Artículo en InfoBAE: La educación como bien público

https://www.infobae.com/opinion/2022/03/09/la-educacion-como-bien-publico/

La educación como bien público

¿Es la educación formal un “bien público”? ¿Es cierto que el mercado no puede proveerlo?

Para la gente, en general, un bien público es aquél que provee el Estado, tal vez porque “beneficia a todos” (Foto NA)Para la gente, en general, un bien público es aquél que provee el Estado, tal vez porque “beneficia a todos” (Foto NA)

En esta saludable discusión sobre la educación, surgida a raíz de ciertas declaraciones recientes de Javier Milei, aparece el tema de la educación como “bien público”, algo que para los economistas tiene una definición más o menos precisa. Para la gente, en general, un bien público es aquél que provee el Estado, tal vez porque “beneficia a todos”.

Los economistas hablan de una “externalidad positiva”, es decir, un beneficio que todos reciben, se hagan cargo o no de su costo. Por esa razón, sigue el argumento, el mercado “fallaría” en proveerlo, al menos en suficiente cantidad, y el Estado debe hacerlo.

Hay dos temas, entonces que vale la pena discutir: ¿es la educación formal un “bien público”? y ¿es correcto que el mercado no puede proveerlo?

Veamos el primero. Si Pedro Arias, de Jujuy, se recibe de técnico odontólogo, seguramente esto le permitirá alcanzar un mejor nivel de vida personal en el futuro, un beneficio claramente “privado”, para él y su familia. ¿En qué medida beneficia a Susana Costa, que vive en Bahía Blanca? Podríamos decir que Susana se beneficia porque vivir en un país con gente que ha estudiado es mejor para ella, es decir, hay algo de externalidad positiva en la educación de Pedro.

En realidad, lo que puede ser una externalidad positiva para Susana es la cultura que predomina en un país, el conjunto de valores y costumbres, opiniones, creencias e ideas que suelen reflejarse luego en sus instituciones, tanto políticas como económicas. A Susana le impacta qué “cultura” predomina en su sociedad, pero la educación formal es tan sólo una parte de esa formación, a la que concurren principalmente la familia, los amigos, el barrio, las iglesias, los medios de comunicación, las redes sociales. Todo eso impacta en la cultura: ¿acaso tenemos una subprovisión de esas cosas que haga necesario que el Estado lo haga?

La educación formal, entonces, es principalmente un bien “privado” que genera algunas “externalidades positivas” hacia la cultura. Esto puede decirse de toda la oferta educacional del sector privado: miles de jardines de infantes, escuelas primarias y secundarias, centros de formación, universidades. Que un bien que beneficia principalmente a quien lo consume también puede beneficiar a otros, es algo muy común y se aplica a casi todos ellos. El hecho que los demás valoren ahora el pan artesanal de masa madre, o un buen café, hace que tenga varios lugares donde conseguir eso cerca de mi casa, me ha generado un “beneficio positivo”. O que los japoneses tengan alta valoración por la seguridad de sus autos me termina beneficiando porque ahora aquí también lo son, pese a que no me ocupara mucho del tema (una externalidad positiva tecnológica).

El segundo tema es si el mercado puede proveer ese bien. Ya hemos dicho, vamos a encontrar una gran oferta de educación formal en el mercado, con gran variedad, que sería aún mayor si no estuviera regulado. El mercado no “falla” e incluso ofrecería educación privada para los sectores de recursos más bajos si no fuera por las regulaciones del Estado que lo prohíben o encarecen. James Tooley, profesor de la Universidad de Buckingham, ha pasado buena parte de su vida recorriendo los lugares más pobres del planeta y encontrando educación allí, que los padres eligen, muchas veces por sobre la educación gratuita del Estado (uno de sus libros es, “El Bello Árbol”, Madrid, Unión Editorial).

Pero es cierto que el costo de la educación privada puede estar más allá del alcance de muchos. Ahí es, precisamente, donde ingresan los “vouchers”, que han dado origen a esta discusión. El voucher le dice a la gente: si no tiene los recursos necesarios para contratar un servicio de educación en el mercado no se preocupe, aquí los tiene, vaya y elija. Tanto sean “privados” como “públicos”, los vouchers pueden presentarse como un empoderamiento de esos consumidores. Ahora pueden elegir. Si se pueden utilizar para escuelas o universidades privadas y públicas, amplían el espectro de elección de los padres o alumnos, y ponen en competencia a todos esos establecimientos educativos quienes ahora tienen que conseguir sus recursos de sus “clientes”, tal como hacemos en general todos los demás en muchas de nuestras actividades.

Subyace en la crítica a los vouchers la idea de que esas personas no tendrían la capacidad suficiente para poder elegir la educación de sus hijos, o la propia cuando son algo mayores. No todos piensan eso, por supuesto, o se animan a decirlo abiertamente, pero en tal caso plantea una cuestión mucho más importante: si esos padres no son capaces de elegir la educación de sus hijos, ¿sí lo son, digamos, de elegir Presidente? ¿No es ésta una decisión mucho más importante y compleja, sobre la que nunca diríamos que no están en capacidad de hacerlo?

El voucher o la beca, empodera al consumidor, al demandante, y somete a la competencia al oferente. Esa es la forma en la que obtenemos los mejores bienes y servicios, al mejor precio.

 

Milei, vouchers y la educación estatal: artículo en La Nación

Artículo en La Nación: https://www.lanacion.com.ar/opinion/milei-vouchers-y-educacion-estatal-nid25012022/

MILEI, VOUCHERS Y LA EDUCACIÓN ESTATAL

Martín Krause

 

Si hay algo que está claro es que Javier Milei no necesita a nadie que salga en su defensa, tanto sea por su carácter como por la solidez de sus ideas, estén los demás de acuerdo con ellas o no. En un reciente reportaje es criticado en un punto específico: la educación pública. El tema es tan interesante que merecer dedicarle algo más de espacio.

La discusión sobre este tema suele convertirse cae en una típica discusión basada en chicanas, tan común entre nosotros, presentando como a Milei como un ogro sin sensibilidad social, quien no dudaría en dejar a todos los niños pobres en la calle. Equivalente a eso sería pedir a quienes lo critican que saquen la billetera y muestren cuán dispuestos están a financiar la educación de los pobres, siguiendo ese común dicho en inglés «put your money where your mouth is». De otra forma es hacer beneficencia con el dinero de los demás, lo que no parece tener mucho sustento moral. No nos abre las «puertas del Cielo», ni a nosotros ni a los funcionarios del Ministerio de Educación.

Milei plantea dos escenarios diferentes: uno, ideal, donde no habría Estado y todo se financiaría voluntariamente; otro, con un Estado pequeño, que llama «minarquista». La idea de una sociedad sin Estado puede parecer estrafalaria para algunos y no digna de la menor atención cuando la dice Milei, pero no sé si dirían lo mismo cuando la decía nada menos que Jorge Luis Borges:

“…para mí el Estado es el enemigo común ahora; yo querría –eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un máximo de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar… no sé si algunos decenios o algunos siglos –lo cual históricamente no es nada-, aunque yo, ciertamente no llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la frase: “Yo creo dogmáticamente en el progreso”. Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En Diálogo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 220.) “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos.», Jorge Luis Borges, “El Informe de Brodie”, Obras Completas II (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 399.

En el escenario con un Estado pequeño, o para llegar a ese Estado pequeño, Milei plantea una solución conocida como «vouchers”, o vales, la cual tampoco es algo “extraterrestre». Se la puede encontrar en países tan «políticamente correctos” como Suecia, Dinamarca, Holanda o la República Checa, donde quienes reciben esos vales pueden luego usarlos para pagar la escuela, pública o privada, que elijan. En Suecia están vigentes desde 1993, cuando se estableció que todos los gobiernos locales debían financiar las escuelas que eligieran los padres, sujetos a limitaciones de espacio, asignando un presupuesto por alumno del 85% del costo de las escuelas públicas. Pueden elegir entre cualquier escuela pública o privada que participe del sistema, incluyendo en estas últimas a empresas con fines de lucro (Björklund, Anders, Melissa A. Clark, Per-Anders Edin, Peter Fredriksson, and Alan B. Krueger. 2005. The Market comes to Education in Sweden: An Evaluation of Sweden’s Surprising School Reforms New York: Russell Sage Foundation.). En caso de exceso de demanda, en las escuelas públicas se da prioridad a los alumnos vecinos; en las escuelas privadas se toma como base el orden de inscripción, con la excepción de Estocolmo, donde en las escuelas secundarias se admite con base en el desempeño. En 2016/17 el 20% de las escuelas primarias eran “independientes”. También el 32% de las escuelas secundarias. Dos empresas que administran escuelas de este tipo cotizan en la bolsa de Estocolmo.

Pero estos son vouchers financiados con impuestos. Los que propone Milei son «vouchers privados», es decir, financiados con aportes voluntarios particulares. La idea tampoco es tan extraña y la conocemos aquí y en todo el mundo como «becas”, que otorgan personas o empresas para que otros puedan estudiar. No es nada más que eso.

Claro, quedan varios temas a discutir. Por ejemplo, si el dinero alcanzaría para cubrir los gastos, que claramente serían menores porque ahora todos los establecimientos educativos, públicos y privados, estarían sometidos a la competencia, y recibirían sus fondos no del Ministerio, sino de su capacidad para convencer a padres y estudiantes sobre las ventajas de ese establecimiento en particular. Maestros y directivos podrían fijarse sus propios salarios, sin depender de un funcionario o un sindicato.

Si el monto de las becas es suficiente también tiene que ver si son «deducibles” de los impuestos que actualmente pagan los contribuyentes. ¿Acaso serían pocos los que optarían por ellos si tienen la opción entre pagar, por ejemplo, ganancias o bienes personales, o darle ese dinero como una beca a estudiantes pobres? Es su dinero, sólo que ahora tienen la posibilidad de elegir su destino, aunque todavía no la de liberarse de la imposición.

Ya en 1994, propusimos junto con Alberto Benegas Lynch (h) una reforma completa en ese sentido (El derecho de enseñar y aprender, Revista Libertas 20, 1994), convirtiendo a los actuales maestros y directivos en propietarios de las escuelas, pero ahora llamados a competir. Y no solamente en cuanto al precio o los servicios, sino fundamentalmente en cuanto a los contenidos, ya que no existiría ningún curriculum mínimo o máximo que adoctrine a los niños desde temprano y cada escuela sería libre de elegirlo, como también su metodología de enseñanza. En esa competencia podríamos ver cuál es mejor, cuál más adecuado para los tiempos modernos o para las preferencias de los padres y estudiantes.

En ese otro escenario borgiano, ya no habría Estado o impuestos y la educación se ofrecería al igual que hoy ocurre con tantos otros servicios, y con los avances de la tecnología moderna vaya a saber cómo serían, pero seguramente con mucha variedad: presenciales, virtuales, híbridos, con contenido religioso o no, con énfasis en los idiomas o la tecnología o el arte y la creatividad o la producción.

Mientras tanto, educación estatal es lo que tenemos (ya que toda la educación es “pública”, es decir, para el “público”, también la que llamamos “privada”). Es cara y no es buena, ha sido cooptada por los sindicatos en su beneficio, no el de los niños. No está mal, entonces, tener ideas osadas.

 

 

Políticas públicas que son innovadoras pero estamos lejos siquiera de considerar. Por ejemplo, vouchers

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos los últimos capítulos del libro, donde se consideran distintas políticas públicas, generalmente poco implementadas por esta región. Aquí sobre los pros y los contras de los vouchers, o vales:

A favor y en contra 

Los vouchers han desatado fuertes polémicas en muchos países. Los argumentos en favor de los mismos son los siguientes: 

Los padres pueden elegir el tipo de educación que más se acerca a la que desean para sus hijos. Por ejemplo, escuelas religiosas, con cursos en inglés, etc. 

Permiten que las personas que desean gastar más en su educación puedan hacerlo. Esto permite a personas de menores recursos llevar a sus hijos a un colegio mejor con recursos que antes no eran suficientes. 

La posibilidad de elección lleva a una mayor competencia entre las escuelas por atraer y retener alumnos, lo que a su vez genera mayor eficiencia en ellas. La posibilidad de elección rompe el poder monopólico de las escuelas públicas, que ahora enfrentarán presiones competitivas para actuar de manera más eficiente y de acuerdo con los deseos de los padres. 

Se obtiene un servicio de más calidad a un menor costo. 

 

Las críticas se concretan principalmente en los siguientes argumentos:  

Se sostiene que no favorecen la equidad, porque los vouchers son más utilizados por los más ricos. Los más pobres no acceden a la misma información, ni tienen la capacidad para procesarla y elegir. 

También se argumenta que los pobres tienen menos capacidad para trasladarse y transportar a sus hijos, por lo que sus opciones son más restringidas. 

Se afirma que, si los mejores alumnos se van de las escuelas públicas, disminuirá el rendimiento de los alumnos que se quedan en ellas.  

Los padres no serían los mejores agentes de sus hijos: pueden ser irresponsables o no saber lo que es mejor para ellos, buscando ciertos atributos en las escuelas que poco tienen que ver con la calidad de la educación que entregan. La decisión debería estar a cargo de los expertos que tienen los conocimientos técnicos para llegar a una decisión óptima, y supuestamente estos son los funcionarios públicos del área de educación. 

No habría mejoras en el desempeño académico de los alumnos, tomando en cuenta las diferencias en formación previa y motivación de los padres. 

Los vouchers implican una dependencia de los beneficios. 

Respecto del primer punto, se ha mencionado muchas veces que se considera a los padres capaces de elegir un gobierno, pero no serían capaces de elegir la mejor escuela para sus hijos. El paternalismo termina no siendo consistente, pues atribuye la capacidad de elegir en algunas áreas y no en otras, ya que la de elegir un gobierno, por ejemplo, es mucho más compleja y determinante para una sociedad que la de elegir una escuela. Respecto a que los mejores alumnos dejarían las escuelas públicas y estas verían reducida su calidad, hay que notar que el argumento a favor señalaría que la introducción de la competencia cambiaría también la calidad del servicio de las escuelas públicas. Recordemos que en ese caso su presupuesto depende de su capacidad para atraer alumnos. El cuarto argumento es similar al primero. 

Respecto al quinto, investigadores del Programa sobre Política Educativa y Gobernabilidad (PEPG), de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Universidad de Harvard, hicieron un estudio comparativo entre alumnos que recibieron vouchers y otros de escuelas públicas en Nueva York, Washington y Dayton, y encontraron que los estudiantes afroamericanos que recibieron becas superaban a los que las solicitaron, pero no las obtuvieron, por cuatro puntos porcentuales en Nueva York, siete en Dayton y nueve en Washington (Walbert 2007, p. 38)220. 

Sin embargo, no es menos importante el último punto, ya que la dependencia del beneficio puede generar presión en pro de un constante crecimiento del programa, tanto porque los padres quieran recibir mayores montos de vouchers, como porque los políticos traten de obtener su apoyo ofreciéndolos. Recordemos que uno de los objetivos de estos programas es alcanzar los objetivos educativos buscados, sin aumentar el gasto público en educación, sino por el contrario, reduciéndolo. 

Políticas sociales en educación o salud: subsidio a la oferta o subsidio (¿privado?) a la demanda

Del Cap XVII

El subsidio a la oferta es ya tradicional: predomina en la mayoría de los países y se cuenta con una larga experiencia que permite evaluar sus resultados. La lógica de esta alternativa es la siguiente: existen personas que no pueden acceder a servicios básicos de educación, salud o vivienda, por lo que el Estado proveerá esos servicios, en muchos casos de forma gratuita. De esta manera, el Estado construye y administra hospitales, escuelas y viviendas, por ejemplo.

Pero el Estado no suele ser un buen administrador: sus funcionarios no tienen incentivos tan intensos como los del sector privado. En este, tanto las potenciales ganancias como las pérdidas actúan como un gran motivador para alcanzar la eficiencia; el premio puede ser importante, pero también es fuerte el castigo: los malos resultados llevarán a la pérdida del capital. En el ámbito público, es difícil implementar estos incentivos, ya que los funcionarios públicos no suelen ser remunerados con base a resultados, entre otras cosas por la dificultad de evaluar resultados cuando los servicios provistos no se “venden” y, por ende, no tienen precios que permitan el cálculo económico.

Por otra parte, con los objetivos de brindar un buen servicio en forma eficiente suelen mezclarse objetivos de otro tipo —políticos, por ejemplo—, que enturbian la tarea de los más eficientes profesionales a cargo de la gestión. El Estado termina entonces administrando grandes estructuras, muy poco ágiles y resistentes al cambio.

Por ejemplo, la educación pública universitaria es en Argentina tan costosa que le cuesta mucho más al Estado un graduado de lo que hubiera costado pagarle toda la carrera en una universidad privada, incluso entre las mejores del exterior. Si se divide el presupuesto universitario por la cantidad de graduados que habrá en el 2012 la cifra es de 52,386 dólares. Si se la divide, en cambio, por los inscritos, la suma es de 3,083 dólares, señalando los efectos de una política permisiva para el ingreso, que permite un influjo masivo en alumnos que luego desertan en una alta proporción (La Nación, 9/10/2011).

Existe una alternativa, que es esta: en vez de subsidiar a la oferta, subsidiar a la demanda. En lugar de administrar esas grandes estructuras burocráticas, administrar simplemente un sistema de subsidios a la compra de esos servicios en forma competitiva. Es decir: si los más necesitados no pueden acceder a salud, educación o vivienda, no se debe montar toda una estructura para ofrecer esos servicios, sino permitir que los usuarios los adquieran eligiendo entre distintos proveedores.

Veamos esto en un área tan fundamental para el progreso de los países como es la educación. Se presentan al respecto las alternativas de provisión de educación, que se muestran en el siguiente cuadro:

 

Cuadro 1: Alternativas de provisión de educación
Operadas por el gobierno →  

 

NO

Financiadas por el gobierno ↓
Escuelas públicas Escuelas charter
NO -.- Escuelas privadas

Autoeducación-tutores

Educación en la casa

 

Las escuelas públicas, como ya lo hemos comentado, se enfrentan a un serio problema de incentivos y, por lo tanto, no alcanzan a ser eficientes por más que se ensayen todo tipo de reformas. Los fracasos de la educación pública para los pobres están realmente bien documentados. Por ejemplo, un informe del organismo británico de ayuda al exterior, Oxfam, señala que “no se puede dudar del atroz estándar de la provisión de educación pública en todo el mundo en desarrollo” (The Probe Team 1999, p. 47). La Unesco informa que en ciertos lugares de África “los puntajes educativos basados en pruebas de elección múltiple son tan bajos que son casi al azar, lo que indica que asistir a la escuela tiene poco o ningún valor. En estas circunstancias, no es difícil ver por qué muchos hogares pobres consideran el gasto en educación [pública] como un mal uso de los escasos recursos” (Unesco 2005, p. 18).

El ausentismo docente es uno de los principales problemas. Una encuesta sobre los recursos disponibles en materia de educación en cuatro estados del norte de India tuvo resultados, al menos curiosos. Cuando los investigadores llegaron, sin anunciarse, a una gran muestra tomada al azar en escuelas gubernamentales, solo en la mitad de ellas había alguna “actividad docente” en marcha. En un tercio de las mismas, el director estaba ausente (World Development Report 2004, p. 24).

Y esto no ocurre solamente en India. En la edición 2005 de EFA Global Monitoring Report, de la Unesco se informa: “Encuestas al azar confirman en muchos países que el ausentismo docente sigue siendo un problema constante. La necesidad de tener un segundo trabajo, los estándares profesionales relajados y la falta de apoyo de las autoridades educativas son causas comunes”.

Si le sumamos al ausentismo el problema de la corrupción y los sobornos dentro de los sistemas estatales, la falta de compromiso y de preparación de los maestros, y la malversación de recursos, resulta fácil ver por qué a los expertos en desarrollo no les extraña encontrar opiniones similares sobre los problemas de la educación estatal para los pobres. En su edición 2004 de World Development Report, el Banco Mundial lo llama “fracaso del gobierno”, con “servicios tan deficientes que sus costos de oportunidad sobrepasan los beneficios para la mayor parte de la gente pobre” (p. 113).

Sin embargo, los mismos expertos en desarrollo expresan que la única manera de progresar consiste en brindar más educación estatal, apoyada con miles de millones más de ayuda internacional. La edición 2004 de World Development Report concluye el hecho de que “los recursos de que se dispone en materia de educación han fracasado en la creación de una educación efectiva y al alcance de todos, no implica que la solución sea un enfoque radicalmente diferente” (p. 18).

Dadas estas circunstancias, parece razonable considerar otras alternativas para proveer educación. Es a las que se encuentran en los otros cuadrantes del gráfico anterior a las que se les ha prestado mayor atención en los últimos tiempos.

Mauricio Macri está en Davos con importantes políticos y empresas: también podrían mirar a Florida

Mauricio Macri fue a Davos con una agenda notable de reuniones con algunos de los principales líderes políticos del mundo y presidentes de las más grandes empresas. Bien, por supuesto. El resto del gobierno, por otro lado, no haría mal en mirar lo que pasa en el Estado de Florida. Algunas cosas que se discuten en la política local no dejan de ser interesantes, tal vez habría que tomarse unas vacaciones por allí. Lo que comentaré ahora sale de un solo día del diario The Miami Herald:

1.       Miles de manifestantes se reunieron en la capital del estado, Tallahassee, para manifestarse en favor de un programa de “vouchers” educativos que favorece a los pobres, en particular hispanos y negros. La manifestación fue encabezada por el hijo de Martin Luther King, quien lleva el mismo nombre pero (III). Varios miles de personas se reunieron allí para pedirle al sindicato de maestros que desista en su intento de frustrar este programa por medio de una medida cautelar.

El programa ya tiene 15 años y es, en verdad, un programa de crédito fiscal. Funciona así: toda empresa puede deducir del monto de sus impuestos la donación que haga para becar a un estudiante de bajos ingresos. Esto es 1 a 1; es decir dono para una beca de 5000 dólares, y reduzco el pago de mis impuestos en la misma cantidad. Este año se otorgaron becas por 447 millones de dólares para 78.100 niños, 40% de los cuales son hispanos, 30% son negros.

El sindicato de maestros se opone y por eso ataca el programa en las cortes. Su argumento es que ese desvío de impuestos reduce el dinero para las escuelas estatales (y para sus salarios), comprometiendo la calidad de la educación pública. Pero el programa surgió en su momento, precisamente por el fracaso de la educación pública respecto a los más pobres. Más Info: http://www.miamiherald.com/news/politics-government/state-politics/article55454785.html

2.       El otro tema también tiene que ver con la educación. Algunos grupos están empujando una reforma de la constitución estadual respecto a las “charter schools”. Estas son escuelas que se financian con recursos públicos pero se administran privadamente, muchas veces con participación de los mismos padres. Hay más de 650 en el estado de Florida. Los que promueven esta reforma quieren abrir la puerta para que las propuestas de nuevas escuelas de este tipo puedan ser aprobadas por una nueva agencia del estado, en lugar de los locales Consejos de Educación. Estos, son órganos elegidos en elecciones, y parece que en algunos casos son reacios a aprobar este tipo de escuelas. Los partidarios de las charter schools, entonces, quieren que haya otra vía. En fin, no me convence mucho eso de crear una nueva agencia a nivel estatal y así debilitar esos consejos que son locales y electivos. No me parece que haya que buscar esos caminos cuando esos consejos bloquean la aprobación de escuelas privadas por una visión ideológica. Tal vez habría que ir a la justicia. Bueno, pero el tema es que esto está en la agenda de discusión, algo que no llega a plantear, las charter schools, en otros países. http://www.miamiherald.com/news/politics-government/state-politics/article55635780.html

3.       El tercer tema tiene que ver con Uber, la empresa de transportes, ¿cómo llamarla? ¿taxis on demand? La Comisión del Condado de Miami-Dade viene considerando el tema y hasta ahora sufría el rechazo de algunos comisionados importantes, pero se anuncia que se habría removido una barrera importante para que esa nueva actividad pueda continuar sus actividades sin problemas. Parece que ya hay más de tres veces de conductores en Uber o Lyft, que taxistas registrados. Éstos, quieren frenar esta competencia bloqueando su ingreso, exigiendo que cumplan con condiciones de seguros, aprobación de choferes, etc.; en lugar de pugnar para remover esas regulaciones a ellos mismos, y así permitirles modernizarse y competir. Está claro que el futuro es de las aplicaciones como Uber. Cuanto más se resistan a cambiar, más van a perder, tarde o temprano. Por ahora parece que eso se viene: http://www.miamiherald.com/news/local/community/miami-dade/article55610460.html

Suecia después del «modelo sueco», y la gran reforma menos conocida del mundo

Los alumnos leyeron el excelente trabajo de Mauricio Rojas “Suecia después del Modelo Sueco”, un trabajo muy importante para comprender la real característica de ese ‘modelo’ que atrae la aprobación y simpatía de muchos.

Mauricio Rojas

Pocos saben que, como describe Rojas, quien no solamente vivió allí por mucho tiempo sino que llegó a ser miembro electo del Parlamento Sueco, ese modelo sufrió profundos cambios. El artículo recomendado: http://www.hacer.org/pdf/Suecia.pdf

Pero aquí voy a agregar tan solo algunos comentarios que publicara la revista The Economist en Febrero de 2013, un informe especial sobre los “países nórdicos”. Algunos temas que allí aparecen:

  • Suecia ha reducido su gasto público desde un 67% del PIB en 1993 a 49% hoy (todavía alto pero son 18 puntos!)
  • La tasa marginal del impuesto a las ganancias cayó 27 puntos desde 1983 a 57%
  • La tasa de ganancias corporativas (a las empresas) es del 22% (en Argentina es 35%)
  • Su deuda pública se ha reducido de 70% del PIB en 1993 a 37% en 2010
  • El presupuesto pasó de un déficit del 11% a un superávit del 0,3% en el mismo período
  • Su economía es muy abierta el comercio internacional
  • Ha introducido un programa de vouchers para la educación, los suecos pueden ahora elegir escuelas privadas.
  • También hay vouchers para la salud
  • Suecia ocupa el puesto 20 en el índice de Libertad Económica de Heritage y el puesto 27 en el de Fraser.
  • Algunas empresas suecas son de primer nivel mundial: Sandvik, Atlas Copco, IKEA, H&M

 

Es cierto que Suecia tiene un extendido estado benefactor pero está lejos de lo que la creencia popular entiende. Ese “modelo sueco” quebró a principios de los años 90, y no en forma diferente a las grandes crisis fiscales latinoamericanas. Hoy es algo diferente.