Entrepreneurship: Globant, una marca global de TI, que nació en un pub del centro de Buenos Aires

Con los alumnos de UCEMA analizamos casos exitosos de empresarios argentinos que desarrollan negocios Internacionales. En este caso, Nicolás Kolliker Frers analiza el caso de Globant. Aquí algunos párrafos de su trabajo:

“El proyecto Globant arrancó en un bar irlandés del Microcentro de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Allí se juntaban regularmente cuatro amigos y colegas nacidos en La Plata.

Martin Migoya, Nestor Nocetti y Martín Umaran se habían conocido en la Universidad Nacional de la Plata mientras que Guibert Englebienne estudió en UNICEN en Tandil y era el único ingeniero en sistemas (Migoya y Nocetti eran ingenieros electrónicos  y Umaran era ingeniero mecánico).

Después de la universidad, todos ellos trabajaron en distintas compañías de ingeniería de una forma u otra, y al mismo tiempo trabajaron en juntos en un ambicioso proyecto de TI en Venezuela que término consolidando su amistad y transformando la infraestructura de TI de Venezuela. Además de trabajar en Venezuela y Argentina, los cuatro habían trabajado en Brasil, Chile, México, el Reino Unido y los Estados Unidos, construyendo una perspectiva internacional de TI.”

“Sin embargo, Globant no quería competir directamente con las empresas offshore Indias únicamente en precio. Ellos sentían que esta oportunidad de arbitraje salarial podría desaparecer en cualquier momento debido a la volatilidad e incertidumbre de la Argentina con respecto a la relación entre la inflación y los tipos de cambio.”

Globant fue un éxito en la búsqueda de nuevos clientes a través de referencias de clientes anteriores y excolegas. En tan sólo un año, la compañía tenía 70 empleados y las ventas alcanzaron los U$S 3 millones. Su primera gran oportunidad llegó cuando Lastminute.com, un sitio de viajes de alto perfil con sede en el Reino Unido, contrató a Globant para ayudar a construir sus sistemas basados en código abierto a través de referencias. Lastminute.com ofrecía plazas de avión y habitaciones de hotel en un corto plazo a los consumidores a precios reducidos. Con la ayuda de Globant, el sitio se expandió para ofrecer alquiler de coches y regalos. Globant no tenía el equipo para hacer el trabajo, pero sabían de la tecnología, y salieron a contratar a las personas adecuadas. Los fundadores se turnaron para volar a Inglaterra para quedarse unos meses cada uno durante más de un año. Para esto fue importante que los fundadores tengan pasaportes europeos.

De 2004 a 2005, los ingresos anuales de Globant se duplicaron de U$S3 millones a U$S6 millones. En 2005, más del 90% de esos U$S6 millones correspondían a clientes en el extranjero. Ese año, los clientes destacados incluían no sólo a Lastminute.com del Reino Unido, sino también a Coca-Cola de los Estados Unidos y Grupo Santander de España. En 2005, los fundadores de Globant fueron seleccionados como “high impact entrepreneurs” de Endeavor Global (un prestigioso honor dentro de los países en desarrollo) que allanaron el camino para  la llegada de fondos de capital. Al ser elegido «emprendedores Endeavor» en 2005, Globant levantó U$S 2 millones de FS Partners, una empresa de fondo de capital argentino.

Luego vino el “Outsourcing 2.0″ en el que se hacía foco en la escalabilidad para mejorar los márgenes e impacto en los negocios de los clientes. En el desarrollo de software, Globant trabajó para aprovechar las soluciones de código abierto y aplicar metodologías ágiles para llegar al mercado más rápido, aprender de los usuarios, y adaptarse con frecuencia. Al crecer su experiencia, Globant poseía cada vez más piezas de su propia codificación que podrían ser readaptados para otros clientes, ahorrando horas de programación.”

“La gran oportunidad de Globant se produjo cuando Google lo seleccionó como la primera empresa a la que externalizan desarrollo de software. Los fundadores siempre habían visto el valor de poder atraer a algunos clientes “soñados», con un crecimiento prometedor.

Google era exactamente ese cliente “soñado”. «A veces hemos tenido que hacer un trabajo que no necesariamente queríamos hacer con el fin de trabajar para un cliente con el que realmente queríamos trabajar «, explico Migoya. Cuando empezaron a trabajar juntos, Globant trabajó en el sistema de publicidad online de Google AdWords. A continuación, tuvo la oportunidad para trabajar en el desarrollo y prueba de la interfaz de programación de aplicaciones (API) para «Google Checkout», su sistema de transacciones de comercio electrónico. La misión principal de Globant era encontrar security holes. A su vez Google también trabajó con Globant en proyectos como YouTube.com.”

“Globant fue financiado por inversores privados hasta 2014, cuando finalmente se hizo pública. Después de un largo análisis por parte de los inversores de Globant, principalmente Riverwood Capital, la compañía decidió listarse para hacer una IPO (Initial Public Offer) en la bolsa de Nueva York (NYSE) donde obtuvo destacables resultados en las cotizaciones e inversiones del público.”

Para Maduro, Cristina Kirchner, o Trump: James Buchanan sobre la democracia limitada y la ilimitada

Con los alumnos de la materia Public Choice, completamos las lecturas con una conferencia de James Buchanan, publicada con el título “Democracia limitada e ilimitada”. Es lo que piensa Maduro en Venezuela o pensaba Cristina Kirchner en Argentina para quien, un 54% de los votos la habilitaba a tomar cualquier medida. Algunos párrafos:

Buchanan

“Al preparar este trabajo sobre el tema señalado en el título, mi primera reacción fue asombrarme de que alguien pudiera sostener seriamente la idea de una «democracia ilimitada» en cualquiera de sus formas o modalidades. En sentido literal, la «democracia ilimitada» presumiblemente permitiría a una mayoría o a una pluralidad de votantes —ya sea a través de plebiscitos, referenda o asambleas elegidas— hacer cualquier cosa, en el momento que se les ocurra y a quienes les plazca.

El significado totalitario de la «democracia ilimitada», definida e interpretada en este sentido, ha sido reconocido por lo menos desde los tiempos de los primeros autores griegos sobre política. Aunque la teoría política ha retrocedido durante nuestra era, especialmente a partir del siglo XVIII, no creo que sea posible, aun en 1981, encontrar a alguien que defienda sinceramente un régimen mayoritario totalmente irrestricto.

El debate critico de nuestro tiempo, para los años 80 y siguientes, no se centra en la conveniencia o inconveniencia de la democracia ilimitada. El debate gira mas bien sobre el tipo y grado de restricciones mínimas que se necesitan para asegurar la viabilidad de una sociedad en la cual los individuos puedan mantener sus libertades individuales y, desde un punto de vista más instrumental, sobre cómo estas limitaciones pueden ponerse en práctica según la mentalidad vigente a fines del siglo XX.”

“En los Estados Unidos celebraremos el bicentenario de nuestra Constitución en 1987. He sugerido que esta década sea consagrada al «diálogo constitucional», el que debe buscar corregir las fallas que han permitido a los gobiernos contemporáneos expandir sus facultades mucho más allá de las fronteras visualizadas por nuestros padres de la patria. Tenemos necesidad urgente de reformas constitucionales, de poner nuevos límites a los alcances excesivos del Leviatán que ha crecido a pesar de la presencia de restricciones procesales.

Permítaseme concluir con un mensaje de esperanza. El proceso de reforma ya ha comenzado; Howard Jarvis escandalizó al mundo en 1978 cuando logró la aprobación en California de la Proposición Nº 13; Ronald Reagan inició todo este proceso mediante su fracasado intento con la Proposición Nº 1 en 1973. Tanto el clima académico como político está mucho más receptivo a las ideas constitucionales en 1981 que durante ningún otro período de mi carrera activa. Este interés no parece limitarse solamente a mi país. El público de Europa, América Latina y Japón ha parecido receptivo a mis propios intentos de persuasión durante los últimos dos años.

El profesor Hayek ha sugerido que las últimas dos décadas de este siglo serán de importancia crítica; opina que si de alguna forma pudiéramos atravesar estas dos décadas sin la pérdida total de las libertades, el comienzo del siglo XXI podría ofrecer brillantes perspectivas. Esta percepción de Hayek se basa en su convicción de que probablemente las generaciones más jóvenes no cometerán los mismos errores intelectuales que sus mayores. Quiero hacer notar que ya han transcurrido dos o tres años desde que Hayek hizo estas observaciones y que hemos avanzado sorprendentemente bien: se ha producido una evolución notable en la opinión pública con respecto a la política. Mis advertencias de precaución dirigidas a los miembros de esta sociedad apuntan en contra de una posible «complacencia electoral». No debemos adormecernos por las victorias electorales temporales de los políticos y de los partidos que comparten nuestros compromisos ideológicos. En un sentido muy real, estas victorias tienden a distraer nuestra atención de los temas más fundamentales como son la imposición de nuevas reglas para limitar la acción del gobierno, reglas que sean operativas al margen de quienes sean los partidos o políticos que ejerzan el poder durante cortos períodos. La permanencia temporal en el poder de aquellos líderes que compartan nuestros compromisos ideológicos puede y debe ser usada positivamente, aprovechando el escaso tiempo disponible para diseñar e implementar nuevas reglas que sean, al menos, elementos cuasi permanentes del tejido social.”

Hayek y el concepto de ‘justicia social’: como si la distribución fuera decidida por una ‘mente’ única

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca, llegamos al final de la materia considerando la obra de algunos de sus autores en otros campos. En este caso, vemos a Hayek discutir el concepto de “justicia social”:

Hayek

“La justicia «social» (o, a veces, justicia «económica») se vio como atributo que debían poseer las «acciones» de la sociedad, o el «tratamiento» que los individuos o los grupos recibían de la misma. Como hace generalmente el pensamiento primitivo cuando observa por primera vez algunos procesos regulares, los resultados del orden espontáneo del mercado han sido interpretados como si estuvieran dirigidos por una mente racional, o como si los beneficios o los daños que las distintas personas recibían de ese orden estuvieran determinados por actos de voluntad y pudieran por tanto ser guiados por reglas morales. Esta concepción de la justicia «social» es, pues, una consecuencia directa de aquel antropomorfismo o personificación con el que el pensamiento primitivo trata de explicar todos los procesos de auto-ordenación. Demuestra nuestra inmadurez el hecho de que aún no hayamos abandonado estos conceptos primitivos, y se exija aún de un proceso impersonal que produce una satisfacción de los deseos humanos mayor que la que pueda obtenerse de cualquier ordenación deliberada que se conforme a los preceptos morales que los hombres han desarrollado como guía de sus acciones individuales.

El uso de la expresión «justicia social» es relativamente reciente, pues parece que se remonta a hace un siglo, poco más o menos. Esta expresión se empleó de vez en cuando en tiempos más antiguos para designar los esfuerzos organizativos destinados a observar las reglas de recta conducta individual; en la actualidad se usa a veces en discusiones eruditas para valorar los efectos de las actuales instituciones de la sociedad, pero el sentido en que hoy suele emplearse, y al que constantemente se recurre en las discusiones públicas y que será analizado en el presente capítulo, es esencialmente el mismo en que durante mucho tiempo se empleó la expresión «justicia distributiva». Según parece, empezó a hacerse habitual en este sentido en el tiempo en que (y acaso en parte porque) John Stuart Mill trató explícitamente ambos términos como equivalentes en afirmaciones como:

la sociedad debería tratar igualmente bien a todos aquellos que lo han merecido igual-mente, es decir, aquellos que lo han merecido igualmente en absoluto. Este es el más alto grado abstracto de justicia social y distributiva, hacia el cual deberían hacerse converger lo más posible todas las instituciones y los esfuerzos de todos los ciudada-nos virtuosos; o bien:

se considera universalmente justo que toda persona obtenga (tanto en el bien, como en el mal) lo que merece; es injusto que tenga que obtener el bien o sufrir el mal quien no lo merece. Tal vez sea ésta la forma más clara y enfática en que puede concebirse la idea de justicia. Puesto que implica la idea de méritos morales, surge la pregunta sobre en qué consisten estos méritos.

Es significativo el hecho de que estas dos citas se encuentren en la descripción de uno de los cinco significados de justicia que Mill distingue, cuatro de los cuales se refieren a las normas de recta conducta individual, mientras que ésta define una situación fáctica que puede pero que no necesita haber sido causada por una decisión humana racional. Parece, pues, que Mill no se percató de la circunstancia de que con este significado se refiere a situaciones completamente distintas de aquellas a las que se aplican los otros cuatro sendos, o de que esta concepción de «justicia social» lleva directamente a un socialismo en plena regla.

Tales afirmaciones, que asocian explícitamente «justicia social y distributiva» al «tratamiento» de los individuos por parte de la sociedad según sus ritos morales, demuestran claramente la diferencia con la simple justicia, y al mismo tiempo la causa de la vacuidad del concepto. La exigencia de «justicia social» se dirige no al individuo sino a la sociedad -pero la sociedad, en sentido estricto, es decir como distinta del aparato de gobierno- es incapaz de obrar por un fin específico, y la exigencia de «justicia social» se convierte por tanto en una exigencia dirigida a los miembros de la sociedad para que se organicen de tal modo que puedan asignar determinadas cuotas de la producción social a los diferentes individuos y grupos. La pregunta fundamental, pues, es la de si existe el deber moral de someterse a un poder que pueda coordinar los esfuerzos de los miembros de la sociedad en orden a obtener un modelo de distribución particular, considerado como justo.

Si la existencia de este poder se da por descontada, la cuestión sobre cómo deberían distribuir los medios disponibles para satisfacer las necesidades se convierte en cuestión de justicia, aunque no sea una pregunta a la que la (264) moral vigente dé una respuesta. Parece, pues, que estaría justificado el presupuesto del que parten la mayoría de los teóricos modernos de la «justicia social», esto es, que sería necesario asignar cuotas iguales a todos a menos que consideraciones particulares exijan no aplicar este principio.26 Sin embargo, el problema principal consiste en establecer si es moral que los hombres estén sujetos a aquellos poderes sobre sus acciones que deberían ejercerse para que los beneficios obtenidos por los individuos puedan definirse significativamente como justos o injustos.”

Increíble historia en el origen de Los Grobo: este país sigue ofreciendo oportunidades de progreso

Con los alumnos de UCEMA analizamos casos exitosos de empresarios argentinos que desarrollan negocios Internacionales. En este caso, Vittorio Monti analiza el caso de Los Grobo. Aquí algunos párrafos de su trabajo:

“El grupo los Grobo comenzó en 1984 como una empresa familiar centrada en la producción agropecuaria. Adolfo, hijo de Bernardo Grobocopatel fue el fundador y quien llevó el rumbo de la compañía durante los primeros años. Su principal objetivo era generar ganancias a través de la producción agropecuaria para así expandirse comprando más y más tierras. Luego de que Adolfo abandonase la empresa, llevándose con el 4500 hectáreas, Gustavo Grobocopatel, ingeniero agrónomo, tomo el liderazgo en la compañía. A través de su mando, la compañía dejo de invertir en tierra para así centrarse en arrendar los campos en donde se producía y destinar ese dinero remanente en inversiones de activos blandos. A través de inversiones en capacitación, tecnología y redes de comunicación y negocios, Los Grobo lograron convertirse en una compañía líder agroindustrial en la Argentina, con presencia en Uruguay, Paraguay y Brasil.”

“Hace casi un siglo, Abraham Grobocopatel llegó a la Argentina desde la Rusia imperial junto a su esposa y cinco hijos, escapando de la persecución a los judíos.  Hacia 1962, Bernardo, hijo de Abraham,  y sus tres hijos (de 26, 23 y 16 años) alquilaban 1.000 hectáreas de tierra para cultivos y ganado. Bernardo murió en 1967; sus tres hijos adultos continuaron cultivando juntos hasta 1979 . En ese momento, los hermanos Grobocopatel dividieron las 4.500 hectáreas de cultivo que eran de su propiedad. Adolfo, el segundo hijo de Bernardo (y el padre de Gustavo), siempre medía el éxito en hectáreas, Adolfo creía en la idea de ser dueños de la tierra. Durante los primeros 15 años de la compañía, Adolfo ejercía suficiente poder dentro del negocio familiar como para exigir que las ganancias se reinvirtieran en comprar tierras . En 1984 Adolfo funda Los Grobo Agropecuaria, compuesta de 4 empleados administrando 3000 ha., convirtiéndose en una compañía profesionalizada en los 90.

A fines de la década de los 80, Gustavo se convenció de que la siembra directa conservaría mayores rendimientos de los cultivos y conservaría mejor el suelo . El crecimiento de la compañía fue particularmente importante desde 1989 siendo ese  el primer año en que Gustavo experimentó la siembra directa, hasta 1994/95. La adopción de la siembra directa creció rápidamente. Ya para la campaña de siembra 1991/92, el 100% del área sembrada por Los Grobo se realizaba bajo el sistema de siembra directa  Esas 75.000 hectáreas fueron un gran paso, un punto de inflexión para Los Grobo, vinculado al “primer millón” de una compañía más. En este punto, Los Grobo aún era en gran medida una empresa familiar, con Gustavo y Paula en los campos, moviéndose lo más rápido posible  ya que los altos precios de los commodities ayudaron a impulsar el crecimiento a mediados de los ‘90. Los Grobo comenzaba a ser demasiado grande como para que sólo fuera administrada por miembros de la familia: así, se contrataron los primeros profesionales externos en 1996.

El crecimiento exponencial afecto al negocio de muchas maneras. En los 80, cuando la compañía no contaba con tanto desarrollo, utilizaban sus propias maquinas. En cambio, en los 90, con gran crecimiento, no podían comprar suficiente maquinaria por lo que tomaron la decisión de tercerizar a los contratistas. Su propia estructura limitaba su crecimiento. Para esta época, la economía crecía, la hiperinflación ya había sido controlada al mantener la cotización del peso atada al dólar, los precios de las commodities eran altos y también lo eran las inversiones en agricultura. Como consecuencia de ello, el atractivo del sector agropecuario captó la atención de profesionales no vinculados a la agricultura, viéndose beneficiada la agricultura argentina. En el caso de los Grobo, se vieron beneficiados debido a que los contratistas terceros se convirtieron en sus socios. Se les pagaba una parte de la producción en vez de un salario fijo, naciendo así la red de los grobo. En la red de Los Grobo, los socios eran capacitados y posteriormente auditados para garantizar que cumplían con los estándares de calidad y que respetaban la metodología de la compañía.”

“Hoy, la empresa se ha posicionado como uno de los más importantes productores de granos del país y efectivo coordinador de procesos en la cadena agroalimentaria al desarrollar una extensa red de comercio colaborativo. Ha evolucionado hasta conformar una organización moderna basada en la innovación y apoyada en una sólida situación económica y financiera. A través de una estrategia innovadora, supo diferenciarse y crecer a lo largo de todo el país, no solo creciendo la empresa por si sola, sino generando desarrollo y sustentabilidad con el resto de sus proveedores y socios comerciales. Los Grobo buscaban un desarrollo mutuo, fundamentalmente a través de la implementación y desarrollo de tecnologías con sus socios comerciales, garantizando un crecimiento global. A través de las constantes evaluación de desempeño, garantiza las normas de calidad que tanto la diferencian en Sudamérica. La profesionalización de la gestión familiar y el hincapié en establecer buenas prácticas de gobierno corporativo garantizaron el éxito de la compañía. A futuro Los Grobo se plantearon los siguientes desafíos: La sistematización de procesos de planificación y control de gestión, y análisis de desvíos para la mejora en el manejo de las consecuencias proponiendo planes de acción alternativos. Desarrollar una metodología sistemática para evaluar y mejorar en forma consistente el conocimiento de clientes y mercados y la gestión de las quejas y reclamos. La integración de equipos de trabajo distantes geográficamente y con heterogeneidad de desarrollo. Profundizar la imagen corporativa a nivel regional”.

¿Puede la «economía de la conducta» mejorar Public Choice y así acercarla más a los Austriacos?

Con los alumnos de la materia Public Choice, vemos el trabajo de Schnellenbach, Jan; Schubert, Christian sobre un campo nuevo en esta área, “behavioral public choice” o, ¿cómo traducirlo? ¿análisis económico de la conducta política?. El paper se titula “Behavioral public choice: A survey” Freiburger Diskussionspapiere zur Ordnungsökonomik, No. 14/03; Freiburger Diskussionspapiere zur Ordnungsökonomik, No. 14/03 (2014). Disponible en: http://hdl.handle.net/10419/92975 Walter Eucken Institut; ORDO Constitutio in Libertate. Algunos párrafos:

“En el origen de la teoría de Public Choice se encuentra un llamado para alinear los supuestos motivacionales que subyacen en el estudio de la política con los de la economía. Se asume típicamente que la gente maximiza su utilidad subjetiva tanto en el mercado (como productores o consumidores) como en la política (como votantes, políticos, burócratas o lobbystas). Como enfatiza Brenna (2008), sin embargo, esa simetría motivacional no se traslada necesariamente a simetría conductual, dados los débiles incentivos para invertir en una toma de decisiones racional en el campo de las decisiones colectivas. Esto ocurre particularmente con los votantes, cuya conducta perfectamente racional puede llevar a resultados colectivos catastróficos, porque los mecanismos individuales de aprendizaje en la política son mucho más débiles y más indirectos que los del mercado.

Por ello, se espera que los sesgos cognitivos jueguen un papel tan importante en la política como en el mercado. La teoría de Public Choice es, por lo tanto, uno de los campos que muy probablemente se beneficiará de aplicar conceptos de la economía conductual (behavioral economics). Sorprendentemente, estos enfoques son relativamente nuevos en Public Choice. Tal vez se explique porque los académicos de PC se enfocaron originalmente en exportar el enfoque de la elección racional a áreas de no-mercado, y no consideraron modificar sus propios métodos analíticos (Wallerstein, 2004).

Al aplicar enfoques conductistas al Public Choice, afirmando que los individuos son más proclives a sesgos y otros problemas cognitivos cuando entran la arena política no ha de ser el fin de la historia. Más bien, un análisis sistemático de los desvíos del supuesto básico de conducta racional es requerido. Por ello, muchos autores han alentado a los académicos a que se aventuren más allá  de los supuestos básicos de racionalidad y maximización de utilidad (p. ej., Simon 1995; Ostrom 1998; Kliemt 2005).”…

“Hay un cierto número de ancestros del Behavioral Public Choice (BPC). No sorprende que Adam Smith se haya adentrado en este territorio cuando especulaba, primero, que una razón clave para la existencia del gobierno es la protección de la propiedad privada de transgresiones que se alejen de la conducta “razonable” (que, para Smith, implicaba actuar moralmente). Segundo, argumentaba que los individuos racionales van a subinvertir en la calidad de las decisiones políticas: como observara George Stigler, Smith era un pesimista al respecto, en el sentido de que ‘daba un papel más importante a la emoción, el prejuicio y la ignorancia en la vida política de lo que diera alguna vez en los asuntos económicos ordinarios’ (Stigler 1982). Luego de Smith, la creencia que los individuos pierden algo de su capacidad de razonamiento cuando entran en la esfera política puede encontrarse en Mill (1948), quien defendiendo al laissez-faire advertía sobre la conducta de ‘manada’ en la política, la incompetencia debida a la falta de especialización, malos incentivos debido al pequeño interés personal en juego en las decisiones gubernamentales y el peligro que los individuos perdieran su capacidad de contribuir voluntariamente a los bienes públicos si se acostumbraban a delegar más y más competencias en el estado.”

Alquiler de vientres: no todo tiene que estar en un Código o una ley, un contrato es suficiente

Los abogados, y jueces, tienen su lenguaje propio. A veces cuesta entenderlo desde la perspectiva de la economía, en particular de la economía de los contratos, y de la filosofía política.

El diario Clarín publica una noticia respecto a un fallo judicial relacionado con una relación contractual, en la que una pareja acuerda con una amiga que lleve adelante la gestión de un hijo/a producto de la fecundación de esperma del padre y óvulo de una donante anónima. En fin, se trata de un contrato de “alquiler de vientre” que, en esta ocasión, se reconoce. Pero lo curioso es que en ningún momento alguien se atreve a señalar que se trata simplemente de eso, del cumplimiento de un contrato. El artículo dice que la situación “no está contemplada en la legislación vigente”; pero no tiene que estarlo, es, simplemente, parte del derecho de contratos.

Aquí la noticia:

“Un tribunal reconoció como madre a una mujer que no aportó óvulos ni tuvo al bebé en su vientre, pero sí manifestó junto con su marido la voluntad de procrear -y lo consiguió- mediante técnicas de reproducción asistida.

El fallo explica que el niño fue “gestado con material genético del marido del matrimonio que desea tener un hijo y ovocitos de donante anónima, en el vientre de una amiga de los cónyuges”.

La situación no estaba contemplada en la legislación vigente al momento del embarazo y el parto, por lo que un dictamen fiscal sostuvo que debía reconocerse como madre a la mujer gestante. Pero la jueza en lo civil Myriam Cataldi declaró “el emplazamiento del niño como hijo del matrimonio que prestó su voluntad procreacional” y reivindicó el “derecho a la identidad”, pues determinó que los padres tienen la “obligación de hacerle saber la manera en que fue concebido y gestado”.

Además, ordenó al centro médico de fertilización asistida “que proceda al debido resguardo de los datos de la donante de óvulos que intervino en la presente técnica de reproducción humana”.

“Es preciso legislar de modo que cuando nazca un niño pueda ser inmediatamente inscripto como hijo de quienes quieren ser sus progenitores o progenitor conforme al elemento volitivo expresado, ya que el interés superior del niño comprometido merece ser atendido con la máxima diligencia y premura”, sostuvo la jueza.

El fallo, que ya quedó firme, advirtió que “la mujer gestante obró con pleno y libre consentimiento por cuestiones de solidaridad y humanismo decidió, con el asentimiento de su pareja conviviente y padre de sus dos hijos, llevar adelante el embarazo para dar una vida hacia sus amigos que naturalmente no pueden tener hijos”.

La pareja ahora reconocida como padres de la criatura, que nació el 14 de julio de 2014, vive en Córdoba, en tanto que la mujer que lo llevó en su vientre es de la Capital Federal. Los óvulos de la madre no pudieron ser utilizados pues “ya no tenían buena calidad debido a su edad, por lo que debieron recurrir a la ovodonación”.

http://www.clarin.com/sociedad/reconocen-madre-ovulos-gesto-bebe_0_1682831782.html

 

Una crítica al corazón de la teoría económica predominante: Rothbard sobre la utilidad y el bienestar

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), vemos un artículo esencial de Murray Rothbard: “Hacia una reconstrucción de la economía de la utilidad y el bienestar”, donde analiza el fundamento de toda la economía, la teoría del valor y la utilidad modernas. En estos párrafos se refiere a las “curvas de indiferencia”:

Rothbard

“Los revolucionarios de Hicks reemplazaron el concepto de la utilidad cardinal con el concepto de clases de indiferencia y durante los últimos veinte años, las revistas de economía han estado plagadas de curvas de indiferencia bidimensionales y tridimensionales, tangentes, “líneas de presupuesto” y demás. La consecuencia de una adopción de la aproximación de la preferencia demostrada es que todo un concepto de clase de indiferencia debe caer por tierra, junto con la complicada superestructura erigida sobre él.

La indiferencia nunca puede demostrarse por la acción. Todo lo contrario. Toda acción significa necesariamente una decisión y cada decisión significa una preferencia concreta. La acción implica lo contrario de la indiferencia. El concepto de indiferencia es un ejemplo particularmente desafortunado del error de psicologización. Se supone que las clases de indiferencia existen  subyaciendo en algún lugar y aparte de la acción. Esta suposición se muestra particularmente en aquellas explicaciones que tratan de “mapear” empíricamente curvas de indiferencia mediante el uso de complicados cuestionarios.

Si una persona es realmente indiferente ante dos alternativas, no puede elegir y no elegirá entre ambas.[29] Por tanto la indiferencia nunca es relevante para la acción y no puede probarse en la acción. Por ejemplo, si a un hombre le es indiferente el uso de 5,1 onzas y 5,2 onzas de mantequilla debido a lo mínimo de la unidad, n tendrá ocasión de actuar sobre estas alternativas. Usará la mantequilla en unidades más grandes cuando las cantidades variables no le sean indiferentes. El concepto de “indiferencia” puede ser importante para la psicología, pero no para la economía. En psicología nos interesa descubrir nuestras intensidades de valor, la posible indiferencia y todo eso. Sin embargo, en economía solo nos interesan valores revelados mediante decisiones. A la economía le resulta indiferente si un hombre elige la alternativa A en lugar de la alternativa B, porque prefiera con mucho A o porque haya lanzado una moneda. El hecho de clasificar es lo que importa a la economía, no las razones por las que el individuo llega a esa clasificación.

En años recientes el concepto de indiferencia ha estado sujeto a serias críticas. El profesor Armstrong apuntaba que bajo la curiosa formulación de “indiferencia” de Hicks, es posible que una persona sea “indiferente” entre dos alternativas y aun así elegir una por encima de la otra.[30] Little tiene alguna buena crítica del concepto de indiferencia, pero su análisis está viciado por su ansia de usar teoremas defectuosos para llegar a conclusiones sociales y por su metodología radicalmente conductivista.[31] El profesor Macfie ha planteado un ataque muy interesante al concepto de indiferencia desde el punto de vista de la psicología.[32] Los teóricos de la indiferencia tienen dos defensas básicas del papel de la indiferencia en la acción real. Una es citar la famosa fábula del asno de Buridán. Es el asno “perfectamente racional” quien demuestra indiferencia quedándose parado y hambriento, equidistante de dos balas de heno igualmente atractivos.[33]

Como las dos balas son igualmente atractivas en todos sus aspectos, el asno no puede escoger ninguna y por tanto muere de hambre. Se supone que este ejemplo indica cómo puede revelarse la indiferencia en la acción. Por supuesto, es difícil concebir un asno o persona que pueda ser menos racional. En realidad, no tiene dos alternativas sino tres, siendo la tercera morir de hambre donde se encuentra. Incluso partiendo la base de los teóricos de la indiferencia, esta tercera alternativa se clasificaría por debajo de las otras dos en la escala de valores del individuo. No elegiría morir de hambre.

Si ambas balas de heno son igualmente atractivas, entonces el asno u hombre que debe elegir una u otra, dejará que la suerte, por ejemplo lanzando una moneda, decida cuál. Pero entonces la indiferencia sigue sin revelarse por esta decisión, pues el lanzamiento de una moneda ¡le ha permitido establecer una preferencia![34]

El otro intento de demostrar las clases de indiferencia se basa en la falacia de la coherencia-constancia, que hemos analizado antes. Así, Kennedy y Walsh afirman que un hombre puede revelar indiferencia si, cuando se le pide que repita sus decisiones entre A y B a lo largo del tiempo, elige cada alternativa un 50% de las veces.[35]

Si el concepto de la curva individual de indiferencia es completamente falso, es bastante evidente que el concepto de Baumol de la “curva de indiferencia comunitaria”, que pretende construir a partir de curvas individuales, merece la mínima atención posible.[36]”

Para Alberdi, el gasto público estaba claramente definido en la Constitución. ¿Estaba? ¿Qué es promover el bienestar?

Con los alumnos de la UBA Derecho completamos el estudio de Juan Bautista Alberdi y su libro “Sistema Económico y Rentístico…”. Pensaba que la redacción de la Constitución establecía un claro límite y definición a dicho gasto, pero está claro que no fue así. Es que palabras como «promover el bienestar general» terminaron justificando cualquier cosa. Aquí sus palabras:

“El gasto público de la Confederación Argentina, según su Constitución, se compone de todo lo que cuesta el «constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común. promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad»; en una palabra, el gasto nacional argentino se compone de todo lo que cuesta el conservar su Constitución, y reducir a verdades de hecho los objetos que ha tenido en mira al sancionarse, como lo declara su preámbulo.

Todo dinero público gastado en otros objetos que no sean los que la Constitución señala como objetos de la asociación política argentina, es dinero malgastado y malversado. Para ellos se destina el Tesoro público, que los habitantes del país contribuyen a formar con el servicio de sus rentas privadas y sudor. Ellos son el límite de las cargas que la Constitución impone a los habitantes de la Nación en el interés de su provecho común y general.

Encerrado en ese límite el Tesoro nacional, como se ve, tiene un fin santo y supremo; y quien le distrae de él, comete un crimen, ya sea el gobierno cuando lo invierte mal, ya sea el ciudadano cuando roba o defrauda la contribución que le impone la ley del interés general. Hay cobardía, a más de latrocinio, en toda defraudación ejercida contra el Estado; ella es el egoísmo llevado hasta la bajeza, porque no es el Estado, en último caso, el que soporta el robo, sino. el amigo, el compatriota del defraudador, que tienen que cubrir con su bolsillo el déficit que deja la infidencia del defraudador.

Para mantener la Constitución y llevar a cabo los objetos de su instituto que hemos señalado más arriba, la misma Constitución instituye y funda el gobierno, cuyo costo se extiende y divide como los servicios de su cargo, y las necesidades públicas que deben satisfacerse con el Tesoro de la Confederación.

Según esto, los gastos se dividen primeramente en gastos nacionales y gastos de provincia.

Teniendo cada provincia su gobierno propio, revestido del poder no delegado por la Constitución al gobierno general, cada una tiene a su cargo el gasto de su gobierno local; cada una lo hace a expensas de su Tesoro de provincia, reservado justamente para ese destino. Según eso, en el gobierno argentino, por regla general, todo gasto es local o provincial; el gasto general, esencialmente excepcional y limitado, se contrae únicamente a los objetos y servicios declarados por la Constitución, como una delegación que las provincias hacen a la Confederación, o Estado general. Este sistema, que se diría entablado en utilidad de la Confederación, ha sido reclamado y defendido por cada una de las provincias que la forman. (Constitución argentina, parte 2a, título 2°, y pactos preexistentes invocados en su preámbulo.)

Su resultado puede influir grandemente en el progreso provincial, si se sabe dirigir con acierto. Dejándose a cada provincia el gasto de lo que cuesta su progreso y gobierno, tiene en su mano la garantía de una inversión oportuna y acertada. Por la regla muy cierta en administración, de que gasta siempre mal el que gasta de lejos, porque gasta en lo que no ve ni conoce sino por noticias tardías o infieles, el sistema argentino en esta parte consiste precisamente en esa descentralización discreta, que ha hecho la prosperidad interior de la Inglaterra, de los Estados Unidos, de la Suiza y de la Alemania. En lo administrativo y no en lo político está el mérito de las federaciones.

Así los gastos de provincia no son del resorte del Tesoro nacional en la Confederación Argentina. Pero es preciso no confundir con los gastos de provincia propiamente dichos los gastos de carácter nacional ocasionados en provincia. En este sentido, los gastos nacionales de la Confederación, considerados dentro de sus límites excepcionales, son susceptibles de la división ordinaria en gastos generales y gastos locales de carácter federal. Los gastos del servicio de aduanas, del de correos, de la venta de las tierras publicas, los gastos del ejército, que son todos gastos nacionales, se dividirán naturalmente en tantas secciones locales como las provincias en que se ocasionen. Esa división será necesaria al buen método y claridad del cálculo de gastos y a la confección de la ley de presupuestos. Por otra parte, residiendo el gasto público al lado de la entrada fiscal en cada sección de la Confederación, y no habiendo necesidad de que el Tesoro percibido en provincia viaje a la capital para volver a la provincia en que haya de invertirse, la división de entradas y gastos en dos órdenes, uno general y otro local, servirá para distribuir los gastos locales que pertenecen a la Confederación en el orden en que están distribuidas las entradas, sin necesidad de sacar los caudales del lugar de su origen y destino en la parte que tiene de federal o nacional. Bajo el antiguo régimen español del virreinato argentino, se observaba un método semejante que se debe estudiar como antecedente nacido de la experiencia de siglos.

De este modo, mediante un buen sistema de contabilidad, la nacionalidad de ciertas rentas, proclamada por la Constitución, no traerá más alteración práctica en la caja de provincia, que un cambio en cierto modo nominal, mediante el cual se reconoce a la nación el derecho de exigir y gobernar como suya cierta parte del Tesoro que cada provincia ejercía por sí durante el aislamiento. El solo reconocimiento de este principio restablece la idea de una patria o nacionalidad común en materia de rentas. El tiempo traerá sus resultados con tanta mayor brevedad, cuanto menos empeño tome el gobierno general en reducir a realidad presente la centralización del Tesoro, reinstalado constitucionalmente después de cuarenta años de aislamiento y desquicio, en ese punto más delicado que el poder político.”

Hayek: el principal descubrimiento de las ciencias sociales: la existencia de ‘órdenes espontáneos’

Con los alumnos de la UBA Económicas, vemos a Hayek sobre la idea más importante elaborada por las ciencias sociales: los “órdenes espontáneos”. De su artículo “Clases de orden en la sociedad”:

“Llamamos sociedad a una multitud de hombres cuando sus actividades están mutuamente ajustadas entre sí. Los hombres en una sociedad pueden perseguir exitosamente sus metas porque saben qué esperar de sus pares. Sus relaciones, en otras palabras, muestran un cierto orden. Cómo puede producirse o ser logrado un orden semejante de las múltiples actividades de millones de hombres es el problema central de la teoría social y de la política social.

Algunas veces la misma existencia de tal orden es negada cuando se asevera que la sociedad – o más particularmente, sus actividades económicas – es «caótica». La ausencia completa de un orden, sin embargo, no puede ser sostenida seriamente. Lo que significa presumiblemente esa queja es que la sociedad no es todo lo ordenada que debería ser. El orden de una sociedad existente puede inclusive ser capaz de una gran mejora; pero la crítica es debida principalmente a la circunstancia que tanto el orden que existe como la manera en que se forma no son fácilmente percibidos. El hombre sencillo estará al tanto de un orden de los asuntos sociales sólo a un punto tal que ese orden haya sido arreglado deliberadamente; y está inclinado a culpar la ausencia aparente de un orden en mucho de lo que ve al hecho de que nadie ha ordenado deliberadamente esas actividades. El orden, para la persona común, es el resultado de la actividad de ordenar de la mente que ordena. La mayoría del orden de la sociedad del que hablamos no es, sin embargo, de este tipo. Y el reconocimiento que tal orden existe requiere una cierta cantidad de reflexión.

La principal dificultad es que el orden de los eventos sociales generalmente no puede ser percibido por nuestros sentidos mas puede solamente ser rastreado por nuestro intelecto. Esto es, como veremos, un orden abstracto y no uno concreto. Es también un orden muy complejo. Y es un orden que, aunque es el resultado de la acción humana, no fue creado por los hombres acomodando deliberadamente los elementos en un modelo preconcebido. Estas peculiaridades del orden social están conectadas íntimamente, y será la tarea de este ensayo el hacer sus interrelaciones claras. Veremos que, aunque no hay absoluta necesidad de que un orden complejo sea siempre espontáneo y abstracto, cuanto más complejo es el orden que deseamos, más debemos confiar en las fuerzas espontáneas para provocarlo, y más nuestro poder de control será confinado en consecuencia de rasgos abstractos y no se extenderá a las manifestaciones concretas de ese orden.

Los términos «concreto» y «abstracto», que deberemos usar frecuentemente, son a menudo utilizados en una variedad de significados. Será útil, por lo tanto, enunciar en qué sentido van a ser usados. Como «concreto», describiremos determinados objetos reales dados a la observación por nuestros sentidos, y consideraremos como la característica distintiva de tales objetos concretos que siempre habrá en ellos aún más propiedades a ser descubiertas que las que ya conocemos o hemos percibido. En comparación con cualquier objeto determinante, y el conocimiento intuitivo que podemos adquirir de él, todas las imágenes y conceptos del mismo son abstractas y poseen un número limitado de atributos. Todo pensamiento es en este sentido necesariamente abstracto, aunque hay grados de abstracción. Sin embargo, hablando estrictamente, el contraste entre lo concreto y lo abstracto, como lo usaremos, es el mismo que entre un hecho del cual siempre conocemos sólo atributos abstractos pero siempre podemos descubrir aún más de tales atributos, y todas esas imágenes, concepciones y conceptos que retenemos cuando no contemplamos más el objeto determinado.

Un orden abstracto de cierto tipo puede comprender diferentes manifestaciones de ese orden. La distinción se vuelve particularmente importante en el caso de órdenes complejos basados en una jerarquía de relaciones de orden, donde varios de esos órdenes pueden concordar en los principios más generales de ordenamiento, pero diferir en otros. Lo que es significativo en el presente contexto es que puede ser importante que un orden posea ciertos aspectos abstractos independientes de sus manifestaciones concretas, y que podemos tener en nuestro poder el hacer que un orden que espontáneamente se forma por sí solo tendrá esas características deseables, pero no el determinar las manifestaciones concretas o la posición de los elementos individuales. La simple concepción de un orden del tipo que resulta cuando alguien pone las partes de un pretendido todo en sus lugares apropiados se aplica en muchas partes de la sociedad. En el campo social, el tipo de orden alcanzado arreglando las relaciones entre las partes de acuerdo a un plan preconcebido se llama una organización. La magnitud en que el poder de muchos hombres puede ser incrementado por tal coordinación deliberada de sus esfuerzos es bien conocida, y muchos de los logros del hombre se basan en el uso de esta  técnica. Es un orden que todos entendemos porque sabemos cómo fue hecho. Pero no es el único ni aún el principal tipo de orden en el que el trabajo de la sociedad descansa; ni puede la totalidad del orden de una sociedad ser producido de esta manera.

El descubrimiento que existe en la sociedad órdenes de otro tipo, los cuales no han sido diseñados por los hombres pero han resultado de la acción de individuos sin que ellos pensaran crear tal orden, es el logro de la teoría social. O, más bien, fue este descubrimiento que ha mostrado que había un objeto para la teoría social. Sacudió la creencia profundamente inculcada en los hombres que donde había un orden debía también haber habido un ordenador personal. Ha tenido consecuencias más allá del campo de la teoría social desde que proveyó las concepciones que hicieron posible una explicación teórica de las estructuras de fenómenos biológicos.5 Y en el campo social proveyó los fundamentos para una disputa sistemática a favor de la libertad individual.”

En tiempos de elecciones importantes y sorpresivas: Tullock sobre la matemática de contar los votos

En estos momentos de elecciones con impacto, con los alumnos de la materia Public Choice vemos a Gordon Tullock sobre sistemas electorales y escrutinios de elecciones:

Tullock

“La democracia ha tenido un serio problema desde hace ya un largo período. Un poco antes de la Revolución Francesa, Condorcet, un matemático distinguido y miembro de la Academia Francesa, descubrió un problema matemático en el proceso de votación. Al comienzo de la década de 1950, Keneth Arrow, quien luego se convirtió en Premio Nobel, en parte por este trabajo, formuló una demostración general en orden a que todos los procesos de votación están sujetos a este muy severo problema.

El Imperio Romano fue en general un gobierno muy exitoso, pero tenía lo que hoy consideraríamos una forma muy grotesca para tomar ciertas decisiones importantes. Mataban un buey, observaban detenidamente su hígado y de acuerdo a esta inspección cuidadosa decidían lo que pensaban que los dioses querían que ellos hicieran. Hoy diríamos que no estaban recibiendo orientación de parte de los dioses; pueden haber sido engañados por sus sacerdotes, lo que tal vez ocurrió aun con la mejor de las intenciones. Por otra parte, pueden haber estado recibiendo una serie de resultados al azar.

Las matemáticas, según pronto les explicaré brevemente, plantean la posibilidad real de que el acto de votar, que es la base de toda estructura democrática, sea de la misma índole, ya que no es algo producido por la voluntad del pueblo o que sume las preferencias, sino que es simplemente un generador de sucesos al azar. No estoy diciendo que podamos demostrar que es así, sino que en este momento no hay forma de probar lo contrario; por cierto, el trabajo matemático realizado indica que es así.

Habiendo presentado esta demostración como una especie de advertencia a todos ustedes en contra de poner atención al resto de mi charla, procederé ahora a hablar acerca de problemas prácticos al diseñar una Constitución. Si todos ustedes, una vez escuchada la demostración, se paran y se van, no estaré en posición de reclamar.

Cuadro 1

Votante 1: A B C

Votante 2: B C A

Votante 3: C A B

Déjenme comenzar con el Cuadro 1: tenemos un cuerpo de votantes compuesto por 3 personas que son el señor 1, el señor 2 y el señor 3, y ellos están escogiendo entre las alternativas A, B y C, y cada uno de ellos tiene el orden de preferencia que he mostrado, o sea, el señor 1 prefiere a A sobre B y a B sobre C. Preguntémonos qué pasaría si votaran sobre el asunto. El procedimiento habitual en la mayoría de las legislaturas, cuando hay más de dos alternativas, es agruparlas de a pares. Por ejemplo, pongamos a A contra B y luego a la alternativa ganadora contra C. Al observar este caso, vemos que el señor 1 votaría por A, el señor 2 votaría por B y el señor 3 votaría por A, resultando en que A tiene más votos que B. A continuación se toma el ganador en contra de la alternativa C; en este caso, el señor 1 votará por A, el señor 2 por C y el señor 3 por C; por lo tanto, C le gana a A. Esta es la forma en que característicamente se detiene el proceso en las legislaturas comunes.

Pero supongamos que somos escépticos y en vez de decir que como C gana a A y A gana a B, C le debe ganar a B. Al observar cuidadosamente vemos que el señor 1 votaría por B, el señor 2 votaría por B y el señor 3 votaría por C. En otras palabras, no hay una sola proposición que pueda ganar si las consideramos todas, ya que una de estas tres proposiciones será derrotada por una de las otras. Esto se llama un ciclo de votación.

Cuando se tiene dicho tipo de ordenamiento de las preferencias estamos ante la desafortunada circunstancia de que el resultado queda completamente determinado por el orden de la votación. Desgraciadamente, cualquiera sea el orden por el cual se sometan a votación, el asunto no mejora nada, ya que dicha votación sólo reproduce el mismo problema.

Así no hay salida. Parecería, sin embargo, que estoy recurriendo a mucha simetría en este diagrama, ejemplificando una situación muy improbable. La razón por la que apelo a esta simetría es porque tengo sólo 3 votantes, ya que si se tiene un número grande de votantes no es necesaria tanta simetría. Por ejemplo, si se supone que hay 100 votantes como el señor 1 y 100 votantes como el señor 2, ocurrirá el mismo fenómeno.

Las investigaciones de carácter matemático acerca de la frecuencia de los ciclos en el mundo real han resultado ser extremadamente difíciles. Yo comencé con eso, programando un computador; generé una gran cantidad de individuos en la memoria del equipo, les di órdenes de preferencia, los hice votar y conté los ciclos. Ese método se ha repetido después en una forma mucho más complicada y sofisticada y se han desarrollado numerosas técnicas matemáticas, todas las cuales inducen a creer que los ciclos son en realidad muy comunes. Sin embargo, debo decir que realmente no lo sabemos.”