Mises sobre el cálculo económico. Los precios no reflejan la totalidad de las valoraciones subjetivas, pero permiten calcular

Con los alumnos de la UBA Económicas vemos a Ludwig von Mises sobre el cálculo económico. Aunque se refiere a la posibilidad de dicho cálculo en el socialismo, explica también las diferencias entre valoraciones subjetivas y precios, y siendo que los precios no reflejan la totalidad de las valoraciones, son sin embargo el mejor instrumento para calcular y tomar decisiones:

“En una economía de intercambio, el valor objetivo de intercambio de los bienes de consumo pasa a ser la unidad de cálculo. Esto encierra tres ventajas. En primer lugar, podemos tomar como base del cálculo la evaluación de todos los individuos que participan en el comercio. La evaluación subjetiva de un individuo no es directamente comparable con la evaluación subjetiva de otros. Sólo llega a serlo como valor de intercambio surgido del juego de las evaluaciones subjetivas de todos aquellos que participan en la compra y venta. En segundo lugar, los cálculos de esta índole proporcionan control sobre el uso apropiado de los medios de producción. Permiten a aquellos que desean calcular el costo de complicados procesos de producción, distinguir inmediatamente si están trabajando tan económicamente como otros. Si a los precios del mercado no logran sacar ganancias del proceso, queda demostrado que los otros son más capaces de sacar provecho de los bienes instrumentales a que nos referimos. Finalmente, los cálculos basados sobre valores de intercambio nos permiten reducir los valores a una unidad común. Desde el momento que las variaciones del mercado establecen relaciones sustitutivas entre los bienes de consumo, se puede elegir para ello cualquier bien de consumo que se desee. En una economía de dinero, el dinero es el bien elegido. Mas, los cálculos de dinero tienen su límite. El dinero no es una medida de valor o de precios. El dinero no «mide» el valor. Tampoco se miden los precios en dinero: son cantidades de dinero. Y aunque aquellos que describen el dinero como «standard de pago diferido» lo crean ingenuamente, un bien de consumo no es un valor estable. La relación entre el dinero y los bienes de consumo no sólo fluctúa en cuanto a los bienes de consumo, sino también en cuanto al dinero. En general, tales fluctuaciones no son muy violentas. No perjudican en forma importante a los cálculos económicos, porque en un estado de continuo cambio de las condiciones económicas, este cálculo sólo abarca períodos relativamente cortos, en los que la «moneda dura», por lo menos, no cambia su valor adquisitivo en forma importante.

Las deficiencias de los cálculos en dinero surgen, generalmente, no porque se hayan hecho en términos de un medio de intercambio general, sino porque se basaron en valores de intercambio más que en valores subjetivos de uso. Por ejemplo, si estamos estudiando las conveniencias de una planta hidroeléctrica, no podremos incluir en los cómputos el perjuicio que ella podría significar en la belleza misma de la caída de agua, salvo que tomáramos en cuenta la baja del valor que produciría la disminución del movimiento turístico en esa región. Sin embargo, tendremos forzosamente que tomarlo en cuenta cuando decidamos si se llevará a cabo la empresa. Tales consideraciones son frecuentemente juzgadas como «no-económicas». Aceptaremos la terminología, porque la discusión respecto a términos no nos llevaría a ninguna parte. Pero no se puede decir que todas las consideraciones de esa índole sean irracionales. La belleza de un lugar o de un edificio, la salud de toda una raza, el honor de los individuos o de todo un país, aun cuando no tienen relaciones de intercambio (porque no se comercian en el mercado), son otros tantos motivos de acción racional, siempre que la gente las considere significativas como aquellas llamadas normalmente económicas.

El que ellas no entren en los cálculos de dinero se debe a la naturaleza misma de tales cálculos. Pero eso no disminuye en absoluto el valor de los cálculos de dinero en los asuntos generales de la economía. Porque todos esos bienes morales son bienes de primer orden. Podemos valorizarlos directamente y luego no encontrar dificultad para tomarlos en cuenta, aunque no caigan dentro de la esfera de los cómputos de dinero. El hecho de que escapen de dichos cómputos no presenta mayores dificultades para tomarlos en cuenta. Si sabemos exactamente cuánto hay que pagar por la belleza, por el honor, por la salud, por el orgullo, etc., nada nos impide tomarlos en cuenta. La gente muy sensible sufrirá al tener que elegir entre lo ideal y lo material, pero no se puede culpar de ello a la economía del dinero. Está dentro de la naturaleza misma de las cosas. Cuando logramos llegar a juicios de valor, sin recurrir a cómputos de dinero, no podemos evitar esa elección. Tanto el individuo como las comunidades socialistas tendrían que hacer lo mismo, y las personas verdaderamente sensibles no lo encontrarían doloroso. Llamados a elegir entre el pan y el honor, sabrán siempre cómo actuar. Si no se puede comer el honor, se puede, por lo menos, dejar de comer por el honor. Sólo aquellos que temen la angustia de la decisión, porque saben en su fuero interno que no pueden prescindir de lo material, considerarán la necesidad de elección como una profanación.”

Antes que Keynes propusiera la eutanasia del ahorrista, Böhm-Bawerk explica su rol fundamental para la inversión

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, UBA, vemos un artículo que Böhm-Bawerk publicara en Estados Unidos (sus obras en inglés se publicaron antes y más que las de Menger mismo, y luego las de Mises, por eso esos autores no eran conocidos para los economistas de habla inglesa, pero sí lo era BB). Se titula “La función del ahorro” y antecede al ataque feroz que lanzara Keynes a través de su conocida idea de la “eutanasia del ahorrista”, para colocar al consumo como el único motor de la economía. Dice:

Bohm Bawerk - Positive Theory of Capital

“En respuesta me gustaría simplemente insistir en que no he confundido dos conceptos de “ahorro” en mis escritos, sino que sencillamente he procurado analizar completamente un concepto y presentar al lector una visión exhaustiva del proceso del “ahorro”. Para concretar, que lo que “todo el mundo conoce como ahorro” tiene en primer lugar su lado negativo, esto es, el no consumo de una porción de nuestros ingresos o, en términos aplicables a nuestra sociedad que utiliza el dinero, el no gasto de una porción del dinero recibido anualmente. Este aspecto negativo del ahorro es que es más evidente en las conversaciones cotidianas y a menudo es el único que se tiene en cuenta, puesto que comparativamente pocas personas consideran el destino subsiguiente de las sumas de dinero ahorrado, más allá de la ventanilla de caja del banco o la compañía financiera. Pero es aquí justamente donde comienza la parte positiva del proceso del ahorro, para completarse lejos del campo de visión del ahorrador, cuya acción, sin embargo, ha dado el primer impulso a toda la actividad posterior: el banco recoge los ahorros de sus depositantes y los pone a disposición de la comunidad empresarial de una forma u otra –a través de préstamos hipotecarios, empréstitos a compañías ferroviarias y a otras compañías a cambios de los bonos que éstas emiten, alojamientos para gestores de negocios, etc.-, para su empleo en posteriores iniciativas productivas, que sin esa ayuda no podrían tener éxito o al menos no lo alcanzarían con la misma eficiencia. Si aquéllos que ahorran hubieran evitado hacerlo y, en cambio, hubieran vivido más lujosamente, esto es, hubieran comprado y consumido más o mejor comida, vinos, ropa u otros objetos de lujo, habrían estimulado su producción, a través del incremento de la demanda de estos productos; frente a ello, el resultado de ahorrar y depositar en los bancos porciones de sus ingresos, hubiera sido dar un impulso a la producción en forma de incremento en la manufactura de dispositivos productivos, en ferrocarriles, fábricas, máquinas, etc.”

Y más adelante:

“… uno puede preguntarse ¿hacia qué tipo de bienes de consumo se dirigirá la producción si no se conoce por cuáles se decidirán los ahorradores? La respuesta es muy simple: quienes dirigen la producción no lo saben mejor, pero tampoco peor, acerca de la especial demanda de los ahorradores, que lo que saben de la demanda de los consumidores en general. Un sistema de producción altamente complejo, capitalista y subdividido normalmente no espera a las solicitudes que les hagan antes de proveer, sino que tiene que anticiparse a ellas con tiempo suficiente. Su conocimiento de la cantidad, el tiempo y la dirección de la demanda de bienes de consumo no se basa en información positiva, sino que solamente puede adquirirse mediante un proceso de prueba, suposición o experimentación. Por supuesto, la producción puede cometer serios errores en esta conexión y cuando esto ocurre lo expía a través de la situación de crisis que no es familiar. Sin embargo, a menudo encuentra su camino, generando suposiciones para el futuro a partir de la experiencia del pasado, sin grandes contratiempos, aunque a veces pequeños errores se corrijan con dificultad mediante una desagradable redistribución de las fuerzas productivas mal empleadas. Estos reajustes se facilitan materialmente, como tratado de demostrar en detalle en mi “Teoría positiva”, mediante la gran movilidad de muchos productos intermedios.”

El papel de las diferencias culturales en el proceso de globalización. No todo se iguala, no todo será McDonalds

Existe un temor o preocupación general de que la extensión de la globalización va a generar un mundo monótono, donde se perderá la diversidad cultural y todo será estilo McDonalds.

Sin embargo, cuando vemos con los alumnos de UCEMA el texto de Mason & Dunung sobre International Business, lo que se encuentra es algo bien diferente: las grandes empresas internacionales en vez de homogeneizar al mundo realizan grandes esfuerzos para adaptarse a las culturas locales. Es decir, cuando se trata de aprender marketing internacional, se trata fundamentalmente de cómo adaptarse a las preferencias locales. Esto no es nada nuevo en realidad. Ya sabemos que el emprendedor tiene éxito cuando logra captar cuáles son esas preferencias, y nada es distinto cuando se trata de negocios internacionales. M&D presentan algunos ejemplos básicos:

  • Kentucky Fried Chicken tuvo éxito en China cuando se adaptó a las condiciones locales, incluyendo la fuerte preferencia por la comida local, así que en lugar de ofrecer ensalada de repollo, ofrece brotes de bambú y loto. También sirve un sándwich de pollo en el mismo estilo que se sirve el famoso pato pequinés. También ofrece una sopa de cerdo y pickles para el desayuno.
  • Dice el texto: “Algunos productos, como Coca Cola o el café de Starbucks necesitan pocas, o ninguna modificación. Pero incluso estas empresas crean variaciones de productos para adaptarse a los gustos locales. Por ejemplo, Starbucks introdujo un frapuccino de té verde en China, que ha sido muy exitoso.
  • Ni qué hablar de la atención que las empresas internacionales tienen que prestar al lenguaje local: Clairol tuvo que cambiar el nombre de su peine para hacer rulos “Mist Stick” en Alemania porque descubrió que allí es el lunfardo de “bosta”. La alemana Volkswagen tuvo que cambiar el nombre de su modelo Jetta por Bora en la Argentina ya que estaba muy cerca del vocablo lunfardo “yeta”, que significa mala suerte.
  • Tomar en cuenta las diferencias culturales es algo permanente. Dice el texto que Procter & Gamble “utilizó una técnica de focus groups e investigación dentro de los hogares en Alemania para comprender cómo los consumidores usaban los productos. Ya saben que porque un cierto producto se venda bien en un mercado, no lo será en otros. Por ejemplo, las toallas de papel “Bounty” se venden bien en los Estados Unidos, pero su lanzamiento solo fue exitoso en dos de los 12 mercados europeos en los que fueron lanzadas. ¿Por qué? P&G descubrió que el concepto de toalla de papel da la idea de desperdicio en los alemanes y, por lo tanto, no las compran.”

El tema más general de la influencia del comercio y los negocios en la cultura fue claramente desarrollado por Tyler Cowen en su libro “In Praise of Commercial Culture”: http://www.amazon.com/Praise-Commercial-Culture-Tyler-Cowen/dp/0674001885/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1414888660&sr=1-1&keywords=in+praise+of+commercial+culture

Así lo describe Amazon:

¿Una economía de mercado alienta o desalienta la música, literatura o las artes visuales? Dañan la creatividad las fuerzas económicas de la oferta y la demanda?… El economista Tyler Cowen sostiene que la economía capitalista es un marco institucional vital pero poco apreciado en el apoyo a la pluralidad cultural y artística, ya que provee un continuo flujo de nuevas creaciones, apoya tanto la cultura sofisticada como la popular, ayuda a los consumidores y a los artistas a refinar sus gustos y brinda homenaje al pasado capturando, reproduciendo y diseminando el arte.

“Una exitosa cultura refinada usualmente surge de una saludable y próspera cultura popular. Shakespeare y Mozart eran muy populares en su tiempo. La posterior música de Beethoven, menos accesible, fue posible en parte por esta anterior popularidad. Hoy, la demanda de los consumidores asegura que pueda encontrarse tanto grabaciones de archivo de blues, una amplia gama de actuales y pasadas sinfonías, y los top 40 de esta semana. La alta y la baja cultura se complementan.”

“La filosofía del optimismo cultural de Cowen se enfrenta a muchas variedades del pesimismo cultura que se encuentran en conservadores, neo-conservadores, la Escuela de Frankfurt y algunas versiones de lo “políticamente correcto” y movimientos multiculturales, como también algunas figuras históricas como Platón o Rousseau. Muestra que cuando la cultura contemporánea florece, parece degenerar, dada la extendida aceptación del pesimismo.”

Marx , El Capital, y la Teoría del Valor. Pocos lo leyeron, menos aún lo entendieron. Böhm-Bawerk inicia una crítica demoledora

Con los alumnos de la UBA Económicas vemos a Eugen von Böhm-Bawerk en una discusión central con Marx sobre la Teoría del Valor. BB lanza sus críticas a las bases teóricas de la teoría del valor-trabajo. Pero no deja de analizar porqué esas teorías erróneas terminaron por tener tanta aceptación. Así comienza:


“La buena suerte de Karl Marx como autor

Como autor, Marx fue un hombre de envidiable ventura. Su obra no se puede clasificar entre los libros fáciles de leer o de comprender. La mayoría de los libros de este tipo –aun aquellos con una dialéctica más asequible y una ilación matemática más liviana— habrían encontrado completamente obstaculizado el camino hacia la popularidad. Pero, contrariamente, Marx se ha transformado en el apóstol de un amplio círculo de lectores, incluyendo a aquellos que, por norma, no leen libros difíciles. Más aún, la fuerza y la claridad de su razonamiento no eran tales como para convencer a nadie. Al revés, hombres calificados como los pensadores más serios y valiosos de nuestra ciencia, por ejemplo Karl Knies, han afirmado, desde un comienzo, mediante argumentos imposibles de pasar por alto, que la enseñanza de Marx estaba repleta, de principio a fin, de toda clase de contradicciones, tanto de lógica como de hechos. Podría fácilmente haber sucedido que la obra de Marx no hubiera encontrado partidarios ni entre el público común —que no podía entender su difícil dialéctica— ni entre los especialistas, que sí la comprendían, pero captaban demasiado bien sus limitaciones. Sin embargo, en la práctica, ha sucedido lo contrario.

Tampoco ha sido perjudicial para su influencia el hecho de que la obra de Marx haya permanecido como una estructura incompleta durante su vida. Generalmente, y con razón, desconfiamos de los primeros volúmenes, no proyectados a nuevos temas. Los principios universales pueden describirse seductoramente en las «Secciones Generales» de un libro, pero sólo se pueden corroborar si realmente poseen la fuerza de convicción que les atribuye su creador cuando, en la elaboración del sistema, se confrontan con todos los hechos minuciosamente. En la historia de la ciencia, muchas veces se ha dado el caso de que un primer volumen, promisorio y respetable, no ha sido continuado en un segundo volumen simplemente porque, bajo el propio análisis investigador del autor, los nuevos principios no soportan la prueba de las situaciones concretas. Pero la obra de Karl Marx no ha sufrido estos contratiempos. La gran masa de sus seguidores, basándose en la fuerza de su primer libro, tenía una fe ciega en sus obras aún no escritas.

Circunstancias que contribuyeron al éxito de Marx

Esta confianza, por una parte, fue sometida a una severa e inusual comprobación. Marx había expresado, en su primer libro, que todo el valor de las mercancías se basaba en el trabajo involucrado en ellas y que en virtud de esta «ley del valor» deberían intercambiarse en proporción a la cantidad de trabajo en ellas invertido; que, además, la rentabilidad o plusvalía ganada por el capitalista era el fruto de la explotación del trabajador; que, sin embargo, el monto de la plusvalía no estaba en proporción al monto total del capital invertido por el capitalista, sino sólo al monto de la parte «variable» —esto es, a aquella parte del capital pagado en sueldos y salarios—, mientras que el «capital constante», el capital empleado en la adquisición de los medios de producción, no aumentaba la plusvalía. En la vida diaria, sin embargo, la rentabilidad del capital está en proporción al capital total invertido; y, principalmente por esto, las mercancías no se intercambian de hecho en proporción a la cantidad de trabajo invertido en ellas. En este punto, por lo tanto, había una contradicción entre teoría y práctica que escasamente admitía una explicación satisfactoria. Pero esta contradicción manifiesta tampoco escapó al análisis de Marx. Con respecto a ella, el autor dice: «Esta ley (esta ley, a saber, establece que la plusvalía está en proporción sólo con la parte variable del capital) contradice claramente toda la experiencia prima facie». Pero al mismo tiempo declara que la contradicción es sólo aparente y su solución requiere juntar muchos cabos sueltos, postergándose para los siguientes volúmenes de su obra. La crítica especializada pensó que podía anticiparse con relativa certeza que Marx nunca cumpliría su compromiso, ya que, como era difícil probarla, la contradicción era insoluble.

Sus argumentos, sin embargo, no produjeron ninguna impresión en el conjunto de sus seguidores. Su simple promesa excedía todas las refutaciones lógicas. La larga demora de Marx para cumplir con su promesa de resolver la paradoja La inquietud fue mayor aún cuando en el segundo volumen de la obra de Marx, que se publicó después de la muerte del maestro, no aparece ningún intento por lograr la anunciada solución (que, de acuerdo al plan completo de toda la obra, se reservaba para el tercer volumen), y tampoco existía el menor indicio sobre el rumbo que Marx tomaría en la búsqueda de una respuesta. Pero el prólogo del editor, Friedrich Engels, no sólo reafirmaba que la solución estaba en el manuscrito dejado por Marx, sino que también incluía un abierto desafío, dirigido principalmente a los seguidores de Rodbertus, para que, en la etapa previa a la aparición del tercer volumen, intentaran con sus propios recursos solucionar el siguiente problema: «cómo puede y debe ser creada una tasa promedio equitativa de rentabilidad sin contraponerse a la ley de valor, sino en virtud de ella».

Respuesta insólita a la propuesta de Engels de presolucionar la paradoja de Marx

Considero que uno de los tributos más impactantes que pudo recibir Marx como pensador fue que el desafío no lo recogió únicamente el grupo al que estaba dirigido, sino que muchísimas otras personas provenientes de diferentes círculos. No sólo los seguidores de Rodbertus, sino que hombres de la misma línea de Marx, e incluso economistas no adheridos a ninguno de estos líderes de la escuela socialista, aun los que Marx llamó probablemente «economistas comunes y corrientes», se enfrentaron en el intento de penetrar la posible trama teórica de Marx, cubierta aún por un velo de misterio. Entre 1885 (año en que apareció el segundo volumen de «El Capital» de Marx) y 1894 (publicación del tercer volumen) se desarrolló un concurso ordinario de premios en ensayo sobre «la tasa promedio de rentabilidad y su relación con la ley de valor».

De acuerdo con el punto de vista de Engels —ya fallecido al igual que Marx— planteado en su crítica a estos concursos ensayísticos, nadie logró resolver el problema ni obtener el premio.

La «solución» de Marx publicada finalmente en 1894, con 27 años de retraso

Finalmente, después de una larga demora en la conclusión del sistema de Marx, el tema ha llegado a una etapa en la cual es posible establecer una decisión definitiva. De la simple promesa de una solución, cada uno podía pensar como quisiera. Eran incomensurables los argumentos. Incluso las refutaciones acertadas frente a los intentos de solución hechos por sus opositores, aun cuando estos autores afirmaron haberlas concebido y realizado en el espíritu de la teoría de Marx, no fueron aceptadas por los partidarios de Marx, ya que éstos siempre podían apelar a la precaria conformidad del prometido original. Pero, finalmente, éste ha sido publicado y ha proporcionado, después de 30 años de lucha, un campo de discusión sólido, escrupuloso y bien definido, donde ambos bandos pueden adoptar una posición y luchar por sus ideas, en vez de, por un lado, contentarse con la esperanza de futuras revelaciones y, por el otro, pasarse de una interpretación falsa a otra, a la manera de Proteo.”

Alberdi sobre algo que ocurrió, y ocurre aun: sobre cómo las leyes pueden derogar garantías constitucionales. En este caso el derecho de propiedad

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos un tema que ha sido el origen de las grandes tragedias económicas y sociales argentinas: “De cómo las garantías económicas de la Constitución pueden ser derogadas por las leyes que se dicten para garantizar su ejercicio”. Eso ha sucedido y sigue sucediendo en forma continua. Aquí sobre la propiedad:

“La confiscación de la propiedad . borrada para siempre del código penal argentino por el art. 17 de la Constitución, puede ser restablecida con sólo mantener o renovar las confiscaciones aduaneras llamadas decomisos, así en el comercio terrestre como marítimo. Los bienes que la Constitución prohíbe confiscar, no son los raíces únicamente; poco se conseguiría con ello, si hubiera de quedar en pie la confiscación de bienes muebles, que son el cuerpo de la riqueza moderna.

La confiscación aduanera es el azote Con que Carlos V y Felipe II persiguieron y asolaron desde su origen el comercio de América y de España. Conservar la confiscación en las leyes de aduana es peor que mantenerla contra la propiedad raíz, menos importante para la riqueza de estos países que el desarrollo de la prosperidad comercial.

El embargo temporal puesto al ejercicio del derecho de propiedad es otro modo hip6crita de conservar la confiscación abolida por la Constitución. Desde los Romanos hasta hoy, el derecho de propiedad comprendió siempre el de usar y disponer de ella (art. 14 de la Constitución).

Según esto, embargar o embarazar el uso de la propiedad, es confiscarla; confiscación relativa, confiscación transitoria, pero verdadera confiscación. Hablo de embargos penales y fiscales; pues ni la expropiación, ni el embargo judicial entre particulares participan de la confiscación considerada en su naturaleza penal.

No basta que las contribuciones, que los auxilios, que los socorros forzosos sólo puedan exigirse en virtud de ley. Es preciso que esta ley en ningún caso tenga el poder de exigir contribución, auxilio ni socorro, que no tengan por causa la estricta necesidad de atender a gastos legítimos del Estado, o una causa de enajenación perteneciente al derecho civil. De otro modo, toda contribución innecesaria, todo auxilio, todo servicio ajeno de conocida utilidad para el país, aunque sean exigidos en virtud de ley, no serán más que ataques que la ley haga a la Constitución en su artículo 17, Y a la riqueza en su más precioso estímulo.

La propiedad puede ser atacada por toda ley industrial que coarte o restrinja el derecho de usar y de disponer de ella, asegurado por el art. 14 de la Constitución. Este derecho de usar y disponer de su propiedad, como acaba de verse, no es diferente, separado del dominio que por el derecho romano y español se ha definido siempre: – El derecho es una cosa del cual nace la facultad de disponer de ella. (Ley 33, título V, partida 5°).

Algunos socialistas de esta época, menos audaces que los que negaron el derecho de propiedad, han sostenido que el Estado tenía legítimo poder para limitar el uso y disponibilidad de la propiedad, ya que no el de desconocer el derecho de su existencia. Sea cual fuere el vigor de esta doctrina, ella es inconciliable con el artículo 14 de la Constitución argentina y con la noción del derecho de propiedad, que debemos al código civil romano-español.

Según esto, las leyes suntuarias o prohibitivas del lujo, sea en vestidos, en coches, en edificios, en consumos, las leyes que prohíben a la generalidad de los habitantes, emplear su capital en tal o cual industria, fabricar tal o cual manufactura, plantar y cultivar talo cual producción agrícola, son opuestas a la Constitución en los artículos 14 y 17, que garantizan el derecho de propiedad con la facultad esencial de usar y disponer de ella. Si no fuese así, no tendríamos razón para quejamos de las leyes de Felipe II, que organizan el taller del obrero lo mismo que el traje de los habitantes.”

Así comenzó una de las revoluciones más importantes en la teoría económica (junto a la mano invisible). Menger y el valor

Así comenzó la “revolución marginalista” en la economía. Con los alumnos de la UBA Económicas vemos el libro de Carl Menger, Principios de Economía Política. Dice el autor en su capítulo III:

menger

“El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos. Según varíen las circunstancias, puede modificarse también, aparecer o desaparecer el valor. Para los habitantes de un oasis, que disponen de un manantial que cubre completamente sus necesidades de agua, una cantidad de la misma no tiene ningún valor a pie de manantial.

Pero si, a consecuencia de un terremoto, el manantial disminuye de pronto su caudal, hasta el punto de que ya no pueden satisfacerse plenamente las necesidades de los habitantes del oasis y la satisfacción de una necesidad concreta depende de la disposición sobre una determinada cantidad, esta última adquiriría inmediatamente valor para cada uno de los habitantes. Ahora bien, este valor desaparecería apenas se restableciera la antigua situación y la fuente volviera a manar la misma cantidad que antes. Lo mismo ocurriría en el caso de que el número de habitantes del oasis se multiplican de tal forma que ya la cantidad de agua no bastara para satisfacer la necesidad de todos ellos. Este cambio, debido a la multiplicación del número de consumidores, podría incluso producirse con una cierta regularidad, por ejemplo, cuando numerosas caravanas hacen su acampada en este lugar.

Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia. Y así, es completamente erróneo llamar “valor” a un bien que tiene valor para los sujetos económicos, o hablar, como hacen los economistas políticos, de “valores”, como si se tratara de cosas reales e independientes, objetivando así el concepto. Lo único objetivo son las cosas o, respectivamente, las cantidades de cosas, y su valor es algo esencialmente distinto de ellas, es un juicio que se forman los hombres sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de su bienestar.

La objetivación del valor de los bienes, que es por su propia naturaleza totalmente subjetivo, ha contribuido en gran manera a crear mucha confusión en torno a los fundamentos de nuestra ciencia.”

Y luego ya se encarga de demoler la teoría del “valor trabajo”:

El valor que un bien tiene para un sujeto económico es igual a la significación de aquella necesidad para cuya satisfacción el individuo depende de la disposición del bien en cuestión. La cantidad de trabajo o de otros bienes de orden superior utilizados para la producción del bien cuyo valor analizamos no tiene ninguna conexión directa y necesaria con la magnitud de este valor. Un bien no económico, por ejemplo, una cantidad de madera en un gran bosque, no encierra ningún valor para los hombres por el hecho de que se hayan empleado en ella grandes cantidades de trabajo o de otros bienes económicos. Respecto del valor de un diamante, es indiferente que haya sido descubierto por puro azar o que se hayan empleado mil días de duros trabajos en un pozo diamantífero. Y así, en la vida práctica, nadie se pregunta por la historia del origen de un bien; para valorarlo sólo se tiene en cuenta el servicio que puede prestar o al que habría que renunciar caso de no tenerlo. Y así, no pocas veces, bienes en los que se ha empleado mucho trabajo no tienen ningún valor y otros en los que no se ha empleado ninguno lo tienen muy grande. Puede ocurrir también que tengan un mismo valor unos bienes para los que se ha requerido mucho esfuerzo y otros en los que el esfuerzo ha sido pequeño o nulo. Por consiguiente, las cantidades de trabajo o de otros medios de producción empleados para conseguir un bien no pueden ser el elemento decisivo para calcular su valor. Es indudable que la comparación del valor del producto con el valor de los medios de producción empleados para conseguirlo nos enseña si y hasta qué punto fue razonable es decir, económica, la producción del mismo. Con todo, esto sólo sirve para juzgar una actividad humana perteneciente al pasado. Pero respecto del valor mismo del producto, las cantidades de bienes empleados en conseguirlo no tienen ninguna influencia determinante ni necesaria ni inmediata.”

Los dilemas éticos de la globalización: ¿debería Google seguir dando sus servicios en China cuando el gobierno censura contenidos?

Los alumnos de UCEMA tienen que leer un texto donde se tratan problemas que afectan a los negocios internacionales, los que plantean difíciles dilemas éticos. En particular, se considera el caso de Google y los problemas que este buscador ha tenido en China donde se le planteó el difícil problema de hacer frente a la censura impuesta por el gobierno de ese país en el buscador local. Esto es, Google desarrolló un buscador en mandarín Google.cn, en el cual no se podía acceder a los cientos de páginas que sí pueden accederse del sitio Google.com, para temas tales como el grupo Falun Gong o temas relacionados con el Tibet. Google China¿Cómo responder? ¿Hay que rechazar el intento de censura corriendo el riesgo de perder acceso a ese país? Sostener un principio contra la censura diría que eso es lo que hay que hacer, pero alguien bien podría argumentar que irse es peor, porque entonces los chinos van a tener menos acceso a todo tipo de informaciones. En fin, el dilema era parecido al que tenían ciertas empresas internacionales en la Sudáfrica del apartheid. Algunas empresas no aceptaban discriminar, pero aun así recibían fuertes presiones para irse del país. Si se iban, aquellos discriminados en otros empleos perderían estos, si se quedaban al menos había algunos lugares donde era tratados como corresponde.

Ahora los problemas continúan. El New York Times publicó un artículo sobre el mismo tema: http://www.nytimes.com/2014/09/22/business/international/china-clamps-down-on-web-pinching-companies-like-google.html?_r=0

Dice así:

“Como parte de una amplia campaña para reforzar la seguridad interna, el gobierno chino ha bajado una cortina más oscura sobre las comunicaciones por Internet en las últimas semanas, una situación que ha hecho más difícil a Google y sus clientes hacer negocios.”

El artículo menciona algunas cosas que Google ha hecho para superar estos inconvenientes:

“Aun cuando Google y otras grandes compañías tecnológicas han realizado un fuerte lobby para suavizar las restricciones, el control de Beijing sobre las multinacionales se ha hecho más amplio.”

“Los problemas de Google en China han estado creciendo durante estos años. La empresa cerró sus servidores en China continental en Marzo de 2010 para evitar la censura dirigiendo a los usuarios hacia resultados no filtrados de sus servidores en Hong Kong. El gobierno chino comenzó entonces a bloquear intermitentemente los servidores en Hong Kong, en particular impidiendo el acceso a un sitio por unos 90 segundos si un usuario trataba de ingresar cualquier cosa con una lista de caracteres chinos prohibidos, incluyendo algunos con los nombres de líderes nacionales y algunas palabras en inglés.”

“Google comenzó a encriptar las búsquedas de los usuarios en todo el mundo a comienzos de este año, en parte en respuesta a la información que diera a conocer el contratista de la NSA, Edward Snowden sobre la vigilancia del gobierno de los Estados Unidos. Este cambio de Google, utilizando direcciones de Internet que comienzan con ‘https’, ha hecho más difícil a los censores chinos determinar quién estaban realizando las búsquedas que ellos desalientan.”

“Pero el gobierno chino respondió el 29 de Mayo bloqueando virtualmente todo acceso a las páginas de Google en lugar de solo imponer la demora de los 90 segundos cuando se encontraban términos prohibidos. Los expertos interpretaron ese avance como una precaución ante el 25 aniversario de la represión en la Plaza de Tian-anmen del 4 de Junio. Pero el bloqueo ha persistido desde entonces.”

¿Qué otra cosa podría hacer Google al respecto? ¿Debe asumir que tiene que cumplir las normas locales y aceptar la censura? ¿Debe buscar caminos como para que los chinos puedan acceder libremente a Internet como parece que ha estado haciendo? ¿Debe cerrar sus operaciones e irse?

Por lo que sale en el artículo creo que la posición de Google es correcta. Tiene que respetar la legislación y las normas locales pero debe expresar claramente su desagrado por la censura imperante, y tiene que buscar la forma para que sus usuarios puedan tener un acceso libre a toda la información en Internet. SI no es con los servers en Hong Kong, con búsquedas encriptadas, y si todo eso es controlado, buscar otras formas de lograrlo.

Otro artículo reciente sobre el tema: https://www.infobae.com/america/mundo/2018/08/29/piden-a-google-no-ofrecer-busquedas-censuradas-en-china/

Carl Menger y una obra que dio origen a la Escuela Austriaca, los Principios de Economía Política. Friedrich Hayek la introduce.

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económco II, Escuela Austriaca, de la UBA, vemos a Hayek en la Introducción al libro que diera origen a esta Escuela, Principios, de Carl Menger. Allí comenta algunas de sus contribuciones:

“No pretende esta introducción trazar un cuadro total y coherente de las reflexiones de Menger. Pero hay en su tratado algunos aspectos poco conocidos y algo sorprendentes que merecen una especial mención. Su detallada y seria investigación sobre la relación causal entre las necesidades humanas y los medios que sirven para satisfacerlas lleva, ya en las primeras páginas, a la distinción, hoy muy conocida, entre bienes del primero, del segundo, del tercero y de otros órdenes superiores. Esta división y el concepto, hoy ya también familiar, de los bienes complementarios son —a pesar de una opinión muy difundida que defiende lo contrario— expresión típica de una opinión de la particular atención que la Escuela austríaca ha consagrado siempre a la estructura técnica de la producción. Esta atención, que encuentra su más pura expresión en la “parte pre-teórica del valor”, tan cuidadosamente elaborada, anticipaba ya la discusión de la teoría del valor que aparecería en la obra posterior de Wieser, Theorie der gesellschaftlichen Wirtschaf (1914).

Más notable aún es el papel predominante que juega, desde el principio, el factor del tiempo. Hay una creencia muy difundida de que los primeros representantes de la economía política propendían a pasar por alto este aspecto temporal. Respecto de los fundadores de la exposición matemática de la moderna teoría del equilibrio, tal vez esté justificada esta impresión, pero no lo está respecto de Menger. Para él, la actividad económica es esencialmente una planificación en orden al futuro y su concepción del espacio temporal o, dicho con mayor exactitud, de los diferentes espacios temporales a los que se extiende la previsión humana en orden a la satisfacción de las diferentes necesidades (Ver Capítulo II, nota 2) tiene un acento decididamente moderno.

No es tarea fácil imaginarse hoy que Menger haya sido el primer autor que basó la distinción entre bienes libres y bienes económicos en el concepto de la escasez. Como él mismo dice (Ver Capítulo II, nota 7), todos los autores alemanes que ya habían utilizado estos conceptos con anterioridad —y muy concretamente Harmann— intentaron explicar la diferencia por la presencia o ausencia de costes, en el sentido de esfuerzos, mientras que la literatura inglesa ni siquiera conocía esta expresión. Es un hecho muy característico que en la obra de Menger no figure ni una sola vez la sencilla palabra de “escasez”, aunque fundamentó todo su análisis en esta idea. “Cantidad insuficiente” o “relación económica de las cantidades” son las equivalencias más exactas y aproximadas —aunque ciertamente mucho más pesadas— utilizadas en sus escritos.

Toda su obra se caracteriza por el hecho de que concede mucha mayor importancia a la cuidadosa descripción de un fenómeno que a designarlo con un nombre corto y adecuado. Esta tendencia impide muchas veces que su exposición sea todo lo expresiva que sería de desear, pero le inmunizaba en cambio frente a una cierta unilateralidad y contra el peligro de excesivas simplificaciones, en las que se incurre fácilmente cuando se recurre a fórmulas cortas. El ejemplo clásico de cuanto venimos diciendo se halla en la constatación de que Menger no descubrió ni utilizó (a cuanto yo sé) la expresión de “utilidad límite” introducida por Wieser. Habla siempre de “valor”, añadiendo, para explicar bien su idea, la clara pero pesada fórmula de “la significación que alcanzan para nosotros unos bienes concretos o cantidades de bienes, por el hecho de que tenemos conciencia de que dependemos de su posesión para la satisfacción de nuestras necesidades”. Y describe la magnitud de este valor como igual a la significación de la satisfacción menos importante que puede alcanzarse mediante una cantidad parcial de la cantidad de bienes disponible (Capítulo III, 1 y 2 y nota 8).”