Mises: La inflación es el verdadero opio del pueblo

De «Reconstrucción Monetaria»:

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La inflación y la expansión del crédito son los medios de obscurecer el hecho de que prevalece una escasez que es resultado de la Naturaleza, de las cosas materiales de que depende la satisfacción de las necesidades humanas. La tarea principal de las empresas privadas capitalistas consiste en hacer desaparecer esta escasez en el mayor grado posible y en proporcionar un nivel de vida progresivamente más elevado, a una población cada vez más numerosa. El historiador no puede dejar de registrar que el laissez-faire y el individualismo resuelto han tenido buen éxito hasta un grado sin precedente en sus esfuerzos tendientes a proveer al hombre común y corriente, cada vez con mayor amplitud, de alimento, alojamiento y otras comodidades que solicita. Pero por notables que sean estos adelantos, siempre existirá un límite estricto a la cantidad que puede consumirse sin reducir el capital disponible para continuar el proceso de producción y, aún más, para ampliarlo.

En épocas pasadas, los reformadores sociales creían que todo lo que se necesitaba a fin de mejorar las condiciones materiales de las capas inferiores de la sociedad era confiscar el excedente de los ricos y distribuirlo entre quienes tenían menos. La falsedad de esta fórmula, no obstante el hecho de que aún constituye el principio ideológico que inspira los impuestos de nuestros días, ya no se discute por ningún hombre razonable. No hay para qué hacer hincapié en la circunstancia de que semejante distribución únicamente agregará una cantidad insignificante a los ingresos de la inmensa mayoría. El punto fundamental estriba en que el monto total de la producción en una nación o en todo el mundo, en un período determinado de tiempo, no representa una magnitud independiente del modo de organización económica de la sociedad. La amenaza de verse privado mediante la confiscación, de una parte considerable o inclusive de la mayor parte del producto de la actividad que desarrolla uno, hace que afloje el esfuerzo del individuo por enriquecerse y resulta, consiguientemente, en la disminución del producto nacional. Hubo un tiempo en que los socialistas marxistas se solazaban con ensueños acerca del fabuloso incremento en la riqueza que era de esperarse del modo socialista de la producción. La verdad es que cada quebrantamiento del derecho de propiedad y cada restricción a la empresa libre menoscaban la productividad del trabajo. Una de las preocupaciones primordiales de todos los partidos hostiles a la libertad económica tiende a impedir que los votantes sepan esto. Sería imposible a las diversas variedades de socialismo e intervencionismo mantener su popularidad si la gente descubriera que las medidas cuya adopción se aclama como conquistas sociales, restringen la producción y tienden a la desacumulación del capital. Ocultar estos hechos al público es uno de los servicios que la inflación presta a la llamada política progresista. La inflación es el verdadero opio del pueblo, que se administra a éste por los gobiernos y partidos anticapitalistas.

Mises comenta los años 1930s pero parece hablar de la Ley de Desabastecimiento

De «Reconstrucción Monetaria»:

El Partido del Justo Trato ha proclamado que es obligación del gobierno determinar qué precios, salarios y utilidades son equitativos y cuáles no lo son, y, a continuación, hacer cumplir sus mandamientos mediante la policía y los tribunales. También sostiene que es una función del gobierno mantener el tipo de interés en un nivel equitativo a través de la expansión del crédito. Finalmente, recomienda un sistema impositivo que persigue igualar los ingresos y la riqueza. La aplicación cabal del primero o del último de estos principios bastaría por sí sola para consumar el establecimiento del socialismo. Sin embargo, las cosas no han llegado a tal extremo en este país. La resistencia de los partidarios de la libertad económica no ha sido dominada por completo. Todavía existe una oposición que ha impedido que se establezca permanentemente el control directo de todos los precios y salarios y la confiscación total de todos los ingresos que excedan de la cantidad que consideran justa aquellos cuyo ingreso sea más reducido. En los países situados de este lado del telón de hierro, la batalla entre los amigos y los enemigos de la planificación integral totalitaria todavía no se decide.

En este gran conflicto, los que abogan por el control oficial no pueden prescindir de la inflación. Necesitan de ella a fin de financiar su política de gastar sin freno y de subsidiar y cohechar pródigamente a los votantes. La consecuencia inconveniente pero inevitable de la inflación, o sea el alza de los precios, les proporciona un grato pretexto para implantar el control de precios y para llevar a la práctica, paso por paso, su proyecto de planificación integral. Las utilidades ilusorias que aparecen debido a la forma como la inflación falsea el cálculo económico, se consideran y tratan como si fueran verdaderas; al apoderarse de ellas por medio del impuesto después de calificarlas, para despistar, de utilidades excesivas, son partes del capital invertido lo que se confisca. Al extender el descontento y la intranquilidad en la sociedad, la inflación genera condiciones favorables para la propaganda subversiva de los sedicentes campeones del bienestar y el progreso. El espectáculo que nos ha ofrecido la escena política de las dos últimas décadas ha sido verdaderamente asombroso. Sin vacilación alguna los gobiernos se han embarcado en una vasta inflación y los economistas oficiales han proclamado que el déficit en los gastos públicos y el manejo “expansionista” de la moneda y el crédito representan el camino más seguro a la prosperidad, el progreso constante y el mejoramiento económico. Pero los propios gobiernos y sus paniaguados han arrojado sobre los hombres de negocios la responsabilidad de las consecuencias inevitables de la inflación. A la vez que ensalzan los altos precios y salarios como si fueran una panacea y elogian a la administración por haber elevado el “ingreso nacional” (por supuesto que expresado en los signos de una moneda depreciada) a un nivel sin precedente, condenaban a la iniciativa particular por cargar precios desaforados y por obtener utilidades exorbitantes. Mientras deliberadamente restringían la producción de los frutos de la agricultura con el objeto de subir los precios, los políticos han tenido la audacia de pretender que el capitalismo es creador de escasez y que si no fuera por las siniestras maquinaciones de los grandes negocios, habría abundancia de todas las cosas. Y millones de votantes se han tragado todo este embuste.

Es necesario comprender que la política económica de los que se llaman progresistas a sí mismos, no puede prescindir de la inflación. Nunca aceptarán una política de moneda sana, porque no pueden hacerla. Tan imposible les resulta abandonar sus políticas de déficit en los gastos públicos como el auxilio que su propaganda anti-capitalista recibe de las consecuencias inevitables de la inflación. Es verdad que hablan de la necesidad de suprimir la inflación. Pero a lo que se refieren no es a poner un término a la política de incrementar la cantidad de dinero en circulación, sino a establecer el control de precios, esto es, a fútiles planes para huir de la difícil situación que inevitablemente sobreviene de las normas de acción que siguen.

La reconstrucción monetaria, incluyendo el abandono de la inflación y el retorno a una moneda sana, no constituye simplemente un problema de técnica financiera, que pueda resolverse sin un cambio en la estructura de la política económica general. No puede haber una moneda estable en un medio que se halla dominado por ideologías hostiles a la conservación de la libertad económica. Dedicados como están a desintegrar la economía de mercado, los partidos imperantes seguramente no darán su consentimiento a las reformas que los privarían de su arma más formidable, o sea de la inflación. La reconstrucción monetaria presupone en primer lugar el repudio total e incondicional de las políticas supuestamente progresistas, que en los Estados Unidos de América se designan con los “slogans” de Nuevo Trato y Justo Trato.

Alberdi y Perón…, la Biblia junto al calefón, pero es mejor que el progresismo «berreta».

En una sección del diario La Nación llamada “Políticos en el diván”, el presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Gustavo Marangoni, sostiene que “el progresismo en la Argentina es muy berreta”. http://www.lanacion.com.ar/1721096-sin-titulo

En primer lugar, aclaremos el término para los lectores de otros países. Según el Diccionario del Lunfardo de Oscar Conde, “berreta” es: adjetivo: “aplicable a algo de fina apariencia y poca calidad. 2) Falso, apócrifo, adulterado. 3) Ordinario, de mala calidad”. Por otro lado, «la Biblia junto al calefón» es parte de la letra de un famoso tanto llamado «Cambalache», un comercio donde se vendía de todo.

Parece bastante osado al plantear que la síntesis perfecta del pensamiento sería entre Alberdi y Perón, aunque cómo pueden compatibilizarse dos cosas tan distintas está por verse. De la misma forma, también parece que él mismo tiene un costado alberdiano y otro más bien peronista, al menos en temas económicos.

Le preguntan:

“-¿En cuánto estima la inflación?

-Es muy alta. Yo no quiero fijar un número. Pero una inflación de dos dígitos en el contexto actual del mundo es alta. Y una inflación alta no es conveniente, no sirve.

-Marque verdadero o falso: «La emisión genera inflación».

-Es verdadero, pero depende del contexto de la emisión. Por ejemplo, en 2004, 2005, 2006, vos tenías un alto nivel de emisión, pero había una fuerte necesidad del público de pesos, y los absorbían. Entonces, no tenía un impacto inflacionario. Hoy es diferente. Si vos querés financiar el gasto exclusivamente con emisión, vas a tener un impacto inflacionario.

-¿Qué le parecen las medidas del Gobierno contra la inflación?

-Me parece que hay que terminar el puente. Tres cuartos no sirven. El cuarto final es salvar esta situación con los holdouts. Habiendo un fallo, lo que hay que ver es cómo cumplirlo sin comprometer el resto.”

Me quiero concentrar ahora en la respuesta correcta, o alberdiana. Dice que es verdadero que la emisión genere inflación, aplicando claramente un principio básico de la teoría cuantitativa del dinero. Correcto. Pero la TCD lleva muchas veces a un análisis lineal y erróneo: todo crecimiento de la oferta monetaria genera aumento de precios. Eso no es así: todo depende del comportamiento de la demanda. La respuesta, correctamente señala que hubo períodos de aumento de la demanda de dinero por lo que el aumento de la oferta no generó inflación. Dice “hoy es diferente”, es decir, hoy no aumenta la demanda de dinero, por el contrario, cae.

Pero luego le preguntan:

“-Si fueran gobierno, ¿cómo harían con la inflación?

-La inflación baja con inversión. Daniel tiene muy claro cómo generar un ámbito para que haya inversiones. Para eso tenés que poner reglas de juego claras.”

Si bien la inversión es fundamental para el crecimiento y, al aumentar la oferta de bienes tiende a reducir los precios, la inversión requiere de tiempo para tener efecto y la inflación, siendo como es, un problema monetario, requiere también de una política monetaria para resolverlo. Es decir, hay que dejar de emitir. Y para dejar de emitir hay que cerrar las causas que llevan a ello, en nuestro caso el excesivo gasto público con un déficit fiscal que se cubre con expansión monetaria. Esto es mencionado en la pregunta anterior, pero no aparece cuando se pregunta directamente cuál es la solución.

Por supuesto que hay que alentar la inversión y el crecimiento del capital pero incluso para esto es necesario dejar de emitir ya que la inversión necesita previsibilidad en los precios futuros, y para ello será necesario reducir el gasto y eliminar el déficit.

A los políticos les cuesta decir esto porque significa “ajuste” pero cualquiera sabe que cuando está gastando de más no queda otra que ajustarse.

Mises analiza la economía austriaca en los años 1920, igual a la Argentina en 2014

Cuando los Nazis invadieron Austria secuestraron y se llevaron toda la biblioteca y los papeles de Ludwig von Mises. Luego los rusos llegaron a Berlín, y se llevaron esos papeles a Moscú, donde se mantuvieron en secreto hasta que la caída del socialismo permitió encontrarlos y recuperarlos. Como resultado de esto, Richard Ebeling editó esos trabajos en tres volúmenes publicados por Liberty Fund. El primero de ellos se llama “Monetary and Economic Policy Problems Before, During and After the Great War”. Allí Ebeling hace un comentario introductorio donde comenta el análisis de Mises sobre la situación austriaca a principios de los años 1920.

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Cualquier similitud con la situación argentina en 2014 no parece ser coincidencia. Pasó casi un siglo y parece que no hemos aprendido nada. Dice Ebeling sobre Mises:

“Los artículos de Mises “Devaluación Monetaria y el Presupuesto Nacional” y “Por la reintroducción de prácticas normales de mercado de capitales en las transacciones de moneda extranjera” explicó que el tipo de cambio es un precio creado en el mercado que simplemente no puede ser fijado y manipulado por el estado. El valor de una moneda en términos de otra reflejaba en definitiva su poder de compra. Guiada por la “ley de un solo precio”, la tendencia del mercado era a establecer un tipo de cambio en cuyo punto el atractivo de comprar un cierto bien en cualquiera de los dos países fuera el mismo. Al establecer el tipo de cambio a un nivel diferente que el de mercado significa solamente que fue establecido a una tasa muy barata o muy cara. En vista de la escasez de divisas como resultado del control de cambios el gobierno ordenó que todos los ingresos de divisas debían entregarse a la Autoridad Austriaca de Control de Cambios a una tasa fija, y ahora la burocracia gubernamental determinaría su racionamiento tanto a importadores como exportadores.

Prohibiendo transacciones normales de divisas simplemente trasladó las transacciones al mercado negro y evitó el funcionamiento de aquellos arreglos institucionales a través de los cuales los individuos se protegen de las fluctuaciones inciertas del tipo de cambio utilizando el mercado legal de futuros. En cambio, el entorno inflacionario con pocos caminos legales para obtener “cobertura” contra los efectos de una moneda que se deprecia, significó que más y más gente comenzaba a usar monedas extranjeras en las transacciones dentro de Austria. Los controles de cambios deben ser eliminados y la impresión de dinero debe terminar si se quiere evitar un desastre monetario.

La causa fundamental de los problemas de Austria estaba en la fuerza de la idea socialista, con todas sus consecuencias negativas. Este fue el tema de dos artículos de Mises, “El problema austriaco” y “El programa de la Socialdemocracia Agraria”. Los socialistas estaban determinados a controlar y gastar hasta la destrucción total del país. Bajo esta administración, los impuestos y la inflación consumieron la riqueza acumulada en el pasado y limitaron la acumulación de capital en el presente. Demagógicamente prometieron riqueza mientras causaban pérdidas nacionalizando y regulando industrias que terminaron sufriendo pérdidas que se pagaban finalmente con más inflación. Su agenda agrícola iba a hacer el mismo daño a la economía rural como lo hacía a la industria y las manufacturas en las ciudades.

¿Qué debería hacerse? En Febrero de 1921, Mises presentó el borrador de un plan para responder a la pregunta ¿Cómo puede salvarse a Austria?” La primera medida era frenar la impresión de dinero. Pero esto solo podía hacerse si se eliminaban los costosos subsidios a los alimentos y se reprivatizaban las industrias para terminar con los enormes gastos destinados a cubrir sus déficits, para que el presupuesto nacional volviera a estar balanceado. Los controles de cambios debían eliminarse con un mercado libre de cambios, para todo tipo de transacciones. Al mismo tiempo, el valor de la corona austriaca tendría que estabilizarse una vez que el Banco Central terminara de emitir dinero y se frenara la depreciación de la moneda. Todas las regulaciones locales y los controles que interfieren en el comercio entre las distintas provincias de Austria tenían que levantarse, y el libre comercio debería ser reintroducido en todas sus formas. Este era el camino para una próspera y revitalizada Austria.”

Ministros de Economía de Venezuela y Argentina todavía no leyeron a Hume

Venezuela y Argentina tienen las tasas de inflación más altas del continente, y del mundo. Sus ministros de Economía todavía no leyeron a David Hume, esto es, han pasado unos 270 años:

HumeImpresionante ensayo de David Hume “Sobre el dinero”(On Money). Publicado como parte de sus “Ensayos sobre Moral, Política y Literatura” presenta conceptos que luego serían parte fundamental de la teoría económica. Algunos de sus párrafos:

“Si consideramos un reino en sí mismo, es evidente que la mayor o menor cantidad de dinero no tiene consecuencia alguna, ya que el precio de los bienes es siempre proporcional a la abundancia de dinero”.

“Parece haber una feliz ocurrencia de causas en los asuntos humanos, que limita el crecimiento del comercio y las riquezas, y evita que están confinadas por completo a un solo pueblo; como podría temerse al principio por las ventajas del comercio ya establecido. Cuando una nación se ha adelantado a otra en comercio, es muy difícil para la segunda recuperar el terreno que ha perdido; porque la mejor industria y habilidad de la primera, y sus stocks más grandes que poseen sus comerciantes, les permiten comerciar con ganancias mucho más bajas. Pero esas ventajas son compensadas, en alguna medida, por el bajo precio de la mano de obra en toda nación que no tenga un comercio extendido, y no tiene mucha abundancia de oro y plata. Las manufacturas, entonces, gradualmente cambian de lugar, dejando aquellos países o provincias en que se han enriquecido y yendo a otras, atraídos por la baratura de los insumos y el trabajo, hasta que estos son enriquecidos también, y otra vez descompensados por estas causas. Y, en general, podemos observar que el alto precio de todos los bienes, debido a la abundancia de dinero, es una desventaja para el comercio establecido, y le pone límites en cada país, permitiendo a los países más pobres vender a precios más bajos en los mercados externos.”

Sobre la emisión de papel moneda:

“Y no parece razonable incrementar esa inconveniencia a través de un dinero falsificado, que los extranjeros no aceptarán para ningún pago, y que cualquier gran desorden en el estado lo convertirá en nada.”

….

“Pero incrementar artificialmente el crédito nunca puede ser en interés de una nación comercial; pero debe crearle desventajas, incrementando el dinero más allá de su proporción natural con el trabajo y los bienes y, por lo tanto, aumentando los precios al comerciante y al industrial.”

Además, plantea Hume la «no neutralidad» del dinero (es decir que la mayor cantidad de dinero no impacta a todos los precios al mismo tiempo).

“Y, en cuanto al comercio exterior, parece que la abundancia de dinero es más bien desventajosa, elevando el precio de todo trabajo”. “Para considerar, entonces, este fenómeno, debemos considerar que aunque el alto precio de los bienes es una consecuencia necesaria del incremento del oro y la plata, no resulta en forma inmediata de este incremento: se requiere cierto tiempo antes que ese dinero circule por todo el reino, y haga sentir su efecto en todo el pueblo. AL principio no se siente ninguna alteración, los precios suben gradualmente, primero en un bien, luego en otro, hasta que todos alcanzan una justa proporción con la nueva cantidad de dinero en el reino. En mi opinión, es solo en este intervalo o situación intermedia, que el aumento de la cantidad de oro y plata es favorable a la industria. Cuando una cantidad de dinero es importada en una nación, no se distribuye entre muchas manos pero es confinada a los cofres de pocas personas, quienes en forma inmediata buscan usarlas en su beneficio.”

“Parece una máxima casi evidente en sí misma, que los precios de todo dependen de la proporción entre bienes y dinero, y que cualquier alteración considerable en cualquiera de ellos tiene el mismo efecto, tanto de elevar como de reducir el precio. Aumenta los bienes y se vuelven más baratos, aumenta el dinero y aumentan su valor. Y, por otro lado, una disminución de los primeros y un del segundo, tienen tendencias contrarias”.

 

 

 

 

La inflación, el impuesto a las ganancias y el gasto

La inflación es un fenómeno monetario, ocasionado por un aumento de la cantidad de dinero más allá de su demanda. Ahora bien, muchas veces se la menciona como un “impuesto”, que es parte de la política fiscal, no monetaria. ¿A qué se refiere esto?

Inflación e impuestos

A dos cosas: una de ellas es que la emisión, al menos en el caso argentino actual, tiene como destino financiar el gasto público, cosa que debería hacerse mediante impuestos. La otra es que es una carga que cae sobre las tenencias en efectivo (billetes o cajas de ahorro en bancos), o en depósitos que no rindan una tasa de interés mayor a la de inflación (o mejor dicho la tasa a la que pierde poder adquisitivo la moneda). Aunque la inflación en este sentido golpea a todos, más lo hace a quienes no pueden ahorrar y proteger sus ingresos de alguna forma que evite esa pérdida: los trabajadores en general suelen ser parte de este grupo.

Pero la inflación tiene un impacto adicional, a través del impuesto a las ganancias. Como el mínimo no imponible crece menos que los salarios (impulsados a su vez por el objetivo de, al menos, no perder poder adquisitivo) entonces cada vez más personas están sujetas al pago de este impuesto, o cada vez pagan más si es que pasan de una categoría a otra mayor.

No es de extrañar que exista una extendida protesta gremial sobre esto, la que busca que se eleve ese mínimo de forma tal que muchos trabajadores queden exentos de ese impuesto.

Si bien esa queja es justificable, el argumento es incompleto y no va a la raíz del problema. Todos los sindicalistas demandan esa modificación pero ninguno de ellos dice nada respecto a la verdadera causa de lo que sucede: el gasto público. Es decir, ¿por qué el gobierno no eleva ese mínimo? Pues porque va a recaudar menos y necesita hasta el último peso para cubrir ese gasto ya que ahora incluso está en una situación de déficit fiscal.

Curiosamente, este punto surge, aunque en forma indirecta, de declaraciones de un sindicalista cercano al gobierno. La Nación trae una entrevista a Víctor Santa María, secretario  del sindicato de encargados de edificios: http://www.lanacion.com.ar/1687205-victor-santa-maria-este-gobierno-no-esimpositivamente-progresista

Comenta el sindicalista: “A mí el reclamo de Ganancias me parece justo. Personalmente y desde el lugar del trabajador, para mí, no debiera ni existir.”

-¿Qué le diría Cristina si usted se lo sugiriera?

-Me diría: «¿Y de dónde sacamos para la Asignación Universal, para la obra pública, para comprar YPF, para el plan Procrear.?».

Correcto. No sé si eso le diría Cristina, pero debería. Y los sindicalistas, y trabajadores, deberían comprender que tienen que pagar impuestos para pagar el gasto, no solamente el de esos planes sociales o el de YPF, sino también las pérdidas de Aerolíneas Argentinas, el Futbol para Todos y la propaganda oficial entre otras cosas.

Se puede protestar contra los impuestos, pero también habría que hacerlo contra sus causas.

La inflación y los grupos concentrados

Se planteó en este blog una discusión sobre la inflación y su origen en políticas monetarias o en la puja distributiva. Al respecto, reproduzco aquí un artículo de Nicolás Cachanosky publicado en InfoBAE. Nicolás, es amigo y fue, además, profesor adjunto en mi cátedra. Ahora es profesor adjunto en la Metropolitan State University de Denver.

La inflación y los grupos concentrados

Nicolás Cachanosky

En un comentario anterior comentaba lo sorprendente de que en un país con una historia inflacionaria única como Argentina se cuestione que la inflación es un problema monetario. En aquel texto me refería al problema de cómo comparar expansión monetaria con inflación y al por qué en Estados Unidos no se observa un aumento en el nivel de precios acorde a la expansión de su base monetaria. La explicación alternativa de que la inflación en Argentina se debe a pujas distributivas de grupos concentrados adolece de dos problemas serios: (1) niega el análisis económico de demanda y oferta al bien dinero y (2) confunde cambios en precios relativos con cambios en el nivel de precios (la inversa del precio del dinero). No me resulta muy convincente utilizar la teoría de los grupos concentrados para sostener de manera indirecta que en Argentina las leyes económicas funcionan distinto que en el resto del mundo. Hay un tercer problema, y es que no explica por qué los grupos concentrados sólo producen inflación de niveles en torno al 25% en unos pocos países como Argentina pero no en el resto del mundo.

Según el argumento de los grupos concentrados, hay grandes empresas que al tener poder monopólico aumentan los precios buscando capturar mayores rentas siendo el verdadero origen del flagelo de la inflación. De este modo, el kirchnerismo puede al mismo tiempo argumentar que ellos no son responsables de la alta inflación quitando el foco de atención del banco central y presentarse como los protectores del consumidor frente al gran empresario. Cuando el asalariado ve sus ahorros derretirse a un ritmo del 25% debe agradecer al gobierno el hacer todo lo posible por ayudarlo en lugar de responsabilizarlo por este problema. ¿Pueden, sin embargo, los grupos concentrados producir inflación?

En primer lugar, es importante distinguir entre monopolios naturales y monopolios legales o artificiales. El monopolio natural no es otra cosa que el resultado de la escasez que hay en el mundo de recursos productivos. Dado que los recursos son escasos, es posible que en ciertos mercados no haya lugar para más de un productor (especialmente cuando los costos fijos de operar son altos). Por ejemplo, no siempre es eficiente tener dos tendidos de cañerías para proveer agua o gas dado que no hay suficientes recursos para hacer esto de manera rentable, o dos líneas de tren en paralelo. Hay otro usos alternativos más importantes que una segunda cañería o dos trenes haciendo exactamente el mismo recorrido. Supongamos por un momento que la tesis de los grupos concentrados es correcta y estas empresas monopólicas pueden aumentar los precios un 25% sin perder clientes. El resultado ha de ser un notable incremento en la rentabilidad, lo cual atrae competidores al sector en busca de estas altas rentas. Ahora sí sería posible, por ejemplo, instalar una segunda red de cañerías.

Los monopolios legales o artificiales son distintos. En este caso el poder monopólico proviene de un beneficio que el estado otorga a algunos productores en particular. Al no permitir la competencia, el estado permite que los productores beneficiados ofrezcan sus productos a precios mayores a expensas del consumidor. El monopolista legal no debe temer perder el mercado frente a la competencia y por lo tanto no tiene incentivos para mantener sus precios en niveles competitivos ni ofrecer productos de calidad. Es decir, en la medida que la tesis kirchnerista de los grupos concentrados sea cierta, la solución es muy fácil, eliminar las regulaciones y favorecer un ambiente competitivo. Tengo mis dudas de que el Kirchnerismo y los que mantienen esta posición lo hagan de manera consistente.

El problema es que los grupos concentrados pueden, a lo sumo, tener un efecto de única vez en los precios relativos, pero no en el nivel de precios. Lo que esta explicación olvida es de dónde proviene el dinero para pagar aumentos de precios del 25% anual. La siguiente tabla muestra una situación inicial, Caso 1, donde hay dos bienes, uno monopólico y otro competitivo. Los dos bienes se producen en la misma cantidad y tienen el mismo precio. La tabla también muestra la oferta de dinero del mercado, la demanda de dinero y el circulante que los consumidores destinan a la compra de estos dos bienes. La última columna muestra el nivel de precios en cada caso. ¿Qué sucede si el productor del bien monopólico decide ejercer su poder de grupo concentrado y aumenta el precio un 25%, llevándolo de 100$ a 125$?

Asumiendo (1) que la cantidad de dinero no varía (dado que no es causa de la inflación según la teoría de los grupos concentrados), (2) que el monto total de dinero (40.000$) usado para comprar estos bienes tampoco varía y (3) que la cantidad consumida del bien monopólico no varía (lo cual es muy poco realista), entonces pueden suceder dos cosas. En el Caso 2, reducen su consumo del bien competitivo que mantiene su precio constante en 100$. En elCaso 3 el productor del bien competitivo reduce el precio a 75$ para mantener la venta de unidades constante en 200. En el Caso 1 el precio relativo de bien monopólico (pBP) respecto al bien competitivo (pBC) es pBM/pBC = 1. En el caso 2 y caso 3 el precio relativo cambia a 1.25 y 1.66 respectivamente.

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¿Cómo hace el productor competitivo para subir también sus precios un 25% y no perder clientes si los consumidores no tienen más dinero para gastar? No es posible gastar el dinero que no existe, por lo que no es posible tener un aumento generalizado del nivel de precios sin un aumento en la cantidad de dinero (o una disminución en la demanda de dinero). Siguiendo el argumento de los “grupos concentrados”, estos productores podrán a lo sumo cambiar el precio relativo de sus bienes respecto a otros en el mercado, pero no pueden afectar el nivel de precios. Es importante recordar que el nivel de precios es la inversa del precio del dinero, por lo que depende de la demanda y oferta de dinero, no de la estructura de mercado que define precios relativos, no su nivel. Distintos niveles de precios pueden tener los mismos precios relativos. Esta explicación confunde, en definitiva, precios relativos con nivel de precios. Los cambios que muestra la tabla son de una única vez, el productor monopólico no puede aumentar su precios un 25% cada año sin perder consumidores. No es, en definitiva, algo que pueda suceder permanentemente.

El único caso en que el nivel de precios muestra una variación es cuanto se reduce la cantidad producida del bien competitivo. Lo realista, sin embargo, es asumir que también hay una reducción en el consumo del bien monopólico. Es decir, en términos reales el PBI disminuye. Es porque hay menos bienes respecto a la cantidad de dinero que el nivel de precios sube de 100 a 114 (menos que el 25% del bien monopólico). En el caso 3, el nivel de precios se mantiene constante, lo que quiere decir que el problema es un cambio de precios relativos, no de nivel de precios, el aumento en el precio del bien monopólico produce una disminución en la demanda del bien competitivo. La realidad, por supuesto, será una combinación de los casos 2 y 3 y alguna reducción en la demanda del bien monopólico.

Se podrá argumentar que los grupos concentrados producen bienes que deben ser utilizados para producir una gran cantidad de bienes, transfiriendo así el aumento de precios al resto de la economía. Si el precio de la energía sube, entonces el precio de todos los bienes que se producen haciendo uso de energía también suben. Esta explicación adolece de varios problemas. En primer lugar, en Argentina las tarifas están reguladas, por lo que es difícil aplicar este caso. En segundo lugar, desde la llamada “revolución marginal” en economía es claro que son los precios finales los que determinan los costos de producción, no los costos de producción los que determinan los precios de consumo. Así como en Astronomía el ver a los planetas y estrellas girar alrededor de la Tierra llevó a creer que la Tierra era el centro del Universo, en economía hay que tener cuidado de no caer en el efecto visual de creer que los costos determinan precios finales. La revolución marginal fue a la economía lo que la revolución copernicana fue a la Astronomía. En tercer lugar, esta explicación asume como punto de partida aquello mismo que debe explicar: un aumento de precios. Asumir la inflación para explicar la inflación no es una argumento válido para decir que este no es un problema monetario.

Una vez despojada de la retórica kirchnerista, y analizando el argumento de los grupos concentrados con mayor cuidado, vemos que en definitiva es necesaria una expansión monetaria para que los precios suban constantemente. Podría decirse, que algo de verdad esta teoría tiene. En definitiva la inflación es el resultado de un monopolista estatal en particular: el banco central. De poco sirve hacer la vista gorda al origen del problema esperando que desaparezca por arte de magia o mediante anacrónicos controles de precios.

http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2013/12/08/la-inflacion-y-los-grupos-concentrados/

 

Inflación: puja distributiva o emisión monetaria

Un alumno hizo referencia a un artículo publicado en Página12 sobre la inflación aunque su interés era debatir sobre el grado de concentración y competencia en distintos mercados.

“A diferencia de los planteos de la ortodoxia, las causas de los aumentos de precios derivan de una intensa puja distributiva que se viene agudizando desde el 2007, y que a esta altura se ha asentado en expectativas inflacionarias que superan el 20 por ciento. Pero lo cierto es que esta puja, esencialmente marcada por la disputa capital-trabajo, se juega en distintas canchas o escenarios de la política, la economía y la cultura.”

“Se trata de una puja por definir tarifas, salarios, precios de las cadenas productivas y precios de consumo en general, que se manifiesta en distintos contextos, algunos más sensibles a la política económica, otros casi inalcanzables por ella.”

Inflación

El planteo de que la inflación es causada por una puja distributiva deja algunas cosas sin contestar. Por ejemplo:

  1. Colombia tuvo en 2013 una inflación anual de 1,94%. Esto es menos que la inflación en Argentina o Venezuela en un solo mes. ¿Es que allí no hay “puja distributiva”? y, si no la hay, ¿qué es lo que la ha calmado?
  2. Ecuador, con una economía dolarizada tuvo una inflación anual de 2,70%, con políticas económicas no iguales, pero con cierta similitud a las argentinas.
  3. Perú tuvo una inflación anual de 2,86% y Chile del 3%
  4. Venezuela tuvo una inflación del 56,20% (la circulación monetaria creció 69,2% en 2013)  y Argentina del 28,38%.

Luego comenta cada una de esas “canchas” donde se disputan los precios, y como resultado de lo cual los precios crecen. Entre otros, está la existencia de oligopolios. El artículo da a entender que existen sectores concentrados con la capacidad de fijar precios más altos. Al respecto comenta:

“Si se observa la incidencia de la concentración en la formación de precios, entre 2001 y 2010 los precios de las industrias oligopólicas (ramas altamente concentradas) se incrementaron un 7,6 por ciento por encima del promedio sectorial, mientras que los precios de las ramas medianamente concentradas y las ramas escasamente concentradas retrocedieron un 10 por ciento respecto de la media fabril. Por ello, el proceso de suba de precios fue conducido por las firmas integrantes de las ramas altamente concentradas.”

Pero nótese que “todos” los precios subieron, aunque más los de las industrias concentradas. ¿Por qué todos subieron? ¿Por qué también subieron los de sectores no concentrados donde no hay poder de mercado?

Hagamos un ejercicio imaginario al revés: ¿qué pasaría con esa puja distributiva si no creciera la emisión de dinero? Pues si los sectores concentrados tienen poder para subir sus precios, y siendo que una cantidad fija de moneda y no se ha emitido más, los precios de los sectores no concentrados deberían “caer”, ya que no tendrían ventas porque hemos gastado más en los productos de los sectores monopólicos.

Y respecto a los sectores concentrados, una forma sencilla de reducir o eliminar su poder sería abriendo las importaciones, con lo que la cantidad de oferentes se multiplicaría, pero eso es precisamente lo contrario que suelen hacer quienes creen que la inflación es fruto de la puja distributivay, en definitiva, sancionan y favorecen el poder de los sectores concentrados.