Democracia y crecimiento económico: ¿la democracia promueve el crecimiento o lo perjudica? Tema sensible

La relación entre la democracia y el crecimiento económico es discutida desde hace tiempo, al menos en espacios en los que se permiten algunas ideas que parezcan “políticamente incorrectas”, ya que lo correcto sería afirmar de entrada que la democracia promueve el crecimiento, ¿cómo va a ser de otra forma?

Pues bien, un reciente paper, enfocado además en América Latina, trata el tema. Se trata de “Explaining the Erosion of Democracy: Can Economic Growth Hinder Democracy?, V-Dem Working Paper 2017:42; cuyos autores son Anibal Pérez-Liñán de la University of Pittsburgh y David Altman de la Pontifical Catholic University of Chile.

Pérez-Liñán, Anibal and Altman, David, Explaining the Erosion of Democracy: Can Economic Growth Hinder Democracy? (March 2017). V-Dem Working Paper 2017:42. Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=2929501

Aquí el resumen del paper:

“El crecimiento económico se ha convertido en uno de los leitmotivs por los que académicos y expertos piden una y otra vez evaluar la perfomance democrática en el tiempo. Si bien gran parte de la literatura postula que el crecimiento económico es positivo para la democracia (por ejemplo, Przeworski et al., 2000), para otros estudiosos es una fuerza profundamente desestabilizadora (por ejemplo, Olson, 1963; Huntington, 1968).

Este documento completa estas opiniones contrastantes preguntando si el crecimiento económico puede socavar la competencia democrática. La hipótesis es que la relación entre el crecimiento económico y la competencia partidaria está mediada por la fuerza de las instituciones políticas y la libre expresión. El crecimiento económico promueve la ventaja de la incumbencia. Los gobernantes pueden ampliar artificialmente esta ventaja reduciendo el espacio para la cobertura negativa y las voces disidentes, siempre y cuando tengan espacio político para maniobrar. Apalancamos el crecimiento exógeno de América Latina para probar este argumento.

En las dos últimas décadas, la región experimentó un crecimiento acelerado como resultado de un auge mundial de los productos básicos. Utilizando datos para 18 países latinoamericanos durante este período, mostramos que un crecimiento económico más rápido condujo a aumentos significativos en la ventaja de incumbencia en la legislatura sólo donde la libertad de expresión fue atacada. Nuestros resultados tienen importantes implicaciones para las literaturas sobre democratización, recursos naturales y voto económico.”

Juan de Mariana, a comienzos del siglo XVII, tenía más claro el problema de la inflación que otros siglos después

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, Económicas, UBA, terminamos de considerar los aportes de los escolásticos, con el análisis que, sobre Juan de Mariana, hace Lucas Beltrán en “El Padre Juan de Mariana”, publicado originalmente en la revista Ilustración Liberal. Van unos párrafos:

“Para nosotros, el Tratado y discurso sobre la moneda de vellón es una defensa de la propiedad privada, de la democracia política, de los presupuestos equilibrados y de la moneda sana de valor estable, que resulta ventajosa para todas las clases sociales. Si no conociéramos ninguna otra obra del autor, no dudaríamos en calificarle de economista liberal. ¿Cómo compaginar estas cuatro imágenes del jesuita de Toledo, a primera vista tan dispares?

En primer lugar, no todas las ideas contenidas en ellas son, en rigor, contradictorias. Por otra parte, es posible que la mente del Padre Mariana, que, en definitiva, se interesaba fundamentalmente por los problemas teológicos y religiosos en general, no estuviera, en cuanto a los económicos y sociales, perfectamente clara. Además, es posible que pensara en términos de lo que los modernos economistas llaman segundos óptimos y terceros óptimos, es decir, que prefiriera una cierta solución de los problemas económicos y sociales, pero que en caso de imposibilidad de ésta aceptara una segunda solución como la mejor entre las posibles y que no hubiera creído necesario explicar con precisión este orden de preferencias o que no lo hubiera logrado. Finalmente, sería posible que en la larga existencia del Padre Mariana sus ideas hubieran ido cambiando. Tal vez el Tratado y discurso sobre la moneda de vellón ha de ser considerado como el pensamiento maduro y definitivo del autor, pues es uno de los últimos libros que publicó.

En él Mariana empieza preguntándose si el rey es dueño de los bienes particulares de sus vasallos y contesta rotundamente que no. El autor acude a su distinción entre rey y tirano, a la que tanta afición manifiesta: «El tirano es el que todo lo atropella y todo lo tiene por suyo; el rey estrecha sus codicias dentro de los términos de la razón y de la justicia.»

De aquí deduce que el rey no puede exigir impuestos sin el consentimiento del pueblo, pues el impuesto significa la apropiación de una parte del patrimonio de los súbditos; para que tal apropiación sea legítima es preciso que los súbditos estén de acuerdo con ella. Tampoco puede el rey crear monopolios estatales, que serían un medio disimulado de exigir impuestos; en el lenguaje del autor, «si no es lícito poner pecho, tampoco lo será hacer esta manera de estanques sin voluntad de aquellos en cuyo perjuicio redundan».

Y tampoco puede el rey obtener ingresos rebajando el contenido metálico de las monedas. Los monarcas de la Casa de Austria acudieron reiteradamente a este antiguo recurso tantas veces utilizado en todos los tiempos y todos los Estados. En España, en tiempo del Padre Mariana, la rebaja se hizo sobre todo en las llamadas monedas de vellón; éstas eran de una aleación de plata y cobre y hasta fines del siglo XV fueron perfectamente respetables; en los siglos XVI, XVII y XVIII su contenido de plata fue reducido reiteradamente hasta que finalmente las monedas de vellón se hicieron sólo de cobre y funcionaron como moneda fraccionaria de las piezas de oro y plata. También el contenido de metal noble de éstas fue reducido en algunas ocasiones, pero menos que en el caso de las monedas de vellón, que constituyen el tema del tratadito de Mariana.

Éste ve la cuestión con tanta claridad como un economista moderno: se da cuenta de que la reducción del contenido de metal noble de las monedas y el aumento de la cantidad de éstas es una forma de inflación (aunque no usa esta palabra, entonces desconocida) y que la inflación produce fatalmente elevación de precios: «que si baja el dinero del valor legal, suben todas las mercadurías sin remedio, a la misma proporción que abajaron la moneda, y todo se sale a una cuenta».

Mariana ve que la inflación es un impuesto que recae sobre los que antes de ella tenían dinero, que ahora han de comprar las cosas más caras. Al argumento de que esto se puede evitar poniendo precios de tasa a las mercancías, contesta que la experiencia nos muestra que las tasas han sido siempre ineficaces. Siendo la inflación un impuesto, requerirá en todo caso el consentimiento del pueblo, pero aun con este consentimiento será siempre un impuesto dañoso y desorganizador de la vida económica: «este arbitrio nuevo de la moneda de vellón, que si se hace sin acuerdo del reino es ilícito y malo, si con él, lo tengo por errado y en muchas maneras perjudicial».

Juan de Mariana sobre los impuestos que se cobran sin el consentimiento de la gente y el envilecimiento de la moneda

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de Económicas, UBA, vemos ahora a quien nos faltaba de los escolásticos. Juan de Mariana sobre la moneda, “Tratado y discurso sobre la moneda de vellón (1609)”. Algunos párrafos sobre el poder de cobrar impuestos y el envilecimiento de la moneda:

Juan de Mariana

“Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos (impuestos) sin la voluntad de los que representan el pueblo. Esto se prueba por lo que acabamos de decir, que si el rey no es señor do los bienes particulares, no los podrá tomar todos ni parte de ellos sino por voluntad de cuyos son. Item, si, como dicen los juristas, ninguna cosa puede el rey en perjuicio del pueblo sin su beneplácito, ni les podrá tomar parte de sus bienes sin él, como se hace por via de los pechos. Demás que ni el oficio de capitán general ni de gobernador le da esta autoridad, sino que pues de la república tiene aquellos cargos, como al principio señaló el costeamiento y rentas que le parecieron bastantes para ejercellos; así, si quiere que se las aumenten, será necesario que haga recurso al que se las dio al principio.

“El rey no puede bajar la moneda de peso ó de ley sin la voluntad del pueblo Dos cosas son aquí ciertas: la primera, que el rey puede mudar la moneda cuanto á la forma y cuños, con tal que no la empeore de como antes corria, y asi entiendo yo la opinión de los juristas que dice puede el príncipe mudar la moneda. Las casas de la moneda son del rey, y en ellas tiene libre administración, y en el capítulo Regalía, entre los otros provechos del rey, se cuenta la moneda; por lo cual, como sea sin daño de sus vasallos, podrá dar la traza que por bien tuviere. La segunda, que si aprieta alguna necesidad como de guerra ó cerco, la podrá por su voluntad abajar con dos condiciones; la una que sea por poco tiempo, cuanto durare el aprieto; la segunda, que pasado el tal aprieto, restituya los daños á los interesados. Hallábase el emperador Federico sobre Faenza un invierno; alargóse mucho el cerco, faltóle el dinero para pagar y socorrer la gente, mandó labrar moneda de cuero, de una parte su rostro, y por revés las águilas del imperio; valia cada una un escudo de oro. Claro está que para hacerlo no pudo juntar ni juntó la dieta del imperio, sino por su voluntad se ejecutó; y él cumplió enteramente, que trocó á su tiempo todas aquellas monedas en otras de oro. En Francia se sabe hubo tiempo en que se labró moneda de cuero con un clavito de plata en medio; y aun el año de 1571, en un cerco que se tuvo sobre León de Holanda, se labró moneda de papel. Refiérelo Budellio en el lib. I De Monet., cap. 1º, núm. 34. Todo esto es de Colenucio en el lib. IV de la Historia de Napóles. La dificultad es si sin estas modificaciones podrá el príncipe socorrerse con abajar las monedas, ó si será necesario que el pueblo venga en ello. Digo que la opinión común y cierta de juristas con Ostiense, en el título De censib. ex quibus, Inocencio y Panormitano, sobre el cap. 4º De jur. jur., es que para hacerlo es forzosa la aprobación de los interesados. Esto se deduce de lo ya dicho, porque si el príncipe no es señor, sino administrador de los bienes de particulares, ni por este camino ni por otro les podrá tomar parte de sus haciendas, como se hace todas las veces que se baja la moneda, pues les dan por mas lo que vale menos; y si el príncipe no puede echar pechos contra la voluntad de sus vasallos ni hacer estanques de las mercadurías, tampoco podrá hacerlo por este camino, porque todo es uno y todo es quitar á los del pueblo sus bienes por mas que se les disfrace con dar mas valor legal al metal de lo que vale en sí mismo, que son todas invenciones aparentes y doradas, pero que todas van á un mismo paradero, como se verá mas claro adelante. Y es cierto que como á un cuerpo no le pueden sacar sangre, sea á pausas, sea como quisieren, sin que se enflaquezca ó reciba daño, asi el príncipe, por mas que se desvele, no puede sacar hacienda ni interés sin daño de sus vasallos, que donde uno gana, como citan de Platón, forzosamente otro pierde.

La Constitución se inspiró en una escuela económica. Luego, no cambiaron la Constitución, cambiaron la escuela

Con los alumnos de la UBA Derecho comenzamos a ver el libro de Juan Bautista Alberdi, “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”. En su introducción, Alberdi analiza las distintas escuelas económicas y a cual pertenece la Constitución:

Alberdi 3

“Hay tres elementos que concurren a la formación de las riquezas:

1° Las fuerzas o agentes productores, que son el trabajo, la tierra y el capital.

2° El modo de aplicación de esas fuerzas, que tienen tres fases, la agricultura, el comercio y la industria fabril.

3° Y, por fin, los productos de la aplicación de esas fuerzas.

Sobre cada uno de esos elementos ha surgido la siguiente cuestión, que ha dividido los sistemas económicos: – En e1 interés de la sociedad, ¿vale más la libertad que la regla, o es más fecunda la regla que la libertad? Para el desarrollo de la producción, ¿es mejor que cada uno disponga de su tierra, capital o trabajo a su entera libertad, o vale más que la ley contenga algunas de esas fuerzas y aumente otras? ¿Es preferible que cada uno las aplique a la industria que le diere gana, o conviene más que la ley ensanche la agricultura y restrinja el comercio, o viceversa? ¿Todos los productos deben ser libres, o algunos deben ser excluidos y prohibidos, con miras protectoras?

He ahí la cuestión más grave que contenga la economía política en sus relaciones con el derecho público. Un error de sistema en ese punto es asunto de prosperidad o ruina para un país. La España ha pagado con la pérdida de su población y de su industria el error de su política económica, que resolvió aquellas cuestiones en sentido opuesto a la libertad.

Veamos, ahora, cómo ha sido resuelta esta cuestión por las cuatro principales escuelas en que se divide la economía política.

La escuela mercantil, representada por Colbert, ministro de Luis XIV, que sólo veía la riqueza en el dinero y no admitía otros medios de adquirirla que las manufacturas y el comercio, seguía naturalmente el sistema protector y restrictivo. Colbert formuló y codificó el sistema económico introducido en Europa por Carlos V y Felipe II. Esa escuela, perteneciente a la infancia de la economía, contemporánea del mayor despotismo político en los países de su origen galo-español representa la intervención limitada y despótica de la ley en el ejercicio de la industria.

A esta escuela se aproxima la economía socialista de nuestros días, que ha enseñado y pedido la intervención del Estado en la organización de la industria, sobre bases de un nuevo orden social más favorable a la condición del mayor número. Por motivos y con fines diversos, ellas se dan la mano en su tendencia a limitar la libertad del individuo en la producción, posesión y distribución de la riqueza.

Estas dos escuelas son opuestas a la doctrina económica en que descansa la Constitución argentina.

Enfrente de estas dos escuelas y al lado de la libertad, se halla la escuela llamada physiocrática, representada por Quesnay, y la grande escuela industrial de Adam Smith.

La filosofía europea del siglo XVIII, tan ligada con los orígenes de nuestra revolución de América, dió a la luz la escuela physiocrática o de los economistas, que flaqueó por no conocer más fuente de riqueza que la tierra, pero que tuvo el mérito de profesar la libertad por principio de su política económica, reaccionando contra los monopolios de toda especie. A ella pertenece la fórmula que aconseja a los gobiernos: – dejar hacer, dejar pasar, por toda intervención en la industria.

En medio del ruido de la independencia de América, y en vísperas de la revolución francesa de 1789, Adam Smith proclamó la omnipotencia y la dignidad del trabajo; del trabajo libre, del trabajo en todas sus aplicaciones -agricultura, comercio, fábricas- como el principio esencial de toda riqueza. «Inspirado por la nueva era social, que se abría para ambos mundos (sin sospechado él tal vez, dice Rossi), dando al trabajo su carta de ciudadanía y sus títulos de nobleza, establecía el principio fundamental de la ciencia.» Esta escuela, tan íntima, como se ve, con la revolución de América, por su bandera y por la época de su nacimiento, que a los sesenta años ha tenido por neófito a Roberto Peel en los últimos días de su gloriosa vida, conserva hasta hoy el señorío de la ciencia y el respeto de los más grandes economistas. Su apóstol más lúcido, su expositor más brillante es el famoso Juan Bautista Say, cuyos escritos conservan esa frescura imperecedera que acompaña a los productos del genio.

A esta escuela de libertad pertenece la doctrina económica de la Constitución Argentina, y fuera de ella no se deben buscar comentarios ni medios auxiliares para la sanción del derecho orgánico de esa Constitución.”

Antes del mercantilismo, los escolásticos estuvieron cerca de algunas contribuciones posteriores de los clásicos

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, Económicas, Universidad de Buenos Aires, vemos a los autores de la Escuela de Salamanca y sus aportes a la teoría económica, generalmente poco o nada considerados en los textos de historia del pensamiento, como si todo hubiera comenzado con los mercantilistas y los fisiócratas. Leemos el artículo de Raymond de Roover, Economía Escolástica. El texto es discutido por algunos amigos expertos en estos autores, pero es un buen resumen de los aportes y los problemas de esta escuela, aunque increíblemente no hace mención a Juan de Mariana, al que veremos en forma separada. Dice de Roover:

“Al igual que los autores de la antigüedad, los escolásticos medievales no consideraban a la economía política como disciplina independiente, sino que como un apéndice de la ética y las leyes.

Esta situación persistía aún en el siglo dieciocho cuando Adam Smith tomó a su cargo la cátedra de Filosofía Moral en Glasgow College. Los cursos de su predecesor, Francis Hutcheson (1694-1746), y su contemporáneo en Edimburgo, Adam Ferguson (1723-1816), están a disposición en imprenta. Según estas fuentes, los temas de un curso en Filosofía moral en el siglo dieciocho y en la Escocia presbiteriana aún correspondían, en gran medida, a la descripción de las materias tratadas en el siglo trece por Tomás de Aquino en sus comentarios a la ética de Aristóteles. Economía, en el sentido moderno, ocupaba una posición muy subordinada y todavía se consideraba un asunto ético y legal que implicaba la aplicación de la ley natural a los contratos civiles.

En lo que realmente estaban interesados los doctores medievales era determinar las reglas de justicia que dirigen las relaciones sociales. Según Tomás de Aquino, ellos distinguían dos tipos de justicia: justicia distributiva, la que regulaba la distribución de la riqueza y el ingreso, de acuerdo a la posición del individuo en la sociedad, y justicia conmutativa, que se aplicaba a los acuerdos recíprocos entre individuos, esto es, al intercambio de bienes y servicios6. En otras palabras, los asuntos económicos concernían a la justicia, no a la caridad, como puede ser fácilmente comprobado al repasar el índice de la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino.

Al tratar asuntos de justicia, inevitablemente los doctores se encontraron con asuntos económicos y estaban forzados a tomarlos en consideración. Al principio su investigación estaba limitada al precio justo y la usura, pero luego se ramificó para incluir un montón de otras cuestiones, incluyendo el salario justo, el envilecimiento de la moneda (inflación), la justicia del sistema impositivo, las deudas públicas, el monopolio, el cambio internacional, sociedades y todos los contratos que podían implicar cualquier mácula de usura.

La mentalidad medieval era legalista y, bajo la influencia del Derecho Romano, se le daba mucha importancia a los contratos. El principal problema era siempre determinar si un contrato era lícito o no. Este énfasis tendió a limitar el ámbito de la economía al estudio de la naturaleza legal de los contratos y sus implicaciones éticas, tendencia que se reflejaba incluso en el título v organización de los tratados escolásticos. Uno puede estar seguro de encontrar discusiones sobre materias económicas —junto con otros tópicos, por supuesto— en cualquier tratado de teología moral que lleve como título De contractibus (Sobre los contratos) o De justicia et jure (Sobre la justicia y la ley).

Casi invariablemente los asuntos económicos se mencionaban en guías para confesores, aunque la exposición, en trabajos de este tipo, probablemente es menos sistemática y analítica y más casuística. De hecho, la palabra «casuística» deriva de la preocupación sobre casos de conciencia que tenían los últimos escritores escolásticos.”

Terrorismo e inmigración; o crimen e inmigración: dos debates parecidos acerca de los límites al ingreso de extranjeros

Otro debate que, con sus diferencias, aparece tanto en el norte como en el sur, claro que en el primer caso vinculado al terrorismo y en el segundo más al crimen. Aquí un trabajo publicado por el Cato Institute, de Alex Nowrasteh, con el título “Terrorismo e Inmigración: Un análisis de riesgo”, disponibe acá: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/terrorism-immigration-risk-analysis

Su resumen:

“El terrorismo es un peligro para la vida humana y la prosperidad material que debe abordarse de una manera sensata, por lo que los beneficios de las acciones para contenerla superan los costos. Los terroristas nacidos en el extranjero que ingresaron al país como inmigrantes o turistas fueron responsables del 88 por ciento (o 3.024) de los 3.432 asesinatos causados ​​por terroristas en suelo estadounidense desde 1975 hasta finales de 2015. En este artículo se presenta el primer análisis de riesgo de terrorismo De las categorías de visados ​​los terroristas nacidos en el extranjero solían entrar a los Estados Unidos.

Entre los asesinados en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 (9/11), la probabilidad de que un estadounidense pereciera en un ataque terrorista en suelo estadounidense cometido por un extranjero durante los 41 años estudiados aquí es de 1 en 3,6 millones por año. El riesgo que representan los extranjeros que entran en diferentes categorías de visas varía considerablemente. Por ejemplo, la posibilidad de que un estadounidense sea asesinado en un atentado terrorista causado por un refugiado es de 1 por 3.64 mil millones al año, mientras que la posibilidad de ser asesinado en un ataque cometido por un inmigrante ilegal es un astronómico 1 por 10.900 millones al año. Por el contrario, la posibilidad de ser asesinado por un turista con una visa B, la visa turística más común, es de 1 en 3,9 millones por año. Toda respuesta gubernamental al terrorismo debe tener en cuenta la amplia gama de peligros que plantean los terroristas nacidos en el extranjero que ingresaron bajo diversas categorías de visas.

El gobierno federal tiene un papel importante que desempeñar en la detección de los extranjeros que entran en los Estados Unidos, y para excluir a aquellos que representan una amenaza para la seguridad nacional, la seguridad o la salud de los estadounidenses. Este análisis del riesgo de terrorismo de las categorías de visas individuales puede ayudar en la asignación eficiente de escasos recursos de seguridad del gobierno a aquellas categorías que son más explotables por los terroristas. Los peligros que plantean los terroristas nacidos en el extranjero no son lo suficientemente grandes como para justificar acciones extremas como una moratoria sobre la inmigración o el turismo.”

Otra vez sobre la desigualdad y la pobreza: la importancia de la movilidad social, para arriba sobre todo

 

El debate no terminará nunca. Aquí un nuevo aporte, en un trabajo publicado por el Cato Institute, de Michael Tanner, con el título “Cinco mitos sobre la desigualdad económica en América (Estados Unidos)”, disponibe acá: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/five-myths-about-economic-inequality-america

Su resumen:

“La desigualdad económica ha subido a la cima de la agenda política, defendida tanto por los candidatos políticos como por los autores más vendidos. Sin embargo, muchas de las creencias más comunes sobre el tema se basan en percepciones erróneas y falsedades.

Aunque a menudo se nos dice que vivimos en una nueva Edad Dorada, el sistema económico de Estados Unidos ya es altamente redistributivo. La política fiscal y el gasto en bienestar social reducen sustancialmente la desigualdad en América. Pero incluso si la desigualdad estuviera creciendo tan rápido como dicen los críticos, no sería necesariamente un problema.

Por ejemplo, a diferencia de los estereotipos, los ricos tienden a ganar en lugar de heredar su riqueza, y relativamente pocas personas ricas trabajan en Wall Street o en finanzas. La mayoría de la gente rica consiguió esa manera proporcionándonos con los bienes y los servicios que mejoran nuestras vidas.

La movilidad de ingresos puede ser menor de lo que nos gustaría, pero la gente sigue moviéndose hacia arriba y hacia abajo en la escala de ingresos. Pocas fortunas sobreviven durante varias generaciones, mientras que los pobres siguen siendo capaces de salir de la pobreza. Más importante aún, hay poca relación entre la desigualdad y la pobreza. El hecho de que algunas personas lleguen a ser ricos no significa que otros se harán pobres.

Aunque los ricos pueden aprovechar las conexiones políticas para su propio beneficio, hay pocas pruebas de que, como grupo, persigan una agenda política diseñada para suprimir a los pobres o prevenir políticas diseñadas para ayudarlos. Al mismo tiempo, en lugar de reducir la desigualdad económica, una mayor intervención del gobierno puede empeorar la situación. Dado que las políticas para reducir la desigualdad, como el aumento de impuestos o programas adicionales de bienestar social, probablemente tendrán consecuencias no deseadas que podrían causar más daño que bien, debemos centrarnos en implementar políticas que realmente reduzcan la pobreza en lugar de atacar la desigualdad misma.”

¿Shock o gradualismo? un debate nuestro de todos los días en la experiencia de los países que fueran comunistas

¿Shock o gradualismo? En un informe publicado por el Cato Institute se analizan las experiencias de los ex-países comunistas. El trabajo se titula “25 años de reformas en Países Excomunistas: Reformas rápidas y generales llevaron a mayor crecimiento y más libertad económica”, disponible acá: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/25-years-reforms-ex-communist-countries-fast-extensive-reforms-led

Este es su resumen:

“La transición del socialismo a la economía de mercado produjo una división entre los que abogaban por reformas rápidas o de gran alcance y aquellos que abogaban por un enfoque gradual. Han transcurrido más de 25 años desde la caída del Muro de Berlín en 1989, proporcionando amplios datos empíricos para probar esos enfoques. La evidencia muestra que los reformadores tempranos y rápidos superaron ampliamente a los reformadores graduales, tanto en medidas económicas como el PIB per cápita, como en indicadores sociales como el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.

Un argumento clave para el gradualismo era que las reformas demasiado rápidas causaban gran dolor social. En realidad, los reformadores rápidos experimentaron recesiones más cortas y se recuperaron mucho antes que los reformadores graduales. De hecho, una medida mucho más amplia del bienestar, el Índice de Desarrollo Humano, apunta a la misma conclusión: los costos sociales de la transición en los países que se reforman rápidamente son más bajos.

Además, los partidarios del gradualismo argumentaron que el desarrollo institucional debía preceder a la liberalización del mercado, aumentando así la eficacia de este último. En un sentido estricto, es imposible desmentir este argumento, pues ningún país postcomunista siguió esa secuencia de acontecimientos. En todos los países postcomunistas, el desarrollo institucional estuvo muy por detrás de las reformas económicas. Esperar el desarrollo institucional antes de implementar las reformas económicas podría fácilmente convertirse en una receta para que no se realicen reformas.

Sin embargo, después de 25 años, los reformadores rápidos terminaron con mejores instituciones que los reformadores graduales. Este resultado es consistente con la hipótesis de que las élites políticas que estaban comprometidas con la liberalización económica también estaban comprometidas con el desarrollo institucional subsiguiente. Por el contrario, las élites políticas que abogaban por reformas graduales a menudo lo hacían para extraer las rentas máximas de la economía. Una consecuencia extrema del gradualismo fue la formación de clases oligárquicas.

Cuando se trata de la velocidad y profundidad de las reformas, la posición relativa de los países ha permanecido prácticamente inalterada. La mayoría de los países que avanzaron temprano aún están más lejos.”

Parece que desde el punto de vista de la política económica no quedan dudas. Las limitaciones están más en la situación política y lo que esta permita en un determinado momento, que en las bondades de uno u otro enfoque.

¿Relevante para las reformas pro-mercado en muchos países? La confianza promueve y facilita las negociaciones

Nicclas Bergren y Christian Bjørnskov presentan un paper que puede tener relevancia para algunos países de la región, particularmente Argentina. Se titula “The Market-Promoting and Market-Preserving Role of Social Trust in Reforms of Policies and Institutions”: http://www.ifn.se/wfiles/wp/wp1152.pdf

Algo de su introducción:

“Desde principios de los ochenta, se ha formado un consenso entre economistas e Instituciones de que las políticas económicas básicas son determinantes centrales en el crecimiento y desarrollo (Aron, 2000, Rodrik et al., 2004, Acemoglu et al., 2005). Por lo tanto, si uno se preocupa por las tasas de crecimiento, la pregunta es cómo hacer el diseño e implementar con éxito reformas que incrementen el crecimiento  sean más probables y otras que puedan disminuirlo menos probable. Evidentemente, hay obstáculos a la reforma, a menudo es difícil de alcanzar acuerdos entre los responsables políticos en presencia de divergencias de preferencias y características del entorno político. Pero como las reformas pueden ser buenas o malas para el crecimiento, algunos obstáculos al acuerdo pueden ser vistos como malos y otros como buenos. ¿Hay una manera de reducir el poder de los obstáculos, mientras que aumente la potencia de los últimos?

Ese es el tema de este estudio. Para responder a esta pregunta, nos basamos en ideas que comenzaron a ser redescubiertas por economistas y políticos durante la década de los noventa, con el fin de que la cultura y los valores sociales son factores importantes detrás de las instituciones y los resultados económicos (Knack Y Keefer, 1997; Uslaner, 2002; Guiso et al., 2006; Algan y Cahuc, 2014; Alesina y Giuliano, 2015; Gorodnichenko y Roland, próximamente). No menos importante, una característica de la cultura, la confianza social, se ha demostrado que es importante. Por «confianza social» se entiende una actitud hacia personas que no se conocen o lo hacen muy poco: se basa en una expectativa de que otros – la gente en general – hará bien por ti en la interacción social y no te explotarán.

Por lo tanto, nos sumamos a una creciente literatura que investiga cómo ciertos rasgos de la política influyen en la probabilidad de una reforma institucional y política, y cómo la confianza puede interactuar con estas características para hacer las reformas más o menos probables.

Para que se lleven a cabo reformas, es necesario un acuerdo sustancial entre los encargados de formular las políticas, y dado que la confianza implica la expectativa de que otros no se comportarán de manera oportunista, es de esperar que la confianza mejore las posibilidades de que se produzcan reformas. Por ejemplo, Boix y Posner (1998) plantean la hipótesis de que la confianza social alivia los problemas de coordinación asociados con el consenso. Si los políticos y los grupos políticos potencialmente adversarios comparten una visión, se puede negociar una reforma en la que algunos socios obtengan una promesa en las futuras negociaciones si perciben que ellos o su núcleo electoral pueden perder con la reforma en cuestión. Un cierto nivel de confianza permite, por tanto, la interconexión inter-temporal, que a su vez permite un acuerdo «aquí y ahora» para hacer algo.

Nuestra contribución consiste en analizar cómo cinco tipos de obstáculos potenciales al acuerdo: ideología, fraccionalización ideológica, gobierno de coalición, gobierno de minorías y la inestabilidad representacional – afectan la probabilidad de reforma y cómo la confianza influye en sus efectos. Definimos reforma institucional y política como un cambio sustancial en una de las dos áreas del índice de Libertad Económica del Mundo: la calidad del Sistema (un indicador institucional) y el ámbito de la regulación (un indicador de política).

Es importante destacar que separamos las reformas que aumentan la libertad económica (es decir, mejoran el sistema legal o reducen el alcance de la regulación) de las reformas que lo disminuyen. Esta distinción es una innovación en la literatura. Como tal, nos centramos en el amplio margen, es decir, si tales reformas sustanciales pueden ocurrir o no, y no en la forma o alcance de la reforma.

Nuestro análisis empírico revela, como era de esperar, que los diversos obstáculos como el tipo de reforma, tanto de liberalización como desliberación, hacen las reformas menos probables. Sin embargo, surge un patrón interesante: un doble rol de la confianza social, en la medida en que, al interactuar con los diferentes obstáculos, facilita ciertas reformas -las de liberalización – sino que hace a los demás – reformas que reducen la liberalización del mercado – más difíciles. En otras palabras, la confianza social no es neutra en términos de contenido de la reforma – parece que tanto promueve como protege instituciones y políticas pro-mercado.

¿Porque? Se podría haber esperado, sobre la base de la literatura anterior, que la confianza hace cualquier reforma más probable. Nuestra hipótesis de por qué esto no es así es que la confianza social no sólo facilita el acuerdo en general entre los responsables políticos, que es lo importante para esperar que estimule la reforma, sino que también implica confianza en los actores del mercado. De hecho, Aghion et al. (2010) encuentran que las personas que confían en la gente en general tienen más probabilidades de asociar la economía de mercado con resultados favorables. Por esta razón, sugerimos que personas con alta confianza social estarán inclinadas a acordar reformas pro-mercado y a rechazar reformas anti-mercado”

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El caso del neoliberalismo y la perversión de las palabras por medio de la retórica. Antes fue la justicia ‘social’

Al mismo tiempo que vimos el artículo de Atilio Borón sobre la izquierda latinoamericana en el siglo XXI, vemos el artículo de Enrique Ghersi (2004); “El mito del neoliberalismo”. Los dos son del mismo año, y no pueden darnos visiones más diversas:

“Independientemente del juicio que pueda merecernos cada política en particular y de la evaluación que merezca cada gobierno en cuestión, está muy claro que el liberalismo es algo mucho más complejo que la adopción de medidas gubernativas en particular, máxime sin son incompletas y contradictorias. Aisladamente un gobierno socialista puede tomar medidas liberales y un gobierno liberal puede tomar medidas socialistas. Ejemplos hay muchos en la historia. Desde los laboristas neozelandeses hasta los conservadores británicos. Pero no transforma a los socialistas en liberales, ni viceversa; máxime si la caracterización en el ámbito político no tiene el rigor ni la seriedad del debate intelectual.

En Latinoamérica, si bien durante los años noventa se regresó a la austeridad fiscal de los cincuenta, esto no puede considerarse inherente y exclusivo del liberalismo económico. Si bien se privatizó, se hizo con monopolios legales, soslayando por completo la importancia de la competencia en el desarrollo de los mercados. Si bien se permitió la inversión extranjera, se hizo como en la China comunista, a la que ningún alucinado podría tildar de liberal o neoliberal. En general, aunque se daba la impresión de que se reducía la intervención estatal, el gasto público como fracción del producto interno se mantenía igual o inclusive aumentaba. Es el caso del Perú, mi país, donde hoy el tamaño del Estado es mayor que cuando empezaron las mal llamadas reformas “neoliberales”. Paradójicamente, el viejo capitalismo mercantilista fue presentado como si fuera un inexistente “neoliberalismo” por los enemigos de la libertad11.

¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Tuvimos los liberales alguna responsabilidad en ella? ¿Fue producto histórico del azar o consecuencia de alguna táctica deliberada? ¿Cómo ha sido posible que el “neoliberalismo”, que fue entendido por los liberales como un desarrollo de su pensamiento o como una nueva escuela del mismo, haya pasado a convertirse en el habla cotidiana en un término para asimilar a las ideas de la libertad algunos de sus más impresentables enemigos?

Es verdad que la autocrítica ha faltado entre los liberales, porque en algunos casos han sido ellos mismos los que se han involucrado innecesariamente con experiencias lamentables. Llevados tal vez por la soledad política, los liberales en algunas oportunidades han respaldado  al primer gobierno que creyeron que coincidía con sus puntos de vista, sin advertir que la coincidencia era aparente y que generalmente es mejor dejarse aconsejar por el paso del tiempo antes que prestar atención a la primera aventura política que nos toque la puerta.

A no dudarlo, el proceso ha sido complejo y parte de una perversión del lenguaje sobre la que es necesario reflexionar. Muchas veces los liberales han despreciado los debates terminológicos para atenerse prioritariamente a los hechos. Esta actitud ciertamente les ha permitido hacer contribuciones notables al desarrollo de la ciencia económica, pero también los ha hecho víctimas de numerosas estratagemas.

Hayek advirtió, por ello, contra la perversión del lenguaje y denunció la existencia de lo que él llamaba palabras-comadreja. Inspirado en un viejo mito nórdico que le atribuye a la comadreja la capacidad de succionar el contenido de un huevo sin quebrar su cáscara, Hayek sostuvo que existían palabras capaces de succionar a otras por completo su significado. Él denunció, entre otras, a la palabra social. Así explicó que esta palabra agregada a otra la convertía en su contrario. Por ejemplo, la justicia social no es justicia; la democracia social, no es democracia; el constitucionalismo social, no es constitucionalismo; el Estado social de derecho, no es Estado de derecho, etc.”