¿Porqué la gente sigue atraída por las ideas del socialismo y populismo si han fracasado siempre?

Uno recibe esta pregunta permanentemente: ¿porqué siguen resultando atractivas las ideas del socialismo y del populismo si han fracasado cada vez que fueron aplicadas? John Levendis, de Loyola University, Robert B. Eckhardt, de Penn State y Walter Block, también de Loyola University y muy conocido por nuestros lectores, publicaron un artículo en la Review of Economic Perspectives – Vol. 19, Issue 2, 2019, pp. 73–94, DOI: 10.2478/revecp-2019-0005, titulado “Evolutionary psychology, economic freedom, trade and benevolence”. https://sciendo.com/article/10.2478/revecp-2019-0005 El resumen explica todo:

“Nuestra tesis es que la razón por la que muchos de nosotros hoy nos inclinamos hacia el socialismo (cooperación explícita) y contra el capitalismo de laissez-faire (cooperación implícita) es porque el primer tipo de comportamiento fue mucho más beneficioso genéticamente durante las generaciones anteriores de nuestra especie. Sin embargo, existe un argumento aparentemente fuerte en contra de esta hipótesis: la evidencia de la prehistoria humana indica que el comercio (cooperación implícita) anteriormente estaba muy extendido. Entonces, ¿cómo podemos estar programados a favor del socialismo y en contra del capitalismo si nuestros antepasados ​​se comportaron en el mercado en los últimos milenios? Aunque el comercio que es egocéntrico y beneficioso (presumiblemente mutuamente beneficioso para todas las partes en el intercambio) de hecho apareció hace cientos de miles de años, la benevolencia se estableció en nuestro cableado mucho antes, literalmente, cientos de millones. de hace años, y por lo tanto está mucho más profundamente integrado en la psique humana.”

Abriendo la Caja de Pandora para el paternalismo: la revelación de las preferencias individuales

Este tema es importante, aunque parezca muy abstracto y alejado de las discusiones políticas y económicas de todos los días. ¿Cuál debería ser el criterio para determinar si el objetivo de la sociedad será que los individuos que la componen puedan satisfacer las preferencias que tengan, o tal vez, en verdad no reflejan cuáles son sus verdaderas preferencias cada vez que eligen? En el primero de los casos, la propuesta “normativa” es generar el mayor grado de libertad de elección para que cada uno “revele” en su elección cuáles son sus preferencias subjetivas. En el segundo de los casos, como en las decisiones del individuo éste puede estar “sesgado” o “influenciado” por el entorno social, no estaría eligiendo aquello que son sus verdaderas preferencias y, por lo tanto, se abre el campo al paternalismo regulatorio para guiar esas acciones hacia ellas.

Obviamente, esto tiene mucho que ver con la libertad de elección como un valor supremo o con algún otro tipo de objetivo, como el “bienestar común” que debería buscar alcanzarse. En fin, es un tema de enorme importancia, y lo trata Guilhem Lecouteux en un paper titulado “Reconciling normative and behavioural economics: the problem that cannot be solved”. Sina Badiei; Agnès Grivaux. The Positive and the Normative in Economic Thought, Routledge, inPress. ￿halshs-03418228. https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-03418228

Al margen de la posición del autor, el tema es de suma importancia, ya que tomando una u otra interpretación terminaremos en un modelo de sociedad totalmente diferente. Dice el autor:

“La economía del bienestar tradicional se basa en el supuesto de que los individuos tienen preferencias estables e independientes del contexto y utiliza la satisfacción de preferencias como criterio normativo. Al cuestionar este supuesto, la economía del comportamiento [BE] plantea problemas fundamentales para la economía normativa: si es probable que las preferencias de las personas cambien con el tiempo o dependan de aspectos aparentemente irrelevantes de la situación de elección, ¿podemos seguir formando juicios normativos sobre las elecciones de las personas en función de sus preferencias reveladas? El problema de la reconciliación requiere aclarar si el principio tradicional de la soberanía del consumidor (que equiparo aquí con el criterio de satisfacción de preferencias [PS]) debe preservarse incluso en presencia de elecciones y comportamientos aparentemente incoherentes.”

Es decir, lo que está en juego es el valor de la “soberanía del consumidor”, al cual la economía neoclásica no le hace un buen favor, aunque diga defenderlo, cuando afirma la necesidad de que las preferencias sean estables, monotónicas, etc, siendo que claramente no lo son, como lo muestra la economía de la conducta. Ésta, luego se monta sobre eso para proponer todo tipo de soluciones paternalistas. Citando a Hausman menciona cuatro interpretaciones para la idea de “preferencia”:

  1. Comparación de disfrute: decir que Anna prefiere x a y significa que Anna disfruta más de x que de y. Las preferencias como comparación del disfrute suelen ser una cuestión de gusto, como preferir el sabor del café al sabor del té.
  2. Evaluaciones comparativas: decir que Bob prefiere x a y significa que Bob juzga x como mejor que y en algún aspecto (según un criterio específico o relevante). Bob, por ejemplo, puede preferir beber su café sin azúcar porque es más saludable (incluso si prefiere, en términos de comparación de disfrute, beber su café con azúcar).
  3. Favorecer: si un partido político defiende una política de “preferencia nacional” en términos de empleo, entonces un nativo tiene más posibilidades de ser contratado que un inmigrante ceteris paribus. Por lo tanto, se prefiere (favorece) una clase específica de individuos, pero sin referencia a una comparación de disfrute o una evaluación comparativa.
  4. Clasificación de elección: decir que Carla prefiere x a y significa que elegirá x si tiene que elegir entre x e y. Cuando un camarero le pregunta a Carla si prefiere café o té, solo quiere saber su elección y no le pide que proporcione una clasificación en términos de comparación de disfrute o evaluación comparativa.

1 y 2 parecen no tener mayor sentido, solamente la 4: si elijo el café sobre el té lo único que puedo decir es que en ese momento (no en otro) mi preferencia era el café sobre el té, nada más. Es el criterio de las preferencias subjetivas de los austriacos. Pero si empezamos a embrollar esto, y a pensar que hay otras preferencias, que no son las que expresamos en la acción, abrimos la caja de Pandora al paternalismo.

Países menos corruptos, más liberales, logran mayor vacunación contra Covid, sin imponerla obligatoriamente

Interesante: según Artyom Jelnov de la Universidad Ariel, de Israel y Pavel Jelnov, de la Universidad de Liebniz, la corrupción afecta no solamente la provisión de vacunas contra el Covid-19, sino también su demanda.

En un trabajo publicado titulado “Vaccination Policy and Trust”, GLO Discussion Paper, No. 1003, Global Labor Organization (GLO), Essen; http://hdl.handle.net/10419/248118, concluyen:

“Estudiamos la relación entre confianza y vacunación. Mostramos teóricamente que las tasas de vacunación son más altas en países con gobiernos más transparentes y responsables. El mecanismo que genera este resultado es la menor probabilidad de que un gobierno transparente y responsable promueva una vacuna insegura. La evidencia empírica apoya este resultado. Encontramos que los países percibidos como menos corruptos y más liberales experimentan tasas de vacunación más altas. Además, es menos probable que adopten una política de vacunación obligatoria. Una unidad del Índice de Percepción de la Corrupción (en una escala de 0 a 10) está asociada con una tasa de vacunación superior en un punto porcentual (pp) pero con una probabilidad de vacunación obligatoria inferior en 10 pp. Además, los datos de Google Trends muestran que el interés público en la corrupción está correlacionado con el interés en la vacunación. La idea de nuestro análisis es que la corrupción afecta no solo la oferta sino también la demanda de servicios públicos.”

Aunque al leer las noticias no parezca, somos las especie más cooperadora del planeta

Aunque al leer las noticias no lo parezca, el ser humano es la especia más “cooperadora” que existe. Claro, en las noticias salen casos de violencia, crímenes, corrupción; pero si nos detenemos a pensar un poco, en el día de hoy el 99,99% de las personas salimos a cooperar con otros de una forma u otra.

Angelo Romano, Ali Seyhun Saral y Junhui Wu, de las universades de Leyden, Bologna y la Academia de Ciencias de China respectivamente, publican un artículo en la revista Current Opinion in Psychology, titulado “Direct and indirect reciprocity among individuals and groups”, donde explican los mecanismos de esa cooperación social.

“Una gran cantidad de literatura ha examinado el comportamiento prosocial al observar situaciones en las que las personas pagan un costo monetario para beneficiar a extraños no relacionados (para una revisión de juegos experimentales, consulte Van Dijk y De Dreu [1] y Thielmann et al. [2]). El comportamiento prosocial se puede definir como un acto costoso que confiere beneficios a otras personas [3,4]. La reciprocidad directa e indirecta se consideran dos mecanismos fundamentales que promueven el comportamiento prosocial [5,6]. La reciprocidad directa puede definirse en términos generales como un mecanismo en el que las personas ayudan a quienes las han ayudado en el pasado. La reciprocidad indirecta es el principio que describe la tendencia a ayudar a otros que previamente ayudaron a otra persona, también conocida como reciprocidad indirecta aguas abajo (o ‘pay-it-forward’ después de haber recibido beneficios de otros, también conocida como reciprocidad indirecta aguas arriba) [5 ,6]. En los modelos de reciprocidad directa e indirecta, la experiencia pasada y la información sobre la reputación son extremadamente importantes, ya que se supone que las personas condicionan su comportamiento prosocial al comportamiento y la reputación anteriores de los demás ([7, 8, 9, 10••]). A lo largo de los años, una gran cantidad de investigaciones teóricas y empíricas han esbozado cómo la experiencia pasada y la información sobre la reputación son efectivas para promover el comportamiento prosocial en el laboratorio [11], en entornos de campo [12], a lo largo del desarrollo humano [13•, 14, 15] , y en varias sociedades [16].

Los modelos de reciprocidad directa e indirecta no solo brindan información sobre los mecanismos últimos que promueven la evolución del comportamiento prosocial, sino que también pueden informar los mecanismos psicológicos próximos que pueden gobernar y subyacer al comportamiento prosocial en humanos [17,18]. En esta revisión, nos enfocamos en un conjunto de mecanismos psicológicos relacionados con la reciprocidad directa e indirecta que pueden explicar cómo se comportan las personas en varias situaciones.1 En nuestro marco de reciprocidad, argumentamos que los humanos están equipados con una psicología de reciprocidad compleja que evolucionó para evaluar, hacer cumplir , y condicionan su comportamiento social a las oportunidades presentes y/o futuras para obtener beneficios personales directos o indirectos [17,19]. Proponemos tres mecanismos psicológicos potenciales relacionados con un marco de reciprocidad, preocupación por la reputación (es decir, hasta qué punto las personas se preocupan por las evaluaciones de los demás), expectativas (es decir, creencias sobre si el compañero de interacción de uno se comportará de manera prosocial) y anticipación de futuras interacciones. (es decir, asumir o comprender si uno se encontrará con su compañero de interacción en el futuro). Aunque se ha planteado la hipótesis de que cada mecanismo psicológico desempeña un papel crucial en la promoción del comportamiento prosocial [20,21], estos mecanismos a menudo no se entienden dentro de un marco amplio de reciprocidad.”

Cuando las instituciones han sido cooptadas por el poder, y su resistencia al cambio

Muchos han leído o conocerán el texto de Acemoglu & Robinson, Why Nations Fail, donde se destaca el papel de las instituciones para explicar el progreso de distintas sociedades, y el estancamiento de otras. Es un tema polémico, en el que ha habido trabajos muy importantes recientemente enfatizando el papel de la cultura, la tecnología, los valores morales. Para Acemoglu & Robinson lo que explica el progreso es la generación, vía acontecimientos específicos, no previstos, de instituciones políticas “inclusivas”, las que luego darían como resultado instituciones económicas “inclusivas” y de allí el progreso.

Ahora, Acemoglu/ junto con Georgey Egorov y Konstantin Sonin, presentan un paper para considerar la persistencia de ciertas instituciones que frenan el progreso. Se titula “Institutional Change and Institutional Persistence”, publicado por el Friedman-Becker Centre de la Universidad de Chicago: https://www.nber.org/papers/w27852#:~:text=We%20further%20study%20the%20strategic,that%20would%20follow%20initial%20reforms.

Allí señalan: “Primero destacamos el tipo más simple de persistencia institucional, lo que llamamos \estasis institucional». Este es un equilibrio institucional inmutable: el mismo el arreglo institucional con el que comenzamos se repite una y otra vez. Hay varias razones para la estasis institucional, pero la más importante es que el poder engendra poder. Es decir, los grupos empoderados por las instituciones actuales se benefician de estas instituciones y así usan su poder para mantenerlo, en el proceso reproduciendo su propio poder sobre las futuras instituciones.”

No obstante, los autores no piensan que eso no cambia. En las conclusiones, plantean nuevamente el tema y su respuesta:

“Usamos este marco primero para aclarar la forma más simple de persistencia institucional, lo que llamamos «estasis institucional», por el cual un conjunto dado de instituciones persisten en el tiempo. Una de las razones más naturales de esto es que «el poder engendra poder», lo que significa que instituciones reproducen el dominio de los grupos actualmente poderosos, que luego podrían elegir para mantener estas instituciones en su lugar.

Enfatizamos que, aunque hay ejemplos de este tipo de estasis y el pensamiento de muchos economistas y politólogos está moldeado por tal dinámica, la estasis institucional es rara; más bien, la mayoría de las instituciones están en un estado constante de flujo. Se proporciona un mejor enfoque por la noción de «cambio dependiente del camino», mediante el cual las instituciones actuales determinan el futuro trayectoria de cambio institucional, tanto por dinámicas internas como porque incluso las pequeñas diferencias pueden causar grandes divergencias en la respuesta a las perturbaciones.”

¿Qué piensan los chinos? No ya los dirigentes, ¿hay gente más o menos «liberal» o no les interesa ser libres?

¿Qué piensan los chinos? El tema no es menor, dado el creciente papel que tiene ese país en el mundo, y ya se sabe bastante lo que piensa su gobierno y cuáles son sus objetivos, pero, ¿qué piensa la gente? En un país donde no hay democracia, elecciones, encuestas, etc, esto es mucho más difícil de conocer.

Ahora, el Center on China’s Economy and Institutions de la Universidad de Stanford ha publicado un breve reporte titulado: “Is there a political “left” or “right” in China? Charting China’s Ideological Spectrum”. Interesante, pero las conclusiones muestran una situación que no ha de ser muy diferente de la que podamos encontrar en otros países: aquellos sectores de la población vinculados con el progreso económico de China se inclinan más por ideas relacionadas con la libertad, mientras que quienes no se inclinan por el autoritarismo o paternalismo. Como muestra la imagen:

La mayoría se encuentra, todavía, en el espectro autoritario-paternalista, pero en muchas circunstancias lo que importa es lo que piensan las elites, y éstas parecen ser más “liberales” política y económicamente. ¿Podrán cambiar el rumbo del país? ¿O aceptarán el autoritarismo en tanto les permita progresar económicamente?

El alto costo de la pandemia que no aparece en las estadísticas: la restricción de las libertades

Kai  A. Konrad y Sven  A.  Simon del Max Planck  Institute  for Tax  Law  and  Public  Finance se preguntan acerca del costo de las medidas tomadas en relación a la pandemia del Covid-19. Todos sabemos el costo económico que estas tuvieron, generando una caída de la actividad económica que recién ahora se llega a recuperar, y no en todos los países.

En un paper titulado “Paternalism  Attitudes  and  the Happiness  Value  of Fundamental  Freedoms”, https://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3816728, investigan cómo la gente ha valorado la restricción de sus libertades individuales, algo que no aparece en ninguna estadísticas. Entre sus conclusiones:

“La mayoría de las constituciones democráticas consideran el derecho humano básico a la integridad física junto con los derechos de libertad fundamental como derechos inalienables. Sin embargo, ninguno de estos derechos es absoluto en el sentido de que anulan todos los demás derechos. Esto se vuelve relevante cuando diferentes derechos humanos fundamentales entran en conflicto entre sí. Los ejemplos pueden incluir tiempos de guerra, catástrofes naturales, terrorismo o, como se estudió en este documento, los efectos adversos de una pandemia. En estas circunstancias, varias ramas del gobierno necesitan intercambiar algunos de los derechos fundamentales en conflicto. Las medidas adoptadas deben ser idóneas, apropiadas y proporcionadas. No se permite que las desventajas de una medida sean desproporcionadas en relación con sus beneficios. Sin embargo, algunas de estas desventajas o costos pueden ser difíciles de medir. Esto hace que las medidas de valor atribuidas a las libertades personales sean interesantes tanto desde una perspectiva epistemológica como desde un punto de vista político.

Proponemos que la contribución a los cambios en la satisfacción con la vida sea tal medida. Mostramos que las restricciones a las libertades personales son costosas en términos de satisfacción con la vida: según lo medido en el primer trimestre de la pandemia de Covid-19 de 2020, representan aproximadamente la mitad de la reducción total en la satisfacción con la vida en comparación con el nivel de satisfacción con la vida antes de la pandemia en Enero de 2020. Este es un efecto grande, cuyo tamaño es comparable a otros eventos importantes en la vida, como el desempleo, el matrimonio o el divorcio. Además, encontramos que las restricciones a las libertades personales tienen un impacto negativo independientemente del cambio general real en la satisfacción con la vida. Por el contrario, los efectos de la crisis en otros dominios de la vida no tienen un efecto tan grande en la satisfacción con la vida de los participantes y encontramos más heterogeneidad en estos dominios. Por ejemplo, mientras que la situación doméstica se deterioró para aquellos con una disminución pronunciada en la satisfacción con la vida, mejoró la satisfacción con la vida para aquellos con un cambio cero o positivo en la satisfacción con la vida. En comparación con el efecto de las restricciones de las libertades personales, los cambios tanto en la situación económica como en la situación de la salud solo tuvieron un pequeño impacto negativo en la satisfacción con la vida en promedio.”

Artículo en Clarín: Corrupción e instituciones

Corrupción e instituciones (clarin.com)

La última edición del índice de Percepción de la Corrupción que elabora Transparencia Internacional no trajo buenas noticias para Argentina. Nuestro país obtuvo una calificación de 38/100, cuatro puntos menos que el año anterior y esto llevó a que cayera 18 posiciones hasta el puesto 96. Estamos junto a Brasil, Indonesia, Lesoto, Serbia y Turquía.

Antes, se solía comentar en tono negativo y se hubiera dicho “estamos más abajo que Kosovo, Etiopía o Tanzania. Lo que tal vez nunca pensamos es que en esos países deben estar diciendo… “estamos cerca de Argentina”. Como si por alguna razón nuestro destino tuviera que ser una mejor posición.

Y es difícil que eso ocurra. Puede ser que temporalmente tengamos algún gobierno menos corrupto y eso nos permita mejorar algunas posiciones: por ejemplo, en 2019 llegamos a tener 45 puntos, en 2015 tuvimos 32. Se ve que ése es nuestro rango. Si queremos mejorar algo más que eso ya no será cuestión solamente de cambiar de gobierno. No hace falta querer compararnos con países que están lejanos, geográfica y culturalmente, hace falta solamente mirar a Uruguay, que tiene 73 puntos y se ubica en el puesto 18; o a Chile, que tiene 67 y está en el puesto 27, pese a ser un país que ha estado convulsionado en los últimos años y espera inaugurar un gobierno claramente diferente al anterior.

Para alcanzar a estos países, no ya a Dinamarca, Finlandia o Nueva Zelanda, hace falta algo más: reformas de tipo institucional. Precisamente, el índice de Transparencia Internacional es uno de los que tomamos en cuenta para la elaboración del índice de Calidad Institucional (ICI), publicado por la Red Liberal de América Latina (Relial) y en nuestro país la Fundación Libertad y Progreso. Y existe una clara correlación entre uno índice y el otro. Los tres primeros países del índice de Transparencia Internacional son también los tres primeros en el ICI y vienen ocupando esas posiciones desde que comenzáramos a publica el índice hace unos 15 años.

Esta correlación no es mera coincidencia. Instituciones significa límites al poder, y estos límites implican controles que reducen la posibilidad de corrupción. Cuando el poder está dividido y hay agencias que son claramente independientes del poder de turno, el control es mayor y la corrupción es menor. Esto se aplica especialmente a la justicia. Aquél que quiera y busque obtener un privilegio se vería obligado a corromper a un buen número de personas en distintas posiciones, quienes se controlan entre sí. Esto lo hace más difícil y costoso.

Por otro lado, el nivel de corrupción tiene que ver también con el grado de regulación de la economía. No estoy hablando del tamaño del Estado, ya que países que están en esos primeros puestos tienen estados grandes en relación a su PIB, sino al exceso regulatorio, que no aparece medido en el PIB. Es éste el que da pie a la corrupción. Ejemplo: si para poner un casino o un bingo simplemente necesito una habilitación como la de un kiosco, hay que registrarse, pagar la tasa correspondiente y listo; pero si para hacerlo hay que cumplir cuarenta regulaciones, cada una de ellas tiene un costo (o un precio que permite saltar esa valla) y es una oportunidad para quien tiene que poner el gancho lo haga valer.

Esto significa que, si realmente queremos avanzar en la reducción de la corrupción en el camino de nuestros vecinos, tenemos que cambiar a los gobernantes, por supuesto, garantizar la independencia de la justicia y de agencias como el Banco Central o la Anses, por ejemplo, pero también tenemos que sacarles ese poder de decidir que le da cada una de las regulaciones vigentes, que son muchas. Sin ese poder, no hay que coimear a nadie.