El mundo de las criptomonedas, ¿el inicio de un mercado con competencia de monedas como propusiera Hayek?

Hayek escribió un libro cuyo título fue traducido como “Desnacionalización del dinero”, pero que en realidad significa desestatización del dinero y competencia. Ahora, con la aparición y crecimiento de las criptomonedas muchos han visto en ese texto un análisis premonitorio de un mundo con competencia de monedas. Es lo que se plantea en este trabajo: Parker, Gregory, “The Denationalization of Money and Cryptocurrencies: Commonalities and Implications for the Global Economy” (May 4, 2023). Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=4440091  or http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.4440091

“La desnacionalización del dinero, un libro del economista ganador del Premio Nobel F.A. Hayek, sugiere abolir el monopolio del gobierno sobre la moneda fiduciaria. Hayek creía que una moneda nacional única y el banco central tienen un historial de generar inflación masiva y; por lo tanto, las monedas privadas no reguladas pueden contrarrestar tal monopolio gubernamental sobre la moneda nacional. Las criptomonedas (criptomonedas) son monedas digitales descentralizadas basadas en la tecnología blockchain que tienen el potencial de remodelar el panorama financiero mundial y fomentar un sistema monetario más competitivo e innovador. En este artículo, examino algunos puntos en común e implicaciones de la teoría de Hayek sobre el papel del dinero en la economía para el futuro de las criptomonedas y el sistema financiero. También discuto el impacto potencial de la desnacionalización del dinero y las criptomonedas en el sistema económico global.”

Richard Cantillon y el peor problema de la inflación: el impacto de la emisión monetaria en los precios relativos

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico y Social, UCEMA, vemos a Richard Cantillon en su Ensayo sobre la Naturaleza del Comercio en General. Cantillon fue seguramente un personaje, nacido en Irlanda pero luego desarrollando sus actividades empresariales en Francia, escribió ese libro que bien puede compartir el podio con La Riqueza de las Naciones de Adam Smith.

Allí, no solamente describe con elegancia y precisión el impacto de la mayor cantidad de dinero, sino que, en la parte del texto que leemos, presenta el que luego fuera llamado “efecto Cantillon”, esto es, que el impacto de la emisión de dinero no eleva a todos los precios por igual, sino que distorsiona los precios relativos. Acá un par de párrafos donde presenta esta idea:

“Supongamos ahora que a causa de la residencia de embajadores y viajeros extranjeros en Inglaterra se haya introducido en la circulación otro tanto de dinero del que había al principio; este dinero pasará primero por las manos de diversos artesanos, criados, empresarios, etc., que hayan participado en las empresas de transporte, diversiones, etc., de estos extranjeros; los industriales, colonos u otros empresarios sentirán el efecto de este aumento de dinero, gracias al cual se creará, en un gran número de personas, la costumbre de un gasto mayor que en el pasado, lo que en consecuencia encarecerá los precios del mercado. Incluso los hijos de estos empresarios y artesanos incurrirán en nuevos gastos: en esta situación de abundancia sus padres les darán dinero para sus placeres menudos, y con ellos comprarán pasteles y otras golosinas, y esta nueva cantidad de dinero se distribuirá de tal modo que ciertas personas antes privadas de dinero podrán ahora disponer de él. Muchas compras que anteriormente se hacían por evaluación se efectuarán en lo sucesivo con dinero en mano y, por consiguiente, será mayor la velocidad de circulación del dinero que la que antes existía en Inglaterra. De todo esto induzco que cuando se introduce doble cantidad de dinero en un Estado no siempre se duplica el precio de los productos y mercaderías. Un río que se desliza y serpentea por su cauce no corre con doble rapidez porque se duplique el caudal de sus aguas. La proporción de carestía que el aumento y la cantidad de dinero introducen en un Estado dependerá del rumbo que este dinero imprima al consumo y a la circulación. Cualesquiera que sean las manos por donde pase el dinero que se ha introducido en la circulación aumentará naturalmente el consumo; pero este consumo será más o menos grande según los casos, y afectará en mayor o menor escala a ciertas especies de artículos o mercaderías, según el capricho de los que adquieren el dinero. Los precios de mercado se encarecerán más para ciertas especies que para otras, por abundante que sea el dinero. En Inglaterra el precio de la carne podrá encarecerse al triple, mientras que el precio del trigo sólo se aumenta en una cuarta parte.”

Y luego:
“De ello infiero que un aumento de dinero efectivo en un Estado provoca siempre, en él, un aumento de consumo y la costumbre de un más elevado nivel de gastos. Pero la carestía originaRichada por ese incremento de dinero no se distribuye por igual entre todas las especies de productos y mercaderías, proporcionalmente a la cantidad de dinero incrementado, a menos que dicho incremento penetre por los mismos canales de circulación que el dinero primitivo, es decir, a menos que los que ofrecían en los mercados una onza de plata no sean los mismos y los únicos que allí ofrecen ahora dos onzas, cuando la cantidad de dinero en circulación se duplica, lo que nunca ocurre. Se comprende, así, que cuando en un Estado se introduce una respetable cantidad de dinero excedente, este dinero nuevo dé un nuevo giro al consumo, e incluso una nueva velocidad a la circulación, si bien no es posible indicar en qué medida.”

Escolásticos y mercantilistas y el gran Juan de Mariana sobre el envilecimiento de la moneda

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico y Social de UCEMA vemos a los Escolásticos y los Mercantilistas en un conocido texto de Raymond de Roover. Pero quiero presentar otro que es excepcional. Es de Juan de Mariana sobre la moneda, “Tratado y discurso sobre la moneda de vellón (1609)”. Algunos párrafos sobre el poder de cobrar impuestos y el envilecimiento de la moneda:

Juan de Mariana

“Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos (impuestos) sin la voluntad de los que representan el pueblo. Esto se prueba por lo que acabamos de decir, que si el rey no es señor do los bienes particulares, no los podrá tomar todos ni parte de ellos sino por voluntad de cuyos son. Item, si, como dicen los juristas, ninguna cosa puede el rey en perjuicio del pueblo sin su beneplácito, ni les podrá tomar parte de sus bienes sin él, como se hace por via de los pechos. Demás que ni el oficio de capitán general ni de gobernador le da esta autoridad, sino que pues de la república tiene aquellos cargos, como al principio señaló el costeamiento y rentas que le parecieron bastantes para ejercellos; así, si quiere que se las aumenten, será necesario que haga recurso al que se las dio al principio.

“El rey no puede bajar la moneda de peso ó de ley sin la voluntad del pueblo Dos cosas son aquí ciertas: la primera, que el rey puede mudar la moneda cuanto á la forma y cuños, con tal que no la empeore de como antes corria, y asi entiendo yo la opinión de los juristas que dice puede el príncipe mudar la moneda. Las casas de la moneda son del rey, y en ellas tiene libre administración, y en el capítulo Regalía, entre los otros provechos del rey, se cuenta la moneda; por lo cual, como sea sin daño de sus vasallos, podrá dar la traza que por bien tuviere. La segunda, que si aprieta alguna necesidad como de guerra ó cerco, la podrá por su voluntad abajar con dos condiciones; la una que sea por poco tiempo, cuanto durare el aprieto; la segunda, que pasado el tal aprieto, restituya los daños á los interesados. Hallábase el emperador Federico sobre Faenza un invierno; alargóse mucho el cerco, faltóle el dinero para pagar y socorrer la gente, mandó labrar moneda de cuero, de una parte su rostro, y por revés las águilas del imperio; valia cada una un escudo de oro. Claro está que para hacerlo no pudo juntar ni juntó la dieta del imperio, sino por su voluntad se ejecutó; y él cumplió enteramente, que trocó á su tiempo todas aquellas monedas en otras de oro. En Francia se sabe hubo tiempo en que se labró moneda de cuero con un clavito de plata en medio; y aun el año de 1571, en un cerco que se tuvo sobre León de Holanda, se labró moneda de papel. Refiérelo Budellio en el lib. I De Monet., cap. 1º, núm. 34. Todo esto es de Colenucio en el lib. IV de la Historia de Napóles. La dificultad es si sin estas modificaciones podrá el príncipe socorrerse con abajar las monedas, ó si será necesario que el pueblo venga en ello. Digo que la opinión común y cierta de juristas con Ostiense, en el título De censib. ex quibus, Inocencio y Panormitano, sobre el cap. 4º De jur. jur., es que para hacerlo es forzosa la aprobación de los interesados. Esto se deduce de lo ya dicho, porque si el príncipe no es señor, sino administrador de los bienes de particulares, ni por este camino ni por otro les podrá tomar parte de sus haciendas, como se hace todas las veces que se baja la moneda, pues les dan por mas lo que vale menos; y si el príncipe no puede echar pechos contra la voluntad de sus vasallos ni hacer estanques de las mercadurías, tampoco podrá hacerlo por este camino, porque todo es uno y todo es quitar á los del pueblo sus bienes por mas que se les disfrace con dar mas valor legal al metal de lo que vale en sí mismo, que son todas invenciones aparentes y doradas, pero que todas van á un mismo paradero, como se verá mas claro adelante. Y es cierto que como á un cuerpo no le pueden sacar sangre, sea á pausas, sea como quisieren, sin que se enflaquezca ó reciba daño, asi el príncipe, por mas que se desvele, no puede sacar hacienda ni interés sin daño de sus vasallos, que donde uno gana, como citan de Platón, forzosamente otro pierde.

Inflación en el mundo: el problema no es malas política monetarias sino malas reglas de juego

¿Porqué son tan malos los banqueros centrales en su tarea? Con motivo del aumento de la inflación a partir de la expansión monetaria durante la pandemia, se discuten las políticas monetarias pero muy poco sobre la institucionalidad monetaria. Esto es lo que trata el libro: Boettke, P., Salter, W., and Smith, D. (2021). Money and the rule of Law: generality and predictability in Monetary Institutions. Cambridge University Press, pp: 193.

Lo comenta Pablo Paniagua Universidad del Desarrollo (UDD), Santiago, Chile; Research Fellow at the Centre for the Study of Governance & Society (CSGS), King’s College London, London, England; en la revista Constitutional Political Economy volume 34, pages260–266 (2023}:

“Recientemente, el mundo entero, y particularmente Estados Unidos, ha estado experimentando los peores niveles de inflación en casi 40 años (Blanchard, 2022). Esta nueva realidad podría ser bastante sorprendente para los economistas, ya que ahora sabemos cómo funcionaba la economía en los años 70 y 80, y qué provocó los altos niveles de inflación durante ese tiempo: expansiones masivas de la base monetaria a través de la política monetaria discrecional (Friedman, 1977; Meltzer, 2005). Sin embargo, aquí estamos de nuevo: el fantasma de la inflación ha regresado sigilosamente a nuestro sistema económico, a pesar de que conocemos sus causas y consecuencias, así como también cómo evitarla (Goodfriend, 2007). Entonces, mientras muchos economistas están (justamente) preocupados por la inflación, hay una pregunta más fundamental que muy pocos académicos se hacen: ¿cómo es que los banqueros centrales son tan malos en su trabajo, a pesar de todo el conocimiento que hemos acumulado? ?

Esta es una pregunta pertinente que ha sido dejada de lado recientemente en economía, pero es precisamente el tema apremiante abordado en Money and the Rule of Law. Los autores sugieren que, “el dinero de hecho lo cambia todo. Y dado que lo hace, será mejor que tengamos nuestras instituciones monetarias y financieras correctas. Argumentamos que hacerlos bien depende de hacer que la política monetaria sea consistente con el estado de derecho” (Boettke et al., 2021, p. xiv).

La proposición crucial del libro es simple y fácil de comprender para los académicos versados ​​en el trabajo de James Buchanan sobre Economía Política Constitucional (Brennan & Buchanan, 1985) y Elección Pública (Buchanan & Wagner, 1977): principalmente, lo que realmente importa para determinar los resultados son las reglas del juego (Buchanan, 2008). En consecuencia, si tiene reglas defectuosas, es decir, aquellas que generan malos incentivos y procesos de conocimiento deficientes, obtendrá malos resultados. En cambio, si tiene reglas sólidas o sólidas, es decir, aquellas reglas que generan mejores incentivos y conocimiento superior, obtendrá mejores resultados (Pennington, 2011). A pesar de todo su refinamiento macroeconómico y altos niveles de tecnicidad, la política monetaria no puede escapar a este hecho fundamental de naturaleza económica; esto se debe a que tanto la política monetaria como los procesos bancarios siempre serán dependientes de la estructura institucional en la que opere (Paniagua, 2021). Por lo tanto, el conjunto de reglas o instituciones del “juego monetario”, ya sea para bien o para mal, determinará en última instancia el resultado de la política monetaria. Footnote1 En otras palabras, las instituciones y las reglas dominan la calidad de las personas y su experiencia. Bajo esta forma de pensar constitucional, el problema actual de la inflación y otros males monetarios son, en última instancia, un problema de malas reglas.”

¿La gente es capaz de elegir presidente y no de elegir la moneda que quiere usar? Hayek y la competencia de monedas

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca y Economía Institucional, de UCEMA, vemos la propuesta de Hayek sobre la banca libre y la competencia de monedas en su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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“Si vamos a considerar seriamente la utilización de diversas valutas concurrentes para su aplicación inmediata en un área limitada, es evidentemente deseable investigar las consecuencias de la aplicación general del principio sobre el que se basa esta propuesta. En el caso de que se aboliera —dentro del territorio de un país— el uso exclusivo de una sola moneda nacional emitida por el gobierno, hallándose permitida la circulación de monedas emitidas por otros gobiernos, se plantearía la cuestión de si no sería más conveniente suprimir el monopolio gubernamental de emisión monetaria, permitiendo que la empresa privada ofreciera al público otros medios de cambio que éste pudiera preferir.

Actualmente, los problemas que plantea esta reforma tienen un carácter más teórico que los planteados por mi anterior propuesta [que las monedas de los distintos países europeos fueran aceptadas en los otros, en lugar de tener una moneda única como el euro], toda vez que esta sugerencia más extrema resulta todavía demasiado extraña al público para poder ponerse en práctica. Ni siquiera los expertos conocen suficientemente la problemática que surgiría La generalización del principio subyacente para poder hacer predicciones seguras sobre las consecuencias de dicho plan. Es evidente, sin embargo, que no es necesaria ni ventajosa la incuestionable y universalmente aceptada prerrogativa del gobierno de producir el dinero. De hecho, puede resultar perjudicial y su eliminación constituiría un gran avance, dando paso a repercusiones altamente beneficiosas. No es demasiado pronto, por tanto, para comenzar el debate. Aunque el plan no pueda ponerse en práctica mientras el público no esté mentalmente preparado y continúe aceptando sin críticas el dogma de la necesidad del privilegio gubernamental, tal circunstancia no debe ser un obstáculo para el estudio de los fascinantes problemas teóricos que plantea este proyecto.

Los economistas no han discutido la competencia entre monedas

Increíblemente, la competencia entre distintas valutas no ha sido examinada en serio hasta hace muy poco. En las publicaciones relativas al tema no se cuestiona la creencia universal de que el monopolio del gobierno en orden a la emisión monetaria es indispensable, ni tampoco se explica si esta creencia se deriva simplemente del postulado según el cual en un territorio dado sólo puede haber un tipo de moneda en circulación —lo que podía parecer una ventaja cuando se trataba de elegir entre el oro y la plata como posibles tipos de dinero—. Tampoco encontramos respuesta a la pregunta de qué sucedería si se suprimiera el monopolio y si el suministro de dinero se realizara mediante la competencia entre entidades privadas que proporcionaran distintas divisas. La mayoría de la gente piensa que la propuesta de que el dinero lo emitan empresas privadas significa que todas deben emitir el mismo (en dinero fiduciario, token money, esto equivaldría simplemente a una falsificación) en lugar de distintos tipos de dinero claramente diferenciabas por diversas denominaciones y entre los cuales el público pudiera elegir libremente.

¿Cómo se resolvían las crisis bancarias cuando no existían los bancos centrales?

¿Cómo se resolvían las crisis bancarias cuando no existían los bancos centrales? Bueno, lo resolvían los mismos bancos, es lo que cuenta este articulo publicado en Quillette sobre el Pánico de 1907, titulado “From Panic to Prudence”, por Robert F. Bruner, profesor y Dean Emeritus de University of Virginia’s Darden School of Business y Visiting Compton Professor at the Miller Center of Public Affairs: https://quillette.com/2023/03/16/from-panic-to-prudence/?ref=quillette-newsletter

“…el 16 de octubre de 1907, una especulación fallida provocó la quiebra de dos casas de bolsa. Los depositantes comenzaron a correr en los bancos asociados con los líderes del círculo especulativo. La Cámara de Compensación de Nueva York intervino para rescatar a esos bancos tambaleantes. Pero las sociedades fiduciarias, que eran similares a los bancos en el sentido de que aceptaban depósitos, pero diferentes en el sentido de que estaban reguladas de forma más ligera, no eran miembros de la Cámara de Compensación. Los depositantes comenzaron a huir de aquellas compañías fiduciarias que se rumoreaba que estaban asociadas con los líderes del círculo especulativo. Del 20 de octubre al 3 de noviembre, J.P. Morgan organizó una serie de rescates de empresas fiduciarias, la ciudad de Nueva York (¡otra vez!) e incluso la Bolsa de Valores de Nueva York.

El quid de las intervenciones de Morgan fue organizar un grupo de riesgo compartido entre las empresas fiduciarias, muy parecido al que disfrutaban los bancos como miembros de la Cámara de Compensación de Nueva York. Este esfuerzo por movilizar la acción colectiva era exactamente lo que sugerirían la teoría y la práctica. Sin embargo, se vio frustrado por el número, la información imperfecta y las diferencias de intereses, incentivos e ideologías de la época. Finalmente, en una reunión de toda la noche de los presidentes de las compañías fiduciarias (en la que J.P. Morgan cerró la puerta para evitar desertores), Morgan obtuvo un acuerdo vinculante para la asistencia colectiva.

Ese mismo fin de semana, Morgan salvó a una tambaleante firma de corretaje al persuadir a U.S. Steel para que comprara las acciones de la firma en Tennessee Coal and Iron. Pero los directores de U.S. Steel impusieron una condición: el presidente Theodore Roosevelt tenía que dar su consentimiento para no demandar a la empresa en virtud de las leyes antimonopolio. Al día siguiente, TR escuchó la apelación y accedió.”

Algo que ya hemos vivido: las políticas monetarias expansivas y laxas pueden llevar a crisis financieras

Hay algo que muchos han aprendido a las malas: las políticas monetarias expansivas y laxas pueden terminar en crisis financieras y bancarias. Lo plantean en este paper: “LOOSE MONETARY POLICY AND FINANCIAL INSTABILITY”, por Maximilian Grimm, University of Bonn Department of Economics; Òscar Jordà, Federal Reserve Bank of San Francisco San Francisco; Moritz Schularick, University of Bonn Department of Economics y Alan M. Taylor School of Management University of California Working Paper 30958: http://www.nber.org/papers/w30958

“¿Los períodos de política monetaria persistentemente laxa aumentan la fragilidad financiera y la probabilidad de una crisis financiera? Esta es una pregunta central para los formuladores de políticas, pero la literatura no proporciona evidencia empírica sistemática sobre este vínculo a nivel agregado. En este artículo llenamos este vacío analizando datos históricos a largo plazo. Encontramos que cuando la postura de la política monetaria es acomodaticia durante un período prolongado, la probabilidad de turbulencia financiera en el futuro aumenta considerablemente. Investigamos las vías causales que conducen a este resultado y argumentamos que la creación de crédito y el sobrecalentamiento de los precios de los activos son importantes canales de intermediación.”

¿Qué está pasando? ¿Los bancos centrales quieren tener más reservas de oro?

Sabemos que el FMI no es de proponer o sugerir reformas estructurales y profundas. Sus acuerdos son mas políticos que otra cosa y su condicionalidad busca la supervivencia de sus burócratas. Pero en el área académica son más abiertos. Así es como uno puede encontrar un paper que hable favorablemente del oro, aunque más no sea destacando una leve tendencia de los bancos centrales a tener más oro en sus reservas. Los autores son Serkan Arslanalp y Chima Simpson-Bell, del  FMI y Barry Eichengreen de University of California, Berkeley:

Arslanalp, Serkan and Eichengreen, Barry and Simpson-Bell, Chima, Gold as International Reserves: A Barbarous Relic No More?. IMF Working Paper No. 2023/014, Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=4351446 or http://dx.doi.org/10.5089/9798400230400.001

“Después de moverse lentamente a la baja durante la mayor parte de las cuatro décadas, las tenencias de oro del banco central han aumentado desde la crisis financiera mundial. Identificamos 14 «diversificadores activos», definidos como países que compraron oro y aumentaron su participación en las reservas totales en al menos 5 puntos porcentuales durante las últimas dos décadas. En contraste con la diversificación de las reservas de moneda extranjera, que ha sido llevada a cabo por los bancos centrales de países avanzados y en desarrollo por igual, los diversificadores activos hacia el oro son exclusivamente mercados emergentes. Documentamos dos conjuntos de factores que contribuyen a esta tendencia. En primer lugar, el oro atrae a los administradores de reservas del banco central como refugio seguro en períodos de volatilidad económica, financiera y geopolítica, cuando el rendimiento de los activos financieros alternativos es bajo. En segundo lugar, la imposición de sanciones financieras por parte de los Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea y Japón, las principales economías emisoras de reservas, está asociada a un aumento de la proporción de las reservas del banco central en forma de oro. Existe alguna evidencia de que las sanciones multilaterales impuestas por estos y otros países tienen un impacto mayor que las sanciones unilaterales en la proporción de reservas mantenidas en oro, ya que estas últimas dejan margen para cambiar las reservas a las monedas de otros países que no sancionan.”

Basta de controlar las tasas de interés: las fijan los ahorristas o inversores, no el Banco Central

Jeff Deist, presidente del Mises Institute, entrevista a Edward Chancelor, quien publica un libro titulado “The Price of Time”, donde analiza las teorías sobre el interés (condenado por siglos y difícil de comprender)m en una entrevista publicada en The Austrian: https://mises.org/library/price-time

“JD: En la última página del libro, usted sugiere que un sistema monetario racional en el futuro deberá estar respaldado en lugar de basado en fiat, lo que podría significar un papel para el oro en el respaldo de una moneda privada digital. ¿Cuál sería tu ideal?

EC: Bueno, el argumento del libro es que debemos volver a un mundo en el que las tasas de interés las fijen el mercado, no los banqueros centrales, porque los banqueros centrales no tendrán suficiente información y tendrán sus propias preferencias. y cometerán errores y hemos visto que han cometido esos errores. El sistema actual no funciona. Hay criptomonedas, pero como señalo, muchas criptomonedas parecen no ser más que esquemas Ponzi. Y una moneda digital del banco central [CBDC] en la que la emisión de moneda esté respaldada por deuda del gobierno se acercaría bastante al plan de Chicago, ¿no es así? Solo en el modo CBDC.

Sé que no puede dejar de lado las preocupaciones de privacidad, ya que van a ser las preocupaciones más importantes, pero si dejamos eso de lado por el momento, si tuviera un CBDC que solo podría aumentar a una tasa fija, fue diseñado constitucionalmente. de esa forma tendría, como digo, ciertas cualidades del patrón oro. Pero el problema con el patrón oro es que no existe un problema real. Los austriacos tuvieron algunas ideas tempranas sobre las estructuras financieras. Lo bueno de una CBDC es que absorbería todos los depósitos de los bancos, por lo que en realidad terminaría con la banca de reserva fraccionaria. Necesitamos pasar a un sistema monetario diferente, lejos de la banca de reserva fraccionaria. La banca de reserva fraccionaria le permite al banquero crear préstamos y ganar dinero con el margen, y luego el sistema se vuelve dependiente de la creación monetaria del banquero privado. Y luego el banquero comete un montón de errores y su banco empieza a colapsar. Luego viene gritando al contribuyente que necesita un rescate y todos pagamos la cuenta.”

Carl Menger explica el origen evolutivo del dinero; Radford también, en un campo de prisioneros

Con los alumnos de Derecho, Instituciones y Economía de ESEADE, estamos viendo el origen de las instituciones, y en particular de una muy importante, el dinero. Para eso leemos dos artículos, primero un artículo de Carl Menger titulado “El origen del dinero”. Allí dice:

“ En el comercio primitivo el hombre económico toma conciencia, aunque en forma muy gradual, de las ventajas económicas que se obtendrían si se explotaran las oportunidades de cambio existentes. Los objetivos de este hombre están dirigidos, primera y principalmente, de acuerdo con la simplicidad de toda cultura primitiva, a lo que está al alcance de la mano. Y sólo en esa proporción entra en el juego de sus negocios el valor de uso de las mercancías que busca adquirir. En tales condiciones, cada hombre intenta conseguir por medio del intercambio sólo aquellos productos que directamente necesita y rechaza los que no necesita o ya posee de manera suficiente. Es evidente que en esas circunstancias la cantidad de acuerdos comerciales realmente concretados se halla dentro de limites muy estrechos, Consideremos con qué poca frecuencia nos encontramos con una mercancía que es propiedad de cierta persona y que tiene menos valor en uso que otra mercancía propiedad de otra persona, dándose para esta última la situación inversa. ¡Mucho más extraño aun es el caso en el cual estos dos individuos se encuentran! Pensemos, en realidad, en las peculiares dificultades que obstaculizan el trueque inmediato de productos en esos casos, en los que la oferta y la demanda cuantitativamente no coinciden: en los cuales, por ejemplo, una mercancía indivisible debe ser intercambiada por una variedad de productos que son posesión de diferentes personas o por mercancías tales que sólo se las demanda en determinadas oportunidades y que únicamente pueden ser suministradas por ciertas personas. Incluso en el caso relativamente simple y a menudo recurrente en el que una unidad económica A requiere una mercancía que posee B y B necesita una que posee C mientras que C quiere una que es propiedad de A, aun aquí, conforme a una regla de simple trueque, el intercambio de los bienes en cuestión, como regla general y por necesidad, no se realizaría.

Estas dificultades se habrían convertido en obstáculos insuperables para el progreso del comercio, y al mismo tiempo para la producción de bienes que no requirieran una venta regular, si no se hubiese hallado una solución en la naturaleza misma de las cosas, es decir, los diferentes grados de liquidez (Absatzfähigkeit) de los productos. La diferencia que existe en este sentido entre los artículos de comercio tiene enorme importancia para la teoría del dinero y del mercado en general. Y el no haber tomado en cuenta adecuadamente este hecho para explicar los fenómenos del comercio no sólo constituye una brecha lamentable en nuestra ciencia sino también una de las causas esenciales del estado de retraso de la teoría monetaria. La teoría del dinero necesariamente presupone la existencia de una teoría de liquidez de los bienes. Si logramos aprehender esto podremos entender cómo la suprema liquidez del dinero es sólo un caso especial -que únicamente presenta una diferencia de matiz- de un fenómeno genérico de la vida económica, es decir, la diferencia en la liquidez de las mercancías en general.”

 

Al mismo tiempo, leemos  LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN; R.A. RADFORD (Economica, Nov. 1945):

La moneda-cigarrillo

“Aunque los cigarrillos presentan ciertas peculiaridades en su función de moneda, cumplían todas las funciones de una moneda metálica como unidades de cuenta, como medidas de valor y como depósito de valor, y presentaban la mayoría de sus características. Eran homogéneos, razonablemente duraderos, y del tamaño adecuado para las pequeñas transacciones, y en paquetes, también para las más grandes. Por cierto, que también podían ser «aligerados» retorciéndolos entre los dedos, de forma que caían hebras de tabaco.

Los cigarrillos se vieron también sujetos a la Ley de Gresham. Algunas marcas eran más populares que otras entre los fumadores, pero a efectos de su función como moneda, un cigarrillo era un cigarrillo. En consecuencia, los compradores usaban las peores calidades y la tienda raramente se vio en posesión de las marcas más populares: cigarrillos como los Churchman N° 1 se usaban muy poco en el comercio. Una vez, empezaron a circular cigarrillos hechos a mano con tabaco de pipa. El tabaco de pipa era distribuido por la Cruz Roja a una tasa de 25 cigarrillos la onza y esta era la tasa generalmente utilizada en los intercambios, pero con una onza se podían conseguir 30 cigarrillos de confección casera. Naturalmente la gente que poseía cigarrillos hechos a máquina, los rompía y volvía a liar el tabaco, de forma que los verdaderos cigarrillos desaparecieron prácticamente del mercado. Los cigarrillos hechos a mano no eran homogéneos y los precios no podían expresarse ya en ellos con seguridad: todo el mundo examinaba cada cigarrillo antes de aceptarlo y rechazaba los delgados o exigía uno extra como compensación. Durante algún tiempo sufrimos todas las consecuencias de una moneda depreciada.

Los cigarrillos hechos a máquina fueron siempre universalmente aceptados, tanto por lo que podían comprar como por sí mismos. Era precisamente su valor intrínseco lo que daba lugar a su principal inconveniente como moneda, una desventaja Que se da también, aunque en mucha menor escala, en el caso de la moneda metálica, es decir, el hecho de la existencia de una fuerte demanda con fines no-monetarios. En consecuencia, nuestra economía se veía sometida repetidamente a deflaciones y períodos de escasez de dinero. Mientras las entregas de la Cruz Roja de 50 ó 25 cigarrillos por individuo y semana se producían con regularidad y mientras existían stocks adecuados, la moneda-cigarrillo servía admirablemente a nuestros propósitos.

Pero cuando las entregas se interrumpían, los stocks desaparecían rápidamente, los precios caían, el comercio declinaba en volumen y se convertía cada vez más en trueque. Estas tendencias deflacionistas eran periódicamente compensadas por la repentina inyección de moneda nueva. Los paquetes privados de cigarrillos llegaban a cuentagotas a lo largo del año, pero la mayor parte llegaba cada trimestre cuando la Cruz Roja recibía su asignación de servicios de transporte. Varios cientos de miles de cigarrillos podían llegar en el espacio de una quincena. Los precios se disparaban, hasta que empezaban a bajar, primero despacio pero con creciente rapidez a medida que los stocks se agotaban, hasta que llegaba la siguiente distribución importante. La mayor parte de nuestros problemas económicos se podían atribuir a esta fundamental inestabilidad.”