¿Libertad y/o democracia? O la libertad de los antiguos en comparación a la libertad de los modernos

En un año electoral vale la pena plantear cuáles son las elecciones básicas a las que deberíamos estar enfrentándonos. Así las comenta David Boaz en su libro The Libertarian Mind: A Manifesto for Freedom:

“Según Aristóteles, los sistemas políticos posibles eran la tiranía, la aristocracia, la oligarquía y la democracia. A mediados del siglo XX a muchos les parecía que las opciones eran el comunismo, el fascismo y el capitalismo democrático. Hoy, todas ellas han perdido el favor de la gente excepto el capitalismo democrático, y muchos intelectuales han asumido la proclamación de Francis Fukuyama sobre el ‘fin de la historia’, queriendo decir que las grandes batallas sobre la ideología han terminado con el triunfo de la democracia y la economía mixta. Sin embargo, en estos momentos en que este libro se publica, el fundamentalismo islámico crece en una región del planeta, y la crisis económica del 2008 llevó a algunos críticos a proclamar el ‘fin del capitalismo’.

Sea lo que sea, el supuesto triunfo de la democracia deja todavía lugar para ideologías en competencia. Aún la identificación de ‘democracia’ como la alternativa occidental al fascismo y el socialismo es problemática. Los libertarios, como el nombre implica, creen que el valor política más importante es la libertad, no la democracia. Muchos lectores modernos se preguntarán, ¿cuál es la diferencia? ¿No son la libertad y la democracia la misma cosa? Por cierto, uno podría sacar esa idea de la enseñanza estándar de la historia norteamericana. Pero veamos: India es la democracia más grande del mundo; sin embargo su compromiso con la libertad de expresión y el pluralismo es débil y sus ciudadanos están abrumados por una cantidad de regulaciones proteccionistas –felizmente reducidas en los últimos años- que limitan su libertad en todo momento. A través del siglo XX Hong Kong no fue una democracia –sus ciudadanos no tenían el derecho a elegir a sus gobernantes- pero tenían la libertad de elegir y de actuar más amplia del planeta. Existe una conexión entre libertad y democracia, pero no son idénticas. Como dice mi amigo Ross Levatter, si viviéramos en una sociedad en la que las parejas se formaran según la decisión de la mayoría, viviríamos en una democracia, pero no tendríamos mucha libertad.

Gran parte de la confusión proviene de dos diferentes sentidos de la palabra ‘libertad’, una distinción que explorara notablemente el libertario francés Benjamin Constant en el siglo XIX en un ensayo titulado ‘La libertad de los antiguos comparada con la de los modernos’. Constant destacó que para los escritores griegos antiguos la idea de libertad era la de participar en la vida pública, en tomar decisiones para toda la comunidad. Así, Atenas era una polis libre porque todos los ciudadanos –esto es, todos los hombres libres, adultos y atenienses- podían participar en el proceso de toma de decisiones. Por cierto, Sócrates era libre porque podía participar de la decisión colectiva de ejecutarlo por sus opiniones heréticas. . Sin embargo, el concepto moderno de libertad enfatiza el derecho de los individuos a a elegir su modo de vida, a hablar y orar libremente, a tener propiedad, a dedicarse al comercio, a ser libres del arresto o detención arbitrarias – en palabras de Constant, ‘de ir y venir sin pedir permiso, y sin tener que explicar los motivos’. Un gobierno basado en la participación de los gobernados es una valiosa salvaguardia de los derechos individuales, pero la libertad en sí misma es el derecho a elegir y perseguir proyectos que uno haya elegido.

Para los libertarios, el tema político básico es la relación del individuo con el estado. ¿Qué derechos tienen los individuos (si es que tienen)?¿Qué poderes debería tener el gobierno?¿Qué demandas pueden los individuos realizar unos a otros a través del mecanismo del gobierno?”

“… hay dos formas básicas de organizar la sociedad: coercitivamente, a través de mandatos del gobierno, o voluntariamente, a través de un conjunto de interacciones entre individuos y asociaciones privadas. Todos los distintos ‘ismos’ –monarquía, oligarquía, comunismo, conservadurismo, liberalismo, libertarianismo- se reducen a una sola pregunta: ‘¿Quién tomará la decisión sobre un aspecto particular de tu vida, tú o alguien más?’