El panorama de la izquierda latinoamericana a comienzos del siglo XXI parecía alentador, para ellos. No duró mucho

Con los alumnos de la UFM en el curso sobre ideas políticas y económicas en América Latina ahora vemos una clara representación de las ideas de la izquierda y su evaluación de la situación a comienzos del siglo XXI, con un artículo de Atilio Borón titulado “La izquierda latinoamericana a comienzos del siglo XXI: nuevas realidades y urgentes desafíos”.

¿Qué se puede obtener de una visión más panfletaria que académica? El artículo fue publicado en 2004 y ahora parece claramente más una expresión de deseos que un análisis profundo de la realidad. Por ejemplo, dice el autor:

“Grandes movimientos sociales han florecido en la última década del siglo pasado a partir de las pioneras revueltas de los zapatistas en 1994, la aparición de los piqueteros argentinos, las grandes huelgas ciudadanas y de trabajadores en Francia y Corea del Sur poco después y, hacia finales de siglo, la maduración y consolidación internacional de esas protestas en Seattle y en Porto Alegre. Consecuentemente, nuevas fuerzas políticas han pasado a controlar los gobiernos (en países como Venezuela y Brasil, por ejemplo) o se aprestan a hacerlo, como en Uruguay; y distintos gobiernos se plantean la necesidad de abandonar las políticas que, en el pasado, causaran los estragos por todos conocidos, como lo demuestra, entre otros, el caso argentino. No obstante, es preciso aclarar que en la generalidad de los casos los cambios más importantes se produjeron en el terreno más blanco del discurso y la retórica, y no en el más duro y áspero de las políticas económicas. Pero, aun con estas limitaciones, ese cambio es muy significativo y sería erróneo subestimar sus alcances”.

Ahora que lo vemos con la ventaja del tiempo, ¿fueron esos, acaso, cambios tan significativos?  ¿O simplemente parte de los vaivenes políticos que ocurren en América Latina o, tal vez, en todas partes del mundo? Después de todo, los supuestos cambios en Argentina trajeron luego una reacción contraria, en Francia está por ganar alguno de los candidatos de la derecha, ya nadie se acuerda de los zapatistas, y nadie se imaginaba a Trump.

¿Qué es lo que pasa con estos análisis políticos o sociológicos? En buena medida que el futuro es difícil si no imposible de predecir. Tal vez si tomamos períodos más largos las conclusiones sean más interesantes. Por ejemplo, en los posts anteriores respecto al libro de Johan Norberg llamado Progreso, se ven enromes cambios producidos en más de un siglo, o en algunas décadas. Tal vez así podamos ver alguna tendencia. Porque, realmente, esos grandes movimientos sociales que considera el autor no parecen estar sino más que en su propia esperanza, y pese a ser tan grandes son tan débiles que se revierten en cualquier momento. Cuba ya ha comenzado esos cambios, en Venezuela no aguantan mucho más, Ecuador, Bolivia y Nicaragua han decidido mantenerlos en el discurso pero ir para otro lado.

Hay algo más profundo que no se ve. Tal vez yo no lo veo y mañana se desata una revolución, pero el progreso de la globalización parece moverse firme, con espasmódicas reacciones de rechazo, pero con constancia.

El problema de la izquierda del siglo XXI es que son ideas viejas, del siglo XIX.

En ese sentido, el mercado, o el odiado neoliberalismo, tiene una ventaja, porque podrán ser ideas también del siglo XIX o antes, pero los emprendedores cambian el mundo y traen nueva vida. Por ejemplo, ahora tenemos Bitcoin, Uber o Airbnb, o Google Earth, o Netflix. Y así, cosas que cambian nuestras vidas y que renuevan el mercado. El envase será viejo pero el contenido se renueva en forma permanente.

Increíble reacción ante las pandemias y una extensión de la probabilidad de vida que no para de aumentar

Hay, creo, dos razones por las cuales predomina el pesimismo en la avalancha de noticias que recibimos a diario: la primera de ellas es que las buenas noticias no generan tantos lectores como las malas, la normalidad se asume como tal, mientras que el accidente o el crimen serían la excepción; la segunda es que todo el que quiera promover algún cambio ‘revolucionario’ (no evolutivo) en la sociedad, debe antes mostrar que todo anda mal, ya que por eso se necesita el cambio.

Al respecto, una serie de autores (Matt Ridley, Steven Pinker y ahora Johan Norberg) han escrito sendos libros presentando una visión contraria, esto es, optimista, del progreso de la sociedad y el ser humano, sobre todo a partir de la llegada de la sociedad liberal y el capitalismo. Las referencias y los números son contundentes. Aquí algunos del libro  Johan Norberg, Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future:

“Tras la fiebre H1N1 en 2009, una versión totalmente nueva del virus de 1918, hemos visto la respuesta más rápida a una pandemia en la historia. Internet hizo posible rastrear su origen y facilitó la cooperación entre instituciones, científicos y trabajadores de la salud alrededor del planeta. Después que científicos norteamericanos obtuvieron una muestra del virus en un paciente a mediados de Abril del 2009, el secuenciamiento de genes se obtuvo en un solo día. En una semana, en genoma completo del virus H1N1 fue publicado online, para que el mundo lo use. Esto hizo posible que los desarrolladores de tests en todo el mundo modificaran los existentes y encontraran nuevos casos. Antes de un mes, comenzaron a enviarse nuevos kits de tests a laboratorios clínicos y de salud pública.

Al mismo tiempo, las compañías farmacéuticas utilizaron esta información, más nuevas tecnologías de cultivo de células y otras innovaciones para comenzar a trabajar en vacunas. EN Junio de 2009, la OMS declaró que la fiebre H1N1 era pandémica. Justo tres meses más tarde varios productores habían completado ya el desarrollo de una vacuna y la comenzaban a producir. Para Diciembre, más de 50 países habían comenzado programas de vacunación.

No hay una garantía de que la expectativa de vida siga aumentando. HIV/AIDS ocasionó una repentina caída en varios países africanos comparable con algunas guerras. Zimbabue y Botsuana perdieron más de quince años en expectativa de vida. En los años siguientes al colapso de la economía planificada, la expectativa de vida en Rusia cayó cinco años. Por otra parte, la expectativa de vida en África es ahora siete años más alta de lo que era antes del impacto del HIV/AIDS, y la expectativa de vida en Rusia es ahora mayor a la que alguna vez alcanzó bajo el comunismo, por lo que puede afirmarse que la expectativa de vida  se mueve en una dirección general, aun cuando también veamos obstáculos e incluso reversiones temporales. La expectativa de vida es, también, por varias razones, una estimación conservadora. Es una medida del tiempo que puede esperar vivir un recién nacido promedio si es que no vemos ninguna mejora adicional en la salud, por lo que no toma en cuenta ningún progreso en la extensión de la vida.

Algunos dicen que hemos llegado a los límites de lo que es posible, y que la vida no se puede incrementar mucho más. Pero han dicho eso antes, una y otra vez, y siempre se han equivocado. EN 1928, cuando la expectativa de vida en los Estados Unidos era de 57 años, el estadístico Louis Dublin calculó la posibilidad máxima eran 65 años. Como no tenía número de Nueva Zelanda, no sabía que ese límite ya había sido sobrepasado por las mujeres en ese país. Otro equipo de investigación repitió el ejercicio en 1990, y llegó a señalar un límite de 85 años. Que fue alcanzado por mujeres japonesas en 1996.”

Norberg y el progreso: la salud y la riqueza de los países están relacionadas, incluso cuando progresan otros

Hay, creo, dos razones por las cuales predomina el pesimismo en la avalancha de noticias que recibimos a diario: la primera de ellas es que las buenas noticias no generan tantos lectores como las malas, la normalidad se asume como tal, mientras que el accidente o el crimen serían la excepción; la segunda es que todo el que quiera promover algún cambio ‘revolucionario’ (no evolutivo) en la sociedad, debe antes mostrar que todo anda mal, ya que por eso se necesita el cambio.

Al respecto, una serie de autores (Matt Ridley, Steven Pinker y ahora Johan Norberg) han escrito sendos libros presentando una visión contraria, esto es, optimista, del progreso de la sociedad y el ser humano, sobre todo a partir de la llegada de la sociedad liberal y el capitalismo. Las referencias y los números son contundentes. Aquí algunos del libro  Johan Norberg, Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future:

“Cuanto más rico es un país, más saludable. Las variaciones en el ingreso pueden explicar hasta el 70% de la variación en la mortalidad infantil. Ningún país con un ingreso per cápita sobre 10.000 dólares tiene una tasa de mortalidad infantil por sobre el 2%. Gente más rica puede invertir más en salud e instalaciones de agua, y puede costearse más alimentos y medicamentos. Pero no es solamente que la humanidad está enriqueciendo, por lo que puede permitirse un nivel de vida más alto. Esa no es siquiera la causa principal. Aún más importante es que un nivel de vida decente es cada vez más barato.

Los indicadores de salud para un cierto nivel de ingresos están mejorando todo el tiempo. Un país con un ingreso per capital de $1.000 tenía una tasa de mortalidad infantil de 20 por cada 100 nacimientos en 1900. Un país a ese exacto nivel de ingresos en el 2000 tiene una tasa de mortalidad infantil de solo 7 por cada cien nacimientos. Por lo que aun si un país no hubiera experimentado ningún crecimiento económico en cien años, la mortalidad infantil se habría reducido en dos tercios. Un país con un PBI per capital de $3.000 hoy tiene la misma expectativa de vida como se hubiera predicho para un país con un PBI per capital de $30.000 en 1870. Esa es la gran historia de la salud de nuestro tiempo: bajos precios por una buena vida.”

“Es un resultado de la globalización, que hace más fácil a los países utilizar el conocimiento y la tecnología que tomó generaciones y enormes cantidades de dinero para generar. Es bien difícil desarrollar la tecnología de las células, la teoría de los gérmenes en las enfermedades o una vacuna contra la viruela, pero es muy fácil utilizarla una vez que otros lo han hecho. La infraestructura que ha sido creada para el comercio y las comunicaciones también hace más sencilla la transmisión de ideas, ciencia y tecnología a través de las fronteras, en un círculo virtuoso.”

“Resulta interesante que, aun cuando hay una fuerte relación entre la salud y la riqueza, es difícil encontrar una relación entre la riqueza y las tasas recientes de crecimiento. El economista William Easterly ha mostrado la correlación entre los indicadores de salud de un país y el crecimiento global. En la era de la globalización, el factor más importante detrás del éxito de un país es el éxito de otros países. Aun un país como Haití, que es uno de los pocos países que es hoy más pobre que en los 1950s, ha reducido su mortalidad infantil en casi dos tercios. Haití tiene hoy una menor tasa de mortalidad infantil que la que tenían los países más ricos del planeta en 1900”.

La UFM anuncia una nueva edición del Concurso Charles L. Stillman, para ensayos, artículos y libros en castellano

La UFM anuncia una nueva edición del Concurso de Ensayos y Artículos Charles L. Stillman. http://www.stillman.ufm.edu/

Reconocimento a las mejores investigaciones sobre filosofía de la libertad en sus aspectos morales, económicos, políticos o jurídicos; investigaciones publicadas o inéditas en español.

Premios

Al mejor tratado o libro US$ 5,000
Al mejor ensayo US$ 2,000
Al mejor artículo publicado en una revista académica US$ 1,000
A los dos mejores artículos o editoriales de periódicos US$    300 (cada uno)

 

 

Artículo en el diario La Tercera, de Chile, como lidiar con el populismo a 200 años de la batalla de Chacabuco

¿Habrá tratados contra el populismo?

¿Habrá tratados contra el populismo?

BIEN PODRÍAMOS decir que la reunión entre los presidentes Bachelet y Macri estuvo programada desde hace unos doscientos años. ¿Cómo podrían haberla evitado? Pero el contenido de sus conversaciones probablemente no se podía adivinar hace seis meses. Es que, entretanto, Trump ganó las elecciones con una campaña digna de cualquier líder populista latinoamericano.

Macri, al contrario de Trump, cree que la globalización ha de ser una oportunidad para la Argentina, incluso puede creer en la libertad de comercio como una cuestión de principio más que de oportunidad; probablemente Bachelet piense en forma similar, aunque parecería más porque ha recibido el poder en un país que ya conoce esos beneficios y que ha demostrado sus ventajas. Macri tal vez se pregunta: ¿Cómo no avanzar hacia la globalización?, mientras que Bachelet tal vez ¿cómo vamos a retroceder?

La primera visita importante que Macri recibió fue la de Obama, de otra forma lo hubiéramos tenido a Maduro. El intercambio imaginado con el país del norte era: déjennos enviar productos; y vengan sus inversiones. Hay que decir que esta visión no se limitaba a los Estados Unidos, también lo era con Chile o Brasil, con el que, además, se pretendía acelerar un tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea que todavía no avanza, o con el resto del mundo.
Macri ha de considerar favorablemente la apertura de la economía porque, como en Chile, cumple un papel de custodio de la institucionalidad. Por supuesto, una vez que ésta ha mejorado, pero eso es lo que habría que esperar en los próximos años. Argentina ha sufrido el mal del populismo como pocos y el veneno de esas ideas sigue allí, aunque algo dormido luego de los escándalos del populismo saliente.

¿Cómo vacunar a un país contra el populismo? No hay otra forma que a través de un cambio contundente de la opinión popular. Una exitosa integración al mundo ayudaría a esto de dos formas: una, al acercar a los argentinos, que ya nos creemos ciudadanos del Primer Mundo, al consumo de esas regiones, a la calidad de sus productos comparados con los que nos depara la sustitución de importaciones; la otra, al poner un candado al populismo.

Siempre, al mirar a Chile, hemos supuesto que la red de tratados internacionales de comercio era una barrera insalvable a ese vicio latinoamericano. Ahora pensamos que tal vez no lo sea tanto, pero podrían al menos ser vallas. La apertura comercial de Estados Unidos no ha sido valla sino la causa de que quieran ensayar el populismo.

Trump ha modificado el panorama y justifica un mayor acercamiento de ambos países, más allá del existente. Ante el potencial cierre de los Estados Unidos, Chile debería pensar en otros mercados. Claro que la Argentina ha de ser menos que Massachussetts, pero está cerca, quiere abrirse y presenta oportunidades de inversión tal vez mejores que en el norte. Anticipando problemas en Europa, ha de pensarse, obviamente, en Asia, de allí el interés de Macri de acercar el Mercosur a los países del Pacífico, de paso ofreciendo a México una mano. Sería también una forma de “modernizar” al Mercosur de forma indirecta y empujar a Brasil hacia una mayor apertura, tan resistida por sus empresarios y sindicatos como los argentinos.

Todo esto está muy bien. Aunque, al final, nada es más necesario a ambos lados de la cordillera, que rechazar o abandonar las ideas populistas, y allí es poco lo que puede sacarse de un tratado. Es una tarea que cada cual tiene que hacer.

El impacto de la Escuela de Chicago en Chile. Sí, empezó con Pinochet, pero abarcó incluso a opositores

Con los alumnos del curso sobre Ideas Políticas y Económicas en América Latina vemos un artículo de Francisco Rosende donde comenta el impacto de las ideas de la Escuela de Chicago en Chile, y en otros países de la región. http://fppchile.org/wp-content/uploads/2015/12/ideas-instituciones-y-lideres_poirtada.pdf

Aquí su introducción:

“A partir de mediados de los 70 se inició en la economía chilena un profundo proceso de transformaciones, el que dio impulso a un progreso sostenido de ésta en las décadas posteriores. Este proceso de reformas tuvo lugar en el contexto de un prolongado y severo estancamiento de la actividad productiva, junto con importantes desequilibrios fiscales, los que amenazaban con desatar una hiperinflación. El papel protagónico que alcanzó en el diseño e implementación de dichas reformas un importante grupo de economistas, que realizó estudios de postgrado en la Universidad de Chicago, ha llevado a una frecuente asociación del proceso de reformas y estabilización aplicado en Chile, con las lecciones que emergen de la investigación y planteamientos de quienes han sido las principales figuras del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago en las últimas décadas, los que se han identificado como la “Escuela de Chicago”3.

De la experiencia de transformación económica iniciada en Chile a partir de mediados de los 70 surgen una serie de temas e interrogantes, los que le otorgan un especial atractivo a ésta. Por un lado, es interesante examinar cuáles fueron los factores que llevaron a una presencia tan marcada de economistas entrenados en la Universidad de Chicago en el diseño e implementación de las políticas que cambiaron radicalmente el rumbo de la economía chilena. En particular, es razonable esperar que para observadores externos de dicho episodio sea en alguna medida contradictorio, o al menos sorprendente, el comprobar que un gobierno militar estuviese dispuesto a implementar y sostener un conjunto de políticas dirigidas a liberalizar la economía, tras décadas de creciente intervención del Estado en ésta. Esto nos lleva a examinar cómo se gestó la influencia de los economistas de Chicago y en qué medida esta ha persistido tras el término del gobierno militar, ocurrido en marzo de 1990.

Por otro lado, es interesante recordar que la presencia protagónica de economistas entrenados en la Universidad de Chicago no se limitó al caso chileno en los 70. En efecto, en Argentina y Uruguay se iniciaron en dicho período procesos dirigidos a resolver importantes desequilibrios macroeconómicos y promover una mayor apertura de las correspondientes economías. Si bien la extensión y claridad de la agenda de liberalización de dichas economías fue bastante más acotada que lo que se planteó en Chile, parece razonable sostener que la dirección de dichos procesos era parecida. Sin embargo, tras la crisis de la deuda externa de comienzos de los 80, la que golpeó con fuerza a las economías latinoamericanas- en su mayoría expuestas a una peligrosa combinación de alto déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos y fijación del nivel (o trayectoria) del tipo de cambio- los movimientos hacia una mayor liberalización y apertura impulsada en Argentina y Uruguay fueron abandonados, mientras que en Chile – tras un breve período, en el que se designaron autoridades económicas con una visión fuertemente crítica del proceso de reformas iniciado en la década  previa – finalmente se terminó intensificando la agenda de política económica asociada con el “Enfoque de Chicago”. Las diferencias en la trayectoria seguida por las economías mencionadas es ciertamente un aspecto interesante de analizar. En especial, en lo que se refiere a la identificación de las causas que llevaron a distintos grados de influencia de los economistas de Chicago en cada caso. Si bien el análisis de las particularidades de cada economía excede el propósito del presente documento, aventuraremos alguna interpretación para las causas que hicieron más resistente el proceso chileno en relación a lo observado en Argentina y Uruguay.”

Globalización y «tercera vía». Ferrer, como la Cepal, y una «teoría propia» que siempre nos dejó fuera del Mundo

Con los alumnos de la UFM, en un curso sobre las ideas políticas y económicas en América Latina, vemos a Mario Vargas Llosa comentar otra de las grandes ideas originales de la región. Antes vimos las de la Cepal, que también fueron originales, aunque sus propuestas dieron como resultado economías cerradas, estancamiento y alta inflación (aunque Fernando Henrique Cardoso habla de la originalidad de la copia). ‘

Ahora vemos una versión más actual de esas mismas ideas en un trabajo de Aldo Ferrer titulado “De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la Globalización”, donde mantiene esa visión y critica la que se denominara ‘tercera vía’, propuesta por la socialdemocracia en Europa.  Como siempre con las ideas Cepalinas, plantean una teoría ‘geográfica’, que sería existente solamente en la región, y las soluciones también serían distintas al resto del Mundo. Y así, con esas visiones, nos quedamos fuera del Mundo.

“En América Latina el desarrollo no es inherente al sistema y las políticas neoliberales causan estragos inconcebibles en los países desarrollados. Tales como, desindustrialización, desmantelamiento de pequeñas y medianas empresas, gigantesco endeudamiento externo, subordinación a los capitales especulativos, destrucción de redes de seguridad social, aumento de la pobreza y la marginalidad, y climas de inseguridad pública insoportables.

De este modo, la brecha que separa los ingresos medios de América Latina respecto del de los países avanzados tiende a crecer. Actualmente, la relación entre el ingreso per cápita de Estados Unidos y el de América Latina es de 10 a 1.

En resumen, la crisis del paradigma neoliberal en América Latina se expresa de una manera muy distinta que en los centros y la tarea por emprender es más compleja y difícil. Porque el desafío no es sólo cambiar el rumbo de una política económica –que, al fin y al cabo, debería ser un problema de coyuntura de corto plazo-, sino que se trata también nada menos que de remover los obstáculos históricos que han frenado el desarrollo de nuestros países. Provocado por su atraso crónico y su inserción asimétrica y dependiente en la globalización del orden mundial.

En resumen, el concepto de tercera vía no es aplicable a la realidad latinoamericana. Acá no tenemos que elegir entre dos rumbos distintos, más o menos eficaces, del desarrollo, el reparto del ingreso y la inserción internacional, como se plantea ahora la socialdemocracia europea. Aquí es preciso dejar atrás un legado histórico de atraso y subordinación, agravado en tiempos recientes por la estrategia neoliberal, e iniciar un sendero distinto que genere desarrollo y bienestar e inserte a América Latina en la globalización como una comunidad de naciones capaz de decidir su propio destino en el orden mundial.

Las idas de la tercera vía enriquecen las perspectivas desde las cuales deben abordarse los problemas de nuestros países, sólo que su puesta en práctica en esta región requiere decisiones de una magnitud y una complejidad desconocidas en el mundo desarrollado. La transformación del estilo de inserción de América Latina en la globalización descansa en las decisiones propias. En definitiva, la tercera vía es una visión céntrica de la globalización que no da respuestas a los formidables problemas que enfrentan nuestros países. Según el autor, habría que imitar el trabajo en equipo (por bloques regionales-internacionales), como lo hace el centro, para mejorar lo interno; para luego lanzarse a nivel mundial.”