Al fin la globalización no aparece como culpable: reducción de la pobreza mundial y distribución del ingreso

Fue una agradable sorpresa encontrar en La Nación un artículo de Juan J. Llach titulado “La globalización no tiene la culpa”: http://www.lanacion.com.ar/1993365-la-globalizacion-no-tiene-la-culpa

Digo esto porque el último que recuerdo del autor (puede que hubo otros entretanto) es uno alabando a Piketty. Éste, en cierta forma, revierte los argumentos del otro, aunque no del todo, como veremos. Entre los mejores párrafos:

“La globalización está en el banquillo y, con más pasiones que razones, se discuten sus resultados. Se sigue repitiendo, erróneamente, que crece la brecha entre países ricos y pobres. El nivel de vida de los países más avanzados era en 1990 casi ocho veces el de los emergentes y hoy es menos de tres veces. Los otrora países «en desarrollo» generan ya casi el 60% del producto mundial anual. Esto se debe sobre todo a Asia, con China a la cabeza. Pero desde la crisis de 2008 también el África subsahariana y, algo menos, América latina han crecido más que los avanzados. Entre éstos hay grandes diferencias. Corea creció desde la crisis 25%, Italia cayó 8% y Grecia, 30%. Lo mismo se ve dentro de cada país, como los contrastes entre el ahora famoso «cinturón oxidado» y California.

Las personas disconformes con esta etapa global en Europa y en Estados Unidos ven una realidad amenazante. Asiáticos y africanos perciben, en cambio, mejoras. Pese a que en sus continentes vive el 95% de los 705 millones de personas en pobreza extrema, hace un cuarto de siglo eran 1850 millones los afectados por este flagelo y representaban un 35% de la población mundial, contra menos del 10% hoy. En forma paralela, ha habido allí aumentos muy significativos en la esperanza de vida o en la escolarización y fuertes caídas de la mortalidad infantil. El rápido crecimiento de muchos países pobres desde 1990, en especial China, hizo caer la desigualdad de la distribución del ingreso mundial, y la cantidad de personas de clase media se ha duplicado de 1500 a 3000 millones en este siglo.”

Impecable. Aunque tras esto presenta una preocupación por la distribución del ingreso:

“Al mismo tiempo, la desigualdad aumentó en muchos países, y en casi todos los desarrollados, con el agravante de una enorme concentración del ingreso en el 1% más rico -que se apropia del 15% o más del ingreso nacional- y aun en el 0,1% más rico. En fin, es tan cierto que el mundo de hoy tiene una pobreza inaceptable y una enorme desigualdad de ingresos y riquezas como que nunca bajaron tanto la pobreza y la desigualdad globales como en los últimos 25 años (el sitio https://ourworldindata.org/ es muy informativo de lo dicho hasta aquí). El análisis objetivo invita mucho más a los matices que a los juicios en blanco y negro, pero éstos son los que prevalecen.”

Según los propios datos citados la cantidad de personas en pobreza extrema se redujo en más de mil millones, y mejoran todos los índices. En todo caso, uno podría decir que le gustaría que el ingreso fuera distribuido de otra forma, pero no plantear esto como un problema. Está claro que incluso el aumento de la desigualdad no es la causa de la pobreza, porque según el artículo una sube y la otra baja (aunque también está en discusión que esto ocurra).

Para debatir esto habría que presentar cuál sería el criterio para decir que una distribución es mejor que otra. El artículo no lo dice, pero pareciera sugerir que una más igualitaria sería mejor. Al presentar tal argumentación sería bueno refutar a Robert Nozick (Anarquía, Estados y Utopía), cuando señala que al evaluar una determinada distribución del ingreso habría que considerar no el resultado (si es más igual o menos igual), sino el proceso. Si el proceso por el cual se generó es “justo” la distribución también lo es, aunque sea desigual. ¿Cuál sería el argumento en favor de una distribución más igual?

Terrorismo e inmigración; o crimen e inmigración: dos debates parecidos acerca de los límites al ingreso de extranjeros

Otro debate que, con sus diferencias, aparece tanto en el norte como en el sur, claro que en el primer caso vinculado al terrorismo y en el segundo más al crimen. Aquí un trabajo publicado por el Cato Institute, de Alex Nowrasteh, con el título “Terrorismo e Inmigración: Un análisis de riesgo”, disponibe acá: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/terrorism-immigration-risk-analysis

Su resumen:

“El terrorismo es un peligro para la vida humana y la prosperidad material que debe abordarse de una manera sensata, por lo que los beneficios de las acciones para contenerla superan los costos. Los terroristas nacidos en el extranjero que ingresaron al país como inmigrantes o turistas fueron responsables del 88 por ciento (o 3.024) de los 3.432 asesinatos causados ​​por terroristas en suelo estadounidense desde 1975 hasta finales de 2015. En este artículo se presenta el primer análisis de riesgo de terrorismo De las categorías de visados ​​los terroristas nacidos en el extranjero solían entrar a los Estados Unidos.

Entre los asesinados en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 (9/11), la probabilidad de que un estadounidense pereciera en un ataque terrorista en suelo estadounidense cometido por un extranjero durante los 41 años estudiados aquí es de 1 en 3,6 millones por año. El riesgo que representan los extranjeros que entran en diferentes categorías de visas varía considerablemente. Por ejemplo, la posibilidad de que un estadounidense sea asesinado en un atentado terrorista causado por un refugiado es de 1 por 3.64 mil millones al año, mientras que la posibilidad de ser asesinado en un ataque cometido por un inmigrante ilegal es un astronómico 1 por 10.900 millones al año. Por el contrario, la posibilidad de ser asesinado por un turista con una visa B, la visa turística más común, es de 1 en 3,9 millones por año. Toda respuesta gubernamental al terrorismo debe tener en cuenta la amplia gama de peligros que plantean los terroristas nacidos en el extranjero que ingresaron bajo diversas categorías de visas.

El gobierno federal tiene un papel importante que desempeñar en la detección de los extranjeros que entran en los Estados Unidos, y para excluir a aquellos que representan una amenaza para la seguridad nacional, la seguridad o la salud de los estadounidenses. Este análisis del riesgo de terrorismo de las categorías de visas individuales puede ayudar en la asignación eficiente de escasos recursos de seguridad del gobierno a aquellas categorías que son más explotables por los terroristas. Los peligros que plantean los terroristas nacidos en el extranjero no son lo suficientemente grandes como para justificar acciones extremas como una moratoria sobre la inmigración o el turismo.”

Otra vez sobre la desigualdad y la pobreza: la importancia de la movilidad social, para arriba sobre todo

 

El debate no terminará nunca. Aquí un nuevo aporte, en un trabajo publicado por el Cato Institute, de Michael Tanner, con el título “Cinco mitos sobre la desigualdad económica en América (Estados Unidos)”, disponibe acá: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/five-myths-about-economic-inequality-america

Su resumen:

“La desigualdad económica ha subido a la cima de la agenda política, defendida tanto por los candidatos políticos como por los autores más vendidos. Sin embargo, muchas de las creencias más comunes sobre el tema se basan en percepciones erróneas y falsedades.

Aunque a menudo se nos dice que vivimos en una nueva Edad Dorada, el sistema económico de Estados Unidos ya es altamente redistributivo. La política fiscal y el gasto en bienestar social reducen sustancialmente la desigualdad en América. Pero incluso si la desigualdad estuviera creciendo tan rápido como dicen los críticos, no sería necesariamente un problema.

Por ejemplo, a diferencia de los estereotipos, los ricos tienden a ganar en lugar de heredar su riqueza, y relativamente pocas personas ricas trabajan en Wall Street o en finanzas. La mayoría de la gente rica consiguió esa manera proporcionándonos con los bienes y los servicios que mejoran nuestras vidas.

La movilidad de ingresos puede ser menor de lo que nos gustaría, pero la gente sigue moviéndose hacia arriba y hacia abajo en la escala de ingresos. Pocas fortunas sobreviven durante varias generaciones, mientras que los pobres siguen siendo capaces de salir de la pobreza. Más importante aún, hay poca relación entre la desigualdad y la pobreza. El hecho de que algunas personas lleguen a ser ricos no significa que otros se harán pobres.

Aunque los ricos pueden aprovechar las conexiones políticas para su propio beneficio, hay pocas pruebas de que, como grupo, persigan una agenda política diseñada para suprimir a los pobres o prevenir políticas diseñadas para ayudarlos. Al mismo tiempo, en lugar de reducir la desigualdad económica, una mayor intervención del gobierno puede empeorar la situación. Dado que las políticas para reducir la desigualdad, como el aumento de impuestos o programas adicionales de bienestar social, probablemente tendrán consecuencias no deseadas que podrían causar más daño que bien, debemos centrarnos en implementar políticas que realmente reduzcan la pobreza en lugar de atacar la desigualdad misma.”

¿Shock o gradualismo? un debate nuestro de todos los días en la experiencia de los países que fueran comunistas

¿Shock o gradualismo? En un informe publicado por el Cato Institute se analizan las experiencias de los ex-países comunistas. El trabajo se titula “25 años de reformas en Países Excomunistas: Reformas rápidas y generales llevaron a mayor crecimiento y más libertad económica”, disponible acá: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/25-years-reforms-ex-communist-countries-fast-extensive-reforms-led

Este es su resumen:

“La transición del socialismo a la economía de mercado produjo una división entre los que abogaban por reformas rápidas o de gran alcance y aquellos que abogaban por un enfoque gradual. Han transcurrido más de 25 años desde la caída del Muro de Berlín en 1989, proporcionando amplios datos empíricos para probar esos enfoques. La evidencia muestra que los reformadores tempranos y rápidos superaron ampliamente a los reformadores graduales, tanto en medidas económicas como el PIB per cápita, como en indicadores sociales como el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.

Un argumento clave para el gradualismo era que las reformas demasiado rápidas causaban gran dolor social. En realidad, los reformadores rápidos experimentaron recesiones más cortas y se recuperaron mucho antes que los reformadores graduales. De hecho, una medida mucho más amplia del bienestar, el Índice de Desarrollo Humano, apunta a la misma conclusión: los costos sociales de la transición en los países que se reforman rápidamente son más bajos.

Además, los partidarios del gradualismo argumentaron que el desarrollo institucional debía preceder a la liberalización del mercado, aumentando así la eficacia de este último. En un sentido estricto, es imposible desmentir este argumento, pues ningún país postcomunista siguió esa secuencia de acontecimientos. En todos los países postcomunistas, el desarrollo institucional estuvo muy por detrás de las reformas económicas. Esperar el desarrollo institucional antes de implementar las reformas económicas podría fácilmente convertirse en una receta para que no se realicen reformas.

Sin embargo, después de 25 años, los reformadores rápidos terminaron con mejores instituciones que los reformadores graduales. Este resultado es consistente con la hipótesis de que las élites políticas que estaban comprometidas con la liberalización económica también estaban comprometidas con el desarrollo institucional subsiguiente. Por el contrario, las élites políticas que abogaban por reformas graduales a menudo lo hacían para extraer las rentas máximas de la economía. Una consecuencia extrema del gradualismo fue la formación de clases oligárquicas.

Cuando se trata de la velocidad y profundidad de las reformas, la posición relativa de los países ha permanecido prácticamente inalterada. La mayoría de los países que avanzaron temprano aún están más lejos.”

Parece que desde el punto de vista de la política económica no quedan dudas. Las limitaciones están más en la situación política y lo que esta permita en un determinado momento, que en las bondades de uno u otro enfoque.

¿Relevante para las reformas pro-mercado en muchos países? La confianza promueve y facilita las negociaciones

Nicclas Bergren y Christian Bjørnskov presentan un paper que puede tener relevancia para algunos países de la región, particularmente Argentina. Se titula “The Market-Promoting and Market-Preserving Role of Social Trust in Reforms of Policies and Institutions”: http://www.ifn.se/wfiles/wp/wp1152.pdf

Algo de su introducción:

“Desde principios de los ochenta, se ha formado un consenso entre economistas e Instituciones de que las políticas económicas básicas son determinantes centrales en el crecimiento y desarrollo (Aron, 2000, Rodrik et al., 2004, Acemoglu et al., 2005). Por lo tanto, si uno se preocupa por las tasas de crecimiento, la pregunta es cómo hacer el diseño e implementar con éxito reformas que incrementen el crecimiento  sean más probables y otras que puedan disminuirlo menos probable. Evidentemente, hay obstáculos a la reforma, a menudo es difícil de alcanzar acuerdos entre los responsables políticos en presencia de divergencias de preferencias y características del entorno político. Pero como las reformas pueden ser buenas o malas para el crecimiento, algunos obstáculos al acuerdo pueden ser vistos como malos y otros como buenos. ¿Hay una manera de reducir el poder de los obstáculos, mientras que aumente la potencia de los últimos?

Ese es el tema de este estudio. Para responder a esta pregunta, nos basamos en ideas que comenzaron a ser redescubiertas por economistas y políticos durante la década de los noventa, con el fin de que la cultura y los valores sociales son factores importantes detrás de las instituciones y los resultados económicos (Knack Y Keefer, 1997; Uslaner, 2002; Guiso et al., 2006; Algan y Cahuc, 2014; Alesina y Giuliano, 2015; Gorodnichenko y Roland, próximamente). No menos importante, una característica de la cultura, la confianza social, se ha demostrado que es importante. Por «confianza social» se entiende una actitud hacia personas que no se conocen o lo hacen muy poco: se basa en una expectativa de que otros – la gente en general – hará bien por ti en la interacción social y no te explotarán.

Por lo tanto, nos sumamos a una creciente literatura que investiga cómo ciertos rasgos de la política influyen en la probabilidad de una reforma institucional y política, y cómo la confianza puede interactuar con estas características para hacer las reformas más o menos probables.

Para que se lleven a cabo reformas, es necesario un acuerdo sustancial entre los encargados de formular las políticas, y dado que la confianza implica la expectativa de que otros no se comportarán de manera oportunista, es de esperar que la confianza mejore las posibilidades de que se produzcan reformas. Por ejemplo, Boix y Posner (1998) plantean la hipótesis de que la confianza social alivia los problemas de coordinación asociados con el consenso. Si los políticos y los grupos políticos potencialmente adversarios comparten una visión, se puede negociar una reforma en la que algunos socios obtengan una promesa en las futuras negociaciones si perciben que ellos o su núcleo electoral pueden perder con la reforma en cuestión. Un cierto nivel de confianza permite, por tanto, la interconexión inter-temporal, que a su vez permite un acuerdo «aquí y ahora» para hacer algo.

Nuestra contribución consiste en analizar cómo cinco tipos de obstáculos potenciales al acuerdo: ideología, fraccionalización ideológica, gobierno de coalición, gobierno de minorías y la inestabilidad representacional – afectan la probabilidad de reforma y cómo la confianza influye en sus efectos. Definimos reforma institucional y política como un cambio sustancial en una de las dos áreas del índice de Libertad Económica del Mundo: la calidad del Sistema (un indicador institucional) y el ámbito de la regulación (un indicador de política).

Es importante destacar que separamos las reformas que aumentan la libertad económica (es decir, mejoran el sistema legal o reducen el alcance de la regulación) de las reformas que lo disminuyen. Esta distinción es una innovación en la literatura. Como tal, nos centramos en el amplio margen, es decir, si tales reformas sustanciales pueden ocurrir o no, y no en la forma o alcance de la reforma.

Nuestro análisis empírico revela, como era de esperar, que los diversos obstáculos como el tipo de reforma, tanto de liberalización como desliberación, hacen las reformas menos probables. Sin embargo, surge un patrón interesante: un doble rol de la confianza social, en la medida en que, al interactuar con los diferentes obstáculos, facilita ciertas reformas -las de liberalización – sino que hace a los demás – reformas que reducen la liberalización del mercado – más difíciles. En otras palabras, la confianza social no es neutra en términos de contenido de la reforma – parece que tanto promueve como protege instituciones y políticas pro-mercado.

¿Porque? Se podría haber esperado, sobre la base de la literatura anterior, que la confianza hace cualquier reforma más probable. Nuestra hipótesis de por qué esto no es así es que la confianza social no sólo facilita el acuerdo en general entre los responsables políticos, que es lo importante para esperar que estimule la reforma, sino que también implica confianza en los actores del mercado. De hecho, Aghion et al. (2010) encuentran que las personas que confían en la gente en general tienen más probabilidades de asociar la economía de mercado con resultados favorables. Por esta razón, sugerimos que personas con alta confianza social estarán inclinadas a acordar reformas pro-mercado y a rechazar reformas anti-mercado”

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El panorama de la izquierda latinoamericana a comienzos del siglo XXI parecía alentador, para ellos. No duró mucho

Con los alumnos de la UFM en el curso sobre ideas políticas y económicas en América Latina ahora vemos una clara representación de las ideas de la izquierda y su evaluación de la situación a comienzos del siglo XXI, con un artículo de Atilio Borón titulado “La izquierda latinoamericana a comienzos del siglo XXI: nuevas realidades y urgentes desafíos”.

¿Qué se puede obtener de una visión más panfletaria que académica? El artículo fue publicado en 2004 y ahora parece claramente más una expresión de deseos que un análisis profundo de la realidad. Por ejemplo, dice el autor:

“Grandes movimientos sociales han florecido en la última década del siglo pasado a partir de las pioneras revueltas de los zapatistas en 1994, la aparición de los piqueteros argentinos, las grandes huelgas ciudadanas y de trabajadores en Francia y Corea del Sur poco después y, hacia finales de siglo, la maduración y consolidación internacional de esas protestas en Seattle y en Porto Alegre. Consecuentemente, nuevas fuerzas políticas han pasado a controlar los gobiernos (en países como Venezuela y Brasil, por ejemplo) o se aprestan a hacerlo, como en Uruguay; y distintos gobiernos se plantean la necesidad de abandonar las políticas que, en el pasado, causaran los estragos por todos conocidos, como lo demuestra, entre otros, el caso argentino. No obstante, es preciso aclarar que en la generalidad de los casos los cambios más importantes se produjeron en el terreno más blanco del discurso y la retórica, y no en el más duro y áspero de las políticas económicas. Pero, aun con estas limitaciones, ese cambio es muy significativo y sería erróneo subestimar sus alcances”.

Ahora que lo vemos con la ventaja del tiempo, ¿fueron esos, acaso, cambios tan significativos?  ¿O simplemente parte de los vaivenes políticos que ocurren en América Latina o, tal vez, en todas partes del mundo? Después de todo, los supuestos cambios en Argentina trajeron luego una reacción contraria, en Francia está por ganar alguno de los candidatos de la derecha, ya nadie se acuerda de los zapatistas, y nadie se imaginaba a Trump.

¿Qué es lo que pasa con estos análisis políticos o sociológicos? En buena medida que el futuro es difícil si no imposible de predecir. Tal vez si tomamos períodos más largos las conclusiones sean más interesantes. Por ejemplo, en los posts anteriores respecto al libro de Johan Norberg llamado Progreso, se ven enromes cambios producidos en más de un siglo, o en algunas décadas. Tal vez así podamos ver alguna tendencia. Porque, realmente, esos grandes movimientos sociales que considera el autor no parecen estar sino más que en su propia esperanza, y pese a ser tan grandes son tan débiles que se revierten en cualquier momento. Cuba ya ha comenzado esos cambios, en Venezuela no aguantan mucho más, Ecuador, Bolivia y Nicaragua han decidido mantenerlos en el discurso pero ir para otro lado.

Hay algo más profundo que no se ve. Tal vez yo no lo veo y mañana se desata una revolución, pero el progreso de la globalización parece moverse firme, con espasmódicas reacciones de rechazo, pero con constancia.

El problema de la izquierda del siglo XXI es que son ideas viejas, del siglo XIX.

En ese sentido, el mercado, o el odiado neoliberalismo, tiene una ventaja, porque podrán ser ideas también del siglo XIX o antes, pero los emprendedores cambian el mundo y traen nueva vida. Por ejemplo, ahora tenemos Bitcoin, Uber o Airbnb, o Google Earth, o Netflix. Y así, cosas que cambian nuestras vidas y que renuevan el mercado. El envase será viejo pero el contenido se renueva en forma permanente.

Increíble reacción ante las pandemias y una extensión de la probabilidad de vida que no para de aumentar

Hay, creo, dos razones por las cuales predomina el pesimismo en la avalancha de noticias que recibimos a diario: la primera de ellas es que las buenas noticias no generan tantos lectores como las malas, la normalidad se asume como tal, mientras que el accidente o el crimen serían la excepción; la segunda es que todo el que quiera promover algún cambio ‘revolucionario’ (no evolutivo) en la sociedad, debe antes mostrar que todo anda mal, ya que por eso se necesita el cambio.

Al respecto, una serie de autores (Matt Ridley, Steven Pinker y ahora Johan Norberg) han escrito sendos libros presentando una visión contraria, esto es, optimista, del progreso de la sociedad y el ser humano, sobre todo a partir de la llegada de la sociedad liberal y el capitalismo. Las referencias y los números son contundentes. Aquí algunos del libro  Johan Norberg, Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future:

“Tras la fiebre H1N1 en 2009, una versión totalmente nueva del virus de 1918, hemos visto la respuesta más rápida a una pandemia en la historia. Internet hizo posible rastrear su origen y facilitó la cooperación entre instituciones, científicos y trabajadores de la salud alrededor del planeta. Después que científicos norteamericanos obtuvieron una muestra del virus en un paciente a mediados de Abril del 2009, el secuenciamiento de genes se obtuvo en un solo día. En una semana, en genoma completo del virus H1N1 fue publicado online, para que el mundo lo use. Esto hizo posible que los desarrolladores de tests en todo el mundo modificaran los existentes y encontraran nuevos casos. Antes de un mes, comenzaron a enviarse nuevos kits de tests a laboratorios clínicos y de salud pública.

Al mismo tiempo, las compañías farmacéuticas utilizaron esta información, más nuevas tecnologías de cultivo de células y otras innovaciones para comenzar a trabajar en vacunas. EN Junio de 2009, la OMS declaró que la fiebre H1N1 era pandémica. Justo tres meses más tarde varios productores habían completado ya el desarrollo de una vacuna y la comenzaban a producir. Para Diciembre, más de 50 países habían comenzado programas de vacunación.

No hay una garantía de que la expectativa de vida siga aumentando. HIV/AIDS ocasionó una repentina caída en varios países africanos comparable con algunas guerras. Zimbabue y Botsuana perdieron más de quince años en expectativa de vida. En los años siguientes al colapso de la economía planificada, la expectativa de vida en Rusia cayó cinco años. Por otra parte, la expectativa de vida en África es ahora siete años más alta de lo que era antes del impacto del HIV/AIDS, y la expectativa de vida en Rusia es ahora mayor a la que alguna vez alcanzó bajo el comunismo, por lo que puede afirmarse que la expectativa de vida  se mueve en una dirección general, aun cuando también veamos obstáculos e incluso reversiones temporales. La expectativa de vida es, también, por varias razones, una estimación conservadora. Es una medida del tiempo que puede esperar vivir un recién nacido promedio si es que no vemos ninguna mejora adicional en la salud, por lo que no toma en cuenta ningún progreso en la extensión de la vida.

Algunos dicen que hemos llegado a los límites de lo que es posible, y que la vida no se puede incrementar mucho más. Pero han dicho eso antes, una y otra vez, y siempre se han equivocado. EN 1928, cuando la expectativa de vida en los Estados Unidos era de 57 años, el estadístico Louis Dublin calculó la posibilidad máxima eran 65 años. Como no tenía número de Nueva Zelanda, no sabía que ese límite ya había sido sobrepasado por las mujeres en ese país. Otro equipo de investigación repitió el ejercicio en 1990, y llegó a señalar un límite de 85 años. Que fue alcanzado por mujeres japonesas en 1996.”

Norberg y el progreso: la salud y la riqueza de los países están relacionadas, incluso cuando progresan otros

Hay, creo, dos razones por las cuales predomina el pesimismo en la avalancha de noticias que recibimos a diario: la primera de ellas es que las buenas noticias no generan tantos lectores como las malas, la normalidad se asume como tal, mientras que el accidente o el crimen serían la excepción; la segunda es que todo el que quiera promover algún cambio ‘revolucionario’ (no evolutivo) en la sociedad, debe antes mostrar que todo anda mal, ya que por eso se necesita el cambio.

Al respecto, una serie de autores (Matt Ridley, Steven Pinker y ahora Johan Norberg) han escrito sendos libros presentando una visión contraria, esto es, optimista, del progreso de la sociedad y el ser humano, sobre todo a partir de la llegada de la sociedad liberal y el capitalismo. Las referencias y los números son contundentes. Aquí algunos del libro  Johan Norberg, Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future:

“Cuanto más rico es un país, más saludable. Las variaciones en el ingreso pueden explicar hasta el 70% de la variación en la mortalidad infantil. Ningún país con un ingreso per cápita sobre 10.000 dólares tiene una tasa de mortalidad infantil por sobre el 2%. Gente más rica puede invertir más en salud e instalaciones de agua, y puede costearse más alimentos y medicamentos. Pero no es solamente que la humanidad está enriqueciendo, por lo que puede permitirse un nivel de vida más alto. Esa no es siquiera la causa principal. Aún más importante es que un nivel de vida decente es cada vez más barato.

Los indicadores de salud para un cierto nivel de ingresos están mejorando todo el tiempo. Un país con un ingreso per capital de $1.000 tenía una tasa de mortalidad infantil de 20 por cada 100 nacimientos en 1900. Un país a ese exacto nivel de ingresos en el 2000 tiene una tasa de mortalidad infantil de solo 7 por cada cien nacimientos. Por lo que aun si un país no hubiera experimentado ningún crecimiento económico en cien años, la mortalidad infantil se habría reducido en dos tercios. Un país con un PBI per capital de $3.000 hoy tiene la misma expectativa de vida como se hubiera predicho para un país con un PBI per capital de $30.000 en 1870. Esa es la gran historia de la salud de nuestro tiempo: bajos precios por una buena vida.”

“Es un resultado de la globalización, que hace más fácil a los países utilizar el conocimiento y la tecnología que tomó generaciones y enormes cantidades de dinero para generar. Es bien difícil desarrollar la tecnología de las células, la teoría de los gérmenes en las enfermedades o una vacuna contra la viruela, pero es muy fácil utilizarla una vez que otros lo han hecho. La infraestructura que ha sido creada para el comercio y las comunicaciones también hace más sencilla la transmisión de ideas, ciencia y tecnología a través de las fronteras, en un círculo virtuoso.”

“Resulta interesante que, aun cuando hay una fuerte relación entre la salud y la riqueza, es difícil encontrar una relación entre la riqueza y las tasas recientes de crecimiento. El economista William Easterly ha mostrado la correlación entre los indicadores de salud de un país y el crecimiento global. En la era de la globalización, el factor más importante detrás del éxito de un país es el éxito de otros países. Aun un país como Haití, que es uno de los pocos países que es hoy más pobre que en los 1950s, ha reducido su mortalidad infantil en casi dos tercios. Haití tiene hoy una menor tasa de mortalidad infantil que la que tenían los países más ricos del planeta en 1900”.

La UFM anuncia una nueva edición del Concurso Charles L. Stillman, para ensayos, artículos y libros en castellano

La UFM anuncia una nueva edición del Concurso de Ensayos y Artículos Charles L. Stillman. http://www.stillman.ufm.edu/

Reconocimento a las mejores investigaciones sobre filosofía de la libertad en sus aspectos morales, económicos, políticos o jurídicos; investigaciones publicadas o inéditas en español.

Premios

Al mejor tratado o libro US$ 5,000
Al mejor ensayo US$ 2,000
Al mejor artículo publicado en una revista académica US$ 1,000
A los dos mejores artículos o editoriales de periódicos US$    300 (cada uno)

 

 

Artículo en el diario La Tercera, de Chile, como lidiar con el populismo a 200 años de la batalla de Chacabuco

¿Habrá tratados contra el populismo?

¿Habrá tratados contra el populismo?

BIEN PODRÍAMOS decir que la reunión entre los presidentes Bachelet y Macri estuvo programada desde hace unos doscientos años. ¿Cómo podrían haberla evitado? Pero el contenido de sus conversaciones probablemente no se podía adivinar hace seis meses. Es que, entretanto, Trump ganó las elecciones con una campaña digna de cualquier líder populista latinoamericano.

Macri, al contrario de Trump, cree que la globalización ha de ser una oportunidad para la Argentina, incluso puede creer en la libertad de comercio como una cuestión de principio más que de oportunidad; probablemente Bachelet piense en forma similar, aunque parecería más porque ha recibido el poder en un país que ya conoce esos beneficios y que ha demostrado sus ventajas. Macri tal vez se pregunta: ¿Cómo no avanzar hacia la globalización?, mientras que Bachelet tal vez ¿cómo vamos a retroceder?

La primera visita importante que Macri recibió fue la de Obama, de otra forma lo hubiéramos tenido a Maduro. El intercambio imaginado con el país del norte era: déjennos enviar productos; y vengan sus inversiones. Hay que decir que esta visión no se limitaba a los Estados Unidos, también lo era con Chile o Brasil, con el que, además, se pretendía acelerar un tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea que todavía no avanza, o con el resto del mundo.
Macri ha de considerar favorablemente la apertura de la economía porque, como en Chile, cumple un papel de custodio de la institucionalidad. Por supuesto, una vez que ésta ha mejorado, pero eso es lo que habría que esperar en los próximos años. Argentina ha sufrido el mal del populismo como pocos y el veneno de esas ideas sigue allí, aunque algo dormido luego de los escándalos del populismo saliente.

¿Cómo vacunar a un país contra el populismo? No hay otra forma que a través de un cambio contundente de la opinión popular. Una exitosa integración al mundo ayudaría a esto de dos formas: una, al acercar a los argentinos, que ya nos creemos ciudadanos del Primer Mundo, al consumo de esas regiones, a la calidad de sus productos comparados con los que nos depara la sustitución de importaciones; la otra, al poner un candado al populismo.

Siempre, al mirar a Chile, hemos supuesto que la red de tratados internacionales de comercio era una barrera insalvable a ese vicio latinoamericano. Ahora pensamos que tal vez no lo sea tanto, pero podrían al menos ser vallas. La apertura comercial de Estados Unidos no ha sido valla sino la causa de que quieran ensayar el populismo.

Trump ha modificado el panorama y justifica un mayor acercamiento de ambos países, más allá del existente. Ante el potencial cierre de los Estados Unidos, Chile debería pensar en otros mercados. Claro que la Argentina ha de ser menos que Massachussetts, pero está cerca, quiere abrirse y presenta oportunidades de inversión tal vez mejores que en el norte. Anticipando problemas en Europa, ha de pensarse, obviamente, en Asia, de allí el interés de Macri de acercar el Mercosur a los países del Pacífico, de paso ofreciendo a México una mano. Sería también una forma de “modernizar” al Mercosur de forma indirecta y empujar a Brasil hacia una mayor apertura, tan resistida por sus empresarios y sindicatos como los argentinos.

Todo esto está muy bien. Aunque, al final, nada es más necesario a ambos lados de la cordillera, que rechazar o abandonar las ideas populistas, y allí es poco lo que puede sacarse de un tratado. Es una tarea que cada cual tiene que hacer.