Una comparación entre el patron-oro y los sistemas de moneda fiduciaria existentes

Mises explica en 1944 el papel que cumpliera el oro metálico, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

“El nacimiento del patrón-oro fue un fenómeno histórico. Como tal, no puede ser enteramente comprendido por medio de factores comúnmente estilizados como racionales. Si las cosas hubieran seguido otro camino, otro bien –por ejemplo, la plata- habría sido universalmente aceptado como el medio común de intercambio. Sin embargo, la preeminencia asignada al oro es un hecho que puede ser alterado, si se puede, solo al costo de un esfuerzo problemático.

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Dicho intento, sin embargo, sería bastante inútil y solo significaría una pérdida de tiempo y trabajo. No hay nada, al menos que hoy se pueda ver, que pueda servir el propósito de un medio común de cambio mejor que el oro. No había nada malo con el patrón-oro. Sus méritos, y no sus inconvenientes, indujeron a los políticos a sabotearlo. Por supuesto, el patrón-oro no es perfecto. Ninguna institución humana lo es. Pero funcionó bastante satisfactoriamente en el pasado. Y no será menos satisfactorio en el futuro, en tanto la gente lo deje funcionar.

Desde el punto de vista de las condiciones económicas locales, la superioridad del patrón-oro reside en la circunstancia de que mantiene al poder adquisitivo de la unidad monetaria libre de la influencia de los partidos políticos y los grupos de presión. La falla de todo sistema de moneda fiduciaria es precisamente ese, que ese patrón se presta a manipulaciones arbitrarias por parte de las cambiantes ideologías y políticas de los partidos políticos. Bajo el dinero fiduciario habrá siempre grupos egoístas que buscarán obtener una ventaja tanto sea por medio de la inflación como de la deflación. El sesgo partidario desorganizará la estructura económica de la sociedad a través de los experimentos monetarios. La historia monetaria, para ponerlo suavemente, no contradice estas afirmaciones.

Si fuera posible descubrir un principio indiscutible que pudiera utilizarse como ley de hierro para la manipulación del poder adquisitivo, sería entonces posible eliminar, al menos en parte, el carácter inherentemente arbitrario de la manipulación del dinero fiduciario. Pero esto es muy ilusorio. Existen diferentes sistemas para el cálculo de índices. Cada uno de ellos tiene sus méritos y sus defectos. No existe un método que pueda obtener el reconocimiento general. Ninguno es aceptado como la correcta y adecuada solución al problema. Y cada método alcanza un resultado diferente. Así, un sistema basado en un índice no puede brindar una base sólida e indiscutible para la manipulación de la moneda. No puede eliminar los distintos juicios arbitrarios en su construcción y así silenciar las voces de numerosos y avaros grupos de interés. Al proponer la aplicación de un índice cuyos resultados proveen en el momento una justificación cuasi-científica de su interés de grupo, cada partido político estará en posición de sostener las doctrinas favorables de algunos economistas y estadísticos, mientras que sus adversarios citarán opiniones contrarias de otros expertos no menos renombrados. No hay forma de liberar a un sistema tabular de la inherente posibilidad de una manipulación partidista y puramente arbitraria.”

“No es cierto que el rígido patrón-oro significaba realmente una continua contracción y caída de los precios. A pesar del enorme crecimiento de la oferta de bienes, la tendencia general de los precios era, bajo el patrón-oro, hacia arriba. Los intentos desafortunados, repetidos una y otra vez, de crear auges artificiales a través de la expansión crediticia, interrumpían esta leve y continua tendencia a la suba con períodos de violentos movimientos al alza. Durante la fase de depresión que inevitablemente seguía el auge artificial, los precios usualmente caían. Pero esto no interfería con la tendencia general a la suba de precios y la caída del poder adquisitivo del oro.”

 

El apartheid hacia las poblaciones indígenas: tienen débiles derechos de propiedad sobre su tierra

Gabriela Calderón es editora de ElCato y asidua columnista en periódicos de Ecuador y la región. Ahora ha publicado un libro con sus mejores columnas con el título “Entre el instinto y la razón” (Paradiso Editores, 2014).

Va uno sobre los problemas de propiedad de los indígenas:

Hernando de Soto, autor del Misterio del capital, fue el año pasado a la selva peruana a recabar información para su próximo libro La Amazonía no es Avatar y se enteró de un árbol de caoba que fue vendido por tres kilos de azúcar (alrededor de 3 dólares). Una pena, indica De Soto, puesto que si el dueño de ese caoba lo hubiese podido vender en Callao (el puerto de Lima) ese árbol hubiese sido comprado hasta por 12.000 dólares. Más frustrante es que en California ese mismo árbol se hubiese vendido en 50.000 dólares.

Ayer se cumplieron 20 años desde el primer levantamiento indígena en Ecuador y lo lamentable es que gran parte de ellos siguen en una situación como la del indígena peruano que vendió un caoba en 3 dólares. Esto en gran parte se debe a políticos oportunistas que prosperan del mito de que los indígenas son como los nativos de Pandora en la película Avatar, mito que De Soto resume así: los indígenas son ricos a su manera; prefieren estar aislados y no necesitan del resto del mundo; no quieren ni propiedades ni negocios; tienen una visión incompatible con la globalización; y además, la degradación ambiental resulta de la entrega de derechos de propiedad.

Las investigaciones del equipo de De Soto en la Amazonía peruana han revelado que 80 por ciento de los indígenas que todavía viven en la selva no quieren que sus hijos sigan viviendo en comunidades aisladas. 7 de cada 10 indígenas peruanos son pobres y 5 de cada 10 viven en pobreza extrema, siendo la expectativa de vida en las áreas indígenas 20 años menor que en el resto del país. En esas áreas, además, la mortalidad infantil es el doble, 50% de los niños indígenas sufren de malnutrición y 40% de anemia. En casi todas las comunidades se han encontrado mapas, leyes comunales y certificados de posesión emitidos por ellos sobre casas, tierras, áreas de caza y de transacciones comerciales por lo que los indígenas sí parecen querer hacer negocios. La degradación ambiental principalmente se encuentra en zonas sin derechos de propiedad sólidos.

De Soto asevera que las comunidades indígenas no controlan sus territorios a pesar de la titularización de tierras por parte del Estado peruano. Por ejemplo, el Estado peruano en lugar de crear una sola ley para los indígenas de la Amazonía, ha creado alrededor de 5.000 sistemas legales soberanos que no están estandarizados.

“Al no compartir los mismos estándares con otras comunidades, ni con el resto de Perú o del mundo, ellos viven en una especie de apartheid económico estéril”, dice De Soto. Sospecho que la situación de los indígenas en la sierra rural y en la Amazonía ecuatoriana se encuentran en un apartheid similar.

Un apartheid que desde hace mucho tiempo los movimientos indígenas deberían haber demandado que se elimine. En cambio, ayer se cumplieron 20 años de dirigentes políticos que, a nombre de los indígenas, suelen pedir dádivas al Estado. 20 años que nunca se les ocurrió pedirle al Estado derechos de propiedad sólidos para los que dicen representar, incluso sobre los recursos que están en el subsuelo de sus tierras.

 

Discriminar tiene un costo, pero también resulta que la diversidad aumenta los beneficios

Hay muchos argumentos en contra de la discriminación, tanto sea de sexo como de raza, y también muchas propuestas para regular o compensar las diferencias de trato que se encuentran en la sociedad. Desde el punto de vista económico, la visión ha sido que discriminar tiene un costo ya que se termina contratando gente, por ejemplo, no en base a su potencial rendimiento sino en virtud de causas (sexo, raza) que no tienen que ver con ello.

Ahora, un estudio de la consultora McKinsey sostiene algo más: no solamente hay un costo, sino que la diversidad genera mayores ganancias. No extraña entonces que nos encontremos cada vez más con empresas diversificadas, que se parecen más a una reunión de un organismo internacional que otra cosa. Aquí el estudio: http://www.mckinsey.com/Insights/Organization/Why_diversity_matters?cid=other-eml-alt-mip-mck-oth-1501

La investigación responde a esta pregunta: ¿Cuál es la posibilidad de que las empresas que se encuentran en el 25% de mayor diversidad tengan mejores resultados que las que están en el 25% con menos diversidad?

Respuesta: 15% en cuanto a la diversidad de género, y 35% en cuanto a la diversidad étnica.

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Comenta el informe:

“Si bien correlación no es igual a causación (mayor diversidad de género y étnica en el liderazgo corporativo no se traslada automáticamente en mayores ganancias), la correlación indica que cuando las empresas se comprometen a una mayor diversidad en su liderazgo, son más exitosas. Las empresas más diversificadas, creemos, pueden captar mejor a los mejores talentos y mejorar su orientación hacia los clientes, la satisfacción de los empleados y la toma de decisiones, y todo ello lleva a un círculo virtuoso de mayores retornos. Esto, a su vez, sugiere que otras clases de diversidad –por ejemplo en edad, orientación sexual y experiencia (tales como una mentalidad global y apertura cultural)-, también es probable que brinden una mayor nivel de ventaja competitiva para atraer y retener esos talentos diversos.”

Si el Papa Francisco va a reformar la Curia, le serviría leer «Public Choice» sobre la burocracia

El Papa Francisco no es solamente el padre de la Iglesia, de todos los católicos, sino que le toca también ser jefe de un gobierno. Como tal, se ha encontrado con los problemas que plantea toda burocracia, un tema seriamente analizado ya por la Escuela de “Public Choice”. William F. Shughart II es Director de Investigaciones del Independen Institute y profesor de Public Choice en Utah State University. Esto escribe sobre el tema: http://www.independent.org/newsroom/article.asp?id=5287

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“Hace unas semanas, justo antes de Navidad, el Papa Francisco presentó a los miembros de la curia romana –el gobierno central, por así decirlo, de la Iglesia Católica- un análisis de las formas en las que la “debilidad, mal funcionamiento y falta de conducta” han infectado a la santa organización. Su diagnóstico, detallado en un comunicado de prensa del 22 de Diciembre, sugiere que el Papa no intuyó que sentarse en la silla de San Pedro lo involucraría de inmediato en un curso de Public Choice sobre burocracia.

Las burocracias son organizaciones que no viven o mueren por su desempeño en un mercado competitivo. Pero esto no significa que quienes forman parte de ellas, ya sean religiosos o no, no estén motivados por su propio interés. Como cualquiera que haya solicitado una nueva licencia de conductor, visitado un correo, solicitado un permiso de construcción, completado un formulario de impuestos o registrado a un hijo en una escuela pública sabe, la visión ‘progresista’ de un servicio civil profesional ha resultado en empleados que están sujetos a reglas, dudan en tomar decisiones o asumir responsabilidades, y resisten adoptar innovaciones que ahorrarían tiempo y dinero.

No debería sorprender que el mundo pontificio funciona en forma similar. La Iglesia Católica ha sido descripta como la primera corporación multinacional. El Papa Francisco supervisa una serie de organizaciones –congregaciones, tribunales, consejos, sínodos de obispos- cada uno de los cuales cumple con funciones administrativas o servicios diferentes. En vista a toda esta complejidad (y la ausencia de señales de mercado), ¿cómo deberían tomarse decisiones sobre el uso de los recursos del Vaticano?

Los académicos de Public Choice han dado respuesta a esta pregunta. Por ejemplo, Gordon Tullock, quien fuera profesor de George Mason University, enfatizó la importancia que los burócratas dan a obtener el favor de sus supervisores. Ellos mantienen sus empleos (y son promovidos) haciendo que sus jefes se vean bien. William Niskanen, otro pionero en este tema, subrayó el deseo del burócrata de maximizar el tamaño y presupuesto de su agencia. Como es difícil medir si el burócrata efectivamente alcanza sus objetivos, en especial cuando se refieren a la caridad y la educación, la tendencia es a enfocarse en lo que sí se ve –el número de ‘clientes’ que reciben beneficios o el presupuesto necesario para atenderlos.

Ambos enfoques se resumen en la idea que el objetivo primario de cualquier burócrata es la supervivencia. La crítica del Papa Francisco sugiere que este instinto es obvio aun dentro de la curia. La primera crítica en la lista del Papa Francisco fue “la debilidad de considerarse uno inmoral, inmune o indispensable’. El pontífice es astuto observando esta conducta, pero erra en el diagnóstico como una debilidad. El deseo de sobrevivir está en el corazón de cualquier organismo saludable. El animal que no come no durará mucho, y el burócrata que no puede convencer a sus superiores de que los servicios de su agencia son ‘indispensables’ desaparecerá bien rápido. El objetivo de sobrevivir lleva a otra debilidad señalada por el Papa, ‘la debilidad de deificar a los líderes…, con la esperanza de recibir su benevolencia’.

Francisco también señaló una ‘enfermedad de Alzheimer espiritual, o más bien un olvido de la historia de salvación, o la historia personal del Señor, del ‘primer amor’. El ‘Alzheimer espiritual’ suena como la acumulación de funciones, un efecto colateral predecible del instinto de supervivencia. Ocurre cuando unidades burocráticas asumen responsabilidades adicionales para asegurar su continua relevancia y financiamiento.

‘La enfermedad de la excesiva planificación y funcionalismo’, otra de las mencionadas por Francisco, es otra consecuencia predecible del instinto de supervivencia burocrático. En las organizaciones jerárquicas, la implementación de planes requiere a menudo el apoyo de superiores (quienes requieren el apoyo de sus superiores). Esta clase de razonamiento lleva rápidamente a una actitud reconocida por Adam Smith, padre de la economía moderna, como una característica del ‘hombre del sistema…. que parece imaginar que puede ordenar a los distintos miembros de la gran sociedad con la facilidad con que una mano mueve las piezas de ajedrez en el tablero’.

Dado que la mayoría de la curia parece haber adoptado esta mentalidad, no sorprende que el Papa Francisco encuentre frustrantes a sus colegas. Tal vez su mensaje es menos una condena de la curia que una lección sobre los peligros y limitaciones de una organización burocrática.

El Papa Francisco es producto del clima político sudamericano afectado por la ‘teología de la liberación’. Es feliz al poner autoridad en manos burocráticas para promover causas política, incluyendo esfuerzos con el ‘cambio climático’ y la ‘desigualdad de ingresos’, que son apreciados por la izquierda. Sin embargo, si es serio respecto a la reforma de la curia, como parece serlo, podría utilizar más de la literatura de Public Choice sobre la burocracia y el proceso político en general.”

 

 

 

 

 

 

 

 

Suecia, modelo de Estado Benefactor, pero, ¿cuál?, ha cambiado mucho desde los 90s

En el debate sobre la “justicia social”, muchos tienen como ejemplo a los países nórdicos y, en especial, a Suecia. Sin embargo, tienen en mente una Suecia que no existe ya, que cambió mucho a partir de los años 90. Así lo explica Mauricio Rojas, profesor adjunto de Historia en la Universidad de Lund, quien fuera parlamentario por el Partido Liberal de Suecia desde 2002 hasta 2008 (dado el nombre poco sueco, Mauricio es de origen chileno, lo cual muestra también el grado de apertura mental que tiene ese país), en una publicación del Instituto Cato: http://www.elcato.org/crisis-europea-y-el-modelo-del-estado-de-bienestar-lecciones-de-un-modelo-evitar

“Suecia experimentó, a partir de los años 60, un crecimiento sin precedentes de su sector público. En apenas dos décadas, entre 1960 y 1980, el gasto público se duplicó, pasando del 30% del PIB al 60%. A su vez, el empleo público casi se triplicó y la carga tributaria pasó del 28 al 46% del PIB. El impuesto marginal para las rentas más altas llegó en 1979 al 87%, para estabilizarse en los años 80 en torno al 85%. Al mismo tiempo, aumentaban los subsidios de todo tipo, llegándose a situaciones donde trabajar podía implicar un detrimento económico. Este desarrollo tuvo una serie de consecuencias inevitables, particularmente manifestadas en un fuerte deterioro del incentivo a trabajar y al emprendimiento. Sin embargo, lo más sensible de este desarrollo fue la vulnerabilidad creciente de un sistema fiscal que hacía promesas cada vez más generosas a su población basado en aquello que en sueco se llama glädjekalkyl, es decir, “cálculos alegres”, basados en la premisa de que los buenos tiempos y el pleno empleo durarían eternamente. Esto creó una dinámica populista, donde gobernantes y gobernados se dejaban llevar por el sendero de las promesas fáciles, creando una ilusión de seguridad frente a la indefensión o la falta de trabajo que solo podía ser mantenida mientras las situaciones de indefensión o carencia laboral fuesen excepcionales.”

“En Suecia la ilusión populista se quebró dramáticamente a comienzos de los 90, cuando el pleno empleo, que había durado casi cinco décadas, se transformó en un alto nivel de desempleo. Este cambio fue producto, como acostumbra a ser en estos casos, de una recesión internacional que puso en evidencia las debilidades acumuladas de las viejas industrias suecas de exportación ante la presencia de nuevos competidores. Esto desencadenó un brusco aumento de la cesantía — que pasó del 2 al 12% en tres años— que llevó el gasto público a sobrepasar el 70% del PIB en 1973 mientras la recaudación fiscal caía. Ello puso en evidencia el bluff del Estado de bienestar: sus promesas de seguridad frente a eventuales situaciones de carencia o indefensión no pudieron cumplirse justamente cuando más se necesitaban. La seguridad prometida se esfumó cuando el exceso de gasto dio origen a un insostenible déficit fiscal que llegó a superar el 10% del PIB conduciendo a la caída estrepitosa del viejo y tan afamado “modelo sueco”.

A partir de entonces se abre un notable proceso de reducción del tamaño del Estado, desregulación, cooperación público-privada y privatización que ha transformado a Suecia en la economía de la UE-15 que mejor ha resistido a los problemas actuales. Así, el país que encabezó la marcha hacia la debacle del Estado de bienestar tradicional encabeza hoy el camino hacia su modernización, disminuyendo su tamaño y con ello su vulnerabilidad, rompiendo los monopolios públicos a través de la libertad de empresa y de elección ciudadana, limitando y condicionando los subsidios de todo tipo, y tratando de restablecer, mediante rebajas tributarias, los incentivos al trabajo y al emprendimiento.

Crisis de alguna manera parecidas, si bien menos severas, a la de Suecia afectaron a Alemania, Dinamarca, Finlandia u Holanda, obligando a estos países a moderar y hacer algo más dinámicos sus grandes Estados así como a alivianar su carga regulatoria (especialmente en lo referente al mercado de trabajo) y tributaria. No fueron en sí mismas reformas de suficiente calado como para poder revertir las tendencias al estancamiento anteriormente señaladas, pero les han permitido a estas sociedades enfrentar la actual situación de crisis en condiciones mucho mejores que las del sur de Europa.”

 

Como el «auto argentino» Ecuador no se queda atrás: Andino, el auto divino, que te deja a medio camino

Todo gobierno estatista tiene el sueño del auto propio. Increíble historia sobre el “auto ecuatoriano”. Gabriela Calderón es editora de ElCato y asidua columnista en periódicos de Ecuador y la región. Ahora ha publicado un libro con sus mejores columnas con el título “Entre el instinto y la razón” (Paradiso Editores, 2014).

Auto Andino

“El proteccionismo cuesta porque destruye la división internacional del trabajo. Nos devuelve a la precaria situación de Robinson Crusoe que vivía en una absoluta autarquía económica, con su inherente pobreza.

Recientemente, el subsecretario de Industrias Intermedias, Diego Egas, anunció que en el 2014 el Gobierno busca sustituir $ 120 millones en importaciones de partes para autos con producción nacional. Según Egas, solo el 17% de los componentes de los vehículos ensamblados es fabricado en el país. Esto es así a pesar de que la industria automotriz lleva décadas siendo protegida y privando a los consumidores ecuatorianos de autos más asequibles. Egas agregó que se espera reducir $ 2.000 millones en importaciones de componentes para autos en el 2017 y que para el 2018 se espera tener un carro armado con 100% de partes nacionales, que se podría llamar “el montubio”. No importa que lo del primer auto ecuatoriano se intentó y fracasó durante la dictadura de Rodríguez Lara, ¿recuerdan el Andino?

Probablemente se lo recuerda más por ser parte de un sinnúmero de bromas que por su utilidad y popularidad entre los consumidores ecuatorianos (“Andino, el auto divino, que te deja a medio camino”). En enero del 2012, diario La Hora encontró el primer ejemplar del Andino, cuyo dueño, Antonio Ricaurte, conserva como “una… pieza de museo” y cuenta que lo “salvó” de acabar en una chatarrería tras un remate público en 1976. Y eso que la mayoría de sus componentes eran importados, imagínense lo que habría sido si hubiesen pretendido fabricar el 100% de sus componentes, que es lo que se propone el Gobierno ahora con el “montubio”.

También se reportó hace pocos días en este diario los problemas que están teniendo las jugueterías grandes del país para sustituir el 25% de sus importaciones con juguetes nacionales. Lo de imponer “lo nuestro” en las jugueterías puede resultar en una oferta nacional que difícilmente logre ganarse el favor de los más pequeños, considerando que seguirán disponibles los juguetes importados –aunque tal vez a un precio mayor y con menor variedad–.

El proteccionismo cuesta porque destruye la división internacional del trabajo. Nos devuelve a la precaria situación de Robinson Crusoe que vivía en una absoluta autarquía económica, con su inherente pobreza. Por supuesto que Islandia podría producir banano, pero tendría que utilizar invernaderos y saldría de ahí tal vez el banano más caro del mundo. Pero es precisamente la realización de que más barato sale importar ciertos productos que producirlos uno mismo lo que nos lleva de manera espontánea a participar de la cooperación social internacional que es el libre comercio.

Quienes buscan lograr un carro hecho con componentes 100% nacionales ignoran la realidad de un mundo globalizado. No se trata de dudar de que los ecuatorianos seamos capaces de crear un auto de calidad internacional, puede ser que sí, en realidad no lo sé, ni creo que las autoridades que formulan la política industrial puedan saberlo. Se trata de qué tan caro saldría ese carro y si los recursos destinados a construirlo no fuesen mejor destinados a otro propósito. Tampoco se trata de que los niños se dediquen a jugar exclusivamente con juguetes importados, es más bien una cuestión de justicia y libertad: ¿por qué el Estado ha de utilizar los recursos de todos para subsidiar empresas particulares y restringir las opciones disponibles a los niños?

 

En el Super Bowl del gasto público y la deuda, los «Políticos» le ganan a los «Contribuyentes»

Los norteamericanos dan mucha importancia al discurso presidencial durante la inauguración de las sesiones anuales del Congreso. Este discurso se ha dado en llamar “Estado de la Unión”, donde el presidente evalúa la situación y perspectivas del país. John Goodman analiza ese discurso para el Independent Institute: http://www.independent.org/newsroom/article.asp?id=5284

Casa Blanca

Algunos párrafos:

‘La sombra de la crisis ha pasado’, nos dijo el presidente Obama el martes por la noche. ‘El Estado de la Unión es sólido’, agregó. Pero, ¿lo es realmente?

Si usted hubiera acumulado una deuda más de 20 veces el monto de su ingreso familiar, ¿diría que sus finanzas domésticas están en buena forma? Bueno, ahí es donde se encuentra este país. En casi una docena de programas sociales (‘entitlements’: se refiere a programas en los cuales se genera un derecho a recibir un beneficio), hemos hecho promesas que no hemos podido pagar. En el proceso, estamos dejando una enorme carga financiera a nuestros hijos y nietos.

¿Y qué es lo que el presidente propuso hacer con este problema? Básicamente dejarlo como está y agregarle algo más. Como comentó David Jackson: “Citando el legado de los programas de Seguridad Social, Medicare y ayuda universitaria, Obama le dijo al Congreso controlado por Republicanos que ‘la economía de la clase media funciona’ y ‘estas políticas continuarán funcionando en tanto la política no se entrometa con ellas’.

La nueva oferta incluye:

… nuevos créditos fiscales para el cuidado de la infancia, y programas para incluir dos años gratuitos en las universidades, bajas tasas de interés en los seguros hipotecarios y nuevos requerimientos para las licencias por enfermedad.

Básicamente, hay dos tipos de deuda –la que usted escucha mencionar y la que no. La primera es deuda nacional en poder del público en la forma de bonos gubernamentales. El último número de esta es algo mayor a los $13 billones. La segunda es la diferencia entre promesas realizadas a largo plazo –para pensiones, gastos de salud e incapacidad- y el ingreso que esperamos para financiar esas promesas en la forma de impuestos, primas, etc. Este segundo tipo de deuda es enorme. El economista de Boston University, Laurence Kotlikoff la estima es unos asombrosos $210 billones. Escribe Kotlikoff:

‘La brecha fiscal –la diferencia entre las obligaciones financieras proyectadas de nuestro gobierno y el valor presente de todos los ingresos fiscales previstos- es, efectivamente, nuestra tarjeta de crédito nacional. Eliminarla requeriría un aumento inmediato y permanente del 59% en los impuestos nacionales. También podría ser un recorte permanente del 38% en el gasto público. Cuanto más esperemos, mayor será el problema. Si, por ejemplo, no hacemos nada por 20 años, el aumento de los impuestos nacionales llegaría al 70%, o el recorte de gastos requerido al 43%.’

Además, para resolver el problema fiscal, el aumento del 59% en impuestos debería colocarse en un banco e invertirse –no gastarse en otras cosas como el subsidio a los estudios universitarios- hasta el día en que lleguen las cuentas. Esto demandaría un nivel de disciplina que ningún presidente o Congreso antes a podido lograr.”