La vida no es un casino: la diferencia entre riesgo e incertidumbre y el concepto de racionalidad en la Economía Conductual

Buen artículo en el Mises Wire sobre la racionalidad y la economía conductual. El autor: Arkadiusz Sieroń. El texto completo en: https://mises.org/es/wire/la-racionalidad-en-el-mundo-real-no-es-lo-que-los-economistas-piensan-que-es

Así empieza:

“Los economistas conductuales dicen que las personas se comportan irracionalmente porque calculan mal la probabilidad. Pero quizás no es un problema con la gente, sino con el uso de la teoría de la probabilidad en un ambiente no ergódico lleno de incertidumbre?1

Daniel Kahneman, galardonado con el Premio Nobel de Economía, en su libro Pensar rápido, pensar despacio plantea la tesis de que la gente a menudo sobreestima la baja probabilidad. A modo de ejemplo, menciona el riesgo de atentados suicidas con bombas en autobuses en Israel entre 2001 y 2004. Aunque el riesgo de ser víctima de bombarderos por un solo pasajero era pequeño, la gente evitaba los autobuses en la medida de lo posible, lo cual, según Kahneman, era irracional y no era resultado de una preocupación sensata por la supervivencia, sino de la heurística de disponibilidad.

Los ataques terroristas del 11 de septiembre en los Estados Unidos también se mencionan a menudo en este contexto. Después de los ataques, los estadounidenses prefirieron viajar por tierra durante algún tiempo en lugar de por aire, aunque viajar en automóvil es, estadísticamente, más peligroso. Por lo tanto, esa sustitución es irracional y contribuye a muertes innecesarias como consecuencia del aumento del número de accidentes de tráfico.

Sin embargo, existe un problema con los ejemplos anteriores: el concepto de riesgo no se aplica necesariamente a ellos. Ya en 1921, el economista estadounidense Frank Knight distinguía el riesgo de la incertidumbre. Este primer concepto se aplica a los eventos cuya probabilidad podemos estimar, como un resultado específico de la tirada de dados. Esta última se refiere a actividades cuya probabilidad se desconoce. La incertidumbre se aplica a la gran mayoría de los acontecimientos en el mundo de los negocios y, en general, en la vida cotidiana. Y para los ataques terroristas. ¿Cómo evaluar el peligro del próximo ataque terrorista y determinar el riesgo de viajar en autobús en Israel o en avión en los Estados Unidos en un mundo de nuevas amenazas? ¡No pudieron! Los ataques del 11 de septiembre fueron claramente un acontecimiento habitual, peculiar (y trágico).

La vida no es un casino

Kahneman y otros economistas conductuales confunden el riesgo con la incertidumbre o la probabilidad de la clase con la probabilidad del caso. Pero la probabilidad de la clase no se aplica aquí – volar contra las torres gemelas del World Trade Center fue un evento único. Las estadísticas del pasado no dicen nada sobre las amenazas futuras que sean fundamentalmente inciertas. Después del ataque del 11 de septiembre, los estadounidenses podían asumir razonablemente que su mundo había cambiado y en lugar de insertar nueva información en el viejo algoritmo, simplemente descartaron el algoritmo diciendo que los aviones son más seguros que los automóviles. El mundo en el que los aviones son secuestrados y vuelan a rascacielos es cualitativamente diferente del mundo en el que los aviones no son secuestrados.

El verdadero problema no es que no podamos calcular correctamente la probabilidad de algunos estados del mundo, sino que no sepamos cómo funciona el mundo. La probabilidad se aplica en un casino, pero no en la vida real, donde hay muchas incógnitas desconocidas. Hay diferencias significativas entre un juego de ruleta o el pronóstico del tiempo y el alcance de las nuevas invenciones, la perspectiva de guerra, o la perspectiva de los precios de los activos. Como escribió Keynes en 193 (asombroso, estoy de acuerdo con Keynes), «Sobre estos asuntos no hay ninguna base científica sobre la cual formar cualquier probabilidad calculable. Simplemente no lo sabemos».

La tesis de que la gente sobreestima el riesgo muy bajo de ataques terroristas es, por lo tanto, absurda, porque el concepto de riesgo no se aplica aquí en absoluto, no se puede estimar. Por lo tanto, es difícil afirmar que las personas se comportaron de forma irracional, optando por un medio de transporte que estaba más bajo su control y que minimizaba una amenaza nueva e indefinida, aunque en última instancia pudiera resultar más peligrosa.”

El análisis económico de la política y la teoría de la democracia «deliberativa».

Con los alumnos de la materia Public Choice, en el doctorado del SMC leemos a John Scott (con ese nombre, en verdad, mexicano), sobre “El Análisis Económico de la Política: métodos y límites”. El autor realiza una crítica al desarrollo “neoclásico” del Public Choice (sería difícil incluir a Buchanan en esto) y promueve un análisis normativo basado en la Economía del Bienestar que denomina “política del bienestar”, la que promovería soluciones políticas basadas en la teoría de la “democracia deliberativa”, “como mecanismo para la generación de información interpersonal, o conocimiento común (Binmore, 1990) sobre la naturaleza de las opciones, y la intensidad relativa de las preferencias de los votantes”.

Elecciones

El autor sostiene que en términos “prácticos” esta democracia sería concebible técnicamente, extendiendo la democracia electrónica con la “capacidad de interacción entre las terminales individuales, permitiendo de esta forma calibrar las perspectivas individuales entre sí en función del proyecto de decisión colectiva”.

En cuanto a la teoría de la “democracia deliberativa”, la mejor crítica al respecto es la del notable libro de Guido Pincione y Fernando Tesón “Rational Choice and Democratic Deliberation: A Theory of Discourse Failure”: http://www.amazon.com/Rational-Choice-Democratic-Deliberation-Discourse/dp/0521175380/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1414533991&sr=8-1&keywords=pincione

El resumen de Amazon dice lo siguiente:

“En la deliberación política pública, la gente se equivoca y miente según ciertas tendencias definidas. Ese fracaso del discurso es el resultado de conductas que son tanto instrumental como epistémicamente racionales. Las prácticas deliberativas de la democracia liberal (y peor aún en los casos de sociedades represivas y no democráticas) no pueden ser mejoradas para superar la tendencia de los ciudadanos racionales a creer y decir cosas que se contraponen con las proposiciones confiables de las ciencias sociales. La teoría tiene varios corolarios. Uno de ellos es gran parte de la filosofía política contemporánea puede ser considerada como un intento para vindicar, en bases morales y simbólicas, las formas que toma el fracaso del debate en la deliberación política pública. Otro es que las prácticas deliberativas no pueden ser rescatadas incluso con fundamentos no epistémicos, tales como la paz social, la imparcialidad, la participación y la igualdad. Para reducir el fracaso del debate, este libro propone reducir el área de la política mayoritaria y ampliar los mercados.”

Según Pincione y Tesón como los votantes no tienen incentivo para estar políticamente informados las teorías deliberativas terminan siendo utópicas ya que una deliberación en esas condiciones será de baja calidad o, peor aún, errada. Esto se intensificaría con la retórica de los que buscan algún privilegio y para ello terminan alimentando a la discusión con información equivocada y sesgada. Según estos autores el fracaso de la deliberación se debe a tres causas:

  1. Un costo muy elevado para conocer y aprender las ciencias sociales que nos permitirían entender el funcionamiento de la sociedad (ignorancia racional).
  2. La demagogia de los políticos para sacar ventaja de esta ignorancia en su propio beneficio o el de grupos de interés.
  3. Los amplios poderes redistributivos del estado gobernados por mayorías.

Los argumentos “vívidos” superan a los “opacos”. Tomemos el caso de los subsidios a los productores agrícolas en los países desarrollados (Europa, Japón y Estados Unidos). Suele apelarse a la imagen “vívida” de algunos productores en la ruina y obligados a dejar su propiedad y de allí a la necesidad de darle apoyo a través del subsidio; el argumento en contra, en cambio, es “opaco” ya que se trata de un razonamiento analítico económico con mucho menos atractivo que el primero. No se muestran aquí imágenes de contribuyentes pobres en otras áreas de la economía que tendrán que pagar más impuestos para financiarlos o que no llegan a fin de mes debido a la mayor carga de impuestos y esto se debe a que el costo del subsidio resulta disperso en pequeñas cantidades entre todos los contribuyentes, para ninguno de los cuales esa cantidad justifique el esfuerzo que debería realizar para informarse.

La parábola de Argentina y la racionalidad de los politicos

La revista The Economist vuelve a presentar, en su tapa esta vez, un análisis serio y contundente de la «paradoja» argentina. Una respuesta a esa pregunta que tanto locales como extranjeros se hacen: ¿cómo puede ser que un país con recursos, naturales y humanos, de alta calidad, se suma en un constante intento de arruinar sus posibilidades?

Messi - The EconomistEl análisis del artículo es correcto, y coincide en gran medida con el que propongo en el Cap. 5 del libro. El problema es institucional y, antes de eso, de valores y cultura, de haber adoptado con fervor el dogma populista que desprecia el valor de las instituciones y resalta la figura del lider, que reduce la importancia de la productividad y la competencia enfatizando la redistribución, la protección y el privilegio.

Con particular referencia al caso de las políticas agrícolas que castigan la eficiente producción local, la pregunta que se busca contestar es: ¿porqué politicos que quieren aumentar su poder y ser reelectos aplican políticas que están destinadas al fracaso y a frustrar finalmente sus propios objetivos? ¿No es que racionalmente buscan alcanzar sus propios fines?

La respuesta es que el caso no niega su racionalidad, sino que el análisis de la realidad está mediado por un velo, por una «vision del mundo», que los lleva a creer que esas políticas en definitiva le permitirán alcanzar sus objetivos. Y esta visión, en el caso de las políticas agrícolas (retenciones a las exportaciones, etc.) se basa en una teoría económica (la enfermedad holandesa), en una vision de la función del estado (cuya función principal es redistribuir) y en un conveniente cálculo politico (es redituable imponer impuestos en un grupo altamente productivo, pero minoritario, para redistriuir a una mayoría).