Globalización y «tercera vía». Ferrer, como la Cepal, y una «teoría propia» que siempre nos dejó fuera del Mundo

Con los alumnos de la UFM, en un curso sobre las ideas políticas y económicas en América Latina, vemos a Mario Vargas Llosa comentar otra de las grandes ideas originales de la región. Antes vimos las de la Cepal, que también fueron originales, aunque sus propuestas dieron como resultado economías cerradas, estancamiento y alta inflación (aunque Fernando Henrique Cardoso habla de la originalidad de la copia). ‘

Ahora vemos una versión más actual de esas mismas ideas en un trabajo de Aldo Ferrer titulado “De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la Globalización”, donde mantiene esa visión y critica la que se denominara ‘tercera vía’, propuesta por la socialdemocracia en Europa.  Como siempre con las ideas Cepalinas, plantean una teoría ‘geográfica’, que sería existente solamente en la región, y las soluciones también serían distintas al resto del Mundo. Y así, con esas visiones, nos quedamos fuera del Mundo.

“En América Latina el desarrollo no es inherente al sistema y las políticas neoliberales causan estragos inconcebibles en los países desarrollados. Tales como, desindustrialización, desmantelamiento de pequeñas y medianas empresas, gigantesco endeudamiento externo, subordinación a los capitales especulativos, destrucción de redes de seguridad social, aumento de la pobreza y la marginalidad, y climas de inseguridad pública insoportables.

De este modo, la brecha que separa los ingresos medios de América Latina respecto del de los países avanzados tiende a crecer. Actualmente, la relación entre el ingreso per cápita de Estados Unidos y el de América Latina es de 10 a 1.

En resumen, la crisis del paradigma neoliberal en América Latina se expresa de una manera muy distinta que en los centros y la tarea por emprender es más compleja y difícil. Porque el desafío no es sólo cambiar el rumbo de una política económica –que, al fin y al cabo, debería ser un problema de coyuntura de corto plazo-, sino que se trata también nada menos que de remover los obstáculos históricos que han frenado el desarrollo de nuestros países. Provocado por su atraso crónico y su inserción asimétrica y dependiente en la globalización del orden mundial.

En resumen, el concepto de tercera vía no es aplicable a la realidad latinoamericana. Acá no tenemos que elegir entre dos rumbos distintos, más o menos eficaces, del desarrollo, el reparto del ingreso y la inserción internacional, como se plantea ahora la socialdemocracia europea. Aquí es preciso dejar atrás un legado histórico de atraso y subordinación, agravado en tiempos recientes por la estrategia neoliberal, e iniciar un sendero distinto que genere desarrollo y bienestar e inserte a América Latina en la globalización como una comunidad de naciones capaz de decidir su propio destino en el orden mundial.

Las idas de la tercera vía enriquecen las perspectivas desde las cuales deben abordarse los problemas de nuestros países, sólo que su puesta en práctica en esta región requiere decisiones de una magnitud y una complejidad desconocidas en el mundo desarrollado. La transformación del estilo de inserción de América Latina en la globalización descansa en las decisiones propias. En definitiva, la tercera vía es una visión céntrica de la globalización que no da respuestas a los formidables problemas que enfrentan nuestros países. Según el autor, habría que imitar el trabajo en equipo (por bloques regionales-internacionales), como lo hace el centro, para mejorar lo interno; para luego lanzarse a nivel mundial.”

CEPAL: una visión ideológica estatista, en la tradición socialista, financiada con el dinero de los contribuyentes

Con los alumnos de la UFM que vemos el curso sobre las ideas políticas y económicas en América Latina, estamos considerando las ideas y propuestas de la Cepal. En esta ocasión analizamos una revisión de las ideas desarrolladas en esa institución según este trabajo, elaborado para sus 50 años: Ricardo Bielschowsky (1998) Evolución de la ideas de la CEPAL, Revista de la CEPAL, Nro. Extraordinario, Santiago de Chile, octubre de 1998 (35 páginas).

La CEPAL, un organismo internacional financiado por recursos públicos, fue desde su origen algo más parecido a un instituto para la promoción de una cierta visión ideológica en particular, que este autor ubica dentro de la tradición ‘socialista’. Y todo con dinero de los contribuyentes. Aquí, por ejemplo, sobre la planificación económica:

“Desde los orígenes de la CEPAL los trabajos se centraban en las políticas (policy oriented). La acción estatal en apoyo del proceso de desarrollo aparece en el pensamiento cepalino como corolario natural del diagnóstico de problemas estructurales en materia de producción, empleo y distribución del ingreso en las condiciones específicas de la periferia subdesarrollada.

En los años cincuenta, el concepto clave utilizado para otorgar coherencia y sistematicidad a las proposiciones de política fue el de «planificación» o «programación».13 / En ese entonces, y en cierta medida también en los años sesenta, el énfasis en la planificación tenía un significado adicional, que era suplir las inmensas deficiencias técnicas en la mayoría de los gobiernos de la región.

El punto de partida para prestar apoyo técnico a los Gobiernos en materia de planificación fue la elaboración de orientaciones técnicas de programación, acompañada en varios países de ensayos de aplicación de dichas técnicas. 14/ En 1953 se divulgaría un «Estudio preliminar sobre la técnica de programación del desarrollo económico», que fue revisado en el documento Introducción a la técnica de programación (CEPAL, 1955). Conforme se explica en la introducción al documento de 1955, la programación consistía en la «etapa lógica» que seguía al reconocimiento de los problemas del desarrollo, vale decir, de la necesidad de conferir racionalidad al proceso espontáneo de industrialización en curso.

El autor principal de la parte conceptual de esos documentos sobre programación fue Celso Furtado. Se iniciaba entonces una tradición que difundirían Jorge Ahumada, Pedro Vuscovic y otros economistas que a principios de los años sesenta ayudaron a Prebisch a crear, bajo la égida de la CEPAL, el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) Y que tendrían un papel central en la influyente trayectoria de esa entidad en la formación de cuadros técnicos gubernamentales en toda América Latina.15/

Vista desde la perspectiva actual, la orientación contenida en el documento sobre técnicas de programación parece trivial. Indica, primero, cómo realizar ejercicios de consistencia macroeonómica a fin de contar con un punto de partida para la programación, o sea, la definición de las tasas de crecimiento posibles dadas las restricciones previsibles del ahorro y del balance de pagos; además, da indicaciones sobre la realización de proyecciones de demanda sectorial basadas en la elasticidad-ingreso -que sólo en textos posteriores se recomendaría instrumentalizar con la matriz de insumo-producto; una vez en posesión del mapa del consumo futuro, el programador debería proceder a seleccionar sectores y proyectos de sustitución de importaciones de acuerdo con el criterio de «productividad social marginal del capital».

Sin embargo, en el contexto latinoamericano de los años cincuenta, eso nada tenía de trivial. Faltaban las estadísticas económicas básicas, no se contaba siquiera con sistemas mínimos de cuentas nacionales y los gobiernos operaban las economías con gran desconocimiento de sus tendencias básicas. La orientación dada por las técnicas de programación de la CEPAL hacían tomar conciencia de esas insuficiencias y de la importancia de otorgar un mínimo de previsibilidad al contexto macroeconómico en que descansaría el proceso de crecimiento deseado.

A partir de entonces, en el curso de toda su historia, la CEPAL, y el ILPES producirían un sinnúmero de textos de recomendación de política económica -y un sinnúmero de misiones de asistencia técnica a los países latinoamericanos- en los más variados campos de la actividad económica y sobre los más variados temas que componen la problemática del desarrollo.”

Fernando Henrique Cardoso y el pensamiento de la Cepal: no lo siguió como presidente…, por suerte para Brasil

Con los alumnos de la UFM vemos un curso sobre las ideas políticas y económicas en América Latina. En esta oportunidad, estamos analizando las ideas de la Cepal, que tanta influencia tuvieran, y en alguna forma tienen, en la región. Aquí leemos nada menos que a Fernando Henrique Cardoso, quien varios años después de escribir esto fuera presidente de Brasil y aplicara políticas bastante diferentes. En fin, aquí va parte de su análisis en un artículo publicado en la Revista de la Cepal en  1977:

“Es interesante observar que, aunque el razonamiento de Prebisch y de la CEPAL se basa en la necesidad imperiosa de aumentar la productividad por habitante y obtener, simultáneamente, acumulación de capitales para elevar el bienestar de la masa de ía población, este punto fue sumamente criticado tanto por la izquierda como por la derecha. La izquierda lo criticó porque, una vez más, faltó el enunciado explícito de los mecanismos mediante los cuales se compatibilizarían ambas metas (la acumulación de capital y el mejoramiento del nivel de vida popular); la derecha, porque en el Manifiesto Latinoamericano (como Hirschman llamó al documento de 1950) no vio otra cosa que una acusación contra los países ricos y un afán de redistribución internacional que no tomaba en serio la necesidad de formar capitales y de aumentar la productividad.

Sin embargo, Prebisch fue explícito. Mostró que:

— el comercio internacional debería asumir un papel activo, a fin de ayudar al crecimiento de América Latina (véase el estudio sobre «El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas»);

— el aumento de la productividad era indispensable;

— sin acumulación no habría desarrollo;

— con todo, insistió en que este proceso no debería producirse apelando a la disminución del consumo popular, ya bajísimo.

Cito textualmente partes del artículo mencionado:

«Para formar el capital necesario a la industrialización y el progreso técnico de la agricultura, no parecería indispensable comprimir el consumo de la gran masa, que por lo general es demasiado bajo» (p. 3). Aún más: «Si con el progreso técnico se logra aumentar la eficacia productora, por un lado, y si la industrialización y una adecuada legislación social van elevando el nivel del salario real, por otro, se podrá ir corrigiendo gradualmente el desequilibrio de ingresos entre los centros y la periferia, sin desmedro de esa actividad económica esencial (la exportación primaria)» (pp. 3-4). Prebisch llega a poner límites a la industrialización (y en consecuencia al proteccionismo) en función de aquellos objetivos: «Si el propósito consiste en aumentar lo que se ha llamado con justeza el bienestar mensurable de las masas, hay que tener presente los límites más allá de los cuales una mayor industrialización podría significar merma de productividad».

Y en cuanto a las propuestas de política económica:

“En el plano de las metas básicas y de los instrumentos de política económica necesarios para alcanzarlas, la posición de la CEPAL tuvo pocas variaciones durante los años cincuenta:

– industrialización y proteccionismo ‘sano’;

— política adecuada de asignación de recursos externos;

– programación de la substitución de importaciones;

— especial atención para que no disminuyan todavía más los salarios durante el proceso de industrialización, y evitar la reducción de la capacidad de consumo de las grandes masas.”

El dilema «shock o gradualismo»: Catena Zapata y una oportunidad para fijar posición sobre el tema

No conozco a Nicolás Catena Zapata, a quien entrevista La Nación con un título ya bien interesante, “Toda acción proteccionista es dañina porque invita al contagio”: http://www.lanacion.com.ar/1983716-toda-accion-proteccionista-es-danina-porque-invita-al-contagio

Ha de ser una persona más que interesante ya que combina su actividad empresarial, siendo propietario de una de las mejores bodegas argentinas, con interés académico (según la nota en la teoría de la competencia).

Pero voy a tomar sus comentarios aquí, para fijar una posición respecto al debate que se viene desarrollando en la Argentina entre economistas, en relación a la necesidad de actuar drásticamente (shock) o gradualmente. La mayoría de mis amigos economistas, a quienes respeto mucho, son partidarios del shock y señalan los inconvenientes del gradualismo que actualmente aplica el gobierno de Macri.

Le preguntan a Catena:

“-El debate de shock o gradualismo está instalado entre propios y ajenos del gobierno nacional. ¿Cree que es correcto el camino tomado hasta ahora?

-Una política de shock hubiera implicado eliminar rápidamente el déficit fiscal disminuyendo erogaciones. Mi impresión es que el Poder Ejecutivo no recibió de sus votantes un mandato tan drástico. El mandato fue gradualismo en el sinceramiento de tarifas, disminución de subsidios y achicamiento del sector público. Y eso es lo que se está haciendo. Por ello esta discusión la veo hoy como un tema, diríamos académico.”

Comparto esa opinión. Una cosa es lo deseable, otra cosa es lo posible.

Si vamos a lo deseable, mi posición es que deseo el anarco-capitalismo como utopía sobre el tipo de sociedad en la que me gustaría vivir. Una sociedad sin estado, y con muchas agencias voluntarias bridando todo tipo de servicios. Nótese que no se trataría de una sociedad así para todos, sino solamente para quienes, como yo, la prefirieran. Los socialistas, por ejemplo, podrían vivir en su propio entorno socialista, donde todo sería del estado y se expropiarían unos a otros. Digamos que cada cual podría explorar su propia utopía dentro del marco de una “mega-utopía” en la cual hay de todo y compartimos solamente el principio que cada uno es libre de salir de una utopía que no le guste, como lo planteara Robert Nozick en “Anarquía, Estado y Utopía”.

Si me preguntan si esto es posible, la respuesta es que obviamente no, pero como decía Borges, habrá un mundo futuro en el cual podrá suceder.

Ahora bien, en el debate “shock o gradualismo” es muy probable que la mejor respuesta hubiera sido el shock, ya que, si bien ocasiona un cierto costo a corto plazo, la recuperación sería más rápida. Estoy de acuerdo con eso. Es más, estoy de acuerdo también en que el gradualismo no solamente puede ser una peor solución, sino que incluso puede llegar a fracasar y hacernos regresar a todos a lo peor del populismo.

Pero incluso estando de acuerdo en que no sea lo mejor, no veo que el shock fuera posible. Como dice Catena, el mandato fue gradualismo, en buena medida por algo que muchos analistas comparten: no hubo una crisis como la hiperinflación de 1989 o el default del 2001 como para que la gente estuviera dispuesta a soportar cirugía mayor.

Para ésta, es necesario que la opinión pública, que en última instancia determina el rumbo de la sociedad (así ya lo decía David Hume), sienta que no hay otra alternativa que operar. Ese sentimiento puede provenir del sufrimiento directo que impone la crisis o debería, en ausencia de ésta, provenir de la comprensión que la gente tenga de la situación difícil, aunque no caótica, en que la economía se encuentra.

Y lo cierto es que por más que alertemos sobre el déficit fiscal y el endeudamiento, la pesada carga impositiva que ahoga la rentabilidad de la inversión o la revaluación del peso que genera el endeudamiento externo, la gente siente un cierto dolor de estómago, pero no cree que tenga apendicitis aguda.

¿Es posible que sin hacer el shock todo fracase? Sí, es posible. En tal caso se presentará la crisis que hace cambiar de lado a la opinión pública. Pero nada garantiza hacia dónde iría ese cambio. Después de la hiper fue hacia las privatizaciones y la apertura; después del default fue hacia el kirchnerismo. Creo que adónde se dirija en las actuales circunstancias, y si es que ocurre, dependerá de a quién se asigne la responsabilidad: ¿sería una crisis el resultado final de 12 años kirchneristas o producto de las medidas del actual gobierno? A medida que pasa el tiempo se diluirá en la opinión pública la primera y crecerá la segunda, pero nada está dicho.

En ese sentido, más que discutir shock o gradualismo, tal vez sería mejor discutir cuál debería ser ese camino si la situación se presenta: así la discusión entre avanzar hacia una república con una economía abierta o regresar al populismo sería el debate central, y en ese están, en general, de acuerdo, tanto gradualistas como shockeadores.

Populismo: el ‘tipo de cambio’ es una variable macroeconómica, no el resultado de intercambios de propiedad

Décadas de pensamiento populista y mercantilista han generado visiones que aún hoy se encuentran en cualquier lugar o medio, y pasan como ideas comunes o lógicas sin que nadie las cuestione. En el caso argentino, tal vez sea el tipo de cambio el que concentre la mayor cantidad. He aquí un ejemplo. Dice La Nación en una nota de Javier Blanco titulada “Tras el salto del fin del cepo, el dólar subió en el año la mitad que la inflación” al referirse al problema de revaluación de la moneda local que genera el ingreso de dólares por endeudamiento público:

“Para tratar de evitar estos efectos el BCRA tiene previsto avanzar en una nueva serie de flexibilizaciones para dosificar la oferta de divisas. Por caso, en la última reunión de directorio del año, la entidad eliminó la exigencia de ingresar al país las divisas que se obtienen por exportaciones de servicios, sólo la mantiene, con plazos laxos, para los que exportan bienes. Además, evalúa la posibilidad de elevar de 2500 a 5000 o 10.000 dólares, el tope que rige por mes para la compra de divisas en efectivo, además que tiene en estudio un mecanismo para que puedan cancelarse mediante transacciones electrónicas las operaciones inmobiliarias, que suelen pactarse en divisas.”

La nota describe bien el fenómeno y no podemos acusar a las autoridades del Banco Central de sustentar esas ideas populistas antes mencionadas, pero quiero llamar la atención a que tanto en un caso como en el otro, el tema es analizado desde la perspectiva de que el “tipo de cambio” es una variable macroeconómica (que lo es) principalmente, y ninguna mención se realiza a que el tipo de cambio es el resultado de contratos realizados entre partes, por los cuales se transfiere una divisa por otra. Es decir, como en todo contrato, se intercambian derechos de propiedad.

Tal vez nunca, nadie, haya cuestionado porqué el Banco Central tiene que tener el poder de obligar a un propietario de, digamos dólares, a traerlos y entregárselos a esa institución, en lugar de decidir sobre su propiedad como todos pensamos que deberíamos poder decidir con las cosas que nos pertenecen. Veamos esto más fácil: un productor ha invertido, ha trabajado, y ahora tiene una cierta cantidad de, digamos, aceite de oliva en la provincia de San Juan. Si se lo vende a alguien en Rosario y recibe pesos no pasa nada, no tiene mayores restricciones salvo los impuestos y regulaciones existentes. Incluso puede recibir ese pago del rosarino en dólares. Pero si le vende a un uruguayo entonces los dólares que le paguen tienen que pasar por el Banco Central en algún momento. Está obligado a traerlos. ¿Por qué? Si es “su” propiedad, como antes era el aceite de oliva, ahora son esos billetes. ¿Acaso estaba antes obligado a hacer algo con el aceite de oliva? Podría haberlo tirado en la zanja y “estaba en su derecho” aunque no muy cuerdo.

Por supuesto que está muy bien esta noticia arriba comentada por la que las exportaciones de servicios no tienen ahora esa exigencia y es de esperar que desaparezca pronto la misma sobre los bienes, pero el punto que quiero enfatizar aquí es que el Banco Central, o los políticos, los analistas o los jueces, parecen nunca cuestionarse que ese “poder” que posee la entidad sea violatorio del derecho de propiedad de quienes produjeron esos bienes, o servicios. Ni tampoco la justicia parece considerar que eso sea violatorio de este artículo, supuestamente vigente, de la Constitución Nacional:

“Artículo 17- La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el art. 4°. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal Argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.”

Ahora que el populismo es una amenaza en todo el mundo, lo investigan economistas de todo el mundo

Ahora que el tema del populismo dejó de ser un fenómeno latinoamericano para presentarse, bajo distintas formas, en países desarrollados, no es de extrañar que los economistas de esos países hayan comenzado a ocuparse del tema.

Por ejemplo: Nicholas Chesterley, de Oxford University y Paolo Roberti, de la Universidad de Bologna, presentan este paper titulado “Populism and Institutional Capture”: http://amsacta.unibo.it/5455/1/WP1086.pdf

Va el resumen y los primeros párrafos (se pueden encontrar las referencias en el paper):

“Este trabajo considera la conducta electoral y la captura institucional cuando los votantes escogen entre un político populista y otro no-populista. Los políticos populistas proveen a los votantes un boom de utilidad seguido de consiguiente colapso, como en Dornbusch y Edwards (The Macroeconomics of Populism in Latin America, University of Chicago Press, 1991).

Los no-populistas proveen un nivel constante de utilidad. Sin embargo, una vez en el poder, políticos de los dos tipos pueden tomar control de las instituciones y asegurarse la reelección. Mostramos aquí que, en equilibrio, los políticos populistas pueden capturar las instituciones y evitar ser reemplazados durante la crisis: pero los no-populistas no. Los votantes, eligen racionalmente a un populista si los votantes descuentan suficientemente el futuro o si es demasiado costoso para el populista tomar control de las instituciones. Desgraciadamente, ambos tipos de políticos pueden preferir instituciones débiles, tanto para permitir su captura o para desalentar la elección del populista. “

“Es ampliamente reconocido que el populismo es un fenómeno destacado de comienzos del siglo XXI, aunque resulta difícil de definir. El concepto típicamente incluye a figuras tan dispares como Chávez, Cristina Fernández, Berlusconi y Putin, como también movimiento tales como el Frente Nacional en Francia o el Movimiento 5 Stelle en Italia. Los cientistas políticos suelen analizar al populismo a través del contraste entre un discurso marxista y uno populista (Mudde, 2004), M’eny and Surel (2002). Mientras la retórica marxista hace referencia a la lucha de clases, la retórica populista subraya el contraste entre el pueblo como un todo y una élite corrupta.

Dornbusch & Edwards (1991) analizaron el contenido económico de las propuestas populistas, y concluyeron que el populismo presenta soluciones fáciles a problemas complejos, lo cual puede mejorar el bienestar en el corto plazo, pero resulta costoso en el largo plazo. Esta visión es compartida por Sachs (1989), quien llama a este tipo de dinámica “el ciclo político populista”. Un ejemplo reciente es Venezuela bajo Chávez, donde las políticas redistributivas junto a una conducta fiscal imprudente llevaron luego de varios años a una espiral inflacionaria y pusieron al país el borde del colapso. Argentina experimentó un resultado similar bajo la presidencia de Fernández”.

Los efectos de largo plazo de las políticas populistas son analizados por Dornbusch & Edwards (1991) se contradicen con la persistencia en el poder de líderes populistas durante los últimos años, y sugiere que el uso de alguna forma de ventaja del incumbente los ayuda a perpetuarse en el poder. El principal objetivo de este trabajo es comprender si los políticos populistas tienen más incentivos para mantenerse en el poder a pesar de la voluntad de los votantes, y estudiar los incentivos de los votantes para elegir políticos que puedan intentar esa captura.”

Para Alberdi, el gasto público estaba claramente definido en la Constitución. ¿Estaba? ¿Qué es promover el bienestar?

Con los alumnos de la UBA Derecho completamos el estudio de Juan Bautista Alberdi y su libro “Sistema Económico y Rentístico…”. Pensaba que la redacción de la Constitución establecía un claro límite y definición a dicho gasto, pero está claro que no fue así. Es que palabras como «promover el bienestar general» terminaron justificando cualquier cosa. Aquí sus palabras:

“El gasto público de la Confederación Argentina, según su Constitución, se compone de todo lo que cuesta el «constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común. promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad»; en una palabra, el gasto nacional argentino se compone de todo lo que cuesta el conservar su Constitución, y reducir a verdades de hecho los objetos que ha tenido en mira al sancionarse, como lo declara su preámbulo.

Todo dinero público gastado en otros objetos que no sean los que la Constitución señala como objetos de la asociación política argentina, es dinero malgastado y malversado. Para ellos se destina el Tesoro público, que los habitantes del país contribuyen a formar con el servicio de sus rentas privadas y sudor. Ellos son el límite de las cargas que la Constitución impone a los habitantes de la Nación en el interés de su provecho común y general.

Encerrado en ese límite el Tesoro nacional, como se ve, tiene un fin santo y supremo; y quien le distrae de él, comete un crimen, ya sea el gobierno cuando lo invierte mal, ya sea el ciudadano cuando roba o defrauda la contribución que le impone la ley del interés general. Hay cobardía, a más de latrocinio, en toda defraudación ejercida contra el Estado; ella es el egoísmo llevado hasta la bajeza, porque no es el Estado, en último caso, el que soporta el robo, sino. el amigo, el compatriota del defraudador, que tienen que cubrir con su bolsillo el déficit que deja la infidencia del defraudador.

Para mantener la Constitución y llevar a cabo los objetos de su instituto que hemos señalado más arriba, la misma Constitución instituye y funda el gobierno, cuyo costo se extiende y divide como los servicios de su cargo, y las necesidades públicas que deben satisfacerse con el Tesoro de la Confederación.

Según esto, los gastos se dividen primeramente en gastos nacionales y gastos de provincia.

Teniendo cada provincia su gobierno propio, revestido del poder no delegado por la Constitución al gobierno general, cada una tiene a su cargo el gasto de su gobierno local; cada una lo hace a expensas de su Tesoro de provincia, reservado justamente para ese destino. Según eso, en el gobierno argentino, por regla general, todo gasto es local o provincial; el gasto general, esencialmente excepcional y limitado, se contrae únicamente a los objetos y servicios declarados por la Constitución, como una delegación que las provincias hacen a la Confederación, o Estado general. Este sistema, que se diría entablado en utilidad de la Confederación, ha sido reclamado y defendido por cada una de las provincias que la forman. (Constitución argentina, parte 2a, título 2°, y pactos preexistentes invocados en su preámbulo.)

Su resultado puede influir grandemente en el progreso provincial, si se sabe dirigir con acierto. Dejándose a cada provincia el gasto de lo que cuesta su progreso y gobierno, tiene en su mano la garantía de una inversión oportuna y acertada. Por la regla muy cierta en administración, de que gasta siempre mal el que gasta de lejos, porque gasta en lo que no ve ni conoce sino por noticias tardías o infieles, el sistema argentino en esta parte consiste precisamente en esa descentralización discreta, que ha hecho la prosperidad interior de la Inglaterra, de los Estados Unidos, de la Suiza y de la Alemania. En lo administrativo y no en lo político está el mérito de las federaciones.

Así los gastos de provincia no son del resorte del Tesoro nacional en la Confederación Argentina. Pero es preciso no confundir con los gastos de provincia propiamente dichos los gastos de carácter nacional ocasionados en provincia. En este sentido, los gastos nacionales de la Confederación, considerados dentro de sus límites excepcionales, son susceptibles de la división ordinaria en gastos generales y gastos locales de carácter federal. Los gastos del servicio de aduanas, del de correos, de la venta de las tierras publicas, los gastos del ejército, que son todos gastos nacionales, se dividirán naturalmente en tantas secciones locales como las provincias en que se ocasionen. Esa división será necesaria al buen método y claridad del cálculo de gastos y a la confección de la ley de presupuestos. Por otra parte, residiendo el gasto público al lado de la entrada fiscal en cada sección de la Confederación, y no habiendo necesidad de que el Tesoro percibido en provincia viaje a la capital para volver a la provincia en que haya de invertirse, la división de entradas y gastos en dos órdenes, uno general y otro local, servirá para distribuir los gastos locales que pertenecen a la Confederación en el orden en que están distribuidas las entradas, sin necesidad de sacar los caudales del lugar de su origen y destino en la parte que tiene de federal o nacional. Bajo el antiguo régimen español del virreinato argentino, se observaba un método semejante que se debe estudiar como antecedente nacido de la experiencia de siglos.

De este modo, mediante un buen sistema de contabilidad, la nacionalidad de ciertas rentas, proclamada por la Constitución, no traerá más alteración práctica en la caja de provincia, que un cambio en cierto modo nominal, mediante el cual se reconoce a la nación el derecho de exigir y gobernar como suya cierta parte del Tesoro que cada provincia ejercía por sí durante el aislamiento. El solo reconocimiento de este principio restablece la idea de una patria o nacionalidad común en materia de rentas. El tiempo traerá sus resultados con tanta mayor brevedad, cuanto menos empeño tome el gobierno general en reducir a realidad presente la centralización del Tesoro, reinstalado constitucionalmente después de cuarenta años de aislamiento y desquicio, en ese punto más delicado que el poder político.”

Alberdi sobre la deuda pública: la Confederación tenía recursos para pagarla, ¿y ahora hasta cuándo?

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Alberdi sobre la deuda pública:

“¿Qué condiciones necesita poseer el gobierno que toma prestado, para infundir esa confianza en el valor de sus títulos de obligación? ¿El gobierno de la Confederación Argentina reúne esas condiciones?

El gobierno que toma prestado no necesita tener fondos disponibles para reembolsar más tarde la totalidad de su deuda. Le bastará tener el necesario para pagar los intereses o renta puntualmente. Este interés o renta forma todo el precio de la deuda del Estado. No importa que la deuda sea perpetua cuando el deudor tiene vida inmortal en la tierra, es dueño de un vasto territorio y dispone de rentas públicas, que inevitablemente tienen que ser más ricas y abundantes de año en año. Al tenedor de los títulos o efectos del gobierno poco le importa que éste no reembolse su valor nominal, si hay otras personas dispuestas a tomárselos por ese valor. Para que haya compradores de esos títulos, basta que el interés o renta estipulados en ellos se pague puntualmente, lo cual depende, en el crédito público como en el crédito privado, que el gobierno deudor tenga con qué pagar los intereses y respeto a la puntualidad de sus promesas. Necesita, a más de ser puntual y fiel en sus promesas, tener seguridad de ser estable y de que sus obligaciones serán respetadas por sus sucesores.

Todas estas condiciones en que estriba el crédito público, asisten al gobierno de la Confederación Argentina, y le hacen capaz del ejercicio de este recurso del modo más efectivo. Hemos demostrado que tiene fuentes abundantes y positivas de renta pública; luego tiene lo suficiente para el pago de los intereses de su deuda. Posee inmensas tierras públicas, que han adquirido valor real por el nuevo régimen político; luego es capaz de amortizar gradualmente el capital de su deuda.

Siendo el crédito del Estado el recurso más positivo de que pueda disponer en esta época anormal y extraordinaria por ser de creación y formación, será preciso que los gobiernos argentinos sean muy ciegos para que desconozcan, que faltar a sus deberes en el pago de los intereses de la deuda, es lo mismo que envenenar el único pan de su alimento, y suicidarse; es algo más desastroso que faltar al honor, es condenarse a la bancarrota y al hambre. El gobierno argentino acaba de dar una prueba de que comprende esta verdad en toda su latitud, cambiando la organización que había ensayado por error para su crédito público, por otra que le restablece a sus bases más normales y más firmes.

La estabilidad y subsistencia de los compromisos de crédito contraído por el gobierno es garantía que acompaña a los del gobierno actual de la Confederación Argentina, por ser constitucional y enteramente legítima su existencia, lo cual hace que sea la Nación misma, más bien que el gobierno, que la sirve de intermedio, quien se obliga por los actos legislativos del Congreso que la representa, y a cuya autoridad ha dejado la facultad de contraer empréstitos de dinero sobre el crédito de la Confederación, por el art. 64,. inciso 3 de su Constitución federal. Y como ese mismo Congreso vota anualmente por ley la forma en que ha de invertir los valores obtenidos a préstamo como todos los que sirven al gasto público, la Constitución, que esto determina, da en ello una nueva garantía a los prestamistas, de que la inversión útil, moderada y tal vez reproductiva de los fondos prestados, se hará de un modo que asegure el pago de su renta y sostenga el valor de sus capitales escritos. De este modo el gobierno constitucional y responsable contribuye, por el hecho mismo de existir, a ensanchar las riquezas del Estado.

En cuanto a la estabilidad del gobierno, es decir, a la paz y al mantenimiento del orden, en que reposa el edificio del crédito y de toda la industria, jamás la Confederación ha tenido garantías comparables a las que hoy aseguran su tranquilidad.

La paz es firme y estable hoy día, porque hay un gobierno nacional que cuide de mantenerla. Ese gobierno ha faltado enteramente por espacio de treinta años, en que las provincias vivieron aisladas unas de otras y destituidas de gobierno interior común. En la ausencia total del gobierno interior, la paz no podía existir por sí sola en las provincias del Plata, como no existiría en los condados de Inglaterra, si faltase el gobierno general del Reino Unido, cuyo principal atributo es sostenerla.

El gobierno será estable porque tiene elementos reales de poder, lo cual no sucedía en el tiempo en que las provincias privadas del comercio directo por la clausura de sus ríos, en vano tenían el derecho abstracto de gobernarse a sí mismas como Nación independiente y soberana; las rentas, en que consiste el poder de hecho, quedaban en manos de la provincia que tenía el privilegio exclusivo de la aduana exterior.

El comercio directo a que deben las provincias el goce de sus medios materiales de gobierno es estable para siempre, porque descansa en la libre navegación de los ríos, en cuyas márgenes están los puertos de las provincias, abiertos a ese comercio directo de la Europa, por tratados internacionales de duración indefinida.”

Intervencionismo, ¿un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo? Mises lo descarta

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA Económicas, Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca. Su tercera conferencia se tituló “Intervencionismo” y trata ahora sobre ese supuesto “tercer camino”. Mises comenta:

Mises3

“La idea que existe un tercer sistema – entre el socialismo y el capitalismo – como sus sostenedores dicen, un sistema tan alejado del socialismo como lo está del capitalismo pero que retiene las ventajas y evita las desventajas de cada uno, es puro disparate. La gente que cree en tan mítico sistema puede convertirse en realmente poética cuando  elogian la gloria del intervencionismo. Se puede decir, solamente, que están equivocados.

La interferencia del gobierno, que ellos elogian, provoca condiciones que a ellos mismos les disgustan. Uno de los problemas que trataré más adelante es el proteccionismo. El gobierno trata de aislar el mercado doméstico respecto al mercado mundial. Impone tarifas que elevan el precio doméstico de un producto por sobre el precio en el mercado mundial, haciendo posible a los productores domésticos formar cárteles. Los cárteles entonces son atacados por el gobierno declarando: ‘Bajo estas condiciones, es necesaria una legislación anti – cártel’

Esta es precisamente la situación con la mayoría de los gobiernos europeos. En los EEUU, hay además otras razones para la legislación anti – trust y la campaña del gobierno contra el fantasma del monopolio Es absurdo ver al gobierno – que crea por su propia intervención las condiciones que hacen posible la emergencia de cárteles domésticos – señalar con el dedo a las empresas, diciendo: ‘Hay cárteles, por lo tanto la interferencia del gobierno en los negocios es necesaria’. Sería mucho más simple evitar los cárteles terminando la interferencia del gobierno en el mercado – una interferencia que hace posibles estos cárteles.

La idea de la interferencia del gobierno como una ‘solución’ a los problemas económicos lleva, en cada país, a condiciones que, por lo menos, son bastante insatisfactorias y, a menudo, caóticas. Si el gobierno no se detiene a tiempo, fomentará el socialismo. Sin embargo, la interferencia del gobierno en los negocios es todavía muy popular. Tan pronto como a alguien no le gusta algo que sucede en el mundo, dice: ‘El gobierno debería hacer algo al respecto. ¿Para qué tenemos un gobierno? El gobierno debería hacerlo.’ Y este es un resabio de pensamiento característico de épocas pasadas, de épocas que precedían a la libertad moderna, al moderno gobierno constitucional, antes del gobierno representativo o del republicanismo moderno.

Por siglos existió la doctrina – sostenida y aceptada por todos – que un rey, un rey ungido – era el mensajero de Dios; tenía más sabiduría que sus súbditos; y tenía poderes sobrenaturales. Tan recientemente como a principios del Siglo XIX, la gente que sufría de ciertas enfermedades esperaba ser curada por el toque real, por la mano del rey. Los doctores eran generalmente mejores; sin embargo, hacían que sus pacientes se trataran con el rey.

Esta doctrina de la superioridad del gobierno paternal, de los poderes sobrenaturales y sobrehumanos de los reyes hereditarios, ha desaparecido gradualmente – o por lo menos eso creíamos. Pero apareció nuevamente. Hubo un profesor alemán llamado Werner Sombart (lo conocí muy bien), que era conocido en todo el mundo; era doctor honorario de muchas universidades y miembro honorario de la American Economic Association. Ese profesor escribió un libro que se encuentra disponible en una traducción al inglés, publicada por la Princeton University Press; también existe una traducción al francés, y probablemente exista una versión en español. Y espero que exista porque deseo que verifiquen lo que estoy diciendo. En este libro – publicado en nuestro siglo y no en la Edad Media – Werner Sombart, profesor de Economía, simplemente dice: ‘El Führer, nuestro Führer,’ – desde ya se refiere a Hitler – ‘recibe sus órdenes directamente de Dios, el Führer del Universo’

Antes ya mencioné esta jerarquía de Führers, y en esta jerarquía mencioné a Hitler como el ‘Supremo Führer’… Pero existe, de acuerdo con Werner Sombart, un más alto Führer: Dios, el Führer del Universo. Y Dios, escribió, le da Sus órdenes directamente a Hitler. Desde ya, el Profesor Sombart dijo, bastante modestamente; ‘No sabemos cómo Dios se comunica con el Führer. Pero el hecho no puede negarse’

Ahora, si oyen que dicho libro puede ser publicado en idioma alemán, el idioma de una nación que una vez fue aclamada como ‘la nación de los filósofos y de los poetas’, y ven que puede ser traducido al inglés y al francés, no podrán asombrarse del hecho que un pequeño burócrata se considere a sí mismo mejor y más inteligente que los ciudadanos y desee interferir en todo, aunque sea solamente un pobre minúsculo burócrata, y no el famoso Profesor Werner Sombart, miembro honorario de lo que sea.

¿Existe un remedio contra estas cosas? Yo diría que sí, que hay un remedio. Y este remedio es el poder los ciudadanos; tienen que impedir que se establezca un régimen tan autocrático que se arroga una mayor sabiduría que la del ciudadano común. Esta es la diferencia fundamental entre la libertad y la servidumbre. Las naciones socialistas han usurpado para sí mismas el término democracia. Los rusos llaman a su sistema Democracia Popular, probablemente sostienen que la gente está representada en la persona del dictador. Creo que a un dictador, Juan Perón aquí en la Argentina, se le dio una buena respuesta cuando se lo forzó al exilio en 1955. Esperemos  que otros dictadores, en otras naciones, se les dé una respuesta similar.”

Tasas de interés: ¿trampa de la liquidez o rigidez e intervencionismo en los precios de los factores?

Ahora que estamos en un período de discusión sobre la tasa de interés, tanto sea a nivel internacional, donde algunos bancos centrales promueven que sea cero o incluso negativa, como a nivel local, en relación a cuándo y cuánto deben bajar acompañando el descenso de la inflación, tal vez valga la pena recordar un viejo debate sobre el concepto mismo de interés y qué lo determina. Peter Boettke y Patrick Newman presentan un paper titulado “The Keynesian Liquidiy Trap: An Austrian Critique”, George Mason University, Department of Economics, Working Paper 15-52:

¿Cuáles son exactamente los pilares de la Revolución Keynesiana? Aparte de la teoría del desempleo en equilibrio, en la que Keynes sostuvo que podría haber un estado estático con desempleo involuntario aun con precios flexibles (p., ej, que recortes de salarios no reducirían el desempleo), lo más notable es la teoría de la preferencia por la liquidez y la idea relacionada de una trampa de la liquidez. Buscando rechazar la teoría clásica, Keynes explicó la tasa de interés como determinada por la oferta de dinero y la demanda de los individuos, también conocida como su preferencia por la liquidez. La demanda especulativa de dinero de las personas era una función decreciente de la tasa de interés. Keynes sostuvo que en algunos escenarios, más notablemente en depresiones, a una cierta tasa de interés la demanda de dinero sería infinitamente elástica y las fuerzas del mercado no serían confiables para bajar las tasas interés y estimular la inversión para sacar a la economía de la depresión.

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Esto es porque los individuos atesoran su dinero y no lo gastan en bonos debido a que creen que su precio va a bajar en el futuro (las tasas de interés van a subir). En esta situación, la política monetaria sería inefectiva para combatir las depresiones porque no puede reducir las tasas de interés y alentar la inversión, y el único remedio sería una política fiscal expansiva. La política monetaria estaría ‘empujando una cuerda’, pero una política fiscal agresiva podría estimular la demanda agregada. Esta situación es conocida como trampa de la liquidez, y constituye uno de los principales rasgos del Keynesianismo en contraste con el Monetarismo, que propugna una política monetaria expansiva durante una depresión. Aunque antes era considerada una posibilidad remota y muy poco probable, con la recesión de los 90s en Japón y la crisis financiera de 2008, algunos economistas (Krugman, 2009, 1999) han sostenido que es ahora empíricamente relevante. La trampa de la liquidez es un argumento poderoso, no solamente contra la idea que la política monetaria sea efectiva, sino también si las fuerzas del mercado pueden funcionar en una depresión, sin la ayuda del gobierno. ¿Cuán efectivo puede ser el mercado en reasignar recursos y promover la recuperación si los inversores atesoran su dinero y no lo gastan?

A nivel analítico, sostenemos que los reales oponentes de Keynes son los Austriacos, quienes forman parte de la escuela de pensamiento que más defiende la teoría de la auto-corrección de una economía de mercado. Como resultado de eso, los Austriacos ofrecen diferencias más profundas con los Keynesianos. Los Austriacos fueron unos de los más destacados críticos de Keynes y su visión económica, comenzando con Hayek (2008 [1931, 1932]) y todo el debate Keynes-Hayek.

Para Hayek, Mises y Rothbard, las políticas contracíclicas propuestas por los keynesianos, como también por los Monetaristas de Chicago, para combatir las recesiones son generalmente contraproducentes porque traban el proceso de reasignación de recursos que fueron mal invertidos durante el auge anterior. Sin embargo, ¿se aplica este argumento en situaciones donde hay una trampa de liquidez? ¿Puede el mercado, sin la ayuda del gobierno, funcionar de tal forma en esa situación?

Este trabajo sostiene que en tal escenario puede esperarse que el mercado funcione, si es que se lo deja funcionar. Este trabajo presenta críticas a la teoría de la trampa de la liquidez desde una perspectiva austriaca. Con ello, nos apoyamos principalmente en los autores austriacos clásicos, ya que los macroeconomistas modernos como Garrison (2006 [2001]) no discuten el concepto de trampa de liquidez en su análisis. Esto se debe a que la mayor parte de los economistas pensaba que la posibilidad empírica de una trampa de liquidez era muy pequeña, hasta ahora. Además, nos basamos en los autores clásicos para mostrar que la crítica austriaca a los modernos argumentos contra el sistema keynesiano no es nueva, sino que forma parte de la vieja y fundamental crítica realizada en el apogeo del keynesianismo, aunque no fuera considerada. Y las críticas realizadas entonces son tan relevantes ahora que esta teoría ha vuelto a ser popular como una herramienta explicativa y una guía de las políticas públicas.

El principal problema que encontraron estos autores es que la teoría keynesiana se concentra en la tasa de interés de los créditos, que es sólo subsidiaria de la tasa natural de interés, expresada en el spread de precios en la estructura de producción que es terminada por preferencias temporales, no por preferencias de liquidez. Como la tasa de interés de los créditos es un reflejo de la tasa natural una tasa de créditos en alza significa que el spread de precios de la economía va a aumentar (los precios de los factores de producción van a caer relativamente a los precios de los bienes que se producen), lo cual es un requisito para una recuperación basada en el mercado. Si se permite que esos precios bajen libremente y no son sostenidos por la intervención gubernamental, la trampa de la liquidez no es una amenaza real al mercado libre.

Solo cuando los precios son rígidos y la intervención gubernamental es general, el fenómeno de la ‘trampa de la liquidez’ y el atesoramiento de dinero darían como resultado una economía estancada.”