¿El impacto de la geografía y el clima en las ideas, en las normas sociales y en las instituciones?

Las teorías que vinculan el progreso de ciertas sociedades con su ubicación y condiciones geográficas tienen larga data. Ellas buscaban explicar el progreso de los países con climas templados y fríos, a diferencia de otros con climas cálidos, sugiriendo que los primeros alientan a realizar un mayor esfuerzo y demandan mayor creatividad para convivir con un entorno a veces difícil. Pero, claro, el entorno no parece nada fácil en los países tropicales, y además hay casos en que éstos han alcanzado altos niveles de desarrollo, Singapur siendo un buen ejemplo. Esta teoría luego reapareció pero ahora mediada por las instituciones, es decir, que el clima y las condiciones geográfica llevaron a que se desarrollen ciertas instituciones: en climas cálidos, solamente instituciones “extractivas” ya que quienes llegaban ahí no estaban preparados para eso, ni para las enfermedades allí existentes. Ahora hay una variante adicional, que plantea que el clima impacta en los valores e ideas que la gente se forma, esto a su vez en las instituciones y así en los resultados.

Esto puede verse en este paper: Voigt, Stefan (2022) : Determinant of Social Norms, ILE Working Paper Series, No. 58, University of Hamburg, Institute of Law and Economics (ILE), Hamburg: http://hdl.handle.net/10419/251574

“Ahora está muy claro que las normas sociales canalizan el comportamiento e impactan el desarrollo económico. Esta idea lleva a la pregunta: ¿Cómo evolucionan las normas sociales? Esta encuesta examina la investigación que se basa en la geografía para explicar el desarrollo de las normas sociales y sugiere que la religión y la organización familiar son mediadores potenciales. Resulta que muchas normas sociales están determinadas directa o indirectamente por la geografía y, por lo tanto, pueden considerarse en gran medida invariantes en el tiempo. Dado que el desarrollo económico exitoso presupone la congruencia entre las instituciones formales y las normas sociales, esta idea es muy relevante para todas las intervenciones políticas diseñadas para facilitar el desarrollo económico.”

¿Por qué cumplimos con normas sociales, incluso cuando van contra nuestros intereses directos?

¿Por qué cumplimos las normas sociales? Muy importante pregunta que plantean como tema de investigación Jörg Gross, de la Universidad de Leyden, y Alexander Vostroknutov, de la Universidad de Maastricht en un artículo así titulado publicado en Current Opinion in Psychology, Volume 44, April 2022, Pages 1-6. https://doi.org/10.1016/j.copsyc.2021.08.016

“Las interacciones sociales se entremezclan con reglas y normas que guían muchos aspectos de nuestro comportamiento. Desde seguir el ritual de saludo apropiado, dar propina o esperar en un semáforo en rojo hasta donar a obras de caridad o votar por políticas redistributivas, las normas sociales prescriben qué acciones tomar o evitar. Las reglas y convenciones, como conducir por el lado derecho de la calle o hacer cola, ayudan a coordinar el comportamiento social. En la mayoría de las sociedades, seguirlos suele ser de interés para el actor, ya que sugieren lo que otros harán y ayudan a evitar el castigo o la falta de coordinación [1]. Sin embargo, en muchos casos, como el pago de impuestos, la devolución de salarios inmerecidos o la verdad, las normas exigen restringir el comportamiento egoísta y pueden estar en contradicción con los objetivos personales de las personas. Por ejemplo, pararse en un semáforo en rojo sin automóviles a la vista interfiere innecesariamente para llegar a su destino.”

“¿Por qué la gente sigue normas y reglas? Según la teoría estándar de la elección racional con preferencias egoístas, adherirse a cualquier regla solo debería ocurrir cuando su violación conduce a consecuencias negativas (castigo, falta de coordinación) que superan los beneficios de esta violación. De hecho, muchas reglas sociales de conducta, como el pago de impuestos, se codifican como leyes y se sancionan las violaciones. Sin embargo, muchos otros no se formalizan ni sancionan, y sus violaciones no se pueden observar fácilmente (por ejemplo, la mentira). Tales reglas y normas informales juegan un papel crucial en el mantenimiento de la cooperación en grupos y en el establecimiento de relaciones sociales basadas en la confianza [2, 3, ∗∗4]. En este artículo, revisamos las teorías actuales que tienen como objetivo explicar por qué se siguen las normas sociales y los avances recientes sobre cómo medir las normas y el cumplimiento de las normas y destacamos algunos hallazgos empíricos sobre el cumplimiento de las normas.”

La Tragedia de los Comunes y la Ley de Gresham en un simple almuerzo luego de un juego de golf

Un día de golf puede ser una distracción para relajar una pesada semana de trabajo, pero también puede ser una oportunidad para encontrarse con todo tipo de leyes económicas y conceptos de esta ciencia.

Comencemos por las reglas del deporte mismo. Son un claro ejemplo de normas sociales resultado de un largo proceso evolutivo, con un alto componente de tradición y, luego ya de muchos años, alguna agencia que se dedica a ordenar las reglas y a dictar nuevas. En el caso del golf esas agencias son dos entidades privadas: The Royal and Ancient Club of St. Andrews para todo el mundo y US Golf Association para Estados Unidos y México.

Emisión pesos

El club mismo donde jugamos es un emprendimiento privado, resultado de la iniciativa emprendedora de algunos pioneros, allá por los comienzos del siglo XX, quienes dedicaron muchos esfuerzos y recursos para que tengamos hoy esta cancha. En buena medida, somos “free riders” de sus esfuerzos, sin embargo, ellos los hicieron igual, aun sabiendo que no iban a tener la oportunidad de cobrarnos por esos tan importantes servicios que nos han dado.

El club provee lo que en economía denominaríamos como un “bien público” y resuelve en forma bastante fácil sus dos características distintivas: la no exclusión, y la no rivalidad en el consumo. Para la primera utiliza un sistema bastante sencillo, una casilla en la puerta y un carnet con el nombre del socio; para la segunda determina una cuota básica con la que financia los servicios generales a todos los socios y luego un pago específico para cada deporte, ya sea la amarra de un barco, el golf, o jugar al tennis. El club soluciona una gran cantidad de problemas para los que normalmente se nos dice que el mercado falla y solamente el estado los puede resolver.

Durante el transcurso del juego no hace falta ninguna policía, los jugadores se controlan entre sí, con el simple procedimiento de intercambiar las tarjetas y cualquier disputa se resuelve por consenso entre los jugadores o, a lo sumo, y sobre todo en caso de un torneo, apelando a la autoridad de la cancha. Hasta ahora, el gobierno no existe. Será por eso que algunos disfrutamos este deporte.

Terminan los 18 hoyos y el grupo se reúne para un almuerzo liviano. Quien nos atiende es un concesionario privado, no es parte del club. Está allí para ganar dinero, aunque ya nos conocemos, no pensamos en eso.

Y entonces aparecen dos conceptos económicos que llamaron mi atención. El primero es bien conocido: la tragedia de los comunes. Como cada uno pide lo que quiere comer y beber, pero luego la cuenta se reparte entre todos por partes iguales, existiría un claro incentivo para no cooperar, pidiendo lo más caro y luego que se pague entre todos: un equilibrio de Nash negativo en un juego tipo dilema del prisionero. Pero eso no sucede, estamos en un juego repetido, nos encontramos todas las semanas: quien actúe de esa forma tarde o temprano no será considerado un buen miembro del grupo. Los juegos repetidos llevan a la cooperación: aquí nadie se excede en sus pedidos, y muchos proponen aportar más por haber pedido algo distinto.

Los miro y no parecen ‘homo economicus’, parecen buenos amigos. Por eso la economía experimental ha mostrado que en juegos del tipo “dictador” los participantes de carne y hueso, no individuos ‘ideales’, no buscan maximizar su propia utilidad.

Finalmente llega el momento de pagar. Sacamos las billeteras. Sin que haya dicho nada, observo la Ley de Gresham en notable acción: todos seleccionan entre sus billetes de 100 (tampoco son tantos), y entregan los de Evita. Claro, tal vez será un grupo anti-peronista, o más bien anti-K pero, bueno, los K harán lo inverso, se guardarán esos billetes y entregarán primero los de Roca.

Entre los dos billetes existen un ‘tipo de cambio fijo’, y, dice Wikipedia al respecto: “La Ley de Gresham es el principio según el cual, cuando en un país circulan simultáneamente dos tipos de monedas de curso legal, y una de ellas es considerada por el público como «buena» y la otra como «mala», la moneda mala siempre expulsa del mercado a la buena. En definitiva, cuando es obligatorio aceptar la moneda por su valor facial, y el tipo de cambio se establece por ley, los consumidores prefieren ahorrar la buena y no utilizarla como medio de pago.” Una ley del siglo XVII.

En fin, para terminar un consejo: no piensen en esto cuando juega porque les aseguro que les va a ir muy mal.