Lejos estamos de discutir esto, pero es importante: la propiedad privada de las frecuencias del espectro electromagnético

Allá por los años 90s escribimos junto a Alberto Benegas Lynch (h) una serie de trabajos sobre políticas públicas, que luego terminaron siendo publicados en la revista Libertas y como libro con el título “Proyectos para una sociedad abierta”: https://www.eseade.edu.ar/wp-content/uploads/2016/08/ABL-Krause-Telecom.pdf

Allí, además de proponer la desregulación y privatización de las telecomunicaciones, proponíamos la asignación de derechos de propiedad privada sobre las frecuencias del espectro electro-magnético, esas por las que recibimos las llamadas en el celular, Internet, radio, etc. Seguíamos allí las ideas de Ronald Coase, desarrollados en un artículo que tuviera alto impacto; The Federal Communications Commission: https://econpapers.repec.org/article/ucpjlawec/doi_3a10.1086_2f674871.htm

Este último campo es ahora de fundamental importancia ante la futura llegada de la tecnología 5G pero, lamentablemente, la visión de los políticos argentinos no ha cambiado para nada. Por ejemplo, así describe esa política el Documento base sobre la identificación de desafíos y necesidades de Espectro Radioeléctrico en Argentina, publicado en realidad durante la administración anterior, pero cuyos conceptos seguramente serán más que reforzados por ésta:

“La gestión eficiente del Espectro Radioeléctrico es esencial para obtener el mayor beneficio social y económico en la explotación de este recurso. Bajo esta premisa, la Secretaría de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones se encuentra diseñando un Plan Plurianual de Atribución de Espectro.

El Espectro Radioeléctrico se define en el Anexo IV del Decreto N° 764 como “el conjunto de las ondas radioeléctricas u ondas hertzianas, sin solución de continuidad, entendiéndose por tales a las ondas electromagnéticas, cuya frecuencia se fija convencionalmente por debajo de 3.000 GHz, que se propagan en el espacio sin guía artificial”.

Por otra parte, el referido Anexo IV del Decreto N° 764 expresa que la naturaleza escasa y limitada del espectro radioeléctrico requiere una administración razonable y transparente que, a efectos de la asignación de sus frecuencias, asegure la igualdad de condiciones de acceso, su uso eficiente y la concurrencia y selección competitiva de prestadores de servicios de radiocomunicaciones y usuarios. En este sentido, destaca que todo procedimiento para su asignación y utilización debe realizarse de manera objetiva, transparente y no discriminatoria.

Según el artículo 26 de la Ley Argentina Digital Nº 27.078, el espectro radioeléctrico es un recurso intangible, finito y de dominio público, cuya administración, gestión y control es responsabilidad indelegable del Estado Nacional.

El artículo 27 de la mencionada ley establece que la administración, gestión y control del espectro se realizará de conformidad con lo que establece esa ley, la reglamentación que en su consecuencia se dicte, las normas internacionales y aquellas dictadas por las conferencias mundiales y regionales en la materia a las que la República Argentina adhiera.”

La propiedad estatal del espectro no solamente da como resultado un sistema más ineficiente, ya que el mercado asignaría en forma inmediata las frecuencias a sus usos más valiosos y tendríamos ya las más modernas tecnologías; es también un peligro desde el punto de vista de la libertad de expresión y de prensa. Si no, véase cómo el régimen chavista destruyó a la prensa independiente, quitando o no renovando esas licencias.

Ahora, seguramente este nuevo gobierno planteará una nueva “política de telecomunicaciones”, pero lo esencial es que no haya “política” en las telecomunicaciones y deberíamos desterrar al Estado de este campo a través de la asignación de derechos de propiedad privada sobre el espectro.

Los daños ambientales del socialismo han sido mucho peores que los del capitalismo. Aquí la destrucción de árboles en China

En el libro de Jung Chang, que describe la vida de tres generaciones de mujeres chinas durante el siglo XX la autora cuenta su experiencia en una comuna agrícola y el deterioro ambiental creado por una política anterior, el Gran Salto Adelante, según la cual habían forzado a todos los campesinos a cortar todos los árboles para alimentar hornos que, a su vez, iban a impulsar la producción de acero y hierro. Para ello, también los obligaron a fundir hasta los cubiertos de su casa y todos sus utensilios de cocina.

Así son los efectos de la planificación económica. Esto cuenta

“En las mañanas de invierno aprovechaba el intervalo de dos horas previo al desayunó para trepar por las colinas en busca de leña acompañada por el resto de mujeres consideradas más débiles. En las colinas apenas crecían árboles, e incluso los matorrales eran escasos y aparecían desperdigados. A menudo teníamos que recorrer largos trayectos.

Asiendo las plantas con la mano libre, cortábamos las ramas con una hoz. Los arbustos se hallaban erizados de espinas, varias de las cuales se las arreglaban invariablemente para incrustarse en mi palma y mi muñeca izquierdas.

Al principio, solía emplear largo rato en intentar extraerlas, hasta que por fin me acostumbré a esperar que salieran por sí mismas al ceder la hinchazón que ocasionaban. Recogíamos lo que los campesinos llaman «combustible de plumas», aunque su incineración resultaba prácticamente inútil, ya que ardían instantáneamente.

En cierta ocasión en que mencioné la mala fortuna de no contar con árboles como es debido, las mujeres que estaban conmigo me revelaron que no siempre había sido así. Antes del Gran Salto Adelante, dijeron, aquellas colinas habían estado cubiertas de pinos, eucaliptos y cipreses, pero todos habían sido cortados para alimentar los hornos de patio en los que se producía el acero.

Me lo contaron con tono apacible, sin mostrar amargura alguna, como si no constituyera el origen de su batalla cotidiana en busca de combustible. Parecían considerarlo como una calamidad más que la vida había arrojado sobre ellas.

Yo, sin embargo, me sentí conmocionada al comprobar por primera vez y con mis propios ojos las catastróficas consecuencias del Gran Salto Adelante, episodio que me había sido relatado como un «glorioso éxito».”

Sobre los incentivos en el mercado y en la economía planificada. Así era el trabajo en las comunas agrícolas chinas

Más del interesante libro “Cisnes Salvajes” de Jung Chang, que cuenta la historia de tres generaciones de mujeres en China durante todo el siglo XX.

Aquí, la autora, es enviada en un momento a una comuna agrícola para el aprendizaje a través del trabajo campesino, y así describe lo que ocurría:

“Fue en Deyang donde aprendí cómo viven realmente los campesinos chinos. Cada día comenzaba con la adjudicación de tareas por parte de los jefes de los equipos de producción. Todos los campesinos tenían que trabajar, y cada uno de ellos recibía un número determinado de «puntos de trabajo» (gong-jen) a cambio de su labor diaria. El número de puntos de trabajo acumulados constituía un elemento de gran importancia durante la distribución que se realizaba a finales de año. En ella, los campesinos obtenían de su equipo de producción alimentos, combustible y otras necesidades cotidianas, así como una pequeña cantidad de dinero en metálico. Concluida la cosecha, el equipo de producción entregaba parte de la misma al Estado en concepto de impuestos, y el resto se dividía. En primer lugar se entregaba una cantidad igual a todos los hombres, y aproximadamente una cuarta parte menos a las mujeres.

Los niños menores de tres años recibían media porción. Dado que tampoco los niños que apenas rebasaban esa edad podían consumir la ración de un adulto, convenía tener cuantos más hijos mejor. El sistema funcionaba como un eficaz desincentivador del control de la natalidad.

Lo que restaba de la cosecha se distribuía según el número de puntos de trabajo obtenidos por cada uno.

Dos veces al año, todos los campesinos se reunían para determinar el número de puntos de trabajo diarios de cada uno. Se trataba de reuniones a las que no faltaba nadie. Al final, la mayor parte de los jóvenes y adultos recibían diez puntos diarios, y las mujeres ocho.

Uno o dos, reconocidos por todos como los más fuertes, recibían un punto extra.

Los «enemigos de clase» tales como el antiguo terrateniente del poblado y su familia obtenían un par de puntos menos que los demás a pesar de que trabajaban con el mismo tesón y de que a menudo se les encomendaban las labores más duras. Nana y yo, siendo como éramos inexpertas «jóvenes de ciudad», obteníamos tan sólo cuatro puntos, los mismos que los chiquillos que apenas habían alcanzado la adolescencia. Se nos dijo que era sólo «para empezar», pero mi cupo nunca fue aumentado.

Dado que apenas existía variación en el número de puntos diarios obtenidos por cada uno dentro de las distintas categorías y géneros, el número de puntos de trabajo acumulados dependía más del número de días trabajados que de la calidad del trabajo.

Ello constituía un constante motivo de resentimiento entre los habitantes del poblado, así como un importante obstáculo para la eficacia de la labor común. Día tras día, los campesinos escudriñaban su alrededor para comprobar cómo trabajaban los demás por si acaso alguien se estaba aprovechando de ellos. Nadie quería trabajar con más ahínco que otros que recibían el mismo número de puntos. Las mujeres experimentaban una profunda amargura al contemplar cómo algunos hombres realizaban las mismas tareas que ellas pero recibían dos puntos más. Las discusiones eran constantes.

A menudo nos pasábamos diez horas en el campo para realizar una tarea que habría podido llevarse a cabo en cinco. Sin embargo, había que cumplir aquellas diez horas para que se nos contara un día completo. Trabajábamos a cámara lenta, y yo observaba constantemente el sol en espera de su descenso mientras contaba los minutos que faltaban hasta que sonara el silbato que señalaba la conclusión de la jornada. No tardé en descubrir que el aburrimiento podía ser tan agotador como el trabajo más duro.”

McAfee, del MIT: More for Less. Cada vez usamos menos materiales para producir una unidad de PBI. El consumo de metales cae

El profesor del MIT, Andrew McAfee, publica un libro titulado:

More from Less: The Surprising Story of How We Learned to Prosper Using Fewer Resources — and What Happens Next; Scribner, 2019

Se inscribe en la línea de trabajos como los de Matt Ridley (The Rational Optimism), Steven Pinker (The Better Angels in Our Nature) o el de Johan Norberg (Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future). En esencia son trabajos que se contraponen con una visión pesimista predominante tanto en la izquierdo como en la derecha conservadora.

Para los primeros, todo va mal, culpa del capitalismo salvaje, cada vez peor y por eso hay que cambiar el sistema aunque todavía no hayan podido presentar un modelo alternativo. Esto se junta, además, con el tema del cambio climático y visiones apocalípticas del futuro. Desde el lado conservador el pesimismo es más bien cultural, donde vamos cada vez peor en términos de valores y conductas.

En Strategy+Business, de la consultora PWC, comentan el texto en estos términos:

https://www.strategy-business.com/article/Pessimism-dematerialized-Four-reasons-to-be-hopeful-about-the-future?gko=d1f4d

 

“Si eres una persona con el vaso medio lleno, te encantará el último libro de Andrew McAfee, Más de menos. Siempre optimista, aunque sigue expresando pequeñas notas de precaución, McAfee, científico investigador de la Escuela de Administración MIT Sloan y cofundador y codirector de la Iniciativa sobre Economía Digital del MIT (con el colaborador frecuente Erik Brynjolfsson), cree que la vida en este planeta se está volviendo cada vez mejor todo el tiempo También piensa que aunque los humanos enfrentan grandes desafíos, tenemos a nuestra disposición todos los recursos necesarios para enfrentarlos.

El principal apoyo sobre el que McAfee construye esta tesis, que él admite que será difícil de asimilar para los lectores más escépticos, es un proceso continuo de desmaterialización que encuentra que ocurre en economías maduras. A partir de la investigación realizada por el científico ambiental Jesse Ausubel y el escritor Chris Goodall, McAfee traza el consumo de recursos en los Estados Unidos. Por ejemplo, utiliza los datos del Servicio Geológico de EE. UU. Para mostrar que a partir de 2015, el consumo de los cinco metales de fabricación «más importantes» en los EE. UU. (Aluminio, cobre, acero, níquel y oro) ha alcanzado su punto máximo desde 2000. El consumo de acero ha bajado un 15 por ciento; el aluminio ha bajado un 32 por ciento; el cobre ha bajado un 40 por ciento. Lo mismo es cierto para el consumo de energía, así como para una variedad de insumos agrícolas y de construcción. Desde el primer Día de la Tierra en 1970, el consumo de recursos de EE. UU. Ha disminuido, pero la economía de la nación ha seguido creciendo. En pocas palabras, McAfee argumenta que se necesitan muchas menos cosas para producir un dólar de PIB hoy que hace 50 años.

McAfee declara que los datos muestran que «se está produciendo una gran inversión de nuestros hábitos de la era industrial». La economía estadounidense ahora está experimentando una desmaterialización absoluta amplia ya menudo profunda ”. ¿Y el resto del mundo? Bueno, los datos están incompletos. McAfee encuentra alguna evidencia de que las naciones industrializadas de Europa están consumiendo recursos en un «pico pasado», pero los países en desarrollo, como China e India, que todavía están en proceso de industrialización, «probablemente aún no se están desmaterializando».

Columna en el Cronista: Economía del conocimiento y seguridad jurídica

Columna en Cronista: https://www.cronista.com/columnistas/Economia-del-conocimiento-e-inseguridad-juridica-20200130-0061.html

 

¿Cómo podemos esperar que haya inversiones si cada cambio de gobierno modificamos las reglas de juego? La inversión siempre espera resultados a futuro, que pueden estar más cerca o más lejos. Dado que si hay algo que no conocemos con certeza es el futuro, toda inversión es incierta y todo inversor trata de reducir ese riesgo al mínimo.
Los gustos de los consumidores pueden cambiar (fíjese si hubiera invertido en Blockbuster), las dotaciones de recursos pueden modificarse (el shale oil no era considerado un recurso hace un par de décadas), pueden surgir nuevas tecnologías. Para invertir, además, hace falta una moneda que permita realizar cálculo económico en base a un valor relativamente previsible varios años hacia adelante.
Por último, mínimamente hay que saber cuáles serán los impuestos a pagar, la evolución de los salarios, los costos sobre la mano de obra, el acceso a divisas. Los países que reciben inversiones son aquellos que pueden ofrecer reglas de juego favorables (bajos impuestos y regulaciones) y estables.

También recursos, pero la definición de recurso ya no tiene que ver con factores provistos por la naturaleza sino con capacidad, educación, iniciativa, empresarialidad. Por eso son ricos Singapur o Hong Kong, sentados sobre un par de rocas.
Nos hemos cansado de escuchar que Argentina tiene muchos de esos recursos y últimamente también tiene los vinculados con el conocimiento, a punto tal que se espera, o esperaba, que estas industrias alcanzaran a ser la segunda o tercera exportación, detrás de los productos del agro.
Unanimidad y consenso
El año pasado se aprobó una Ley de Economía del Conocimiento, que pasó por el Congreso en forma prácticamente unánime. Supuestamente esto refleja un elevado grado de consenso y sería una señal de estabilidad en las reglas de juego para que los inversores desplieguen todos sus proyectos.
En nuestro caso, sin embargo, eso no es suficiente. Se acaba de suspender la aplicación de la ley hasta que se dicte una nueva reglamentación y ya se anuncian importantes cambios que han de modificar el cálculo económico de los inversores. Esta vez, la “estabilidad” duró unos pocos meses.
¿Cuál es la razón de que incluso normas aprobadas en forma unánime no puedan garantizar estabilidad? La respuesta es que ese consenso era falso. La centralización del poder en Argentina ha llevado a que el Congreso apruebe leyes de carácter muy general y luego delegue en el Poder Ejecutivo la capacidad de fijar las reglas de juego reales. Esto lo hace a través de la reglamentación.
Es decir, se aprueba una ley en la cual se sanciona la felicidad del pueblo argentino, o de un determinado sector, y todos están de acuerdo. Pero luego, los números son el resultado de la reglamentación.

Entonces, ahora, incluso quienes votaron a favor de la ley van a apoyar los nuevos cambios porque dirán que no estaban de acuerdo con lo reglamentado, o sostendrán que esto iba en contra del “espíritu” de la ley. Algunos quieren bajar a otros de los beneficios recibidos (“entraban hasta cervecerías artesanales”); otros quieren que el tren pare en su estación para subirse a los beneficios (pymes industriales). La calesita volvió a funcionar y la perinola está en juego.
Gobierno y oposición son responsables, porque disfrazan como consenso la delegación de funciones al ejecutivo, algo que el Congreso ha estado haciendo en estas décadas de estatismo centralista que nos ha dejado una simple fachada de la división de poderes.

El impacto de la tecnología. Todos se preocupan por sus costos y beneficios. A mí me interesa otra cosa: ¿nos hará más libres?

El tema del impacto de la tecnología en nuestras vidas me parece super interesante, pero me doy cuenta que lo miro desde un lugar distinto al que se suele plantear. Tal vez porque reflejan un enfoque “utilitarista” los comentarios suelen ser acerca de los beneficios y los costos que puedan ocasionar las nuevas tecnologías. Entonces, es por eso que tratan sobre, por ejemplo, el manido asunto del impacto en el trabajo, en la supuesta destrucción de empleos. U otras consecuencias.

Respecto a la destrucción de empleos, no sé porqué ahora va a ser diferente. Se vienen destruyendo desde la Revolución Industrial. Cada máquina nueva dejaba obsoleto un cierto empleo, pero la historia nos muestra que ha creado muchísimos más, y un nivel de riqueza nunca alcanzado en la historia.

En fin, me interesa otro punto respecto a la tecnología, y es el impacto que pueda tener en nuestra libertad. Como siempre, la tecnología es una herramienta, puede jugar a favor o en contra, pero tiendo a ser relativamente optimista. Escribí algo al respecto que publicaré acá más adelante, pero ahora va un informe de una de las consultoras de management más importantes, McKinsey. Bueno, en realidad del McKinsey Globa Institute.

También, por supuesto, con la evaluación costos-beneficios. Se titula:  Tech for Good: Using Technology to Smooth disruption and improve well-being; https://www.mckinsey.com/featured-insights/future-of-work/tech-for-good-using-technology-to-smooth-disruption-and-improve-well-being

Y dice:

“El desarrollo y la adopción de tecnologías avanzadas, incluida la automatización inteligente y la inteligencia artificial tiene el potencial no solo de aumentar la productividad y el crecimiento del PIB sino también para mejorar el bienestar de manera más amplia, incluso a través de una vida más saludable y longeva y más ocio. Para lograr estos beneficios, y reducir la interrupción y los efectos potencialmente desestabilizadores en la sociedad se requerirá un énfasis en el crecimiento impulsado por la innovación y una gestión cuidadosa de la mano de obra y otras transiciones relacionadas con la adopción y difusión de tecnología.

La tecnología no tiene un propósito general en sí mismo; sus efectos son impulsados ​​por elecciones humanas y comportamiento. La historia está llena de ejemplos de su potencial tanto para hacer el bien como para causar daño: la electricidad trajo ganancias sustanciales de productividad, pero también largas transiciones de la agricultura a la industria que estuvo acompañada en ocasiones por el estancamiento de los salarios reales.

Ciudades manufactureras y mineras una vez prósperas se han agotado por el cambio a una economía basada en los servicios. ¿Cuán diferentes serán la automatización y la inteligencia artificial a medida que se basan en tecnologías digitales ahora omnipresentes?

Estas tecnologías podrían desplazar algunos empleos pero también mejorar el trabajo cuando se utiliza la tecnología para complementar las capacidades humanas. Podrían causar estrés al aumentar la intensidad de funcionamiento, pero también mejorar la salud y la longevidad si sus usos incluyen avances de medicina personalizada y mejor prevención de enfermedades.

Su despliegue requerirá nuevas habilidades pero también podría ayudar a hacer que la educación sea más accesible. Consumen grandes cantidades de energía incluso cuando

ayudan a hacer que las casas, oficinas y vehículos ahorren más combustible. La automatización puede traer mayor riesgos de desempleo y cambio social, y ya ha contribuido a la polarización salarial entre trabajadores de alta y baja calificación. La robótica desplegada desde la década de 1980 ha aumentado la productividad y el cambio en el lugar de trabajo, al mismo tiempo que crea nuevos empleos en otros lugares.

En resumen, la tecnología no mejorará la vida por sí sola: necesitará una agenda de desarrollo para formuladores de políticas y líderes empresariales que mitigan algunos de los efectos negativos de la adopción de tecnología, tanto a corto como a largo plazo.”

 

Uhm!!! Mejor dejemos a los políticos fuera de esto, aunque seguro que se van a meter.

La tarjeta alimentaria argentina, ¿será como el carnet de la Patria en Venezuela o el sistema de crédito en China?

El tema de la tarjeta alimentaria que implementará el gobierno de Alberto Fernández me hace acordar al “carnet de la patria” en Venezuela. Ahora, un artículo de Antony Sammeroff en el Mises Wire analiza el tema de la renta básica universal, que tienen algunos puntos en común: https://mises.org/es/wire/la-renta-b%C3%A1sica-universal-un-sue%C3%B1o-hecho-realidad-para-los-d%C3%A9spotas

Y cuando trata el tema del “sistema de Crédito” en China, comenta:

“En China la gente puede tener su puntuación de crédito social anulada por comprar demasiados videojuegos. En el marco de la RBU, es lógico que haya quejas de que algunas personas se aprovechan del sistema pero no contribuyen, y que eso es malo tanto para ellas como para la sociedad. Por lo tanto, parecerá sensato ahorrar dinero, y animar a la gente a que adopte mejores hábitos, descontando su renta básica universal si pasan demasiado tiempo jugando en el ordenador, o haciendo clic en los medios sociales. Es probable que el gobierno tenga muchas ideas brillantes sobre el tipo de actividades que deberían realizar en su lugar. Es posible que pronto también quieran recompensar a las personas por su buen comportamiento, como contribuir a la caridad o al voluntariado. Pero, ¿cuánto tiempo puede permanecer imparcial un sistema así? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que la gente empiece a crear causas malignas para lavar y aprovechar el dinero gratuito del gobierno? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que el gobierno empiece a seleccionar qué causas son dignas y cuáles no? El gobierno que recompensa actividades específicas con fondos públicos suplanta el sistema de mercado con una «soborno» en la que la gente puede subir la escalera no proporcionando directamente bienes y servicios por los que otros están dispuestos a pagar, sino averiguando qué es lo que el gobierno aprueba y recogiendo puntos de «brownie». Si el espionaje a los vecinos y la denuncia de su llamado comportamiento antisocial califica, entonces el gobierno habrá encontrado un papel para la nueva clase de aduladores – la idea se vuelve más aterradora. No sería la primera vez que los gobiernos piden a sus ciudadanos que delaten a su vecino.

En China la gente puede tener su puntuación de crédito social anulada por publicar noticias falsas en línea. Podemos, por supuesto, preguntar, ¿falsificar según quién? Después de todo, el gobierno chino sostiene que la masacre de la Plaza de Tienanmen de 1989 fue una «noticia falsa» que Occidente se propuso para socavar el régimen. Más cerca de casa, los principales medios de comunicación fueron totalmente cómplices en la venta de la guerra de Irak al público, pero dudo mucho que veamos a la gente sancionada por publicar noticias de las principales fuentes como la BBC o la MSNBC. Nuestros líderes están por encima de la falsificación de nuestros registros históricos y de enviar incidentes embarazosos por el agujero de la memoria para su eliminación permanente. Los cordones de la renta básica universal también representan una grave amenaza para la libertad de expresión. Cualquiera que haya seguido las «guerras del despertar» en Twitter y otras plataformas de medios sociales habrá oído hablar de personas que reciben prohibiciones de por vida para twittear cosas como «Los hombres nunca son mujeres». Ahora bien, ya sea que usted crea que tal mensaje es transfóbico o no, usted puede al menos creer que alguien tiene el derecho de tuitearlo, y ser debidamente educado en cuanto a los errores de su acción por parte de otros usuarios. La renta básica universal podría convertirse fácilmente en la nueva arma que se esgrima contra aquellos que tienen opiniones impopulares o aquellos que simplemente ya no son políticamente correctos. Se utilizará primero para atacar a grupos impopulares como racistas, misóginos, homofóbicos y fanáticos. No mucha gente vendrá en su defensa cuando pierdan su ingreso básico por propagar el odio. Pero un día usted mismo puede tener una opinión impopular que es relativamente benigna. Tal vez usted dirá que la gente no debería tener sus ingresos básicos reducidos sólo porque dicen cosas impopulares en Internet. No sólo será abofeteado con una prohibición de Twitter, sino que potencialmente perderá 1000 dólares al mes.”

Tarjetas preocupantes……

¿Estás en contra de los alimentos genéticamente modificados? El 88% de los científicos dice que son seguros

Muy buen artículo de Tony Morley en Human Progress sobre los alimentos genéticamente modificados. Va traducido por Google Traductor y completo para que llegue a una mayor audiencia. El original está acá: https://humanprogress.org/article.php?p=2326

 

“Los alimentos genéticamente modificados (GE), alternativamente conocidos como organismos genéticamente modificados (OGM), han existido desde los albores de la agricultura. Los humanos han estado modificando genéticamente plantas y animales, primero inadvertidamente, y luego a través del desarrollo selectivo primitivo, durante casi 30,000 años. Casi toda la colección de alimentos y productos animales que consideramos naturales e históricamente sin cambios sería irreconocible en sus formas prehistóricas originales.

Seamos claros: comer alimentos genéticamente modificados es seguro, saludable y nutritivo. Cientos de millones de personas compran y consumen alimentos transgénicos diariamente, para su propio beneficio y el de sus familias. Si bien los cultivos transgénicos y los alimentos derivados han sido probados de manera exhaustiva y exitosa durante décadas, el movimiento anti-transgénicos todavía critica la investigación, la producción y el consumo de cultivos alimentarios transgénicos. Esta disidencia académicamente insostenible ha retrasado históricamente y continuará retrasando el bienestar y el crecimiento humano. Eso es particularmente cierto para las personas más pobres del mundo.

En los países y regiones en desarrollo, donde muchos millones subsisten principalmente con arroz común, la falta de vitamina A puede provocar discapacidades o la muerte. Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la deficiencia de vitamina A provoca ceguera de al menos 250,000 y hasta 500,000 niños anualmente. Al menos la mitad de esos niños muere dentro de los 12 meses posteriores a la deficiencia de vitamina A.

La falta de vitamina A en la dieta es un problema exclusivamente limitado a los pobres del mundo. Es un problema técnico para el cual hay una solución fácilmente disponible. La solución en cuestión fue postulada por primera vez por Peter Beyer, profesor de biología celular en la Universidad de Friburgo en Alemania, e Ingo Potrykus del Instituto de Ciencias de las Plantas en Suiza. Beyer y su equipo utilizaron la ingeniería genética para insertar los genes productores de betacaroteno en el ADN del arroz normal. El resultado fue arroz modificado de tal manera que produzca betacaroteno in situ dentro de la planta, el llamado Arroz Dorado. El color del arroz es un claro indicador de la vitamina A que contiene. En muchas regiones de China, India y Bangladesh, una porción diaria de Golden Rice podría prevenir millones de casos de ceguera, salvar un número igual de vidas y mejorar las perspectivas económicas y el bienestar general de innumerables familias en las próximas décadas.

Muchas ONG y ambientalistas extremos, como Greenpeace, continúan prohibiendo, retrasando y restringiendo la capacidad humana para desplegar ingeniería genética en la agricultura moderna. Una minoría de personas adineradas en países desarrollados puede disfrutar de un estilo de vida orgánico estrictamente libre de GE / OGM sin consecuencias perjudiciales. Pero forzar tal estilo de vida sobre los pobres del mundo es injusto, poco ético, improductivo e innecesario. Las mejoras en la tecnología agrícola han salvado cientos de millones de vidas y, sin duda, salvarán cientos de millones más en el futuro.

El miedo irracional y el aborrecimiento de los cultivos genéticamente modificados tienen profundas raíces en la evolución humana. Más de cien mil años de prueba y error permitieron a nuestra especie averiguar laboriosamente qué plantas y animales eran comestibles y nutritivos, y cuáles eran peligrosos o bajos en nutrientes. Esta información fue recopilada y transmitida a través de instrucciones orales de padres a hijos, de familia a familia y de comerciante a comerciante.

Si bien muchos factores han contribuido a la demora en la investigación, producción y distribución de cultivos de cultivos genéticamente modificados, la causa raíz es con demasiada frecuencia un miedo irracional a los peligros y riesgos desconocidos de los productos modificados genéticamente. Un estudio reciente, titulado acertadamente, «Los oponentes extremos de los alimentos genéticamente modificados saben lo menos, pero piensan que saben más», captura perfectamente el estado actual del juego:

“La mayoría de los científicos consideran que los alimentos genéticamente modificados (GM) son tan seguros para el consumo humano como los alimentos cultivados de manera convencional, y tienen el potencial de proporcionar beneficios sustanciales a la humanidad, como un mayor contenido nutricional, un mayor rendimiento por acre, mejor almacenamiento resistencia a las enfermedades de la vida y los cultivos; sin embargo, existe una oposición pública sustancial a su uso en todo el mundo. En los Estados Unidos, una encuesta realizada por el Pew Research Center descubrió que el 88% de los científicos pensaba que los alimentos GM eran seguros para comer, mientras que solo el 37% de los legos pensaba que era la brecha más grande para cualquiera de los problemas probados »

Cada mes de retraso en el desarrollo de cultivos de mayor rendimiento, más nutritivos y tolerantes al medio ambiente que requieren menos fertilizantes y pesticidas es otro mes que las futuras generaciones considerarán avergonzados. Durante los próximos 25 años, el desarrollo y el uso exitoso de la ingeniería genética en la producción de cultivos agrícolas jugarán un papel clave en la mejora del florecimiento humano. Salvará y enriquecerá la vida de millones. Sin embargo, eso solo será posible si las personas apoyan la investigación, el desarrollo y el uso de las tecnologías de GE de manera racional.”

Más sobre las instituciones y el papel de la prensa: polarización y caída de la confianza. Pero también más competencia

Más sobre la calidad de las instituciones y el papel de la prensa libre. En este caso el Reuters Institute Digital News Report 2019 comenta algo que ya hemos visto aquí, la polarización y la caída en la confianza sobre los medios: http://www.digitalnewsreport.org/

Algunos párrafos:

  • “La comunicación social en torno a las noticias es cada vez más privada ya que las aplicaciones de mensajería continúan creciendo en todas partes. WhatsApp se ha convertido en una red primaria para discutir y compartir noticias en países no occidentales como Brasil (53%), Malasia (50%) y Sudáfrica (49%).
  • Las personas en estos países también son mucho más propensas que en Occidente para ser parte de grandes grupos de WhatsApp con personas que no conocen: una tendencia que refleja cómo las aplicaciones de mensajería pueden usarse para compartir fácilmente información a escala, y potencialmente fomentar la difusión de información errónea, pública y privada. Los grupos de Facebook que discuten noticias y política se han convertido en populares en Turquía (29%) y Brasil (22%) pero son mucho menos utilizados en países occidentales como Canadá (7%) o Australia (7%).
  • La preocupación por la malinformación y la desinformación permanece alta a pesar de los esfuerzos de las plataformas y editores para construir confianza pública. En Brasil, el 85% está de acuerdo con una declaración de que están preocupados por lo que es real y falso en internet. Esa preocupación también es alta en el Reino Unido (70%) y EE. UU. (67%), pero mucho más baja en Alemania (38%) y los Países Bajos (31%).
  • En todos los países, el nivel promedio de confianza en las noticias en general ha bajado 2 puntos porcentuales a 42% y menos de la mitad (49%) está de acuerdo en que confían en los medios de comunicación que ellos mismos utilizan. Los niveles de confianza en Francia han caído a solo el 24% (-11) en el año pasado ya que los medios han sido atacados por su cobertura del movimiento de los chalecos amarillos. Confíanza en las noticias encontradas a través de la búsqueda (33%) y las redes sociales se mantienen estables pero extremadamente bajo (23%).”

Ahora bien, esto es también el resultado de un mayor grado de competencia con una enorme cantidad de fuentes. Tal vez es un proceso que necesariamente depurará el mercado: si lo que queremos es saber qué pasa, la reputación de los medios y las nuevas fuentes de noticias no tardará en formarse.Claro, a menos que, como se dijo en posts anteriores, solamente querramos que nos digan lo que queremos escuchar.

Dos opiniones discutibles: ¿porqué toda opinión de «centro» sería mejor? y ¿la polarización política llevará inevitablemente al colapso social?

Un artículo sobre la polarización política, la “grieta” como le decimos por acá no deja de ser interesante, pero plantea dos temas muy discutibles: el primero es que toda opinión de “centro” es la correcta (¿por qué?) y la segunda que todo se va al demonio, que la polarización seguirá profundizándose hasta terminar en guerras o fabulosas crisis. (¿)

Se trata del artículo “Bleak Future Ahead: The Science behind Contemporary Polarization”, de Alison Godlsworthy y Julian L. Hupper, publicado en el Journal of International Relations and Sustainable Development, Winter 2020, Issue Nr. 15. https://www.cirsd.org/en/horizons/horizons-winter-2020-issue-no-15/bleak-future-ahead-the-science-behind-contemporary-polarization

Respecto a lo que no comparto, me parece claro que, por ejemplo, en el actual debate entre quienes sostienen políticas mercantilistas y proteccionistas, y el libre comercio, las ventajas no están en “un poquito de mercantilismo y un poquito de libre comercio”. Si fuera así, hay que revisar la teoría económica desde Smith,  Ricardo, Heckscher-Ohlin y hasta Krugman. Respecto a lo segundo, refiero a todos los posts que he puesto ya de Matt Riddley.

Así comienza el artículo:

“Ha habido mucha discusión sobre la creciente polarización política en todo el mundo, particularmente en las democracias liberales occidentales. Cantos sugiriendo que encerremos a nuestros líderes han reverberado alrededor de los estadios. Políticos de los partidos principales y sus niños pequeños han tenido que ser escoltados a su casa por una falange de policías mientras se les arroja cualquier cosa. Se está convirtiendo en norma que los parlamentarios necesiten botones de pánico instalados en sus habitaciones. Mientras la polarización irrumpió en la conciencia de los Estados Unidos y el Reino Unido a raíz del Brexit y el voto presidencial en 2016, tiene largas raíces históricas.

En los últimos veinte años, la Encuesta Nacional de Elecciones en USA ha registrado casi el doble de sentimientos hostiles entre demócratas y republicanos. A medida que la gente ve a los demás de manera más negativa, se alían con los suyos, aumentando la lealtad al partido. Es un círculo vicioso que es tremendamente difícil de desconectar. Encuestados por el  Informe de riesgo global 2019 del Foro Económico Mundial clasificaron la «Creciente polarización de las sociedades» como solo superada por el cambio climático como conductor subyacente de riesgo.

La polarización no siempre es buena según las líneas de problemas, aunque puede ser. En cambio, estamos experimentando » polarización afectiva «, por lo que nuestras identidades políticas se convierten en la línea de división común: salir o permanecer; Trump o Nunca Trump; Demócrata o republicano. Esto significa que las personas pueden tener poca idea lo que otros piensan realmente sobre un problema, resultando en percepciones de otros puntos de vista que son muy inexactos. Una investigación de More in Common encontró que en los Estados Unidos 85 por ciento de los republicanos piensan que la inmigración controlada puede ser buena para ese país. Sin embargo, los demócratas estiman que solo el 52 por ciento de los republicanos lo cree.  Del mismo modo, el 29 por ciento de los demócratas creen que Estados Unidos debería tener bordes abiertos. Los republicanos estiman 62 por ciento de los demócratas quieren completamente bordes abiertos.

Esta no es la primera vez que las naciones más avanzadas el mundo se han polarizado. Esos períodos generalmente han terminado en disturbios civiles, recesión profunda o guerra. Sacudidas al sistema que obliga a las personas a desafiar supuestos y creencias que han sostenido profundamente.

Los intentos de aliviar nuestras pobres percepciones, divisiones, y contrarrestar la histórica tendencia también enfrentan barreras significativas. Trabajamos, vivimos e interactuamos cada vez más con personas políticamente similares a nosotros, por lo que hay pocas posibilidades de curso correcto. En cambio, la brecha se amplía y, como argumentamos en este ensayo, hace que la mirada futura sea sombría. No hay soluciones fáciles y creemos que podemos haber pasado el punto donde el Reino Unido, o Estados Unidos, puedan rescatarse sin experimentar consecuencias muy graves. Las cosas empeorarán antes de ponerse mejor.”