Impresionante ensayo de David Hume sobre la moneda, las divisas y el comercio internacional

El ensayo de David Hume sobre la balanza comercial comienza con un párrafo que bien podría haberlo escrito pensando en la Argentina de estos días: http://www.econlib.org/library/LFBooks/Hume/hmMPL28.html

“Es muy común, en naciones ignorantes de la naturaleza del comercio, prohibir la exportación de productos, y mantenerlos dentro de ellas cuando sea que los consideran valiosos o útiles. No consideran que, con esta prohibición, actúan directamente en contra de su misma intención; y que cuanto más se exporta de un producto, más será producido localmente, y ellos serán los primeros que recibirán esa primera oferta.”

Hume

Pero si bien el artículo comienza considerando barreras para la salida de bienes (y menciona el caso de los higos en Atenas y el trigo en Francia), luego centra su atención en los temores porque una balanza comercial “negativa” (mayores importaciones que exportaciones) reduzcan la cantidad de dinero en el país. Al considerar esto está criticando la visión mercantilista para cuyos autores la riqueza de un país depende de la cantidad de dinero (en ese entonces metales) que posee. Dice Hume:

“También ha prevalecido entre varias naciones el mismo temor celoso en cuanto al dinero; para convencer a la gente de que estas prohibiciones no sirven sino para encarecer los cambios en su contra y provocar una exportación aún mayor, se precisa tanto de la lógica como de la experiencia.

Podría decirse que estos errores son burdos y evidentes; pero sigue prevaleciendo, aún en naciones familiarizadas con el comercio, un gran celo por la balanza comercial y temor de que salga del país todo su oro y plata. A mi modo de ver esto es en casi todos los casos un temor sin fundamento; e igual temería que se agotasen lodos nuestros manantiales y ríos que saliese el oro de un reino donde hay habitantes e industrias. Pongamos buen cuidado en conservar estas últimas ventajas y no tendremos nunca por qué temer la pérdida del primero.”

En su respuesta, comienza a desarrollar la teoría monetaria, su relación con los flujos de divisas y el mecanismo de ajuste automático de la cantidad de dinero a las necesidades de un país vía el ajuste de los precios. Y lo hace brillantemente con estos ejemplos:

“Supóngase que de la noche a la mañana desapareciesen cuatro quintos de todo el dinero de Gran Bretaña, y que la nación quedase reducida, en lo que respecta al metálico, a la misma situación que en los reinados de los ENRIQUES y los EDUARDOS, ¿Cuál sería la consecuencia? ¿No deberá bajar en proporción el precio de todo el trabajo y mercancías y venderse todas las cosas tan baratas como en aquellos tiempos? ¿Qué nación podría entonces competir con nosotros en cualquier mercado extranjero, o pretender navegar o vender manufacturas a un precio que a nosotros nos dejara un beneficio suficiente? Por lo tanto ¿en qué poco tiempo habría de devolvernos esto el dinero que perdimos y elevarnos al nivel de todas las naciones vecinas? Y cuando lo hubiéramos alcanzado perderíamos inmediatamente la ventaja de la baratura del trabajo y las mercancías; y la mayor afluencia de dinero se detendría por nuestra abundancia y plenitud.

Supongamos ahora que de la noche a la mañana se multiplicara por cinco todo el dinero de Gran Bretaña. ¿No debería producirse el efecto contrario? ¿No debería subir todo el trabajo y mercancías a una altura tan exorbitante que ninguna nación vecina pudiera comprar nada de nosotros, mientras por otro lado sus mercancías llegarían a ser comparativamente tan baratas que, a pesar de todas las leyes que pudieran dictarse, nos inundarían y saldría nuestro dinero, hasta que cayéramos al nivel de los extranjeros y perdiéramos esa gran superioridad de riqueza que nos había colocado en posición tan desventajosa?

Ahora bien, es evidente que las mismas causas que corregirían estas desigualdades exorbitantes, si se presentaran milagrosamente, han de impedir que sucedan en el curso normal de la naturaleza, y han de mantener siempre el dinero, entre todas las naciones vecinas, casi proporcional a la industria y laboriosidad de cada nación.’* Siempre que el agua se comunica, permanece al mismo nivel. Preguntad la razón a los físicos; os dicen que si subiera en algún lugar, como la mayor gravedad de esa parte no está compensada, ha de deprimirla hasta encontrar un contrapeso; y que la misma causa que corrige la desigualdad cuando sucede, ha de impedir siempre que se presente, en ausencia de alguna operación externa violenta.”

Y concluye:

“En resumen, un gobierno tiene razón sobrada para conservar con cuidado su población y sus manufacturas. Puede confiar su dinero al curso de los asuntos humanos sin miedo o desconfianza. Y si alguna vez presta atención a esta última circunstancia, sólo debe ser en la medida en que afecta a las primeras.”

 

Mariana, ya en el siglo XVI, tenía clara la relación entre gasto público, emisión monetaria e inflación

Con los alumnos de Económicas de la UBA vemos el artículo de Lucas Beltrán “El Padre Juan de Mariana”: http://www.hacer.org/pdf/Beltran00.pdf . Lucas Beltrán fue un economista español del siglo XX. Se graduó en Derecho en la Universidad de Barcelona y estudió economía en la London School of Economics. Algunos párrafos sobre la emisión de dinero y el gasto público:

Juan de Mariana

“Tal vez el Tratado y discurso sobre la moneda de vellón ha de ser considerado como el pensamiento maduro y definitivo del autor, pues es uno de los últimos libros que publicó. En él Mariana empieza preguntándose si el rey es dueño de los bienes particulares de sus vasallos y contesta rotundamente que no. El autor acude a su distinción entre rey y tirano, a la que tanta afición manifiesta: «El tirano es el que todo lo atropella y todo lo tiene por suyo; el rey estrecha sus codicias dentro de los términos de la razón y de la justicia.»

De aquí deduce que el rey no puede exigir impuestos sin el consentimiento del pueblo, pues el impuesto significa la apropiación de una parte del patrimonio de los súbditos; para que tal apropiación sea legítima es preciso que los súbditos estén de acuerdo con ella. Tampoco puede el rey crear monopolios estatales, que serían un medio disimulado de exigir impuestos; en el lenguaje del autor, «si no es lícito poner pecho, tampoco lo será hacer esta manera de estanques sin voluntad de aquellos en cuyo perjuicio redundan».

Y tampoco puede el rey obtener ingresos rebajando el contenido metálico de las monedas. Los monarcas de la Casa de Austria acudieron reiteradamente a este antiguo recurso tantas veces utilizado en todos los tiempos y todos los Estados. En España, en tiempo del Padre Mariana, la rebaja se hizo sobre todo en las llamadas monedas de vellón; éstas eran de una aleación de plata y cobre y hasta fines del siglo XV fueron perfectamente respetables; en los siglos XVI, XVII y XVIII su contenido de plata fue reducido reiteradamente hasta que finalmente las monedas de vellón se hicieron sólo de cobre y funcionaron como moneda fraccionaria de las piezas de oro y plata. También el contenido de metal noble de éstas fue reducido en algunas ocasiones, pero menos que en el caso de las monedas de vellón, que constituyen el tema del tratadito de Mariana.

Éste ve la cuestión con tanta claridad como un economista moderno: se da cuenta de que la reducción del contenido de metal noble de las monedas y el aumento de la cantidad de éstas es una forma de inflación (aunque no usa esta palabra, entonces desconocida) y que la inflación produce fatalmente elevación de precios: «que si baja el dinero del valor legal, suben todas las mercadurías sin remedio, a la misma proporción que abajaron la moneda, y todo se sale a una cuenta».

Mariana ve que la inflación es un impuesto que recae sobre los que antes de ella tenían dinero, que ahora han de comprar las cosas más caras. Al argumento de que esto se puede evitar poniendo precios de tasa a las mercancías, contesta que la experiencia nos muestra que las tasas han sido siempre ineficaces. Siendo la inflación un impuesto, requerirá en todo caso el consentimiento del pueblo, pero aun con este consentimiento será siempre un impuesto dañoso y desorganizador de la vida económica: «este arbitrio nuevo de la moneda de vellón, que si se hace sin acuerdo del reino es ilícito y malo, si con él, lo tengo por errado y en muchas maneras perjudicial».

¿Cómo se puede evitar el recurso al cómodo expediente de la inflación? Equilibrando el presupuesto por otros procedimientos. Mariana tampoco usa estas expresiones que utilizaríamos nosotros, pero ve el problema con precisión y todas sus propuestas tienden al mencionado equilibrio; es decir, consisten en reducciones de gastos públicos o aumentos de los ingresos. Propone, en primer lugar, gastar menos en la casa real, «que lo moderado, gastado con orden, luce más y representa mayor majestad que lo superfluo sin él». En segundo lugar, «que el rey se acortase en sus mercedes», es decir, que no recompense tan generosamente servicios (reales o supuestos) de sus vasallos; «que no hay en el mundo reino que tenga tantos premios públicos, encomiendas, pensiones, beneficios y oficios; con distribuirlos bien y con orden, se podría ahorrar de tocar tanto en la hacienda real o en otros arbitrios de que se podrían sacar ayudas de dineros». «Veamos, si enviase yo a Roma a uno y le diese dinero para el gasto, ¿sería bien que lo gastase y diese a quien se le antojase o que se mostrase liberal de la hacienda ajena? No puede el rey gastar la hacienda que le da el reino con la libertad que el particular los frutos de su viña o de su heredad.»

Venezuela y Argentina encabezan el Índice de la Miseria, ¿Argentina estaría peor a largo plazo?

El Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (CEDICE), de Venezuela, difunde una entrevista publicada en Estrategia, Chile, donde entrevistan al economista Steven Hanke sobre el “Índice de la Miseria” que elabora y muestra a Venezuela y Argentina en las primeras (y peores) situaciones, aunque Venezuela está lejos del resto. Curiosamente, afirma que la perspectiva a largo plazo es peor en Argentina que en Venezuela, cuando por aquí suele predominar la opinión contraria debido a las perspectivas del inevitable cambio de gobierno a fin de este año. Sus comentarios:

“En el “Misery Index 2014”, elaborado por el economista estadounidense Steve H. Hanke, Venezuela y Argentina ocupan los dos primeros lugares en el mundo. En conversación con ESTRATEGIA, el ex asesor gubernamental y académico de la Johns Hopkins University entrega su visión del por qué los países latinoamericanos se ubican tan alto.

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Steve H. Hanke es académico en Economía Aplicada y Codirector del Instituto de Economía Aplicada, Salud Global y Estudios Empresariales en The Johns Hopkins University, Baltimore. También asesora al Instituto de Investigación Monetaria Internacional en Pekín, al Centro de Estabilidad Financiera de Nueva York y es miembro de Consejo Asesor Financiero de Emiratos Árabes.

Hanke se especializa en política monetaria, argumentando que este factor es determinante para el equilibrio de cualquier economía. Entre los años 1976 y 2002 Hanke asesoró en esta materia a los gobiernos de Estados Unidos, Ecuador, Argentina, Estonia, Lituania, Montenegro, Bulgaria, Venezuela, Albania, Bosnia-Herzegovina, Kazajistán, Indonesia y la ex Yugoslavia.

Ha evolucionado el “Misery Index” del economista Arthur Okun a una ecuación que suma las tasas de interés, inflación y desempleo, a las cuales resta el PIB per cápita, rankeando 108 países según información del FMI. Mientras más alta la puntuación, peor es el clima económico.

Venezuela y Argentina están al tope de la lista en el “Misery Index” ¿Cómo es posible que estos dos países clasifiquen más alto que naciones que están en guerra, como Siria y Ucrania?

En ambos casos se debe a una totalmente errada conducción económica. ¿Qué hicieron en Argentina con las compañías privadas de previsión social? Las nacionalizaron. ¿Qué hicieron la semana pasada con algunas tiendas de abarrotes en Venezuela? Las nacionalizaron. Estos países están viviendo en el oscurantismo y son completamente corruptos. Realmente han retrocedido y ahora Venezuela y Argentina tienen políticas inadecuadas que son anti mercado y libertad, que se han probado inefectivas y van a favor de la corrupción. El gran problema en Latinoamérica en general, y en particular en Argentina y Venezuela, donde fui consejero de Domingo Cavallo y del presidente Rafael Caldera, es que las monedas han sido siempre un desastre, significando que no tienen ninguna disciplina en la economía. Ese es el problema fundamental con casi todas las economías latinoamericanas: no tienen disciplina fiscal, porque no hay disciplina monetaria. Y si se mira el “Misery Index” y se observa a los países latinoamericanos mejor posicionados en él, tres de los cuatro mejores están dolarizados. Panamá es el mejor, y luego México, que usa el peso, después Ecuador y El Salvador, que usan el dólar. En mi visión la única manera de obtener disciplina en una base sostenida en Latinoamérica es que la mayoría de los países usen el dólar estadounidense y dejen su moneda doméstica. Esa es la única manera en que Venezuela o Argentina podrían salvarse.

En el caso de Venezuela ¿Cuáles son sus proyecciones para este año en esta economía?

Va a empeorar. Están en lo que llamo el “espiral de la muerte”, y podría tomar mucho tiempo antes de que haya un cambio en el régimen de gobierno. Por ejemplo, en Zimbabue, donde Robert Mugabe ha sido presidente por décadas teniendo una enorme hiperinflación, donde en el peak los precios se duplicaban cada 48 horas en noviembre de 2008, y aún sigue Mugabe como presidente. Lo interesante y la razón por la cual, irónicamente, sigue siendo presidente, fue que los ciudadanos de Zimbabue se rehusaron a usar el dólar zimbabuense y de forma espontánea dolarizaron ellos mismos el país. Ahora hasta usan el dólar estadounidense de forma oficial. Un proceso diferente ocurrió en Ecuador, donde fui consejero del ministro de Finanzas cuando dolarizamos en 2001, pero esa fue una dolarización oficial reemplazando el sucre. En Zimbabue la gente reemplazó el dólar zimbabuense simplemente dejando de usarlo.

Eso es similar a lo que está pasando actualmente en Venezuela. La gente está buscando dólares y no confía en el bolívar.

La dolarización espontánea está aumentando, pero pasará mucho tiempo antes de que paren de usar el bolívar por completo, como ocurrió en Zimbabue. El problema global en Latinoamérica es la moneda y los bancos centrales que tienen. Éstos deberían eliminar las monedas locales y reemplazarlas con el dólar estadounidense, lo que forzaría disciplina en el sistema fiscal, porque entonces los políticos y autoridades fiscales no podrían ir a los bancos centrales para conseguir financiamiento.

¿Es el mismo caso para Argentina?

Argentina, en la perspectiva de largo plazo, está aún peor que Venezuela. Es un mal endémico: la moneda es un enorme problema y la única solución es reemplazarla con el dólar estadounidense. Tenían convertibilidad entre 1991 y 2001, y hasta cuando empezaron a romper las reglas de la convertibilidad les funcionó bastante bien. El problema es que las reglas eran flexibles, y como en muchos otros casos en Argentina, simplemente las rompieron.

¿Cuál es su evaluación de Chile en este aspecto?

Chile no ha operado como el resto de los países, aunque no estoy sugiriendo que lo esté haciendo todo correctamente. Creo que las cosas se han ido deteriorando gradualmente en el último tiempo con la erosión de las ideas de los “Chicago Boys” sobre el libre mercado, lo que no creo que sea bueno para el país. Pero cuando lo comparamos con el resto de Latinoamérica Chile es diferente, pero hay un deterioro del sistema básico que hizo a Chile una historia de éxito. Logró separar su modelo económico del resto de Latinoamérica y eso le dio una imagen muy positiva, lo cual se ha erosionado en el último tiempo, incluso desde el gobierno de Sebastián Piñera.

Chile se ubica en el lugar número 70 en el “Misery Index” y usted culpa a las altas tasas de interés por esto.

El cálculo del índice de miseria es una suma de desempleo, inflación, tasa de interés y luego se le resta el crecimiento del PIB. Si sumas esos componentes, la tasa de interés en Chile es el mayor peso negativo. Si la tasa de interés es el problema, esto sugiere que incluso Chile tendría que dolarizarse. Si usara el dólar sus tasas de interés estarían muy cerca de las tasas que hay en Estados Unidos. Sería como en Hong Kong, que tiene una autoridad monetaria ortodoxa en donde 7,2 dólares hongkoneses equivalen a US$1, y las tasas de interés son muy parecidas a las de Estados Unidos. O si ves a Panamá, El Salvador o Ecuador, ajustadas por riesgo, las tasas de interés son las mismas.

 

Falacias y contradicciones de políticas devaluatorias e inflacionarias, en el 510 y en el 2000 también

 En una sección con un título apropiado a nuestra época (El Caos Monetario), Mises explica en 1944 el cambio verificado durante las dos guerras mundiales, las devaluaciones y su impacto en los salarios, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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“Los precios y salarios del período de auge no pueden sostenerse cuando el auge llega a su fin. Si caída es una condición necesaria para la recuperación. Pero la opinión pública reclama violentamente la interferencia del gobierno para prevenir dicho ajuste. Así, el gobierno fue forzado a continuar con la inflación. Devaluaron la moneda y se embarcaron en una política de mayor expansión crediticia.

Se ha afirmado que las devaluaciones eran necesarias debido a que los precios y salarios se habían vuelto rígidos. Para remediar este estado de cosas, la gente dice, las paridades deben ser flexibles. Este fue un eufemismo de moda para expresar el deseo de mayor inflación. Hablaron de ‘flexibilidad’, pero lo que tenían en mente siempre fue una flexibilidad descendente del tipo de cambio. Nadie sostuvo que su propia moneda estaba subvaluada respecto a las monedas extranjeras, nadie propuso un ajuste hacia arriba de la paridad de su moneda. Ningún gobierno se atrevió a revaluar su moneda en relación a las divisas extranjeras; siempre se tenía como objetivo la devaluación.

Es cierto que los precios, y aun más los salarios, se han vuelto rígidos. Pero no se debía a otra razón que las expectativas de próximas intervenciones gubernamentales. Un empresario o un granjero no aceptarán precios más bajos si tienen bien fundadas expectativas de que el gobierno interferirá muy pronto para mantener altos los precios. El líder de un sindicato no acordará reducciones de salarios si sabe que el gobierno apoyará su resistencia hacia una ajuste hacia debajo de las tasas salariales.

El término “pleno empleo” es un eslogan demagógico si no se refiere a un determinado nivel de salarios. Si los salarios sindicales exceden las tasas de mercado, el desempleo será inevitable para muchos. Los gobiernos y los sindicatos pueden crear mucho desempleo cuando quieren. Con tasas salariales mínimas superiores a las potenciales tasas de mercado, el desempleo masivo nunca desaparecerá.

Hubo pleno empleo tanto en la Unión Soviética como en la Alemania Nazi. Cuando existe un servicio laboral compulsivo, no puede haber desempleo. No hay desempleo en una cárcel. Si los trabajadores de Occidente han estado dispuestos a acordar salarios cuyas tasas, si bien son menores que las del período de auge, aun les garantizarían un nivel de vida muy superior al de los trabajadores alemanes –ni hablar de los rusos- no hubiera habido desempleo. Fue demagogia insincera referirse a las condiciones alemanas o rusas como un ejemplo para las democracias occidentales.

Las políticas adoptadas por las democracias eran contradictorias. Por un lado, estaban ansiosos de conseguir un aumento de los precios de los productos restringiendo la producción local y prohibiendo el acceso de productos importados. Por otro lado, intentaron subir las tasas salariales. Los políticos prometieron al mismo tiempo a los productores precios razonables, esto es altos, y a los consumidores un bajo costo de vida. Una agencia gubernamental se quejó de la malnutrición de las masas, mientras que otra agencia del mismo gobierno subsidiaba a los agricultores para que redujeran su producción. Estas inconsistencias y contradicciones son, por supuesto, la marca característica de toda política pro-inflacionaria.”

 

El control de precios de los Nazis, ¿era muy distinto del que aplica ahora Maduro en Venezuela?

En una sección con un título apropiado a nuestra época (El Caos Monetario), Mises explica en 1944 los problemas de los controles de precios, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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Las falacias del control de precios

Los gobiernos generan inflación. Pero, al mismo tiempo, pretenden combatirla contra sus inevitables consecuencias.

Un gobierno infla su moneda porque quiere utilizar el poder de pago adicional para una reducción del consumo privado y aumento del gasto público. Un gobierno beligerante, por ejemplo, quiere retirar algunos productos del público porque los necesita para la guerra. Los ciudadanos, por lo tanto, han de consumir menos.

Pero la inflación, esto es, el papel moneda y los depósitos bancarios adicionales ocasionan un aumento del ingreso nacional (en términos de la moneda inflada). Los ciudadanos tienen más dinero para gastar, mientras que la oferta de bienes disponible para consumo privado cae. Hay menos bienes para comprar, pero los ciudadanos tienen más dinero para comprarlos. Un importante aumento de los precios es inevitable.

Un aumento de precios podría evitarse solamente financiando la guerra exclusivamente con impuestos o préstamos del público sin ninguna inflación. Si al gobierno no le gusta ese aumento de precios, debería abstenerse de la inflación.

Los controles de precios son inútiles. Si, por ejemplo, el precio de un bien se fija a un nivel más bajo que el precio potencial correspondiente a las condiciones inflacionarias, muchos productores, para evitar pérdidas, dejarán de producir ese bien. Los productores marginales se retirarán de esta rama de los negocios. Utilizarán los factores de producción –tanto materiales como humanos, esto es, trabajo- para la producción de otros bienes no afectados por los límites fijados por el gobierno. Este resultado es contrario a la intención del gobierno. Ha fíjate el precio del producto en cuestión porque lo considera una necesidad vital. No quería reducir su oferta. La única forma de prevenir una caída de su oferta sería eliminar el precio máximo. Pero al gobierno tampoco le gusta esta alternativa. Así, avanza más y fija los precios de los factores de producción necesarios para la producción del bien en cuestión. Pero entonces el mismo problema aparece en relación a la oferta de estos factores. El gobierno ha de proceder más allá y fijar el precio de los factores de producción de los factores necesarios para producir el bien donde comenzó todo el proceso. Está forzado a no dejar afuera de sus precios máximos a ningún bien, ya sea de consumo o de producción, y ningún tipo de servicio laboral. Tiene que determinar para qué producción se utilizará cada factor de producción ya que el mercado, ahora paralizado por los controles de precios, no provee a los emprendedores una guía para la toma racional de decisiones. El gobierno los tiene que forzar, y a cada trabajador, a continuar produciendo y trabajando según sus órdenes. Debe decirle a cada empresario qué producir y cómo; qué materiales comprar y dónde y a qué precios; a quién emplear y a qué salarios; a quién vender y a qué precios. Si quedara alguna brecha en esta ronda de fijación de precios y salarios, y si alguno no fuera instruido para trabajar de acuerdo a las ordenes gubernamentales en este completo sistema de comando, entonces la actividad empresarial –y el capital y el trabajo- se dirigirían a las ramas de industria que permanezcan libres. Los planes del gobierno se frustrarían parcialmente porque la intención es, precisamente, incrementar o mantener la producción de esos bienes cuyo precio el gobierno ha fijado.

Pero si ese sistema de control total de precios y producción se alcanza, la estructura social y económica completa del país ha cambiado. Si todos los precios y los salarios son fijados, si los capitalistas no son libres de determinar la forma en la que pueden utilizar su capital, si –como resultado del control completo de precios por el gobierno- la tasa de ganancias y la tasa de interés es virtualmente fijada por las autoridades, se ha sustituido al capitalismo de libre empresa por el socialismo planificador. Los precios, los salarios y las tasas de interés ya no son lo que eran en el sistema de mercado. Ahora son simples términos cuantitativos fijados por decreto gubernamental en el marco de una sociedad socialista. El dinero no es dinero, esto es, un medio de intercambio, pero una cuenta. No hay más emprendedores, solamente administradores de fábricas que deben obedecer incondicionalmente a las autoridades. El nivel de vida de cada uno es fijado por el gobierno; cada uno es un sirviente público, un empleado de esta gran maquinaria. Este es el tipo de socialismo alemán, Deutscher Sozialismus, como lo practicaron los Nazis. El Fuehrer solamente opera todo el sistema; su voluntad solamente decide y dirige la actividad de cada sujeto y fija su nivel de vida”.

Grecia demanda reparaciones a Alemania, pero necesita más a un Erhard que a un Tsipras

SI los griegos piensan esto, están en problemas. En un artículo publicado en La Nación con el título “Alemania vs Grecia: una enemistad marcada por la historia”, Luisa Corradini comenta sobre la demanda del nuevo gobierno griego para que Alemania pague reparaciones de guerra en virtud de la invasión nazi en 1941: http://www.lanacion.com.ar/1768627-alemania-vs-grecia-una-enemistad-marcada-por-la-historia

El nuevo gobierno de Alexis Tsipras demanda un pago de 162.000 millones de Euros, equivalente a la mitad de la deuda total de Grecia. Para Alemania, el caso está cerrado a partir de un tratado firmado en 1953 por el cual le pagó a ese país 58.000 millones de euros. El artículo comenta que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos (aunque seguramente fueron los Aliados) apoyaron a Alemania y obtuvieron una reducción de todos los reclamos que existían entonces ante ese país. No menciona que esta actitud tuvo que ver con la todavía muy vívida experiencia posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando las reparaciones de guerra fueron una carga imposible de pagar para la joven democracia alemana, el país cayó en hiperinflación y esas penurias económicas abrieron la puerta a la llegada de Hitler al poder. Este es el punto que planteara con claridad John Maynard Keynes en su libro “Las Consecuencias Económicas de la Paz”, seguramente el mejor que haya escrito.

Concluye la periodista: “En Grecia nadie ignora ni olvida que Alemania debe su fabulosa recuperación económica a los favores consentidos por otras naciones.”

Si eso creen ha sido la causa de la recuperación económica alemana después de la guerra, están tan equivocados como cuando piensan que los problemas actuales de ese país se deben a la voracidad de los acreedores de su deuda y no a las desastrosas políticas económicas que aplicaran los mismos gobiernos griegos y el uso y abuso del gasto público; la misma herramienta con la que ahora Tsipras quiere supuestamente sacar al país del pozo en que se encuentra.

Erhard

El llamado “milagro económico alemán” fue el fruto de ciertas ideas y propuestas de política económica que maduraron durante los años de la guerra gracias al liderazgo intelectual de Walter Eucken y la luego llamada “Escuela de Friburgo” u “Ordoliberalismo” y comenzaron a ser aplicadas por quien fuera designado por los Aliados como ministro de Finanzas de Baviera, Ludwig Erhard.

Para más información, vale la pena este texto de David Henderson: http://www.econlib.org/library/Enc/GermanEconomicMiracle.html

Este autor menciona allí que las dos principales causas de la milagrosa recuperación alemana fueron la reforma monetaria y la eliminación del control de precios y racionamiento. También puede sumarse la reducción de las tasas marginales de impuestos, cosas ocurridas en 1948/49.

Dos conversaciones de Ludwig Erhard con el General Clay, representante de las fuerzas de ocupación norteamericanas han pasado a la historia. Se refieren a la abolición del control de precios y el racionamiento:

Clay: Herr Erhard, mis asesores me dicen que lo que usted ha hecho es un gran error. ¿Qué puede decir al respecto?

Erhard: Herr General, ¡no les preste atención! Mis asesores me dicen lo mismo.

Y más adelante, con coronel norteamericano:

Coronel: ¿Cómo se atreve a relajar nuestro sistema de racionamiento cuando hay una extendida escasez de alimentos?

Erhard: Pero, señor coronel. No he relajado el racionamiento, ¡lo he abolido! De ahora en más, el único ticket que la gente necesitará es el marco alemán. Y van a trabajar muy duro para obtenerlos, tan sólo espere y verá.

Los griegos necesitan un Erhard, no un Tsipras.

El abandono del patron-oro abrió la puerta a las políticas inflacionarias y devaluatorias. Gran fracaso

En una sección con un título apropiado a nuestra época (El Caos Monetario), Mises explica en 1944 el cambio verificado durante las dos guerras mundiales, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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“El patrón-oro fue el estándar de una era que, en gran medida, favoreció la libre empresa, la división internacional del trabajo y la cooperación pacífica entre naciones. Su permanencia fue considerada indeseable en una era de guerra económica y militar.

En los años entre las dos Guerras mundiales, la política monetaria se había transformado en un arma tanto sea para la guerra de clases interna como en el conflicto internacional. Los gobiernos estaban ansiosos de usarla contra grupos internos y otros países. El resultado fue el caos.

Cuando una nación se embarcaba en una política inflacionaria en el siglo XIX, la opinión pública en su mayoría condenaba la devaluación resultante de la moneda como un evento no deseado, incluso a veces como una catástrofe económica. La desviación respecto a la paridad legalmente establecida con el oro era considerada un mal, y el principal objetivo del gobierno era retornar lo antes posible a la estabilidad monetaria. Un aumento del precio de las divisas extranjeras era visto como una prueba de un manejo insatisfactorio de los asuntos públicos.

A comienzos de los años 1930 se adoptaron opiniones y actitudes muy diferentes. Los países comenzaron a considerar la devaluación de su moneda como una bendición. El ascenso del nacionalismo económico cambió su actitud con respecto al aumento de precios de las divisas, ya no se lo considero un mal, sino un valor.

Esta, supuestamente nueva política monetaria tenía como objetivo una expansión de las exportaciones y una restricciones de las importaciones. … Este efecto era como colocar a los extranjeros en una posición rentable y a la población local como perdedora. Más aun, la supuesta ventaja obtenida es solo temporaria y estaba destinada a desaparecer si la devaluación no se repite luego de cierto tiempo. Un país que quisiera ajustar sus relaciones comerciales externas por estos métodos no puede permanecer contento con una sola devaluación, la medida ha de aplicarse una y otra vez. Por ejemplo, Checoslovaquia devaluó su moneda en Febrero de 1934 y de nuevo en Octubre de 1936. Francia devaluó el franco en Septiembre de 1936 un 30%. Pero no estabilizó el precio de las divisas y continuó en cambio con su inflación interna. De la misma forma, la libra esterlina subió de 105 francos en los días posteriores a la devaluación de Septiembre de 1936 a 179 francos en Mayo de 1938. Sin embargo, expertos del Tesoro francés consideraron esto como muy moderado y proponían un precio de la libra de 250 francos.

La política devaluatoria necesariamente se vuelve en una carrera entre distintas naciones. Cada país está ansioso en superar a los otros. Es la naturaleza misma de la política inflacionaria que tiende a acelerarse. Y cuando más lejos va, mayores son las dificultades políticas para frenar su avance.

A pesar de las advertencias de economistas y de la repetida experiencia con la expansión del crédito, las principales naciones comerciales se embarcaron en los años 1920s en una expansión crediticia sin precedentes. El inevitable colapso llegó en 1929. No fue en sí mismo un fenómeno nuevo. Los auges anteriores habían terminado de la misma forma. Pero en esta era de intervencionismo gubernamental en los negocios y la supremacía de grupos de interés, una fuerte resistencia contra el ajuste de los precios de los commodities, salarios, y tasas de interés impidió un relativamente rápido retorno a la normalidad y a sanas condiciones de mercado. Cediendo a la demanda de grupos de interés, el gobierno reemplazó el relativo suave proteccionismo de antaño por los controles cuantitativos a las importaciones. Sin embargo, se embarcaron en una política de restringir la producción. Ya sea obligaron a los productores a restringir la producción o los subsidiaron para que no utilizan toda su capacidad de producción. Un resultado de estas medidas para crear una escasez artificial y para mantener altos los precios fue que los sindicatos buscaron evitar una caída de los salarios o incluso de aumentarlos. El resultado fue desempleo continuo para buena parte de la oferta potencial de trabajo.”

 

 

El Banco Central está quebrado: ¿vamos para atrás y lo recuperamos o avanzamos y lo liquidamos?

La Nación publica un muy interesante editorial sobre un tema que, si bien es conocido, no deja de ser más que importante: la quiebra del Banco Central: http://www.lanacion.com.ar/1766695-la-quiebra-del-banco-central

Vale la pena leerlo entero, pero vayamos al resultado.

“La emisión monetaria que implica la entrega de pesos desde el Banco Central es en parte absorbida por la colocación de letras Novac y Lebac, que pagan un interés muy atractivo en plazos relativamente cortos. De esta forma indirecta el sector privado está financiando el déficit fiscal detrayendo crédito que podría destinarse a la inversión y a la producción. El stock de estas letras alcanza hoy 304.000 millones de pesos, que es un pasivo reclamable a nuestra autoridad monetaria. Contra este pasivo y contra la base monetaria en circulación, el Banco Central contrapone un activo del que descontado los papeles oficiales sin valor y la parte de las reservas que no son computables (swap de China, préstamo de Francia y encajes de depósitos locales), determina un patrimonio neto negativo de 630.000 millones de pesos. Esto es lo que resultaría de aplicar las mismas reglas contables a las que debe sujetarse cualquier banco privado. En esa situación la propia autoridad monetaria dispondría su inmediata liquidación.

El Banco Central de la República Argentina está de hecho quebrado, a pesar de que sigue con la ficción de generar utilidades por la devaluación aplicada a sus reservas. En estas condiciones no puede cumplir con su misión de regulación monetaria y menos aún garantizar la estabilidad de la moneda. Ésta es otra de las pesadas herencias que recibirá el futuro gobierno.”

Lo que sigue será como una ‘continuación’ de ese editorial aunque, claro, con una posición que será catalogada de extrema y cuyas posibilidades políticas parecen nulas. Ninguno de los que resulte nuevo presidente en Octubre lo hará por lo que esto no se dirige a los candidatos sino a los votantes. Como decía Jorge Luis Borges cuando se afilió al Partido Conservador, lo hacía “porque es de caballeros jugarse por las causas perdidas”. Lo mismo será en este caso, aunque la propuesta no es nada conservadora.

En síntesis, si el Banco Central está quebrado, ¿por qué no liquidarlo?

Veamos algunas objeciones a esta propuesta:

  1. No es políticamente aceptable. Correcto, pero tampoco se puede negar que los argentinos han tenido que levantar ya ¿cuántas quiebras del Banco Central? ¿Cuál es el argumento para proponer otro esfuerzo mayúsculo sin seguridad de que sea realmente el último?
  2. ¿No tendríamos moneda? Pues no, y tampoco necesitamos una. De hecho, los ahorros de todos los argentinos están ya en otra moneda, el dólar, o en ladrillos, o en soja. ¿Qué diría un camionero, por ejemplo, si pudiera tener la opción de cobrar su sueldo, o parte de él, en pesos o en dólares? O en francos suizos, o dólares de Singapur, o en Bitcoins?
  3. La dolarización no es conveniente porque se pierde el “señoreaje”. En principio, no sería “dolarización” porque no habría una moneda de curso legal forzoso sino libertad contractual para elegir cualquier tipo de moneda, en cuyo caso se perdería el señoreaje, por cierto, pero lo ganaría la gente al utilizar monedas que no pierden su valor adquisitivo.
  4. ¿No habría supervisión de los bancos? Aunque es una función que el mercado mismo puede hacer, pueden quedarse con esa función en una Superintendencia de Bancos si esto fuera ya demasiado políticamente incorrecto.

Los argentinos nos encontramos a mitad de camino. Usamos una moneda que elegimos, el dólar, y la otra es un papel pintado de poco valor. Estando a mitad de camino, se puede intentar retroceder para buscar otra vez tener un Banco Central solvente, o se puede intentar avanzar y deshacerse de él. No creo que el segundo fuera más costoso que el primer camino. Ese tiene la ventaja adicional de dar un gran paso hacia la libertad.

Roubini ataca a los «maniáticos» y «radicales» para terminar con la misma receta keynesiana

Parece difícil que economistas con distintas visiones lleguen aunque sea a comprender lo que el otro está diciendo. Bueno, tal vez no es algo solamente de economistas. Tomemos el caso de una reciente columna de Nouriel Roubini, publicada en La Nación con el título de “Una verdad heterodoxa”: http://www.lanacion.com.ar/1766549-una-verdad-heterodoxa

Comienza comentando las políticas monetarias expansivas implementadas por los principales bancos centrales del mundo luego de la crisis de 2008, a las que llama “heterodoxas” (aunque ya decir qué es ‘ortodoxia’ es bastante difícil). Y luego se descarga:

“Un resultado de ese activismo mundial en política monetaria fue una rebelión entre los seudoeconomistas y los incompetentes que hablan de los mercados. Esa diversidad de economistas «austríacos», monetaristas radicales, maniáticos del oro y fanáticos del bitcoin no ha cesado de repetir que semejante aumento en masa de la liquidez mundial provocaría hiperinflación, desplome del dólar estadounidense, precios por las nubes del oro y desaparición de las monedas fiduciarias a manos de criptomonedas digitales.”

Ya empezamos con una falacia, ya que hablar de “economistas «austríacos», monetaristas radicales, maniáticos del oro y fanáticos del bitcoin” es difícil ya que eso engloba una enorme variedad de visiones y opiniones que resultan acá englobadas para que sean un blanco fácil. Típico recurso en toda polémica, pero que no se sostiene por mucho tiempo.

Es decir, seguramente algunos economistas que calificarían en esos grupos han hecho ese tipo de predicciones, pero muchos otros no. Roubini parece atribuirles a todos ellos una muy simple teoría cuantitativa del dinero. Como la demanda de dinero (inversa de la velocidad de circulación) es asumida como estable, todo aumento de la cantidad de moneda debería reflejarse en los precios. Como los precios en los países más desarrollados no están subiendo pese a la gran expansión monetaria, esos economistas no entienden nada.

Ya Mises puntualizó la necesidad de superar una versión simplista de la teoría cuantitativa, poniendo énfasis en analizar tanto sea la oferta como la demanda de dinero (es decir, no asumir a esta como fija) y teniendo en cuenta que el principal problema que la emisión monetaria genera no es el aumento generalizado de los precios sino la distorsión de los precios relativos. Es decir, la teoría cuantitativa toma en cuenta el crecimiento de un “índice” pero esto no permite ver los cambios de precios que se producen dentro de él y, esto es bien importante, los que se producen en bienes o activos que no forman parte de esos índices.

“Inflación”, para muchos autores criticados por Roubini, no es tampoco el solo aumento del índice de precios, sino la expansión de la moneda y del crédito más allá de su demanda. Desde esta perspectiva incluso con un índice de cero estos autores podrían hablar de inflación, ya que los precios deberían estar cayendo y no lo hacen, o no tanto, debido a la política monetaria expansiva de la autoridad monetaria.

Ahora bien, si los “catastrofistas” han fracasado como dice Roubini, nada mejor se puede decir de las políticas monetarias expansivas. En sus propias palabras:

“La razón por la que los bancos centrales adoptan políticas monetarias cada vez más heterodoxas es que la recuperación posterior a 2008 fue extraordinariamente anémica. Dichas políticas han sido necesarias para contrarrestar la presión deflacionaria causada por la necesidad de hacer un doloroso desapalancamiento a raíz de las acumulaciones de deuda pública y privada.

En la mayoría de las economías avanzadas existe un desfase muy grande de la producción, pues tanto ésta como la demanda son muy inferiores a su potencial; así, las empresas tienen una capacidad limitada para fijar precios. También los mercados laborales están muy flojos: muchos desempleados intentan conseguir los pocos puestos disponibles.

Además, siguen flojos los mercados inmobiliarios en los que a un auge siguió una quiebra (EE.UU., Reino Unido, España, Irlanda, Islandia y Dubai) y en otros países hay burbujas que representan un riesgo.”

¿Acaso los grupos de economistas a los que critica no alertaron sobre esto? Roubini, además, realiza algunas afirmaciones un tanto osadas. Por ejemplo: “El aumento de la desigualdad de la renta ha exacerbado la escasez de demanda”. ¿Existe una relación lógica y comprobada de desigualdad y escasez de demanda? ¿Acaso no podría aumentar la desigualdad y también la demanda si todos los niveles de ingreso mejoran su situación?

Por último, ¿qué es lo que Roubini propone?

“Tal vez más importante haya sido un profundo desequilibrio con la política fiscal. Para ser eficaz, el estímulo monetario debe ir acompañado de un estímulo fiscal temporal, del que carecen las economías más importantes.

Incluso el FMI ha señalado que parte de la solución para un mundo con demasiada oferta y poca demanda ha de ser una inversión pública en infraestructura. Con unos tipos de interés a largo plazo próximos a cero en la mayoría de las economías avanzadas, resulta justificado el gasto en infraestructuras, pero constricciones políticas lo frenan.”

Otra vez la vieja receta keynesiana, más y más gasto y endeudamiento, solo que esta vez lo está proponiendo a países que han superado ya niveles históricos de endeudamiento. ¿Acaso Roubini plantea que la capacidad de endeudamiento de un gobierno es ilimitada?

 

Grecia: deflación al salir de recesión, pese a tímidas reformas, y cinco grandes mitos sobre su deuda

No es la primera vez que ocurre: un país está quebrado y no tiene otra alternativa que realizar un profundo “ajuste” fiscal, lo hace a medias, comienza a tener una recuperación leve, pero el costo político es alto y termina eligiendo un gobierno que promete más de la misma enfermedad que llevó a estas circunstancias. Más gasto y endeudamiento. “A medias”, significa que se produce el ajuste fiscal inevitable pero no se liberan las fuerzas emprendedoras de la población, el ajuste no viene acompañado de una total desregulación de la economía que facilite salir de la depresión por sus propios medios.

Me refiero a Grecia. La consultora Focus Economics, con sede en Barcelona, emite regularmente un interesante informe con el consenso de opinión de economistas sobre las perspectivas de muchos países, entre ellos todos los de Europa, con el nombre de Focus Economics Consensus Forecast Euro Area.

En el caso de Grecia, el informe también contribuye al debate actual sobre si existe un necesario vínculo entre deflación y depresión. Dice el informe de Febrero sobre Grecia que los precios cayeron en Diciembre un 2,5% anual y que caerían un 1,1% adicional durante 2015. “Pese al riesgo recesivo de la incertidumbre política, sólidas cifras para el segundo y tercer trimestre de 2014 dan señales de una recuperación económica sostenida.” El pronóstico de la consultora fue revisado y ahora sostiene que la economía crecerá entre 1,1% y 3% este año, con un consenso en 1,9%. Para 2016 el panel de expertos espera un crecimiento de 2,5%.

Por otro lado, M. Llamas comenta cinco grandes mitos sobre la deuda pública de Grecia: http://www.libremercado.com/2015-02-05/cinco-grandes-mitos-sobre-la-deuda-publica-de-grecia-1276539873/

Estos son:

  1. Los intereses más bajos de la zona Euro

“…el caso de Grecia es paradigmático, ya que su deuda soportar uno de los tipos de interés medio más bajos de toda Europa, inferior al 2,5% en 2013, a pesar de que el volumen adeudado es ingente. En concreto, Atenas paga menos intereses que el todopoderoso Estado alemán o el muy solvente gobierno finlandés (cerca del 2,5%)”

2. El costo de la deuda, inferior al de Irlanda

Cita a Juan Ramón Rallo: «en 2011 Grecia estaba obligada a pagar unos intereses equivalentes al 7,3% de su PIB, con diferencia la carga más alta de Europa y difícilmente sostenible. Sin embargo, con la reestructuración de su deuda pública orquestada por la troika en 2012, ha conseguido rebajar su losa de intereses al 4% del PIB, que, si bien no es bajo, tampoco resulta inmanejable. De hecho, países como Irlanda, Italia o Portugal, que hasta el momento no han reclamado reestructuraciones en su deuda pública- están soportando ahora mismo costes financieros mayores».

3. El plazo de devolución más largo de Europa

“La deuda helena disfruta del mayor período de vencimiento de toda el continente, con una media de 16 años, casi tres veces más que España.”

4. Una quita equivalente a cuatro de Alemania

“La primera quita (sumando otras condiciones) ascendió al 75% del valor actual de la deuda helena en manos privadas; pero, si se computa la segunda reestructuración, la reducción aplicada sobre la deuda pública total de Grecia equivaldría al 76% del PIB heleno, casi cuatro veces más que la condonación otorgada a Alemania en 1953.”

5. Es más barato expulsar a Grecia

“En las últimas semanas han surgido numerosas estimaciones acerca de dicho impacto, pero la clave es que resulta dudoso que la expulsión de Grecia sea más lesiva que la concesión de un rescate indiscriminado al país heleno.”