cada tanto tenemos la oportunidad de cambiar, aunque no siempre lo hagamos bien. Salvo por eso, si veo el desempeño de estos dos países durante los últimos veinte años, da para salir a calle de nuevo: ¡Por uno, por dos, por muchos más Vietnam!, aunque si fuéramos algo más exigentes bien podríamos salir a gritar: ¡Por uno, por dos, por muchas más Australias! Claro, no tiene el glamour, pero que bien que viven los australianos.