No es sobre Argentina u otro país latinoamericano pero el tema es importante entre nosotros: las protestas callejeras. Aunque tiene un tiempo, esta nota de John McGinnins, profesor de Constitutional Law en Northwestern University, es interesante. Se titula “The Left’s Foolish Romance with Mass Protests”, publicada en Law & Liberty: https://lawliberty.org/the-lefts-foolish-romance-with-protests/
Así comienza:
“La izquierda ha tenido un largo romance con las protestas populares masivas, incluso, y a veces especialmente, con las protestas que violan la ley. El último entusiasta es David Leonhardt, que ayer lamentó en el New York Times que la resistencia no haya salido a las calles para intentar poner fin al cierre del gobierno. También espera una huelga de los trabajadores del gobierno, aunque dicha huelga sea ilegal. Leonhardt es representante de una creciente tolerancia en la izquierda hacia la infracción de la ley. Black Lives Matters ahora es a menudo elogiado por cerrar vías clave para protestar contra la percibida brutalidad policial.
Pero este tipo de protestas no hacen avanzar el funcionamiento del orden democrático. Incluso las protestas legales en su mayoría atontan la democracia. Presentan lemas simplistas y ausencia de argumentos. El volumen, no la razón, es su esencia. Y cuando se unen a la ilegalidad, socavan el respeto al Estado de derecho. A veces esos actos se defienden como desobediencia civil, pero la desobediencia civil sólo es cívica cuando sus participantes van voluntariamente a la cárcel, algo que muchos manifestantes modernos desdeñan. E incluso entonces, la desobediencia civil no es necesariamente sabia.
En general, no es prudente cuando hay medios democráticos abiertos para abordar las preocupaciones de los manifestantes. Las protestas por los derechos civiles de la década de 1960 tuvieron una justificación más fuerte porque a muchos afroamericanos se les negó el derecho al voto e incluso esas protestas crearon una reacción polarizadora.”