Mises, la interconexión de los precios y los bienes y servicios sustitutos y complementarios

Mises analiza la “interconexión de los precios”, y considera las distintas expresiones de este fenómeno:

Mises1

“Si un proceso definido de producción da como resultado los productos p y q simultáneamente, las decisiones y acciones empresariales estarán dirigidas por la evaluación de la suma anticipada de los precios de p y q. Los precios de p y q están particularmente conectados entre sí ya que cambios en la demanda de p (o de q) generan cambios en la oferta de q (o de p). La relación mutua de los precios de p y q puede llamarse conexión de producción. El empresario llama a p (o q) un subproducto de q (o p).”

Luego señala la conexión de consumo. Esta sería cuando la producción de un bien de consumo requiere el empleo de dos factores y no importa que la combinación de esos factores la realice una misma empresa o distintas, o incluso el mismo consumidor comprando dos productos y combinándolos luego.

Finalmente la “conexión de sustitución”: “Si los servicios que brinda un producto b puede ser sustituidos, aunque no sea de forma perfecta, por otros que brinda el producto a, un cambio en el precio de uno de ellos afectará al precio del otro. La relación mutua entre los precios de a y b puede llamarse conectividad de sustitución”.

Pero luego, existe una conectividad mucho más general. Así la presenta Robert P. Murphy en la “Guía para el estudio de La Acción Humana”:

“Los precios de ciertos bienes tienen una conexión especial; el rebaja de precio de la manteca de maní puede afectar al precio de las mermeladas. Y aún más generalmente, los precios de todos los bienes están interconectados porque todos los bienes y servicios compiten por el dinero de los compradores. Y como se requiere de trabajo para la producción de todo bien, están todos interrelacionados tanto por el lado del consumo como por el de la producción. Es imposible analizar un precio específico en forma aislada.”

Esta conectividad se debe a la existencia de muchos factores que no son específicos. Dice Mises que en un mundo ideal en el que cada factor fuera específico cada actividad estaría aislada de las otras.

Concluye en este tema:

“Sería absurdo considerar a un precio definido como si fuera un objeto aislado en sí mismo. Un precio expresa la posición que los hombres actuantes le otorgan a una cosa en el estado presente de los esfuerzos para remover una insatisfacción. No indica relación con algo inmutable, sino solamente una posición instantánea en un conjunto permanentemente cambiante. En esta colección de cosas que son consideradas valiosas por los juicios de valor de las personas actuantes el lugar de cada una de ellas está interrelacionado con todas las demás. Lo que llamamos precio es una relación, dentro de un sistema integrado, que es el efecto compuesto de las valoraciones humanas.”

 

La ley básica de determinación del precio y el gráfico de la oferta y la demanda

En general, todos utilizamos el gráfico de las curvas de oferta y demanda para explicar en las clases la formación de los precios en el mercado. Es, seguramente, el gráfico de mayor utilidad que exista en la disciplina y facilita la compresión de esos conceptos. Pero hay que tener claro que se trata de una simplificación y, como tal, de un primer paso para comprender todo el proceso que involucra las conductas de compradores y vendedores.

Al respecto comenta Böhm-Bawerk (“La ley básica de la determinación del precio”, La Teoría Positiva del Capital: http://library.mises.org/books/Eugen%20von%20Bohm-Bawerk/The%20Positive%20Theory%20of%20Capital.pdf

Bohm Bawerk - Positive Theory of Capital

Luego de explicar la formación del precio a partir de la interacción de las valoraciones subjetivas, tanto sea de un comprador y un vendedor en un intercambio aislado, como en el más corriente de múltiples compradores y vendedores, y en este caso la relación entre las valoraciones particulares de cada uno de ellos y de qué forma influyen en la formación del precio, sobre todo las de las que denomina “parejas marginales”, aquellos que son los “últimos” en poder realizar un intercambio o los “primeros” que han quedado fuera de esa posibilidad, comenta:

“…Muchos economistas están acostumbrados a emplear en sus exposiciones símbolos matemáticos que les permiten representar situaciones complejas por medio de fórmulas simples. Esto se aplica incluso a economistas que no son partidarios de presentar la ciencia económica de manera matemática. Por ello, cuando los compradores y vendedores hacen valoraciones continuamente cambiantes –hacia arriba o hacia abajo- y estas valoraciones representan ofertas de compra o de venta de cantidades parciales de un bien de mercado, existe una predilección especial a representarlas por medio de curvas ascendentes o descendentes y de indicar, por medio de sus puntos de intersección, la situación del precio que las ofertas competitivas basadas en estas valoraciones están en proceso de desarrollar. Aunque pueda considerarse este método perfectamente aceptable, sigo considerando dudosa la inevitable supresión del punto de vista subjetivo y personal del proceso que hemos expuesto.”…

“Oferta y demanda han sido desde el principio una jerga demasiado amplia y vaga. Ha sido lo suficientemente amplia como para incluir por implicación los conceptos correctos que connotaban; han sido lo suficientemente vagas como para excluir cualquier sujeción a la precisión, y dejar todo tipo de dudas, ambigüedades y errores.”…

“Porque sin la concepción global de todo el problema que se hizo posible solamente a través de la teoría del valor subjetivo, era demasiado fácil desviarse y llegar a interpretaciones y formulaciones incorrectas. Oferta y demanda se concebían demasiado mecánicamente como meras cantidades. E incluso, cuando se hizo habitual tener en cuenta su “intensidad”, esta intensidad era erróneamente atribuida a toda clase de causas dispares y secundarias, simplemente a causa de la ignorancia todavía imperante del factor motivante esencial que se encuentra en las valoraciones subjetivas.”…

“Mi opinión es que el problema encuentra solución si introducimos dentro del marco tradicional el pensamiento sencillo de que el precio es completa y enteramente el producto de las valoraciones subjetivas de los hombres. Este pensamiento explica de la manera más simple y unificada por qué la gente ofrece un bien a la venta o desea comprarlo, explica la intensidad con que hacen esto, la insistencia con que a veces persisten en ofrecer o exigir bienes, así como también la facilidad y rapidez con que otras veces cesan de hacerlo.”

Este texto es de 1891. Uno más actual, por ejemplo N. Gregory Mankiw “Principles of Economics” no existe ninguna mención explícita a la “subjetividad del valor” y entre los determinantes de la demanda individual se mencionan:

  • El precio del bien: en verdad sería la utilidad marginal (subjetiva) del dinero que se va a entregar a cambio de un bien o servicio.
  • Ingreso: igualmente relacionado con la utilidad marginal (subjetiva) del dinero y de la asignación del tiempo entre trabajo y ocio.
  • Precio de bienes relacionados (substitutos o complementarios), también resultado de las valoraciones subjetivas.
  • Gustos: estos sí son claramente subjetivos
  • Expectativas: también.

Hay algo de circularidad en el razonamiento, ya que comenzamos con la conducta de compradores (demanda) y vendedores (oferta) para entender el precio, pero éstas a su vez dependen de otros precios (el del bien, salarios, otros bienes).

La sabiduría del clásico artículo «Yo, lápiz», ahora también como «I, Smartphone»

El clásico artículo de Leonard Read, “Yo, lápiz”, ha sido presentado siempre como el mejor ejemplo de los beneficios de la división del trabajo. Pero no es solamente eso, se trata también de la coordinación necesaria entre cada uno de los que participan en una pequeña parte del proceso total. Esa es la sabiduría de “la mano invisible”. Podemos realizar muchas más tareas si las dividimos entre todos, pero es necesario que exista una coordinación entre ellas. La metáfora de “la mano invisible” es la que describe ese proceso como un orden espontáneo que alcanza esa coordinación sin que nadie en particular la organice.

Yo lapiz

Lo hace a través de los precios, que cumplen dos funciones fundamentales: por un lado transmiten información; por el otro generan incentivos para que las personas actúen en consecuencia. El artículo de Read es un gran ejemplo de este proceso. Ninguno de nosotros sería capaz de hacer un lápiz. Si estuviéramos solos en una isla nos olvidaríamos de la posibilidad de contar con uno. Así describe este mismo ejemplo Milton Friedman: http://newmedia.ufm.edu/gsm/index.php/Yo_l%C3%A1piz

Ya casi no usamos lápices, así que el ejemplo corre el riesgo de quedar anticuado, aunque en verdad están por aparecer lápices con modernas tecnologías, que permitirán grabar textos, por ejemplo. Pero tomemos un ejemplo de algo que todos usamos: un Smartphone. Aquí una versión moderna del mismo concepto, aunque lamentablemente está solo en inglés: http://www.youtube.com/watch?v=V1Ze_wpS_o0

Aquí toda una discusión en el interesante blog “Café Hayek”: http://cafehayek.com/2013/11/i-smartphone.html

Agradezco a Gabriela Calderon que llamara mi atención del proceso inverso descripto en el libro fotográfico de Christien Meindestsma «PIG 05049» donde se describe en fotos todos los usos finales a los que contribuye finalmente un cerdo:  http://www.amazon.com/Christien-Meindertsma-PIG-05049/dp/9081241311/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1413988841&sr=8-1&keywords=meindertsma

Que a su vez es comentado en este artículo publicado por el Instituto Cato: http://www.elcato.org/pdf_files/ens-2013-12-24.pdf

 

 

Hume y Mises sobre la «no-neutralidad» del dinero, los precios relativos y el patrón-oro

Hume y Mises sobre un tema central para entender los efectos de las políticas monetarias y de la inflación. Me refiero a la “no-neutralidad” del dinero. Esto es, la emisión monetaria por sobre la demanda de dinero genera un aumento generalizado de los precios que llamamos inflación, pero lo cierto es que no todos los precios suben al mismo tiempo. Esto dicen al respecto los autores mencionados:

David Hume en “Of Money” (1752):

Hume

“Para considerar, entonces, este fenómeno, debemos considerar que aunque el alto precio de los bienes es una consecuencia necesaria del incremento del oro y la plata, no resulta en forma inmediata de este incremento: se requiere cierto tiempo antes que ese dinero circule por todo el reino, y haga sentir su efecto en todo el pueblo. AL principio no se siente ninguna alteración, los precios suben gradualmente, primero en un bien, luego en otro, hasta que todos alcanzan una justa proporción con la nueva cantidad de dinero en el reino. En mi opinión, es solo en este intervalo o situación intermedia, que el aumento de la cantidad de oro y plata es favorable a la industria. Cuando una cantidad de dinero es importada en una nación, no se distribuye entre muchas manos pero es confinada a los cofres de pocas personas, quienes en forma inmediata buscan usarlas en su beneficio.”

Ludwig von Mises en “The Gold Standard and its Opponents”(1931):

“Si todos los otros precious permancen más o menos estables mientras el precio de un bien, digamos el carbón, sube, esto significa una ventaja para los dueños de las minas de carbón. ¿Pero qué sucede si ese aumento es resultado de un aumento de la cantidad de dinero que eleva todos los precios? Si como consecuencia de esta inflación todos los precios subieran al mismo tiempo y todos los precios de todos los bienes y servicios se incrementaran proporcionalmente, no producirían ningún otro reajuste social –excepto por las desventajas para los acreedores y las ventajas para los deudores. Pero, sin embargo, como la teoría económica ha probado en forma irrefutable, los aumentos de precios no ocurren todos al mismo tiempo en la economía, ni suben en la misma proporción, definitivamente causan diversos efectos sociales. Los sectores que llevan al mercado bienes y servicios cuyos precios crecen al inicio del proceso ganan con los cambios en el poder adquisitivo del dinero. Por un cierto período, ellos venden a un precio mayor, y pueden comprar bienes y servicios para su propio uso a precios más bajos que se corresponden más con el poder adquisitivo del dinero antes de la inflación. Si la inflación es frenada, entonces los salarios y los precios de distintos bienes se emparejan en cierta medida. Pero las ganancias obtenidas y las pérdidas sufridas en el curso del proceso inflacionario nunca se recuperan.”

Y, para terminar, un comentario de Mises sobre el patrón-oro:

“El valor del dinero no es ‘estable’, por supuesto, bajo el patrón-oro. Pero, ‘valor estable’ es, después de todo un concepto vago e impreciso. Sólo en una economía estacionaria, en el sentido estricto en el cual todo es igual mañana y pasado mañana de lo que fue ayer y anteayer, tendría precios sin cambios y, por consiguiente, un dinero con poder adquisitivo estable. El logro del patrón-oro es que libera al poder adquisitivo del dinero de la unidad monetaria en mayor medida de los factores políticos que la influencian de lo que sería el caso bajo cualquier otro sistema monetario posible.”

Los diez principales problemas ambientales. Ahora la energía, ¿a qué precio?

En un post anterior comenté un interesante artículo titulado “Urgencias ambientales: los diez problemas que esperan solución”, donde se comentan los resultados de una investigación de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara: http://www.lanacion.com.ar/1720041-urgencias-ambientales-los-diez-problemas-que-esperan-solucion y se los compara con los del informe del Índice de Calidad Institucional 2013, que también consideraba los principales problemas ambientales: http://www.libertadyprogresonline.org/2012/07/12/indice-de-calidad-institucional-2012/

Petróleo

Veamos ahora el tema de la energía:

Para la Fundación:

El viento costero y patagónico, la luz solar y el agua son recursos naturales aún desaprovechados. «El modelo vigente y su tendencia nos alejan de poder diversificar la matriz energética», dicen los autores del informe. En 2012 (el último período para el que obtuvieron datos), las pequeñas centrales hidroeléctricas activas aportaron 92 MW y las centrales eólicas y solares fotovoltaicas, 118 MW (ese año, España obtuvo 21.288 MW del viento). El uso de la energía tampoco es tan eficiente en los hogares, la industria y el alumbrado público (sólo la ciudad y la provincia de Buenos Aires poseen un plan de reemplazo de las luces de las calles con lámparas de alta eficiencia).

SOLUCIÓN: Ampliar el uso de las etiquetas de eficiencia energética más allá de los electrodomésticos, instalar atenuadores de potencia en el sistema de alumbrado público del país, educar a la población en el consumo responsable y promover la coproducción industrial de energía eléctrica y térmica a partir de un solo combustible.

Informe ICI 2012:

El impacto ambiental del consumo de energía se debe al uso de la leña a nivel doméstico, al uso de combustibles fósiles a nivel urbano por parte de los vehículos de transporte, y la emisión de gases de efecto invernadero, a nivel global. El desarrollo de energía hidroeléctrica, si bien es renovable, genera también impactos ecológicos, causando inundaciones de terrenos. El potencial solar, hidroeléctrico y eólico, o de biocombustibles no compite todavía en costos con los combustibles fósiles, los Estados subsidian a algunos en lugar de desregular, reducir cargas e impuestos para que estas nuevas tecnologías prosperen. Precios subsidiados generan un consumo mayor de energía, visibles particularmente en los países productores de petróleo como México, Venezuela y Ecuador. En el caso del primero los subsidios a la gasolina alcanzan la cifra de 10.000 millones de dólares, al diesel unos 3.600 millones. También se subsidia el precio de la electricidad con el mismo resultado de un mayor consumo.

El subsidio a energías renovables, como la producción de biocombustibles, no necesariamente reduce la emisión de CO2 ni genera un menor consumo de electricidad, sobre todo cuando sus tarifas también son subsidiadas por el Estado, y desplaza también la cobertura vegetal existente, bosques o la producción de cosechas con destino a la producción de alimentos. No reduce el consumo de combustibles fósiles.

Mises discute alternativas de política monetaria, en Austria o Argentina, y la relación emisión/precios

EN 1918 Ludwig von Mises publicó un artículo titulado “La teoría cuantitativa del dinero”. En él reivindicaba a la teoría aunque señalaba que era muy simple y había sido ya superada por la teoría monetaria, en particular porque esa simplificación no toma en cuenta los cambios en los precios relativos. Es decir, es cierto que (ceteris paribus) un aumento de la cantidad de moneda genera un aumento de los precios, pero también lo es que ese incremento no impacta a todos los precios por igual, unos suben primero, otros después. Mises desarrolló estas ideas en su primer libro “La teoría del dinero y del crédito”. Pero la esencia de la teoría es correcta.

Ese artículo dio origen a un debate donde Siegfried Rosenbaum, director del Banco Anglo-Austriaco le pide a Mises menos teoría y más propuestas concretas de solución. Mises responde en un artículo “On the Currency Question” señalando que los políticos van a tener que elegir entre tres distintas opciones, que van de mayor a menor ajuste fiscal:

  1. Volver a la vieja paridad con el oro. Eso requeriría al gobierno pagar todos los préstamos que tomara durante la guerra con el banco central, el que no solamente dejaría de emitir sino que retiraría billetes de circulación hasta que los que queden tengan completo respaldo en oro.
  2. Aceptar el nuevo nivel de precios, resultado de la enorme emisión realizada durante la guerra, dejar de emitir y fijar una nueva paridad con el oro.
  3. Seguir emitiendo para cubrir el gasto público como hasta ahora, proceso que probablemente terminaría con la pérdida total de valor de la moneda.

Además de las cuestiones teóricas e históricas en esos artículos, lo interesante es que son las mismas alternativas que enfrenta el Banco Central argentino ya sea ahora o con la llegada de un nuevo gobierno. Trasladándolas al escenario local serían así:

  1. La Tesorería generaría un superávit fiscal suficientemente alto como para pagar los bonos que han sido colocados en el Banco Central y éste muestra en su balance. Esos pesos (un pasivo del BC) se cancelarían contra el activo cancelado (bonos de Tesorería). Desde ya que habiendo generado un superávit fiscal no habría más emisión con destino a cubrir el gasto aunque podría haberla como resultado del ingreso de dólares por superávit comercial o ingreso de inversiones.
  2. En esta alternativa, la Tesorería tiene que balancear sus cuentas ya que no podría contar con el apoyo del Banco Central. El ajuste del gasto sería menor que en a) pero igual sería necesario.
  3. En este caso el ajuste fiscal es menor, puede que sea poco y se siga emitiendo algo o que no lo haya y se continúe con la emisión como ahora. Está claro que esta última opción no parece sostenible, al menos para este gobierno, porque está cayendo la demanda de dinero. Tal vez lo pudiera ser por un tiempo para un nuevo gobierno que generara confianza y un plazo de espera como para realizar los necesarios ajustes fiscales.

Luego discute con un banquero, quien sostiene una teoría que se ha escuchado por aquí: no es la emisión la que genera aumento de precios, sino el aumento de precios el que hace necesaria la emisión. “Pero el precio de los bienes nunca puede ser explicado desde el lado monetario, sino siempre desde el lado de los bienes. Que todos los precios han subido no ha de causar sorpresa cuando hay escasez de todos los bienes. Sin duda hay una conexión entre los precios de los bienes y la inflación, pero es la inversa. Los mayores precios han ocasionado una mayor circulación de billetes como consecuencia. No sería difícil investigar el destino de esos billetes ya sean 20 o 21 billones. Si uno considera que los precios han crecido un 500%, entonces 500% de la anterior emisión son necesarios para satisfacer las necesidades de efectivo…”

Contesta Mises:

“Si el autor declara que es obvio que los altos precios de los bienes tienen como consecuencia un drástico aumento de los billetes, entonces uno ha de preguntar cómo se establecen esas supuestas obvias conexiones. Estas consecuencias no se producen, por cierto, espontáneamente, porque aun si los precios crecen tanto, ningún billete entra en circulación por sí mismo. Solamente lo hacen debido a que la ley que restringe la emisión de billetes por el banco central ha sido suspendida, porque el gobierno ordenó la emisión de nuevos billetes. Y la pregunta surge, ¿qué hubiera pasado si no se hubieran puesto en circulación esos 20 billones o más? Si el respetado autor admite que la mayor cantidad de billetes se corresponde con una creciente necesidad de dinero ocasionada por la suba de precios, entonces es que también habrá concedido que el nivel general de precios no podría haber subido si no se hubieran emitido esos nuevos billetes.

Si llueve maná por 40 años, y el resto sigue igual, el precio del maná bajará. Ahora han estado lloviendo nuevos billetes por cuatro años, ¿no debería su precio también bajar?”

Mises: La inflación es el verdadero opio del pueblo

De «Reconstrucción Monetaria»:

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La inflación y la expansión del crédito son los medios de obscurecer el hecho de que prevalece una escasez que es resultado de la Naturaleza, de las cosas materiales de que depende la satisfacción de las necesidades humanas. La tarea principal de las empresas privadas capitalistas consiste en hacer desaparecer esta escasez en el mayor grado posible y en proporcionar un nivel de vida progresivamente más elevado, a una población cada vez más numerosa. El historiador no puede dejar de registrar que el laissez-faire y el individualismo resuelto han tenido buen éxito hasta un grado sin precedente en sus esfuerzos tendientes a proveer al hombre común y corriente, cada vez con mayor amplitud, de alimento, alojamiento y otras comodidades que solicita. Pero por notables que sean estos adelantos, siempre existirá un límite estricto a la cantidad que puede consumirse sin reducir el capital disponible para continuar el proceso de producción y, aún más, para ampliarlo.

En épocas pasadas, los reformadores sociales creían que todo lo que se necesitaba a fin de mejorar las condiciones materiales de las capas inferiores de la sociedad era confiscar el excedente de los ricos y distribuirlo entre quienes tenían menos. La falsedad de esta fórmula, no obstante el hecho de que aún constituye el principio ideológico que inspira los impuestos de nuestros días, ya no se discute por ningún hombre razonable. No hay para qué hacer hincapié en la circunstancia de que semejante distribución únicamente agregará una cantidad insignificante a los ingresos de la inmensa mayoría. El punto fundamental estriba en que el monto total de la producción en una nación o en todo el mundo, en un período determinado de tiempo, no representa una magnitud independiente del modo de organización económica de la sociedad. La amenaza de verse privado mediante la confiscación, de una parte considerable o inclusive de la mayor parte del producto de la actividad que desarrolla uno, hace que afloje el esfuerzo del individuo por enriquecerse y resulta, consiguientemente, en la disminución del producto nacional. Hubo un tiempo en que los socialistas marxistas se solazaban con ensueños acerca del fabuloso incremento en la riqueza que era de esperarse del modo socialista de la producción. La verdad es que cada quebrantamiento del derecho de propiedad y cada restricción a la empresa libre menoscaban la productividad del trabajo. Una de las preocupaciones primordiales de todos los partidos hostiles a la libertad económica tiende a impedir que los votantes sepan esto. Sería imposible a las diversas variedades de socialismo e intervencionismo mantener su popularidad si la gente descubriera que las medidas cuya adopción se aclama como conquistas sociales, restringen la producción y tienden a la desacumulación del capital. Ocultar estos hechos al público es uno de los servicios que la inflación presta a la llamada política progresista. La inflación es el verdadero opio del pueblo, que se administra a éste por los gobiernos y partidos anticapitalistas.

Mises comenta los años 1930s pero parece hablar de la Ley de Desabastecimiento

De «Reconstrucción Monetaria»:

El Partido del Justo Trato ha proclamado que es obligación del gobierno determinar qué precios, salarios y utilidades son equitativos y cuáles no lo son, y, a continuación, hacer cumplir sus mandamientos mediante la policía y los tribunales. También sostiene que es una función del gobierno mantener el tipo de interés en un nivel equitativo a través de la expansión del crédito. Finalmente, recomienda un sistema impositivo que persigue igualar los ingresos y la riqueza. La aplicación cabal del primero o del último de estos principios bastaría por sí sola para consumar el establecimiento del socialismo. Sin embargo, las cosas no han llegado a tal extremo en este país. La resistencia de los partidarios de la libertad económica no ha sido dominada por completo. Todavía existe una oposición que ha impedido que se establezca permanentemente el control directo de todos los precios y salarios y la confiscación total de todos los ingresos que excedan de la cantidad que consideran justa aquellos cuyo ingreso sea más reducido. En los países situados de este lado del telón de hierro, la batalla entre los amigos y los enemigos de la planificación integral totalitaria todavía no se decide.

En este gran conflicto, los que abogan por el control oficial no pueden prescindir de la inflación. Necesitan de ella a fin de financiar su política de gastar sin freno y de subsidiar y cohechar pródigamente a los votantes. La consecuencia inconveniente pero inevitable de la inflación, o sea el alza de los precios, les proporciona un grato pretexto para implantar el control de precios y para llevar a la práctica, paso por paso, su proyecto de planificación integral. Las utilidades ilusorias que aparecen debido a la forma como la inflación falsea el cálculo económico, se consideran y tratan como si fueran verdaderas; al apoderarse de ellas por medio del impuesto después de calificarlas, para despistar, de utilidades excesivas, son partes del capital invertido lo que se confisca. Al extender el descontento y la intranquilidad en la sociedad, la inflación genera condiciones favorables para la propaganda subversiva de los sedicentes campeones del bienestar y el progreso. El espectáculo que nos ha ofrecido la escena política de las dos últimas décadas ha sido verdaderamente asombroso. Sin vacilación alguna los gobiernos se han embarcado en una vasta inflación y los economistas oficiales han proclamado que el déficit en los gastos públicos y el manejo “expansionista” de la moneda y el crédito representan el camino más seguro a la prosperidad, el progreso constante y el mejoramiento económico. Pero los propios gobiernos y sus paniaguados han arrojado sobre los hombres de negocios la responsabilidad de las consecuencias inevitables de la inflación. A la vez que ensalzan los altos precios y salarios como si fueran una panacea y elogian a la administración por haber elevado el “ingreso nacional” (por supuesto que expresado en los signos de una moneda depreciada) a un nivel sin precedente, condenaban a la iniciativa particular por cargar precios desaforados y por obtener utilidades exorbitantes. Mientras deliberadamente restringían la producción de los frutos de la agricultura con el objeto de subir los precios, los políticos han tenido la audacia de pretender que el capitalismo es creador de escasez y que si no fuera por las siniestras maquinaciones de los grandes negocios, habría abundancia de todas las cosas. Y millones de votantes se han tragado todo este embuste.

Es necesario comprender que la política económica de los que se llaman progresistas a sí mismos, no puede prescindir de la inflación. Nunca aceptarán una política de moneda sana, porque no pueden hacerla. Tan imposible les resulta abandonar sus políticas de déficit en los gastos públicos como el auxilio que su propaganda anti-capitalista recibe de las consecuencias inevitables de la inflación. Es verdad que hablan de la necesidad de suprimir la inflación. Pero a lo que se refieren no es a poner un término a la política de incrementar la cantidad de dinero en circulación, sino a establecer el control de precios, esto es, a fútiles planes para huir de la difícil situación que inevitablemente sobreviene de las normas de acción que siguen.

La reconstrucción monetaria, incluyendo el abandono de la inflación y el retorno a una moneda sana, no constituye simplemente un problema de técnica financiera, que pueda resolverse sin un cambio en la estructura de la política económica general. No puede haber una moneda estable en un medio que se halla dominado por ideologías hostiles a la conservación de la libertad económica. Dedicados como están a desintegrar la economía de mercado, los partidos imperantes seguramente no darán su consentimiento a las reformas que los privarían de su arma más formidable, o sea de la inflación. La reconstrucción monetaria presupone en primer lugar el repudio total e incondicional de las políticas supuestamente progresistas, que en los Estados Unidos de América se designan con los “slogans” de Nuevo Trato y Justo Trato.

El cálculo económico y el surgimiento del sistema de precios

Los alumnos de Historia del Pensamiento Económico de la UBA leyeron a Ludwig von Mises, “El cálculo económico en el socialismo”y a F. A. von Hayek, “EL uso del conocimiento en la sociedad”. . Va un el comentario de un alumno, y luego preguntas de varios:

Hayek

“El artículo de Ludwig von Mises hace hincapié en los erróneos enfoques del “socialismo”y al fracaso de su proposición en cuanto al cálculo de los medios de producción. Está claro sin más, que no existe mundo donde puedan existir el capitalismo y el socialismo juntos. La historia nos ha enseñado que el capitalismo, mal o bien, nos marca un modo de vida o de pensar. Para la comunidad socialista el órgano de control deber ser unitario y esto no es positivo bajo ninguna esfera. Cada individuo deber ser quien decida a quien confiarle su capital y no que tomen la decisión por nosotros. El comportamiento socialista termina siendo un comportamiento anárquico más que la búsqueda del interés general.”

Aquí van sus preguntas, y las respuestas:

  1. Si el “fin” es el que domina la economía. ¿Cuál es el fin último de ésta?

Respuesta: Ninguno en particular, sólo que las personas alcancen los fines que se planteen.

  1. ¿El sistema de precios siempre nos da información perfecta? ¿Qué sucede con la información imperfecta que hay, por ejemplo, en el mercado de autos usados?

Respuesta: No, nada es perfecto, como dice Hayek, el conocimiento es incompleto y está disperso. Para resolver problemas de información imperfecta se desarrollan “instituciones” como la reputación, las marcas, las garantías, etc.

  1. Muchos modelos económicos tiene como supuesto el conocimiento perfecto por parte de los agentes. ¿Debería eliminarse este supuesto y partirse de un conocimiento imperfecto aunque ello implique que los modelos adquieran una considerable complejidad?

Respuesta: Claro, lo que importa es que el modelo permite entender la realidad.

  1. ¿No se podría decir que muchas veces el conocimiento que brinda el sistema de precios se ve dominado por especulaciones y variaciones en los mismos?

Respuesta: Sí, pero si se equivocan pierden por lo que tienen fuertes incentivos a que esa información sea correcta y al actuar, la revelan.

  1. ¿Es tan natural la creación del sistema de precios, o en verdad es el mismo hombre el que decide crearlo para simplificar el intercambio y así brindar un mejor conocimiento general para los individuos?Respuesta: Nadie pensó en eso, simplemente comenzaron a realizar intercambios. Es decir, no quiere decir que sucedió sin que nadie haga nada, sino que sucedió porque hacían intercambios pero sin que su objetivo fuera crear un “sistema de precios”.

Conferencia de Lorenzetti: derecho a la información y pregunto sobre el papel de los precios

La Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires organizó un almuerzo para profesores, donde habló el presidente de la Corte Suprema, y profesor de la casa, Ricardo Lorenzetti. Expuso sobre el “derecho de información”, en particular con referencia a temas ambientales, pero con conceptos que se extienden a muchas otras áreas.

Lorenzetti

Planteó una diferencia entre el carácter de “bien privado” y “bien público” para la información, concepto que resulta familiar en la economía. Propuso, como ejemplo de información como bien privado, el secreto comercial. Y como ejemplo de “bien público” a todo tipo de información que importante referida a problemas que afectan a la comunidad.

El tema de las ideas y del conocimiento siempre ha sido conflictivo en el análisis económico. Pensemos, por ejemplo, en el caso del secreto comercial. Claramente cumple con la condición de “exclusión” propia de un bien privado: en tanto no lo divulgue, me pertenece y excluyo a los demás de su uso, como la fórmula de Coca Cola. Pero no cumpliría con la de “rivalidad en el consumo” porque esa misma idea la podrían usar dos, tres o miles al mismo tiempo.

El de la información como “bien público” es también un ejemplo muy interesante porque, esa información que se divulga puede excluir al que no paga (por ejemplo, se compra un diario) pero curiosamente se ofrece en forma gratuita por doquier (radio, televisión, web), con el costo, eso sí, de consumir la publicidad que la financia. O sea que la información general es un bien sobre el que se puede o no excluir, y se provee privadamente a través de todo tipo de canales, hoy más que nunca. No se desprende que porque se lo llame “información pública” deba ser provista por el estado porque el mercado falla, todo lo contrario tiene un éxito fenomenal, hoy tenemos más información de la que podemos consumir.

Ahora bien, quise hacer una pregunta a Lorenzetti, pero se cortó la lista antes de que tocara mi turno. No importa, se la hago entonces a mis alumnos. El presidente de la Corte manifestó que, entre otra información importante que se debe conocer, se encuentra aquella sobre los precios.

Creo que fue una clara referencia al tema de la manipulación de los índices, pero mi pregunta se refería a los precios pero en otro sentido. Hemos visto que los precios transmiten información. Y el presidente de la Corte habló de la importancia del “derecho a la información”.

Entonces, pregunto: ¿si los precios transmiten información, el mencionado “derecho” no entra en colisión con una doctrina aceptada por la Corte Suprema, esta es la que otorga poder de policía al estado para controlar e interferir en los precios? Porque, en tal caso, si el estado interfiere en los precios está distorsionando la información que éstos transmiten, y está violando nuestro derecho a la información. ¿Qué opinan?