¿Estás cansada de los socialistas, quienes se niegan todavía a aceptar sus fracasos y millones de muertos?

¿Estás cansado de los argumentos que te presentan los izquierdistas? ¿Estás cansado de que nunca asuman que fracasaron en cada oportunidad que tuvieron? ¿Y que generaron millón de muertos en el siglo XX? Pero, claro, todavía te preguntás cómo es que hay gente a quienes les atraen todavía esas ideas.

Bueno, Richard Fulmer se ha ocupado de tratar cada uno de los argumentos socialista en Econlib, en una serie de artículos titulada “Socialist claims about capitalism”. Aquí están:

https://www.econlib.org/socialists-claims-about-capitalism/

https://www.econlib.org/socialist-claims-about-capitalism-2/

https://www.econlib.org/socialists-claims-about-capitalism-3/

Y comienza de esta forma:

El capitalismo se basa en la codicia, la competencia extrema, el comportamiento depredador y una empatía casi nula.

El capitalismo se basa en la idea de que las personas deben ser libres y que deben ser dueñas de sí mismas y del producto de su trabajo.

Las personas bajo cualquier sistema económico tratan de mejorar su propio bienestar material y el de sus familias y seres queridos. ¿Es eso “codicia” o es simplemente ser responsable?

En general, los individuos tratan de mejorar sus condiciones dentro de las reglas establecidas por la sociedad. Bajo un mercado libre, las personas intercambian bienes y servicios con otros. Es poco probable que un empresario sin empatía por sus clientes entienda qué bienes y servicios quieren sus clientes y no permanecerá en el negocio por mucho tiempo.

En un país socialista, en la medida en que la gente da según su capacidad y recibe según su necesidad, la gente tiende a demostrar mínima capacidad y máxima necesidad. Sin embargo, lo más probable es que los bienes fluyan de los políticamente débiles a los políticamente fuertes. Como resultado, los depredadores suben a la cima.

Al capitalismo no le importan los pobres, los enfermos o los discapacitados.

El capitalismo no es un ser vivo. Solo las personas pueden preocuparse por los demás, y pueden preocuparse por los demás en cualquier sistema económico en el que se encuentren. Bajo un sistema de libre mercado, las personas se benefician al ayudar a los demás. Los empresarios solo pueden beneficiarse proporcionando los bienes y servicios que la gente quiere y por los que están dispuestos y son capaces de intercambiar los frutos de su trabajo.

Para quienes creen que ahora la Inteligencia Artificial permitirá la planificación de la economía: malas noticias

Este artículo no tiene libre acceso pero el tema es importante. Muchas veces, en la discusión sobre la planificación económica en el socialismo, surge la idea de que ahora las cosas serían distintas porque la tecnología de big data, o Inteligencia Artificial, permitirían planificar como no pudo hacerse en todo el período de la Unión Soviética y otros países socialistas.

El artículo se titula “Artificial intelligence and economic planning”, por Robert Gmeiner & Mario Harper y será publicado en la revista AI and Society:1-23: https://philpapers.org/go.pl?id=GMEAIA-2&proxyId=&u=https%3A%2F%2Fdx.doi.org%2F10.1007%2Fs00146-022-01523-x

“Tradicionalmente se ha argumentado que el cálculo económico de un planificador central da como resultado una asignación de recursos irracional e ineficiente, pero esto puede cuestionarse razonablemente dados los avances en la tecnología informática, especialmente la inteligencia artificial. Concluimos que la planificación central junto con la IA aún no puede asignar recursos con la misma eficiencia que las señales de precios y las fuerzas del mercado a través de exámenes de la estructura técnica de los enfoques actuales de IA. La planificación central impulsada por IA no es viable en parte debido a los incentivos, el poder de cómputo, la adquisición de conocimientos/datos y la velocidad de recopilación. Existen profundos problemas de incentivos para que los planificadores, programadores y participantes ordinarios compliquen los esfuerzos de planificación y sesgo de los datos. Lo que es más importante, la IA no puede duplicar fácil o rápidamente las señales de escasez relativa que se generan en los mercados. Algunos desafíos que destacamos son pertinentes a la planificación en general, pero muchos otros surgen de la introducción de un planificador de IA.”

Es tiempo de socialismo: Don Broudreaux comenta, y critica, el último libro de Pikkety

Thomas Pikkety es la estrella en el firmamento académico económico marxista. Su libro Capital en el Siglo XXI fue aclamado por muchos, pero tal vez no leído por todos ellos. Ahora publca un libro con sus artículos para el diario Le Monde (esto quiere decir que hay un interés en difundir las ideas…, y también que éstas sean rentables?, lo cual sería paradójico). El libro se llama Time for Socialism y es comentado por Donald Bourdreaux, profesor de economía en la Universidad de George Mason.

Interesantes sus comentarios, entre los que vemos:

“En el universo de Piketty, las herramientas, las empresas y los procesos económicos que son necesarios para la prosperidad moderna simplemente se materializan, como de la nada. Sobre la formación y operación de los bienes y servicios de capital el lector no obtiene información más allá del supuesto hecho de que, por encima de cierto nivel, la riqueza —es decir, el valor del capital— “tiende a crecer mecánicamente”.3 Una implicación de esta misteriosa realidad es que, debido a que el valor del capital depende del valor de lo que produce, la producción total generada por el capital también tiende a crecer mecánicamente. En el universo de Piketty, entonces, los bienes y servicios de capital no son causados ​​ni afectados por el espíritu empresarial, la asunción de riesgos y las elecciones de inversión privada de los individuos. Las instituciones económicas y sociales, por lo tanto, casi no tienen impacto en la creación de riqueza. Lo mismo ocurre con las políticas económicas y fiscales. La investigación de Adam Smith de 1776 sobre cómo las instituciones y las normas causan la riqueza de las naciones4 —la investigación de Smith sobre cómo las diferentes instituciones y normas causan las diferencias en la riqueza de las naciones— debe ser para Piketty un proyecto totalmente estéril e inexplicable.”

https://www.econlib.org/library/columns/y2022/boudreauxpikettysocialism.html

El socialismo ha fracasado en cada ocasión que tuvo: ¿por qué hay todavía quienes lo buscan?

Cuando los alumnos de las materias sobre historia del pensamiento leen a Marx, Lenin o Trotsky, se preguntan en todos los casos, porqué es que estas ideas siguen teniendo atractivo para algunos. En una interesante entrevista, Marian Tupy trata el tema con Kristian Niemetz, donde abordan todos los aspectos de la historia del socialismo, su implementación y su fracaso. https://www.humanprogress.org/dr-kristian-niemietz-the-human-progress-podcast-ep-26-transcript/

Entre otras muchas cosas que comentan:

“Entonces, ¿cuál fue el período de comprensión de que el socialismo no iba a ser la ola del futuro?

Kristian Niemietz: Desafortunadamente, nunca hubo una comprensión generalizada de eso. Hubo una comprensión en algún momento de la guerra fría de que el socialismo del Bloque del Este no era el camino a seguir. Pero para entonces, los socialistas occidentales ya se habían distanciado con bastante éxito de eso, pero en los años 60, el socialismo soviético del bloque oriental ya estaba muy en sí mismo, había pasado de moda. Ese fue el apogeo del tercermundismo donde idealizaron los regímenes en China, Vietnam y Cuba, en lugar de decir que la Unión Soviética es la estrella de carga del futuro. Cuándo exactamente había sucedido eso. Y sí… no sé, difiere un poco de un lugar a otro. Había… En los años 50, creo que todavía había economistas occidentales que pensaban que la economía soviética… De hecho, le estaba yendo muy bien, se estaba poniendo al día con Occidente, y eventualmente se pondrían al día por completo. De alguna manera había pasado de moda porque la gente se había dado cuenta de que era malo en otros aspectos. Y por la represión y todo eso. Pero creo que la economía como tal todavía tenía una reputación bastante alta… Una reputación bastante buena.

Kristian Niemietz: Lo que debe haber cambiado es que dondequiera que haya una economía como esa, la gente huía, ese era el gran problema. Entonces, el mundo de Berlín no se trataba solo de… No es que todos disfrutaran de la mayor libertad que tenía en Alemania Occidental, aunque eso fue un factor. Pero hubo gente que escapó hasta 1961, muchos de ellos, me imagino que eran bastante apolíticos. No necesariamente les importaba mucho si podían leer docenas de periódicos o si solo podían consumir información controlada por el estado, pero era más, claramente tenían un nivel de vida materialmente más alto en Occidente. Y no quiero descartar que no hay absolutamente nada de malo en valorar un mejor nivel de vida.”

Hayek sobre los intelectuales y el socialismo, y porqué muchos intelectuales fracasan al abrazarlo

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos dos textos de Hayek sobre los intelectuales y las ideas. Por un lado, «Individualismo, verdadero y falso»y por otro el titulado «Los intelectuales y el socialismo», que va más allá para discutir el papel que juegan las ideas en la sociedad. Así comienza:

En todos los países democráticos, y en los Estados Unidos más que en otras partes, prevalece la firme creencia de que la influencia de los intelectuales en la política es insignificante. Esto es sin duda cierto acerca del poder de los intelectuales para influir con sus opiniones peculiares sobre las decisiones del momento en la medida en
que puede modificar en el voto popular en cuestiones sobre las que difieren de la
visión actual de las masas. Sin embargo, de alguna manera durante períodos de cierta duración, probablemente nunca han ejercido una influencia tan grande como lo hacen hoy en esos países. Este poder lo ejercen por dar forma a la opinión pública.
A la luz de la historia reciente es un poco curioso que este decisivo poder de los
distribuidores profesionales de ideas de segunda mano no sea más generalmente reconocido. El desarrollo político del mundo occidental durante los últimos cien años proporciona la más clara demostración. El Socialismo nunca y en ninguna
parte ha sido un movimiento de la clase obrera. De ninguna manera es una solución obvia para los obvios males que los intereses de esa clase necesariamente exigirían. Es una construcción de teóricos, que se derivan de ciertas tendencias del pensamiento abstracto con el que durante un largo tiempo sólo los intelectuales estaban
familiarizados, y que requirió grandes esfuerzos por los intelectuales antes de que la clase obrera pudiera ser persuadida para que lo adoptaran como su programa.

 

¿Porqué la gente sigue atraída por las ideas del socialismo y populismo si han fracasado siempre?

Uno recibe esta pregunta permanentemente: ¿porqué siguen resultando atractivas las ideas del socialismo y del populismo si han fracasado cada vez que fueron aplicadas? John Levendis, de Loyola University, Robert B. Eckhardt, de Penn State y Walter Block, también de Loyola University y muy conocido por nuestros lectores, publicaron un artículo en la Review of Economic Perspectives – Vol. 19, Issue 2, 2019, pp. 73–94, DOI: 10.2478/revecp-2019-0005, titulado “Evolutionary psychology, economic freedom, trade and benevolence”. https://sciendo.com/article/10.2478/revecp-2019-0005 El resumen explica todo:

“Nuestra tesis es que la razón por la que muchos de nosotros hoy nos inclinamos hacia el socialismo (cooperación explícita) y contra el capitalismo de laissez-faire (cooperación implícita) es porque el primer tipo de comportamiento fue mucho más beneficioso genéticamente durante las generaciones anteriores de nuestra especie. Sin embargo, existe un argumento aparentemente fuerte en contra de esta hipótesis: la evidencia de la prehistoria humana indica que el comercio (cooperación implícita) anteriormente estaba muy extendido. Entonces, ¿cómo podemos estar programados a favor del socialismo y en contra del capitalismo si nuestros antepasados ​​se comportaron en el mercado en los últimos milenios? Aunque el comercio que es egocéntrico y beneficioso (presumiblemente mutuamente beneficioso para todas las partes en el intercambio) de hecho apareció hace cientos de miles de años, la benevolencia se estableció en nuestro cableado mucho antes, literalmente, cientos de millones. de hace años, y por lo tanto está mucho más profundamente integrado en la psique humana.”

El cálculo económico en el socialismo: a pocos años de comenzar el intento, Mises dice que es imposible

Con los alumnos de Económicas UBA, Escuela Austriaca, vemos a Ludwig von Mises sobre el cálculo económico. Aunque se refiere a la posibilidad de dicho cálculo en el socialismo, explica también las diferencias entre valoraciones subjetivas y precios, y siendo que los precios no reflejan la totalidad de las valoraciones, son sin embargo el mejor instrumento para calcular y tomar decisiones:

“En una economía de intercambio, el valor objetivo de intercambio de los bienes de consumo pasa a ser la unidad de cálculo. Esto encierra tres ventajas. En primer lugar, podemos tomar como base del cálculo la evaluación de todos los individuos que participan en el comercio. La evaluación subjetiva de un individuo no es directamente comparable con la evaluación subjetiva de otros. Sólo llega a serlo como valor de intercambio surgido del juego de las evaluaciones subjetivas de todos aquellos que participan en la compra y venta. En segundo lugar, los cálculos de esta índole proporcionan control sobre el uso apropiado de los medios de producción. Permiten a aquellos que desean calcular el costo de complicados procesos de producción, distinguir inmediatamente si están trabajando tan económicamente como otros. Si a los precios del mercado no logran sacar ganancias del proceso, queda demostrado que los otros son más capaces de sacar provecho de los bienes instrumentales a que nos referimos. Finalmente, los cálculos basados sobre valores de intercambio nos permiten reducir los valores a una unidad común. Desde el momento que las variaciones del mercado establecen relaciones sustitutivas entre los bienes de consumo, se puede elegir para ello cualquier bien de consumo que se desee. En una economía de dinero, el dinero es el bien elegido. Mas, los cálculos de dinero tienen su límite. El dinero no es una medida de valor o de precios. El dinero no «mide» el valor. Tampoco se miden los precios en dinero: son cantidades de dinero. Y aunque aquellos que describen el dinero como «standard de pago diferido» lo crean ingenuamente, un bien de consumo no es un valor estable. La relación entre el dinero y los bienes de consumo no sólo fluctúa en cuanto a los bienes de consumo, sino también en cuanto al dinero. En general, tales fluctuaciones no son muy violentas. No perjudican en forma importante a los cálculos económicos, porque en un estado de continuo cambio de las condiciones económicas, este cálculo sólo abarca períodos relativamente cortos, en los que la «moneda dura», por lo menos, no cambia su valor adquisitivo en forma importante.

Las deficiencias de los cálculos en dinero surgen, generalmente, no porque se hayan hecho en términos de un medio de intercambio general, sino porque se basaron en valores de intercambio más que en valores subjetivos de uso. Por ejemplo, si estamos estudiando las conveniencias de una planta hidroeléctrica, no podremos incluir en los cómputos el perjuicio que ella podría significar en la belleza misma de la caída de agua, salvo que tomáramos en cuenta la baja del valor que produciría la disminución del movimiento turístico en esa región. Sin embargo, tendremos forzosamente que tomarlo en cuenta cuando decidamos si se llevará a cabo la empresa. Tales consideraciones son frecuentemente juzgadas como «no-económicas». Aceptaremos la terminología, porque la discusión respecto a términos no nos llevaría a ninguna parte. Pero no se puede decir que todas las consideraciones de esa índole sean irracionales. La belleza de un lugar o de un edificio, la salud de toda una raza, el honor de los individuos o de todo un país, aun cuando no tienen relaciones de intercambio (porque no se comercian en el mercado), son otros tantos motivos de acción racional, siempre que la gente las considere significativas como aquellas llamadas normalmente económicas.

El que ellas no entren en los cálculos de dinero se debe a la naturaleza misma de tales cálculos. Pero eso no disminuye en absoluto el valor de los cálculos de dinero en los asuntos generales de la economía. Porque todos esos bienes morales son bienes de primer orden. Podemos valorizarlos directamente y luego no encontrar dificultad para tomarlos en cuenta, aunque no caigan dentro de la esfera de los cómputos de dinero. El hecho de que escapen de dichos cómputos no presenta mayores dificultades para tomarlos en cuenta. Si sabemos exactamente cuánto hay que pagar por la belleza, por el honor, por la salud, por el orgullo, etc., nada nos impide tomarlos en cuenta. La gente muy sensible sufrirá al tener que elegir entre lo ideal y lo material, pero no se puede culpar de ello a la economía del dinero. Está dentro de la naturaleza misma de las cosas. Cuando logramos llegar a juicios de valor, sin recurrir a cómputos de dinero, no podemos evitar esa elección. Tanto el individuo como las comunidades socialistas tendrían que hacer lo mismo, y las personas verdaderamente sensibles no lo encontrarían doloroso. Llamados a elegir entre el pan y el honor, sabrán siempre cómo actuar. Si no se puede comer el honor, se puede, por lo menos, dejar de comer por el honor. Sólo aquellos que temen la angustia de la decisión, porque saben en su fuero interno que no pueden prescindir de lo material, considerarán la necesidad de elección como una profanación.”

Muchos se preguntan porqué siguen vigentes ciertas teorías marxistas: Böhm-Bawerk lo explicaba hace mucho tiempo

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, de Económicas, UBA, vemos partes de un ensayo de Eugen von Boehm-Bawerk, con el título: “Una Contradicción no Resuelta en el Sistema Económico Marxista”. El título lo dice todo. En este trabajo muestra de una vez y para siempre la inconsistencia de la teoría del valor-trabajo.

marx-bio

“Como autor, Marx fue un hombre de envidiable ventura. Su obra no se puede clasificar entre los libros fáciles de leer o de comprender. La mayoría de los libros de este tipo –aun aquellos con una dialéctica más asequible y una ilación matemática más liviana— habrían encontrado completamente obstaculizado el camino hacia la popularidad. Pero, contrariamente, Marx se ha transformado en el apóstol de un amplio círculo de lectores, incluyendo a aquellos que, por norma, no leen libros difíciles. Más aún, la fuerza y la claridad de su razonamiento no eran tales como para convencer a nadie. Al revés, hombres calificados como los pensadores más serios y valiosos de nuestra ciencia, por ejemplo Karl Knies, han afirmado, desde un comienzo, mediante argumentos imposibles de pasar por alto, que la enseñanza de Marx estaba repleta, de principio a fin, de toda clase de contradicciones, tanto de lógica como de hechos. Podría fácilmente haber sucedido que la obra de Marx no hubiera encontrado partidarios ni entre el público común —que no podía entender su difícil dialéctica— ni entre los especialistas, que sí la comprendían, pero captaban demasiado bien sus limitaciones. Sin embargo, en la práctica, ha sucedido lo contrario.

Tampoco ha sido perjudicial para su influencia el hecho de que la obra de Marx haya permanecido como una estructura incompleta durante su vida. Generalmente, y con razón, desconfiamos de los primeros volúmenes, no proyectados a nuevos sistemas. Los principios universales pueden describirse seductoramente en las «Secciones Generales» de un libro, pero sólo se pueden corroborar si realmente poseen la fuerza de convicción que les atribuye su creador cuando, en la elaboración del sistema, se confrontan con todos los hechos minuciosamente. En la historia de la ciencia, muchas veces se ha dado el caso de que un primer volumen, promisorio y respetable, no ha sido continuado en un segundo volumen simplemente porque, bajo el propio análisis investigador del autor, los nuevos principios no soportan la prueba de las situaciones concretas. Pero la obra de Karl Marx no ha sufrido estos contratiempos. La gran masa de sus seguidores, basándose en la fuerza de su primer libro, tenía una fe ciega en sus obras aún no escritas.

Esta confianza, por una parte, fue sometida a una severa e inusual comprobación. Marx había expresado, en su primer libro, que todo el valor de las mercancías se basaba en el trabajo involucrado en ellas y que en virtud de esta «ley del valor» deberían intercambiarse en proporción a la cantidad de trabajo en ellas invertido; que, además, la rentabilidad o plusvalía ganada por el capitalista era el fruto de la explotación del trabajador; que, sin embargo, el monto de la plusvalía no estaba en proporción al monto total del capital invertido por el capitalista, sino sólo al monto de la parte «variable» —esto es, a aquella parte del capital pagado en sueldos y salarios—, mientras que el «capital constante», el capital empleado en la adquisición de los medios de producción, no aumentaba la plusvalía. En la vida diaria, sin embargo, la rentabilidad del capital está en proporción al capital total invertido; y, principalmente por esto, las mercancías no se intercambian de hecho en proporción a la cantidad de trabajo invertido en ellas. En este punto, por lo tanto, había una contradicción entre teoría y práctica que escasamente admitía una explicación satisfactoria. Pero esta contradicción manifiesta tampoco escapó al análisis de Marx. Con respecto a ella, el autor dice: «Esta ley (esta ley, a saber, establece que la plusvalía está en proporción sólo con la parte variable del capital) contradice claramente toda la experiencia prima facie». Pero al mismo tiempo declara que la contradicción es sólo aparente y su solución requiere juntar muchos cabos sueltos, postergándose para los siguientes volúmenes de su obra. La crítica especializada pensó que podía anticiparse con relativa certeza que Marx nunca cumpliría su compromiso, ya que, como era difícil probarla, la contradicción era insoluble.

Sus argumentos, sin embargo, no produjeron ninguna impresión en el conjunto de sus seguidores. Su simple promesa excedía todas las refutaciones lógicas.

Hayek sobre los intelectuales y el socialismo, y más allá sobre el papel de las ideas en la sociedad

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos un texto de Hayek titulado «Los intelectuales y el socialismo», que va más allá para discutir el papel que juegan las ideas en la sociedad. Así comienza:

En todos los países democráticos, y en los Estados Unidos más que en otras partes, prevalece la firme creencia de que la influencia de los intelectuales en la política es insignificante. Esto es sin duda cierto acerca del poder de los intelectuales para influir con sus opiniones peculiares sobre las decisiones del momento en la medida en
que puede modificar en el voto popular en cuestiones sobre las que difieren de la
visión actual de las masas. Sin embargo, de alguna manera durante períodos de cierta duración, probablemente nunca han ejercido una influencia tan grande como lo hacen hoy en esos países. Este poder lo ejercen por dar forma a la opinión pública.
A la luz de la historia reciente es un poco curioso que este decisivo poder de los
distribuidores profesionales de ideas de segunda mano no sea más generalmente reconocido. El desarrollo político del mundo occidental durante los últimos cien años proporciona la más clara demostración. El Socialismo nunca y en ninguna
parte ha sido un movimiento de la clase obrera. De ninguna manera es una solución obvia para los obvios males que los intereses de esa clase necesariamente exigirían. Es una construcción de teóricos, que se derivan de ciertas tendencias del pensamiento abstracto con el que durante un largo tiempo sólo los intelectuales estaban
familiarizados, y que requirió grandes esfuerzos por los intelectuales antes de que la clase obrera pudiera ser persuadida para que lo adoptaran como su programa.

 

Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca: el cálculo económico en el socialismo

Con los alumnos de la UBA Económicas vemos a Ludwig von Mises sobre el cálculo económico. Aunque se refiere a la posibilidad de dicho cálculo en el socialismo, explica también las diferencias entre valoraciones subjetivas y precios, y siendo que los precios no reflejan la totalidad de las valoraciones, son sin embargo el mejor instrumento para calcular y tomar decisiones:

“En una economía de intercambio, el valor objetivo de intercambio de los bienes de consumo pasa a ser la unidad de cálculo. Esto encierra tres ventajas. En primer lugar, podemos tomar como base del cálculo la evaluación de todos los individuos que participan en el comercio. La evaluación subjetiva de un individuo no es directamente comparable con la evaluación subjetiva de otros. Sólo llega a serlo como valor de intercambio surgido del juego de las evaluaciones subjetivas de todos aquellos que participan en la compra y venta. En segundo lugar, los cálculos de esta índole proporcionan control sobre el uso apropiado de los medios de producción. Permiten a aquellos que desean calcular el costo de complicados procesos de producción, distinguir inmediatamente si están trabajando tan económicamente como otros. Si a los precios del mercado no logran sacar ganancias del proceso, queda demostrado que los otros son más capaces de sacar provecho de los bienes instrumentales a que nos referimos. Finalmente, los cálculos basados sobre valores de intercambio nos permiten reducir los valores a una unidad común. Desde el momento que las variaciones del mercado establecen relaciones sustitutivas entre los bienes de consumo, se puede elegir para ello cualquier bien de consumo que se desee. En una economía de dinero, el dinero es el bien elegido. Mas, los cálculos de dinero tienen su límite. El dinero no es una medida de valor o de precios. El dinero no «mide» el valor. Tampoco se miden los precios en dinero: son cantidades de dinero. Y aunque aquellos que describen el dinero como «standard de pago diferido» lo crean ingenuamente, un bien de consumo no es un valor estable. La relación entre el dinero y los bienes de consumo no sólo fluctúa en cuanto a los bienes de consumo, sino también en cuanto al dinero. En general, tales fluctuaciones no son muy violentas. No perjudican en forma importante a los cálculos económicos, porque en un estado de continuo cambio de las condiciones económicas, este cálculo sólo abarca períodos relativamente cortos, en los que la «moneda dura», por lo menos, no cambia su valor adquisitivo en forma importante.

Las deficiencias de los cálculos en dinero surgen, generalmente, no porque se hayan hecho en términos de un medio de intercambio general, sino porque se basaron en valores de intercambio más que en valores subjetivos de uso. Por ejemplo, si estamos estudiando las conveniencias de una planta hidroeléctrica, no podremos incluir en los cómputos el perjuicio que ella podría significar en la belleza misma de la caída de agua, salvo que tomáramos en cuenta la baja del valor que produciría la disminución del movimiento turístico en esa región. Sin embargo, tendremos forzosamente que tomarlo en cuenta cuando decidamos si se llevará a cabo la empresa. Tales consideraciones son frecuentemente juzgadas como «no-económicas». Aceptaremos la terminología, porque la discusión respecto a términos no nos llevaría a ninguna parte. Pero no se puede decir que todas las consideraciones de esa índole sean irracionales. La belleza de un lugar o de un edificio, la salud de toda una raza, el honor de los individuos o de todo un país, aun cuando no tienen relaciones de intercambio (porque no se comercian en el mercado), son otros tantos motivos de acción racional, siempre que la gente las considere significativas como aquellas llamadas normalmente económicas.

El que ellas no entren en los cálculos de dinero se debe a la naturaleza misma de tales cálculos. Pero eso no disminuye en absoluto el valor de los cálculos de dinero en los asuntos generales de la economía. Porque todos esos bienes morales son bienes de primer orden. Podemos valorizarlos directamente y luego no encontrar dificultad para tomarlos en cuenta, aunque no caigan dentro de la esfera de los cómputos de dinero. El hecho de que escapen de dichos cómputos no presenta mayores dificultades para tomarlos en cuenta. Si sabemos exactamente cuánto hay que pagar por la belleza, por el honor, por la salud, por el orgullo, etc., nada nos impide tomarlos en cuenta. La gente muy sensible sufrirá al tener que elegir entre lo ideal y lo material, pero no se puede culpar de ello a la economía del dinero. Está dentro de la naturaleza misma de las cosas. Cuando logramos llegar a juicios de valor, sin recurrir a cómputos de dinero, no podemos evitar esa elección. Tanto el individuo como las comunidades socialistas tendrían que hacer lo mismo, y las personas verdaderamente sensibles no lo encontrarían doloroso. Llamados a elegir entre el pan y el honor, sabrán siempre cómo actuar. Si no se puede comer el honor, se puede, por lo menos, dejar de comer por el honor. Sólo aquellos que temen la angustia de la decisión, porque saben en su fuero interno que no pueden prescindir de lo material, considerarán la necesidad de elección como una profanación.”