¿El ‘fin de la historia’ sería más ‘capitalismo político’ que democracia liberal y economía de Mercado?

En el Cato Journal, Randall Holcombe, De Voe Moore Professor of Economics at Florida State University, analiza el concepto de ‘capitalismo político’. ¿Sería el ‘fin de la historia’?: http://www.cato.org/cato-journal/winter-2015

“Tras la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética, Fukuyama describió al gobierno democrático liberal y la economía de mercado como el ‘fin de la historia’, en el sentido que representaban el fin de la evolución de los sistemas económicos y políticos. El modelo del ‘capitalismo político’ cuenta una historia diferente, porque existe un conflicto inherente entre una economía de mercado y un gobierno democrático. La economía de mercado se basa en derechos de propiedad claramente definidos e interacción entre individuos a través de intercambios voluntarios. La gente puede obtener recursos, bienes y servicios de otros, solamente si estos están de acuerdo. Por el contrario, el gobierno democrático permite que el poder político extraiga recursos de otros sin su consentimiento. En el marco de la democracia mayoritaria, la mayoría puede usar el proceso político para extraer recursos por la fuerza de una minoría, pero en el marco del dominio de una elite o un pluralismo sesgado, una minoría es capaz de usar el proceso político que controlan para extraer recursos de las masas.

Ya sea que el gobierno democrático sea controlado por las elites o las masas, el conflicto entre la democracia y la economía de mercado surge debido a que en la economía de mercado la interacción personal ocurre solamente cuando todas las partes de esa interacción acuerdan, mientras que la base del gobierno democrático es que permite a algunos usar la fuerza del gobierno para apropiarse de recursos y transferirlos a otros. Hay una inherente tensión entre un sistema político democrático y un sistema económico basado en el mercado. Un buen ejemplo se encuentra en el análisis de Piketty (2014) sobre el capitalismo, donde ve a la economía de mercado generando crecientes niveles de desigualdad, y propone crecientes impuestos progresivos sobre el ingreso (hasta una tasa marginal del 80%) y sobre la propiedad del capital. Piketty ve la tensión entre la economía de mercado y el gobierno democrático, y urge a este último a confiscar ingresos y riqueza del otro, no para producir bienes públicos sino para reducir la desigualdad.

Esta tensión también fue señalada por Hayek (1944), quien vio a la asignación de recursos por el estado como el camino a la servidumbre y explicó cómo en el gobierno, cuyo propósito esencial es forzar a la gente a que cumpla sus normas y políticas, los peores llegan a la cima. Schumpeter (1947) también vio esta tensión, notando que quienes más se benefician del capitalismo no van a hacer mucho para defenderlo. Esta tensión entre capitalismo y democracia ha crecido a medida que aumentó el tamaño del estado. Esto es más aparente en el siglo XXI, donde las empresas usan su influencia política no para apoyar mercados libres sino para crear políticas que afirmen su posición en la elite económica para evitar ser las víctimas de la destrucción creativa que caracteriza a la economía de mercado. Olson (1962) describe esa solidificación de los intereses creados en el tiempo como la causa del declive de las naciones. Las instituciones de la democracia a la larga socavan las instituciones del mercado.

Baumol (1990. 1993) muestra a la empresarialidad como el motor del progreso económico, pero nota que cuando las instituciones están diseñadas para que los individuos se beneficien utilizando la fuerza del gobierno para transferir recursos de otros a ellos, los impulsos emprendedores de la gente se vuelven actividades predatorias y destructivas. Hay reducidas oportunidades para la empresarialidad política que mejora el bienestar, pero no hay límite para la actividad predatoria que impone costos en algunos para ganar el apoyo de otros. El ‘capitalismo político’ socava tanto la democracia liberal como la economía de mercado diseñando reglas que colocan el control de la asignación de recursos económicos en manos de una minoría. Diseñan las reglas para retener esa posición de elite.

Parece haber fuertes argumentos para pensar que el ‘fin de la historia’ será más este ‘capitalismo político’ que la democracia liberal y la economía de mercado.”

Movilidad social: el ‘capitalismo de amigos’ es como regresar del capitalismo a la Edad Media

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo” y trata ese tema:

“Las diferencias dentro de una sociedad capitalista no son las mismas que existen en una sociedad socialista. En la Edad Media – y aún mucho más tarde en muchos países – una familia podía ser una familia aristocrática y poseer una gran riqueza, podía ser una familia de duques por centenares y centenares de años, cualquiera fueren sus calidades, sus talentos, su carácter o su moral. Pero, bajo las modernas condiciones capitalistas, existe lo que ha sido técnicamente descrito por los sociólogos como ‘movilidad social’. El principio básico del funcionamiento de esta movilidad social, de acuerdo con el sociólogo y economista italiano Vilfredo Pareto, es ‘la circulation des élites’ (la circulación de las elites).

Esto significa que siempre hay gente que está al tope de la escala social, que son ricos, que son políticamente importantes, pero esta gente – estas elites – están cambiando continuamente. Esto es completamente cierto en una sociedad capitalista. Y no era cierto para una sociedad de ‘status’, precapitalista. Las familias que eran consideradas las grandes familias aristocráticas de Europa, hoy todavía son las mismas familias o, digamos, son los descendientes de las familias que eran las más destacadas en Europa, 800 o 1000 años atrás. Los Capetos de Borbón – quienes por largo tiempo gobernaron aquí en la Argentina – eran una casa real ya en el Siglo X. Estos reyes gobernaron el territorio que es hoy conocido como Ile-de-France, extendiendo su reinado de generación en generación. Pero en una sociedad capitalista existe una permanente movilidad: pobres que se convierten en ricos y los descendientes de esa gente rica que pierden su riqueza y se convierten en pobres. Hoy vi, en una librería en una calle céntrica de Buenos Aires, una biografía de un hombre de negocios que fue tan eminente, tan importante, tan característico de los grandes negocios en el Siglo XIX en Europa, que aún en este país, tan lejos de Europa, la librería tenía copias de su biografía. Por coincidencia conozco al nieto de este hombre. Tiene el mismo nombre que tenía su abuelo y todavía tiene el derecho a utilizar el título de nobleza que su abuelo – quien había comenzado como un herrero – había recibido ochenta años atrás. Hoy su nieto es un pobre fotógrafo en la ciudad de Nueva York. Otra gente, que eran pobres en el momento en que el abuelo de este fotógrafo se convertía en uno de los más grandes empresarios industriales de Europa, son hoy capitanes de la industria. Cada uno tiene la libertad de cambiar su ‘status’. Esta es la diferencia entre el sistema de ‘status’ y el sistema capitalista de libertad económica, en el cual cada uno puede echarse la culpa sólo a sí mismo si no alcanza la posición a la que desea llegar.

El más famoso empresario industrial del Siglo XX, hasta ahora, es Henry Ford. Comenzó con unos pocos centenares de dólares que había tomado en préstamo de sus amigos, y en muy corto tiempo desarrolló una de las más importantes grandes empresas de negocio del mundo. Y pueden descubrirse cientos de estos casos todos los días. Cotidianamente, el New York Times publica largos avisos de gente que ha muerto. Si se leen estas biografías, se puede encontrar el nombre de un eminente hombre de negocios que empezó vendiendo diarios en las esquinas de Nueva York. O empezó como un cadete de oficina, y en el momento de su muerte era el presidente de la misma empresa bancaria en la que comenzó en el nivel más bajo de la escala. Desde luego, no todas las personas pueden alcanzar estas posiciones. No toda la gente desea alcanzarlas. Hay gente que está más interesada en otros problemas y, para esta gente, se abren hoy otros caminos que no estaban abiertos en los días de la sociedad feudal, en los tiempos de la sociedad de ‘status’.

Lamentablemente, en el ‘capitalismo de amigos’ que nos rodea, la ‘movilidad social’ depende de la amistad con el poder de turno y los privilegios que así se obtienen. Hay muy pocos pobres en este país llegan a ricos compitiendo en el mercado, que está reservado para los amigos del poder.

Siempre hubo irreconciliables e inmutables diferencias de clases: hasta que llegó la «movilidad social»

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo” y trata el tema de las diferencias de clase:

“En la economía de mercado, todos sirven a sus conciudadanos sirviéndose a sí mismos. Esto es lo que tenían in mente los autores liberales del Siglo XVIII cuando hablaban sobre la armonía de los intereses, correctamente entendidos, de todos los grupos y de todos los individuos que componían la población. Y era esta doctrina de la armonía de los intereses a la que se oponían los socialistas. Hablaban de un ‘irreconciliable conflicto de intereses’ entre los diferentes grupos. ¿Qué significa esto? Cuando Karl Marx – en el primer capítulo del Manifiesto Comunista, ese pequeño panfleto que inauguró su movimiento socialista – aseguraba que existía irreconciliable conflicto de intereses, no pido ilustrar su tesis con ejemplo alguno, excepto los extraídos de las condiciones de la sociedad precapitalista. En las épocas precapitalistas, la sociedad estaba dividida en grupos de condición hereditaria, lo que en la India se denomina ‘castas’. En una sociedad dividida en grupos hereditarios, un hombre – por ejemplo – no nacía como francés, nacía como miembro de la aristocracia francesa, o de la burguesía francesa o del campesinado francés. En la mayor parte de la Edad Media, era simplemente un siervo. La servidumbre, en Francia, no desapareció totalmente hasta después de la Revolución Americana- En otras partes de Europa despareció aún más tarde.

Pero la peor forma en la que existía la servidumbre – y que continuó existiendo aún después de la abolición de la esclavitud – era en las colonias británicas. El individuo heredaba su ‘status’ de sus padres y lo retenía a lo largo de su vida. Lo transfería a sus hijos. Cada grupo tenía privilegios y desventajas. Los grupos más altos tenían solamente privilegios, los grupos más bajos solamente desventajas. Y no había hombre que pudiera deshacerse de las desventajas legales que le imponía su ‘status’ sino con una pelea política contra las otras clases. Bajo dichas condiciones, se podría decir que existía un ‘irreconciliable conflicto de intereses entre los propietarios de los esclavos y los mismos esclavos’, porque lo que los esclavos deseaban era liberarse de su esclavitud, de su calidad de esclavos. Esto representaba, sin embargo, una pérdida para los propietarios.

Por lo tanto, no hay duda alguna, que había este irreconciliable conflicto de intereses entre los miembros de las diferentes clases. Uno debe recordar que en esos tiempos – en los cuales las sociedades de ‘status’ predominaban en Europa y en las colonias que los europeos fundaron más tarde en América – la gente no se consideraba relacionada de manera alguna en especial con las otras clases de su propia nación, se sentían mucho más identificados con los miembros de su propia clase de otros países. Un aristócrata francés no consideraba a los franceses de clases más bajas como sus conciudadanos; era la ‘chusma’, la plebe, que no le agradaba.

Consideraba solamente a los aristócratas de otros países – los de Italia, Inglaterra y Alemania, por ejemplo – como sus iguales. El más notable efecto de este estado de cosas era el hecho que los aristócratas de toda Europa usaban el mismo idioma. Y este idioma era el francés, una lengua que no era comprendida, afuera de Francia, por otros grupos de la población. Las clases medias – la burguesía – tenían su propia lengua, en tanto que las clases más bajas – el campesinado usaba dialectos locales que muy a menudo no eran comprendidos por otros grupos de la población. Lo mismo era cierto con respecto a la manera en que la gente se vestía. Cuando se viajaba en 1750 de un país a otro, podía verse que las clases superiores, los aristócratas, generalmente vestían de la misma manera en toda Europa, y que las clases bajas vestían de manera diferente. Cuando se encontraba alguien en la calle, podía darse cuenta inmediatamente – por la manera en que vestía – a qué clase, a qué ‘status’ pertenecía.

Es difícil imaginar cuán diferentes eran estas condiciones comparadas con las condiciones actuales. Cuando vengo de los EEUU a la Argentina y veo un hombre en la calle, no puedo saber cuál es su ‘status’. Solamente puedo suponer que es un ciudadano de la Argentina y que no es un miembro de algún grupo legalmente restringido. Esta es una cosa causada por el capitalismo. Desde ya, hay diferencias dentro del capitalismo. Hay diferencias en las riquezas, diferencias que los marxistas equivocadamente consideran equivalentes a las antiguas diferencias que existían entre los hombres en la sociedad de ‘status’.”

 

Empresas ‘demasiado grandes para quebrar’: la señal del ‘capitalismo político’, o prebendario

En el Cato Journal, Randall Holcombe, De Voe Moore Professor of Economics at Florida State University, analiza el concepto dominante del capitalismo y sugiere llamar al que ahora predomina de forma diferente: ‘capitalismo político’: http://www.cato.org/cato-journal/winter-2015

Así es como lo explica:

“El capitalismo, como sistema económico, fue descripto como un sistema de mercados en equilibrio general, apoyado por la intervención gubernamental diseñada para corregir fallas de mercado. Dentro de ese marco correctivo provisto por el gobierno, los recursos eran asignados a través de mercados en el capitalismo, en oposición al socialismo, donde los recursos eran asignados a través de la planificación. Ninguna economía asignaba recursos solamente a través de los mercados o la planificación gubernamental, por lo que un enfoque de sistemas comparativos podía analizar el grado según el cual las economías mixtas podían diferir en la combinación de mercados y planificación. El capitalismo, en este enfoque, incorporaba al gobierno como un rasgo institucional para estabilizar a los mercados y mejorar la eficiencia de la asignación de recursos.

Sistemas económicas comparados, como un área de la investigación económica, cayó en desuso en los anos 1990s. Ya no se daba seria consideración a la planificación gubernamental como un sistema económico alternativo y el foco de los sistemas económicos se centró en las economías en transición –esto es, las ex economías socialistas que estaban avanzando hacia el capitalismo. La vieja pregunta del análisis de sistemas económicos comparados sobre el capitalismo seguía presente, esto es, ¿qué tipo de supervisión gubernamental se requiere para permitir que una economía capitalista funcione eficientemente?

La supervisión gubernamental no funciona siempre tan perfecta como la describe la teoría, todos lo saben. En el sistema capitalista, hay problemas de incentivos y de información que llevan a que la intervención del gobierno cree pérdidas por la búsqueda de rentas, la captura de las regulaciones y otros males. Estos problemas crean el desafío adicional de diseñar políticas que utilicen la mano visible del gobierno para dirigir la asignación de recursos en forma más eficiente. Además, los economistas describen a la actividad del mercado en el modelo capitalista como una conducta maximizadora de los actores privados dentro del marco de restricciones institucionales diseñadas por el gobierno.

El capitalismo político es un sistema económico diferente. Como Kolko (The Triumph of Conservatism: A Reinterpretation of American History, 1900-1916, New York: The Free Press) lo describe, los actors del sector privado no solamente actúan dentro de un marco de restricciones gubernamentales, los ‘principales intereses económicos’ diseñan esas restricciones cuando actúan, para retener sus posiciones dominantes. La elite económica reconoce que la destrucción creativa del capitalismo descripta por Schumpeter actúa contra ellos, ya que las empresas existentes son debilitadas por innovadores recién llegados. Kolko sostiene que ‘en el largo plazo, los principales líderes de empresas reconocieron que no tenían ningún interés en una economía e industria caótica en la cual no solamente sus ganancias sino su misma existencia podía ser desafiada.’ Por lo tanto, buscaron que la regulación y la supervisión gubernamental preserve el status quo –esto es, que estabilice el estado de cosas existente y que haga difícil a quienes están fuera de él desplazar a la elite.

Si esta caracterización del sistema económico norteamericano era correcta en la Era Progresista, como sostiene Kolko, lo parece aun más en el siglo XXI, cuando el gobierno federal asumió posiciones accionarias en una docena de bancos principales y dos fabricantes de autos para preservar su estatus económico, al mismo tiempo permitía que cientos de pequeños bancos y otras empresas cayeran. La doctrina de ‘muy grande para quebrar’, con la que el gobierno permite a empresas privadas retener sus ganancias asumiendo sus pérdidas, es, tal vez, la manifestación más obvia del capitalismo político.”

Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. La tesis de Marx fue un error.

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

“La desdeñosa descripción del capitalismo por algunas personas como un sistema diseñado para hacer que los ricos se vuelvan más ricos y que los pobres se vuelvan más pobres es errónea del principio al fin. La tesis de Marx sobre la venida del socialismo estaba basada sobre el supuesto que los trabajadores estaban volviéndose más pobres, que las masas estaban convirtiéndose cada vez en más indigentes, y que finalmente toda la riqueza de un país se concentraría en unas pocas manos o en las manos de una sola persona. Y entonces, la masa de trabajadores empobrecidos finalmente se rebelaría y expropiaría los bienes de los ricos propietarios. De acuerdo con esta doctrina de Karl Marx, no puede existir oportunidad alguna, ninguna posibilidad dentro del sistema capitalista para mejora alguna de las condiciones de los trabajadores.

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En 1864, hablando frente a la Asociación Internacional de Trabajadores, en Inglaterra, dijo que la creencia que los sindicatos pudieran mejorar las condiciones de la población trabajadora era ‘absolutamente un error’. A la política de los sindicatos pidiendo salarios más altos y más cortas horas de trabajo la denominó conservadora – siendo el conservadorismo – desde luego – el término más duramente condenatorio que Karl Marx podía usar. Sugirió que los sindicatos se pusieran un nuevo, revolucionario objetivo: ‘eliminar totalmente el sistema de salarios ‘e instaurar el ‘socialismo’ – el gobierno propietario de los medios de producción – para reemplazar el sistema de propiedad privada.

Si estudiamos la historia del mundo, y especialmente la de Inglaterra desde 1865, nos daremos cuenta estaba totalmente equivocado. No existe un país capitalista, occidental, en donde las condiciones de las masas no hayan mejorado en una forma sin precedentes. Todas estas mejoras de los últimos ochenta o noventa años se realizaron a pesar de los pronósticos de Karl Marx, ya que los socialistas marxistas creían que las condiciones de los trabajadores nunca podrían mejorarse. Eran seguidores de una falsa teoría, la famosa ‘ley de hierro de los salarios’ – la ley que establecía que el salario del trabajador, bajo el capitalismo, no podría exceder el monto que necesitaba como sustento de su vida para servir a la empresa.

Los marxistas formulaban su teoría de esta manera: si los niveles de salario de los trabajadores van hacia arriba, y los salarios suben por encima de los niveles de subsistencia, los trabajadores tendrán más hijos; y cuando estos hijos ingreses en la fuerza laboral, incrementarán la cantidad de trabajadores hasta el punto en que los niveles de salarios caigan llevando otra vez a los trabajadores hacia abajo a un nivel de subsistencia, el mínimo nivel de subsistencia que escasamente evitará que la población trabajadora se extinga. Pero esta idea de Marx, como las de muchos otros socialistas, en un concepto del hombre trabajador precisamente como aquel que usan los biólogos – correctamente – en el estudio de la vida de los animales. De los ratones por ejemplo.

Si se incrementa la cantidad de alimento disponible para los organismos animales o para los microbios, entonces una mayor cantidad de ellos sobrevivirá. Si se restringe su alimento, también se restringirá su cantidad. Pero el hombre es diferente. Aún el trabajador – a pesar del hecho que los marxistas no quieran reconocerlo – tiene requerimientos humanos diferentes al alimento y a la reproducción de su especie. Un incremento en los salarios reales resultará no solamente en un incremento de la población, resultará también, antes que nada, en un mejoramiento del nivel de vida promedio. Esa es la razón por la que tenemos un mejor nivel de vida en Europa Occidental y en los EEUU que en las naciones en desarrollo de, digamos, África.

Debemos entender, sin embargo, que este más alto nivel de vida depende del suministro de capital. Esto explica la diferencia entre las condiciones en los EEUU y las condiciones en la India; métodos modernos de combatir enfermedades contagiosas han sido instaurados en la India – en alguna forma por lo menos – y el efecto ha sido un crecimiento sin precedentes en la población; pero, dado que este crecimiento en la población no ha sido acompañado por un correspondiente incremento en el monto del capital invertido, el resultado ha sido un incremento en la pobreza. Un país se vuelve más próspero en proporción al incremento del capital invertido por habitante.”

 

Al capitalismo le puso nombre su enemigo: Karl Marx. ¿Hay que renegar de él? Según Mises, no

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

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El sistema capitalista fue denominado ‘capitalismo’ no por un amigo del sistema, sino por una persona que lo consideraba el peor de todos los sistemas en la historia, el más grande de los males que había caído sobre la humanidad. Este hombre era Karl Marx. Pero no hay razón para rechazar el término creado por Marx, ya que describe claramente la fuente de las grandes mejoras sociales traídas por el capitalismo. Esas mejoras son el resultado de la acumulación de capital; están basadas sobre el hecho que la gente, como norma, no consume todo lo que ha producido, que ahorran – e invierten – una parte. Hay muchos malentendidos sobre este problema y – en el curso de estas conferencias – tendré la oportunidad de enfrentar los más fundamentales errores que la gente tiene concernientes a la acumulación de capital, el uso del capital, y las universales ventajas que pueden ganarse con dicho uso. Trataré el capitalismo particularmente en mis conferencias sobre inversiones extranjeras y sobre el más crítico problema político de la actualidad, la inflación. Saben, por supuesto, que la inflación existe no solamente en este país. Hoy, es un problema en todo el mundo.

Un hecho sobre el capitalismo, a menudo no bien explorado, es éste: los ahorros significan beneficios para todos aquellos que ansían producir o ganar un salario. Cuando una persona ha ahorrado una cierta suma de dinero – digamos mil dólares – y, en vez de gastarlos, confía estos dólares a un banco o a una compañía de seguros, el dinero va a las manos de un empresario, de un hombre de negocios, permitiéndole embarcarse en un proyecto, en el cual no podría haberse embarcado ayer pues el capital requerido no estaba disponible. ¿Qué hará ahora el hombre de negocios con este capital adicional? La primera cosa que debe hacer, el primer uso que debe hacer de este capital adicional es salir a contratar trabajadores y comprar materias primas, lo cual causa una adicional demanda de trabajadores y materias primas así como una tendencia hacia más altos salarios y más altos precios de las materias primas. Mucho antes que el ahorrista o el empresario obtengan alguna ganancia de todo esto, el trabajador antes desempleado, el productor de las materias primas, el agricultor, el jornalero, están todos repartiéndose los beneficios del incremento en el ahorro.

El momento en el cual el empresario obtendrá algo de su proyecto, depende de las condiciones del mercado en el futuro y de su habilidad en anticipar correctamente esas futuras condiciones del mercado. Pero los trabajadores así como los productores de materias primas obtienen sus beneficios en forma inmediata. Mucho se habló, hace treinta o cuarenta años, sobre la así llamada ‘política de salarios’ de Henry Ford. Uno de los mayores logros del Sr. Ford fue pagar más altos salarios que los que pagaban otros industriales u otras fábricas. Su política de salarios fue descripta como una invención, pero no alcanza decir que esta nueva política ‘inventada’ era el resultado de la liberalidad del Sr. Ford. Un nuevo ramo de negocios, o una nueva fábrica en un ramo de negocios ya existente, tiene que atraer trabajadores de otros empleos, de otras partes del país, aún de otros países. Y la única manera de hacer esto es ofrecer a los trabajadores un mayor salario por su trabajo. Esto es lo que tuvo lugar en los primeros días del capitalismo, y tiene lugar aún hoy. Cuando los fabricantes en Gran Bretaña comenzaron a fabricar productos de algodón, pagaban a sus trabajadores más que lo que éstos ganaban antes.

Por supuesto, un gran porcentaje de estos nuevos trabajadores no habían ganado       absolutamente nada antes de ello y estaban dispuestos a aceptar cualquier cosa que les ofrecieran. Pero después de un corto período de tiempo – cuando más y más capital se acumulaba y más y más nuevas empresas se desarrollaban – los niveles de salario crecieron, y el resultado fue el inaudito crecimiento en la población británica de lo cual ya hablamos antes.

¿Quién fija los salarios en el capitalismo? Segun Mises no son los empresarios, son los consumidores

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

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Los ataques contra el capitalismo – especialmente en lo que respecta al mayor nivel salarial – comienzan del falso supuesto que dichos salarios son en última instancia pagados por gente que es diferente de quienes están empleados en las fábricas. Es correcto para los economistas y los estudiantes de teorías económicas distinguir entre el trabajador y el consumidor y establecer una diferencia entre ellos. Pero el hecho es que cada consumidor debe, de una u otra manera, ganar el dinero que gasta, y la inmensa mayoría de los consumidores son precisamente las mismas personas que trabajan como empleados en las empresas que producen las cosas que ellos consumen.

El nivel de salarios – bajo el capitalismo – no está fijado por una clase de gente diferente de la clase de gente que gana los salarios; ellos son la misma gente. No es la empresa cinematográfica de Hollywood quien paga los salarios de una estrella del cine; es la gente que paga su entrada para ver las películas. Y no es el empresario de una pelea de boxeo quien paga las enormes sumas que demandan los boxeadores de cartel; es la gente que paga su boleto para ver la pelea. A través de la distinción entre empleador y empleado, una diferenciación se establece en la teoría económica, pero no hay una diferenciación en la vida real; en ésta, el empleador y el empleado son, en última instancia, una persona, la misma persona.

Hay gente en muchos países que considera muy injusto que un hombre, quien debe mantener una familia con varios hijos, reciba el mismo salario que un hombre quien solamente debe mantenerse a sí mismo. Pero la cuestión no es si el empleador debe tener una mayor responsabilidad por el tamaño de la familia de su trabajador. La pregunta que debemos hacernos en este caso es: ¿Está Ud. dispuesto – como un individuo – a pagar más por algo, por ejemplo, una hogaza de pan, si se le dice que el hombre que produjo este pan tiene seis hijos? La persona honesta ciertamente contestará por la negativa y dirá: ‘En principio sí, pero de hecho, si cuesta menos, mejor compraría el pan producido por un hombre sin hijos’ El hecho es que, si los compradores no le pagan al empleador lo suficiente para permitirle pagar a sus trabajadores, se tornará imposible para el empleador permanecer en el negocio.

 

El derecho a ser estúpido. En un mundo plagado de ‘derechos’, también existe el de equivocarse

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo”. Pero comienza hablando de las libertades, y la libertad económica:

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“En una economía de mercado, el individuo tiene la libertad de elegir cualquier carrera que desee seguir, elegir su propia forma de integrarse a la sociedad. Pero en un sistema socialista, esto no es así: su carrera es decidida por un decreto del gobierno. El gobierno puede ordenar a la gente que no le agrada, a la gente que no desea que viva en ciertas regiones, mudarse a otras regiones o a otros lugares. Y el gobierno siempre puede justificar y explicar dicho procedimiento declarando que los planes gubernamentales requieren la presencia de este eminente ciudadano a cinco mil millas del lugar en el cual no es agradable a los que están en el poder.

Es verdad que la libertad que un hombre puede tener en una economía de mercado, no es una libertad perfecta desde un punto de vista metafísico. Pero no existe tal cosa como la libertad perfecta. La libertad significa algo solamente dentro del marco de la sociedad. Los autores sobre la ‘ley natural’, del Siglo XVIII, – sobre todo Jean Jacques Rousseau – creían que alguna vez, en el remoto pasado, los hombres habían disfrutado de algo llamado libertad ‘natural’. Pero en ese tiempo remoto, los individuos no eran libres, estaban a la merced de cualquiera que fuera más fuerte que ellos. Las famosas palabras de Rousseau ‘El hombre nace libre pero en todos los lugares está encadenado’ pueden sonar muy lindas, pero el hombre – de hecho – no nace libre. Cuando nace el hombre es un lactante muy débil. Sin la protección de sus padres, sin la protección que la sociedad les da a sus padres, no podría preservar su vida.

La libertad en sociedad significa que un hombre depende tanto de la otra gente, como la otra gente depende de él. La sociedad bajo la economía de mercado, bajo las condiciones de ‘economía libre’ significa un estado de los asuntos sociales en los cuales cada uno sirve a sus conciudadanos y, en devolución, es servido por ellos. La gente cree que en la economía de mercado hay patrones que son independientes de la buena voluntad y el respaldo de otra gente. Creen que los capitanes de la industria, los empresarios son los patrones del sistema económico. Pero esto es una ilusión. Los verdaderos patrones en el sistema económico son los consumidores. Y si los consumidores dejan de ser clientes de una rama de negocios, estos empresarios son, ya sea forzados a abandonar su posición eminente en el sistema económico y ajustar sus acciones a los deseos y a las órdenes de los consumidores. Una de las más conocidas propagandistas del comunismo fue Lady Passfield, bajo su nombre de soltera Beatrice Potter, y bien conocida también a través de su esposo Sydney Webb. Esta dama era la hija de un rico empresario y, cuando era todavía una mujer joven, trabajó como secretaria de su padre. Escribe en sus memorias: ‘En el negocio de mi padre todos debían obedecer la órdenes que daba mi padre, el patrón. Sólo él podía dar órdenes, pero a él nadie podía darle orden alguna’ Esto era una visión muy corta de miras. Ordenes realmente eran realmente dadas a su padre por los consumidores, por los compradores. Lamentablemente, ella no podía ver estas órdenes, no podía ver lo que sucedía en una economía de mercado, porque estaba interesada solamente en las órdenes dadas en la oficina o en la fábrica de su padre.

En todos los problemas económicos, debemos tener in mente las palabras del gran economista francés Frédéric Bastiat quien tituló uno de sus brillantes ensayos: ‘Ce qu’on voit et ce qu’on ne voit pas’ (‘Lo que se ve y lo que no se ve’) Para comprender el funcionamiento de un sistema económico, no sólo debemos ocuparnos de las cosas que se pueden ver, pero también debemos prestar atención a las cosas que no pueden percibirse directamente. Por ejemplo, una orden dada por el patrón a un cadete de la oficina, puede ser oída por todos los que estén en la habitación. Lo que no puede oírse son las órdenes dadas al patrón por sus clientes. El hecho es que, bajo el sistema capitalista, los supremos patrones son los consumidores. El soberano no es el estado, es la gente. Y la prueba que el pueblo es el soberano es el hecho que tiene el derecho de ser estúpido. Este es un privilegio del soberano. Tiene el derecho a cometer errores, nadie puede impedir que los cometa, pero – desde luego – tiene que pagar por sus errores. Si decimos que el consumidor es supremo o que el consumidor es soberano, no decimos que el consumidor esté libre de fallas, que el consumidor sea un hombre que siempre sabe lo que es mejor para él. Los consumidores muy a menudo compran cosas o consumen cosas que no deberían comprar o que no deberían consumir.”

¿Cómo sacó el capitalismo a miles de la pobreza? Con salarios más altos. ¿Por decreto? Obvio que no

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

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Una anécdota que solían contar – muy posiblemente inventada – involucra a Benjamín Franklin. De acuerdo con la historia, Franklin visitaba una fábrica algodonera en Inglaterra y el propietario de la fábrica, lleno de orgullo, le dice: ‘Vea, aquí hay artículos de algodón para Hungría’. Benjamín Franklin, mirando alrededor, viendo que los trabajadores estaban pobremente vestidos, dijo: ‘¿Por qué Ud. no produce también para sus propios trabajadores?’ Pero esas exportaciones de las cuales el propietario de la fábrica había hablado realmente significaban que él producía para sus propios trabajadores ya que Inglaterra debía importar todas las materias primas. No había algodón en Inglaterra o en la Europa continental. Había escasez de alimentos en Inglaterra, y los alimentos debían ser importados de Polonia, de Rusia, de Hungría. Esas exportaciones eran la manera de pagar las importaciones de alimentos que hacían posible la supervivencia de la población británica.

Muchos ejemplos de la historia de esas épocas mostrarán la actitud de la burguesía y de la aristocracia hacia los trabajadores. Deseo citar sólo dos ejemplos. Uno es el famoso sistema Británico denominado ‘Speenhamland’. Por este sistema el gobierno Británico pagaba a todos los trabajadores que no tuvieran un salario mínimo (así determinado por el gobierno) la diferencia entre el salario que recibieran y este salario mínimo. Esto ahorraba a la aristocracia terrateniente el problema de pagar mayores salarios. La aristocracia pagaría los tradicionalmente bajos salarios agrícolas y el gobierno lo complementaría, evitando así que los trabajadores dejaran sus ocupaciones rurales para buscar empleo en una fábrica urbana.

Ochenta años más tarde, después de la expansión del capitalismo desde Inglaterra a la Europa continental, la aristocracia terrateniente nuevamente reaccionó contra el nuevo sistema de producción. En Alemania, los Junkers prusianos, habiendo perdido muchos trabajadores a los mayores salarios pagados por las industrias capitalistas, inventaron un término especial para el problema: ‘huida del campo – Landflucht’. Y en el Parlamento alemán discutieron lo que podía hacerse contra este mal, como era considerado desde el punto de vista de la aristocracia terrateniente. El Príncipe Bismarck, el famoso Canciller del Reich Alemán, en un discurso, un día dijo: ‘Encontré un hombre en Berlín que una vez había trabajado en mi establecimiento de campo, y le pregunté: ‘¿Por qué dejo el establecimiento, por qué se fue del campo, por qué ahora vive en Berlín?’ Y de acuerdo con Bismarck este hombre contestó: ‘No tienen un Biergarten tan lindo en el pueblito del campo, como tenemos aquí en Berlín, donde uno puede sentarse, beber cerveza y escuchar música’ Esta es una historia, desde ya, contada desde el punto de vista del Príncipe Bismarck, el empleador. No era el punto de vista de sus empleados. Ellos se iban a la industria porque la industria les pagaba más altos salarios y elevaba su nivel de vida de una manera que no tenía precedentes. En la actualidad, en los países capitalistas, hay relativamente poca diferencia entre la vida básica de las así llamadas clases altas y bajas; ambas tienen comida, ropa y alojamiento.

Pero en el siglo XVIII – y antes – la diferencia entre el hombre de la clase media y el hombre de la clase baja era que el hombre de la clase media tenía zapatos y el hombre de la clase baja no tenía zapatos. En los EEUU hoy la diferencia entre un hombre rico y un hombre pobre significa, a menudo, solamente la diferencia entre un Cadillac y un Chevrolet. El Chevrolet puede haber sido comprado de segunda mano pero, básicamente, le da el mismo servicio a su propietario: él, también, puede manejar de un punto a otro. Más del cincuenta por ciento de la gente en los EEUU vive en casas y departamentos de su propiedad.

 

Los empresarios ya no saben porqué brindar, Mises en Buenos Aires ya puso las cosas en claro

Luego de preocuparse mucho por haber propuesto un brindis por el capitalismo, los empresarios cambiaron el tono de la reunión. A la próxima ve el ministro Kiciloff:

«Enhorabuena. Pasamos del brindis por el capitalismo al brindis por John Maynard Keynes en menos de un mes. De la ortodoxia a la heterodoxia sin ninguna escala», comentó un empresario argentino que fue uno de los primeros en confirmar su asistencia. En el último encuentro, su cara de sorpresa y cruce de copas por la amistad en lugar de la política había sido la manera de escapar a la foto con la que no se sentía cómodo. http://www.lanacion.com.ar/1791355-ahora-el-brindis-sera-por-keynes

En la siguiente reunión estuvieron Miguel Bein, Agustín D’Attellis y Javier González Fraga. Todo mucho más moderado. No hubo brindis, salvo por la entidad organizadora, y una mención al pasar de la “economía de mercado”: “Todo terminaba, pero volvió a subir al atril Antonio Estrany Gendre, el ejecutivo de Pan American Energy, que en la reunión pasada había propuesto «un brindis por el capitalismo», gesto que molestó al kirchnerismo. ¿Volvería a provocar? Hubo silencio. El español se tomó su tiempo. Hizo un recorrido por los «principios» que habían confluido a crear el Cicyp en 1942 más allá de cualquier «situación de emergencia», entre los que destacó «la economía de mercado». Y, acto seguido, inconmovible, levantó la copa: «Por el Cicyp y sus principios». http://www.lanacion.com.ar/1792580-el-cepo-cambiario-avivo-una-encendida-discusion-entre-economistas-y-empresarios

No podrían invitar a Mises, por supuesto, pero éste ya había hablado claramente en una reunión de empresarios, en esta ciudad.

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Comienza con una exposición sobre el Capitalismo. Algunos párrafos:

Mises4

En la Inglaterra del Siglo XVIII, la tierra podía soportar solamente seis millones de personas en un nivel de vida muy bajo. Hoy más de cincuenta millones de personas disfrutan un nivel de vida mucho más alto, aún del que disfrutaban los ricos durante el siglo XVIII. Y el nivel de vida sería hoy probablemente más alto si una gran cantidad de energía de los Británicos no hubiera sido desperdiciada en lo que fueron, desde varios puntos de vista, evitables ‘aventuras’ políticas y militares.

Estos son los hechos sobre el capitalismo. Así si un inglés – o realmente cualquier otro hombre de cualquier otro país del mundo – dice hoy a sus amigos que se opone al capitalismo, hay una maravillosa forma de contestarle: ‘Tú sabes que la población de este planeta es ahora diez veces más grande que en las épocas que precedieron al capitalismo; tú sabes que todos los hombres hoy disfrutan de un mucho mejor nivel de vida que el que disfrutaron sus ancestros antes de la era del capitalismo. Pero, ¿cómo sabes que tú eres el uno entre diez que habría vivido en ausencia del capitalismo? El simple hecho que hoy estés vivo es la prueba que el capitalismo ha tenido éxito, así consideres o no que tu vida es valiosa’

A pesar de todos sus beneficios el capitalismo ha sido furiosamente atacado y criticado. Es preciso que comprendamos el origen de esta antipatía. Es un hecho que el odio hacia el capitalismo no se originó en las masas, ni entre los propios trabajadores, sino en la aristocracia terrateniente – la alta burguesía, la nobleza – de Inglaterra y del continente europeo. Ellos culparon al capitalismo por algo que no era para ellos demasiado agradable: a principios del Siglo XIX los más altos salarios pagados por la industria a sus trabajadores forzó a la burguesía terrateniente a pagar igualmente altos sueldos a los trabajadores agrícolas. La aristocracia atacó la industria enjuiciando el nivel de vida de las masas de trabajadores.

Desde luego – desde nuestro punto de vista – el nivel de vida de los trabajadores era extremadamente bajo; las condiciones bajo el capitalismo temprano eran totalmente espeluznantes, pero no porque las recientemente desarrolladas industrias capitalistas hubieran perjudicado a los trabajadores. La gente contratada para trabajar en las fábricas ya había estado viviendo en un nivel virtualmente sub-humano. La famosa y antigua historia, repetida centenares de veces, que las fábricas empleaban mujeres y niños quienes, antes que estuvieran trabajando en las fábricas habían estado viviendo en condiciones satisfactorias, es una de las más grandes falsedades de la historia. Las madres que trabajaban en las fábricas no tenían con qué cocinar: ellas no habían dejado sus hogares y sus cocinas para ir a las fábricas porque no tenían cocina alguna, y si tenían una cocina, no tenían alimentos para cocinar en esas cocinas. Y los niños no venían de confortables guarderías. Estaban pasando hambre y se morían. Y toda la charla sobre el así denominado inenarrable horror del capitalismo temprano puede ser refutada por una simple estadística: precisamente en estos años en los cuales el capitalismo Británico se desarrolló, precisamente en la época llamada de la Revolución Industrial en Inglaterra en los años de 1760 a 1830, precisamente en esos años la población de Inglaterra se duplicó, lo que significa que centenares de miles de niños – que habrían muerto en los tiempos precedentes – sobrevivieron y crecieron para convertirse en hombres y mujeres. No hay dudas que las condiciones de los tiempos anteriores habían sido muy insatisfactorias. Fue el negocio capitalista que las mejoró. Fueron precisamente esas primeras fábricas que proveyeron a las necesidades de sus trabajadores, ya sea directamente o indirectamente, exportando productos e importando alimentos y materias primas desde otros países. Una y otra vez los primeros historiadores del capitalismo – uno difícilmente puede usar una palabra más suave – han falsificado la historia.