¿Existe un análisis económico ‘austriaco’ de la política? Información, incentivos y reglas de juego

¿Existe un “análisis económico de la política” inspirado en la Escuela Austríaca? ¿O para esos temas tenemos nada más que Public Choice, con una base fundacional en la economía neoclásica tradicional? Michael Wohlgemuth considera esto en un artículo titulado “La democracia como un proceso de descubrimiento: hacia una “economía austriaca” del proceso político” (Libertas 34, Mayo 2001):

“Es en sus aspectos dinámicos, más que los estáticos, donde se prueba el valor de la democracia… El ideal de la democracia descansa en la creencia de que la visión que dirigirá al gobierno emerge de un proceso independiente y espontáneo”. Friedrich A. Hayek (1960: 109)

“Las perspectivas que ofrecen algunos de los análisis sobre ordenes espontáneos que ocurren fuera de situaciones de equilibrio pueden resultar útiles en aplicaciones a la política como a la economía”. James M. Buchanan (1993:70)

Votar

“No existe una Economía Austríaca de la democracia. Es cierto que economistas austríacos como Hayek, von Mises o Lachmann han estudiado a los sistemas e ideas políticas. El estado, su poder e instituciones, su papel en la protección o destrucción del orden espontáneo del mercado se encuentra en el centro de tratamientos clásicos como La Constitución de la Libertad (Hayek, 1960), Ley, Legislación y Libertad (Hayek, 1973; 1976; 1979), Socialismo (Mises 1936/76), Gobierno Omnipotente (Mises, 1944) o El legado de Max Weber (Lachmann, 1970). Y aun más notablemente, todo el proyecto de la teoría económica de la democracia es considerado a menudo como habiéndose iniciado con un “austríaco”: con la formulación de Schumpeter sobre Otra Teoría de la Democracia (1942: cap. 22).

Sin embargo, parece correcto decir que no existe una economía de la política específicamente austríaca. Lo que hoy se conoce como la economía de la política (esto es, el análisis positivo de la política aplicando las mismas herramientas y conceptos utilizados para el análisis positivo de los fenómenos económicos) no es economía austríaca sino neoclásica. La impresión común que brindan los economistas austríacos -aunque esto refleja una visión relativamente simplista y sesgada del asunto- es que los austríacos se interesan exclusivamente de conclusiones políticas normativas derivadas de su ideal sobre los procesos del mercado libre. Los austríacos no tienen renombre por analizar la política como es utilizando sus conceptos y herramientas austríacas específicas en una teoría del proceso político. Por lo tanto, parece haberse desarrollado una división del trabajo intelectual que ha producido dos áreas distintas de preocupación teórica: si quieres saber lo que los políticos no deberían hacer o poder hacer, pregúntale a los austríacos. Si quieres saber lo que los políticos hacen, cómo y porqué lo hacen, pregunta a los economistas de la Elección Pública (Public Choice).

Sin embargo, nuestra afirmación de que los austríacos no han estudiado sistemáticamente el funcionamiento de los procesos políticos con las mismas herramientas analíticas y conceptos básicos que utilizan para el estudio de los procesos de mercado debe ser afinada aun más. Hayek, Mises o Kirzner han estudiado los problemas de la planificación e intervención política utilizando los mismos conceptos derivados de las condiciones de la acción humana: la falta de conocimiento de los actores, la coordinación de planes individuales sujeta a las reglas del juego, y las posibilidades e incentivos para actuar bajo esas reglas. La inhabilidad de las agencias políticas (digamos, en un régimen de socialismo de mercado) para mimetizar los procesos reales del mercado o para dirigir exitosamente al orden espontáneo del mercado hacia fines políticos preconcebidos ha sido una aplicación muy destacada y exitosa de la economía austríaca al estudio de la política. En verdad, los argumentos políticos presentados en el debate sobre el cálculo produjeron resultados empíricamente valiosos que muchas evaluaciones neoclásicas de la política no parecen poder brindar.”

Obviamente, el objetivo de Wohlgemuth es, precisamente, desarrollar esa visión “austriaca” de la política. Pero claro, para conocerla, hay que leer el artículo entero: http://www.eseade.edu.ar/riim/libertas/libertas-no-34-mayo-2001.html

Las elecciones políticas determinan ganadores y perdedores: no ocurre lo mismo en el mercado

Con los alumnos de la materia Public Choice para el Master en Política Económica de SMC University, analizamos las similitudes y las diferencias entre las decisiones que tomamos en el mercado y en la política. Si bien, los autores fundacionales de esta escuela enfatizaron la existencia de “intercambios” tanto en un caso como en el otro, también comprendieron sus diferencias. Éstas las señala aquí Bruno Leoni, en un artículo titulado “El Proceso Electoral y el Proceso de Mercado”, (Libertas 27, Octubre 1997) publicado originalmente en Il Político, vol. XXV, N° 4 (1960). Reproducido como apéndice en Freedorn and The Law, Liberty Fund Inc., Indianapolis 1991:

“Si bien pueden existir muchas similitudes entre los votantes y los operadores de mercado, las acciones de ambos distan mucho de ser semejantes. Los votantes no parecen tener normas de procedimiento que les permitan actuar con la flexibilidad, independencia, coherencia y eficiencia que demuestran los operadores del mercado, que hacen elecciones individuales. Por cierto, en ambos casos las acciones que se llevan a cabo son individuales, pero se impone la conclusión de que el voto es un tipo de acción individual que, casi de modo inevitable, sufre cierto grado de distorsión al ser ejercida.

Elecciones

La legislación, considerada como resultado de la decisión colectiva de un grupo -sea la de todos los ciudadanos, como en las democracias directas de la antigüedad, o la de algunas pequeñas unidades democráticas en la edad media o en los tiempos modernos-, parece ser un proceso de creación de leyes que casi no puede ser identificado con el proceso de mercado. Únicamente los votantes que pertenecen a las mayorías triunfadoras (si, por ejemplo, se vota por la regla de la mayoría) son comparables a los operadores del mercado.

En cuanto a aquellos que integran las minorías perdedoras, ni siquiera pueden compararse con los que operan en el mercado en pequeña escala, porque debido a la divisibilidad de los bienes (que constituye el caso más frecuente) éstos al menos pueden encontrar algo que elegir y obtenerlo, siempre que paguen el precio correspondiente. La legislación es el resultado de una decisión de todo o nada. O se gana, y entonces se consigue exactamente lo que se desea, o se pierde y no se consigue nada en absoluto. Lo que es aun peor, se obtiene algo que no se quiere y se paga por ello lo mismo que si se lo hubiera deseado. En este sentido, los que ganan y los que pierden en una votación son como los vencedores y los vencidos en un campo de batalla. En efecto, la votación es más bien el símbolo de un combate que la reproducción de una operación de mercado.

Bien mirado, no hay nada de «racional» en el acto de votar que pueda compararse con la racionalidad imperante en el mercado. Obviamente, la votación puede estar precedida por argumentaciones y negociaciones, y en este sentido sería tan racional como una operación en el mercado; pero cuando llega el momento de emitir el voto, ya no se puede argumentar o negociar más. El individuo se encuentra en otro plano. Las boletas se acumulan como si se acumularan piedras o conchillas, lo que implica que uno no gana porque tenga más razón que otros, sino sólo porque cuenta con más boletas. En esta operación no se tienen socios ni interlocutores, sólo aliados o enemigos. Por supuesto que la acción de un individuo puede ser considerada tan racional como las de sus aliados y las de sus enemigos, pero el resultado final no es algo que pueda explicarse sencillamente como un escrutinio o una combinación de sus razones y las de aquellos que votaron en su contra. Este aspecto de la votación se refleja naturalmente en el lenguaje que emplean los políticos: éstos hablan de muy buena gana de campañas que se deben emprender, de batallas que es preciso ganar, de enemigos contra los cuales hay que luchar.

Ése no es el lenguaje del mercado, y la razón es obvia: en el mercado la oferta y la demanda no sólo son compatibles sino complementarias; en la arena política, a la que pertenece la legislación, la elección de los ganadores por un lado y la de los perdedores por otro no son complementarias, ni siquiera compatibles. Es sorprendente comprobar cómo los teóricos y el ciudadano común pasan por alto esta consideración tan simple -más bien diría tan evidente- sobre la naturaleza de las decisiones grupales (y en particular sobre la votación, que es el procedimiento usual para tomarlas).

En un año electoral (Argentina, Guatemala, España), no está mal ver algo de «Elección Pública»

Con los alumnos de la materia “Public Choice”, de la Maestría en Política Económica del SMC comenzamos el análisis de esta disciplina con una presentación de su más importante autor, James Buchanan, quien explica el contenido de este “programa de investigación” en un artículo titulado “Elección Pública: Génesis y Desarrollo de un Programa de Investigación”, publicado en castellano en la Revista Asturiana de Economía RAE Nº 33, 2005. El tema vale la pena, no solamente para los alumnos sino en momentos de plena campaña electoral y proximidad de elecciones en varios países de habla hispana (Argentina, Guatemala, España, por ejemplo). Algunos párrafos:

Buchanan

“Mi subtítulo caracteriza a la elección pública como un programa de investigación en vez de como una disciplina o incluso como una subdisciplina (la definición lakatosiana parece que cuadra muy bien). Un programa de investigación exige aceptar un centro firme de supuestos que imponen límites al dominio de la investigación científica, a la vez que, simultáneamente, la protegen de críticas en esencia irrelevantes. El centro firme de la elección pública se puede resumir en tres supuestos: (1) individualismo metodológico, (2) elección racional, y (3) política-como-intercambio. Los dos primeros bloques de esta construcción científica son los que le dan forma a la economía más básica y generan pocas críticas desde el frente de los economistas, aunque sean centrales en los ataques de los no economistas a esta empresa en su conjunto. El tercer elemento del centro firme es menos familiar y lo trataré de una forma más completa posteriormente.

Desde una perspectiva cronológica, este programa de investigación se vincula a medio siglo, durante el cual se ha creado, desarrollado y madurado. Aunque hubo precursores, algunos de los cuales se incluirán en el relato que sigue, podemos fechar los orígenes de la elección pública a mediados del siglo XX. Y, en sí mismo, este hecho es de gran interés.

Visto retrospectivamente, desde la ventajosa posición de 2003, el “hueco” existente en la explicación científica para el que surgió la elección pública parecía ser tan grande que el desarrollo del programa da la impresión de haber sido inevitable.

Al salir de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos, incluso en las democracias occidentales, estaban asignando entre un tercio y un medio de su producto total a través de instituciones políticas de tipo colectivo en vez de a través de los mercados. A pesar de ello, los economistas estaban dedicando sus esfuerzos de manera casi exclusiva a explicaciones-interpretaciones del sector de mercado. No se le dedicaba atención a la toma de decisiones políticas de tipo colectivo. Los profesionales de la ciencia política no lo hacían mejor. No habían desarrollado bases explicativas, no contaban con teoría, por así decirlo, de las que se pudieran deducir hipótesis falsables en términos operativos.

Así pues, el sector politizado de las interacciones sociales estaba, en su conjunto, “pidiendo a gritos” modelos explicativos diseñados para contribuir a la comprensión de la realidad empírica que se observaba. Mi propia e insignificante primera aportación al tema (Buchanan, 1949) fue poco más que un llamamiento dirigido a aquellos economistas que estudiaban los impuestos y los gastos en el sentido de que prestaran alguna atención a los modelos de políticas que se suponía estaban vigentes. Y, con la excepción del importante, pero olvidado, trabajo de Howard Bowen (1943), incluso aquéllos que habían realizado las contribuciones seminales reconocidas no parecían apreciar el hecho de que estaban entrando en territorio desconocido.”

Buchanan presenta el análisis económico de la política: dejemos de lado esa visión romántica

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de Económicas (UBA), vemos a James Buchanan presentando al “análisis económico de la política” y proponiendo dejar de lado una visión “romántica” de la política, según la cual todas las imperfecciones de la sociedad podrán ser resueltas por su intermedio. Algunos párrafos de su conferencia

Buchanan

“El título principal que he dado a esta conferencia, «Política sin romanticismos» fue escogido por su precisión descriptiva. La Teoría de la Elección Pública ha sido el vehículo a través del cual un conjunto de ideas románticas e ilusiones sobre el funcionamiento de los Gobiernos y el comportamiento de las personas que gobiernan ha sido sustituido por otro conjunto de ideas que incorpora un mayor escepticismo sobre lo que los Gobiernos pueden hacer y sobre lo que los gobernantes harán, ideas que sin duda son más acordes con la realidad política que todos nosotros podemos observar a nuestro alrededor. He dicho a menudo que la elección pública ofrece una «teoría de los fallos del sector público» que es totalmente comparable a la «teoría de los fallos del mercado» que surgió de la Economía del bienestar de los años treinta y cuarenta. En aquel primer esfuerzo se demostró que el sistema de mercados privados fallaba en ciertos aspectos al ser contrastado con los criterios ideales de eficiencia en la asignación de los recursos y en la distribución de la renta. En el esfuerzo posterior, en la elección pública, se demuestra que el sector público o la organización política falla en ciertos aspectos cuando se la contrasta con la satisfacción de criterios ideales de eficiencia y equidad. Lo que ha ocurrido es que hoy encontramos pocos estudiosos bien preparados que están dispuestos a intentar contrastar los mercados con modelos ideales. Ahora es posible analizar la decisión sector privado-sector público que toda comunidad ha de tomar en términos más significativos, comparando los aspectos organizativos de varias alternativas realistas.

Parece cosa de elemental sentido común comparar las instituciones tal como cabe esperar que de hecho funcionen en lugar de comparar modelos románticos de cómo se podría esperar que tales instituciones funcionen. Pero este criterio tan simple y obvio desapareció de la conciencia culta del hombre occidental durante más de un siglo. Tampoco puede en absoluto decirse que esta idea sea aceptada hoy de forma general. Tenemos que admitir que la mística socialista de que el Estado, la política, consiguen alcanzar de alguna manera el «bien público» trascendente pervive todavía entre nosotros bajo diversas formas. E incluso entre aquellos que rechazan tal mística hay muchos que buscan incesantemente el ideal que resolverá el dilema de la política.

Permítaseme ahora ser algo más concreto e intentar definir con mayor precisión la Teoría de la Elección Pública. Tal definición puede hacerse quizá de la forma más clara por referencia a la Teoría Económica, aunque sólo sea porque esta última es más conocida.

¿Qué es la Teoría Económica? Es un cuerpo de análisis que ofrece una comprensión, una explicaci6n del complejo proceso de intercambio que llamamos “una economía». Es un cuerpo de análisis que nos permite relacionar el comportamiento de los participantes individuales en la actividad de mercado, ya sea como compradores, vendedores, inversores, productores, empresarios, con los resultados que se obtienen para toda la comunidad, resultados que no entran en los propósitos o en el conocimiento de los participantes individualmente considerados.

La Teoría de la Elección Pública básicamente toma los instrumentos y los métodos de aproximación que han sido desarrollados hasta niveles analíticos bastante sofisticados en la Teoría Económica, y aplica estos instrumentos y métodos al sector político y gubernamental, a la política, a la economía pública. Como ocurre en la Teoría Económica, el análisis intenta relacionar el comportamiento de los actores individuales en el sector gubernamental, es decir, el comportamiento de las personas en sus distintas facetas como votantes, como candidatos a cargos públicos, como representantes elegidos, como líderes o como miembros de los partidos políticos, como burócratas (todos estos son roles de «elección pública»), con el conjunto de resultados que podemos o podríamos observar. La Teoría de la Elección Pública intenta ofrecer una comprensión, una explicación de las complejas interacciones institucionales que tienen lugar dentro del sector político. Insisto aquí en la palabra «complejas», ya que el contraste apropiado debe hacerse con el enfoque que modeliza el sector público como una especie de monolito, con una existencia propia, de alguna forma separada y aparte de los individuos que realmente participan en el proceso.”

Para Beatriz Sarlo la campaña política es muy pobre y aburrida: Public Choice nos explica porqué

Con la Fundación Bases, de Rosario, estamos haciendo un curso online sobre «Public Choice», con participantes de toda América Latina. También vemos estos temas con los alumnos de la materia Applied Economics y la Facultad de Derecho de la UBA.

Allí vemos cuáles son las motivaciones de los votantes para estar informados, que son bien débiles, son ‘racionalmente apáticos’ respecto a la información, Esto explica que los políticos, quienes sí tienen un fuerte incentivo para estar informados de las consecuencias de sus actos y de sus palabras, no apelan a la racionalidad de los votantes (que no es muy aplicada a estos temas) sino a sus sentimientos. Desde esta perspectiva, no sorprende que prefieran ir a “Bailar por un Sueño que a un debate presidencial.

La ensayista Beatriz Sarlo comenta esto diciendo que esta campaña es “muy pobre y muy aburrida”: http://www.lanacion.com.ar/1789955-beatriz-sarlo-esta-campana-es-muy-pobre-y-aburrida

Comienza planteando que las campañas de los 90s eran más interesantes, aunque luego eso haya terminado en un fracaso. Sin embargo, recordemos que Carlos Menem ganó las elecciones con el eslogan “Síganme”…. ¿A dónde? A la revolución productiva…

Sostiene que esto ocurre porque los candidatos se convierten en “voceros de la gente”. Dice las cosas que la gente quiere escuchar, en otras palabras. ¿Acaso tiene eso que sorprendernos? Está en la esencia de la democracia. Algo así opinaba Borges:

Borges: “Creo que ningún político puede ser una persona totalmente sincera. Un político está buscando siempre electores y dice lo que esperan que diga. En el caso de un discurso político los que opinan son los oyentes, más que el orador. El orador es una especie de espejo o eco de lo que los demás piensan. Si no es así, fracasa.” Diálogos Borges-Sábato, compaginados por Orlando Barone (Buenos Aires: Emecé, 1976), p. 75.

Al respecto, en otra oportunidad:

“ -Ya veo que no tiene una buena opinión de los políticos.

-“No. En primer lugar no son hombres éticos; son hombres que han contraído el hábito de mentir, el hábito de sobornar, el hábito de sonreír todo el tiempo, el hábito de quedar bien con todo el mundo, el hábito de la popularidad….

La profesión de los políticos es mentir. El caso de un rey es distinto; un rey es alguien que recibe ese destino, y luego debe cumplirlo. Un político no; un político debe fingir todo el tiempo, debe sonreír, simular cortesía, debe someterse melancólicamente a los cócteles, a los actos oficiales, a las fechas patrias.” Roberto Alifano, El humor de Borges, (Buenos Aires: Ediciones Proa, 1995), p. 132-133.

En el libro cito a Joseph Schumpeter, de su libro “Capitalismo, Socialismo y Democracia”. El ciudadano particular “es miembro de una comisión incapaz de funcionar, de la comisión constituida por toda la nación, y por ello es por lo que invierte menos esfuerzo disciplinado en dominar un problema político que en una partida de bridge” (p. 334).

Y luego: “El debilitamiento del sentido de la responsabilidad y la falta de voliciones efectivas explican a su vez esta ignorancia del ciudadano corriente y la falta de juicio en cuestiones de política nacional y extranjera, que son más sorprendentes, si esto puede sorprender, en el caso de personas instruidas y de personas que actúan con éxito en situaciones de la vida ajenas a la política que en el caso de personas poco instruidas y de condición humilde” (p. 335).

Sostiene Caplan (2007, p. 95) respecto a los Estados Unidos, el país que más larga tradición y experiencia democrática tiene: “Menos del 40% de los adultos norteamericanos conocen los nombres de sus dos senadores. Un poco menos conoce a qué partido pertenecen –un hallazgo particularmente importante dada la idea muy citada que los partidos cumplen un rol informacional. La mayoría del público ha olvidado –o nunca aprendió- los hechos elementales e inmutables que se enseñan en una clase de educación cívica. Cerca de la mitad conoce que cada estado tiene dos senadores, y sólo una cuarta parte conoce el período de su mandato. La familiaridad con el registro de sus votos y las posiciones políticas que sostienen es prácticamente nula aún en cuestiones de alta atención pública, pero increíblemente buena en cuestiones divertidas pero irrelevantes para la política.”

La Navidad capitalista es puro shopping, ¿o es en verdad ocuparse y preocuparse de los demás?

Dale Steinreich comenta sobre la Navidad en un artículo publicado en 1995: http://mises.org/library/capitalist-christmas-0

“Halloween tiene un tinte socialista. Figuras amenazantes llegan a tu puerta si ser invitadas, demandan tu propiedad y amenazan con realizar algún truco no especificado. En síntesis, es como funcionan los gobiernos.

El día de Acción de Gracias ha sido reinterpretado por el hombre blanco, luego de quemar, violar y robar al noble indio, tratando de arreglarlo con una cena barata de pavo. El Año Nuevo puede arruinarse porque es el comienzo de un nuevo año fiscal, y sabemos que estaremos trabajando para el gobierno por los siguientes cinco o seis meses.

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Por eso amo la Navidad. Hasta hoy sigue siendo una celebración de libertad y vida privada, como también un necesario descanso de la incesante politización de la vida moderna. Es la más pro-capitalista de las celebraciones porque sus alegrías temporales se basan en la propiedad privada, el intercambio voluntario y el beneficio mutuo.

En las compras de Navidad, encontramos persistentes señales de programas de caridad en acción y pocas de aquellas (burocracias paternalistas) que no funcionan. El Ejército de Salvación, quienes reparten saludos y las cajas llenas de productos y juguetes que se reparten son verdadera caridad. Estas donaciones están basadas en la volición, no en la coerción, lo cual es la clave de su éxito.

La gente se queja de la “comercialización”, pero todas las compras y ventas están dirigidas hacia satisfacer las necesidades de otros. Aun si el receptor no da regalos a su vez, el que regala recibe satisfacción. No existe aquí el juego de suma cero o negativo del proceso político que transfiere propiedad de un grupo a otro.

Santa Claus, a diferencia de las figuras de Halloween, llega a tu casa con regalos y Buena voluntad, y nunca toma nada excepto leche o galletitas. Nunca pensarías en esconderle la platería. A diferencia de los burócratas del gobierno, Santa Claus y sus trabajadores son totalmente confiables, e incluso trabajan horas extras para crear los productos deseados por millones.

Si el Departamento de Trabajo llegara alguna vez a investigar el Polo Norte, encontrarían todo tipo de violaciones laborales: salud (muy frio) y seguridad, seguro de desempleo (¿lo pagan?, salario mínimo (¿hay explotación ahí?), horas extras (Dios sabe las horas que trabajan), derechos civiles (¿no emplean gnomos?). Pero el punto es que allí todos están voluntariamente, y lo consideran un honor y un privilegio.

Los árboles de Navidad son encantadores y las granjas que los producen son el último modelo de política ambiental. Los árboles se cosechan y se replantan para futuras celebraciones, un proceso totalmente guiado por la demanda de mercado. Si se trasladara esta política a los parques y bosques nacionales, podríamos satisfacer la demanda de madera, bajar su precio y asegurar que los árboles siempre tienen valor.

Las tarjetas de Navidad son un producto de arte atractivo, comunicado a las masas en formas que el gobierno nunca apoyará. Quienes las producen tienen que satisfacer a consumidores reales, quienes tienen mejor gusto que los administradores de subsidios públicos.

El punto débil de las tarjetas navideñas es que tienen que llegar vía el monopolio estatal del correo. Cada día, éste se enoja y advierte a los consumidores cautivos que las envían con dos semanas de anticipación. Si eres un burócrata del correo, no hay nada más irritante que los consumidores confundan tus operaciones con otras competitivas.

¿Qué hacemos cuando tenemos que enviar paquetes? Usamos servicios privados que proveen servicios por lucro aunque tienen prohibido por ley enviar cartas. Esas empresas dan la bienvenida a nuestros pedidos y no se quejan por el gran volumen.

En algún punto durante Navidad, la cultura oficial del gobierno y los medios –dominados por Obama y otros en Washington- desaparece de nuestra vista y no podemos sino recordar aquello que es más importante. Es la familia, la comunidad, el hogar, la tradición, los seres queridos, y otras las otras cosas que el gobierno desplaza durante el resto del año.

Este año, acordémonos de apreciar el papel que las instituciones capitalistas cumplen hacienda que sea éste un día más especial. Ni el gobierno nos puede quitar el espíritu navideño.”

Sobre el financiamiento de la política: si no se puede controlar, ¿hay que empezar por ahí?

Los alumnos de la materia Public Choice, leen a Thomas Mann, director del Programa de Gobierno de la Brookings Institution respecto al financiamiento de las campañas y, en particular, el caso de Italia, tal vez parecido a otros países latinoamericanos:

Votar

“—Italia es un caso que hace volver a la cordura a los reformadores del financiamiento de campañas electorales. Cualquiera que se proponga establecer nuevos reglamentos debiera familiarizarse con la experiencia de países como Italia para comprender que las reglas del financiamiento político no podrán terminar por sí solas con la corrupción, ni aumentar la competencia, ni devolver la legitimidad al sistema político. Recordemos que en 1974 el gobierno italiano aprobó una serie de regulaciones al financiamiento político que resultaron ser una burla. Éstas incluían el financiamiento público de los partidos políticos, restricciones a las donaciones individuales y al gasto electoral total, y publicidad obligatoria de quién donó cuánto a quién. Nadie acató las dos últimas. Pero sí se cumplió el financiamiento público, que vino a agregar un poco más de dinero al ‘botín’ a repartirse.

En particular, permitió satisfacer la demanda de los socialistas, ya que Craxi se transformó en un participante clave que pudo exigir su parte del botín. Si observamos la experiencia italiana, nos damos cuenta de que la única esperanza de cambio llega cuando suceden hechos mucho más dramáticos.

Ciertamente, no sólo se requirió el esfuerzo de los magistrados italianos, la llamada operación ‘manos limpias’, sino también un cambio en el sistema electoral —la substitución de un estricto sistema de representación proporcional por un sistema en que el 75% de los escaños se elige en distritos uninominales— para lograr que un sistema corrupto, clientelístico, que había operado durante décadas, pusiera en marcha una serie de fuerzas que están comenzando a producir un patrón de competencia entre las dos principales alianzas.

Por consiguiente, lo que se puede rescatar de la experiencia italiana es que los reglamentos del financiamiento político han tenido un efecto relativamente pequeño en la configuración de la democracia italiana y en el desempeño del gobierno. Las prácticas de financiamiento político incentivaban la corrupción, pero las regulaciones impuestas para reformar el sistema lo empeoraron en vez de mejorarlo. Fue una burla de reforma. Mis conclusiones son: primero, no siempre hay que comenzar por cambiar las reglas del financiamiento de las campañas cuando se está tratando de lograr objetivos más amplios en una democracia. Es más importante comenzar por la independencia de la prensa, el fortalecimiento del poder judicial, la integridad del servicio público, el régimen de sueldos de los funcionarios públicos, el sistema constitucional y el sistema electoral. Mi segunda conclusión es que las reglas y reglamentos del financiamiento político deben redactarse con pleno conocimiento del modo en que actúan realmente los distintos actores involucrados. Es decir, hay que ser pragmáticos y es necesario tener un conjunto de reglas y un aparataje administrativo que sea capaz de hacerlas cumplir, de lo contrario sólo se empeora aún más la situación.”

 

El financiamiento de la política: ¿estatal o privada?;¿es mejor que ésta sea pública o reservada?

El Instituto Libertad y Desarrollo de Chile considera en su última publicación un tema polémico, el financiamiento de la política: http://www.lyd.com/temaspublicos/editora/TP1178Financiamientodelapolitica.pdf

Sus dos conclusiones serán discutidas tanto sea por quienes se oponen al financiamiento público y también por aquellos que se oponen a los aportes privados. En resumen, el trabajo concluye:

«Se ha instalado en la agenda pública el tópico de la relación entre dinero y política. El dilema del asunto en cuestión es que la actividad política requiere de fuentes de financiamiento. La experiencia internacional sugiere que los diseños mixtos, es decir, con fuentes de financiamiento tanto públicas como privadas, han permitido una sana conjugación entre los principios de transparencia, participación, autonomía y competencia en el sistema político. Contrario a lo planteado por visiones más maximalistas desde el punto de vista de la regulación, las normativas draconianas no han dado buenos resultados en términos de los principios señalados anteriormente. Como señalan Casas y Zovatto, a partir de este tipo de regulaciones «entre más difícil se haga a los partidos y candidatos recaudar fondos por vías legales, más probable será que recurran a procedimientos oscuros y cuestionables».

Supongo que la mayoría de los alumnos de Derecho apoyarán el financiamiento público y que los lectores más libertarios la rechazarán. Más sorprendente es la opinión sobre los aportes privados y su defensa de la “reserva”:

“Respecto del sistema de donaciones reservadas, en la línea de lo planteado por Valdésiv y Ackerman & Ayresv consideramos que la reserva de la identidad del donante es un instrumento que permite frenar intercambios de carácter corrupto. Tal y como el voto secreto fue la mejor herramienta para hacer de la compra de votos una práctica difícil de verificar para el oferente de clientela, las donaciones reservadas y anónimas permiten a los políticos “desentenderse de una deuda con el donante, alegando incertidumbre respecto a su cuantía o inexistencia (…) para que esta restricción sea efectiva, se requiere impedir que el beneficiario pueda comprobar que un donante le aportó la suma que dice haber aportado”. Aunque parezca contra intuitivo, si el donante efectivamente cuenta con medios verificables de presión hacia el accionar político por la vía de grandes donaciones, la posibilidad de captura será mayor, y como en tantos otros ámbitos de política pública, de eliminarse las donaciones anónimas y reservadas, en aras de perseguir un fin A (en este caso transparencia), se podría maximizar un resultado no esperado B (aumentar la corrupción).

Como segundo punto, y en lo que respecta a la máxima de total transparentación, resulta prudente resguardar el legítimo derecho a la reserva de la preferencia política. El «lado b» de la plena transparencia en materia de fuentes de donación es que puede constituir un desincentivo para donantes particulares que por temor a situaciones de acoso o represalias optan, en definitiva, por reprimir su participación electoral vía fórmulas de financiamiento. Al respecto, la evidencia es concluyente, y demuestra a partir de pruebas experimentales, que la plena divulgación de las fuentes de financiamiento tiene un efecto estadísticamente significativo en la disposición a aportar en una campaña política, acentúandose el efecto, entre los pequeños donantes. En definitiva, frente a la posibilidad de que las donaciones no sean reservadas, la disposición a donar disminuye.

Los enfoques prohibicionistas en materia de financiamiento de la política suelen ser empleados como candados o dispositivos y reducen la incertidumbre por parte de los candidatos incumbentes. Existe basta evidencia en la literatura que indica que el gasto electoral del candidato desafiante tiene un efecto estadísticamente significativo en su performance electoral, situación que no siempre se da a nivel de candidatos incumbentes, quienes al poseer el capital de conocimiento, no requerirían de grandes aportes económicos en sus campañas.

La evidencia en el caso de Chile desarrollada por Agostini y Morales y Piñeiro documenta ventajas importantes de los candidatos incumbentes en cuanto a los retornos electorales de su financiamiento, los cuales incluso, operan como multiplicador del gasto.

Si el diagnóstico generalizado de que nuestro sistema político requiere más competencia es sincero, entonces, el establecimiento de mayores límites al financiamiento de manera directa o indirecta (prohibición de donaciones de empresas o fin a la donaciones reservadas) no parecen ser medidas idóneas por cuanto limitan aún más el margen de acción de los candidatos desafiantes.”

 

Frases famosas sobre el estado y la política

Una alumna posteó muy buenas frases, como estaban en inglés las traduzco:

 

Luego de muchos años he llegado a la conclusión de que un hombre inútil es una vergüenza, dos es una firma de abogados y tres es un gobierno. John Adams

Suponte que eres un idiota. Y suponte que eres miembro del gobierno. Perdón, me estoy repitiendo. Mark Twain

Sostengo que una nación que se cobre impuestos para prosperar es como un hombre dentro de una olla, tratando de levantarse con el asa. Winston Churchill

Un gobierno que roba a Pedro para pagarle a Pablo puede siempre contar con el apoyo de Pablo. George Bernard Shaw

Dar dinero y poder al gobierno es como darle whisky y las llaves del coche a un adolescente. P.J. O’Rourke.

El gobierno es la gran ficción por la que todos tratamos de vivir a costas de todos los demás. Frederic Bastiat, (1801-1850)

SI piensas que la salud es cara, ¡espera a ver lo que cuesta cuando sea gratis! P.J. O’Rourke

En general, el arte de gobernar es tomar cuanto dinero se pueda de una parte de los ciudadanos y dársela a otra. Voltaire (1764)

Sólo porque no tiene interés en la política no quiere decir que la política no tenga interés en ti! Pericles (430 BC.)

Ni la vida ni la propiedad de nadie están seguras cuando la legislatura está en sesión. Mark Twain   (1866)

Hablar es gratis…., excepto cuando lo hace el gobierno. Anónimo.

El gobierno es como el canal alimenticio de un bebé, con un fuerte apetito en un extremo y ninguna responsabilidad en el otro. Anónimo.

Un gobierno suficientemente grande para darte lo que quieres es suficientemente fuerte para tomar todo lo que tengas. Thomas Jefferson

Colgamos a los pequeños ladrones y nombramos a los grandes en el gobierno. Esopo.

¿La mayoría de los subsidios van para la clase media? ¿Y así todo no sirve políticamente?

Siguiendo el teorema del votante medio, Gordon Tullock argumenta que la mayoría de los subsidios tienden a ir a la clase media. En términos simples, esto sería así porque cuando los ricos quieren una medida que los favorezca es más probable que obtengan el apoyo de la clase media que de los más pobres. Y, al revés, cuando son los más pobres los que buscan obtener algo de la política, será más fácil obtener el apoyo de los sectores medios que de los más ricos.

Tullock

Si esto es así, buena parte de los subsidios irían a parar a la clase media, no a los pobres. No hay que descartar la capacidad de lobby de los sectores más ricos, pero tal vez algunas noticias de estos días puedan corroborar esas ideas.

Comenta el economista Dante Sica en La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1705325-ni-crisis-de-aca-a-2015-ni-soluciones-magicas-en-2016

“La situación energética hace tiempo que dejó de ser un tema exclusivamente sectorial para convertirse en la principal fuente de desbalances de la economía, con efectos negativos tanto en las cuentas fiscales como en las externas. Basta con mencionar que el gasto en subsidios a la energía representa nada menos que 3,5% del PBI: explica casi 80% del rojo fiscal y supera en más de siete veces lo destinado a la Asignación Universal por Hijo.”

El subsidio a la energía va a ricos y clase media, no tanto a los pobres que, o no tienen, o están colgados de los cables como en las villas y no la pagan.

Hoy, también en La Nación, se comenta que se aumentó el presupuesto en 7.000 millones de pesos, en su gran mayoría destinados al sector energético: http://www.lanacion.com.ar/1706365-aumentan-subsidios-en-7000-millones

Sin embargo, esta política de subsidiar el consumo energético de la clase media puede no ser políticamente rentable, como parecen demostrar las últimas elecciones y las encuestas. Es que por más que la factura de la electricidad diga que hay un subsidio, el consumidor siente lo que efectivamente paga, y no tanto aquello que supuestamente debería pagar si no hubiera subsidio. En ese sentido, todo lo poco que esta información pueda agregar a la propensión favorable del votante se pierde con esta otra noticia vinculada también con la energía: http://www.lanacion.com.ar/1706364-subieron-4-los-combustibles-y-acumulan-un-aumento-cercano-al-30-en-el-ano

Subieron un 4% los combustibles y acumulan un aumento cercano al 30% en el año, dice el título. Y esto lo siente claramente la clase media cada vez que llena el tanque, no los pobres que no tienen auto.

En definitiva, la política de subsidios no parece ser políticamente exitosa, y bien puede ser una trampa de la cual no es posible salir sin un elevado costo: quitar los subsidios sí sería visible y doloroso para la clase media.

En el capítulo sobre los incentivos de los políticos del libro, se analiza que éstos persiguen sus propios intereses, pero que lo hacen a través del prisma de una cierta visión del mundo, de una cierta “ideología” para llamarlo de alguna forma. Y esto los lleva a veces a implementar políticas que incluso van contra sus propios intereses cuando se las mira desde otro lado.