Suecia, modelo de Estado Benefactor, pero, ¿cuál?, ha cambiado mucho desde los 90s

En el debate sobre la “justicia social”, muchos tienen como ejemplo a los países nórdicos y, en especial, a Suecia. Sin embargo, tienen en mente una Suecia que no existe ya, que cambió mucho a partir de los años 90. Así lo explica Mauricio Rojas, profesor adjunto de Historia en la Universidad de Lund, quien fuera parlamentario por el Partido Liberal de Suecia desde 2002 hasta 2008 (dado el nombre poco sueco, Mauricio es de origen chileno, lo cual muestra también el grado de apertura mental que tiene ese país), en una publicación del Instituto Cato: http://www.elcato.org/crisis-europea-y-el-modelo-del-estado-de-bienestar-lecciones-de-un-modelo-evitar

“Suecia experimentó, a partir de los años 60, un crecimiento sin precedentes de su sector público. En apenas dos décadas, entre 1960 y 1980, el gasto público se duplicó, pasando del 30% del PIB al 60%. A su vez, el empleo público casi se triplicó y la carga tributaria pasó del 28 al 46% del PIB. El impuesto marginal para las rentas más altas llegó en 1979 al 87%, para estabilizarse en los años 80 en torno al 85%. Al mismo tiempo, aumentaban los subsidios de todo tipo, llegándose a situaciones donde trabajar podía implicar un detrimento económico. Este desarrollo tuvo una serie de consecuencias inevitables, particularmente manifestadas en un fuerte deterioro del incentivo a trabajar y al emprendimiento. Sin embargo, lo más sensible de este desarrollo fue la vulnerabilidad creciente de un sistema fiscal que hacía promesas cada vez más generosas a su población basado en aquello que en sueco se llama glädjekalkyl, es decir, “cálculos alegres”, basados en la premisa de que los buenos tiempos y el pleno empleo durarían eternamente. Esto creó una dinámica populista, donde gobernantes y gobernados se dejaban llevar por el sendero de las promesas fáciles, creando una ilusión de seguridad frente a la indefensión o la falta de trabajo que solo podía ser mantenida mientras las situaciones de indefensión o carencia laboral fuesen excepcionales.”

“En Suecia la ilusión populista se quebró dramáticamente a comienzos de los 90, cuando el pleno empleo, que había durado casi cinco décadas, se transformó en un alto nivel de desempleo. Este cambio fue producto, como acostumbra a ser en estos casos, de una recesión internacional que puso en evidencia las debilidades acumuladas de las viejas industrias suecas de exportación ante la presencia de nuevos competidores. Esto desencadenó un brusco aumento de la cesantía — que pasó del 2 al 12% en tres años— que llevó el gasto público a sobrepasar el 70% del PIB en 1973 mientras la recaudación fiscal caía. Ello puso en evidencia el bluff del Estado de bienestar: sus promesas de seguridad frente a eventuales situaciones de carencia o indefensión no pudieron cumplirse justamente cuando más se necesitaban. La seguridad prometida se esfumó cuando el exceso de gasto dio origen a un insostenible déficit fiscal que llegó a superar el 10% del PIB conduciendo a la caída estrepitosa del viejo y tan afamado “modelo sueco”.

A partir de entonces se abre un notable proceso de reducción del tamaño del Estado, desregulación, cooperación público-privada y privatización que ha transformado a Suecia en la economía de la UE-15 que mejor ha resistido a los problemas actuales. Así, el país que encabezó la marcha hacia la debacle del Estado de bienestar tradicional encabeza hoy el camino hacia su modernización, disminuyendo su tamaño y con ello su vulnerabilidad, rompiendo los monopolios públicos a través de la libertad de empresa y de elección ciudadana, limitando y condicionando los subsidios de todo tipo, y tratando de restablecer, mediante rebajas tributarias, los incentivos al trabajo y al emprendimiento.

Crisis de alguna manera parecidas, si bien menos severas, a la de Suecia afectaron a Alemania, Dinamarca, Finlandia u Holanda, obligando a estos países a moderar y hacer algo más dinámicos sus grandes Estados así como a alivianar su carga regulatoria (especialmente en lo referente al mercado de trabajo) y tributaria. No fueron en sí mismas reformas de suficiente calado como para poder revertir las tendencias al estancamiento anteriormente señaladas, pero les han permitido a estas sociedades enfrentar la actual situación de crisis en condiciones mucho mejores que las del sur de Europa.”

 

En el Super Bowl del gasto público y la deuda, los «Políticos» le ganan a los «Contribuyentes»

Los norteamericanos dan mucha importancia al discurso presidencial durante la inauguración de las sesiones anuales del Congreso. Este discurso se ha dado en llamar “Estado de la Unión”, donde el presidente evalúa la situación y perspectivas del país. John Goodman analiza ese discurso para el Independent Institute: http://www.independent.org/newsroom/article.asp?id=5284

Casa Blanca

Algunos párrafos:

‘La sombra de la crisis ha pasado’, nos dijo el presidente Obama el martes por la noche. ‘El Estado de la Unión es sólido’, agregó. Pero, ¿lo es realmente?

Si usted hubiera acumulado una deuda más de 20 veces el monto de su ingreso familiar, ¿diría que sus finanzas domésticas están en buena forma? Bueno, ahí es donde se encuentra este país. En casi una docena de programas sociales (‘entitlements’: se refiere a programas en los cuales se genera un derecho a recibir un beneficio), hemos hecho promesas que no hemos podido pagar. En el proceso, estamos dejando una enorme carga financiera a nuestros hijos y nietos.

¿Y qué es lo que el presidente propuso hacer con este problema? Básicamente dejarlo como está y agregarle algo más. Como comentó David Jackson: “Citando el legado de los programas de Seguridad Social, Medicare y ayuda universitaria, Obama le dijo al Congreso controlado por Republicanos que ‘la economía de la clase media funciona’ y ‘estas políticas continuarán funcionando en tanto la política no se entrometa con ellas’.

La nueva oferta incluye:

… nuevos créditos fiscales para el cuidado de la infancia, y programas para incluir dos años gratuitos en las universidades, bajas tasas de interés en los seguros hipotecarios y nuevos requerimientos para las licencias por enfermedad.

Básicamente, hay dos tipos de deuda –la que usted escucha mencionar y la que no. La primera es deuda nacional en poder del público en la forma de bonos gubernamentales. El último número de esta es algo mayor a los $13 billones. La segunda es la diferencia entre promesas realizadas a largo plazo –para pensiones, gastos de salud e incapacidad- y el ingreso que esperamos para financiar esas promesas en la forma de impuestos, primas, etc. Este segundo tipo de deuda es enorme. El economista de Boston University, Laurence Kotlikoff la estima es unos asombrosos $210 billones. Escribe Kotlikoff:

‘La brecha fiscal –la diferencia entre las obligaciones financieras proyectadas de nuestro gobierno y el valor presente de todos los ingresos fiscales previstos- es, efectivamente, nuestra tarjeta de crédito nacional. Eliminarla requeriría un aumento inmediato y permanente del 59% en los impuestos nacionales. También podría ser un recorte permanente del 38% en el gasto público. Cuanto más esperemos, mayor será el problema. Si, por ejemplo, no hacemos nada por 20 años, el aumento de los impuestos nacionales llegaría al 70%, o el recorte de gastos requerido al 43%.’

Además, para resolver el problema fiscal, el aumento del 59% en impuestos debería colocarse en un banco e invertirse –no gastarse en otras cosas como el subsidio a los estudios universitarios- hasta el día en que lleguen las cuentas. Esto demandaría un nivel de disciplina que ningún presidente o Congreso antes a podido lograr.”

 

Una crítica liberal a las políticas económicas de los años 90: el caso de Costa Rica

Las políticas económicas de los años 90 han sido condenadas con epíteto de “neoliberales”, pero resulta que los “liberales” han sido críticos de muchos aspectos de esas políticas. He aquí un ejemplo. Juan Carlos Hidalgo, Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute analiza el caso de Costa Rica, donde estuvimos en estos días en un seminario organizado por ese instituto: http://www.elcato.org/crecimiento-economico-sin-reduccion-de-pobreza-el-caso-de-costa-rica

El Informe se titula “Crecimiento económico sin reducción de pobreza: el caso de Costa Rica”:
“A principios de los años ochenta, Costa Rica, al igual que gran parte de América Latina, sufrió su peor crisis económica en décadas. Entre 1980 y 1982 la economía se contrajo en un 9,4%, y en 1982 la inflación promedio alcanzó un 90,1%. En solo dos años la proporción de la población viviendo debajo de la línea de pobreza se disparó en más de 20 puntos porcentuales a un 54%. Múltiples factores causaron esta crisis, incluyendo el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones — un modelo proteccionista que buscaba reemplazar las importaciones industriales con productos domésticos. A través de los años, este modelo incentivó la creación de numerosas e ineficientes empresas estatales, cuya creciente carga financiera colapsó al Estado. Para 1980, el gasto público ascendía al 54% del producto interno bruto (PIB).

El país también se enfrentaba a un grave deterioro de los términos de intercambio, al dispararse el precio del petróleo al mismo tiempo que se desplomaba el precio de los pocos productos de exportación (principalmente café, azúcar, carne y banano). Al tiempo que la inversión extranjera directa dejó de llegar, el déficit de cuenta corriente se disparó en 1980 hasta un 12,6% del PIB. El entonces presidente Rodrigo Carazo (1978-1982) decidió recurrir al financiamiento externo para mantener el tipo de cambio fijo. La deuda externa de Costa Rica se cuadruplicó durante su mandato. Sin embargo, un aumento en las tasas de interés internacionales agravó la situación al subir el costo de financiamiento del Estado. En lugar de reducir el gasto público y deshacerse de empresas estatales onerosas, Carazo eligió hacerle frente a las deterioradas finanzas estatales mediante la impresión de dinero. Eventualmente, el gobierno se vio obligado a devaluar la moneda. La inflación aumentó vertiginosamente, enviando a cientos de miles de costarricenses a la pobreza.

Gobiernos subsiguientes implementaron reformas orientadas a la transición del sistema de sustitución de importaciones, que había estado en vigor desde la década de los sesenta, hacia un modelo orientado a la exportación. Una de esas reformas políticas clave fue la introducción de un régimen cambiario basado en minidevaluaciones diarias del colón, la moneda nacional. La meta original era proporcionar mayor seguridad a los exportadores para sus inversiones mediante la estabilización del tipo de cambio real. Sin embargo, a partir de 1999 el sistema de minidevaluaciones sirvió para aumentar cada vez más la competitividad del sector exportador mediante la subvaluación de la moneda nacional, reduciendo el precio de los bienes de exportación. Este sistema de minidevaluaciones también impulsó el sector turístico, que se ha convertido en la industria más importante de Costa Rica.

En la década de los noventa, Costa Rica implementó reformas adicionales: estableció zonas francas en las cuales las empresas gozan de un régimen libre de impuestos, siempre y cuando su producción fuera con fines de exportación únicamente. Gracias a estos y otros incentivos, en 1997 Intel eligió a Costa Rica como sede de una de sus plantas de microchips. Poco después, los semiconductores y accesorios informáticos reemplazarían al banano y al café como los principales productos de exportación del país. En la década de los 2000 otras compañías tecnológicas, farmacéuticas y de servicios siguieron su ejemplo invirtiendo en zonas francas costarricenses.

A mediados de la década de los noventa, Costa Rica también comenzó a negociar acuerdos de libre comercio, cuyo objetivo principal era abrir nuevos mercados para sus exportaciones. El país ahora cuenta con acuerdos de libre comercio con México, Chile, Perú, Panamá, el Mercado Común Centroamericano (Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua), la Comunidad del Caribe, la República Dominicana, EE.UU., Canadá, China, Singapur y la Unión Europea. Pronto entrarán en vigencia acuerdos con Colombia y la Asociación Europea de Libre Comercio (Noruega, Islandia, Liechtenstein y Suiza). Como resultado de estas reformas, el valor de las exportaciones como porcentaje del PIB pasó de 27% en 1985 a 49% en 2007 — el año anterior a la crisis global financiera. (La cifra se redujo notablemente después de la crisis y equivalía al 37% del PIB en 2012).1

A finales de los ochenta y durante la década de los noventa la economía costarricense también acometió reformas estructurales importantes: la mayoría de las empresas estatales fueron privatizadas, aunque el Estado mantuvo sus monopolios en electricidad, telecomunicaciones, refinamiento y distribución de petróleo, seguros y producción de alcohol.2 A los bancos privados se les permitió operar cuentas corrientes, pero el Estado mantuvo la propiedad de los cuatro bancos más grandes. Los aranceles sobre muchos bienes de consumo fueron eliminados o recortados significativamente: mientras que en 1985 la tasa promedio arancelaria era del 55%, en el 2000 fue sólo del 5,4%— donde permanece hasta el día de hoy.3

Estas reformas contribuyeron a una mejora significativa de Costa Rica en cuanto a libertad económica. El país pasó del puesto 62 en 1985 (entre 109 países) en el índice de Libertad Económica en el Mundo del Fraser Institute, al puesto 23 en 2005 (entre 123 países).4 La economía creció en promedio 4,7% anual desde 1987, una de los tasas más rápidas de América Latina.

El déficit social del modelo

A pesar de la liberalización económica y las robustas tasas de crecimiento, Costa Rica no ha sido capaz de reducir significativamente el nivel de pobreza en los últimos 20 años. La proporción de familias viviendo por debajo de la línea de pobreza cayó, a principios de los noventa, a un 20%, pero desde entonces se ha mantenido relativamente estable con algunos altos y bajos. En 2013 la tasa de pobreza era de 20,7%5 (ver Figura 1). De forma preocupante, la desigualdad aumentó en la última década; Costa Rica fue uno de tres países de América Latina donde esto ocurrió desde el año 2000. Según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Índice de Gini de Costa Rica, una medición de desigualdad, subió de 0,47 en el 2000 a 0,50 en el 2011.6

El pobre desempeño de Costa Rica en los indicadores sociales se da a pesar de tener una gran cantidad de programas destinados a la lucha contra la pobreza. Por ejemplo, en 2010 el gobierno gastó 2,2% del PIB en 44 programas antipobreza,7 y esta cifra no incluye otros programas sociales de gran tamaño como la seguridad social y el seguro médico. Según la CEPAL, el gasto social de Costa Rica se encuentra entre los más altos de América Latina como porcentaje del PIB.8 Hay algo definitivamente mal en un modelo económico que genera buen crecimiento pero es incapaz de disminuir la pobreza.

En realidad, el modelo económico de Costa Rica se encuentra en gran medida basado en un sistema mercantilista que está sesgado en favor de ciertos sectores de la economía. Una mirada a tres políticas económicas importantes hace esto evidente.

Crearon el FMI, querían establecer un sistema monetario, pero antes ya hubo uno y funcionaba

El patrón-oro, desde Keynes, ha sido considerado una “reliquia” económica. Pese a que el oro sigue siendo un refugio para muchos ahorristas sobre todo en momentos de crisis económicas, lo cierto es que estamos lejos de un retorno a un sistema monetario como ése. Pero los sistemas de moneda fiduciaria que lo sucedieron no pueden ni acercarse a sus resultados. El futuro, tal vez sea de las cripto-monedas como el Bitcoin. Mientras tanto, Mises nos recuerda cómo era el patrón-oro en un artículo de 1944: “Noninflationary Proposal for Postwar Monetary Reconstruction”.

Mises1

“El siglo XIX estableció con éxito el patrón-oro como un sistema monetario internacional estándar. A comienzos de nuestro siglo, casi todas las naciones comercialmente importantes habían adoptado tanto sea el patrón-oro o el patrón “cambio-oro” como su estándar nacional. (el patrón cambio-oro era el que ataba una moneda nacional a otra moneda nacional, la que a su vez estaba definida en cantidad de oro).

Estos dos sistemas monetarios ataban a una moneda nacional particular a una cierta cantidad definida de oro, fijada por una ley debidamente promulgada por la legislatura de cada país. Se evitaba así toda diferencia entre el poder adquisitivo de la unidad monetaria local de su paridad legal. Las fluctuaciones en los tipos de cambios sólo podían producirse dentro de ciertos límites; no podían superar los ‘puntos de oro’ (Ed.: los ‘puntos de oro’ representaban los límites superior e inferior de un tipo de cambio bajo el patrón-oro, más allá de los cuales sería rentable exportar oro o importarlo). Estas pequeñas fluctuaciones solo preocupaban a los comerciantes profesionales en oro o monedas extranjeras. Para todo propósito práctico los tipos de cambio de los países que habían adoptado tanto el patrón-oro como el patrón cambio-oro estaban perfectamente estabilizados. El comercio internacional, las transacciones crediticias internacionales y las inversiones, transportes o viajes no eran perjudicados por fricciones monetarias.” (en la actualidad las empresas internacionales y todos aquellos involucrados en actividades económicas internacionales tienen que asumir costos para reducir los riesgos de fluctuación de las paridades entre distintas divisas, costos de transacción que no existían en un sistema como el que Mises explica).

“Este estado satisfactorio de cosas no fue el resultado de tratados, acuerdos o convenios internacionales, o de las operaciones de un banco o institución internacional creada al efecto (se discutía en ese momento la creación de lo que luego fue el Fondo Monetario Internacional). Fue el resultado del accionar de varios gobiernos nacionales actuando por su propio acuerdo, buscando el objetivo de conseguir el mejor arreglo monetario para sus países. Los gobiernos querían estabilizar sus tipos de cambio porque consideraban que esa estabilidad era beneficiosa para el bienestar económico de sus propios pueblos. Una política de dinero estable no era diseñada para el beneficio de intereses externos, sino como una política altamente beneficiosa para el bienestar de su propio país.”

“Hubo, es cierto, varios intentos de establecer un sistema monetario internacional en el siglo XIX, incluso hasta una unión monetaria. Algunos de estos planes incluso llegaron a implementarse. El caso más conocido fue el de la Unión Monetaria Latina, inaugurada en 1865. Su breve existencia no aportó mucho. No brindó ningún servicio importante a la causa de la estabilidad monetaria. Eventualmente, la Primera Guerra le dio un golpe final (Ed: La Unión Monetaria Latina fue creada por una convención entre Francia, Bélgica, Suiza e Italia el 23 de Diciembre de 1865. Su objetivo era estabilizar el tipo de cambio entre monedas de oro y de plata utilizadas en esos países, luego de la caída del precio del oro como resultado del aumento de su oferta en los años 1850 y 1860. La Unión fue formalmente liquidada el 31 de Diciembre de 1926 debido a las políticas inflacionarias nacionales y sus consecuencias durante y luego de la Primera Guerra Mundial).

“Las razones de su fracaso son obvias. El mantenimiento de la estabilidad monetaria requiere una conducta adecuada en las políticas económicas domésticas; las políticas erróneas crean condiciones para la depreciación de la moneda y un aumento de los tipos de cambio. Ese fue el caso de Francia en 1871 y Francia y Bélgica en 1914, sin mencionar a Grecia e Italia. Una unión monetaria es inútil si no le otorga a la junta de gobierno de esa unión control completo sobre el sistema monetario y bancario de cada país y si no restringe la soberanía nacional de sus miembros en relación a otras cuestiones importantes en términos de cambios externos”.

El proteccionismo les sirve si es un privilegio. Si todos estamos protegidos, nos perjudica a todos

En una conferencia dictada en el Faculty Club de la New York University (Aspects of American Foreign Trade Policy, 15/3/1943), Mises comenta la actividad empresarial bajo el proteccionismo:

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“Es un error creer que los intereses de todos los industriales, en relación al proteccionismo, son uniformes.”

“Ningún fabricante puede beneficiarse de una tarifa que impone aranceles de importación iguales para todos los bienes importados. Lo que gana vendiendo su producto es absorbido por los mayores precios que tiene que pagar por su equipamiento, los productos manufacturados y las materias primas, y los mayores precios de los bienes de consumo. Es cierto que algunas ramas de la producción se pueden expandir mientras que otras se reducirían con el libre comercio. Pero, por otro lado, algunas ramas que se expandirían con el libre comercio, tienen que reducirse. El resultado –una caída de las importaciones y la correspondiente caída de las exportaciones- no favorece a nadie. Por el contrario, toda la nación sufre debido a que la productividad promedio del capital y el trabajo caen, ya que deben fabricarse productos en lugares que son menos aptos para esos propósitos”. (No es difícil de imaginar lo que Mises diría de que se importen teléfonos celulares de Asia, se desarmen en algún puerto de Uruguay, se lleven así desarmados hasta Tierra del Fuego donde se los vuelve a armar para que se vendan en Buenos Aires, por ejemplo).

“Si se otorga protección solamente a ciertas ramas de la industria, los intereses a corto plazo de quienes ya han invertido en esta rama son favorecidos. Pero en el largo plazo, perderán esa ventaja por la competencia de nuevas fábricas.”

“No es cierto que sea una ventaja para una nación reemplazar importaciones por productos locales. Con el presente estado de la tecnología, sería posible que Gran Bretaña o Canadá prohibieran la importación de uvas y café y los cultivaran en invernaderos. Cualquiera diría que esto es una locura. Pero difiere solamente en grado, no en principio, de otros esquemas proteccionistas. Al igual que la forma más barata para los británicos de obtener café y uvas es que ellos mismos fabriquen telas para exportación (el viejo ejemplo de David Ricardo), la forma más barata que los norteamericanos obtengan bordados a mano es exportando autos y lapiceras.” (o películas de Hollywood).

“La popularidad del proteccionismo se debe al error de que pueden reducirse las importaciones sin una correspondiente restricción a las exportaciones”. (preguntemos a las automotrices locales).

“Si abstraemos las inversiones extranjeras, tenemos que comprender que las importaciones, los gastos de turistas en el exterior, y los servicios recibidos de otros países significan que el bienestar material de un país está mejorando y que la nación es suficientemente rica para pagar con exportaciones lo que quiere comprar en el exterior.”

“No es cierto que las importaciones crean desempleo interno o un menor nivel de vida local. Como las importaciones tienen que pagarse con exportaciones, no restringen el volumen de producción local. El libre comercio canaliza la producción a aquellas líneas en las cuales el retorno neto es mayor. Una América de libre comercio, por ejemplo, importaría manteles de China y los pagaría exportando autos.” (hoy los ejemplos serían diferentes)

 

Con 40% de empleo informal, deberíamos leer a Mises sobre el desempleo permanente

En una conferencia dictada en el Faculty Club de la New York University (Aspects of American Foreign Trade Policy, 15/3/1943), Mises comenta aspectos básicos del desempleo:

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“En el mercado libre de trabas los precios alcanzan el punto en el cual la cantidad de bien que los compradores tomarán es igual a la cantidad que los vendedores venderán. Cualquier que esté dispuesto a pagar el precio de mercado puede comprar cuanto quiera, y quienquiera que esté preparado para tomar el precio de mercado puede vender cuanto desee.”

“Lo mismo es cierto para el precio de mercado del trabajo, para los salarios. Hay siempre una cierta cantidad de desempleo voluntario debido a trabajadores que no quieren los puestos que les son ofrecidos y están a la espera de mejores oportunidades. Pero, en el mercado libre, el desempleo es más o menos un fenómeno transitorio. No hay un serio problema de desempleo, no hay desempleo masivo y prolongado año tras año.”

“Pero es diferente si, ya sea por decreto gubernamental o por presión sindical, los salarios se fijan en un nivel superior al que se hubiera fijado en el mercado libre. Entonces, la demanda de trabajo se reduce y da como resultado el desempleo permanente de parte de la oferta potencial de trabajo.”

“El concepto de ‘pleno empleo’ es un eslogan demagógico si no se refiere a una tasa salarial específica. Hay solo un medio para obtener el pleno empleo: abstenerse de forzar tasas mínimas de salario por sobre las potenciales tasas de mercado. El desempleo masivo no es, como los socialistas nos quieren hacer creer, un fenómeno inherente al capitalismo. Es, por el contrario, el resultado de esfuerzos para sabotear al capitalismo mediante le interferencia del gobierno o los sindicatos.”

“Todo otro método sugerido para alcanzar el pleno empleo es ineficiente.”

“El gasto gubernamental no-inflacionario (esto es, no financiado con una expansión adicional del crédito o la emisión adicional de dinero) absorbe capital o, si es financiado por impuestos a los ingresos, ingresos que hubieran sido invertidos o gastados de otra forma. Destruye por un lado tantos empleos como crea del otro.”

“La inflación, la expansión del crédito, y la devaluación de la moneda solo tienen éxito si las tasas salariales se quedan atrás de la suba en los precios de los bienes; esto es, si dan como resultado una caída en las tasas de salarios reales.”

“Los ‘servicios laborales (Arbeitsdienst, el medio favorito de los gobiernos totalitarios) compensa los viciados altos salarios de los trabajadores empleados en la industria privada a las tasas sindicales con viciados bajos salarios de los hombres empleados en obras públicas de ‘emergencia’.” (Se refiere a trabajos forzados. Hoy, tal vez, habría que hablar de empleo informal).

“Se vuelve ilegal que los empleadores despidan empleados a los que no pueden ocupar útilmente, las empresas sufren pérdidas y están forzadas a consumir parte de su capital. El gobierno tiene éxito en el corto plazo pero, en el largo plazo, una mayor caída de los salarios reales se hace ineludible.”

“Estas son las consecuencias a largo plazo de manipular las tasas salariales por decreto o compulsión sindical.”

Piketty: ¿por qué la diferencia de riqueza (honesta y sin privilegios) es un problema?

Resumamos hasta aquí las críticas a Thomas Piketty, quien visita Argentina, planteadas por David Henderson, en la revisión que hace de su libro en la revista Regulation, del Cato Institute: http://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/regulation/2014/10/regulationv37n3-9_2.pdf#page=10

En el primero de los posts el tema fue que Piketty se concentra en la distribución de la riqueza pero no toma nota de su aumento durante estos dos últimos siglos. La diferencia entre ricos y pobres puede haberse mantenido, o incluso aumentar, pero también que la situación de los más pobres haya mejorado, que es lo que efectivamente ha ocurrido. En el segundo, toca el mismo tema pero enfatiza que Piketty no toma en cuenta la movilidad: los ricos no son siempre los mismos, algunos se incorporan a este grupo (sobre todo emprendedores exitosos, pensemos en Bill Gates o Mark Zuckerberg, entre otros), otros lo dejan (¿seguirán entre los más ricos los dueños de Kodak?). Últimos comentarios:

“Dado su énfasis, y desagrado por, la desigualdad y su conclusión que los dueños del capital tendrán una proporción creciente del producto económico, no es sorprendente que Piketty favorezca impuestos a los ricos mucho más altos. Argumenta brevemente que la tasa superior óptima en los países ricos es “probablemente sobre el 80%”. Sostiene que dicha tasa en ingresos mayores a $500.000 o un millón ‘no aportará mucha recaudación para el gobierno’’ (de acuerdo) sino que reducirá drásticamente la compensación de aquellos altamente remunerados. También sugiere un ‘impuesto global sobre capital’ con tasas crecientes a mayor riqueza. ‘Uno puede imaginar’, escribe, una tasa de 0% para activos netos menos de 1 millón de euros, 1% entre 1 y 5 millones de euros, y 2% por sobre 5 millones’. Uno puede imaginar muchas cosas, lo entiendo, como cada comentarista a favor o en contra lo ha hecho, que Piketty no está solamente ‘imaginando’ esos impuestos, sino que en realidad los propone. Agrego que ‘uno podría preferir’ un impuesto duro de ‘5 o 10% sobre activos sobre los 1.000 millones de euros’.

Pero si hay algo que sabemos en economía es que los incentivos son importantes. Un impuesto anual sobre el capital reducirá los incentivos a crear capital. Con menos capital, la productividad marginal de los trabajadores será menor. Resultado: la propuesta de Piketty de un impuesto sobre el capital perjudicaría a los trabajadores.”

… “Pero Piketty, en más de 600 páginas, no produce una explicación clara sobre porqué el aumento de la desigualdad es un problema en una sociedad donde lo que cada uno tiene en la vida mejora una y otra vez.

Entonces, llenemos ese vacío. ¿Cuán importante es el problema de la desigualdad? En mi opinión, si la gente obtuvo su dinero sin engañar a otros y sin recibir favores especiales del gobierno, entonces no hoy problema en que la gente se vuelva muy rica. Lo que realmente importa es la desigualdad en el consumo y aquí, las diferencias entre los más pobres y los más ricos son probablemente tan bajas como nunca lo han sido. La mayoría de las personas de bajos ingresos en Estados Unidos tienen TV color, celulares, refrigeradores, ropas confortables, y tres comidas al día. Eso no era así hace 60 años. O tomemos una visión más larga. A mediados del siglo XIX, los más pobres en USA eran probablemente esclavos. Sus muy ricos ‘dueños’ los trataban mal si así querían. Y aun si no querían, déjenme repetir que los pobres eran esclavos.

O consideremos más sutiles diferencias entre la clase media y los más ricos. Tendríamos que mirar con mucho detalle –al menos yo debería hacerlo- para ver la diferencia en la calidad de la ropa entre un billonario y alguien que posea, digamos, 100.000 dólares. Ambos pueden viajar en avión, pero el más rico puede llegar más rápido y fácil en su jet privado. Por cierto, el avión privado es más lindo, pero ¿es éste realmente un problema social?.”

Piketty: si las acciones rinden más, los trabajadores deberían invertir su jubilación allí

Seguimos con el tema planteado por Thomas Piketty, quien visita Argentina. Van comentarios de David Henderson, en la revisión que hace de su libro en la revista Regulation, del Cato Institute: http://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/regulation/2014/10/regulationv37n3-9_2.pdf#page=10

El tema es siempre si tenemos que preocuparnos por la distribución de la riqueza o tenemos que preocuparnos de la pobreza. Henderson, que ya lo ha criticado en el post anterior por no considerar cómo han mejorado las condiciones de muchos en los dos últimos siglos, comenta que Piketty presenta evidencia de que la proporción de riqueza heredada ha aumentado.

“Pero aún nos queda la pregunta: ¿y qué? Imaginemos –y Piketty me ha convencido de que puede ser probable- que la proporción del ingreso que va a los dueños del capital pueda haber subido en el tiempo, lo que significa que la proporción yendo al trabajo ha decaído. ¿Significa esto que los trabajadores estarán peor? En absoluto. En verdad, es probable que estén mejor. Desgraciadamente, muchos de los que leen el libro, especialmente quienes no son economistas, podrían perder de vista este punto por dos razones: (1) El énfasis de Piketty está en la proporción sobre el ingreso no en el ingreso real; y (2) su lenguaje se presta a confusión. Esperaríamos un énfasis en proporciones y no en el ingreso real de alguien que cree que la desigualdad de riqueza e ingreso, más que las mejoras en el nivel de vida, están “en el centro del análisis económico.”

“Consideremos la afirmación de Piketty sobre los Estados Unidos y Francia: ‘Y la mitad más pobre de la población son tan pobres hoy como lo eran en el pasado, con casi 5% del total de la riqueza, tal como en 1910’. Esto es absurdo. Si los pobres tuvieran el mismo porcentaje de riqueza que tenían en 1910 serían mucho más ricos y su riqueza mucho mayor, como Piketty bien sabe. Aquí ha pasado de un lenguaje confuso a un error cierto.”

“Un factor importante al que Piketty presta poca atención es la movilidad de las personas entre niveles. Existe un constante cambio a medida que la gente gana y pierde riqueza. Mucho de este cambio se debe a lo que Schumpeter llamó ‘destrucción creativa’. Emprendedores e inversores desarrollan nuevas ideas y si tienen éxito obtendrán mucho dinero (la parte creativa) y harán que las empresas existentes lo pierdan (la parte destructiva). La negación de Piketty sobre este efecto aparece cuando considera la lista Forbes 400 de los más ricos del mundo. Dice que el promedio de riqueza de los Forbes 400 creció de $1.500 millones en 1987 a casi 15.000 millones en 2013 ‘un promedio de crecimiento del 6,4% sobre la inflación’. Bien, hasta ahora. Pero de esto concluye: ‘Las mayores fortunas crecieron más que la riqueza promedio’. Pero no podemos llegar a esa conclusión basados en datos de Forbes 400. La razón: en esos 16 años hubo una gran rotación entre los que estaban en esa lista. Sin duda, la riqueza de muchos de los Forbes 400 en 1987 que ya no estuvieron en la lista después, ha caído. Si esto es suficiente como para que el promedio de riqueza de los Forbes 400 de 1987 crezca más lentamente que el promedio de la población, no sabemos. Lo que sí sabemos es que Piketty tendría que haber controlado esto antes de llegar a su conclusión, y no lo hizo. O más correctamente, ni su libro ni su apéndice contienen datos que permitan llegar a su conclusión.”

“Un elemento central de su argumento es su supuesto de que la tasa de retorno de las acciones excederá mucho la tasa de crecimiento de la economía y los salarios reales. Con la jubilación estatal (Social Security), los beneficios no crecerán más que los salarios reales. Por lo tanto ¿no tendría sentido dejar que la gente invierta sus aportes en acciones más que en la baja tasa que obtienen hoy? Piketty dice que no. Presenta un buen argumento: la transición es muy complicada. Pero su otro argumento es que invertir en acciones es como jugar a los dados. ¿Qué pasó con su afirmación sobre el retorno de las acciones?

Thomas Piketty se preocupa por la desigualdad de ingresos, nosotros por la pobreza

Por primera vez, visitará Argentina Thomas Piketty, el autor del libro de economía más comentado durante el 2014. Seguramente recibirá una gran bienvenida y atención por parte de “los socialistas de todos los partidos” (dedicatoria que Hayek presenta en su libro Camino de Servidumbre). Van algunos comentarios, propios y de David Henderson, en la revisión que hace de su libro en la revista Regulation, del Cato Institute: http://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/regulation/2014/10/regulationv37n3-9_2.pdf#page=10

El primer punto planteado por Henderson es uno sobre el que enfatizado mucho: una cosa es la distribución y otra la pobreza. A Piketty le preocupa la distribución, no sabemos si le preocupa la pobreza. Comenta Henderson:

“Comencemos con la visión general. Escribe en su Introducción: ‘Hace ya mucho tiempo que deberíamos haber reinstalado la cuestión de la desigualdad en el centro del análisis económico y comenzado a plantear las preguntas presentadas por primera vez en el siglo XIX’. El centro. ¿Realmente? Pero si ponemos la desigualdad en el centro podemos fácilmente perder de vista el tremendo crecimiento de bienestar para un enorme porcentaje de la población del mundo y para casi todos en Estados Unidos y Europa Occidental.”

“Más adelante en el libro, muestra que conoce que estas condiciones han mejorado, cuando escribe: ‘No obstante, según índices oficiales, el poder adquisitivo promedio en Inglaterra y Francia en 1800 era una décima parte del de 2010. En otras palabras, con 20 o 30 veces el ingreso promedio en 1800 una persona probablemente no hubiera vivido mejor que con 2 o 3 veces el ingreso promedio hoy. Con 5 o 10 veces el ingreso promedio en 1800, uno hubiera estado en una situación entre el salario mínimo y el promedio de hoy en día.’

En su propia forma señala, aunque menos dramáticamente, lo que el economista Brad DeLong, de la Universidad de California Berkeley notara en su análisis titulado ‘Cornucopia’. Este bien argumentado y documentado trabajo examina el siglo XX y muestra que el precio de casi todos los bienes que compramos –en términos de horas de trabajo requeridas para obtener un ingreso que nos permita comprarlas- ha caído a una fracción de su costo en 1900. Más aun, esa reducción en costo subestima la mejora en bienestar dado que muchos productos cruciales que compramos hoy no existían en 1900. Los antibióticos, por ejemplo, son un invento del siglo XX. Su precio en 1900 era efectivamente infinito.”

“Desde mi perspectiva, una continua mejora del bienestar de la inmensa mayoría de los habitantes del mundo, como las políticas necesarias para alcanzarlo, deberían ser el centro del análisis económico. Pero Piketty elige poner a la desigualdad adelante y al centro. Esta es su conclusión: ‘Cuando la tasa de retorno sobre el capital excede la tasa de crecimiento de la economía (como lo hizo durante gran parte de la historia hasta el siglo XIX y es probable que lo sea de nuevo en el siglo XXI), entonces se sigue lógicamente que la riqueza heredada crece más que el producto y el ingreso’.”

“El razonamiento es bastante directo: asumamos que alguien que posee capital obtiene un retorno promedio anual del 5% y que la tasa de crecimiento de la economía es del 3%. Si el dueño del capital puede vivir con 1 punto porcentual de su retorno anual, su riqueza crecerá 4% al año, lo que supera la tasa de crecimiento de la economía. Necesitamos solamente un supuesto más: que el dueño del capital tiene solamente un hijo quien, a su vez, vive con ese 1 punto porcentual al año.”

“En síntesis, la conclusión de Piketty se deduce lógicamente, pero solo si incluimos supuestos sobre el número de herederos y su disciplina para el gasto. Pero si, por ejemplo, cada persona rica tiene tres herederos que disipan la riqueza, ellos les estarán dejando muy poco a sus herederos. Así que, basados solamente en los breves supuestos de Piketty, su conclusión no se deduce lógicamente. Desgraciadamente, comienza agrandando su punto.”

Subsidian a unos, benefician a algunos, perjudican a otros, y lo terminan pagando todos

Los subsidios son la aplicación de fondos obtenidos por medio de impuestos u otros ingresos fiscales para favorecer ciertas actividades. Como tales, está claro que se benefician quienes los reciben y se perjudican quienes los pagan (los contribuyentes). Pero el perjuicio no es solamente para quienes los pagan con sus impuestos también para quienes compiten con los receptores y, a su vez, no los reciben. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se subsidian exportaciones.

Daniel Ikenson plantea este tema en “The Export-Import Bank and its Victims” (Policy Analysis 756, Cato Institute): http://www.cato.org/blog/export-import-bank-its-victims-which-industries-bear-brunt

Según su análisis los subsidios del llamado “Ex-Im Bank” genera costos en 189 de 237 categorías industriales por un monto de $2.800 millones por año. Entre las industrias más perjudicadas se encuentran las de fabricación de chasis de automotores, elementos de almacenamiento digital y equipos fotográficos y fotocopiadoras. Las industrias más perjudicadas son las de equipos eléctricos, muebles, alimentos, productos no metálicos y químicos. Las cinco industrias más afectadas representan el 50% o más del PBI en siete estados y las 10 principales víctimas producen dos tercios del PBI industrial en 22 estados.

Comenta el autor:

“El financiamiento del Ex Im ayuda a dos grupos de empresas (en el corto plazo): las empresas norteamericanas cuyos precios de exportación resultan subsidiados por tasas de financiación más bajas que las del mercado y las empresas extranjeras que compran esas exportaciones subsidiadas. Es claro entonces, que estas transacciones pueden imponer costos en otros dos grupos de empresas: empresas norteamericanas compitiendo en la misma industria y que no reciben el apoyo del Ex Im, y empresas norteamericanas cuya competencia externa ahora se beneficia de menores costos de capital, cortesía de los subsidios del gobierno.”

“Pero hay al menos tres costos que son esenciales para determinar los beneficios netos del Ex Im:

1) el “costo de oportunidad”, representado por el crecimiento de las exportaciones que hubiera ocurrido si los recursos del Ex Im se hubieran invertido en el sector privado

2) el “costo intra-industrial”, representado por la desventaja del costo relativo impuesto sobre otras empresas en la misma industria y,

3) el “costo de la cadena de valor”, representado por la relativa desventaja de costo impuesta sobre los competidores el ahora subsidiado cliente externo”.

Delta

“Para dar un claro ejemplo. Delta Airlines se ha quejado mucho porque el Ex Im Bank facilita las ventas de aviones Boeing a aerolíneas extranjeras, tales como Air India. Delta, con razón se queja que el gobierno de los Estados Unidos tiene una política de subsidiar a la competencia externa de Delta reduciendo los costos de capital de Air India. Esa reducción de costos le permite a Air India ofrecer precios más bajos en su competencia por pasajeros, lo cual tiene un impacto directo en los resultados de Delta.”