Sobre cómo se puede definir cuáles deberían ser las tareas a cargo del Estado discutiendo sobre los faros

Con los alumnos de la UBA Económicas, Historia del Pensamiento Económico I, vemos a Samuelson y a Coase en un debate central. Es sobre los faros, pero en verdad sobre los bienes públicos y el papel del Estado.

En cuanto a la provisión de bienes públicos, la respuesta casi inmediata es que deben ser provistos por el Estado, ya que el mercado sería incapaz de hacerlo. El caso típico, presentado por distintos economistas, es el de un faro, en relación con el cual la imposibilidad de excluir a quien no pague, una vez que la luz es emitida, daría como resultado una conducta de free rider, que trataría  de evitar el pago, dado que es imposible evitar que vea la señal de todas formas. El ejemplo aparece en John Stuart Mill, Henry Sidgwick y Alfred C. Pigou, con ese mismo argumento de la “no exclusión”, y reaparece en Paul Samuelson con otro adicional, según el cual no tendría sentido excluir a los que no pagan, ya que no hay congestionamiento en el servicio; es decir, no hay ningún costo extra, si un barco más observa la señal del faro para guiarse. En este caso no solamente sería improbable que el sector privado proveyera los faros, sino que, de poder hacerlo, no sería conveniente, ya que cada barco desincentivado para navegar por dichas aguas debido al pago del peaje por los servicios del faro, representaría una pérdida económica social

Conocida es la respuesta de Coase (1974) a este ejemplo, después de estudiar la historia de los faros en Inglaterra y demostrando que durante varios siglos fueron financiados y administrados por los dueños de barcos y emprendedores privados. Durante varios siglos, en Gran Bretaña, los faros fueron construidos y mantenidos por Trinity House (Inglaterra y Gales), los Comisionados de Faros del Norte (Escocia) y los Comisionados de Faros en Irlanda, cuyo presupuesto provenía del Fondo General de Faros, formado a su vez por los cargos que pagaban los armadores de buques. Esto en cuanto se refiere a los faros que ayudaban a la navegación general, ya que los faros de tipo “local” eran financiados por los puertos, que recuperaban los gastos en que incurrían mediante los cargos que hacían a quienes los utilizaban.

Había pocos faros antes del siglo XVII. Trinity House era una institución que evolucionó desde un gremio de navegantes en la Edad Media, que en 1566 obtuvo el derecho a proveer y regular las ayudas a la navegación, que incluyen, además de los faros, boyas, balizas y otras marcas.

Coase (p. 360) sostiene que “a comienzos del siglo diecisiete, Trinity House estableció faros en Caister y Lowestoft. Pero no fue sino hasta fines de ese siglo que construyó otro. Entretanto la construcción de faros había sido realizada por individuos particulares. De 1610 a 1675 Trinity House no construyó ningún faro nuevo. Por lo menos diez fueron construidos por individuos particulares”. Trinity House se oponía a estas iniciativas privadas, pero los particulares evitaban el incumplimiento del control de tal organización obteniendo una patente de la Corona, que les permitía construir el faro y cobrar el peaje a los barcos que supuestamente se beneficiaban del mismo.

La intervención de la “Corona” y el cobro de un “peaje” parece indicar la participación estatal, por más que el faro fuera construido por algún particular. Es decir: se necesitaría el poder estatal para tener la posibilidad de cobrar peajes, en forma coercitiva, a los barcos que transitaran por tal ruta marítima. Pero no era este el caso. Coase subraya que el particular presentaba una petición de los armadores y operadores de buques sobre la necesidad del faro, el beneficio que obtendrían con él y su voluntad para pagar el peaje, por lo que se trataba de una operación voluntaria y el Estado participaba simplemente porque se había adueñado de la autoridad para erigirlos, ya que el acuerdo entre armadores y operadores y el particular se podría haber realizado de todas formas, sin seguir obligatoriamente ese camino, pues los primeros aceptaban voluntariamente el pago y no actuaban como free riders.

He aquí un tema importante, ya que, según la teoría de los bienes públicos de Mill/Sigdwick/Pigou/Samuelson, todos buscarían su beneficio inmediato, consistente en no tener que pagar dicho peaje, sabiendo que, una vez que el faro estuviera allí, no podrían excluirlos de su uso, y que, actuando todos de esa forma, el cobro del peaje y la provisión privada serían imposibles. Sin embargo, esto no ocurría; evidentemente había otros elementos que llevaban a una conducta diferente, entre los cuales podemos destacar dos: un sentido de cooperación entre los armadores, aunque fueran competidores entre sí, o que no se le diera importancia al hecho de que algunos pasarían por allí y recibirían el servicio gratuitamente.

Buscando algún ejemplo más cercano en el tiempo y el espacio, ya vimos que los residentes de Buenos Aires no tienen que ir más lejos del río junto al que se asienta su ciudad. Allí, en el canal por el que el río Luján desemboca en el Río de la Plata, hay una serie de boyas con la inscripción “UNEN” y una numeración. Esta sigla significa “Unión Nacional de Entidades Náuticas”, que reúne a los distintos clubes náuticos privados. La provisión de esta señalización proviene de aportes voluntarios privados, que realizan estos clubes, y en definitiva de las cuotas sociales que pagan sus socios. No parece que estos actúen como free riders e incluso, si algún barco pasa por allí y no pertenece a ninguno de esos clubes, ello no constituye impedimento para que los demás se organicen, y provean y mantengan este sistema de señales. Y no solo eso: los mismos clubes tienen en sus entradas sobre la costa balizas rojas y verdes, con el obvio fin de ayudar a sus socios en la maniobra de entrada y salida, pero brindando también un servicio gratuito a quienes pasan por allí. Nuevamente, la existencia de estos free riders no frena o limita la provisión de tales servicios.

¿Habría más señales de ese tipo, si pudiera cobrar a esos free riders? Depende de con qué se lo compare: si es con una supuesta condición ideal, parecería que sí, y en tal caso esa comparación daría como resultado una “falla” del mercado, pero Coase y Demsetz (en Cowen, pp. 107-120) denominan a esto “el enfoque Nirvana”: es decir, algo así como comparar las imperfecciones de este mundo con el ideal del Paraíso, dado que lo que corresponde es comparar arreglos institucionales alternativos; en este caso, esta provisión voluntaria privada, con una posible provisión estatal. En el caso de las boyas UNEN mencionadas, su misma existencia es una demostración del “fracaso de la provisión estatal”, ya que los clubes lo han hecho ante la inacción pública al respecto.

Comenta Coase una historia de notable espíritu emprendedor, relacionada con el famoso faro de Eddystone, erigido en un peñasco, a veinte kilómetros de Plymouth. El Almirantazgo británico recibió un pedido para construir un faro y Trinity House consideró que era imposible; pero en 1692 el emprendedor Walter Whitfield hizo un acuerdo con Trinity House, por el que se comprometía a construirlo y a compartir las ganancias. Nunca llegó a construirlo, pero sus derechos fueron transferidos a Henry Winstanley, que negoció un acuerdo mejor: recibiría todas las ganancias durante los primeros cinco años y luego los repartiría en partes iguales con Trinity House, durante otros cincuenta años. Construyó primero una torre y luego la reemplazó por otra, cuya conclusión tuvo lugar en 1699, pero una gran tormenta lo destruyó en 1703, cobrándose la vida de Winstanley y de algunos de sus trabajadores. Dice Coase (p. 364): “Si la construcción de faros hubiera quedado solamente en manos de hombres motivados por el interés público, Eddystone hubiera permanecido sin faro por largo tiempo. Pero la perspectiva de ganancias privadas asomó nuevamente su horrible cara”.

Otros dos emprendedores, Lovett y Rudyerd, decidieron construirlo de nuevo, y el acuerdo se pactó en mejores términos: una concesión por noventa y nueve años, con una renta anual de cien libras y el cien por cien de las ganancias para los constructores. El nuevo faro se completó en 1709 y operó hasta 1755, cuando fue destruido por un incendio. La concesión, que tenía todavía unos cincuenta años por delante, había pasado a otras manos y los nuevos propietarios decidieron construirlo nuevamente, para lo que contrataron al mejor ingeniero de esos tiempos, John Smeaton, que completó una nueva estructura de piedra en 1759, que se mantuvo operando hasta 1882, cuando fue reemplazado por una estructura nueva, elaborada por Trinity House.

Según Coase, un informe del Comité de faros de 1834 reporta la existencia de cuarenta y dos faros en manos de Trinity House, tres concesionados por ella a individuos, siete concesionados por la Corona a individuos particulares, cuatro en manos de propietarios según distintos permisos, un total de cincuenta y seis, de los cuales catorce estaban en manos privadas, amparados por distintos acuerdos de propiedad. Trinity House, recelosa de la competencia, y argumentando que bajo su égida los peajes serían más bajos, terminó consiguiendo el monopolio de los faros y todos quedaron bajo su órbita.

En una respuesta directa a Mill, Sidgwick, Pigou y Samuelson, Coase concluye: “… los economistas no deberían utilizar los faros como un ejemplo de servicio que puede ser provisto solamente por el Estado. Pero en este trabajo no se intenta resolver la cuestión de cómo debería organizarse y financiarse el servicio de faros. Eso deberá esperar estudios más detallados. Entretanto, los economistas que deseen señalar un servicio como mejor provisto por el Estado, deberían utilizar un ejemplo que tenga más fundamento” .UCE

Día de la Tierra: tres formas en que los emprendedores generan soluciones a problemas ambientales

 

El 22 de Abril fue el Día de la Tierra, un día para celebrar y promover un ambiente sano. Kat Dwye, del importante centro de análisis de temas ambientales, PERC, con sede en Montana, comenta tres caminos, entre otros, por los que los emprendedores innovadores están generando soluciones a los problemas ambientales:

“En el Día de la Tierra, el pesimismo se cierne sobre la comunidad conservacionista: la guerra en Ucrania parece haber obstaculizado las soluciones climáticas ambiciosas; el aumento de los precios de los combustibles ha puesto de relieve nuestra dependencia actual y futura de los combustibles fósiles; y aquí en Occidente, nos estamos preparando para otro verano asolado por la sequía. Estos desafíos seguramente no se resolverán fácilmente. Sin embargo, en el panorama más amplio de la conservación, todavía hay motivos para cierto optimismo ambiental y proviene de una fuente poco probable: los mercados.

Los empresarios innovadores están aprovechando el poder de los mercados y los derechos de propiedad para mejorar la conservación de diversas maneras. No siempre son llamativos o acaparan los titulares, pero estos tres ejemplos están teniendo un impacto real que brinda una esperanza muy necesaria en este Día de la Tierra.”

Esas tres áreas son: 1. Conservación del agua, 2. Protegiendo el habitar de la vida salvaje y 3. Mejorando la salud de los bosques.

https://fee.org/articles/3-ways-markets-are-protecting-our-environment-this-earth-day/

¿Puede coincidir el crecimiento de la población con una mayor abundancia de recursos?

¿Son los recursos naturales cada vez más escasos? Pareciera inevitable, sobre todo en una sociedad que estaría ávida de consumir sin pensar en las consecuencias de ello. Pero no es así, Human Progress desarrolla el Índice de Abundancia de Recursos, y éstas son algunas de sus principales conclusiones:

¿Conduce el crecimiento de la población a una mayor escasez de recursos, como sostiene el erudito inglés Thomas Malthus y, más recientemente, el biólogo Paul Ehrlich de la Universidad de Stanford? ¿O el crecimiento de la población coincide con la abundancia de recursos, y tal vez incluso contribuye a ella, como ha argumentado el economista de la Universidad de Maryland, Julian Simon? El Índice de Abundancia de Simon (SAI) mide la relación entre el crecimiento de la población y la abundancia de 50 productos básicos, incluidos alimentos, energía, materiales, minerales y metales.

Hallazgos principales

La abundancia mundial de recursos cayó un 22,6 % en 2021, según el quinto Índice de Abundancia Simon anual. El año base del índice es 1980 y el valor base del índice es 100. En 2021, el índice se situó en 548,5. En otras palabras, el índice aumentó un 448,5 % en los últimos 41 años, lo que implica una tasa de crecimiento anual compuesta en la abundancia de recursos globales del 4,24 % y una duplicación de la abundancia de recursos globales cada 16,7 años.”

Para ver cómo se calcula el índice:

https://www.humanprogress.org/the-simon-abundance-index-2022/

Murray Rothbard reconstruye la teoría del valor, la utilidad y la economía del bienestar

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos un artículo esencial de Murray Rothbard: “Hacia una reconstrucción de la economía de la utilidad y el bienestar”, donde analiza el fundamento de toda la economía, la teoría del valor y la utilidad modernas. En estos párrafos se refiere a las “curvas de indiferencia”:

Rothbard

“Los revolucionarios de Hicks reemplazaron el concepto de la utilidad cardinal con el concepto de clases de indiferencia y durante los últimos veinte años, las revistas de economía han estado plagadas de curvas de indiferencia bidimensionales y tridimensionales, tangentes, “líneas de presupuesto” y demás. La consecuencia de una adopción de la aproximación de la preferencia demostrada es que todo un concepto de clase de indiferencia debe caer por tierra, junto con la complicada superestructura erigida sobre él.

La indiferencia nunca puede demostrarse por la acción. Todo lo contrario. Toda acción significa necesariamente una decisión y cada decisión significa una preferencia concreta. La acción implica lo contrario de la indiferencia. El concepto de indiferencia es un ejemplo particularmente desafortunado del error de psicologización. Se supone que las clases de indiferencia existen  subyaciendo en algún lugar y aparte de la acción. Esta suposición se muestra particularmente en aquellas explicaciones que tratan de “mapear” empíricamente curvas de indiferencia mediante el uso de complicados cuestionarios.

Si una persona es realmente indiferente ante dos alternativas, no puede elegir y no elegirá entre ambas.[29] Por tanto la indiferencia nunca es relevante para la acción y no puede probarse en la acción. Por ejemplo, si a un hombre le es indiferente el uso de 5,1 onzas y 5,2 onzas de mantequilla debido a lo mínimo de la unidad, n tendrá ocasión de actuar sobre estas alternativas. Usará la mantequilla en unidades más grandes cuando las cantidades variables no le sean indiferentes. El concepto de “indiferencia” puede ser importante para la psicología, pero no para la economía. En psicología nos interesa descubrir nuestras intensidades de valor, la posible indiferencia y todo eso. Sin embargo, en economía solo nos interesan valores revelados mediante decisiones. A la economía le resulta indiferente si un hombre elige la alternativa A en lugar de la alternativa B, porque prefiera con mucho A o porque haya lanzado una moneda. El hecho de clasificar es lo que importa a la economía, no las razones por las que el individuo llega a esa clasificación.

En años recientes el concepto de indiferencia ha estado sujeto a serias críticas. El profesor Armstrong apuntaba que bajo la curiosa formulación de “indiferencia” de Hicks, es posible que una persona sea “indiferente” entre dos alternativas y aun así elegir una por encima de la otra.[30] Little tiene alguna buena crítica del concepto de indiferencia, pero su análisis está viciado por su ansia de usar teoremas defectuosos para llegar a conclusiones sociales y por su metodología radicalmente conductivista.[31] El profesor Macfie ha planteado un ataque muy interesante al concepto de indiferencia desde el punto de vista de la psicología.[32] Los teóricos de la indiferencia tienen dos defensas básicas del papel de la indiferencia en la acción real. Una es citar la famosa fábula del asno de Buridán. Es el asno “perfectamente racional” quien demuestra indiferencia quedándose parado y hambriento, equidistante de dos balas de heno igualmente atractivos.[33]

Como las dos balas son igualmente atractivas en todos sus aspectos, el asno no puede escoger ninguna y por tanto muere de hambre. Se supone que este ejemplo indica cómo puede revelarse la indiferencia en la acción. Por supuesto, es difícil concebir un asno o persona que pueda ser menos racional. En realidad, no tiene dos alternativas sino tres, siendo la tercera morir de hambre donde se encuentra. Incluso partiendo la base de los teóricos de la indiferencia, esta tercera alternativa se clasificaría por debajo de las otras dos en la escala de valores del individuo. No elegiría morir de hambre.

Si ambas balas de heno son igualmente atractivas, entonces el asno u hombre que debe elegir una u otra, dejará que la suerte, por ejemplo lanzando una moneda, decida cuál. Pero entonces la indiferencia sigue sin revelarse por esta decisión, pues el lanzamiento de una moneda ¡le ha permitido establecer una preferencia![34]

El otro intento de demostrar las clases de indiferencia se basa en la falacia de la coherencia-constancia, que hemos analizado antes. Así, Kennedy y Walsh afirman que un hombre puede revelar indiferencia si, cuando se le pide que repita sus decisiones entre A y B a lo largo del tiempo, elige cada alternativa un 50% de las veces.[35]

Si el concepto de la curva individual de indiferencia es completamente falso, es bastante evidente que el concepto de Baumol de la “curva de indiferencia comunitaria”, que pretende construir a partir de curvas individuales, merece la mínima atención posible.[36]”

Josh Tetrick, de Eat Just: Quiere el capitalismo, porque quiere proteger a los animales

En el capitalismo, los “capitalistas” tienen que hacer lo que los consumidores quieren, de otra forma nunca podrían recuperar el dinero de sus inversiones y multiplicarlo. Esto es básico, y se ve confirmado en la entrevista a Josh Tetrick, de Eat Just, un emprendedor que se ha lanzado al desarrollo y la producción de alimentos que no involucren a animales.

https://www.mckinsey.com/business-functions/mckinsey-digital/our-insights/growing-meat-instead-of-raising-animals-for-food-a-conversation-with-eat-justs-josh-tetrick?cid=podcast-eml-alt-mip-mck&hdpid=c5add640-831f-49ea-89fd-0deebe61db6e&hctky=1374049&hlkid=f9c22615128b4f4aa3e85796286f43d9

Comienza el entrevistador:

En este episodio, me emociona compartir una conversación con Josh Tetrick, director ejecutivo y cofundador de Eat Just, una empresa con sede en California que elabora huevos a partir de plantas y produce carne a partir de células animales. La empresa se fundó en 2011 y ha vendido el equivalente a 100 millones de huevos a través de JUST Egg, un sustituto de huevo de origen vegetal elaborado con frijol mungo. En 2017, el unicornio anunció su intención de desarrollar carne cultivada en laboratorio y, en 2020, Singapur se convirtió en el primer país en aprobar la venta de pollo cultivado. Escuchará a Josh contarnos sobre su misión de cambiar la naturaleza de la producción de carne, convencer a los consumidores de que acepten carne no convencional y los desafíos de escalar una nueva industria.

Bienvenido, Josh. Genial tenerte en el programa. Antes de entrar en Eat Just y las carnes cultivadas, quería dar un paso atrás hasta el momento en que te diste cuenta de que querías construir Eat Just.

Josh Tetrick: Realmente comenzó con mi mejor amigo, Josh Balk, quien también es el cofundador de la empresa. Primero me abrió los ojos a la realidad detrás del pollo, las hamburguesas y las chuletas de cerdo que todos comemos. Y cuando me dijo que detrás de cada trozo de carne que comemos hay miles de millones de animales, con más de un tercio del mundo dedicado a sembrar soja y maíz para alimentarlos, pensé que debía estar equivocado.

Así que seguí comiendo mucho pollo, carne de res y chuletas de cerdo, pero esto se quedó conmigo. Antes de asistir a la facultad de derecho, pasé un tiempo en el África subsahariana trabajando para organizaciones sin fines de lucro, tratando de hacer un buen trabajo con los niños allí. Después de esa experiencia, decidí que quería descubrir una manera de usar el capitalismo para resolver un problema grande, significativo y urgente.

Cuando regresé a los EE. UU., tuve la suerte de tener una ex novia que me dio un sofá para dormir mientras decidía qué quería hacer exactamente. Recordé esa conversación con mi mejor amigo sobre la comida y comencé a hacerme preguntas como: “¿Cómo sería el mundo si pudiéramos encontrar una planta que hiciera un mejor huevo? ¿Cómo sería el mundo si hiciéramos carne de verdad sin necesidad de sacrificar un solo animal o de quitar un árbol?”.

Pasé unos seis meses tratando de resolver estas ideas en el sofá de mi ex novia y, finalmente, le presenté un borrador a Vinod Khosla, cofundador de Sun Microsystems que ha invertido en muchas empresas. Hizo una apuesta y puso medio millón de dólares en la idea, y me levanté de su sofá y me fui a las carreras.

Andrew Roth: Tuviste algunas experiencias personales en las que obtuviste ideas directas sobre cómo responder a esta pregunta sobre cómo cambiar la forma en que se crean los alimentos. Y a medida que avanzaba en el viaje, ¿fue este un problema expresado por los consumidores o una necesidad o problema desconocido que estaban tratando de resolver?

Josh Tetrick: Cuando comenzamos hace más de nueve años, muy pocos consumidores expresaron su necesidad. Creo que cuando pelas la cebolla, ves que los seres humanos quieren comer alimentos que sepan realmente bien, que los hagan sentir bien y que puedan pagar. Y cuanto más proporcione alimentos que satisfagan esas tres necesidades, más probable es que los compren y los traigan a sus vidas.

Los consumidores no decían: “Realmente quiero un trozo de pollo que sea pollo real pero que no requiera el sacrificio de un pollo. Realmente quiero un huevo sin la necesidad de que un animal esté detrás de él”. Pero mi cofundador y yo pensamos que era realmente importante, porque más de un tercio de nuestro planeta se usa para plantar soya y maíz para alimentar a todos los animales que comemos.

Nuestro planeta tiene actualmente un poco más de siete mil millones de personas, entonces, ¿cómo será el planeta cuando tengamos ocho o nueve mil millones? Todos esos animales y el transporte requerido se convertirían en un contribuyente mucho mayor a las emisiones de gases de efecto invernadero.

Y personalmente, no creo que debamos elegir alimentos que dañen a otro ser vivo. Creo que podemos encontrar una manera de comer pollo realmente bueno, huevos revueltos sabrosos y todas esas cosas sin causar ningún daño. Todas esas cosas informan por qué decidimos ir tras esto.

Artículo en Clarín: Emergencias, poderes de excepción y calidad institucional

https://www.clarin.com/opinion/emergencias-poderes-excepcion_0_dXxJpI5mUg.html

Emergencias y poderes de excepción

Emergencias y poderes de excepciónIlustración: Daniel Roldán

En el origen de la pandemia, los gobiernos de la región, y en verdad los de todo el mundo, comenzaron a tomar medidas apresuradas para hacer frente al fenómeno, y no tardaron mucho en declarar “estados de emergencia”, una figura constitucional que, de una u otra forma, está presente en todos los países, pero en referencia a amenazas a la seguridad externa, guerras o desastres naturales, no relacionadas con emergencias a la salud pública.

Esas iniciativas fueron recomendadas por organizaciones internacionales como la OMS, pero tuvieron una característica nacional, es decir, cada país tomó sus propias medidas (confinamientos y cuarentenas, control de la distancia social y de los contagios e incluso cierre de fronteras o restricciones a los desplazamientos internos).

En todos estos casos, fueron sugeridas y apoyadas por la comunidad científica médica y contaron con el apoyo inicial de la población la que, como sucede con muchas crisis, cuando se enfrenta a una de ellas busca una respuesta en la acción estatal, incluso hasta cuando es ésta la que la haya generado, tal como ocurre con muchas crisis económicas.

Pero los “estados de emergencia” son fácil presa de la sed de poder y sujeto de potenciales abusos. En muchos casos, los gobiernos han buscado que sean parte de la “nueva normalidad”, sobre todo tras la aparición de nuevas cepas del virus. No todos los países recurrieron al uso de esos poderes: Japón, Bangladesh, el Reino Unido o Alemania no lo han hecho, en un caso por las connotaciones históricas relacionadas con el autoritarismo, en otro por no calificar como una “emergencia” según su ordenamiento constitucional.

Pero el autoritarismo puede no necesitar poderes de emergencia. En Dinamarca se modificó la legislación sobre salud pública en doce horas, en el Reino Unido en cuatro días. Es cierto que pueden darse situaciones que requieran respuestas rápidas y precisas, de hecho, ninguno de los autores que dieron forma al sistema republicano que hoy predomina en muchos de nuestros países negó tal cosa. Macchiavello; Rousseau; John Locke; Montesquieu o Benjamin Constant reconocieron la potencial necesidad de esto, basando su análisis en la figura de la “dictadura” desarrollada en la República romana.

En ese entonces la palabra tenía una connotación muy diferente a la actual. El poder extraordinario les era concedido para hacer frente a una emergencia bélica, por un tiempo limitado y bajo el control de los otros órganos de poder y no se extendía a áreas que no estuvieran directamente relacionadas con el suceso. Terminado el lapso se volvía rápidamente a la normalidad.

No obstante, otra visión prevalece o influencia a los ámbitos del poder, una que no centra todo el uso de ese poder extraordinario en la protección de los derechos individuales de las personas, sino en la protección y supervivencia del Estado, lo que se encontraría por encima de aquellos (Carl Schmitt).

Esto termina justificando todo tipo de concentración del poder y su continuidad en el tiempo, más allá de la peligrosidad de la pandemia. Por cierto, contener y limitar al poder es la esencia de lo que llamamos “instituciones”: la división de poderes, la independencia de la justicia, la libertad de prensa, la independencia de otras agencias del Estado como los estados subnacionales, los bancos centrales o los sistemas de pensiones configuran un reparto del poder que busca evitar su concentración y potencial abuso.

Esto no es nada fácil y mucho menos en situaciones de emergencia cuando es la misma gente, aquella cuyos derechos pueden terminar siendo violados, la que demanda acciones rápidas y está dispuesta a entregar ese poder, aunque luego se arrepienta o sufra las consecuencias, o decida desobedecerlo. Los poderes extraordinarios tienen que estar siempre restringidos por el “imperio de la ley” y tener fundamento constitucional.

Cualquier medida restrictiva que no incluya una fecha de finalización (salvo aprobación parlamentaria), contradice ese propósito. En definitiva, si bien una pandemia pueda requerir la toma de decisiones extraordinarias, su continuidad más allá de lo mínimo necesario genera un deterioro de la calidad institucional, de los límites al poder.

Muchos países de América Latina han agravado su ya pobre calidad institucional. Todos deberán hacer esfuerzos adicionales para recuperar el terreno perdido, avanzar y mejorar. El Índice de Calidad Institucional 2022, publicado por la Red Liberal de América Latina (Relial), muestra ese deterioro. Muchos países caen en el indicador; en el caso de Argentina esto la lleva a perder otras cuatro posiciones, alcanzando una pérdida de diez en los dos últimos años (de 106 a 116). Uruguay y Costa Rica están entre los que mejoran y ocupan las mejores posiciones entre los países latinoamericanos (31 y 36 respectivamente) acercándose a Chile que ha estado siempre primero en la región (24).

En el final de la tabla hay viejos conocidos: Bolivia (149), Cuba (150), Haití (161) y Venezuela (180). Argentina tiene que revertir su tendencia, aunque es muy posible que, dados los acontecimientos del último año, que recién saldrán reflejados en el ICI 2023, la misma siga siendo negativa por un par de años más. No obstante, no importa tanto su reflejo posterior en el ICI como el cambio de las expectativas y esperanzas hacia una mejora en el futuro.

Martín Krause es profesor de Economía (UBA-UCEMA). Miembro del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso.

Seguimos, 250 años después, con el mismo tema: ¿cómo explicamos la generación de riqueza?

La revista Evolution and Human Behavior (Volume 43, Issue 1, January 2022, Pages 71-82) publica un artículo titulado “Assessing different historical pathways in the cultural evolution of economic development”, por Adam Flitton y Thomas E. Currie , del Human Behaviour and Cultural Evolution Group, Centre for Ecology and Conservation, College of Life and Environmental Sciences, University of Exeter. La pregunta, en definitiva, es la misma de Adam Smith, el origen del progreso y la generación de riqueza. Esto plantean los autores:

“Se han propuesto una gran cantidad de hipótesis para explicar la diversidad sustancial en el desempeño económico que vemos en la actualidad. Ha habido una creciente apreciación de que los factores históricos y ecológicos han contribuido al desarrollo social y económico. Sin embargo, no está claro si tales factores han ejercido un efecto directo sobre la productividad moderna o si influyen indirectamente en las economías al dar forma a la evolución cultural de las normas e instituciones. Aquí analizamos un conjunto de datos globales transnacionales para probar entre hipótesis que involucran una serie de diferentes factores ecológicos, históricos y sociales próximos y una variedad de vías directas e indirectas. Mostramos que el momento histórico de la agricultura predice el momento del surgimiento del estado, que a su vez afecta el desarrollo económico indirectamente a través de su efecto en las instituciones. Los factores ecológicos parecen afectar el desempeño económico indirectamente a través de sus efectos históricos en el desarrollo de la agricultura y dando forma a los patrones de colonización de los colonos europeos. Un desempeño institucional más efectivo también se predice por niveles más bajos de sesgo endogrupo que, a su vez, parece estar relacionado con la proporción de la población de una nación que desciende de países europeos. Estos resultados respaldan la idea de que los procesos evolutivos culturales han sido importantes en la configuración de las normas e instituciones sociales que permiten la cooperación a gran escala y el crecimiento económico en las sociedades actuales.”

https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2021.11.001

¿Estudiando la evolución cultural con dos mil millones de datos? Las redes lo hacen posible

Tarde o tempranos iba a llegar. Ahora el uso masivo de las redes permite investigar la evolución cultural siguiendo lo que hacemos en ellas, de forma tal de tomar en cuenta miles de datos, o millones, o más. Un grupo de investigadores del Instituto Max Plank de Berlín y la Universidad Carlos III de Madrid ha hecho precisamente eso. El trabajo es: Obradovich, Nick et al. (2022) : Expanding the Measurement of Culture with a Sample of Two Billion Humans, GLO Discussion Paper, No. 1070, Global Labor Organization (GLO), Essen.

Disponible en: http://hdl.handle.net/10419/251384

Esto es lo que presentan:

“La cultura ha jugado un papel fundamental en la evolución humana. Sin embargo, la capacidad de los científicos sociales para estudiar la cultura está limitada por los instrumentos de medición actualmente disponibles. Los estudiosos de la cultura deben elegir regularmente entre métodos escalables pero escasos basados ​​en encuestas o métodos etnográficos restringidos pero ricos. Aquí, demostramos que las redes sociales masivas en línea pueden avanzar en el estudio de la cultura humana al proporcionar una medición cuantitativa, escalable y de alta resolución de los valores y preferencias culturales revelados por el comportamiento. Empleamos datos disponibles públicamente en casi 60 000 dimensiones de temas extraídos de dos mil millones de usuarios de Facebook en 225 países y territorios. Primero validamos que las distancias culturales calculadas a partir de este instrumento de medición corresponden a medidas objetivas y basadas en encuestas tradicionales de las diferencias culturales entre países. Luego demostramos que esta medida ampliada permite una visión rica del paisaje cultural a nivel mundial con una resolución que antes era imposible. Analizamos la importancia de las fronteras nacionales en la configuración de la cultura y comparamos la división subnacional con la división de género entre países. La recopilación global de datos masivos sobre el comportamiento humano proporciona un complemento de gran dimensión a las métricas culturales tradicionales. Además, la granularidad de la medida presenta una enorme promesa para avanzar en la comprensión de los académicos de preguntas fundamentales adicionales en las ciencias sociales. La medida permite una investigación detallada sobre la estabilidad geopolítica de los países, las divisiones sociales dentro de los grupos humanos tanto a pequeña como a gran escala, la integración de las poblaciones migrantes y la desafección de ciertos grupos de población del proceso político, entre otras innumerables aplicaciones futuras potenciales.”

Fritz Machlup y la verificación empírica de principios generales en economía

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, en UCEMA, vemos a un autor poco considerado entre los autores austriacos, Fritz Machlup. Aquí de su artículo “El problema de la verificación en Economía”, Revista Libertas 40 (Mayo 2004)

“Cada uno de nosotros ha estado últimamente tan ocupado con el análisis estadístico de curvas de demanda, de funciones de ahorro, consumo e inversión, de elasticidades y propensiones, que una descripción de estas y similares investigaciones no es realmente necesaria. El problema con la verificación de hipótesis empíricas basadas en análisis estadísticos y econométricos es que la sucesión de estimados sobre la base de nuevos datos ha sido siempre seriamente divergente. Por supuesto, esas variaciones en el tiempo entre las relaciones numéricas no son realmente sorprendentes. Pocos de nosotros han esperado que esas relaciones sean constantes o incluso aproximadamente estables. Así, cuando nuevos datos y nuevos cómputos arrojan estimados revisados de parámetros económicos, no existe manera de decir si las hipótesis previas eran incorrectas o si las cosas han cambiado.

El hecho que las relaciones numéricas descriptas por las hipótesis empíricas pueden estar sujetas a cambios impredecibles altera esencialmente su carácter. Las hipótesis que están estrictamente limitadas al tiempo y al espacio no son “generales” sino “especiales,” o también llamadas proposiciones históricas. Si las relaciones medidas o estimadas en nuestra investigación empírica no son universales sino históricas, el problema de la verificación es completamente diferente. Tan diferente que de acuerdo a las intenciones expresadas en la introducción no deberíamos estar interesados en ellas. Pues nuestro propósito fue discutir la verificación de generalizaciones, no de eventos o circunstancias confinadas a particulares tiempos y lugares. Si todas las proposiciones de la economía fuesen de este tipo, el dictado de la vieja escuela histórica, que la economía no puede contar con “leyes generales” o con una “teoría general,” sería plenamente justificado.

Si una hipótesis acerca de una relación numérica entre dos o más variables fue formulada sobre la base de datos estadísticos cubriendo un período particular, y luego es comparada con datos de un período diferente, esa comparación podría contarse como verificación sólo si la hipótesis hubiese sido formulada como una de carácter universal, es decir, si la relación medida o estimada hubiese sido considerada como constante. En la ausencia de tales expectativas, el test por un “acierto” continuo (entre hipótesis y nuevos dato) es simplemente una comparación entre dos situaciones históricas, un intento de encontrar si las particulares relaciones eran estables o cambiantes. Una verificación genuina de hipótesis previamente formuladas acerca de un período dado requiere de una comparación con datos adicionales del mismo período, para así evaluar si las observaciones previas y su descripción numérica fueron o no precisas. En breve, una proposición histórica sólo puede ser verificada por nuevos datos acerca de la situación histórica a la cual refiere. Esto es así también para proposiciones geográficas y comparaciones entre distintas áreas.

Sin embargo, aunque las “estructuras” cambiantes estimadas por la econometría y la estadística no son más que proposiciones históricas, pueden existir límites en sus variaciones. Por ejemplo, seguramente podemos generalizar que la propensión marginal a consumir no puede ser en el largo plazo mayor que la unidad, o que la elasticidad de la demanda para ciertos tipos de exportación de cierto tipo de países no será en el largo plazo menor que la unidad. Proposiciones sobre límites definitivos en la variación de proposiciones especiales o históricas son de nuevo hipótesis generales. Estas no son estrictamente empíricas sino universales, en el sentido de ser deducibles de generalizaciones de alto nivel en el sistema teórico de la economía. Los varios estimados sucesivos de estructuras cambiantes pueden ser considerados como verificaciones de hipótesis generales, de acuerdo a las cuales ciertos parámetros o coeficientes deben estar dentro de ciertos límites. Debido a que estos límites son usualmente bastante amplios, la verificación no será por supuesto de la rigurosa manera en que lo es en las ciencias físicas, con sus constantes numéricas y estrechos márgenes de error.

Pero ni esto ni ninguna otra cosa que se ha dicho en este artículo debería ser interpretado como un intento de desanimar el testeo empírico en economía. Por el contrario, la conciencia de los límites de la verificación debería tanto prevenir de las desilusiones como presentar desafíos al trabajador empírico. Él debe ponerse a la altura de ellos, y proceder con inteligencia y fervor mediante cualquiera de las técnicas que se hallen disponibles.”

Alberdi sobre los impuestos y las «contribuciones exorbitantes» que atacan a la industria y el comercio

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos Sistema Económico y Rentístico de Juan Bautista Alberdi, sobre los impuestos, y las “contribuciones exorbitantes”:

“Por la contribución exorbitante atacáis la libertad de industria y de comercio, creando prohibiciones y exclusiones, que son equivalentes del impuesto excesivo; atacáis la propiedad de todo género, llevando la contribución más allá de los límites de la renta; atacáis la seguridad, por la persecución de los efugios naturales de defensa apellidados fraude, que son hijos naturales del rigor fiscal; atacáis la igualdad, disminuyendo las entradas y goces del pobre. Tales son los resultados del impuesto exorbitante: todos contrarios a las miras generosas de la Constitución, expresadas en su preámbulo.

Por la contribución desproporcionada atacáis la igualdad civil, dada como base del impuesto por los art. 4 y 16 de la Constitución.

Por el impuesto mal colocado, matáis tal vez un germen de riqueza nacional.

Por el impuesto mal recaudado, eleváis la contribución de que forma un gasto adicional; atacáis la seguridad, formáis enemigos al gobierno, a la Constitución y al país, alejando las poblaciones asustadas de un fisco armado en nombre de la República de todas las herramientas de la inquisición.

Las contribuciones opuestas a los fines y garantías de la Constitución son contrarias precisamente al aumento del Tesoro nacional, que según ella tiene su gran surtidero en la libertad y en el bienestar general. – Por esta regla, jamás desmentida, bajar la contribución, es aumentar el Tesoro nacional: regla que no produce tal efecto en el instante, pero que jamás deja de producirlo a su tiempo, como el trigo no produce al otro día que se siembra, pero rara vez deja de producir al cabo de cierto tiempo.

¿No puede darse a la contribución un asiento tal, que le permita servir los destinos que le asigna la Constitución sin salir de ellos? ¿Dónde colocar el impuesto para que no dañe al bienestar general tan protegido por la Constitución? ¿La ciencia lo conoce? – Sí. – La contribución, como gasto público de cada particular, debe salir de donde salen sus demás gastos privados: de la renta, de la utilidad de sus fondos, no de los fondos que la producen porque así disminuís los fondos originarios de la renta, empobrecéis a los particulares, cuya riqueza, colectiva forma la riqueza de la Nación, de la cual es parásita la del fisco. El que gasta de su principal para vivir, camina a la pobreza: es preciso vivir de las ganancias; y para tener ganancias, es preciso hacer trabajar los fondos que las producen. El Estado está comprendido en esta ley natural de la riqueza: debe subsistir de la renta colectiva de los particulares que le forman, no de sus fondos. He ahí el asiento de toda contribución juiciosa: de toda contribución que sirva para enriquecer la Nación y no para empobrecerla.

Salir de ahí, echar mano de los fondos productivos, exigir capitales, tierras, servicios por vía de contribución, es entrar en una crisis de destrucción, que sólo un extremo puede legitimar, a saber: – la necesidad de no sucumbir: antes de tener fortuna, es preciso tener existencia. La fortuna se hace; lo que no se hace dos veces es la patria.

Procediendo la contribución de una parte de la renta o utilidad privada de los habitantes del país, importa conocer los parajes en que la renta existe, para exigirle pago de su deuda al gasto público.

La renta, como la riqueza de que es vástago frutal, debe su creación a uno de estos tres agentes o fuerzas productoras:

La tierra,

El trabajo,

El capital.

Estos tres instrumentos de renta, obren juntos o separados, siempre proceden de alguno de los tres modos siguientes para producir su utilidad imponible:

La agricultura,

El comercio,

Las fábricas.

De aquí tantos asientos para la contribución como el número y la forma de las rentas o utilidades de los particulares contribuyentes.

Luego la contribución es imponible:

En la renta de la tierra, que es el alquiler;

En la renta del trabajo, que es el salario;

En la renta del capital, que es el interés.

Luego la Constitución debe buscar esas rentas en los’ tres campos de su elaboración, que son la agricultura, el comercio, la industria fabril.”