¿Cómo escribir un paper o un ensayo (¿o un post?) sin morir en el intento? El síndrome del taxista

Los alumnos de UCEMA tienen que escribir un “paper” para completar la evaluación final de la materia y se enfrentan, por supuesto, a la dificultad de hacerlo sin saber bien cómo investigar y menos aún cómo escribir un trabajo “académico”. Como material de lectura utilizamos un texto de Ignacio Labaqui, profesor de la UCA con el interesante título de “Cómo escribir un paper y no morir en el intento”. En algún momento me lo envió y aún lo estoy usando con los alumnos. Se lo encuentra en la web.

Si bien Ignacio es profesor de Ciencias Políticas y sus ejemplos se refieren a esa disciplina, se aplican sin problemas a todas las ciencias sociales. Al comienzo, plantea un tema que cualquiera que lea los comentarios de los alumnos en este blog encontrará acertado:

“Muchas veces se observa cierta dificultad para tratar un tema de modo analítico, y no meramente descriptivo. También hay una tendencia excesiva a hacer juicios de valor, que además la mayoría de las veces carecen de todo tipo de fundamento. Por razones que desde la cátedra ignoramos, hay una propensión a prejuzgar u opinar superficialmente sobre temas complejos, sin tener un conocimiento acabado del estado de la cuestión.”

En fin, esto tal vez tiene que ver con cierta idiosincrasia nacional, o el “síndrome del taxista”. Esto es, te subís a un taxi en Buenos Aires y le preguntás algo sobre la teoría de la relatividad de Einstein y el taxista algo te va a responder. Es muy difícil que digamos, simplemente: no sé.

Es importante entonces, aprender algo sobre cómo analizar los temas, cómo investigar y cómo escribir un trabajo académico. Labaqui plantea la diferencia entre un “paper” y un ensayo, luego describe los componentes de un paper.

Tal vez la enseñanza más simple para los que se inician en la escritura de este tipo sea: ¿qué pregunta quiero contestar? Pero no todas las preguntas son aptas para este tipo de trabajo. Dice Labaqui:

“Es claro que preguntas del tipo “¿Es la deuda externa ilegítima?”; “¿Debe Argentina abandonar el MERCOSUR?”; “¿Es justa la intervención norteamericana en Irak?” (sólo por mencionar algunos ejemplos) no son precisamente buenos puntos de partida ya que inevitablemente conducen a juicios de valor que no son empíricamente verificables.

No hay nada de malo en que uno formule juicios de valor. De hecho es algo muy bueno tener una opinión formada sobre un cierto hecho o fenómeno. Simplemente, el problema es que no es algo que tenga carácter científico, y lo que justamente se busca como resultado es lograr como producto un artículo de ciencia social.”

En relación a esto, más adelante aconseja:

“Aunque sea repetitivo, no está de más insistir sobre algunas cosas. Un paper o una tesina pueden servir de base para una recomendación sobre un curso de acción de política pública, pero no es esa su finalidad. En tal sentido, las frases del estilo “el MERCOSUR debe…” o “a la Argentina le conviene apoyar a Estados Unidos en Irak” o “el gobierno debe…”, son totalmente inapropiadas.”

En definitiva, una buena guía para lanzarse a escribir. ¿Y porqué es bueno escribir? Al margen de que otros lo lean por cierto que escribir nos ayuda a poner en orden nuestras propias ideas. Escribiendo, ordenamos la estantería, al menos en parte.

En cuanto a los posts, como éste lo muestra no hace falta cumplir con pautas tan rigurosas, menos aun en Twitter, pero también nos obligan a ordenarnos si es que pretendemos que, al menos, nos entiendan.

Hayek y el uso del conocimiento en la sociedad, un clásico que hace tambalear al equilibrio general

Los alumnos de la UBA Económicas, Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca),  leyeron el artículo de Hayek, «El uso del conocimiento en la sociedad». Un artículo famoso, por supuesto, publicado en el American Economic Review y, tal vez, el más citado de este autor y el único que conozcan muchos economistas del mainstream.

Hayek

Curiosamente, muchos que lo leyeron parecen no haber considerado las consecuencias de sus conclusiones.

El artículo de Hayek es un torpedo que explota en la sala de máquinas del modelo de equilibrio general, desarrollado primero por Leon Walras y asumido como un elemento fundacional de la economía moderna bajo la forma del primer teorema de la economía del bienestar.

Este teorema sostiene que el equilibrio competitivo describe una situación donde los recursos se asignan en forma eficiente según el criterio de Pareto.

Hayek afirma en el artículo que el problema a resolver en la ciencia económica no es uno de asignación de recursos que están «dados» sino del uso del conocimiento limitado y disperso. El equilibrio general debe asumir que el conocimiento es perfecto, de otra forma no llegaría a alcanzarse, y esto es imposible. El equilibrio general, para Mises, es un modelo ideal que sirve para entender como la realidad «no es».

La economía del bienestar pasa del análisis positivo al normativo; el equilibrio general «debería alcanzarse» y si el mercado no lo logra es porque falla (externalidades, bienes públicos, etc.), por lo que el gobierno debe intervenir para acercar la situación al óptimo de Pareto.

Pero el conocimiento, no solamente es limitado, sino que esta disperso entre todos los participantes del mercado, cada uno de los cuales tiene tan solo una porción. Además, ese conocimiento describe las condiciones particulares de tiempo y lugar que no se pueden transmitir al «planificador central» y se pierden en todo intento de planificación de la economía. Al mismo tiempo, «el hombre en el lugar» necesita información general para coordinar sus acciones con el resto, la que recibe a través del sistema de precios, que actúa como un gran sistema de telecomunicaciones.

Hayek sostiene que no un problema de planificación o no, sino de quién planifica. En el socialismo es el buró de planificación, en la sociedad libre hay mucha planificación pero descentralizada, ya que cada individuo y empresa planifican aprovechando su conocimiento particular.

Hasta ahí un breve resumen del artículo, del cual se pueden extraer muchas cosas más. Pero veamos algunas interesantes preguntas que plantearon los alumnos:

«¿Cuál es el problema que queremos resolver cuando tratamos de construir un orden económico racional en una sociedad compleja y con grupos con puntos de vista políticamente diferentes?»

Esos puntos de vista políticamente diferentes son uno de los problemas que enfrenta el planificador. Digamos que son las preferencias de los individuos por la provisión de bienes «públicos» (aunque el mercado puede proveer bienes con características de públicos y casi todos los estados terminan proveyendo bienes con características de bienes privados). El planificador tendría que conocer las preferencias de cada uno, en términos de que bienes y en que cantidades. Ejemplo: Prefiero yo mas educación o mas salud? o mas defensa? o mas justicia? Y en todo caso cuanto de cada una? Ni hablar de como definir «educación» (ir a la escuela, tener acceso a Internet, tener un tutor, buenas conversaciones en mi casa, padres que me ensenan).

Y, además, como se expresaría mi preferencia? El principal instrumento que tengo es el voto, pero Public Choice ya nos ha mostrado cuan rudimentario e imperfecto es este instrumento. Cuando voto a un candidato, que quiero decir respecto a mas o menos educacion, de que tipo, con que proveedores, etc. Y deberia agregar toda esa informacion en algo asi como una «funcion de bienestar general». Precisamente es esto lo que algunos economistas han intentado hacer: un fracaso y un ridiculo.

El planificador, si quisiera organizar toda la sociedad, deberia tambien conocer mis preferencias por bienes privados: cuantas manzanas quiero, de que tipo, en que momento, etc. Pues esa informacion no la tiene disponible porque solamente se manifiesta como «preferencia revelada» en el momento en que compro tales manzanas en el mercado. Es decir, sin mercados, no puedo saberlo.

«Debemos, más bien, demostrar cómo se llega a una solución a través de interacciones entre individuos que poseen, cada uno de ellos, un conocimiento parcial. Por otro lado ¿Cómo suponer todo el conocimiento dado a una sola mente, como suponemos que nos es dado a los economistas en tanto que constructores de teorías explicativas? ¿Esto no es suponer el problema resuelto e ignorar todo lo que es realmente importante y significativo en el mundo real?»

Los economistas desarrollan teorias para tratar de explicar la realidad. A diferencia del planificador, compiten entre si, se encuentran en un entorno de mercado. Algunas teorias podran explicar la realidad mejor que otras. No hay una sola mente entre los economistas, hay muchas. Las teorias desarrollan modelos abstractos, simplificaciones de fenomenos complejos, no pueden describir toda la realidad, destacan sus aspectos mas importantes.

Jorge Luis Borges mostraba esto en forma ironica, el mapa perfecto tendria el mismo tamano de la region descripta. Desde esa perspectiva, todo mapa es «imperfecto» (pero al mismo tiempo util, a ninguno nos serviria un mapa de Brasil del tamano del Brasil!)

«¿Sería posible construir una sociedad y economía racional una vez que muchas personas, los estados y las organizaciones están más preocupados por maximizar su bienestar individual que con el colectivo?»

La respuesta a esta pregunta es el aporte mas extraordinario de la economia a las ciencias sociales: el concepto de orden espontaneo, la «mano invisible» de Adam Smith. Cada uno persigue su propio interes, pero se ve guiado a contribuir al bienestar de otros, incluso sin haberselo propuesto. Incluso mas que cuando se proponen contribuir al bienestar general.

Alberdi: De los infinitos medios cómo la libertad económica puede ser derogada por la ley orgánica

Los alumnos de UBA Derecho leen el “Sistema Económico y Rentístico” de Juan Bautista Alberdi. En su Capítulo III trata sobre los “escollos y peligros a que están expuestas las libertades protectoras de la producción”; y en su Artículo Primero comenta “De cómo las garantías económicas de la Constitución pueden ser derogadas por las leyes que se diesen para organizar su ejercicio”. Y después llegarían muchas que terminaron “desorganizando” la sociedad y la economía.

Alberdi 2

En ese artículo señala Alberdi que “la libertad declarada no es la libertad puesta en obra”, que “el peligro de la inconsecuencia viene de la educación colonial y de la Constitución misma”, de cómo la garantía constitucional de la propiedad puede ser alterada por el código civil”, y de “cómo la seguridad personal, garantida por la Constitución, puede ser derogada por la ley en daño de la riqueza””. Y luego:

“De los infinitos medios cómo la libertad económica puede ser derogada por la ley orgánica.

La libertad económica es de todas las garantías constitucionales la más expuesta a los atropellamientos de la ley.

Se pueden llamar económicas: la libertad de comercio y de navegación, el derecho al trabajo; la libertad de locomoción y de tránsito, la de usar y disponer de su propiedad, la de asociarse, consagradas- por los artículos 10, 11, 12 y 14 de la Constitución.

El goce de estas libertades es concedido por la Constitución a todos los habitantes de la Confederación (son las palabras de su artículo 14). Conceder las a todos, quiere decir concederlas a cada uno; porque si se entendiese por todos, el Estado que consta del conjunto de todos los habitantes, en vez de ser libertades serían monopolios del Estado los derechos consagrados por el artículo 14. Toda libertad que se apropia el Estado, excluyendo a los particulares de su ejercicio y goce, constituye un monopolio o un estanco, en el cual es violado el artículo 14 de la Constitución, aunque sea una ley la creadora de ese monopolio atentatorio de la libertad constitucional y de la riqueza. La ley no puede retirar a ninguno los derechos que la Constitución concede a todos.

La libertad de comercio y de navegación puede ser atacada por leyes de derecho comercial y marítimo, que establezcan matrículas o gremios para el ejercicio de esta industria; por leyes que vinculen al estado político de las personas, como hace el código de comercio español, la práctica del comercio; por leyes que pongan en almoneda el derecho de ejercer determinados negocios esencialmente comerciales, como el de abrir ventas al martillo; por leyes que establezcan los derechos llamados diferenciales, que no son más que monopolios disfrazados un carácter provocativo; por leyes fiscales de patentes, aduanas, tránsito, peaje y cabotaje, puerto, anclaje, muelle, faro y otras contribuciones gravitadoras sobre la industria comercial (a) . Estas leyes pueden dañar la libertad, creando impuestos que la buena economía aconseja abolir; alzando las tarifas que el buen sentido económico aconseja disminuir en el interés fiscal, por la regla de que más valen muchos pocos que pocos muchos; multiplicando las formalidades y trámites para asegurar la percepción del impuesto aduanero, como si el fisco fuese todo y la libertad nada.

Son derogatorias de la libertad de comercio las leyes restrictivas del movimiento de internación y extracción de las monedas, por ser la moneda una mercancía igual a las demás, y porque toda traba opuesta a su libre extracción es la frustración de un cambio, que debía operarse contra otro producto importado del extranjero. Tales leyes son doblemente condenables como iliberales y como absurdas; como contrarias a la Constitución y a la riqueza al mismo tiempo.”

 

{a} Cuando se dice que la libertad de comercio puede ser atacada por leyes reglamentarias de estos objetos. no se pretende por eso que toda ley que estatuya en esos puntos es dirigida a contrariar la libertad. A veces la libertad misma se Impone sacrificios transitorios con el interés de extender sus dominios. Tales son los derechos diferenciales que la Confederación Argentina acaba de establecer en favor del comercio directo de la Europa con sus puertos fluviales, abiertos a todas las banderas, justamente con la mira de atraer las poblaciones y los capitales europeos hacia el Interior de la América del Sud. Una restricción deja de ser protección retrógrada desde que tiene por objeto convertir en hecho práctico un gran principio de libertad. Los derechos diferenciales aplicados a los sostenedores del monopolio son la libertad que se defiendo con la pena del talión. (Nota de Alberdi.)

¿La ‘sharing economy’ o economía compartida la predijo Marx? Vamos muchachos, ríndanse…

Interesante nota en La Nación sobre el “post-capitalismo”, al que desde Marx se le viene dando la extremaunción pero que ha dejado a muchos otros experimentos por el camino y apunta a seguir cambiando, impulsado por emprendedores que innovan en forma constante, y en consumidores que decretamos cuáles de esas innovaciones se quedan y cuáles se van.

Una de esas innovaciones es la de la economía compartida, o ‘sharing economy’, sobre la que he comentado antes en este blog, como una revolución en la gestión de los derechos de propiedad a partir de una reducción de costos de transacción que multiplica las posibilidades de intercambio en el mercado. Todo esto muy ‘capitalista’, digamos en el sentido de que empresas como Airbnb o Uber son emprendimientos a partir de ideas muy innovadoras que lo que hacen es multiplicar los intercambios en el mercado.

Pero el artículo comenta a un economista y periodista inglés, Paul Mason, quien dice que todo esto no es nada más que lo que había pronosticado Marx y que es el fin del capitalismo. En fin, bienvenidos los marxistas que apoyen la ‘sharing economy’ por el motivo que sea. Dice en el artículo:

“La última utopía acaba de surgir de una combinación curiosa de pensamiento de izquierda y optimismo tecnofílico -dos vertientes que no siempre se llevan bien-, y se llama «post-capitalismo». Ése es justamente el título de un libro que en julio pasado publicó el economista y periodista británico Paul Mason, y que despertó de inmediato adhesiones y controversias varias. En rigor, Mason -ex militante trotskista- recopila y sintetiza el diagnóstico de muchos economistas y futurólogos de la hora: de manera incipiente pero decidida, autos particulares que se comparten, personas que ofrecen su tiempo o conocimientos gratuitamente en plataformas colaborativas, impresoras 3D que traducen ideas en objetos, cooperativas de energía renovable, trabajos automatizados que liberan tiempo y una circulación incesante de información de libre acceso serían señales de una nueva época, impulsada por personas que valoran más vivir experiencias que acumular propiedad privada.”

«Sin darnos cuenta, estamos entrando en la era post-capitalista. En el corazón del cambio por venir está la tecnología de la información, nuevas maneras de trabajar y la economía colaborativa», escribe Mason en un reciente artículo en The Guardian. Y sigue: «La contradicción principal hoy se da entre la posibilidad de bienes e información gratuitos y abundantes y un sistema de monopolios, bancos y gobiernos que tratan de mantener a las cosas privadas, escasas y comerciales. Todo se reduce a la lucha entre la red y la jerarquía». El post-capitalismo, sostiene -una transformación histórica que él compara con el fin del feudalismo-, es el resultado de tres grandes cambios impulsados por la tecnología: la reducción de la necesidad de trabajar (por la automatización de muchos empleos), la abundancia de información que contradice la lógica capitalista de la escasez, y el surgimiento aún incipiente, aquí y allá, de formas de producción y consumo colaborativos, por fuera de lo que el mercado considera actividades económicas. «El sector post-capitalista probablemente coexistirá con el mercado por décadas, pero el gran cambio ya está en marcha.»

“Un gran cambio en marcha también vio Marx, claro -a quien el propio Mason cita como visionario de «una economía basada en información abundante y socialmente compartida»-, y entre muchos otros Jeremy Rifkin, el economista y consultor estrella que el año pasado escribió La sociedad de coste marginal cero (Paidós), en el que también anticipa un mundo donde fabricar será cada vez más barato, reinará la «economía híbrida colaborativa» y las impresoras 3D convertirán a millones de personas en «prosumidores».

En fin, muchachos, nos encontramos allá, en la economía compartida, o en el post-capitalismo, como quieran llamarlo. Lleven sus banderas de Marx, no importa, la sociedad liberal permite expresar todo tipo de opiniones. Ahora…, que todo eso sean predicciones de Marx….

¿Cómo valoramos los bienes y cómo los factores de producción? Mises comenta el cálculo económico

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca) de la UBA, vemos un texto de Mises sobre el “Cálculo Económico en el Sistema Socialista”, donde comienza analizando los elementos básicos de la acción humana y la necesidad del cálculo económico.

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“Hasta donde es racional, toda acción humana aparece como el intercambio de una condición por otra. El hombre invierte bienes económicos, tiempo y trabajo en aquello que en determinadas circunstancias le promete un mayor grado de satisfacción, abandonando la satisfacción de necesidades menores para satisfacer necesidades más urgentes. Esta es la esencia de la actividad económica: la ejecución de actos de intercambio.

Todo hombre que en el curso de la actividad económica elige entre dos necesidades, de las cuales sólo puede satisfacer una, está ejerciendo un juicio de valor. Este juicio se refiere en primer lugar y directamente a las satisfacciones mismas; de ellas pasa a reflejarse sobre los bienes. En general, toda persona en pleno uso de sus sentidos es capaz de evaluar bienes dispuestos para el consumo. En condiciones simples, tampoco le sería muy difícil formarse un juicio respecto al significado relativo de los factores de producción. Sin embargo, cuando las situaciones se complican y se hace más difícil detectar la relación entre las cosas, tendremos que efectuar operaciones más delicadas si pretendemos evaluar esos instrumentos. El hombre individualmente puede decidir fácilmente si aumentará sus cacerías o sus cultivos. Los procesos de producción que tiene que tomar en cuenta son relativamente breves. Los gastos que demandan y el producto que entregan pueden calcularse simplemente en conjunto. Pero decidir si se utilizará una caída de agua para la producción de electricidad, o para expandir una mina de carbón y aprovechar la energía contenida en el carbón, ya es cosa muy distinta. En tal caso los procesos de producción son tan largos y variados, las condiciones requeridas para el éxito de la empresa son tan múltiples, que ya no bastan las ideas vagas. Para averiguar si una empresa es segura, tenemos que efectuar cálculos minuciosamente.

La computación exige unidades. No puede haber unidad de valor-uso subjetivo de las necesidades.  La unidad marginal no da unidades de valor. El valor de dos determinadas necesidades no es necesariamente el doble de una, aunque es forzosamente mayor o menor que la de una. Los juicios de valor no constituyen una medida: sólo ordenan y gradúan. Hasta el individuo aislado, en aquellos casos en que la solución no es evidente a primera vista, no logrará llegar a una decisión basada en computaciones más o menos exactas si sólo cuenta con una evaluación subjetiva. Para apoyar sus cálculos tiene que establecer relaciones de sustitución entre las necesidades. En general, no le será posible reducir todos los elementos de computación a una unidad común, pero podría lograr reducirlos a aquellas necesidades que pueden evaluarse inmediatamente, es decir, a bienes listos para el consumo y a la inutilidad del trabajo, para luego basar su decisión sobre esas evidencias. Hasta eso, obviamente, es imposible, salvo en casos muy sencillos.

No podría aplicarse en procesos de producción largos y complicados. En una economía de  intercambio, el valor objetivo de intercambio de los bienes de consumo pasa a ser la unidad de cálculo. Esto encierra tres ventajas. En primer lugar, podemos tomar como base del cálculo la evaluación de todos los individuos que participan en el comercio. La evaluación subjetiva de un individuo no es directamente comparable con la evaluación subjetiva de otros. Sólo llega a serlo como valor de intercambio surgido del juego de las evaluaciones subjetivas de todos aquellos que participan en la compra y venta. En segundo lugar, los cálculos de esta índole proporcionan control sobre el uso apropiado de los medios de producción. Permiten a aquellos que desean calcular el costo de complicados procesos de producción, distinguir inmediatamente si están trabajando tan económicamente como otros. Si a los precios del mercado no logran sacar ganancias del proceso, queda demostrado que los otros son más capaces de sacar provecho de los bienes instrumentales a que nos referimos. Finalmente, los cálculos basados sobre valores de intercambio nos permiten reducir los valores a una unidad común. Desde el momento que las variaciones del mercado establecen relaciones sustitutivas entre los bienes de consumo, se puede elegir para ello cualquier bien de consumo que se desee. En una economía de dinero, el dinero es el bien elegido. Mas, los cálculos de dinero tienen su límite. El dinero no es una medida de valor o de precios. El dinero no «mide» el valor. Tampoco se miden los precios en dinero: son cantidades de dinero. Y aunque aquellos que describen el dinero como «standard de pago diferido» lo crean ingenuamente, un bien de consumo no es un valor estable. La relación entre el dinero y los bienes de consumo no sólo fluctúa en cuanto a los bienes de consumo, sino también en cuanto al dinero. En general, tales fluctuaciones no son muy violentas. No perjudican en forma importante a los cálculos económicos, porque en un estado de continuo cambio de las condiciones económicas, este cálculo sólo abarca períodos relativamente cortos, en los que la «moneda dura», por lo menos, no cambia su valor adquisitivo en forma importante.”

Un análisis económico ‘austriaco’ de la burocracia: resultado inevitable del intervencionismo

Siempre es un gran placer observar a un alumno que despega en su camino intelectual y comienza a recorrerlo por sus propios medios. Por eso lo es también leer, con los alumnos de la materia Public Choice, el trabajo de Edgar Duarte: “Un análisis ‘austriaco’ de la burocracia”. Aquí van algunos párrafos:

“Es conocido que los teóricos de la Escuela de la elección pública (Public Choice School), también denominada Escuela de Virginia, centran su programa de investigación en un aspecto de la vida social que había sido descuidado por otros teóricos de la economía, a saber, el comportamiento individual en la toma de decisiones colectivas, es decir en el ámbito público. Es así que analizan el comportamiento de gobernantes y representantes, políticos, electores, grupos de presión y burócratas, utilizando para ello las herramientas que provee la economía.

“Hay que señalar que antes que Mises, Max Weber realizó un análisis de la burocracia, si bien no estrictamente económico sino sociológico, lo cual consta en su obra Economy and Society. Debido a la influencia que tuvo el propio Weber sobre Mises, no es de extrañar que años más tarde este también haya realizado su análisis sobre el tema.

El libro Bureaucracy (Burocracia) de Ludwig von Mises. Fue el segundo que el autor escribió en inglés, luego de su llegada a Estados Unidos. A Mises se le atribuye ser uno de los primeros estudiosos en abordar el tema de la burocracia desde una perspectiva económica.

En él, Mises dice que la expansión de la burocracia es la consecuencia de una mentalidad que requiere que la intervención del Estado entre a más y más ámbitos de la vida privada. La administración pública, es decir, el gobierno o Estado (que no es otra cosa que aparato de coerción y compulsión) debe ser necesariamente burocrático y no hay reforma que sea capaz de cambiar esto. Al carecer las dependencias públicas de un estado de pérdidas y ganancias que les indique si han tenido éxito o no en satisfacer las necesidades de los consumidores, no tienen tampoco el incentivo que tienen las empresas con ánimo de lucro.

También señala que no tiene ningún caso criticar la observancia de estrictas reglas y reglamentos por parte de los burócratas debido a que aquellas son la única alternativa a las señales de mercado puesto que sin ellas el control se saldría de manos de las altas autoridades y a caería en manos de los subordinados y, lo que es más, estas reglas son el único medio para controlar la conducta de asuntos públicos y para proteger a los ciudadanos de la arbitrariedad de los funcionarios públicos.”

Y más adelante:

“Por las razones citadas anteriormente, los austriacos han cuestionado la premisa de omnisciencia en su análisis del gobierno. Aunque los burócratas tuvieran las mejores intenciones y su único motivo último fuera el bien común aun así carecerían de guía para utilizar los recursos públicos de la mejor manera posible.

La tendencia al crecimiento en el gasto público y en el número de burócratas sería, bajo este enfoque, una consecuencia no intencionada de la actuación burocrática: al carecer de un beneficio empresarial, no hay forma de saber que aumentar el gasto público no se justifica con los beneficios adicionales.

Lo que es más, debido a que cada medida de intervención en el ámbito privado de las personas, tiene consecuencias no deseadas que no fueron previstas, una medida de intervención implica otra medida de intervención para tratar de arreglar los problemas provocados por aquella. Esto se repite indefinidamente hasta que toda la economía se encuentre intervenida.”

Si no se aprende de la historia, se paga: en control de precios en Alemania e Inglaterra (II)

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su tercera conferencia se tituló “Intervencionismo” y trata el control de precios presentando el caso de los precios de la leche. Mises comenta:

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“En la Alemania de Hitler existía un sistema de socialismo que difería del sistema de Rusia solamente en que todavía se mantenían la terminología y las etiquetas de un sistema de libertad económica. Existían todavía ‘empresas privadas’, tal como se las denominaba. Pero el propietario no era más un empresario, al propietario se le denominaba ‘gerente de negocio’ (Betriebsführer)

Toda Alemania estaba organizada como una jerarquía de führers; estaba el Supremo Führer, Hitler desde ya, y había führers hacia abajo hasta las muchas jerarquías de pequeños führers. Y la cabeza de una empresa era el Betriebsführer. Y los trabajadores de una empresa eran designados por una palabra que, en la Edad Media, se usaba para designar la comitiva de un señor feudal: Gefolgschaft. Y toda esta gente debía obedecer las órdenes emitidas por una entidad que tenía un nombre terriblemente largo: Reichsführerwirtschaftsministerium  a cuya cabeza estaba el bien conocido gordo, llamado Goering, adornado con joyas y medallas.

Y de este cuerpo de ministros con el largo nombre venían todas las órdenes para cada empresa: qué producir, en qué cantidad, dónde obtener las materias primas, cuánto pagar por ellas, a quién vender los productos y a qué precios debían ser vendidos. Los trabajadores recibían órdenes de trabajar en una determinada fábrica y recibían los sueldos que el gobierno decretaba. Todo el sistema económico era ahora regulado en cada detalle por el gobierno.

El Betriebsführer no tenía derecho a quedarse con las ganancias; recibía lo que ascendía a un salario, y si deseaba obtener más debía, por ejemplo, decir: ‘Estoy muy enfermo, necesito una operación inmediatamente, y la operación costará 500 Marcos’ Entonces debía pedir al Führer del distrito (el Gauführer o Gauleiter) si tenía derecho a retirar más del Ministerio de Economía del Reich, esto es del Imperio que el salario que se le daba. Los precios no eran más precios, los salarios no eran más salarios, todos eran términos cuantitativos en un sistema de socialismo.

Permítanme ahora decirles cómo este sistema se destrozó. Un día, después de años de guerrear, los ejércitos extranjeros llegaron a Alemania. Trataron de preservar este sistema económico dirigido por el gobierno, pero habría sido necesaria la brutalidad de Hitler para preservarlo, y sin ella no funcionaba.

Y mientras esto ocurría en Alemania, Gran Bretaña – durante la Segunda Guerra Mundial – hizo precisamente lo mismo que había hecho Alemania. Comenzando con el control de precios de solamente algunos productos, el gobierno Británico empezó paso a paso (de la misma manera en que Hitler lo había hecho durante el tiempo de paz, aún antes del comienzo de la guerra) a controlar más y más de la economía hasta que, en el momento en que la guerra terminó, habían llegado a algo que era casi puro socialismo.

Gran Bretaña no fue llevada al socialismo por el gobierno Laborista establecido en 1945. Gran Bretaña se convirtió en socialista durante la guerra, por medio del gobierno del cual Sir Winston Churchill era el primer ministro. El gobierno Laborista solamente retuvo el sistema de socialismo que el gobierno de Sir Winston Churchill ya había introducido. Y esto, a pesar de la gran resistencia de la gente.

Las nacionalizaciones en Gran Bretaña no significaron mucho; la nacionalización del Banco de Inglaterra fue meramente nominal ya que el Banco se encontraba ya bajo el total control del gobierno. Y fue lo mismo con la nacionalización de los ferrocarriles de la industria del acero. El ‘socialismo de guerra’, como fue llamado – significando el sistema de intervencionismo que procedía paso a paso – ya había virtualmente nacionalizado el sistema.

La diferencia entre los sistemas de Alemania y de Gran Bretaña no era importante ya que la gente que los operaba había sido designada por el gobierno y en ambos casos debían obedecer las órdenes del gobierno en todos los aspectos. Como he dicho antes, el sistema de los nazis alemanes retuvieron las etiquetas y la terminología de una economía capitalista de libre mercado. Pero significaban algo bastante diferente: ahora eran solamente decretos del gobierno.

Esto era también cierto para el sistema Británico. Cuando el Partido Conservador retornó al poder en Gran Bretaña, algunos de dichos controles fueron eliminados. Tenemos ahora en Gran Bretaña intentos de un lado para retener esos controles, y del otro lado para abolirlos (No debe olvidarse que, en Inglaterra, las condiciones eran muy diferentes de las condiciones en Rusia) Lo mismo es cierto para otros países que dependen de la importación de alimentos y materias primas y por lo tanto deben exportar productos manufacturados. Para países que dependen marcadamente del comercio de exportación, un sistema de control gubernamental simplemente no funciona.

Así, en tanto exista un resto de libertad económica (y hay todavía una substancial libertad económica en algunos países, tal como Noruega, Inglaterra, Suecia), existe por la necesidad de mantener el comercio de exportación. Antes, elegí el ejemplo de la leche, no porque tenga una especial preferencia por ese alimento sino porque prácticamente todos los gobiernos – o un buen número de ellos – en las décadas recientes han regulado el precio de la leche, de los huevos o de la manteca.

El comercio internacional, la globalización y el impacto en la distribución del ingreso según la OMC

los alumnos de UCEMA vemos el Informe sobre el comercio mundial de la OMC 2008, que presenta un completo análisis de las teorías del comercio internacional, y en la sección E considera las consecuencias distributivas del comercio.

Por supuesto que todo cambio en el comercio internacional genera consecuencias distributivas, si un país se abre algunos van a ganar otros van a perder respecto a su situación anterior; si un país se cierra lo mismo. En definitiva, todo cambio en la economía tiene su impacto en la distribución del ingreso. ¿Con qué criterio vamos a evaluar si alguno de esos cambios son positivos o negativos y para quién?

Este es un tema enorme que nos lleva desde el campo de la economía hacia el de la filosofía moral. El informe de la OMC no trata este tema, aunque debería. En principio presenta ciertas teorías “descriptivas” de los efectos redistributivos. Las primeras consideraron los efectos de la apertura comercial tomando en cuenta el diferente impacto entre trabajadores muy cualificados y poco cualificados pero las teorías más modernas, que ya no analizan las ventajas comparativas entre “países” y ni siquiera entre industrias, sino entre empresas.

Dice así: “Según este método clásico quienes se benefician y quienes se perjudican a corto plazo de la reforma del comercio dependerá del sector de empleo. La “novísima” teoría del comercio impugna esa predicción. Según esta teoría, los sectores que sean exportadores e importadores netos se caracterizarán por la existencia de empresas de gran productividad en expansión y de empresas de baja productividad que se contraen. En consecuencia, según esta teoría, la reforma del comercio impulsará la creación y la destrucción de empleos en todos los sectores. Para los responsables de las políticas, esto significa que habrá una considerable redistribución de empleos en cada sector. Este puede ser un dato positivo, pues se considera en general que para los trabajadores es más difícil trasladarse de un sector a otro que una empresa otra dentro de un mismo sector.”

Ahora bien, el estudio, al igual que gran parte de los analistas de estos temas, cae en el error de considerar a la desigualdad y la pobreza como lo mismo. Por ejemplo: “La primera cuestión es la relación entre comercio y desigualdad en los países en desarrollo. Al principio se pensaba que el comercio conduciría a una disminución de la desigualdad en esos países. Esto era algo positivo, ya que contribuiría a reducir la pobreza por medio de dos mecanismos: su efecto positivo en el crecimiento y su efecto favorable en la distribución de los ingresos. Sin embargo, los estudios empíricos han demostrado que la reforma del comercio no siempre ha puesto en marcha el segundo de estos mecanismos.”

Este es un gran error. Un proceso de crecimiento económico acelerado puede inicialmente aumentar las desigualdades y al mismo tiempo reducir la pobreza. Tal es el caso de China luego de tres décadas de apertura económica y comercial. Hay cientos de millonarios ahora en ese país, las diferencias se han ampliado, antes eran todos pobres (salvo los jerarcas del Partido, por supuesto). Pero los pobres están mucho mejor que antes, pese al aumento de la desigualdad. Antes de las reformas el PBI per cápita no superaba los 150 dólares!. Hoy es de 9.800 según el FMI y $11.900 según el Banco Mundial!!!

Böhm-Bawerk anticipa a Keynes y discute que el ahorro reduzca la demanda y luego la producción

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), de Económicas UBA, vemos a Böhm-Bawerk, discutiendo con un desconocido hoy, L. G. Bostedo, quien criticara su libro Teoría Positiva del Capital en los Anales de la Academia Americana de Ciencias Políticas y Sociales. En su defensa, ya está discutiendo a Keynes y el papel del ahorro.

Bohm Bawerk

Sobre la “imposibilidad” de mi ejemplo, Mr. Bostedo intenta probarla mediante el siguiente silogismo: si todos los miembros de una comunidad ahorran simultáneamente una cuarta parte de sus ingresos, reducen consecuentemente en una cuarta parte la demanda de bienes de consumo. La menor demanda lleva a los productores a restringir la producción en la misma medida. Pero si la producción decae a la vez que el consumo, entonces es evidente que no habría demanda de los ahorros; llevar a cabo el ahorro supuesto de una cuarta parte de los ingresos de la comunidad se demuestra por tanto como imposible.

Sospecho que este silogismo hará aparecer en las mentes de la mayor parte de los lectores la sospecha de que se ha probado demasiado. Si fuera verdad, no sólo el ahorro simultáneo de una cuarta parte de los ingresos de la comunidad sería imposible, sino que cualquier ahorro real sería imposible. Si cada intento de restringir el consumo debe efectivamente ocasionar una restricción inmediata y proporcional de la producción, entonces no podría producirse ningún incremento a la riqueza acumulada de la sociedad a través del ahorro. Los individuos particulares podrían ahorrar parte de sus ingresos, pero sólo a condición de que otros individuos de la misma comunidad consuman el exceso de los mismos; la sociedad como un todo nunca podría dejar aparte porciones de su ingreso social y las acumulaciones que puedan realizar ciertas naciones como Francia u Holanda como consecuencia de de su mayor porcentaje de ahorro en comparación con España o Turquía debe ser descrito, aunque pueda parecer un fenómeno universal, como una mera ilusión. Creo que Mr. Bostedo estaría realmente dispuesto a adherirse a esta opinión con todas sus consecuencias; a cualquier nivel, sus conclusiones me parece que armonizan con esta perspectiva, puesto que dice con especial énfasis que cada ahorro es sólo una transferencia de poder de compra de los ahorradores a otros miembros de la comunidad. Sin embargo, tengo más confianza en que los lectores rechazarán aceptar este análisis como correspondiente a su experiencia y que en su lugar concluirán que hay algo incorrecto con la cadena de razonamientos que nos lleva a una conclusión tan improbable.

En realidad, el fallo en el razonamiento no es difícil de encontrar. Está en que una de las premisas, la que afirma que una restricción del “consumo para disfrute inmediato” debe implicar a su vez una restricción en la producción, es errónea. La verdad es que una restricción en el consumo implica, no una restricción en la producción en general, sino sólo, a través de la acción de la ley de la oferta y la demanda, una restricción en determinadas ramas de la misma. Si como consecuencia del ahorro, se compra y consume una menor cantidad de comida de lujo, vino y encajes, se producirá posteriormente –y quiero poner énfasis en esta palabra- una menor cantidad de estos bienes. Sin embargo, no habrá una menor producción de bienes en general, puesto que la menor producción de bienes listos para su consumo inmediato puede ser y será compensada por un incremento en la producción de bines “intermedios” o de capital.”

Este último punto de BB se explica porque si la gente ahorra, ahorra para algo, para tener un mayor consumo futuro. Entonces, el ahorro se traslada a la inversión en bienes más alejados del consumo en las distintas etapas de producción, para llegar con mayor producción cuando esa mayor demanda de consumo se haga presente.

Alberdi: la propiedad es el derecho exclusivo que tiene cada persona de usar su trabajo y su capital

Con los alumnos de UBA Derecho vemos “Sistema Económico y Rentístico” de Juan Bautista Alberdi. Allí, en su primer capítulo, quien inspirara la Constitución Argentina explica los principios en que se sustenta. El texto muestra, también, cuán lejos se encuentra ahora el país de esos principios aunque mantenga en su esencia el mismo texto escrito:

Alberdi 3

“La propiedad, como garantía de derecho público, tiene dos aspectos: uno jurídico y moral, otro económico y material puramente. Considerada como principio general de la riqueza y como un hecho meramente económico, la Constitución argentina la consagra por su artículo 17 en los términos más ventajosos para la riqueza nacional. He aquí su texto: – La propiedad es inviolable, ningún habitante de la Confederación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que expresa el art. 4. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley y de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo, de su obra, invento o descubrimiento por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.

La economía política más adelantada y perfeccionada no podría exigir garantías más completas en favor de la propiedad, como principio elemental de riqueza.

Se ha visto que la riqueza, o bien sea la producción, tiene tres instrumentos o agentes que la dan a luz: el trabajo, el capital y la tierra. Comprometed, arrebatad la propiedad, es decir, el derecho exclusivo que cada hombre tiene de usar y disponer ampliamente de su trabajo, de su capital y de sus tierras para producir lo conveniente a sus necesidades o goces, y con ello no hacéis más que arrebatar a la producción sus instrumentos, es decir, paralizarla en sus funciones fecundas, hacer imposible la riqueza. Tal es la trascendencia económica de todo ataque a la propiedad, al trabajo, al capital y a la tierra, para quien conoce el juego o mecanismo del derecho de propiedad en la generación de la riqueza general. La propiedad es el móvil y estímulo de la producción, el aliciente del trabajo, y un término remuneratorio de los afanes de la industria. La propiedad no tiene valor ni atractivo, no es riqueza propiamente cuando no es inviolable por la ley y en el hecho.

Pero no bastaba reconocer la propiedad como derecho inviolable. Ella puede ser respetada en su principio, y desconocida y atacada en lo que tiene de más precioso, -en el uso y disponibilidad de sus ventajas. Los tiranos más de una vez han empleado esta distinción sofística para embargar la propiedad, que no se atrevían a desconocer. El socialismo hipócrita y tímido, que no ha osado desconocer el derecho de propiedad, ha empleado el mismo sofisma, atacando el uso y disponibilidad de la propiedad en nombre de la organización del trabajo. Teniendo esto en mira y que la propiedad sin el uso ilimitado es un derecho nominal, la Constitución argentina ha consagrado por su artículo 14 el derecho amplísimo de usar y disponer de su propiedad, con lo cual ha echado un cerrojo de fierro a los avances del socialismo.

La Constitución no se ha contentado con entablar el principio de propiedad, sino que ha dado también los remedios para curar y prevenir los males en que suele perecer la propiedad.

El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la utilidad pública. Para cortar este achaque, la Constitución ha exigido que el Congreso, es decir, la más alta representación del país, califique por ley la necesidad de la expropiación, o mejor dicho, de la enajenación forzosa, pues en cierto modo no hay expropiación desde que la propiedad debe ser previamente indemnizada.

Puede ser atacada la propiedad por contribuciones arbitrarias o exorbitantes del gobierno. Para evitar este mal ordinario en países nacientes, la Constitución atribuye exclusivamente al Congreso el poder de establecer contribuciones.

La Constitución remacha el poder concedido a las garantías protectoras de la propiedad, declarando por su artículo 29 que el Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las legislaturas provinciales a los gobiernos de provincias, facultades extraordinarias ni la suma del poder público, ni otorgar les sumisiones o supremacías por las que queden a merced de gobiernos o persona alguna las fortunas de los Argentinos.

En todos estos principios y garantías con que la Constitución defiende el derecho de propiedad contra los ataques que de diversos modos lo persiguen, la Constitución hace otros tantos servicios a la riqueza pública, que tiene en la propiedad uno de sus manantiales más fecundos.”