Un amigo, poeta y ensayista, experto en Don Quijote, escribe una Constitución liberal para Chile

por Graf Eric Clifford

La Constitución chilena de 2022

«Y en el discurso de su plática vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno, enmendando este abuso y condenando aquel, reformando una costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante, y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron».

—Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha (2.1)

Gustavo Doré, Don Quijote (2.51)

Dirán que es absurdo que un tejano se dedique a escribir constituciones para latinoamericanos. Mi mejor justificación es que últimamente no veo oportunidad de hacerlo entre los anglos. No quisiera decir con eso que no haya graves problemas constitucionales en lugares como Nueva Zelanda o California, solo que los ciudadanos de esos lugares no se han atrevido a desatar una crisis constitucional con tantas posibilidades como la de Chile.

Mi segunda justificación le será más curiosa al lector común. Me he jubilado del mundo académico y paso los días en un pueblo de Texas cuyo nombre quedará en el olvido por el momento. Hay cierta ironía en el hecho de que solo ahora me creo autor, mayormente poeta, pero también ensayista y no del todo mediocre. Incluso tengo ganas de escribir novelas. De hecho, hace poco estaba a punto de terminar mi primera novela y contemplaba su edición antes de iniciar su publicación, cuando de repente me enteré de que antes de pasarme al más estimado de todos todavía me faltaba experimentar con un solo género más.

Una constitución es un tipo de texto sobre cuyo estilo, contenido e importe he meditado mucho en los últimos años y desde muchas perspectivas. Después de las elecciones de 2020 en mi país, como una especie de consuelo, me puse a estudiar y escribir sobre El federalista de Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, La democracia en América de Alexis de Tocqueville, El rey y la educación del rey de Juan de Mariana y «Nuestro pobre individualismo» de Jorge Luis Borges, además de un manojo de libros secundarios sobre el tema, todos escritos por profesores de las mayores universidades de Occidente (Friedrich Hayek y Russell Hardin en particular). Para ser franco, aunque todos estos textos son densos, me parecen eficientes en el sentido de que unos cinco o seis de ellos te pueden llevar al grano. Al reflexionar sobre el asunto, diría que el libro del vizconde de Tocqueville sigue siendo la meditación más sofisticada acerca de los objetivos, las funciones y los límites de una buena constitución, en el contexto de la modernidad al igual que la actualidad.

¿En qué consiste el éxito constitucional? Desde luego que yo no lo sé, pero mi impresión es que una constitución facilita la coordinación social entre los bloques de ciudadanos que podrían causar el mayor daño al pueblo. Incluso hay cierta paradoja en el hecho de que para incentivar una constitución que pueda persistir nos haga falta la existencia de un conflicto que les parezca a todos los involucrados casi imposible de resolver sin violencia. Aquí el corolario importante es que la mayoría de nosotros tiene que querer evitar la violencia.

Para precisar, la clave del éxito constitucional parece ser localizar el conflicto fundamental de una sociedad y luego estructurar una especie de combate político en su entorno. Con un poco de suerte y con unos frenos procesales —éstos mayormente diseñados para conseguirnos el tiempo necesario para resolver nuestros problemas a través de cualquier otro mecanismo diferente a la guerra, es decir, recurriendo al arte, el deporte, el diálogo, el comercio, el festival, la religión e incluso el sistema jurídico— quizás así sea posible evitar el apocalipsis civil. Para ser más sofisticado, la cuestión, en mi opinión, es la siguiente: ¿Cómo reconocer lo que Tucídides llama la estásis (στάσις) y luego sublimarla para que no resulte en la destrucción de la sociedad?

¿Tal acercamiento al problema constitucional refleja una cosmovisión racional y empírica o más bien pragmática y concesiva? Otra vez, no lo sé. Ya habrá notado el lector que soy adepto apasionado de esa especie de incertidumbre instada por Michel de Montaigne a lo largo de sus ensayos. No obstante, creo que el «dogma de Montaigne» —esa idea específica y común de que cualquier riqueza poseída por uno se habrá conseguido a coste del empobrecimiento de otro— es un error bien grave. Mis propios amigos libertarios, con quienes estoy de acuerdo en mucho, instintivamente me culpan por mi devoción a Montaigne. En parte, tienen razón.

Los libertarios me han enseñado que, aunque parezca imposible a primera vista, la verdad es que con tal de que un intercambio de bienes entre dos comerciantes sea voluntario, si al principio del caso es que 1 + 1 = 2, el resultado será que 1 + 1 > 2. Es decir, los dos participantes saldrán con más de lo que originalmente tenían. Incluso si yo te doy un dulce verde y tú me das a cambio un dulce rojo, nuestras propias felicidades serán ese suplemento de algo que podrá ser nada más que el mero cumplimiento de nuestros deseos. No obstante, tal cumplimiento funda la estabilidad social que al final hay que considerar entre los mayores bienes públicos. Y con bastante frecuencia, los respectivos usos de sus respectivas ganancias seguirán amplificando y multiplicando el valor del intercambio original.

La verdad es que puede haber trampa aquí. Por ejemplo, si solo yo sé que mi dulce es venenoso, te puedo perjudicar al darte el dulce rojo a cambio del verde. Así que querremos ciertas reglas y un sistema jurídico, y aspiraremos a mandar que no se oculte la información necesaria para que sea honesta la transacción. De todos modos, después del intercambio voluntario y decente, el resultado de 1 + 1 no será solo 2, sino 2 + X. Estoy convencido de que tienen razón mis amigos libertarios acerca de esa misteriosa X que siempre tendrá cierto valor difícil de cuantificar. A la vez, he de admitir que algo igual de misterioso me señala que muchas de las demás ideas de Montaigne siguen siendo útiles y valerosas. Afirmar, cuestionar y debatir en el verdadero espíritu del gran ensayista de Burdeos no tiene por qué llevarnos inevitablemente a abrazar el punto ciego de su «dogma»; incluso nos puede liberar de ello. Es más. La experiencia reciente en mi propio país ha dejado en claro que el éxito económico por sí solo no es suficiente para evitar la disolución social. La famosa teoría del «doux commerce» de Montesquieu no puede ser el único objetivo del buen gobierno, ni siquiera en EEUU, el supuesto corazón del capitalismo.

Hay errores en la constitución que hemos compuesto para Chile. Como somos seres humanos no podría ser de otra manera. Por ejemplo, hemos calculado que los objetivos principales de Chile deberían ser: (1) redistribuir los derechos al subsuelo, (2) evitar la corrupción de la policía, y (3) mantener suficientemente asimétrico el sistema de votación para promover la estásis saludable (véase artículos 1.1.2, 1.1.11, 1.4.2 y 1.4.15). La verdad es que hay muchos más y que puede haber unos que no hayamos anticipado. He escrito «hemos compuesto» y «somos seres humanos» porque al final no soy yo el único responsable del documento. He consultado con varios amigos que han preferido mantenerse anónimos y he robado descaradamente las ideas de escritores antiguos como Tucídides y Platón y también de escritores modernos como Karl Marx y Juan Bautista Alberdi. De ellos deriva mis hincapiés en la estásis, el sacrificio, el capital de inversionistas extranjeros y el «ser genérico», aunque claro está que no siempre aparecen estas ideas en el sentido de lo que tenían en mente esos teóricos.

Como soy ex académico del campo de la literatura del Siglo de Oro español, a todos aquellos que estén contemplando el tema constitucional me siento obligado a implorar que atiendan a Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, los siguientes capítulos de la segunda parte en particular: DQ 2.1 (¿cómo se reforman las repúblicas?), DQ 2.8 (¿el poder ejecutivo es una hipóstasis?), DQ 2.17 (¿el estado debería controlar la emisión de las monedas?), DQ 2.23 y DQ 2.45 (¿es el robo del subsuelo el legado del imperio español?), DQ 2.51 (¿las constituciones tienen que ser perfectas?) y DQ 2.71 (¿es injusto el mercado de labor?).

¡Ojo! Como género, la novela no suele ofrecernos respuestas claras a estas preguntas, pero sí señala su importancia y nos urge su resolución dialógica. De hecho, a toda diferencia de una constitución cuya misión es otorgar potencias y establecer orden social, la novela es una forma literaria que promueve la coordinación espontánea y extrajurídica de la vida, coordinación sin la cual una constitución jamás sería posible.

Mencioné a los angloparlantes. Insisto en que una gran lección de la experiencia política reciente en la «angloesfera» ha sido que, por necesario que sea, el gobierno es el mayor enemigo de la libertad. Hemos visto que el objetivo del gobierno es mentirnos y dividirnos, distorsionando la verdad, tanto la social como la científica. La tragedia es que la condición humana solicita todo eso. Al ser inevitable el gobierno, la solución a su tendencia de volverse en tiranía es establecer y mantener un máximo de federalismo, lo que Hayek llamaba el principio de la «subsidiariedad».

La subsidiariedad exige que los problemas sociales se aborden de abajo hacia arriba, en lugar de arriba hacia abajo, eso es, lo más cercano posible a la necesidad de su resolución. Donde las familias, los vecindarios, las iglesias o los grupos comunitarios puedan abordar un problema, deberían hacerlo. Donde no pueden, los gobiernos municipales o estatales deben intervenir. Empero seamos optimistas. No siempre, pero en la mayoría de los casos, los individuos, las familias y las asociaciones locales son fuentes de sabiduría social más eficaces que los políticos. Ergo hay que dividir las potencias tanto horizontal como verticalmente.

¿Qué competencias tengo yo para construir constituciones? Ningunas. Pero estimado lector, ¿quién de verdad pudiera reclamar tal competencia? Al final, creo que da igual de dónde venga una constitución. He estudiado toda la historia del mundo hispano desde el Cono Sur al Río Bravo y desde Miami hasta Covadonga. Conozco su literatura y su cultura. Soy adepto de los toros y del fútbol a la vez. Y soy partidario de Villareal precisamente porque cualquier club de fútbol hispano que se apropia una canción de los Beatles para su himno ya me ha ganado el corazón. Vamos: ¡Sí podéis! Y por favor, aprovechad la oportunidad para aclarar la confusión sempiterna entre las banderas de Texas y Chile (véase el artículo 1.1.7). Si un tejano es capaz de admitir que un francés ha entendido su país mejor que nadie y todo gracias a haber leído al mayor novelista de todos los tiempos (compárense DQ 2.12–14 y La democracia en América 2.3.18), entonces la buena gente de Chile puede hacerle caso a un loco obsesionado con liberar el subsuelo de los políticos y ponerlo en manos de gente infinitamente más productiva.

En fin, aunque esperamos que los chilenos adopten la siguiente constitución —que lejos de ser como «El Ladrillo» anterior es ahora corto, legible y divertido— en el interín y para que los chilenos puedan tranquilamente considerar las ventajas de ella, abogaríamos por el mando temporal de la siempre mesurada doña Cayetana Álvarez de Toledo, XV marquesa de Casa Fuerte, quien es cada vez más española que argentina. Así el actual período de transición podría llamarse «El Marquesado», que a toda diferencia de la tiranía de «El Principado» debería resultar en la mayor gloria de la República de Chile. Esperemos que la locura chilena que creó y aprobó la más exitosa constitución jamás vista en el mundo hispano, esa misma locura que ahora ha acabado con el legado de los «Chicago Boys», pueda volver a liderar no solo a Latinoamérica sino al resto del mundo, así recuperando para todos los países esa sanidad fiscal y esa harmonía social que nos faltan más que nunca. ¿Cómo se reforma una república? Pues, sin miedo y reformándola.

Vale,

ECG, 11/15/22

ENLACE A LA CONSTITUCIÓN CHILENA DE 2022

En el año 1000, el progreso parecía estar en China o Medio Oriente. Fue Europa, ¿porqué? Cambio institucional

Timur Kuran es un académico turco experto en economía y ciencias políticas, y con especial atención al Medio Oriente. Publica un libro que trata de explicar porqué esa región, que era la más adelantada en un momento, se estancó y fue Europa la que desató el progreso generado por el capitalismo. La nota es publicada por Ideas Beyond Borders con el título: Dr. Timur Kuran on The Long Divergence: https://ideasbeyondborders.substack.com/p/dr-timur-kuran-on-the-long-divergence

Una entrevista que comienza así:

“IBB: ¿Por qué escribiste este libro?

Timur Kuran: En el año 1000, si te preguntaran qué región del mundo lideraría la Revolución Industrial, probablemente responderías, China o Medio Oriente. En ese momento, era inimaginable que Europa, un remanso económico, superaría a las dos superpotencias económicas de la época. Sin embargo, Oriente Medio (estoy usando esto en el sentido de MENA) no logró generar las instituciones de la economía moderna por sí solo. Y, durante su crisis existencial del siglo XIX, tuvo que trasplantar la infraestructura de la economía moderna desde el exterior, a toda prisa.

¿Por qué este cambio de fortuna? Para la primera década de los 2000, ninguna teoría coherente había abordado el rompecabezas en profundidad. Hubo teorías superficiales y fácilmente desacreditadas que culpan a los extranjeros, como si Oriente Medio careciera de agencia. Una clase de teorías atribuía la responsabilidad a los colonizadores europeos: Francia, Gran Bretaña y, finalmente, Estados Unidos. Otra teoría se remontaba más atrás, al saqueo de Bagdad por los mongoles, como si sus ondas de choque pudieran poner de rodillas también al norte de África y a la España musulmana. Nadie se había molestado en examinar, usando modernas herramientas de análisis, si las instituciones tradicionales de Medio Oriente habían jugado algún papel en la reversión. Sí, existió una gran literatura sobre instituciones clave del Medio Oriente premoderno, como el waqf y la asociación islámica. Pero nadie había explorado cómo estas instituciones dieron forma a la trayectoria económica de Oriente Medio. Y no existía nada en absoluto en la literatura sobre cómo interactuaban estas instituciones, o sobre por qué las innovaciones institucionales de Occidente no fueron emuladas, o sobre si el Islam realmente bloqueaba ciertas adopciones, como muchos creían.”

Más sobre la relación entre democracia y progreso económico…, pero lo importante es el respeto al Derecho

¿Cuál es la relación entre la democracia y el progreso económico? No es una pregunta que tenga una fácil respuesta y algunos autores han debatido el tema. La democracia puede dañar el desempeño económico porque genera incentivos para que la política busque resultados positivos a corto plazo pero que son dañinos a largo plazo, tal el caso del gasto público y el déficit fiscal. Algunos autores han señalado que lo importante es en realidad el “rule of law”, ya que podemos encontrar muchas democracias que violan derechos básicos como el derecho de propiedad.

En un artículo publicado en la revista Public Choice se vuelve a tratar el tema: Krieger, T. “Democracy and the quality of economic institutions: theory and evidence”. Public Choice 192, 357–376 (2022). https://doi.org/10.1007/s11127-022-00990-6 El autor es miembro del Department of Corporate Taxation and Public Finance, ZEW – Leibniz-Centre for European Economic Research, Mannheim.

“Tanto en economía como en ciencias políticas, se reconoce ampliamente que las instituciones juegan un papel clave en la explicación de las diferencias entre países en el desarrollo económico.  Sin embargo, una pregunta abierta es qué factores influyen en el surgimiento de instituciones que mejoran el crecimiento. Abordamos este tema examinando si la calidad de las instituciones económicas está determinada por el régimen político. Más específicamente, estudiamos si las transiciones de la autocracia a la democracia provocan mejoras en la calidad institucional económica.

Partimos de la simple observación de que la calidad de las instituciones económicas se correlaciona positivamente con el nivel de democracia. La Figura 1 muestra este hecho estilizado para cuatro años particulares (1920, 1950, 1980, 2010), utilizando un índice de democracia continua y una medida de protección de la propiedad privada basada en expertos. La teoría económica proporciona dos explicaciones para la correlación presentada en la figura 1. La primera es que la democratización requiere instituciones económicas que funcionen bien (ver Friedman, 1962; Hayek, 1944). Una explicación alternativa es que los gobiernos democráticos tienen un mayor interés en las buenas instituciones económicas que los gobiernos autocráticos (ver Przeworski y Limongi, 1993; Olson, 1993).”

Éste es un tema central: el impacto de la cultura en las instituciones, y luego, en los resultados económicos y políticos

En estas páginas trato de reflejar algunos temas que pueden ser interesantes, que abren polémicas o que aportan conceptos a una discusión, pero el tema de este artículo creo que es central, aunque no se esté de acuerdo en todo lo que expone. La cuestión es la relación entre la cultura en una sociedad y la calidad de sus instituciones, lo que luego determina su éxito o fracaso. Es lo que trata un paper de Torsten Persson, IIES, Stockholm University; CEPR, CES-Ifo, LSE, and NBER y Guido Tabellini, Department of Economics and IGIER, Università Bocconi; CEPR, and CESifo, titulado “Culture, Institutions and Policy”: https://ssrn.com/abstract=3680457

“Dado que el trabajo empírico de Acemoglu et al. (2001), la investigación histórica ha documentado los efectos sorprendentemente persistentes de instituciones pasadas en el desarrollo economico y la política. Tres buenos ejemplos de una literatura grande y creciente son Dell (2010), Nunn y Wantchekon (2011), y Dell et al. (2018). Las complementariedades dinámicas y bidireccionales entre la cultura y las instituciones que hemos ilustrado en esta sección puede arrojar luz sobre la mecanismos detrás de la persistencia documentada en este tipo de investigación histórica. Las instituciones débiles permiten a los que están en el poder extraer rentas a expensas de los ciudadanos en general. Tal entorno político genera una cultura de clientelismo y desalienta el surgimiento de fuertes valores cívicos.

Los rasgos culturales partidistas, a su vez, pueden ser contraproducentes de varias maneras. Ellos amplifican las distorsiones políticas y permiten que los que están en el poder se salgan con la suya con aún más rentas. Este a su vez fortalece los incentivos políticos para mantener las instituciones débiles, porque las ventajas de las instituciones débiles se ven reforzadas por una cultura partidista.

Finalmente, si pocos ciudadanos tienen valores cívicos, pocos están dispuestos a luchar por mejoras institucionales, lo que socava aún más el desarrollo. De ahí que la sociedad quede atrapada en un entorno de rentas altas, instituciones débiles y una cultura clientelar. No hemos modelado el desarrollo económico aquí, pero es fácil ver cómo las rentas políticas y una cultura partidista también pueden socavar el crecimiento económico. Complementariedades dinámicas operan a la inversa en un entorno con instituciones sólidas y una fuerte cultura cívica.

Estos argumentos también revelan que un debate sobre si la cultura o las instituciones son más determinantes importantes del desarrollo económico es como un debate sobre los huevos y la gallina. En el gran esquema de las cosas, tanto la cultura como las instituciones son endógenas y están conjuntamente determinado. Ambos muestran inercia y persistencia, aunque en algunos casos las instituciones pueden vencer la inercia y cambiar rápidamente.

Para ver las implicaciones de estas características, suponga datos de panel a nivel de país sobre instituciones y la cultura fueron generados por un conjunto de modelos como el de este capítulo con diferentes países- funciones específicas, parámetros y distribuciones. Entonces la simultaneidad en estos datos de panel de la cultura y las instituciones haría que fuera un ejercicio arriesgado desentrañar una relación causal, un enlace direccional de una de estas variables a la otra. Si uno se traga nuestra suposición de que la cultura es la variable de movimiento más lento, sin embargo, las condiciones iniciales para la cultura son las primeras en el sistema. Son éstos los que gobiernan la coevolución conjunta de la cultura (la subsiguiente flujo de pollos) e instituciones (el flujo posterior de huevos) a lo largo del tiempo.”

¿Puede ser que la Inteligencia Artificial (IA) ponga en riesgo al Rule of Law?

¿Puede ser que la Inteligencia Artificial (IA) pueda ser un riesgo para el Rule of Law? Es el tema que trata este paper de Stanley Greenstein, de la Universidad de Estocolmo:

Greenstein, S. Preserving the rule of law in the era of artificial intelligence (AI). Artif Intell Law 30, 291–323 (2022). https://doi.org/10.1007/s10506-021-09294-4

“El estudio del derecho y la tecnología de la información conlleva una contradicción inherente en el sentido de que, si bien la tecnología se desarrolla rápidamente y abarca nociones como la internacionalización y la globalización, el derecho tradicional, en su mayor parte, puede reaccionar con lentitud a los desarrollos tecnológicos y también está predominantemente confinado al ámbito nacional. fronteras Sin embargo, la noción del estado de derecho desafía el fenómeno de la ley que está ligada a las fronteras nacionales y goza de reconocimiento mundial. Sin embargo, se avecina una grave amenaza para el estado de derecho en forma de un asalto de los desarrollos tecnológicos dentro de la inteligencia artificial (IA). A medida que se avanza a pasos agigantados en la disciplina académica de la IA, esta tecnología está comenzando a abrirse paso en los sistemas digitales de toma de decisiones y, de hecho, está reemplazando a los tomadores de decisiones humanos. Un excelente ejemplo de este desarrollo es el uso de la IA para ayudar a los jueces a tomar decisiones judiciales. Sin embargo, en muchas circunstancias esta tecnología es una “caja negra” debido principalmente a su complejidad pero también porque está protegida por la ley. Esta falta de transparencia y la capacidad disminuida para comprender el funcionamiento de estos sistemas que utilizan cada vez más las estructuras de gobierno está desafiando las nociones tradicionales que sustentan el estado de derecho. Esto es especialmente cierto en relación con conceptos especialmente asociados con el estado de derecho, como la transparencia, la equidad y la explicabilidad. Este artículo examina la tecnología de la IA en relación con el estado de derecho, destacando el estado de derecho como un mecanismo para el florecimiento humano. Investiga hasta qué punto el estado de derecho se ve disminuido a medida que la IA se arraiga en la sociedad y cuestiona hasta qué punto puede sobrevivir en la sociedad tecnocrática.”

Para las familias que se dedican a la política: el poder puede terminar destruyéndolas

La familia es una de las instituciones más poderosas, presente en todo el planeta y bajo cualquier civilización. Seguramente se encuentra en el lugar más preciado para muchos, sino todos. Pero, ojo que se puede perder el camino de cómo cuidarla y terminar destruyéndola. Es lo que plantea John  Grove, Managing Editor de Law & Liberty en un ensayo titulado “The Family Tragedy”: https://lawliberty.org/the-family-tragedy/

“Históricamente, la familia es una de las metáforas más comunes del poder político. Los reyes se presentaban a sí mismos como padres de su pueblo, y filósofos tan augustos como Aristóteles han sugerido que el gobierno político es una consecuencia del gobierno de la familia y está relacionado con él. Como una forma de cubrir y suavizar las duras realidades del poder, pocas imágenes son tan seductoras como la mano amorosa de un padre que defiende y guía a su “familia”, una comunidad estrechamente unida por una forma de vida compartida.

Esta combinación de poder político y amor familiar crea una imagen majestuosa y agradable, pero que inevitablemente se resquebraja cuando las necesidades del primero chocan con las limitaciones que acompañan a cualquier preocupación genuina por el segundo. Al concebirse a sí mismo como un padre de su país, un rey puede generar afecto por ellos, pero las implacables exigencias de la ley, el constante impulso por maximizar el poder, y especialmente las necesidades de la guerra, inevitablemente revelan los límites y tensiones de la metáfora. Esta dinámica, y toda la belleza y destrucción que la acompañan, es capturada por el mayor conjunto de películas que ha producido Hollywood, que ahora celebra su quincuagésimo aniversario.

El Padrino y sus secuelas no son lo que la mayoría consideraría películas políticas. Sin embargo, gran parte de su atracción y valor perdurables proviene del drama que acompaña al gobierno de una sociedad cerrada y tradicional —en parte familia, en parte empresa, en parte reino— en contraste con una América corrupta y la sociedad delgada como el papel que la caracteriza. Esta sociedad alternativa parece estar construida sobre bases más sólidas: una cultura compartida, lazos mutuos de lealtad genuina y una jerarquía universalmente aceptada.

Pero al convertir a la Familia Corleone en una potencia nacional y eventualmente global, Vito y (especialmente) Michael Corleone terminan destruyendo las mismas cosas que la hacen tan atractiva, sobre todo, la familia real de carne y hueso.”

 

Para autores del liberalismo clásico, la clave de una sociedad libre: ¿era la democracia o el parlamentarismo?

Cuando los autores clásicos buscaban elaborar la idea de una sociedad libre, ¿tenían en mente a la democracia como concepto clave, o más bien al parlamentarismo? Ése es el punto que plantea Anna Plassart en un artículo titulado “Parliamentarism: From Burke to Weber”: https://doi.org/10.1177/1474885120937574

Volume: 21 issue: 4, page(s): 836-846

Anna Plassart, The Open University, UK, comenta el libro de William Selinger, Parliamentarism: From Burke to Weber, Cambridge University Press: Cambridge, 2019; 246 pp

“El primer libro de William Selinger se propone una tarea ambiciosa: redefinir nuestra comprensión de lo que significa vivir en un estado libre. El resultado es un redescubrimiento esclarecedor de toda una tradición política, que ilustra poderosamente cómo la historia intelectual contextual puede ayudar a desafiar los supuestos modernos y hacer que el pasado parezca «extraño y desconocido de nuevo» (p. 4). Selinger lo hace desplazando el concepto de ‘democracia’ como una (supuestamente) preocupación central para una variedad de autores canónicos del siglo XIX, y demostrando que otro concepto, el de ‘parlamentarismo’, se encontraba en el centro de muchos escritores liberales europeos. búsqueda de la libertad.

La historia comienza con Montesquieu, aquí destronado como el padre fundador del constitucionalismo liberal en Europa. Lejos de proporcionar una inspiración central para el pensamiento liberal posrevolucionario, argumenta Selinger, el relato clásico de Montesquieu sobre la constitución inglesa ya estaba siendo cuestionado en el siglo XVIII. Insatisfechos con su descripción de una constitución inglesa «equilibrada» protegida por un sistema de frenos y contrapesos, varios observadores contemporáneos de la política británica (incluidos Jean-Louis de Lolme y Edmund Burke) elaboraron relatos rivales, enfatizando en cambio la posición dominante de un poderosa asamblea representativa que reflejaba la nación que representaba. La doctrina resultante del ‘parlamentarismo’, demuestra el libro, fue reelaborada por de Staël y Constant a raíz de la Revolución Francesa, y posteriormente se convirtió en el ‘paradigma dominante de un estado libre en toda Europa’ (p. 9) en el siglo XIX. . Desde la década de 1840 en adelante, gran parte de la discusión se centró en si el parlamentarismo podía acomodar los principios democráticos y el surgimiento de la participación democrática masiva, con estudios de casos aquí centrados en Tocqueville, Mill y Weber.”

 

¿Es la corrupción de la justicia la que genera corrupción en la política o al revés?

En momento en que se hace intensa la discusión sobre la corrupción en la política y en la justicia, un artículo publicado en la revista Constitutional Political Economy trata el asunto con una hipótesis poco común: que es la corrupción en la justicia la que promueve la corrupción en la política. Discutible, por cierto, pero interesante. El autor es Khalid Sekkat, Centre Emile Bernheim, University of Brussels. El artículo se titula “Have you been served, your honor? Yes, thank you, your excellency: the judiciary and political corruption”: https://doi.org/10.1007/s10602-021-09348-4

“Utilizando una muestra de 56 países (28 ricos y 28 pobres), observada durante el período 2004-2013, nuestro artículo desarrolla un análisis del contagio de la corrupción a nivel interinstitucional. Más precisamente, examina si la corrupción en el sistema de justicia es un factor importante para explicar la expansión de la corrupción en la política. Encontramos un claro efecto causal unidireccional de la corrupción en el sistema de justicia sobre la corrupción en el parlamento. La justicia corrupta baja induce a la política corrupta baja. Los resultados son robustos a varias comprobaciones. Parece que la reducción de la corrupción en la justicia por sí sola provoca una reducción directa de la corrupción en la política. Dado que combatir la corrupción es muy costoso, el resultado destaca el beneficio adicional de dedicar mayores recursos a frenar la corrupción judicial.”

Fukuyama y una solución a la «brecha»: es para USA pero ¿se aplicará también a otros países?

Seguramente muchos conocerán a Francis Fukuyama, quien es Senior Fellow, Center for Democracy, Development and the Rule of La wen Stanford University. En su momento se hizo Famoso por el libro El fin de la Historia. Fukuyama está preocupado por lo que aquí llamaríamos la “brecha”, y escribe un artículo en Persuasion sobre el tema, con el título “Paths to Depolarization” en Substack.com, que así comienza:

“La polarización, la marcada división de la sociedad estadounidense entre rojo y azul, es la mayor debilidad de los Estados Unidos como país en la actualidad. Enfrentamos muchos desafíos en la actualidad, sobre la inflación, la desigualdad racial y de género, el crimen, el uso de drogas, el cambio climático, la inmigración y similares, y todos estos problemas se vuelven más difíciles, si no imposibles, de resolver si los estadounidenses fundamentalmente no confían unos en otros y buscar bloquear cualquier solución ofrecida por el otro lado. Esta debilidad la entienden bien enemigos como Vladimir Putin de Rusia, quien ha hecho todo lo posible para ampliar esas divisiones y ha actuado geopolíticamente en un momento en que pensaba que Estados Unidos era demasiado débil y egoísta para responder de manera efectiva.

Muchas personas han reconocido la centralidad de la polarización y han ofrecido soluciones sobre cómo salir de ella. Entre estos están: cambios institucionales, especialmente a nuestras leyes electorales, que reestructurarían los incentivos bajo los cuales operan los políticos; el crecimiento de un tercer partido centrista que toma el terreno medio de las alas extremas de los dos existentes; y movimientos de base para generar moderación y comprensión de abajo hacia arriba. Todos estos serán componentes importantes de la despolarización, pero ninguno de ellos será suficiente por sí solo o se producirá lo suficientemente pronto como para resolver el problema.

El camino para salir de la polarización debe ser político, dada la naturaleza de nuestro sistema democrático: es decir, una elección de realineación en la que un partido gana decisivamente el control de ambas cámaras del Congreso y la presidencia y se mantiene en el poder a través de dos o tres ciclos electorales. Estos realineamientos son raros, pero junto con los otros caminos sugeridos pueden estar al alcance en los próximos años si una de las dos partes juega bien sus cartas.”

Las Universidades no fueron creadas por Emperadores, Papas o Príncipes. Fueron maestros y estudiantes en el mercado

Muchos piensan en las universidades como organizaciones estatales, como si algunos gobiernos las hubieran creado. Pues no, las universidades han sido creadas a pesar de los mismos gobiernos, generando un mercado de académicos. Esto es lo que se plantea en el paper “The Academic Market and the Rise of Universities in Medieval and Early Modern Europe (1000-1800)”por David de la Croix RES/LIDAM, UCLouvain, Belgium 2  CEPR, United Kingdom;  Frédéric Docquier Luxembourg Institute of Socio-Economic Research (LISER), Alice Fabre Aix-Marseille University  y Robert Stelter University of Basel, Switzerland;  Max Planck Institute for Demographic Research, Germany: https://liser.elsevierpure.com/ws/portalfiles/portal/35823793/WP_n_2022_04.pdf

“Se cree que tanto los académicos como las universidades han desempeñado un papel en el ascenso de Occidente (Mokyr 2016, Cantoni y Yuchtman 2014). Argumentamos y establecemos empíricamente que un mercado académico integrado en el período preindustrial era una institución poderosa que les permitía operar juntos. Este mercado en funcionamiento ayudó a las universidades a aprovechar el potencial del capital humano superior en los albores de las revoluciones humanística y científica y, en menor medida, durante la subsiguiente primacía europea. Nuestros resultados arrojan luz sobre la importancia de las raíces medievales en el fomento de la producción científica, confrontando estudios cualitativos sobre el tema con fuentes de datos únicas y estimaciones sólidas. Las universidades son una de las creaciones más originales de la civilización latina occidental durante la Edad Media, a partir del siglo XI.1

Surgieron cuando la sociedad reconoció que maestros y estudiantes como colectivo (universitas significa comunidad) tenían derechos legales. Las universidades son asociaciones permanentes voluntarias, basadas en intereses y autónomas (Greif 2006). Como se destaca en Rashdall (1895), “tales Gremios surgieron, como otros Gremios, sin ninguna autorización expresa del Rey, Papa, Príncipe o Prelado. Eran productos espontáneos del instinto de asociación que se extendió por las ciudades de Europa en el curso de los siglos XI y XII». Por lo tanto, una universidad era originalmente un gremio de estudiantes o maestros. Cerca del final del siglo XII, la ley extranjera Los estudiantes de Bolonia formaron un sindicato con el fin de protegerse de la discriminación de la ciudad contra los residentes extranjeros. Más o menos al mismo tiempo, los profesores de París formaron una corporación. Las universidades comenzaron entonces a extenderse por toda Europa, ya sea a través de la secesión de las existentes (Cambridge de Oxford, Padua de Bolonia, Orleans de París, etc.), o mediante la creación ex nihilo Algunas universidades fueron fundadas desde cero por una autoridad superior (podría decirse que la Universidad de Nápoles fue la primera de este tipo), pero todas siguieron los principios organizativos similares a los de los gremios de Bolonia y París. Incluso en la Universidad Imperial de Moscú (establecida en 1755, carta de 1804), el rector era elegido por sus pares, no designado por el emperador.”