Con los alumnos de Económicas estaremos viendo a los autores mercantilistas de los siglos XVIII y XIX, aunque en realidad las ideas mercantilistas son de todos los tiempos, incluso ahora en tiempos de “globalización”. La encuestadora Gallup, por ejemplo, presenta los resultados de una encuesta en los Estados Unidos donde se le pregunta a la gente si el comercio internacional es una oportunidad o una amenaza: http://www.gallup.com/poll/181886/majority-opportunity-foreign-trade.aspx?utm_source=alert&utm_medium=email&utm_content=morelink&utm_campaign=syndication
El 58% de los encuestados responde que es una oportunidad, vía mayores exportaciones, contra un 33% que lo ve como una amenaza, vía mayores importaciones. Notemos que pese a que la mayoría parece favorecer un comercio internacional más abierto, lo hace con una mentalidad mercantilista, ya que cree que las exportaciones son “buenas” o positivas, mientras que las importaciones son “malas” o negativas.
Todos parecen pensar que “exportar” genera riqueza, trabajo y divisas mientras que “importar” genera pérdida de empleos y de divisas. Ninguno parece considerar si acaso una exportación les hace “perder” productos, en el sentido que ahora se van del país y no pueden ser consumidos internamente, mientras que las importaciones, por el contrario, traen productos para ser consumidos…, por ellos mismos.
Tomemos, por ejemplo, el caso de las carnes. Está claro que las ventas de carnes al exterior generan puestos de trabajo en frigoríficos, empresas exportadoras y una mayor demanda en los mismos criadores y productores de animales, de la misma forma que mayores ventas internas lo harían. Pero esa carne que se va, es carne que el consumidor no podrá comprar, y eleva el precio de la carne en el mercado interno en comparación con una situación en la cual esas ventas se dirigieran al mercado interno.
Puede pasar que el consumidor esté haciendo un asado y se ponga contento, y hasta sienta cierto orgullo nacional, cuando lee en el diario que aumentaron las exportaciones argentinas de carne (algo que no sucede, por cierto), y no piensa que tendrá menos carne, o la tendrá más cara, para el mismo asado que está preparando.
Por otro lado, esas exportaciones generan divisas para el exportador. Con ellas, el exportador puede realizar importaciones o puede viajar al exterior, por ejemplo. O puede venderlas en el mercado de cambios para que otros viajen o hagan importaciones.
Las importaciones tienen algunos efectos que son conocidos y otros que no se consideran tanto. Por ejemplo, si se importan maquinarias o tecnología aumenta la productividad interna; si se importan bienes de consumo aumenta el bienestar de los consumidores. Como se benefician los trabajadores de la carne con mayores exportaciones pueden perjudicarse los trabajadores de bienes de consumo por las mayores importaciones. En una economía abierta, lentamente los trabajadores irían aprovechando las mayores oportunidades en las actividades competitivas para ir dejando las no competitivas. Las primeras tenderían a ofrecer mejores salarios y oportunidades de trabajo.
Las importaciones tienen, además, un efecto pocas veces considerado: mejoran el tipo de cambio, por lo que benefician a los productores locales y los exportadores. Es decir, los importadores son los que demandan dólares para pagar sus compras, y esa demanda tiende a subir el tipo de cambio, algo que favorece a los exportadores (y “protege” a los productores locales).
En fin, éste es un trato superficial del tema, hay muchos más efectos a tomar en cuenta. Simplemente se trata de mostrar que el “imaginario colectivo”, como han puesto de moda en estos años, es mercantilista en su enfoque, o “pre-clásico” o, antiguo si se quiere.