La «simpatía» hacia los demás en Adam Smith, ¿contradice la búsqueda del interés personal?

Vemos con los alumnos de la UBA Económicas al Adam Smith del libro “Teoría de los Sentimientos Morales” parece ser diferente del autor de “La Riqueza de las Naciones”. Muchos han planteado una contradicción entre la visión que Smith tiene del ser humano en uno y otro texto. Más adelante comentaremos las contribuciones de dos premios Nobel de Economía sobre este tema, que se ha dado en llamar “El problema de Adam Smith”. Estos dos autores, adelanto, sostienen que no existe una contradicción.

Entonces, ¿de dónde salió este problema? Bueno, parece estar presente ya en el primer párrafo del primer capítulo de la Teoría. Dice así:

“Por más egoísta quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos de su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros de tal modo, que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla. De esta naturaleza es la lástima o compasión, emoción que experimentamos ante la miseria ajena, ya sea cuando la vemos o cuando se nos obliga a imaginarla de modo particularmente vívido. El que con frecuencia el dolor ajeno nos haga padecer, es un hecho demasiado obvio que no requiere comprobación; porque este sentimiento, al igual que todas las demás pasiones de la naturaleza humana, en modo alguno se limita a los virtuosos y humanos, aunque posiblemente sean éstos los que lo experimenten con la más exquisita sensibilidad. El mayor malhechor, el más endurecido transgresor de las leyes de la sociedad, no carece del todo de ese sentimiento.”

AdamSmith

¿No es, acaso, Adam Smith quien nos habla de que las personas persiguen su interés personal, que no esperamos de la bondad del carnicero que éste tenga en su comercio la carne que necesitamos para nuestra comida de hoy? ¿Qué no apelamos a su bondad sino a su interés? Gran parte de la economía parece haberse quedado en estos aportes del autor y profundizado su visión del individuo egoísta denominado “maximizador de utilidad” y, en particular, de utilidad monetaria.

Ya veremos en siguientes posts opiniones diferentes, señalando desde distintas perspectivas que no hay tal contradicción. Una de esas interpretaciones es la que da mi amigo y profesor Walter Castro, aquí en esta breve conferencia: http://newmedia.ufm.edu/gsm/index.php?title=Castromercados

Para él, la moral es un “proceso de mercado”, un proceso evolutivo que se desarrolla a través de intercambios, y si hay intercambios, entonces, la relación entre lo que se entrega y lo que se recibe bien podría llamarse un precio. Serían, por ejemplo, de benevolencia por gratitud o magnanimidad por admiración. Para entender bien el punto pensemos en nuestras propias actitudes, ¿cuánto tiempo seguiremos haciendo favores a alguien si no recibimos ningún tipo de agradecimiento?

También habría otro tipo de “intercambios”, que llama de justicia, del tipo: no me matas, no te mato; no me robas, no te robo. Un tercer tipo sería el de “vindicación por daño”, ya que quien se siente dañado (no ya físicamente, sino moralmente) demanda una vindicación. Se intercambian sentimientos, comportamientos, juicios de aprobación.

Estos “intercambios” pueden explicarse a partir del concepto de “simpatía” que Adam Smith presenta en la TSM, esa atracción que tenemos hacia otros y esa aprobación que buscamos por parte de los otros hacia nuestros actos. “Como si estuviéramos esperando la aprobación del otro”. La “simpatía” se produce de una forma particular, nos ponemos en el lugar del otro y entendemos sus penas y sus alegrías, pero nunca lo serán en la misma intensidad de quien las tiene. Por eso, rebajamos el “tono” de nuestras pasiones para que el otro pueda aceptarnos.

Esa “simpatía” hacia los demás se va haciendo más débil a medida que nos alejamos en las relaciones, pero en el centro está uno mismo. De allí su pareja, familia, hijos, parientes, amigos, y se va inevitablemente debilitando a medida que nos alejamos del centro, que somos cada uno de nosotros. Como los demás también se posicionan ellos mismos en su centro, tenemos que “bajarnos” de allí, moderar nuestras pasiones, para encontrarnos a un nivel similar, que nos permita recibir su aprobación.

Es el proceso de socialización, el beneficio es que nos aprueben, el costo es que tenemos que bajar las pasiones y moderarlas, gracias a este gran proceso de intercambios. ¿De qué? De valores. Cuando un intercambio de ese tipo se hace general, es decir, que lo comparto con personas con las que incluso apenas tengo relación, se convierte en una norma social, por ejemplo, la condena general al asesinato.

¿Cómo se genera y desarrolla una cultura dentro de las organizaciones? ¿Y en las sociedades?

¿Qué papel cumple la cultura en todo tipo de organizaciones? Y, ¿cómo se desarrolla una cultura? Benjamin Hermalin, de la Universidad de Cornell y la Universidad de California Berkeley, analiza las contribuciones de la economía en este campo en un artículo titulado “Economía y Cultura Corporativa”. Comenta:

“…un tema controversial es en qué medida una cultura corporativa puede ser influenciada por los gerentes de la organización. Dado que la gente construye una cultura y poco de lo que hace no puede ser influenciado, parce probable que se puede influir una cultura. Controlar, sin embargo, es otra cuestión. La cultura es importante simplemente porque sustituye una dirección más explícita vía directivas y contratos. Para que la cultura sea superior, al menos en ciertos contextos, se sugiere agregar estos otros métodos, que tienden a ser débiles en situaciones complejas, lo que sugiere que la cultura es particularmente deseable en situaciones complejas. Pero las situaciones complejas son generalmente aquellas donde el control es difícil. Una analogía económica podría ser ésta: la Reserva Federal puede influir en la tasa de desempleo en los Estados Unidos pero no la puede controlar. Imagino que la cultura es algo similar, puede influir, pero no controlar.”

La idea central es que las costumbres, tradiciones, convenciones reemplazan la necesidad de órdenes y contratos para lograr coordinar las acciones de muchas personas en una organización (lo mismo se podría decir de una sociedad). Esas tradiciones y convenciones son, en términos de la teoría de los juegos, el resultado de “juegos repetidos”.

Comenta Hermalin en las conclusiones”: “Este análisis lleva a una visión de la cultura como un sustituto, en definitiva, de la comunicación explícita. Esto es, la cultura es un lenguaje no hablado dando directivas a los miembros de una organización… Bajo esta visión, sería mejor decir que un miembro de la organización comprende la cultura, a que es parte de la cultura. En particular, la conducta propia representa la aceptación racional, basada en las preferencias que uno lleva a la organización, de las directivas culturales.

Claramente una cultura es un «orden espontáneo» en el sentido de Hayek. Estos órdenes no pueden ser «ordenados» por la voluntad de alguien. Como dice Hermalin, a lo sumo pueden ser influenciados. ¿Cómo? Entre otras cosas, por el ejemplo, una de las mejores herramientas para ello.

Por eso, cuando se comentaba en un post anterior si un president debía ir a un hospital público o privado, no era tanto una cuestión para debatir la salud pública sino acerca de si eso es consistente con una intención de imponer un cierto «relato», esto es, en términos de este artículo, una intención de modificar una cultura existente.

 

Las diferencias culturales en los negocios internacionales y en la calidad institucional

El trabajo de Geert Hofstede es muy interesante y tiene múltiples aplicaciones. Hofstede trabajaba en IBM y comenzó allí un programa para comprender las diferencias culturales que impactaban en el desempeño de la empresa en los países en los que estaba presente. Allí descubrió un área no explorada y desarrolló, ya fuera de IBM, un proyecto de investigación sobre las diferencias culturales en los países del mundo. Más información aquí: http://geert-hofstede.com/ o aquí: http://geerthofstede.eu/.

Hofstede

El análisis comparativo de las culturas nacionales puede ser útil en distintos sentidos. En mi caso, lo vemos ahora con los alumnos de UCEMA para considerar las importantes diferencias culturales que pueden impactar en los negocios internacionales. Vemos allí un texto donde se analiza el trabajo de Hofstede y el de Edward Hall con ejemplos tales como los problemas y oportunidades que han encontrado las empresas Dunkin’ Donuts y Baskin & Robbins al extenderse globalmente con productos que, en algunos casos son absolutamente desconocidos o están lejos de las costumbres y tradiciones de algún país. Y no es solo una cuestión de gustos, también se encontraron con problemas por las distintas valoraciones de sus franquiciados, por ejemplo en Rusia donde ávidos de aumentar las ventas comenzaron a vender alcohol en los locales; o con problemas para expresar el mismo nombre: Dunkin’ Donuts no sabía cómo traducir su nombre en caracteres chinos y finalmente eligió unos que significaban “Aros Dulces Dulces” (¡)

En fin, el trabajo de Hofstede da para mucho más. También lo he utilizado para analizar diferencias en valores en distintas sociedades que luego pueda explicar la distinta calidad de sus instituciones.

Hofstede desarrolló en un primer momento cuatro categorías:

  1. Distancia en el poder: se refiere a la aceptación de las jerarquías por parte de aquellos que están abajo, no en la cúspide de ellas. Podríamos interpretarlo como en qué medida se aceptan las opiniones de superiores jerárquicos sin mayor cuestionamiento o en qué medida se siente confianza para diferir con el superior.
  2. Evitar la incertidumbre: es la tolerancia por la incertidumbre y la ambigüedad. Las culturas que buscan minimizar estas situaciones tienen leyes y normas estrictas y la creencia en una verdad absoluta a nivel filosófico y religioso. Los opuestos aceptan la incertidumbre, son más tolerantes de opiniones diferentes, tratan de tener la menor cantidad de reglas posibles, pero cumplirlas.
  3. Individualismo: se refiere a cuánto están los individuos integrados en grupos. Por un lado hay sociedades donde se espera que los individuos se arreglen por sí mismos y con sus familias, mientras que otros se encuentran integrados en grupos muy fuertes y cohesivos, que los protege a cambio de su lealtad.
  4. Masculinidad: los valores masculinos parecen diferir entre sociedades más de lo que difieren los femeninos. Los primeros son aquellos que enfatizan una conducta decisoria y competitiva mientras que los valores femeninos enfatizan la modestia y la bondad. En los países “femeninos” las mujeres y los hombres comparten esos valores de modestia y bondad, mientras que en los “masculinos” hay más diferencia porque los hombres son más decisorios y competitivos.

Luego se agregaron otras dos categorías:

  1. Orientación hacia el largo plazo: Las sociedades orientadas al largo plazo fomenta virtudes pragmáticas como el ahorro, la persistencia, y la adaptación a circunstancias cambiantes. Las orientadas al corto plazo, en cambio, hacia virtudes relacionadas con el presente y el pasado como el orgullo nacional, respeto por la tradición y cumplir ciertas obligaciones sociales.
  2. Indulgencia versus contención: en ciertas sociedades se permite la libre gratificación de ciertos impulsos relacionados con el disfrute de la vida y el entretenimiento y las otras las suprimen y regulan con normas sociales muy estrictas.

Ideas e intereses y la estructura del mercado de las ideas. Cambio institucional

Agregaré también en el capítulo sobre Cambio Institucional, una simple análisis del «Mercado de las ideas» y el papel que juegan los intereses. Van los párrafos nuevos:

Habrá que analizar entonces la relación que pueda existir entre el predominio de ciertos valores, ideas y la existencia de ciertas instituciones. La tarea, sin embargo, es muy difícil ya que, ¿qué significa que ciertas ideas predominan en una sociedad? ¿Debemos tratar de analizar las ideas y valores que predominan en toda la población o solamente en las élites? Este es uno de los tantos dilemas que se presentan y no es menor. Converse (2006) en un trabajo seminal en la materia señala, precisamente, que los sistemas de convicciones nunca han se han rendido fácilmente al estudio empírico y la cuantificación y han llevado a decir que lo que es importante para estudiar no es medible y lo que es medible no es importante para investigar. La tesis de este autor es que existen claras diferencias en la naturaleza de los sistemas de convicciones entre las elites políticas y las masas. En forma similar a la planteada por Rose y Milton Friedman sugiere una descripción basada en una pirámide que se extiende desde un vértice pequeño hasta una base amplia, con distintos niveles basados en el nivel de conocimientos.

¿Qué deberíamos considerar entonces, las convicciones de las elites o las de las masas? En el primero de los casos el sistema de convicciones es más coherente, en el sentido de que podríamos más fácilmente predecir que si un individuo de la elite tiene una cierta convicción, seguramente tendrá otras que normalmente forman un conjunto funcional, mientras que esta coherencia se va debilitando a medida que se baja de la pirámide. Converse (p. 8), menciona este ejemplo: si un legislador se destaca por su insistencia en reducir impuestos y tener un presupuesto balanceado, se puede predecir con cierto grado de éxito que también se opondrá a cierto aumento del gasto público. En el caso del votante común, sin embargo, esto es mucho menos probable. Es más, sería de esperar que apoyara tanto una reducción de impuestos como un aumento del gasto social al mismo tiempo. En su investigación toma en cuentas las opiniones sobre “gasto/ahorro” como indicativas de una visión más amplia “liberal/conservadora” (“liberal” en el sentido usado en Estados Unidos, más cercano a socialdemócrata) y sugiere que un 17% formaría parte del estrato I, con una clara comprensión de la diferencia que captura casi toda su extensión, 37% en los estratos IV y V con un concepto totalmente vago, y un 46% que se divide en dos estratos, el III que presenta mucha incertidumbre y conjeturas en relación a los términos y el II, el que define bien los términos pero en un sentido muy estrecho.

Esto nos lleva a considerar la estructura del mercado de ideas. Siguiendo las consideradas por los autores antes mencionados, el mercado de ideas podría ser graficado de la siguiente forma:

(aquí va un triángulo)

El triángulo muestra que las ideas se originan, necesariamente, en uno o unos pocos, aquellos que antes llamamos “emprendedores institucionales”. Puede ser teóricos que las desarrollan a un alto nivel de abstracción o no, puede ser un artista, un novelista, un periodista, un político, etc. A medida que cierta idea va ganando adeptos baja por la pirámide con un número mayor de adeptos cada vez.

¿Y los intereses, no cumplen ningún papel? Una interpretación los presenta también como “ideas” acerca de lo que a uno le conviene y, en tal sentido, todas son ideas. Pero restrinjamos nuestra interpretación hacia aquellos que están vinculados con algún resultado que en particular nos favorece, que muchas veces es monetario pero no siempre debe serlo. Es algún tipo de compensación que valoramos. En el caso de las ideas, son de carácter más general y con un vínculo más abstracto con estas compensaciones. Son “teorías” en verdad, con las que interpretamos la realidad, la que queremos que se acerque a aquellos valores que tenemos como prioritarios.

Los ámbitos académicos, o las ideas más teóricas, están algo más alejadas, aunque no exentas del influjo de esas compensaciones. El ámbito de la política, por el contrario y como vimos en el capítulo sobre límites al oportunismo político, está mucho más atado a esas compensaciones. Tomemos, por ejemplo, nuevamente el caso del Bitcoin. En los ambientes académicos e intelectuales la idea puede ser aceptada o rechazada en relación a su vínculo con cierta “visión del mundo” que el intelectual o académico pueda tener, su relación con esas compensaciones no es que no exista, pero es mas bien lejana. Para el político es todo lo contrario: solamente aceptaría la idea del Bitcoin si descubriera algún beneficio o compensación política inmediata.

Esto quiere decir que en algún punto de la pirámide, para que una “idea’ se convierta en una “política” tiene que coincidir con ese interés coyuntural de quienes, de otra forma serían un obstáculo muchas veces insalvable.

El papel de las ideas para algunos famosos economistas, y la mejor cita de Keynes (o la única)

Esto va al capítulo sobre Cambio Institucional, algunas opiniones de destacados economistas sobre el papel de las ideas y los intereses en la sociedad (tal vez la única cita de Keynes que me parece correcta):

Los más destacados economistas del siglo XX han señalado la importancia de las ideas para explicar las políticas aplicadas y la evolución de las sociedades. Famosa es la cita de John Maynard Keynes en las Notas Finales de su obra Teoría General:

“…las ideas de los economistas y filósofos políticos, tanto cuando son correctas como erróneas, tienen más poder de lo que comúnmente se entiende. De hecho, el mundo está dominado por ellas. Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto. Locos con autoridad, que escuchan voces en el aire, destilan su histeria de algún escritorzuelo académico de uno años antes. Estoy seguro que el poder de los intereses creados es vastamente exagerado cuando se lo compara con el gradual avance de las ideas. No, por cierto, en forma inmediata, pero luego de un cierto intervalo; porque en el campo de la economía y la filosofía política no hay muchos que sean influenciados por nuevas teorías luego de sus veinticinco o treinta años de edad, por lo que las ideas que los funcionarios públicos y políticos, y aun los activistas aplican a los eventos actuales no es probable que sean las últimas. Pero, tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados las que son peligrosas para bien o para mal” (Keynes, 1936, p. 383).

Ludwig von Mises (1949) dedica todo un capítulo de su obra Acción Humana (cap. X) con el título “El Papel de las Ideas”, en el cual afirma que la sociedad es producto de la acción humana guiada por ideologías, entendiendo a éstas como la totalidad de las doctrinas relacionadas con la conducta individual y las relaciones sociales más doctrinas sobre el “deber ser”, sobre los fines que el hombre debería perseguir. Es decir, el conjunto de teorías científicas respecto a los medios más una valoración respecto a los fines de la acción humana. Cualquier situación social es, para Mises, el resultado de ideologías desarrolladas previamente, que emergen y pueden reemplazar a otras existentes anteriormente y así transformar el sistema social, por lo que la sociedad es siempre la creación de “ideologías” temporal y lógicamente anteriores. La acción es siempre dirigida por ideas.

En el mismo año que Mises publicaba su obra magna, F. A. Hayek publicaba su artículo sobre los intelectuales y el socialismo (Hayek, 1949), que comienza así: “En todos los países democráticos, en los Estados Unidos aún más que en otros, prevalece una fuerte creencia de que la influencia de los intelectuales en la política es insignificante. Esto es en verdad cierto respecto al poder de los intelectuales para que sus opiniones particulares del momento influencien las decisiones, de la medida en la cual pueden influir el voto popular en cuestiones sobre las que difieren de las visiones actuales de las masas. Sin embargo, en períodos más largos probablemente nunca han ejercido una influencia tan grande como la que tienen hoy en esos países. Este poder lo ejercen moldeando la opinión pública” (p. 417).

Hayek define con la palabra “intelectuales” no ya a los autores originales de ciertas ideas sino aquellos que las reproducen, entre los cuales menciona a periodistas, maestros, ministros religiosos, publicistas, locutores de radio, escritores de ficción, de humor y todo tipo de artistas. En otros trabajos (Hayek, 1933 y 1954), describió el proceso de difusión de las ideas desde esos autores originales, pasando por los intelectuales hasta llegar a las grandes masas como gotas que caen en un estanque y generan círculos cada vez más amplios.

Finalmente, Milton & Rose Friedman (1989) presentan su versión de esta misma teoría en las siguientes palabras:

“…un cambio importante en la política social y económica está precedido por un cambio en el clima de la opinión intelectual, generado, al menos en parte, por circunstancias sociales, políticas y económicas contemporáneas. Este cambio puede comenzar en un país pero, si es duradero, termina por difundirse en todo el mundo. Al principio tendrá poco efecto en la política social y económica. Después de un intervalo, a veces de décadas, una corriente intelectual “tomada en su punto culminante” se extenderá al principio gradualmente, luego con más rapidez, al público en general y a través de la presión pública sobre el gobierno afectará las medidas económicas, sociales y políticas. A medida que la corriente de acontecimientos alcanza su punto culminante, la corriente intelectual comienza a disminuir, compensada por lo que A. V. Dicey denomina las contracorrientes de opinión, que representan generalmente una reacción a las consecuencias prácticas atribuidas a la corriente intelectual anterior. Las promesas tienden a ser utópicas. Nunca se cumplen, y por lo tanto desilusionan. Los protagonistas iniciales de la corriente de pensamiento desaparecen y la calidad intelectual de sus seguidores y partidarios disminuye en forma inevitable. Hacen falta independencia y coraje intelectuales para iniciar una contracorriente que domine la opinión, y también, aunque en menor medida, para unirse a la causa. Los jóvenes emprendedores, independientes y valientes buscan nuevos territorios para conquistar y ello requiere explorar lo nuevo y lo no probado. Las contracorrientes que juntan sus fuerzas ponen en movimiento la próxima marejada, y el proceso se repite”[1].

Desde otra perspectiva, es conocida la visión marxista de Antonio Gramsci sobre la conquista del poder cultural como etapa previa a la del poder político mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios.

Asimismo, la conocida tesis de Max Weber (1920) referida al impacto de la religión en el crecimiento económico señalando que el espíritu del capitalismo moderno es caracterizado por la ética del trabajo reflejada principalmente por el protestantismo y, en particular, el calvinismo, podemos considerarla como una tesis que enfatiza el papel de las ideas, si bien restringida a valores provistos por la religión.

 

[1] Más recientemente, el profesor de Harvard, Dani Rodrik, sostiene que el análisis que simplemente refiere la causa de toda acción pública a una cuestión de incentivos económicos deja de lado el poderoso papel que cumplen las ideas: “Las ideas dan forma a los intereses, en un proceso que opera por tres vías. En primer lugar, determinan la autopercepción de las elites políticas y los objetivos que persiguen. En segundo lugar, las ideas determinan las creencias de los actores políticos respecto del funcionamiento del mundo. Si los grupos de poder empresariales creen que el estímulo fiscal solamente produce inflación, presionarán a favor de ciertas políticas; si creen que genera aumento de la demanda agregada, presionarán por otras. El gobierno fijará un impuesto menor si cree que es fácil evadirlo y uno mayor si piensa que es difícil. Las ideas determinan las estrategias que los actores políticos creen tener a su disposición”. (Rodrik, Dani; “La tiranía de la economía política”, Project Syndicate, La Nación, 17/2/13.

Valores e instituciones en América Latina

Valores e instituciones

¿Qué conclusiones pueden sacarse de este análisis presentado en posts anteriores? En principio, algunas que son más bien modestas, pero parecen señalar que los países de mejor calidad institucional presentan:

  • Una mayor apertura para cuestionar las opiniones de quienes están más arriba jerárquicamente, y también a que esa posición sea menos determinante en el debate de ideas
  • Aceptan la incertidumbre y, por lo tanto, el riesgo. Prefieren instituciones económicas que permitan un mayor grado de actividad emprendedora.
  • Es más importancia la responsabilidad individual, para cuidarse a sí mismos y sus familias.
  • Prefieren tener mayor capacidad para decidir sobre su propia vida y para expresar sus pensamientos
  • No parecen, en principio, determinantes la orientación a largo plazo o un mayor grado de determinación y competitividad en relación a mayor modestia y bondad, aunque predominan el largo plazo y la calidad de vida y solidaridad.
  • Los países de mayor calidad institucional presentan consensos superiores al resto. En particular en los países latinoamericanos las posiciones extremas están proporcionalmente más pobladas, tanto sea en un sentido como en otro.
  • En los países latinoamericanos hay mayores preferencias por una mayor asignación de responsabilidades al gobierno de lo que se encuentra en los países de mayor calidad institucional. También hay mayor preferencia por incrementar el papel del estado en los negocios. Pero curiosamente, si bien se prefiere una mayor presencia estatal, el interés por la política (y por ende el control que pueda ejercerse sobre los gobernantes y políticos) es mucho menor.
  • La preferencia por fuertes liderazgos muestra una mayor confianza en la delegación de porciones importantes de poder al gobernante, a diferencia de países con mayor calidad institucional donde parece preferirse “el gobierno de las leyes y las instituciones”, no el “gobierno de las personas”.

De todas formas, la modestia de las conclusiones se relaciona en particular con la dificultad de determinar una relación “causal” (motivo principal para no utilizar regresiones en el análisis). Toda relación entre dos variables  puede presentar una relación causal que vaya en una dirección o en la opuesta. Por el momento podemos decir que existe una relación entre los valores antes mencionados y la calidad institucional, pero no podríamos afirmar que son esos valores la causa de la calidad institucional o la inversa.

De todas formas, hace falta una teoría para interpretar la vinculación. No es éste el lugar apropiado para desarrollarla, algo que intento en otra parte (Krause, 2013). En síntesis, y según el modelo de Wayne & López (2013), las ideas y valores predominantes determinan la estructura institucional de una sociedad, la que a su vez establece los incentivos que guían las acciones de los actores políticos y económicos que a su vez determinan los resultados obtenidos, en particular en términos de progreso económico, político y social.

En particular, entonces, los valores predominantes en general en los países latinoamericanos determinan un marco institucional que, salvo algunas excepciones, genera incentivos ya sean perversos o no suficientemente claros para generar el mencionado progreso.

El predominio del respeto a las jerarquías y la necesidad de líderes fuertes se contrapone con la calidad institucional donde lo que predomina es el “gobierno de la ley” no de las, o una “persona”. La resistencia a la incertidumbre alienta el vano intento de alcanzar mayor  “seguridad” en detrimento de la “libertad”, que como no asegura ningún resultado en particular genera incertidumbre, aunque sus resultados generales son ampliamente superiores, aunque no estén garantizados para ninguno en particular.

Todos pertenecemos a muy distinto tipo de grupos, ellos permiten también la cooperación social voluntaria, pero en el caso latinoamericano lo que se muestra es una pertenencia grupal que genera inmovilidad social, se nace y se muere en una constante pertenencia a un grupo determinado. La falta de individualismo, en el sentido de responsabilidad individual por el destino en la vida, desalienta la iniciativa emprendedora; pero por otro lado existe un individualismo perverso que apoya la mayor participación estatal en los negocios y la actividad económica en general y al mismo tiempo se desentiende de la política.

Si mezclamos un mayor estatismo con un menor interés para controlar al poder nos encontramos con una de las mejores combinaciones para obtener una mala calidad institucional.

Estos valores, sin embargo, no se presentan en forma pareja, los países latinoamericanos se caracterizan por amplios disensos que en muchos casos determinan países y sociedades sin un rumbo previsible, y en algunos casos más dramáticos, balanceándose de un extremo a otro en cuestión de pocos años.

Ideas y valores en América

¿Cuáles son los valores e ideas que prevalecen en América Latina? ¿Son similares en los distintos países? ¿Tanto en aquellos que presentan mejores posiciones relativas en calidad institucional como en los que no? Estos son los valores presentados por Hofstede para los países relevados en la región:

País Distancia   al poder Individualismo masculinidad Evitar   incertidumbre Orientación   a largo plazo Indulgencia   vs contención
Argentina

49

46

56

86

20

62

Brasil

69

38

49

76

44

59

Canadá

39

80

52

48

36

68

Chile

63

23

28

86

31

68

Colombia

67

13

64

80

13

83

Costa   Rica

35

15

21

86

Rep   Dominicana

13

54

Ecuador

78

8

63

67

El   Salvador

66

19

40

94

20

89

Guatemala

95

6

37

101

Jamaica

45

39

68

13

México

81

30

69

82

24

97

Panamá

95

11

44

86

Perú

64

16

42

87

25

46

Puerto   Rico

0

90

Surinam

85

47

37

92

Trinidad   and Tobago

47

16

58

55

13

80

U.S.A.

40

91

62

46

26

68

Uruguay

61

36

38

100

26

53

Venezuela

81

12

73

76

16

100

 

En la categoría “Distancia al poder” que, recordemos, evalúa en qué medida se aceptan las jerarquías como un elemento incuestionable, aparecen en las posiciones donde menos peso tienen Costa Rica, Canadá, Estados Unidos, Jamaica, Trinidad y Tobago y Argentina. En el otro extremo aparecen Guatemala, Panamá, Surinam, México, Venezuela y Ecuador.

Respecto a “Individualismo” los más altos son Estados Unidos y Canadá, lejos del resto, donde en primer lugar se encuentran Surinam y Argentina. En “Masculinidad” destacan Venezuela, México, Jamaica, Colombia, Ecuador y Estados Unidos mientras que en otro extremo están Costa Rica, Chile, Guatemala, Surinam y Uruguay.

En “Evitar la incertidumbre” encontramos de un lado a Jamaica, Estados Unidos y Canadá, bastante alejados del resto y en el otro extremo a Guatemala, Uruguay, El Salvador y Surinam. “Orientación a largo plazo” muestra a Brasil con el mayor valor, aunque no muy alto, seguido de Canadá, Chile, Estados Unidos y Uruguay. En el otro polo, aunque no tan lejos en este caso, Puerto Rico, Colombia, Rep. Dominicana, Trinidad y Tobago y Venezuela.

Finalmente, en “Indulgencia y Contención”, aparece más “indulgente” Venezuela, seguida de México, Puerto Rico, El Salvador y Colombia; y en el otro extremo a Perú, Uruguay y Rep. Dominicana.

Aunque en algunas de estas categorías no se observa una relación fuerte de esos valores con la diferente calidad institucional, sí lo es en el caso de “Distancia al poder”, “Individualismo” y “Evitar la incertidumbre”. Países donde se respetan menos las jerarquías establecidas, se valora más la responsabilidad individual y hay menor aversión a asumir riesgos poseen mejores marcos institucionales y, como se señalara en anteriormente, obtienen mejores resultados.

En cuanto a las preguntas del World Values Survey, se destaca la falta de consenso general en toda la región respecto a cuestiones básicas de la organización institucional como la mayor responsabilidad individual o del gobierno, la igualdad de ingresos, la preferencia por negocios públicos o privados y la redistribución como una característica esencial de la democracia; al tiempo que predomina un bajo interés por la política y la preferencia por un liderazgo fuerte al que se delega mucho poder.

Conclusiones

En general, salvo algunas excepciones como Chile, Uruguay y Costa Rica, América Latina presenta instituciones débiles. Por supuesto que en cada caso la evolución histórica de cada país explica el rumbo que tomaran, pero en general puede decirse que predominan en la región ciertos valores e ideas, visiones del mundo, que no favorecen la existencia de buenas instituciones que permitan un mejor funcionamiento de los mercados y la política.

Una clara polarización lleva a países a los tumbos de un lado para el otro, como son los casos de Venezuela, Argentina, Bolivia o Ecuador. Sin embargo, otros parecen haber logrado un consenso importante alrededor de algunas instituciones básicas como la democracia y la economía de mercado, que se continua con sucesivos gobiernos de distinto signo político, tal como en Chile, Uruguay, Costa Rica, los que se acercan en alguna medida a Canadá y Estados Unidos, los países de la región con mejores posiciones en términos de calidad institucional.

Estos últimos, se diferencian de América Latina claramente en valores como el respeto a jerarquías establecidas, la necesidad de personajes “fuertes”, la aversión al riesgo y la importancia de la responsabilidad individual. No obstante, los casos de Chile, Uruguay y Costa Rica muestran que, pese a compartir en buena medida valores básicos con el resto de los países latinoamericanos, han podido mejorar su calidad institucional sustancialmente.

Esto plantea algunos interrogantes que valdría la pena investigar en el futuro. Si han logrado mayor calidad institucional pese a compartir valores con el resto, ¿se debe a que los que han cambiado son los valores de las elites y éstos no se reflejan claramente en los estudios comparativos que hemos analizado? Y si así fuera, ¿por qué han cambiado allí y no en otros países? ¿Van Brasil, Colombia, México, Panamá y Perú en el mismo camino, donde cambian los gobiernos pero se mantiene un cierto rumbo de respeto básico a algunas instituciones elementales para el funcionamiento de la sociedad? ¿Si los que cambiaron fueron los valores de las elites, cambiarán luego los de la población en su conjunto de forma tal de consolidar esa calidad institucional?

Son interrogantes que señalan posibles caminos futuros para la investigación pero que, sobre todo, plantean dilemas que deberán responder los países de la región.