Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca: el cálculo económico en el socialismo

Con los alumnos de la UBA Económicas vemos a Ludwig von Mises sobre el cálculo económico. Aunque se refiere a la posibilidad de dicho cálculo en el socialismo, explica también las diferencias entre valoraciones subjetivas y precios, y siendo que los precios no reflejan la totalidad de las valoraciones, son sin embargo el mejor instrumento para calcular y tomar decisiones:

“En una economía de intercambio, el valor objetivo de intercambio de los bienes de consumo pasa a ser la unidad de cálculo. Esto encierra tres ventajas. En primer lugar, podemos tomar como base del cálculo la evaluación de todos los individuos que participan en el comercio. La evaluación subjetiva de un individuo no es directamente comparable con la evaluación subjetiva de otros. Sólo llega a serlo como valor de intercambio surgido del juego de las evaluaciones subjetivas de todos aquellos que participan en la compra y venta. En segundo lugar, los cálculos de esta índole proporcionan control sobre el uso apropiado de los medios de producción. Permiten a aquellos que desean calcular el costo de complicados procesos de producción, distinguir inmediatamente si están trabajando tan económicamente como otros. Si a los precios del mercado no logran sacar ganancias del proceso, queda demostrado que los otros son más capaces de sacar provecho de los bienes instrumentales a que nos referimos. Finalmente, los cálculos basados sobre valores de intercambio nos permiten reducir los valores a una unidad común. Desde el momento que las variaciones del mercado establecen relaciones sustitutivas entre los bienes de consumo, se puede elegir para ello cualquier bien de consumo que se desee. En una economía de dinero, el dinero es el bien elegido. Mas, los cálculos de dinero tienen su límite. El dinero no es una medida de valor o de precios. El dinero no «mide» el valor. Tampoco se miden los precios en dinero: son cantidades de dinero. Y aunque aquellos que describen el dinero como «standard de pago diferido» lo crean ingenuamente, un bien de consumo no es un valor estable. La relación entre el dinero y los bienes de consumo no sólo fluctúa en cuanto a los bienes de consumo, sino también en cuanto al dinero. En general, tales fluctuaciones no son muy violentas. No perjudican en forma importante a los cálculos económicos, porque en un estado de continuo cambio de las condiciones económicas, este cálculo sólo abarca períodos relativamente cortos, en los que la «moneda dura», por lo menos, no cambia su valor adquisitivo en forma importante.

Las deficiencias de los cálculos en dinero surgen, generalmente, no porque se hayan hecho en términos de un medio de intercambio general, sino porque se basaron en valores de intercambio más que en valores subjetivos de uso. Por ejemplo, si estamos estudiando las conveniencias de una planta hidroeléctrica, no podremos incluir en los cómputos el perjuicio que ella podría significar en la belleza misma de la caída de agua, salvo que tomáramos en cuenta la baja del valor que produciría la disminución del movimiento turístico en esa región. Sin embargo, tendremos forzosamente que tomarlo en cuenta cuando decidamos si se llevará a cabo la empresa. Tales consideraciones son frecuentemente juzgadas como «no-económicas». Aceptaremos la terminología, porque la discusión respecto a términos no nos llevaría a ninguna parte. Pero no se puede decir que todas las consideraciones de esa índole sean irracionales. La belleza de un lugar o de un edificio, la salud de toda una raza, el honor de los individuos o de todo un país, aun cuando no tienen relaciones de intercambio (porque no se comercian en el mercado), son otros tantos motivos de acción racional, siempre que la gente las considere significativas como aquellas llamadas normalmente económicas.

El que ellas no entren en los cálculos de dinero se debe a la naturaleza misma de tales cálculos. Pero eso no disminuye en absoluto el valor de los cálculos de dinero en los asuntos generales de la economía. Porque todos esos bienes morales son bienes de primer orden. Podemos valorizarlos directamente y luego no encontrar dificultad para tomarlos en cuenta, aunque no caigan dentro de la esfera de los cómputos de dinero. El hecho de que escapen de dichos cómputos no presenta mayores dificultades para tomarlos en cuenta. Si sabemos exactamente cuánto hay que pagar por la belleza, por el honor, por la salud, por el orgullo, etc., nada nos impide tomarlos en cuenta. La gente muy sensible sufrirá al tener que elegir entre lo ideal y lo material, pero no se puede culpar de ello a la economía del dinero. Está dentro de la naturaleza misma de las cosas. Cuando logramos llegar a juicios de valor, sin recurrir a cómputos de dinero, no podemos evitar esa elección. Tanto el individuo como las comunidades socialistas tendrían que hacer lo mismo, y las personas verdaderamente sensibles no lo encontrarían doloroso. Llamados a elegir entre el pan y el honor, sabrán siempre cómo actuar. Si no se puede comer el honor, se puede, por lo menos, dejar de comer por el honor. Sólo aquellos que temen la angustia de la decisión, porque saben en su fuero interno que no pueden prescindir de lo material, considerarán la necesidad de elección como una profanación.”

Mason & Dunung Cap 8: la expansión internacional y la evaluación de las oportunidades

Con los alumnos de ‘International Business’, SMC, vemos el capítulo 8 del libro de Mason & Dunung.

Muchos alumnos se preocupan por el peso y la influencia de las grandes empresas en la economía. Por supuesto que hay que preocuparse, pero cuando se trata de sus relaciones y vínculos con la política y el estado, ya que ahí pueden buscar algún tipo de favor o privilegio. Pero no es lo mismo en el mercado, donde los consumidores tienen en cuenta la calidad y el precio de los productos y servicios. Allí no es necesario “sobornar” a funcionarios sino “seducir” a los clientes. En el libro de Carpenter Mason and Sanjyot P. Dunung (2011), International Business, se presenta un caso de “grandes” y “multinacionales” que pierden con más pequeños y locales, e incluso luego éstos tienen éxito en otros mercados:

“La cadena minorista JCPenney entró en Chile en 1995 abriendo dos locales. La francesa Carrefour ingresó en 1998. Ninguna de ellas lo hizo a través de una alianza con una empresa minorista local. Ambas se vieron forzadas a cerrar sus operaciones chilenas debido a las pérdidas ocasionadas. Un análisis de la Universidad Adolfo Ibañez explicó las razones detrás de estos fracasos: los administradores de estas empresas no lograron conectarse con el mercado local, ni comprendieron las variables que afectan a los negocios en Chile. Específicamente, el mercado minorista chileno era avanzado, y también era muy competitivo. Los nuevos ingresantes (JCPenney y Carrefour) no llegaron a comprender que los principales minoristas existentes tenían sus propios bancos y ofrecían servicios bancarios en sus locales minoristas, lo cual era una de las principales razones de su rentabilidad. Los recién llegados asumían que la rentabilidad en este sector se basaba solamente en las ventas minoristas. No vieron la importancia de los vínculos bancarios. Otro error típico que las compañías cometieron es asumir que un nuevo mercado no tiene competencia porque los competidores tradicionales no estaban en él.

Pero continuemos con el ejemplo y veamos cómo los minoristas chilenos ingresaron en un mercado nuevo para ellos: Perú. Estos minoristas eran exitosos en su propio mercado pero querían expandirse más allá de sus fronteras para obtener clientes en nuevos mercados. Eligieron Perú.

El mercado minorista peruano no era muy desarrollado, y no se ofrecía crédito a sus clientes. Los chilenos entraron en el mercado a través de una asociación con firmas peruanas, e introdujeron el concepto de tarjetas de crédito, que era una innovación en el poco desarrollado mercado peruano. Ingresar con un socio local los ayudó porque eliminó la hostilidad y facilitó el proceso de inversión. La oferta de tarjetas de crédito distinguió a los minoristas chilenos y les dio una ventaja sobre la oferta local.”

Un estudio de CEPAL llega a las mismas conclusiones: “Las empresas chilenas de comercio minorista han logrado construir sólidas ventajas competitivas. Estas se sustentan en un modelo de negocios que aprovecha las sinergias obtenidas de la operación conjunta de una serie de actividades relacionadas. El desarrollo de esta fórmula de comercio minorista integrado surgió directamente de la intensa competencia en un mercado chileno que, por su tamaño limitado, hacía muy difícil ser rentable en un solo segmento de la industria del comercio minorista. La clave del éxito ha sido la combinación de las mejores prácticas de los líderes internacionales con el conocimiento local, una oferta diversificada que incluye servicios bancarios y la capacidad de supervivencia en un mercado altamente competitivo. En este contexto, las compañías de comercio minorista han visto en la expansión internacional la mejor opción para iniciar una trayectoria de crecimiento sustentable”: http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/revista/noticias/articuloCEPAL/4/27644/P27644.xml&xsl=/revista/tpl/p39f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xslt

Alberdi sobre los principios constitucionales de la distribución de la riqueza, y la libertad de producir

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Alberdi en Sistema Económico y Rentístico sobre la libertad de trabajo y los salarios.

De la libertad en sus relaciones con los salarios.

La libertad o derecho al trabajo, concedido a todos los habitantes de la Confederación por los artículos 14 y 20 de la Constitución, envuelve esencialmente el derecho a los provechos del trabajo. Todos tienen opción a los beneficios del trabajo, bajo las reglas de una entera libertad sobre su tasa entre el que ofrece el trabajo y el que lo busca.

El salario es libre por la Constitución como precio del trabajo, su tasa depende de las leyes normales del mercado, y se regla por la voluntad libre de los contratantes. No hay salario legal u obligatorio a los ojos de la Constitución, fuera de aquel que tiene por ley la estipulación expresa de las partes, o la decisión del juez fundada en el precio corriente del trabajo, cuando ocurre controversia.

Cuando la Constitución proclama la libertad o derecho al trabajo, no da por eso a todo trabajador la seguridad de hallar trabajo siempre. El derecho de ganar no es el poder material de hacer ganancias. La ley puede dar y da el derecho de ganar el pan por el trabajo; pero no puede obligar a comprar ese trabajo al que no lo necesita, porque eso sería contrario al principio de libertad que protege al que rechaza lo que no quiere ni necesita.

La Constitución, por sí, nada crea ni da: ella declara del hombre lo que es del hombre por la obra de Dios, su primitivo legislador. Dios, que ha formado a todos los hombres iguales en derecho, ha dado a los unos capacidad y a los otros inepcia, creando de este modo la desigualdad de las fortunas, que son el producto de la capacidad, no del derecho. La Constitución no debía alterar la obra de Dios. sino expresarla y confirmarla. Ni estaba a su alcance igualar las fortunas, ni su mira era otra que declarar la igualdad de derechos.

Garantizar trabajo a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio. La ley no podría tener ese poder, sino a expensas de la libertad y de la pro-piedad, porque sería preciso que para dar a los unos lo quitase a los otros; y semejante ley no podría existir bajo el sistema de una Constitución que consagra en favor de todos los habitantes los principios de libertad y de propiedad, como bases esenciales de la legislación.

  • II

De la igualdad en sus aplicaciones a los salarios

El principio de igualdad, tal como ha sido consagrado por los artículos 15 y 16 de laConstitución, tiene consecuencias infinitas en la buena distribución de los beneficios del trabajo.

La Constitución ha enriquecido los provechos del trabajo libre, aboliendo el trabajo esclavo y servil, que le hacía concurrencia desastrosa. En la Confederación Argentina no hay esclavos. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen infamante, dice el art. 15.

Desconociendo las prerrogativas de sangre y de nacimiento, los fueros personales y los títulos de nobleza, haciendo a todos los habitantes de la Confederación iguales ante la ley, y fijando el principio de igualdad como base del impuesto y de las cargas públicas, el art. 16 de la Constitución ha concluido con las antiguas divisiones de los hombres, respecto al trabajo y sus beneficios, en privilegiados y plebeyos, trabajadores y ociosos, extranjeros y nacionales, tributarios y no tributarios, clientes y señores feudales, bajo cualquiera denominación. Todos son admitidos por la ley a tomar igual asiento en el banquete de los beneficios del trabajo.

Con la abolición de los privilegios de todo género, dejan de ser constitucionales las leyes que establecen gremios cuerpos y matrículas de trabajadores. Tales instituciones son tradición de las corporaciones industriales de la edad media en Europa, que pudieron ser útiles en aquel tiempo, pero que hoy constituyen privilegios ofensivos de la igualdad, designada como base de la distribución de los beneficios del trabajo, declarado libre para todos los habitantes del país. Las inmigraciones extranjeras no podrán dirigirse en busca de trabajo y de salarios a países donde sea preciso incorpo-rarse en gremios, matricularse en corporaciones, someterse a cierta disciplina, para poder trabajar y ganar el pan.

La función del ahorro, clave para el progreso; terminará luego en la eutanasia del ahorrista

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, UBA, vemos un artículo que Böhm-Bawerk publicara en Estados Unidos (sus obras en inglés se publicaron antes y más que las de Menger mismo, y luego las de Mises, por eso esos autores no eran conocidos para los economistas de habla inglesa, pero sí lo era BB). Se titula “La función del ahorro” y es antecede al ataque feroz que lanzara Keynes a través de su conocida idea de la “eutanasia del ahorrista”, para colocar al consumo como el único motor de la economía. Dice:

Bohm Bawerk - Positive Theory of Capital

“En respuesta me gustaría simple mente insistir en que no he confundido dos conceptos de “ahorro” en mis escritos, sino que sencillamente he procurado analizar completamente un concepto y presentar al lector una visión exhaustiva del proceso del “ahorro”. Para concretar, que lo que “todo el mundo conoce como ahorro” tiene en primer lugar su lado negativo, esto es, el no consumo de una porción de nuestros ingresos o, en términos aplicables a nuestra sociedad que utiliza el dinero, el no gasto de una porción del dinero recibido anualmente. Este aspecto negativo del ahorro es que es más evidente en las conversaciones cotidianas y a menudo es el único que se tiene en cuenta, puesto que comparativamente pocas personas consideran el destino subsiguiente de las sumas de dinero ahorrado, más allá de la ventanilla de caja del banco o la compañía financiera. Pero es aquí justamente donde comienza la parte positiva del proceso del ahorro, para completarse lejos del campo de visión del ahorrador, cuya acción, sin embargo, ha dado el primer impulso a toda la actividad posterior: el banco recoge los ahorros de sus depositantes y los pone a disposición de la comunidad empresarial de una forma u otra –a través de préstamos hipotecarios, empréstitos a compañías ferroviarias y a otras compañías a cambios de los bonos que éstas emiten, alojamientos para gestores de negocios, etc.-, para su empleo en posteriores iniciativas productivas, que sin esa ayuda no podrían tener éxito o al menos no lo alcanzarían con la misma eficiencia. Si aquéllos que ahorran hubieran evitado hacerlo y, en cambio, hubieran vivido más lujosamente, esto es, hubieran comprado y consumido más o mejor comida, vinos, ropa u otros objetos de lujo, habrían estimulado su producción, a través del incremento de la demanda de estos productos; frente a ello, el resultado de ahorrar y depositar en los bancos porciones de sus ingresos, hubiera sido dar un impulso a la producción en forma de incremento en la manufactura de dispositivos productivos, en ferrocarriles, fábricas, máquinas, etc.”

Y más adelante:

“… uno puede preguntarse ¿hacia qué tipo de bienes de consumo se dirigirá la producción si no se conoce por cuáles se decidirán los ahorradores? La respuesta es muy simple: quienes dirigen la producción no lo saben mejor, pero tampoco peor, acerca de la especial demanda de los ahorradores, que lo que saben de la demanda de los consumidores en general. Un sistema de producción altamente complejo, capitalista y subdividido normalmente no espera a las solicitudes que les hagan antes de proveer, sino que tiene que anticiparse a ellas con tiempo suficiente. Su conocimiento de la cantidad, el tiempo y la dirección de la demanda de bienes de consumo no se basa en información positiva, sino que solamente puede adquirirse mediante un proceso de prueba, suposición o experimentación. Por supuesto, la producción puede cometer serios errores en esta conexión y cuando esto ocurre lo expía a través de la situación de crisis que no es familiar. Sin embargo, a menudo encuentra su camino, generando suposiciones para el futuro a partir de la experiencia del pasado, sin grandes contratiempos, aunque a veces pequeños errores se corrijan con dificultad mediante una desagradable redistribución de las fuerzas productivas mal empleadas. Estos reajustes se facilitan materialmente, como tratado de demostrar en detalle en mi “Teoría positiva”, mediante la gran movilidad de muchos productos intermedios.”

La planificación económica en el socialismo: ¿cómo planificar sin precios de los factores?

Con los alumnos de UCEMA, Historia del Pensamiento Económico y Social, vemos a Lenin sobre la planificación económica en el socialismo en un artículo de 1919 titulado “La política y la economía en la dictadura del proletariado”, y luego un artículo de Mises de un año después sobre la planificación y el cálculo económico en el socialismo.

Dice Lenin:
El trabajo está mancomunado en Rusia a la manera comunista por cuanto, primero, está abolida la propiedad privada sobre los medios de producción y, segundo, porque el Poder proletario del Estado organiza en escala nacional la gran producción en las tierras y empresas estatales, distribuye la mano de obra entre las diferentes ramas de la economía y entre las empresas, distribuye entre los trabajadores inmensas cantidades de artículos de consumo pertenecientes al Estado.

Dice Mises:

Las tentativas de los bolcheviques rusos de hacer del Socialismo algo de la vida real y no un simple programa de partido, no se han enfrentado con el problema del cálculo económico bajo el Socialismo porque las Repúblicas Soviéticas existen en un mundo que crea precios en dinero para todos los medios de producción. Los gobernantes de las Repúblicas Soviéticas basan en esos precios los cálculos de acuerdo a los cuales toman sus decisiones. Si no fuera por esos precios, sus acciones carecerían de objetivos y de planificación. Sólo pueden calcular, llevar libros de contaduría y hacer planes si tienen como referencia ese sistema de precios. Su posición es la misma que la del estado y de las municipalidades socialistas de otros países: no ha surgido aún para ellos el problema del cálculo económico socialista.

Las empresas estatales y municipales calculan en base a los precios de los medios de producción y de bienes de consumo que crea el mercado. Pero sería precipitado deducir que porque existen empresas estatales y municipales, es posible el cálculo económico socialista.

Sabemos que las empresas socialistas de un solo rubro deproducción resultan únicamente porque reciben ayuda de su entorno no socialista. El estado y las municipalidades pueden mantener sus empresas propias porque los impuestos pagados por las empresas capitalistas cubren sus pérdidas. En la misma forma, Rusia ya se habría derrumbado si no hubiera sido apoyada financieramente por los países capitalistas. Pero mucho más importante que esta ayuda material prestada por la economía capitalista a las empresas socialistas es la asistencia mental. Sin las bases para el cálculo que el Capitalismo pone a disposición del Socialismo bajo la forma de precios de mercado, las empresas socialistas no podrían mantenerse, ni siquiera en rubros únicos de producción o en países individuales.

Los escritores socialistas podrán seguir publicando libros acerca de la decadencia del Capitalismo y el advenimiento del milenio socialista; podrán describir los males del Capitalismo en tonos dramáticos y compararlos con tentadores informes de las bendiciones de una sociedad socialista. Sus escritos podrán  seguir impresionando a los insensatos, pero todo eso no cambiará el destino de la idea socialista. El intento de reformar al mundo en tal sentido podría destruir la civilización, pero nunca lograría establecer una comunidad socialista que resultara exitosa.

HPE II, UBA: vemos un texto de Böhm-Bawerk sobre las contradicciones del sistema económico marxista

La semana pasada vimos este texto con los alumnos de UCEMA. Ahora, con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, de Económicas, UBA, vemos partes de un ensayo de Eugen von Boehm-Bawerk, con el título: “Una Contradicción no Resuelta en el Sistema Económico Marxista”. El título lo dice todo. En este trabajo muestra de una vez y para siempre la inconsistencia de la teoría del valor-trabajo.

marx-bio

“Como autor, Marx fue un hombre de envidiable ventura. Su obra no se puede clasificar entre los libros fáciles de leer o de comprender. La mayoría de los libros de este tipo –aun aquellos con una dialéctica más asequible y una ilación matemática más liviana— habrían encontrado completamente obstaculizado el camino hacia la popularidad. Pero, contrariamente, Marx se ha transformado en el apóstol de un amplio círculo de lectores, incluyendo a aquellos que, por norma, no leen libros difíciles. Más aún, la fuerza y la claridad de su razonamiento no eran tales como para convencer a nadie. Al revés, hombres calificados como los pensadores más serios y valiosos de nuestra ciencia, por ejemplo Karl Knies, han afirmado, desde un comienzo, mediante argumentos imposibles de pasar por alto, que la enseñanza de Marx estaba repleta, de principio a fin, de toda clase de contradicciones, tanto de lógica como de hechos. Podría fácilmente haber sucedido que la obra de Marx no hubiera encontrado partidarios ni entre el público común —que no podía entender su difícil dialéctica— ni entre los especialistas, que sí la comprendían, pero captaban demasiado bien sus limitaciones. Sin embargo, en la práctica, ha sucedido lo contrario.

Tampoco ha sido perjudicial para su influencia el hecho de que la obra de Marx haya permanecido como una estructura incompleta durante su vida. Generalmente, y con razón, desconfiamos de los primeros volúmenes, no proyectados a nuevos sistemas. Los principios universales pueden describirse seductoramente en las «Secciones Generales» de un libro, pero sólo se pueden corroborar si realmente poseen la fuerza de convicción que les atribuye su creador cuando, en la elaboración del sistema, se confrontan con todos los hechos minuciosamente. En la historia de la ciencia, muchas veces se ha dado el caso de que un primer volumen, promisorio y respetable, no ha sido continuado en un segundo volumen simplemente porque, bajo el propio análisis investigador del autor, los nuevos principios no soportan la prueba de las situaciones concretas. Pero la obra de Karl Marx no ha sufrido estos contratiempos. La gran masa de sus seguidores, basándose en la fuerza de su primer libro, tenía una fe ciega en sus obras aún no escritas.

Esta confianza, por una parte, fue sometida a una severa e inusual comprobación. Marx había expresado, en su primer libro, que todo el valor de las mercancías se basaba en el trabajo involucrado en ellas y que en virtud de esta «ley del valor» deberían intercambiarse en proporción a la cantidad de trabajo en ellas invertido; que, además, la rentabilidad o plusvalía ganada por el capitalista era el fruto de la explotación del trabajador; que, sin embargo, el monto de la plusvalía no estaba en proporción al monto total del capital invertido por el capitalista, sino sólo al monto de la parte «variable» —esto es, a aquella parte del capital pagado en sueldos y salarios—, mientras que el «capital constante», el capital empleado en la adquisición de los medios de producción, no aumentaba la plusvalía. En la vida diaria, sin embargo, la rentabilidad del capital está en proporción al capital total invertido; y, principalmente por esto, las mercancías no se intercambian de hecho en proporción a la cantidad de trabajo invertido en ellas. En este punto, por lo tanto, había una contradicción entre teoría y práctica que escasamente admitía una explicación satisfactoria. Pero esta contradicción manifiesta tampoco escapó al análisis de Marx. Con respecto a ella, el autor dice: «Esta ley (esta ley, a saber, establece que la plusvalía está en proporción sólo con la parte variable del capital) contradice claramente toda la experiencia prima facie». Pero al mismo tiempo declara que la contradicción es sólo aparente y su solución requiere juntar muchos cabos sueltos, postergándose para los siguientes volúmenes de su obra. La crítica especializada pensó que podía anticiparse con relativa certeza que Marx nunca cumpliría su compromiso, ya que, como era difícil probarla, la contradicción era insoluble.

Sus argumentos, sin embargo, no produjeron ninguna impresión en el conjunto de sus seguidores. Su simple promesa excedía todas las refutaciones lógicas.

El mercado internacional de capitales y cómo reducir el riesgo de cambios en el valor de las monedas

Con los alumnos de Empresas y Negocios Internacionales de UCEMA vemos los mercados de cambios y de capitales internacionales del libro de Mason & Dunung.  

Un mercado de capitales es básicamente un sistema en el que personas, empresas y gobiernos con un exceso de fondos transfieren esos fondos a personas, empresas y gobiernos que tienen escasez de fondos. Este mecanismo de transferencia proporciona una forma eficiente para aquellos que deseen pedir prestado o invertir dinero para hacerlo. Por ejemplo, cada vez que alguien solicita un préstamo para comprar un automóvil o una casa, accede a los mercados de capitales. Los mercados de capitales cumplen la función económica deseable de dirigir el capital hacia usos productivos.  

Hay dos formas principales en las que alguien accede a los mercados de capital, ya sea como deuda o como capital. Si bien hay muchas formas de cada uno, de manera muy simple, la deuda es dinero que se toma prestado y debe reembolsarse, y el capital social es dinero que se invierte a cambio de un porcentaje de propiedad, pero que no está garantizado en términos de reembolso.  

En esencia, los gobiernos, las empresas y las personas que ahorran una parte de sus ingresos invierten su dinero en los mercados de capitales, como acciones y bonos. Los prestatarios (gobiernos, empresas y personas que gastan más que sus ingresos) piden prestado las inversiones de los ahorradores a través de los mercados de capital. Cuando los ahorradores realizan inversiones, convierten activos libres de riesgo, como efectivo o ahorros, en activos riesgosos con la esperanza de recibir un beneficio futuro. Dado que todas las inversiones son riesgosas, la única razón por la que un ahorrador pondría en riesgo el efectivo es si los rendimientos de la inversión son mayores que los rendimientos de mantener activos libres de riesgo.  

Básicamente, una mayor tasa de rendimiento significa un mayor riesgo. Por ejemplo, imaginemos una empresa de bebidas que genera $ 1 millón en ventas brutas. Si la empresa gasta $ 900,000, incluidos impuestos y todos los gastos, entonces tiene $ 100,000 en ganancias. La empresa puede invertir los $ 100.000 en un fondo mutuo (que son grupos de dinero administrados por una empresa de inversión), invirtiendo en acciones y bonos en todo el mundo. Hacer tal inversión es más riesgoso que mantener los $ 100,000 en una cuenta de ahorros. El funcionario financiero espera que, a largo plazo, la inversión URL de Saylor: http://www.saylor.org/books Saylor.org 331 producen mayores rendimientos que el efectivo o los intereses de una cuenta de ahorros. Este es un ejemplo de una forma de financiación directa.  

En otras palabras, la empresa de bebidas compró un valor emitido por otra empresa a través de los mercados de capital. Por el contrario, la financiación indirecta implica un intermediario financiero entre el prestatario y el ahorrador. Por ejemplo, si la empresa deposita el dinero en una cuenta de ahorros y luego la caja de ahorros presta el dinero a una empresa (o una persona), el banco es un intermediario. Los intermediarios financieros son muy importantes en el mercado de capitales. Los bancos prestan dinero a muchas personas y, al hacerlo, crean economías de escala. Este es uno de los propósitos principales de los mercados de capitales. 

Alberdi: ¿cómo asegurar la industria, la persona y la propiedad? A través de tratados internacionales

Con los alumnos de la UBA Derecho, vemos a Alberdi cuando comenta cómo transmitir confianza a los inversores extranjeros, y a los trabajadores inmigrantes, luego de años de guerras civiles:

Alberdi

“En países como los nuestros, en que la guerra civil es crónica, y en que las guerras con el extranjero tienen su germen inagotable en el odio que el sistema español colonial supo inocularles hacia él, no hay medio más eficaz y serio de asegurar la industria, la persona y la propiedad, que por estipulaciones internacionales, en que el país se obligue a respetar esas garantías, en la paz lo mismo que en la guerra. Esa seguridad dada a los extranjeros es decisiva de la suerte de nuestra riqueza, porque son ellos de ordinario los que ejercen el comercio y la industria, y los que deben dar impulso a nuestra agricultura con sus brazos y capitales poderosos. Este gran medio económico de asegurar la libertad y los resultados del trabajo, en esta América de constante inquietud, pertenece a la Constitución argentina, que por el art. 27 ya citado, declara, que el gobierno federal argentino está obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras, por medio de tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público establecido en esta Constitución. O más claramente dicho, que sirvan para asegurar los principios del derecho público que establece la Constitución argentina. En efecto, el sistema económico de la Constitución argentina debe buscar su más fuerte garantía de estabilidad y solidez en el sistema económico de su política exterior, el cual debe ser Un medio orgánico del primero, y residir en tratados de comercio, de navegación, de industria agrícola y fabril con las naciones extranjeras. Sin esa garantía internacional la libertad económica argentina se verá siempre expuesta a quedar en palabras escritas y vanas.

No vacilo, según esto, en creer que los tratados de la Confederación, celebrados en julio de 1853 con la Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, son la parte más interesante de la organización argentina, porque son medios orgánicos que convierten en verdad práctica y durable la libertad de navegación y comercio interior para todas las banderas, que encerrada en la Constitución habría quedado siempre expuesta a ser derogada con ella. El día que la Confederación desconozca que esos tratados valen más para su riqueza y prosperidad que la Constitución misma que debe vivir por ellos, puede creer que su suerte será la misma que bajo el yugo de los reyes de España y de los caudillos como Rosas.”

Y luego:

«En efecto, el sistema económico de la Constitución Argentina debe buscar su más fuerte garantía de estabilidad y solidez en el sistema económico de su política exterior, el cual debe ser un medio orgánico del primero, y residir en tratados de comercio, de navegación, de industria agrícola y fabril con las naciones extranjeras. Sin esa garantía internacional la libertad económica argentina se verá siempre expuesta a quedar en palabras escritas y vanas.»

Un austriaco poco leído y comentado: Friedrich von Wieser sobre las teorías del valor

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), de Económicas UBA, vemos un “austriaco” poco leído y comentado. Friedrich von Wieser, sobre las teorías del valor, de su libro Valor Natural:  

“Creo que nadie negará que la teoría del valor necesita reformarse desde sus cimientos. La imperfección de los puntos de vista prevalecientes la confiesan incluso sus propios seguidores, pero mientras la gran mayoría de los economistas aún no saben dónde dirigirse, una nueva teoría ha llegado al frente. Al principio pasó desapercibido, y luego durante mucho tiempo pero poco pensado, elaborado por hombres que, en su mayor parte, no se conocían pero que sin embargo estaban de acuerdo donde tantos habían dudado y no estaban de acuerdo, surgió una nueva teoría basada en una nueva base. —Una teoría empírica sobre una base empírica.  

La nueva teoría parte de la vieja proposición de que el valor de los bienes proviene de la utilidad de los bienes o, lo que es lo mismo [xxxii], de las satisfacciones de la necesidad que aseguran los bienes. Entonces, para encontrar las leyes del valor, primero se deben conocer las leyes de la necesidad. Ahora, en esta búsqueda, nos encontramos con el hecho de que la necesidad de lo mismo, incluso en la misma persona y en condiciones económicas dadas, tiene fortalezas muy diferentes, que varían según el grado en que la necesidad ya ha sido satisfecho mediante el empleo de bienes. Pero como el empleo de los bienes depende, de la cantidad de bienes que se posean, la cantidad de bienes ejerce una influencia decisiva en la valoración de las necesidades y, por tanto, en la fuente del valor mismo. Esta observación es el punto de partida de una investigación más amplia. En sí mismo es de gran importancia porque en última instancia da la solución al fenómeno paradójico de que el valor cae a medida que aumentan los bienes. Pero es tan importante por sus efectos sobre el método económico, porque guía al economista, desde los falsos objetos a los que apuntan los métodos especulativos y el lenguaje ordinario, hasta el corazón empírico del fenómeno del valor. 

Como precursores de la teoría, denominamos generalmente a todos aquellos que han obtenido valor de la utilidad; especialmente aquellos que fueron persistentes en basar incluso el valor de cambio por completo en la utilidad, particularmente cuando no se apartaron de su principio a pesar de la influencia obvia de los costos de producción. Por lo general, en este punto, el enunciado de la teoría es inconsecuente u oscuro, o conserva su lógica y su claridad, a expensas de renunciar a la completitud, al omitir la cuestión de los costos. Como precursores de la nueva teoría en el sentido más estricto del término, podemos nombrar a aquellos que abordan la cuestión de las cantidades de bienes tanto como su utilidad. Por lo general, por supuesto, esto solo llega hasta el punto de mostrar los cambios en la cantidad de valor que se derivan de los cambios en la oferta y la demanda. Pero, en el caso de unos pocos escritores, ha tomado una forma mucho más exacta, donde se reconoce la “escasez”, la “limitación de la oferta” como condición bajo la cual la utilidad crea valor – y que no solo, como dice Ricardo, como se refiere a determinados productos raros, pero a los productos [xxxiii] en general. Entre los escritores que responden a esta descripción, que pueden considerarse los precursores inmediatos de nuestra teoría, se encuentran Auguste Walras (De la Nature de la Richesse et de I ‘Origine de la ValeurEvreux, 1831), y también Condillac, Genovesi y Senior . 

Dos textos de Böhm-Bawerk sobre Marx y la teoría del valor trabajo, y la utilidad marginal

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico Económico y Social de UCEMA vemos el debate sobre las teorías del valor. En forma optativa los alumnos pueden leer otros dos textos de Böhm-Bawerk donde critica teoría del valor trabajo, pero también lo hace revisando todas las teorías del valor existentes en ese momento en un trabajo (de lectura optativa), titulado «El determinante último del valor». También puede leer el capítulo sobre Marx en su libro Capital e Interés. Aquí, del primero:

«Un sorprendente cambio de enfoque se produjo con el surgimiento de la
teoría de la utilidad marginal. Puedo suponer que los aspectos
sobresalientes de esta teoría resultan ampliamente conocidos. Su piedra
fundamental es la diferenciación entre el carácter útil en general y la muy
definida y específica utilidad que, en ciertas condiciones económicas
dadas, depende del control ejercido sobre el producto en particular cuyo
valor va a determinarse. Conforme a esta teoría, el valor surge como
norma —el hecho de que existan excepciones se subraya enfáticamente—
de la utilidad de los productos y no, sin embargo, de algún carácter útil
abstracto y siempre cambiante que no puede medirse con exactitud, sino
de ese uso o empleo útil (Nutz Verwendung), que en un caso definido y
específico depende del control que se ejerce sobre ese producto en
particular.
Como consecuencia de que de todos los usos posibles que pueden darse
a un producto el que un ser racional dejaría de lado en primer lugar no es
el más importante sino el menos importante, la utilidad determinante es la
más pequeña o menos importante entre todos los usos útiles que pueden
darse a un producto. Esto determina su valor y recibe el nombre de
utilidad marginal.
Esta forma más precisa de la teoría del valor de uso se enfrenta de
manera clara y definida con la objeción que se le hace a la antigua teoría
del valor del «uso»; es decir, que los productos libres, independientemente
de cuan útiles sean, carecen de valor. La respuesta a esto es que, como los
productos libres existen en cantidades superabundantes, no existe para
nosotros utilidad alguna que dependa de una cantidad específica de ellos,
como ejemplo un único vaso de agua o un único metro cúbico de aire. Por
lo tanto, se deduce que su utilidad marginal es cero. Además, esta teoría
de la utilidad marginal nos brinda la base de un nuevo y vigoroso ataque a
la teoría del valor del costo. Considerado desde un punto de vista, el
costo que determina el valor de cualquier producto no representa más que
el valor de los bienes del productor. Si, en este momento, tal como nos
vemos obligados a hacerlo en una investigación científica, consultamos
sobre la manera como debemos determinar el valor de estos bienes del
productor encontramos que también esto, en última instancia, está
determinado por la utilidad marginal. Por lo tanto, el costo ejercería, por
así decir, sólo una vicerregencia. No puede negarse que en ciertos casos
determina el valor de algunos productos pero,
por lo general, está en sí mismo regido por un gobernante más poderoso,
esto es, la «utilidad marginal». Por lo tanto, el costo representa en su
mayor parte simplemente una provincia dentro del reino de la utilidad y
es a esta última a la que debemos concederle el lugar del «determinante
último del valor» universal.