¿Porqué gana más un médico que un barrendero? ¿No tiene tanto mérito uno como el otro?

Comenta Hayek en «La Constitución de la Libertad» (1960):

«La incompatibilidad de recompensar según el mérito con la libertad para escoger lo que uno quiere perseguir resulta evidente en aquellas áreas donde la incertidumbre de los resultados es particularmente grande y muy distinta la estimación individual de las probabilidades de las varias clases de esfuerzos[1]. No podemos pensar en atraer a los hombres más cualificados a las tareas comprendidas bajo el término de investigación y exploración o a las actividades económicas que solemos calificar de especulación, a menos que concedamos a los que logren el éxito todo el crédito o ganancia, por mucho que otros se hayan esforzado tan meritoriamente. Puesto que nadie conoce de antemano quiénes serán los triunfadores en el empeño, tampoco puede decirse quién tiene el mayor mérito. De nada serviría a nuestro propósito que permitiésemos compartir el premio a todos los que realmente se han esforzado en la búsqueda del éxito. Más aún: la adopción de tal medida exigiría que alguien tuviese el derecho de decidir la formación del equipo. Para que los hombres usen su propio conocimiento y capacidad en la persecución de objetivos inciertos no han de guiarse por lo que otros piensen, sino por el valor que ellos mismos atribuyan al resultado que se busca.

Lo que resulta una verdad tan obvia en el caso de las empresas que comúnmente consideramos problemáticas no lo es menos en lo tocante a cualquier determinado propósito que decidamos perseguir. Tales decisiones vienen acompañadas de incertidumbre, y para que la elección sea tan acertada como humanamente pueda serlo, los resultados que se esperan deben venir marcados de acuerdo con su valor. Si la remuneración no se correspondiese con el valor que tiene para los semejantes el resultado de los esfuerzos del hombre, se carecería de base para decidir si la persecución de un objeto determinado es merecedora del esfuerzo y riesgo que entraña. Al hombre habría que asignarle la tarea a cumplir y estimar cuál hubiera sido el mejor uso de su capacidad a fin de determinar sus deberes y su remuneración [2].

Sin lugar a dudas, de hecho, no deseamos que los hombres obtengan el máximo de mérito, sino que logren la máxima utilidad con el mínimo de sacrificio y esfuerzo y, por lo tanto, el mínimo de mérito. Resultaría imposible recompensar justamente todo el mérito. Tampoco sería conveniente que los hombres tendiesen principalmente a obtener el máximo de mérito. Cualquier intento para inducir al hombre a preocuparse tan sólo de lograr el máximo mérito se traduciría en recompensas diferentes por el mismo servicio. Solamente podemos juzgar con cierto grado de seguridad el valor del resultado, no la cantidad de esfuerzo y cuidado que ha costado a diferentes hombres el logro final. Las recompensas que la sociedad libre ofrece por los resultados sirven para indicar a los que pugnan en conseguirlos cuántos desvelos merecen que se les consagre. Todos aquellos que producen el mismo resultado reciben idénticos premios, sin consideración alguna al esfuerzo. Lo que es verdad en lo tocante a la remuneración por los mismos servicios rendidos por personas diferentes es todavía más verdad en el caso de la remuneración relativa por diferentes servicios que requieren diferentes capacidades y dotes personales. En ambos supuestos la remuneración tiene poca relación con el mérito. Generalmente, el mercado por servicios, de la clase que sea, ofrece el valor que tienen para los beneficiarios; pero raramente se sabrá nunca si fue necesario ofertar mucho con vistas a obtener tales servicios o incluso si la comunidad podía haberlos obtenido por mucho menos. El caso del pianista de quien se escribió no hace mucho tiempo que tocaría el piano incluso si tuviera que pagar por tal privilegio, probablemente ilustra la actitud de muchos que obtienen grandes ingresos procedentes de actividades que a la vez constituyen su principal placer.»

[1]               Cfr. el importante ensayo de A. A. ALCHIAN, «Uncertainty, Evolution and Economic Theory».J.P.E., XLVIII, 1950, especialmeme la sección n, pp. 213-14, bajo el renglón «Success is Based on Results, Not Motivation». Probablemente, no sea accidental que el economista americano que más ha comribuido a la divulgación de la sociedad libre, F. H. Knight, haya comenzado su carrera profesional con un estudio titulado Risk, Uncerrtainty and Profit. Cfr. también B. DE ]OUVENEL, Power, Londres 1948, p. 298.

 

[2]               A menudo se afirma que en justicia la remuneración ha de ser proporcional a la molestia producida por el trabajo, y que, por esta razón, el barrendero o el pocero deberían percibir mejores remuneraciones que el médico o el burócrata. Ciertamente ésta sería la consecuencia del principio de remuneración de acuerdo con el mérito (o «justicia distributiva»). En el mercado, la indicada fórmula solamente podría dar resultado si todos los individuos gozaran de idéntica habilidad para toda suerte de ocupaciones, de tal forma que quienes fueran capaces de ganar tanto como cualesquiera otros en las ocupaciones más agradables, percibieran mayor retribución por tomar a su cargo los empleos desagradables. En el mundo actual, esos empleos desagradables proporcionan a aquellos cuya utilidad en el desempeño de ocupaciones más atractivas es pequeña una oportunidad de ganar más de lo que ganarían en otros empleos. El que personas que pueden ofrecer pocos beneficios a sus semejames sean capaces de ganar una renta similar a la del resto, con un sacrificio mucho mayor, constituye una inevitable conse­cuencia del orden en cuya virtud al individuo se le permite escoger su propia esfera de utilidad.

La gente quiere que se remunere según el mérito, pero el mercado remunera según el resultado

El Mercado recompensa por resultados, pero mucha gente quisiera que fuera por mérito. Hayek comenta si es possible en «La Constitución de la Libertad» (1960):

Hayek

«En la práctica, recompensar de acuerdo con el mérito debe significar premiar de acuerdo con un mérito señalado, mérito que otras gentes pueden reconocer y estar de acuerdo con él, y mérito que no es meramente juzgado por un solo y alto poder. En este sentido, mérito señalado presupone que podemos cercioramos de que un hombre ha llevado a cabo lo que determinadas reglas de conducta aceptadas le pedían y a costa de cierto esfuerzo y empeño. El mérito no se deduce del objetivo, sino del esfuerzo subjetivo no puede juzgarse por los resultados. El intento de lograr un resultado valioso puede ser altamente meritorio, a pesar de su completo fracaso, como el éxito total puede enteramente ser el efecto de un accidente y, por lo tanto, carecer de mérito. Si nos consta que un hombre ha hecho todo lo que ha podido, a menudo deseamos verle recompensado, con independencia de los resultados; mientras que le concederemos poco crédito si sabemos que el más valioso de los logros se debe casi por entero a circunstancias afortunadas.

Sería de desear que fuésemos capaces de lograr la anterior distinción encada caso. De hecho, sólo raramente se consigue con cierto grado de seguridad. Tan sólo lo lograremos cuando poseamos el conocimiento de que dispuso la persona en cuestión, incluyendo el conocimiento de su destreza y seguridad, de su estado mental y sentimientos, de su capacidad de reflexión, energía y perseverancia, etc. Por tanto, la posibilidad de un verdadero juicio de mérito depende de la existencia de esas condiciones antes enumeradas, cuya ausencia general es el principal argumento en favor de la libertad. Permitimos a los hombres decidir por sí mismos porque queremos queutilicen conocimientos que no poseemos, y, por tanto, al tener libertad para usar esa personal capacidad y conocimiento de los hechos que nosotros no poseemos, es imposible que nos hallemos en situación de juzgar el mérito de sus logros. Decidir sobre el mérito presupone la posibilidad de juzgar si la gente ha hecho uso de sus oportunidades como debiera y cuánto esfuerzo o ejercicio de la voluntad les ha costado. Presupone asimismo la capacidad de distinción entre la parte de logros debida a circunstancias dentro del control personal y la parte que no se debe a ellas.»

La competencia, más que perfecta o imperfecta, es un proceso de descubrimiento

Utilizamos “modelos ideales” en economía como una forma de comprender el funcionamiento de ciertas variables económicas, pero para avanzar en el análisis es preciso remover los supuestos ideales para acercarnos a comprender el mundo real que, obviamente, está lejos de ser perfecto. Sin embargo, la economía predominante se ha quedado en el modelo ideal en el caso de la competencia y compara la realidad contra este ideal de la “competencia perfecta”, contra el cual, por definición, todo es imperfecto. Hasta allí podríamos estar de acuerdo, pero luego, saltan de ese concepto a proponer y reclamar la regulación estatal de la competencia en los mercados, por ser esta “imperfecta” en relación a ese estándar ideal, e introducen al estado regulador que está mucho más lejos aún de alguna perfección. Al respecto comenta Hayek sobre la competencia “perfecta” en su conferencia “La competencia como proceso de descubrimiento” dictada en Chicago en 1968:

Hayek

Es difícil defender a los economistas del cargo de haber discutido la competencia, por cerca de 40 o 50 años, basándose en conjeturas que si reflejaran la verdad del mundo real harían que la competencia fuera algo sin interés e inútil. Si alguien conociera efectivamente todo lo concerniente a aquello que la teoría económica llama datos, la competencia sería, en realidad, un método inútil para asegurar un ajuste a estos hechos. No es sorprendente, por tanto, que algunos se hayan visto inducidos a concluir que podemos prescindir totalmente del mercado, o que los resultados de éste sólo deberían usarse como un primer paso para garantizar una producción de bienes y servicios que podamos manejar, corregir o redistribuir del modo que queramos. Otros, cuya idea de la competencia pareciera derivar únicamente de los textos modernos, han concluido, naturalmente, que ésta no existe.

Contra esto es útil recordar que dondequiera que se pueda justificar racionalmente el uso de la competencia, ello será sólo sobre la base de que no conocemos anticipadamente los hechos que determinan las acciones de los competidores. Ya sea en los deportes como en los exámenes, y no menos en la adjudicación de contratos gubernamentales o de premios a la poesía, sería obviamente inútil organizar competencias si supiéramos de antemano quién será el ganador. Como se indica en el título de la conferencia, propongo que la competencia sea considerada como un procedimiento para descubrir hechos que, de no recurrir a ella, serían desconocidos para todos o, por lo menos, no serían utilizados.

Esto puede parecer tan obvio e indiscutible a primera vista como para que no merezca ninguna atención. No obstante, de la formulación explícita del aparente axioma anterior se siguen de inmediato algunas interesantes consecuencias, las que no son tan obvias. Una de ellas es que la competencia es valiosa sólo porque, y en tanto, sus resultados son imprevisibles y diferentes, en general, de aquellos que alguien pudiera haber perseguido deliberadamente. Y, aún más, que los efectos generalmente provechosos de la competencia deben incluir el desilusionar o derrotar algunas expectativas o intenciones particulares.

… la teoría económica parece cerrarse a veces, desde un principio, el camino hacia una evaluación del carácter del proceso de la competencia, ya que parte de la suposición de una oferta “dada” de los bienes escasos. Pero, cuáles son éstos o qué cosas constituyen mercaderías y cuán escasas o valiosas son éstas es lo que la competencia, precisamente, debe descubrir. Únicamente los resultados provisorios, que resultan del proceso del mercado en cada etapa, indican a los individuos lo que deben buscar. La utilización del conocimiento, ampliamente disperso en una sociedad que tenga una distribución extensiva del trabajo, no puede descansar en el hecho de que los individuos conozcan todos los usos particulares a los cuales pueden aplicarse las cosas que les son familiares dentro de su propio medio ambiente individual. Los precios dirigen su atención a aquello que vale la pena descubrir respecto de lo que el mercado ofrece en materia de ciertos bienes y servicios. Esto significa que las combinaciones de conocimientos y habilidades individuales —en alguna medida, siempre únicas—, que el mercado permite usar, no constituyen, ni siquiera en una mera primera instancia, un conocimiento de los hechos que los individuos puedan registrar y comunicar, si alguna autoridad así lo solicitase. El conocimiento al cual me refiero consiste más bien en una capacidad para descubrir las circunstancias especiales, lo que sólo será efectivo si los poseedores de este conocimiento son informados por el mercado acerca de qué clase de bienes o servicios son requeridos y cuál es la urgencia de esta necesidad.”

 

¿La democracia como proceso de descubrimiento? Una visión ‘austriaca’ de la política

Existe, por supuesto, una “teoría económica de la política”, que se suele llamar “Teoría de la Elección Pública” o “Public Choice”. Ahora bien, ¿existe una teoría económica ‘austriaca’ de la política? Esto lo trata Michael Wohlgemuth en el interesante artículo titulado “La democracia como un proceso de descubrimiento: hacia una “economía austriaca” del proceso político” (Libertas 34, 2001).

Comienza con dos citas”

“Es en sus aspectos dinámicos, mas que los estáticos, donde se prueba el valor de la democracia… El ideal de la democracia descansa en la creencia de que la visión que dirigirá al gobierno emerge de un proceso independiente y espontáneo”.

Friedrich A. Hayek (1960: 109)

“Las perspectivas que ofrecen algunos de los análisis sobre ordenes espontáneos que ocurren fuera de situaciones de equilibrio pueden resultar útiles en aplicaciones a la política como a la economía”.

Y comenta:

“No existe una Economía Austríaca de la democracia. Es cierto que economistas austríacos como Hayek, von Mises o Lachmann han estudiado a los sistemas e ideas políticas. El estado, su poder e instituciones, su papel en la protección o destrucción del orden espontáneo del mercado se encuentra en el centro de tratamientos clásicos como La Constitución de la Libertad (Hayek, 1960), Ley, Legislación y Libertad (Hayek, 1973; 1976; 1979), Socialismo (Mises 1936/76), Gobierno Omnipotente (Mises, 1944) o El legado de Max Weber (Lachmann, 1970). Y aun más notablemente, todo el proyecto de la teoría económica de la democracia es considerado a menudo como habiéndose iniciado con un “austríaco”: con la formulación de Schumpeter sobre Otra Teoría de la Democracia (1942: cap. 22)1.

Sin embargo, parece correcto decir que no existe una economía de la política específicamente austríaca. Lo que hoy se conoce como la economía de la política (esto es, el análisis positivo de la política aplicando las mismas herramientas y conceptos utilizados para el análisis positivo de los fenómenos económicos) no es economía austríaca sino neoclásica. La impresión común que brindan los economistas austríacos -aunque esto refleja una visión relativamente simplista y sesgada del asunto- es que los austríacos se interesan exclusivamente de conclusiones políticas normativas derivadas de su ideal sobre los procesos del mercado libre. Los austríacos no tienen renombre por analizar la política como es utilizando sus conceptos y herramientas austríacas específicas en una teoría del proceso político. Por lo tanto, parece haberse desarrollado una división del trabajo intelectual que ha producido dos áreas distintas de preocupación teórica: si quieres saber lo que los políticos no deberían hacer o poder hacer, pregúntale a los austríacos. Si quieres saber lo que los políticos hacen, cómo y porqué lo hacen, pregunta a los economistas de la Elección Pública (Public Choice).

Sin embargo, nuestra afirmación de que los austríacos no han estudiado sistemáticamente el funcionamiento de los procesos políticos con las mismas herramientas analíticas y conceptos básicos que utilizan para el estudio de los procesos de mercado debe ser afinada aun más. Hayek, Mises o Kirzner han estudiado los problemas de la planificación e intervención política utilizando los mismos conceptos derivados de las condiciones de la acción humana: la falta de conocimiento de los actores, la coordinación de planes individuales sujeta a las reglas del juego, y las posibilidades e incentivos para actuar bajo esas reglas. La inhabilidad de las agencias políticas (digamos, en un régimen de socialismo de mercado) para mimetizar los procesos reales del mercado o para dirigir exitosamente al orden espontáneo del mercado hacia fines políticos preconcebidos ha sido una aplicación muy destacada y exitosa de la economía austríaca al estudio de la política. En verdad, los argumentos políticos presentados en el debate sobre el cálculo produjeron resultados empíricamente valiosos que muchas evaluaciones neoclásicas de la política no parecen poder brindar.

Algunas preguntas sobre evolución y reglas del golf

Algunos alumnos de la Escuela de Negocios de la UFM participaron de este curso (Logo) sobre la evolución de las normas, con el ejemplo del golf. He comentado sobre el artículo de Eduardo Zimmermann y sobre el caso específico en los posts anteriores. Ahora presento algunas de las preguntas que plantearan los alumnos. La consigna era que fueran preguntas al autor, intentaremos responderlas aunque bien puede ser que Hayek lo hiciera de otra forma:

1. ¿Hay ejemplos actuales que representan bien los conceptos de Hayek?

Hay muy buenos ejemplos de evolución de normas en la actualidad. Uno de ellos es la evolución de todo tipo de estándares tecnológicos (mp3, etc.), los efectos de las redes sociales, tanto sea a nivel de relaciones interpersonales como también de su impacto en la política. El derecho evoluciona a la par de todos estos cambios. Hay cambios permanentes en las modas, en las costumbres, cambios que se generalizan en tanto que son aceptados por la gente.

2. ¿Qué regla en la sociedad parece más eficiente?

Supongo que si tuviera que elegir solo una, elegiría el “derecho de propiedad”, como una norma fundamental sobre la que se basan todos los derechos y libertades individuales. Siguiendo a Locke, la primera propiedad que tenemos es sobre nosotros mismos, sobre nuestro propio cuerpo. Todo derecho implica una responsabilidad por parte de los demás. En este caso, el derecho que uno tiene sobre su propio cuerpo implica la obligación de todos los demás de no interferir, de no violar ese derecho, de no agredir físicamente a esa persona.

Luego, como uno es propietario de su cuerpo también lo es de sus ideas, de su fuerza de trabajo, y por extensión del producto de ese trabajo.

3. ¿Qué regla en la sociedad le parece la más ineficiente?

Difícil pregunta. Supongo que tal vez aquella que remueve los límites al poder. Como es la contracara de la pregunta anterior, la respuesta tendría que ser aquella que elimina el derecho de propiedad. Pero esto no ocurre en forma explícita. Ni siquiera un régimen comunista eliminaba toda la propiedad privada, ya que los bienes de consumo que adquiriera un obrero, le pertenecían. Pero claro, hay cantidad de regulaciones que deterioran el derecho de propiedad sin derogarlos explícitamente.

Tal vez deberíamos elegir aquí la norma que establece un sistema monetario inflacionista, ya que deteriora el medio de intercambio, el que es parte de todos los intercambios que se realizan en la sociedad. Al manipular su valor se está interfiriendo en todos los precios, en todo tipo de relaciones.

4. ¿Quisiera entender por qué ubica a la familia como una institución de origen religioso? ¿Considera que la familia es una de estas instituciones cuya evolución reciente ha llegado a destruir su “naturaleza” y por lo mismo amerite “pequeñas modificaciones positivistas”?

 

No veo que Zimmermann le atribuya a Hayek plantear el “origen religioso”. Esto es lo que dice al respecto:

“Pero estas instituciones han surgido a lo largo de un proceso evolutivo que ha seleccionado los tipos de normas de conducta que hacen posible ese progreso de la civilización humana. Esto significa que las reglas morales tampoco son, para esta línea de pensamiento, el resultado de la razón humana: su origen se debe al hecho de que algunos grupos, sin saber en forma completa y detallada por qué lo hacían, adoptaron ciertas normas de conducta (por ejemplo, la honestidad, las reglas de la propiedad privada y la familia) que les permitieron prosperar, desarrollarse exitosamente y desplazar en forma progresiva a otros grupos que seguían principios y tradiciones diferentes. Más aun, Hayek destaca que en muchos casos estos principios morales aparecían contrarios tanto a los instintos innatos del hombre como a sus intentos por comprenderlos racionalmente, y esas tradiciones morales sólo fueron respetadas a través de las religiones y de la creencia en una fuerza sobrenatural.”

Creo que ve a la religión no como el origen sino como un vehículo para afirmar esta institución. Una religión, en este sentido, facilita el cumplimiento generalizado de una norma, ya que al adoptar una religión también se adopta un cierto código moral de conducta.

5. ¿Podemos ser pragmáticos en sugerir pequeñas modificaciones racionales a instituciones como la familia retomando la naturaleza histórica de esta institución dentro del marco liberal clásico?

Junto la segunda parte de la anterior a esta pregunta. No sé si ha destruido su naturaleza o simplemente ha cambiado. En cuanto a pequeñas modificaciones racionales, estimo que Hayek aprobaría las que se realizaran en las últimas décadas para igualar los derechos del hombre y la mujer, por ejemplo.

6. ¿Que diría Hayek sobre la baja tasa de 0.25% de interés de EEUU?

Bueno, en relación a lo que estamos viendo, está claro que eso no tiene nada que ver con un fenómeno “evolutivo”, es una manipulación de la tasa que la lleva a un nivel artificial. Una muestra de lo que mencionaba en la pregunta 3, sobre la manipulación de la moneda.

 

7. ¿Qué países son ejemplos que concuerdan más o menos con los conceptos de Hayek?

Creo que siempre admiró a Inglaterra, más por su pasado que por su presente. Por haber sido el primer caso de limitaciones al poder (la Carta Magna, la Revolución Gloriosa que asigna poder al Parlamento), por haber desarrollado un sistema jurídico evolutivo (Common Law), y por haber abierto su economía permitiendo el desarrollo de capitalismo y la revolución industrial. Pero también recordemos que escribió “Camino de Servidumbre”, precisamente para señalar el camino que llevaba a Inglaterra en una dirección muy diferente.

Hayek, la evolución de las normas y el Golf

En un curso (Logo) para la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín, los alumnos tuvieron que leer el artículo de Eduardo Zimmermann: «Hayek, la evolución cultural y sus críticos», (Buenos AIres, Libertas IV : 6, Mayo 1987), donde el autor repasa las características de la teoría evolutiva del austriaco y considera algunas de las críticas que recibiera, particularmente de James M. Buchanan.

El principal punto de discussion se centra en el espacio que la teoría abre para la propuesta de reformas «racionales» a las normas producto de esa evolución. También se relaciona con el llamado efecto «Pangloss»: ¿son todas las evoluciones necesariamente positivas?

Golf

Una teoría evolutiva podría ser interpretada como que los cambios simpelemente «suceden», simplemente tenemos que quedarnos sentados esperando que ocurran. Esto niega la posibilidad de proponer reformas y políticas públicas. SIn embargo, nada de eso hiciera Hayek, quien fuera muy activo proponiendo cambios, desde sistemas constitucionales hasta sistemas monetarios. ¿Cómo debe interpretarse entonces su vision evolutiva?

Así concluye Zimmermann:

«el racionalismo crítico de Hayek está tan lejos del constructivismo, propio del
racionalismo «ingenuo», como del misticismo exagerado que los conservadores suelen adoptar ante la tradición. En consecuencia, podría decirse que el análisis crítico de las tradiciones recibidas, orientado a encaminarlas hacia los principios liberales, debe estar acompañado por una buena cuota de prudencia en su implementación. Lo mismo podría decirse respecto del proceso de adopción de usos y costumbres de otras sociedades.

Este proceso de imitación es tal vez uno de los puntos que más desarrollo necesita dentro de la teoría evolucionista de las instituciones sociales. ¿Qué es lo que una comunidad puede adoptar de otra a través de la imitación? ¿Existe la posibilidad de discriminar entre lo «bueno» y lo «malo» dentro de sistemas de normas de conducta a imitar? ¿Puede realizarse una imitación «selectiva»?, Podría decirse también que la combinación de nuevas normas de conducta (imitadas) con un sistema de usos y costumbres ya existentes (tradicionales) tendrá como resultados órdenes diferentes de los surgidos en las comunidades tomadas como modelos a imitar. ¿Serán esas diferencias en los resultados finales aceptadas como variaciones de un mismo modelo de orden social o rechazadas por no reproducirse exactamente las características del modelo imitado?

Deberá incluirse también la necesidad de analizar las consecuencias que los posibles errores cometidos durante el proceso de imitación o de adopción de nuevas normas de conducta tengan sobre el orden resultante. Todos estos interrogantes deben ser entendidos como una estimulante invitación a desarrollar un programa de investigación sobre la evolución de las instituciones humanas, del cual los aportes hechos por Hayek, fundamentals como han sido, constituyen sólo los primeros pasos.»

Desde la fecha de publicación de este artículo, las teorías evolutivas han «evolucionado» mucho, y han presentado muchas respuestas a las preguntas planteadas. Algunas de ellas son consideradas en el libro.

Sin embargo, aquí hare otra cosa, presentaré mañana un ejemplo de proceso evolutivo de normas, donde se puede ver tanto el papel de la tradición como de las normas formales, diseñadas, para resolver ciertos problemas que surgieran en las normas evolutivas.

Este ejemplo es el de las reglas del golf. Me parece particularmente interesante, no solo por su evolución, sino porque nunca ha sido material de sanction «estatal», sin embargo existe un organismo que cumple un papel de legislador e intérprete de las normas.