Cien mil «free riders» en Buenos Aires para los ejemplos de Samuelson y Mankiw. Sigan buscando.

Es muy frecuente utilizar ejemplos en el análisis económico. Esos ejemplos pueden ser “hipotéticos” o “históricos”. ¿Cuáles son mejores? Veamos esto con los casos de Samuelson y Mankiw.

Los hipotéticos tienen la ventaja de ser más “puros”. Es decir, uno los puede armar para que no estén influidos por otras variables que puedan estar en juego en un ejemplo histórico. En este caso se puede discutir su lógica. Los eventos históricos, por otra parte, son el resultado de muchas variables diferentes, por lo que es difícil encontrar algunos que presenten claramente una teoría y sus conclusiones. Pero los hay.

Uno famoso de estos últimos ha sido el caso de los faros, que Samuelson planteara como ejemplo de “bien público” que no podría ser provisto voluntariamente por la existencia de “free riders” o usuarios gratuitos. Coase, en un famoso artículo (The lighthouse in economics, Journal of Law and Economics, 1974), sepultó el ejemplo de Samuelson analizando la historia de la provisión privada de faros en Inglaterra.

Gregory Mankiw, el reconocido profesor de Harvard, trata el mismo tema pero esta vez no cae en el error de presentar un caso histórico que luego es refutado. Presenta un caso hipotético. En su libro “Principles of Economics” (1998), desarrolla el caso de un pequeño pueblo, Smalltown, donde no habría fuegos artificiales el 4 de Julio porque como no se puede excluir a quienes no pagan, todos buscarían ser “colados”. Por esa razón, los provee el gobierno local.

Fireworks

Dice Mankiw: “La historia de Smalltown es estilizada, pero también es realista. En verdad, muchos gobiernos en los Estados Unidos pagan los fuegos artificiales del 4 de Julio. Más aun, la historia muestra una lección general sobre los bienes públicos: debido a que son no-excluyentes, el problema del free rider impide que el mercado privado los provea. El gobierno, sin embargo, puede potencialmente remediar el problema. Si el gobierno decide que los beneficios totales exceden a los costos, puede proveer el bien público y pagarlo con recursos impositivos, mejorando la situación de todos” (p. 222).

Bueno, ayer tuvimos un ejemplo en Buenos Aires que vuelve a cuestionar el caso, tanto hipotético como histórico, de Mankiw y Samuelson. La historia aparece publicada en La Nación con el título: “Buenos Aires se iluminó al ritmo de 8000 fuegos de artificio”: http://www.lanacion.com.ar/1752442-buenos-aires-se-ilumino-al-ritmo-de-8000-fuegos-de-artificio

¿Fue esto organizado por el gobierno? No.

Dice el artículo: “Miles de vecinos de la ciudad y del conurbano norte y sur disfrutaron anoche de los shows de fuegos artificiales organizados por los centros de compras que funcionan en el área metropolitana para celebrar la cercanía del final de 2014. Por décimo año consecutivo, tres shoppings pertenecientes a Alto Palermo Centros Comerciales SA (APSA) y otras dos locaciones en la Capital sirvieron como escenario del lanzamiento de fuegos de artificio que en forma simultánea, desde las 21.30, brindaron un inolvidable y colorido espectáculo en un cielo diáfano. Se estima que unas 100.000 personas pudieron observar el festival de luces.”

¡Hubo 100.000 free riders! Y, así y todo, los fuegos fueron provistos y financiados por el sector privado. La respuesta ya la había dado Coase: la publicidad es una forma de financiar este tipo de bienes, al igual que la publicidad financia la radio o la TV abierta.

Sigan participando. Sigan buscando ejemplos, hipotéticos o históricos, pero la realidad sigue mostrando que los mercados proveen incluso este tipo de bienes.