A 50 años del golpe militar que llevó a Pinochet al poder en Chile: un análisis profundo y serio

Hace cincuenta años del golpe militar en Chile que llevó a Pinochet al poder, con alto impacto en ese país y en el mundo. A medida que nos acercamos a la fecha (11 de Septiembre), aparecieron muchos comentarios sobre el tema, pero tal vez pocos tan serios y profundos como los puede plantear la prestigiosa revista Estudios Públicos, que publica una edición especial sobre el tema: https://estudiospublicos.cl/index.php/cep/issue/view/001

Nota editorial, Aldo Mascareño, Nicole Gardella y Adelaida Neira

Introducción general, Juan Luis Ossa y Joaquín Trujillo

Pensar la Guerra Fría global desde Chile. Debates historiográficos, testimonios y archivos (1998-2004); Eugenia Palieraki

Cuba y nosotros; Jorge Edwards

Los Estados Unidos en Chile y Chile en los Estados Unidos. Una retrospectiva política y económica (1963-1975); Edward M. Korry

Algunos aspectos de la ayuda financiera del Partido Comunista de la URSS al comunismo chileno durante la Guerra Fría; Olga Uliánova y Eugenia Fediakova

¿Peón o actor? Chile en la Guerra Fría (1962-1973); Joaquín Fermandois

A 50 años, ¿cómo explicarnos el golpe?; Sofía Correa Sutil

Continuidades y rupturas en la historia chilena: otra hipótesis sobre la crisis chilena de 1973; Claudio Véliz

Populismo y radicalismo político durante el gobierno de la Unidad Popular; Carlos Cousiño

El golpe que no fue. Eduardo Frei, la Democracia Cristiana y la elección presidencial de 1970; Sebastián Hurtado-Torres

Pretextos para pensar sobre el pasado reciente; Elizaberth Lira

¿Pueden las Fuerzas Armadas ser garantes de la democracia?; Óscar Godoy

Del autoritarismo a la democracia; Juan J. Linz

La Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos y el proceso de transición política en Chile; José Zalaquett

Chile en los archivos de EE.UU. (1970); Edward M. Korry

Chile en los archivos de la URSS  (1959-1973); Olga Uliánova y Eugenia Fediakova

Acuerdo de la Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos

Procedencia de textos

 

Elecciones constituyentes en Chile: ganó la derecha y, ¿cómo votaron los llamados «pueblos originarios»?

Las recientes elecciones en Chile para elegir constituyentes dieron un resultado totalmente opuesto al que tuviera aquella donde se eligió a quienes luego redactaron un texto que fue mayoritariamente rechazado por los votantes chilenos. En aquella oportunidad resultaron electos candidatos de todo tipo de grupos de izquierda; ahora lo han sido principalmente de derecha. Libertad y Desarrollo analiza los resultados en artículo que se titula “ELECCIÓN DEL CONSEJO CONSTITUCIONAL: OFICIALISMO PIERDE CERCA DE UN MILLÓN DE VOTOS EN POCO MÁS DE UN AÑO”: https://lyd.org/wp-content/uploads/2023/05/TP-1591-ELECTORAL-CONSEJEROS-2023.pdf

Esto ha sido analizado ya por los medios, pero es interesante ver lo ocurrido en los llamados “pueblos originarios”. He aquí lo que dice:

“En esta elección debutó un nuevo sistema de elección para pueblos indígenas en el cuál no se estableció, a diferencia del anterior proceso, un número preestablecido de escaños, sino que estos se asignaron según la proporción de votos válidamente emitidos en el padrón indígena respecto al total de votos no indígenas. De esta forma, si esta proporción alcanzaba un valor igual o superior a 1,5%, la circunscripción nacional indígena elegía un escaño, el que se asignaba a la candidatura más votada. Si dicha proporción representaba un porcentaje igual o superior a 3,5%, la circunscripción nacional indígena elegía dos escaños en total y, de ahí en adelante, por cada vez que este porcentaje aumentaba en 2 puntos porcentuales, se elegía un escaño adicional.

Como los 306.439 votos que obtuvieron los candidatos de pueblos indígenas representaron sólo un 3,1% de los 9.795.930 votos obtenidos por el resto de los candidatos, se eligió a un solo escaño adicional al Consejo Constitucional.

El trasfondo de estos resultados tiene dos aristas. La primera es dar cuenta de lo absolutamente desproporcionado que fue la asignación de 17 escaños reservados para pueblos indígenas en el anterior proceso constitucional, recordando que seis de ellos fueron elegidos con menos de 2.500 votos.

La segunda es constatar que, teniendo la posibilidad de optar entre dos papeletas distintas (una para elegir candidaturas representantes de pueblos indígenas y otra de candidaturas a consejeros generales), sólo un 28% de los 1,3 millones de personas que conforman el padrón indígena2 prefirió votar en la papeleta reservada solo para ellos. Muy por debajo del 90% de participación demostrado por aquellas personas que solo podían votar por candidaturas generales.”

Chile nos ha enseñado muchas cosas en las últimas décadas; y ahora también cómo no reformar una constitución

El proceso de reforma constitucional en Chile fue claramente rechazado por los votantes. Y no es para menos. Es un ejemplo de cómo no redactar una reforma constitucional. Y así lo tratan en este artículo: Larrain, G., Negretto, G. , de la Universidad de Chile & Voigt, S., de la Universidad de Hamburgo, en un artículo titulado “How not to write a constitution: lessons from Chile”, publicado en la revista Public Choice 194, 233–247 (2023). https://doi.org/10.1007/s11127-023-01046-z

“El 4 de septiembre de 2022, los votantes chilenos rechazaron masivamente una propuesta constitucional que respondía a las críticas ampliamente compartidas a la constitución de 1980 y surgió de un proceso consensuado y participativo. Este resultado es paradójico porque ex ante, las probabilidades parecían en gran medida a favor de cambiar el statu quo. Argumentamos que tres factores, derivados de la interacción entre las reglas y la contingencia política, explican el resultado: una Convención bajo el control de independientes sin partido, la subrepresentación excepcional de la derecha política y un proceso de escritura pública y altamente descentralizado. Extraemos algunas lecciones de la experiencia fallida que pueden ser útiles para los países que buscan profundizar la democratización a través del cambio constitucional y para un futuro proceso de elaboración de la constitución en Chile.”

En Chile como en muchos otros lados: la gente valora la libertad y rechaza la violencia…, pero

Muy interesante estudio de opinión pública que presenta la Fundación para el Progreso (FPP), de Chile, ya que si bien se refiere a ese país, refleja en muchos aspectos la visión de muchos en América Latina. Se presenta en un Documento de trabajo titulado “Valores y cultura política chilena en el año 2021, por: Eugenio A. Guerrero F., quien comienza explicando el objetivo:

“Este documento se propone exponer y comparar los resultados y datos más relevantes de la Encuesta de Valores Democráticos 2021 respecto de la encuesta realizada en el 2020 por la Fundación para el Progreso en conjunto con la encuestadora Criteria Research Chile”.

https://fppchile.org/wp-content/uploads/2022/11/DT._N9-1.pdf

Por supuesto, los chilenos valoran la libertad individual, rechazan el uso de la violencia; pero la encuesta muestra algunos aspectos preocupantes, que el autor señala:

“Esta entrega, sin embargo, también nos muestra datos preocupantes en diversos aspectos, los cuales nos permiten evaluar el estado de los valores democráticos en la cultura política. Si bien la justificación para derrocar al gobierno en el momento en que hay mucha corrupción se ubicó en un 59% (-6ptos.), su proporción sigue siendo elevada, y aumenta respecto de la medición anterior en los jóvenes de edades comprendidas entre 18 y 29 años (+2 ptos.). Respecto de la democracia y su significado, para la mayoría, un 42% (+6ptos.), sigue predominando la visión de que es un sistema, antes que todo, para elegir gobernantes; mientras que, para apenas el 17% (-6ptos.), en una democracia es fundamental que el poder de los gobernantes sea limitado. Esto se condice con la alta proporción que está de acuerdo con que las autoridades elegidas democráticamente deben cumplir con todas las demandas que exija la mayoría. Si bien disminuye 4 ptos. del 2020 al 2021, esta adhesión, alcanza un 73% de la muestra. En el mismo orden de ideas respecto del sistema democrático y sus componentes, es significativo la baja importancia que le proporciona la mayoría de los encuestados a la independencia de los poderes del Estado alcanzando apenas un 48% (-4 ptos.).”

Un amigo, poeta y ensayista, experto en Don Quijote, escribe una Constitución liberal para Chile

por Graf Eric Clifford

La Constitución chilena de 2022

«Y en el discurso de su plática vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno, enmendando este abuso y condenando aquel, reformando una costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante, y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron».

—Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha (2.1)

Gustavo Doré, Don Quijote (2.51)

Dirán que es absurdo que un tejano se dedique a escribir constituciones para latinoamericanos. Mi mejor justificación es que últimamente no veo oportunidad de hacerlo entre los anglos. No quisiera decir con eso que no haya graves problemas constitucionales en lugares como Nueva Zelanda o California, solo que los ciudadanos de esos lugares no se han atrevido a desatar una crisis constitucional con tantas posibilidades como la de Chile.

Mi segunda justificación le será más curiosa al lector común. Me he jubilado del mundo académico y paso los días en un pueblo de Texas cuyo nombre quedará en el olvido por el momento. Hay cierta ironía en el hecho de que solo ahora me creo autor, mayormente poeta, pero también ensayista y no del todo mediocre. Incluso tengo ganas de escribir novelas. De hecho, hace poco estaba a punto de terminar mi primera novela y contemplaba su edición antes de iniciar su publicación, cuando de repente me enteré de que antes de pasarme al más estimado de todos todavía me faltaba experimentar con un solo género más.

Una constitución es un tipo de texto sobre cuyo estilo, contenido e importe he meditado mucho en los últimos años y desde muchas perspectivas. Después de las elecciones de 2020 en mi país, como una especie de consuelo, me puse a estudiar y escribir sobre El federalista de Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, La democracia en América de Alexis de Tocqueville, El rey y la educación del rey de Juan de Mariana y «Nuestro pobre individualismo» de Jorge Luis Borges, además de un manojo de libros secundarios sobre el tema, todos escritos por profesores de las mayores universidades de Occidente (Friedrich Hayek y Russell Hardin en particular). Para ser franco, aunque todos estos textos son densos, me parecen eficientes en el sentido de que unos cinco o seis de ellos te pueden llevar al grano. Al reflexionar sobre el asunto, diría que el libro del vizconde de Tocqueville sigue siendo la meditación más sofisticada acerca de los objetivos, las funciones y los límites de una buena constitución, en el contexto de la modernidad al igual que la actualidad.

¿En qué consiste el éxito constitucional? Desde luego que yo no lo sé, pero mi impresión es que una constitución facilita la coordinación social entre los bloques de ciudadanos que podrían causar el mayor daño al pueblo. Incluso hay cierta paradoja en el hecho de que para incentivar una constitución que pueda persistir nos haga falta la existencia de un conflicto que les parezca a todos los involucrados casi imposible de resolver sin violencia. Aquí el corolario importante es que la mayoría de nosotros tiene que querer evitar la violencia.

Para precisar, la clave del éxito constitucional parece ser localizar el conflicto fundamental de una sociedad y luego estructurar una especie de combate político en su entorno. Con un poco de suerte y con unos frenos procesales —éstos mayormente diseñados para conseguirnos el tiempo necesario para resolver nuestros problemas a través de cualquier otro mecanismo diferente a la guerra, es decir, recurriendo al arte, el deporte, el diálogo, el comercio, el festival, la religión e incluso el sistema jurídico— quizás así sea posible evitar el apocalipsis civil. Para ser más sofisticado, la cuestión, en mi opinión, es la siguiente: ¿Cómo reconocer lo que Tucídides llama la estásis (στάσις) y luego sublimarla para que no resulte en la destrucción de la sociedad?

¿Tal acercamiento al problema constitucional refleja una cosmovisión racional y empírica o más bien pragmática y concesiva? Otra vez, no lo sé. Ya habrá notado el lector que soy adepto apasionado de esa especie de incertidumbre instada por Michel de Montaigne a lo largo de sus ensayos. No obstante, creo que el «dogma de Montaigne» —esa idea específica y común de que cualquier riqueza poseída por uno se habrá conseguido a coste del empobrecimiento de otro— es un error bien grave. Mis propios amigos libertarios, con quienes estoy de acuerdo en mucho, instintivamente me culpan por mi devoción a Montaigne. En parte, tienen razón.

Los libertarios me han enseñado que, aunque parezca imposible a primera vista, la verdad es que con tal de que un intercambio de bienes entre dos comerciantes sea voluntario, si al principio del caso es que 1 + 1 = 2, el resultado será que 1 + 1 > 2. Es decir, los dos participantes saldrán con más de lo que originalmente tenían. Incluso si yo te doy un dulce verde y tú me das a cambio un dulce rojo, nuestras propias felicidades serán ese suplemento de algo que podrá ser nada más que el mero cumplimiento de nuestros deseos. No obstante, tal cumplimiento funda la estabilidad social que al final hay que considerar entre los mayores bienes públicos. Y con bastante frecuencia, los respectivos usos de sus respectivas ganancias seguirán amplificando y multiplicando el valor del intercambio original.

La verdad es que puede haber trampa aquí. Por ejemplo, si solo yo sé que mi dulce es venenoso, te puedo perjudicar al darte el dulce rojo a cambio del verde. Así que querremos ciertas reglas y un sistema jurídico, y aspiraremos a mandar que no se oculte la información necesaria para que sea honesta la transacción. De todos modos, después del intercambio voluntario y decente, el resultado de 1 + 1 no será solo 2, sino 2 + X. Estoy convencido de que tienen razón mis amigos libertarios acerca de esa misteriosa X que siempre tendrá cierto valor difícil de cuantificar. A la vez, he de admitir que algo igual de misterioso me señala que muchas de las demás ideas de Montaigne siguen siendo útiles y valerosas. Afirmar, cuestionar y debatir en el verdadero espíritu del gran ensayista de Burdeos no tiene por qué llevarnos inevitablemente a abrazar el punto ciego de su «dogma»; incluso nos puede liberar de ello. Es más. La experiencia reciente en mi propio país ha dejado en claro que el éxito económico por sí solo no es suficiente para evitar la disolución social. La famosa teoría del «doux commerce» de Montesquieu no puede ser el único objetivo del buen gobierno, ni siquiera en EEUU, el supuesto corazón del capitalismo.

Hay errores en la constitución que hemos compuesto para Chile. Como somos seres humanos no podría ser de otra manera. Por ejemplo, hemos calculado que los objetivos principales de Chile deberían ser: (1) redistribuir los derechos al subsuelo, (2) evitar la corrupción de la policía, y (3) mantener suficientemente asimétrico el sistema de votación para promover la estásis saludable (véase artículos 1.1.2, 1.1.11, 1.4.2 y 1.4.15). La verdad es que hay muchos más y que puede haber unos que no hayamos anticipado. He escrito «hemos compuesto» y «somos seres humanos» porque al final no soy yo el único responsable del documento. He consultado con varios amigos que han preferido mantenerse anónimos y he robado descaradamente las ideas de escritores antiguos como Tucídides y Platón y también de escritores modernos como Karl Marx y Juan Bautista Alberdi. De ellos deriva mis hincapiés en la estásis, el sacrificio, el capital de inversionistas extranjeros y el «ser genérico», aunque claro está que no siempre aparecen estas ideas en el sentido de lo que tenían en mente esos teóricos.

Como soy ex académico del campo de la literatura del Siglo de Oro español, a todos aquellos que estén contemplando el tema constitucional me siento obligado a implorar que atiendan a Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, los siguientes capítulos de la segunda parte en particular: DQ 2.1 (¿cómo se reforman las repúblicas?), DQ 2.8 (¿el poder ejecutivo es una hipóstasis?), DQ 2.17 (¿el estado debería controlar la emisión de las monedas?), DQ 2.23 y DQ 2.45 (¿es el robo del subsuelo el legado del imperio español?), DQ 2.51 (¿las constituciones tienen que ser perfectas?) y DQ 2.71 (¿es injusto el mercado de labor?).

¡Ojo! Como género, la novela no suele ofrecernos respuestas claras a estas preguntas, pero sí señala su importancia y nos urge su resolución dialógica. De hecho, a toda diferencia de una constitución cuya misión es otorgar potencias y establecer orden social, la novela es una forma literaria que promueve la coordinación espontánea y extrajurídica de la vida, coordinación sin la cual una constitución jamás sería posible.

Mencioné a los angloparlantes. Insisto en que una gran lección de la experiencia política reciente en la «angloesfera» ha sido que, por necesario que sea, el gobierno es el mayor enemigo de la libertad. Hemos visto que el objetivo del gobierno es mentirnos y dividirnos, distorsionando la verdad, tanto la social como la científica. La tragedia es que la condición humana solicita todo eso. Al ser inevitable el gobierno, la solución a su tendencia de volverse en tiranía es establecer y mantener un máximo de federalismo, lo que Hayek llamaba el principio de la «subsidiariedad».

La subsidiariedad exige que los problemas sociales se aborden de abajo hacia arriba, en lugar de arriba hacia abajo, eso es, lo más cercano posible a la necesidad de su resolución. Donde las familias, los vecindarios, las iglesias o los grupos comunitarios puedan abordar un problema, deberían hacerlo. Donde no pueden, los gobiernos municipales o estatales deben intervenir. Empero seamos optimistas. No siempre, pero en la mayoría de los casos, los individuos, las familias y las asociaciones locales son fuentes de sabiduría social más eficaces que los políticos. Ergo hay que dividir las potencias tanto horizontal como verticalmente.

¿Qué competencias tengo yo para construir constituciones? Ningunas. Pero estimado lector, ¿quién de verdad pudiera reclamar tal competencia? Al final, creo que da igual de dónde venga una constitución. He estudiado toda la historia del mundo hispano desde el Cono Sur al Río Bravo y desde Miami hasta Covadonga. Conozco su literatura y su cultura. Soy adepto de los toros y del fútbol a la vez. Y soy partidario de Villareal precisamente porque cualquier club de fútbol hispano que se apropia una canción de los Beatles para su himno ya me ha ganado el corazón. Vamos: ¡Sí podéis! Y por favor, aprovechad la oportunidad para aclarar la confusión sempiterna entre las banderas de Texas y Chile (véase el artículo 1.1.7). Si un tejano es capaz de admitir que un francés ha entendido su país mejor que nadie y todo gracias a haber leído al mayor novelista de todos los tiempos (compárense DQ 2.12–14 y La democracia en América 2.3.18), entonces la buena gente de Chile puede hacerle caso a un loco obsesionado con liberar el subsuelo de los políticos y ponerlo en manos de gente infinitamente más productiva.

En fin, aunque esperamos que los chilenos adopten la siguiente constitución —que lejos de ser como «El Ladrillo» anterior es ahora corto, legible y divertido— en el interín y para que los chilenos puedan tranquilamente considerar las ventajas de ella, abogaríamos por el mando temporal de la siempre mesurada doña Cayetana Álvarez de Toledo, XV marquesa de Casa Fuerte, quien es cada vez más española que argentina. Así el actual período de transición podría llamarse «El Marquesado», que a toda diferencia de la tiranía de «El Principado» debería resultar en la mayor gloria de la República de Chile. Esperemos que la locura chilena que creó y aprobó la más exitosa constitución jamás vista en el mundo hispano, esa misma locura que ahora ha acabado con el legado de los «Chicago Boys», pueda volver a liderar no solo a Latinoamérica sino al resto del mundo, así recuperando para todos los países esa sanidad fiscal y esa harmonía social que nos faltan más que nunca. ¿Cómo se reforma una república? Pues, sin miedo y reformándola.

Vale,

ECG, 11/15/22

ENLACE A LA CONSTITUCIÓN CHILENA DE 2022

Incluso después del plebiscito sobre la constitución chilena el tema no está cerrado, ¿cómo seguiría?

El proceso constitucional chileno está llegando a una etapa final y el debate es intenso, como era de esperar, y es también importante para toda América Latina. Por eso es interesante leer una visión algo alejada de esa intensidad y para ello este artículo publicado en la revista Quillette, por Rasmus Sonderriis quien es un periodista danés-chileno especializado en América Latina… y Etiopía (¡?), y autor de una comedia ‘Fifty Shades of Woke’. www.fiftyshadesofwoke.com

Acá el artículo,” Voters and Quotas: Crunch Time for Chile’s Millennial Revolutionaries”, que así concluye: https://quillette.com/2022/07/08/crunch-time-for-chiles-revolution/

 

“Entonces, ¿qué viene después? En todo el amplio campo que se opone a la adopción de este nuevo documento, existe el compromiso de respetar al 78 por ciento que votó a favor de cambiar la constitución. Si se rechaza esta propuesta, el proceso se reiniciará, no se abortará.

¿Qué se puede aprender antes del siguiente intento? La madre del presidente, nada menos, se ha quejado de “falta de erudición legal” en la Convención Constitucional. Su hijo no estaba de acuerdo, pero si aspira a escuchar a su país, debe empezar por escucharla a ella. Una encuesta muestra que al 70 por ciento de los ciudadanos le gustaría que la nueva constitución fuera redactada por expertos, no por activistas.

Aun así, las decisiones críticas que enfrenta el país son políticas, no técnicas. En los próximos años, la gobernanza chilena seguirá siendo la primera línea en la batalla entre los derechos de los ciudadanos individuales y los derechos colectivos de los grupos.”

Chile quiere reformar su Constitución y su sistema de pensiones: ¿qué principios deberían considerarse?

Si fuera por el actual gobierno chileno, profundizaría una serie de cambios institucionales que terminarían haciendo perder a este país el primer puesto de calidad institucional en la región. Todavía está por verse si la nueva Constitución termina siendo aprobada, lo que seguramente garantizaría esa caída. Pero el desafío no es sólo ese, también la reforma del sistema de pensiones. La Fundación Libertad y Desarrollo publica un informe sobre esta iniciativa, titulado PRINCIPIOS PARA EL CORRECTO DISEÑO DE UN SISTEMA DE PENSIONES: https://lyd.org/wp-content/uploads/2022/05/TP-1545-PRINCIPIOS-SIST.-DE-PENSIONES.pdf

Su resumen:

  • La reforma de pensiones que se presentaría en el mes de agosto considera un sistema colectivo de ahorro, volviendo a introducir un componente de reparto. Ello implica perder la propiedad de los fondos ahorrados al no existir propiedad individual, por lo que tampoco los fondos serían heredables.
  • En el mundo la tendencia va hacia la adopción de componentes de capitalización individual, para hacer frente al envejecimiento de la población y dar sustentabilidad a los sistemas de pensiones.
  • Se comparte la necesidad de introducir mejoras al pilar contributivo para aumentar el monto de las pensiones futuras en nuestro país, pero sin que ello implique volver a fórmulas de reparto.
  • Un sistema de pensiones solidario es compatible con uno de cuentas de ahorro personal, financiando el componente solidario de transferencias intra e intergeneracionales por medio de impuestos generales y no por un impuesto al trabajo.

Una visión desde el FMI sobre las causas del descontento de los chilenos

Además de lo que ya conocemos del FMI, su staff investiga y publica. Estas investigaciones no tienen relación con las decisiones que luego toma el organismo, pero es interesante conocerlas porque van formando una “opinión” dentro del organismo, que luego sí puede ser importante cuando se abordan ciertos problemas. Acá hay un caso: Chile.

Metodij Hadzi-Vaskov y Luca A. Ricci publican un paper titulado “Understanding Chile’s Social Unrest in an International Perspective”; IMF Working Paper No. 2021/174: https://ssrn.com/abstract=4026373

Supongo que a algunos les va a interesar conocer cómo ven la situación chilena y las causas del descontento que florecieron hace un par de años. Responder a esa pregunta es clave para poder comprender lo que actualmente está pasando en el país con mejor calidad institucional de toda América Latina y con el mejor desempeño económico de las últimas décadas. Este es su resumen:

“Nuestro objetivo es proporcionar una descripción general amplia de los problemas sociales de Chile, en comparación con otros países y a lo largo del tiempo, a fin de ubicar el malestar social reciente en perspectivas históricas e internacionales que puedan ayudar a preparar el terreno para futuras prioridades políticas. Seguimos un enfoque ecléctico, clasificando un amplio conjunto de indicadores en seis dimensiones: desigualdad en: i) ingresos; ii) percepción; iii) acceso; iv) oportunidad; v) redistribución; y vi) ubicación. El análisis propone un conjunto de hallazgos descriptivos. En primer lugar, la desigualdad de ingresos se redujo sustancialmente pero sigue siendo alta, también en comparación con países con un nivel y una trayectoria de desarrollo similares. En segundo lugar, Chile parece ser uno de los pocos países de América Latina con una desigualdad decreciente donde la desigualdad percibida en realidad aumentó. En tercer lugar, a pesar de un aumento en el gasto social, el acceso a los servicios esenciales parece limitado, particularmente para las clases de ingresos medios y bajos, en medio de un rápido crecimiento de los gastos de bolsillo en salud, un crecimiento relativamente más rápido del costo de vida para los relativamente más pobres y debilidades en los sistemas de pensiones y educación. Cuarto, la desigualdad de oportunidades es alta, con competencia limitada. Quinto, la redistribución fiscal ha mejorado notablemente, pero sigue siendo baja según los estándares internacionales. Finalmente, la desigualdad interregional ha disminuido sustancialmente en las últimas dos décadas, alcanzando niveles similares a la mediana de la OCDE.”

Articulo en La Nación sobre Chile: ¿Suicidio político?

Chile, ¿un suicidio político?

Chile y el debilitamiento o destrucción de instituciones. Y lo peor es la desconfianza, la brecha y el quiebre de la cooperación social

Buena columna de Esteban Montoya, primero publicada en el diario La Tercera y luego reproducida en la web de la Fundación para el Progreso (FPP): http://fppchile.org/es/la-otra-violencia/

La crisis social que ya lleva más de un mes y medio ha dejado al desnudo profundas grietas estructurales en todo el sistema político chileno. Pero esta crisis también ha revelado el crítico nivel de polarización política que tenemos. Polarización que nos ha llevado a excavar trincheras aún más profundas con tal de “no ser como el otro”, porque el otro “piensa de forma tan equivocada que no debiese poder expresarse”. Esta lógica de polarización no sólo nos ha llevado a ver cómo la estructura institucional se ha destruido, sino también la estructura social, el arquetipo de la confianza.

“La nula capacidad de tolerar a quien piensa distinto, de ser incapaz de escuchar y entender o simplemente de amedrentar por no cumplir con ciertos lineamientos morales ha alcanzado ribetes que distan de ser adecuados para una democracia”

La nula capacidad de tolerar a quien piensa distinto, de ser incapaz de escuchar y entender o simplemente de amedrentar por no cumplir con ciertos lineamientos morales ha alcanzado ribetes que distan de ser adecuados para una democracia, que ahora son alimentados por un totalitarismo partisano. Así, vamos construyendo un solo relato posible y permitido, el “nuestro”, y del cual el “otro” debe abstenerse de opinar. El que no habla, pasa.

La infantil funa al chef José Luis Calfucura del restaurant Amaia, sólo por haber recibido al Presidente Piñera, exigiéndole remover su bandera mapuche por “traicionar todo lo que representa la lucha”, los tristes casos de enfrentamiento político en diversos episodios en matinales de distintos canales nacionales, las funas universitarias censurando autoridades académicas o el atávico show clasista en Portal La Dehesa demuestran que aquel principio de cohesión social democrático que era sustentado por la defensa de la libertad de expresión está completamente ausente en esta crisis.

Y es aquella violencia discursiva -más abstracta- la que corre en paralelo respecto a la violencia de los saqueos o de las barricadas y de la cual nadie se ha hecho cargo. Es más, la enaltecen relativizándola con discursos disfrazados de buenas intenciones, donde gran parte de este rol subyace en ciertos medios de comunicación, figuras públicas y líderes políticos. Lo que omiten aquellos que no dan cuenta de lo nocivo de fomentar la trinchera de opinión es que incitan a la persecución del distinto, a la deshumanización y a no escuchar argumentos contrarios, toda vez que se arrogan de una verdad iluminada e intentan el equivocado cálculo que la violencia puede manipularse y servir a designios particulares. Pero al mismo tiempo olvidan que la ira y el odio difícilmente se pueden encauzar y siempre se desbordan.

La “solución” dista de ser menos compleja. Las instituciones, el sistema político e incluso la economía pueden volver a levantarse, pero lo que sí es un desafío mayor -y obviado- es reconstruir la confianza social, el volver a escucharse. Parte importante de la reconstrucción social -la cohesión- será no sólo tarea de quienes hemos vivido en un vaivén esquizofrénico de emociones, sino de quienes detentan en algún sentido poder e influencia y que han contribuido penosamente a esta división que sólo deshumaniza al otro, al distinto.

Pero para que esa cohesión pueda ser posible, esos influencers tendrán que perder ese dominio que otorgan sus plataformas para viralizar la opinión polarizante y simplona. Esto significará el perderse en la irrelevancia temporal en ciertas discusiones y estar obligados a generar con más entusiasmo un ambiente donde se tolere al que está al frente. En términos simples, tendrán que perder rating. Dejar de buscar carroña y empezar a “cazar” por algo más sofisticado. El rescate de estos ideales democráticos depende bastante de ese criterio olvidado.