Provisión privada de bienes Públicos: juegos repetidos, economía experimental y sicología evolutiva

El Capítulo 6 del libro El Foro y el Bazar, considera los aportes teóricos que puedan sustentar la provisión privada de bienes públicos a partir de conductas cooperativas. En particular, analiza los aportes de la teoría de los juegos, la economía experimental y la sicologia evolutiva:

 La principal dificultad para lograr la provisión voluntaria de bienes públicos es el incentivo que el individuo tiene para ser free rider del esfuerzo de los demás; es decir, usuario gratuito de las contribuciones de otros. En la teoría de los juegos esa figura es modelada como la persona que traiciona, en lugar de cooperar en el dilema del prisionero. La conclusión de esto es que no podríamos esperar que los individuos cooperen voluntariamente.

El análisis de tales incentivos es correcto. Sin embargo, esto ocurre en tanto en cuanto nos encontramos en una situación de un juego único, de una sola jugada, ya que, en cuanto incorporamos la posibilidad de múltiples jugadas, el incentivo sirve para cooperar en lugar de traicionar. El contacto y la interrelación constante fomentan la cooperación. Este incentivo podría desaparecer si se conoce el momento en que el juego terminará, pero en la vida en sociedad la mayor parte de los juegos son continuos y no sabemos cuándo terminarán. Tomemos el caso de una relación laboral: las dos partes se encuentran en una relación continua, un contrato según el cual una parte ofrece su trabajo y el otro una paga determinada —en términos tan sencillos que no reflejan la complejidad de este intercambio—. Las dos partes saben también que esa relación puede terminarse en cualquier momento, por miles de circunstancias diversas. Pero no saben la fecha cierta de ese fin y mientras no lo sepan, el incentivo a cooperar se mantiene.

La economía experimental cuestiona el supuesto del individuo racional y maximizador de ingresos y prefiere verificar las conclusiones de la teoría de los juegos con gente de carne y hueso. Para ello diseña experimentos, como los del dictador o del ultimátum, en los cuales busca verificar esas conductas. Las respuestas son muy interesantes y contundentes: los individuos, incluso los estudiantes de economía, no se comportan de esa forma y muestran conductas de cooperación en porcentajes elevados. Esto abre el campo para analizar un individuo más complejo en sus conductas; permite considerar la posibilidad de cooperación voluntaria y también comprender las instancias de provisión de bienes públicos que veremos en el capítulo siguiente.

La psicología evolutiva aporta como conclusiones que esos incentivos a cooperar forman parte de nuestra estructura mental, desarrollada en largos procesos evolutivos. Es decir: venimos con un software que permite y estimula la cooperación, aunque no estemos determinados por ello para hacerlo.

Salud pública: de la provision de un ‘bien público’, a la imposición de una agenda política (I)

En la revista Regulation, del Cato Insitute, Pierre Lemieux escribe un muy interesante artículo sobre la “salud pública” y cómo ha cambiado, desde un comienzo en el cual supuestamente proveía solamente ‘bienes públicos’, a una agenda política que busca imponer ciertas preferencias a la gente. El artículo original, aquí: http://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/regulation/2015/9/regulation-v38n3-4.pdf

Van algunos párrafos:

Los peligros de la ‘Salud pública’

Pierre Lemieux

Pierre Lemieux es economista afiliado con el Departamento de Ciencias de la gestión de la Université du Québec en Outaouais. Su último libro es «¿Quien necesita puestos de trabajo? Difusión de la pobreza o aumentar el bienestar «(Palgrave Macmillan, 2014).

“Hasta finales de siglo XIX, la salud pública era en gran medida con lo que los economistas llaman «bienes públicos». Un bien público es algo cuyo consumo es no rival (el consumo por un individuo no reduce el consumo de otro) y no excluyente (ningún consumidor, incluyendo free riders, puede ser excluido). La defensa nacional es el ejemplo más común: es difícil para un ejército proteger sólo algunas casas que pagan un «cargo en la defensa privado. Del mismo modo, el saneamiento básico y control de las epidemias de enfermedades infecciosas o la resistencia a los antibióticos pueden ser ejemplos de bienes públicos porque beneficia la salud de todo el mundo una vez que están disponibles.

La salud pública, sin embargo, ha sido tentada siempre por corrientes autoritarias. En el XIX y principios del siglo XX, la «higiene pública» se convirtió en «higiene racial» e «higiene social». Un desarrollo paralelo fue el movimiento eugenésico, que tuvo como objetivo evitar que nacieran personas que se consideraban «no aptas» de aprobar por sus defectos genéticos y a veces simplemente eliminando esas personas en conjunto.

En América, salud pública y eugenesia florecieron durante la Era progresista. Aunque los dos movimientos no eran idénticos, tenían muchas similitudes y había compartido promotores. El fundador de la U.S. Food and Drug Administration, Harvey Wiley, figuraba entre los partidarios de un cirujano de Chicago que, en la última década de 1910, «permitió o aceleró la muerte de al menos seis niños que diagnosticó como eugénicamente defectuosos,» según el historiador de la Universidad de Michigan Martin Pernick. La decisión de la Corte Suprema de Justicia de 1927 sosteniendo la involuntaria esterilización eugenésica invocó un caso de la vacunación obligatoria de 1905. Justicia Oliver Wendell Holmes explicó, «el principio que sustenta la vacunación obligatoria es lo suficientemente amplio como para cubrir el corte de las trompas del Falopio.»

Lo que antes era una preocupación por los bienes públicos se ha transformado en una cruzada social con una agenda política.

En 1920, Charles Edward Amory Winslow, profesor de salud pública de la Universidad de Yale, definió la salud como «el desarrollo de la maquinaria social para asegurar a todos un nivel de vida adecuado para el mantenimiento de la salud». En su Constitución de 1946, la Organización Mundial de la salud (OMS) declaró, «salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».

El profesor de la Universidad de Illinois en Chicago Bernard Turnock, autor de un libro de texto actual en salud pública, reconoce «el amplio y creciente alcance del campo». El dominio tradicional de interés de salud pública incluye biología, medio ambiente, estilo de vida y organización de servicios de salud», escribe. La última versión de la enciclopedia de Stanford de la filosofía abre su artículo sobre la salud pública mediante la identificación de agencias de salud pública federal, incluyendo el centro para el Control de las enfermedades y la FDA, así como la Agencia de protección ambiental y la «Agencia de protección de consumidores» (los autores probablemente significan la Comisión de seguridad de productos de consumo o Buró de protección de la Comisión Federal de comercio del consumidor).

Salud pública abarca ahora las enfermedades no transmisibles y «epidemias de estilo de vida,» como el uso de tabaco y alcohol, así como la obesidad, cuestiones que están muy lejos del interés público. También se encuentran muchas condiciones o formas de comportamiento, como montar en moto, coche, posesión de armas de fuego, participar en «abuso de sustancias,» tener acceso imperfecto a la atención médica, ser pobre y así sucesivamente. Salud pública significa atención a  la salud y todo lo que está relacionado con la salud.

Por otra parte, «justicia social» se ha convertido en una característica esencial de salud pública: «Justicia Social», escribe Turnock, «es la base de  la salud pública».

Soluciones voluntarias para problemas de externalidades y bienes públicos: el caso de La Cava

Con los alumnos de Economía e Instituciones, en OMMA Madrid, vemos ahora las posibles soluciones voluntarias a problemas de externalidades o bienes públicos, en el Capítulo 8 del libro El Foro y el Bazar. Allí presento un ejemplo basado en una investigación que realizáramos con Marcos Hidding Ohlson en el barrio de La Cava, San Isidro.

En presencia de costos de transacción, las negociaciones sobre los efectos de externalidades negativas son costosas y las soluciones voluntarias pueden fracasar. Esto ha llevado a muchos economistas a descartar este tipo de soluciones analizando estas situaciones como un observador externo que evalúa cuán elevados estos costos son.

Sin embargo, para los economistas austríacos los costos son subjetivos también e inherentes al individuo actuante. La valoración se hace evidente solamente como “preferencia revelada” en la acción. Por lo tanto, no es mucho lo que un observador externo puede decir excepto que si la transacción se ha realizado debe asumirse que las partes pensaron que “llevaría a un incremento en el valor de la producción”, y si no, que los costos subjetivos eran superiores a los beneficios subjetivos.

En un estudio de campo realizado en un barrio informal de los suburbios de Buenos Aires donde no existe una definición formal de derechos de propiedad en las viviendas, encontramos una gran número de soluciones informales (Hidding Ohlson & Krause, 2010).

San Isidro es una localidad a 30 kilómetros al norte del lugar donde fuera fundada la ciudad de Buenos Aires, una zona límite entre las áreas ocupadas, o más bien, transitadas por las tribus Guaraníes y Querandíes. Juan de Garay, su fundador, distribuyó parcelas en la costa norte del Río de la Plata entre sus hombres, hasta un poco más allá de San Isidro. Sólo dos siglos después comenzó a crecer un pequeño pueblo con ese nombre, el del santo patrono de Madrid, que completara su desarrollo gracias a la inmigración que se originara con el despegue económico de Argentina en la segunda mitad del siglo XIX.

Las extensas propiedades fueron parceladas y originaron un centro urbano, por un lado, y unos barrios residenciales con parcelas mayores y casas llamado Lomas de San Isidro. La Cava es un barrio informal, creado principalmente sobre tierras públicas, vecino al barrio residencial. En 1946 la empresa estatal de agua, Obras Sanitarias, solicitó este terreno al gobierno para utilizar su tierra roja como filtro de agua y para la fabricación de ladrillos, generando un pozo o “cava”, que le diera su nombre. La excavación llegó pronto hasta la napa de agua y el proyecto fue abandonado. El pozo fue rellenado parcialmente y comenzó a ser ocupado. Diferentes censos estiman la ocupación entre 1700 y 2100 viviendas y entre 8 y 11 mil habitantes, aunque alcanzó un número superior en el pasado.

En La Cava, solamente el 16% de los encuestados manifestó poseer un título de propiedad sobre su vivienda. Entre los restantes, el 17% dijo poseer un documento informal, consistente usualmente en una factura informal de compra/venta. En total, el 84% dijo no tener documentación formal. En promedio han habitado en la misma casa por 15 años, lo que muestra una baja rotación. Cuando se les preguntó cómo obtuvieron la vivienda, el 37% dijo haberla comprado mientras que el 26% la construyó. En muchos casos, crecieron como anexos de la casa de familia; el 6% dijo haber recibido la vivienda del gobierno.

Preguntamos a los habitantes de La Cava cómo resolvían los problemas que pudieran tener con vecinos cuando había algún conflicto relacionado con la coexistencia, tal como externalidades negativas. Por ejemplo, ¿qué sucede si un vecino escucha música a un volumen muy alto, o emite humos y olores desagradables? ¿Qué sucedía si existían problemas en cuanto a la delimitación de las viviendas o límites poco claros entre una y otra, o se construía un segundo piso bloqueando la luz o dañando la propiedad vecina? Las casas son precarias, pequeñas y muy contiguas y estas posibilidades son reales.

Confirmando las conclusiones desde una interpretación subjetiva del Teorema de Coase, el 76% manifestó que resolvían estos problemas hablando con el vecino. Preferían no tener intermediarios, ni del barrio ni de fuera de él, y buscaban evitar la violencia. Sólo en casos extremos acudían a ella, conscientes de que no pueden acudir a la justicia y que nunca se sabe cuando termina. Además, cuando la gente vive tan cerca entre sí, mantener una buena relación con los vecinos es un activo importante. Los casos que no se resuelven  se relacionan con la naturaleza, usualmente violenta, del  vecino, por lo que en esos casos prefieren asumir el costo de la externalidad antes que intentar una solución negociada.

Más bienes públicos provistos voluntariamente: desde información para navegantes hasta corsarios

Con los alumnos de la materia Economía e Instituciones de OMMA-Madrid vemos distintas “Soluciones Institucionales” a los problemas de acción colectiva que plantea la provisión de bienes denominados “públicos”. Allí presento el caso de los faros analizado por Coase y también su provisión totalmente voluntaria en el Río de la Plata. Pero no son los únicos ejemplos. Van otros:

Larry Sechrest (2004) amplía el análisis de Coase, encontrando otra serie de ejemplos en la historia marítima. La vida en el mar antes de los vapores, la radio y el radar era muy similar a la vida en las “fronteras”, donde los “servicios” públicos eran raros o inexistentes y su provisión quedaba en manos de particulares. Uno de los ejemplos que presenta es la historia de los corsarios, que bien podrían ser definidos como emprendedores que proveían servicios de defensa (y de ataque, en verdad), motivados por ganancias, una práctica que persistió durante setecientos años. Esta figura se originó en la restitución por una pérdida ocasionada a un ciudadano por otro de otro país. Este solicitaba y recibía una autorización para capturar barcos de la otra bandera. La primera fue otorgada en Toscana en el siglo XII y en Inglaterra en 1243. Hubo guerras en las que participaron de corsarios. En la de Independencia de Estados Unidos los ingleses comisionaron unos setecientos y los independentistas unos ochocientos.

Corsarios

El autor también presenta la historia de la provisión de información para los navegantes, que en el caso de los Estados Unidos fue elaborada y publicada por Nathaniel Bowdicht en el famoso libro American Practical Navigator, una edición muy completa de lo que hoy son las “cartas de navegación”, publicadas por las autoridades costeras de distintos países. Algo similar podría decirse de la información sobre los barcos y el famoso Lloyd’s Register, con información detallada sobre cada barco, completada luego para los barcos norteamericanos por el American and Foreign Shipping, y para el resto de los barcos europeos por el Bureau Veritas. En la práctica, lo que habían establecido era un sistema global de monitoreo a través de 1,500 agentes en puertos de todo el mundo. De ese modo rastreaban el paradero de cada barco y publicaban la información en el Lloyd’s List, el registro más completo de información sobre movimiento de barcos en el mundo.

Adicionalmente se desarrollaron en el ámbito marítimo una serie de normas y costumbres para facilitar la comunicación entre barcos, la información sobre sus paraderos y la ayuda entre ellos, en las que no intervino ningún organismo gubernamental o internacional. Según la teoría de Samuelson, ninguno de estos servicios hubiera sido provisto en cantidad suficiente debido a la existencia de free riders o “colados” del esfuerzo ajeno. Sin embargo, la historia muestra que no es así; que hubo faros y muchos más servicios marítimos provistos voluntariamente. Así que la provisión estatal de servicios públicos ha de buscar otra luz que los guíe, si es que la hay.

 

Reservas naturales: otro caso de provision privada de un «bien público». ¿No es que no era posible?

Justo cuando estamos viendo con las alumnos de Derecho en la UBA el tema de los “bienes públicos” y si la única alternativa es su provisión pública, se publica este muy interesante editorial en La Nación sobre las reservas naturales privadas: http://www.lanacion.com.ar/1789280-la-importancia-de-las-reservas-naturales-privadas

La teoría predominante sostiene que, dada la imposibilidad de excluir a quienes no pagan, tendríamos al incentivo a ser usuarios gratuitos, o ‘free riders’, por lo que ningún particular estaría interesado en proveer estos bienes. Por otro lado, como el consumo de unos no reduce el posible consumo de otros, no tendría tampoco sentido excluir a nadie. La initiciativa privada no estaría interesada en este tipo de bienes.

El editorial comenta una iniciativa de la Fundación Vida Silvestre “cuya idea central es articular e impulsar este movimiento en el país en conjunto con propietarios de reservas y organizaciones de la sociedad civil que trabajan en esta temática” y destaca que esta institución ha creado la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas: http://reservasprivadas.org.ar/

reserva natural

“Vida Silvestre junto con Asociación Aves Argentinas, Asociación Conservación Argentina, Asociación Conservación Patagónica, Asociación Protágonos – Ecología Humana, Fundación BIORed, Fundación para la Conservación y Estudio de la Biodiversidad, Fundación Ecologista Verde, Fundación Hábitat & Desarrollo, Fundación de Historia Natural Félix de Azara, Fundación Huellas para un Futuro, Fundación Naturaleza para el Futuro, Fundación Patagonia Natural, Fundación Proyungas, Fundación Temaikèn, The Nature Conservancy y Fundación Yuchán llevan adelante la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas, que cuenta ya con 60 reservas integrantes distribuidas en 15 provincias del país. Entre todos sus miembros está trabajando para proteger más de 188.000 hectáreas de propiedad privada de la Argentina.”

¿Qué es una Reserva Natural Privada? Así lo explica la Red en su página web:

“Un área protegida privada o una reserva natural privada es una porción de terreno de cualquier superficie de propiedad privada, manejada para la conservación de la biodiversidad y/o el uso sustentable de sus valores naturales.

Puede ser de propiedad de, y estar gestionada por, personas físicas, familias, empresas, clubes, universidades, cooperativas u organizaciones de la sociedad civil. A su vez, puede contar o no con reconocimiento formal del gobierno.

Las reservas naturales privadas nacen del interés y la voluntad de sus propietarios por proteger los recursos naturales que albergan sus tierras. Son una herramienta de gran potencial para complementar la superficie protegida por el Estado, que en la Argentina, actualmente alcanza solo el 7,7% de la superficie continental. También pueden generar importantes aportes a una estrategia nacional o regional de desarrollo sustentable.”

¿Por qué harían esto los propietarios si tan sólo les interesara obtener la mayor rentabilidad de su recurso? Es que como la gente ahora valora la naturaleza de una forma en que no lo hacía antes, muy probablemente porque tenía otras necesidades más imperiosas para satisfacer, el “mercado” reacciona ante ese cambio y ofrece a los consumidores lo que estos están dispuestos a pagar, tanto sea como turistas como consumidores de productos naturales o ecológicos.

Dice la Red:

“En la mayoría de los casos, los privados que crean reservas en sus propiedades compatibilizan la conservación de la biodiversidad con alguna actividad productiva que desarrollan de manera sustentable; en general el turismo, pero también ganadería y explotaciones forestales entre otras.

De esta manera, realizan un valioso aporte para asegurar la conservación de la vida silvestre y el funcionamiento de los ecosistemas.”

En definitiva, las reservas naturales privadas están proveyendo un “bien público” que, según la teoría predominante, solo podría ser provisto por el Estado. Pero como tantos otros ejemplos: los faros, la radio, la televisión, las redes sociales o los buscadores en Internet, surgen otros mecanismos para su provisión que no requieren del aporte compulsivo.

Cien mil «free riders» en Buenos Aires para los ejemplos de Samuelson y Mankiw. Sigan buscando.

Es muy frecuente utilizar ejemplos en el análisis económico. Esos ejemplos pueden ser “hipotéticos” o “históricos”. ¿Cuáles son mejores? Veamos esto con los casos de Samuelson y Mankiw.

Los hipotéticos tienen la ventaja de ser más “puros”. Es decir, uno los puede armar para que no estén influidos por otras variables que puedan estar en juego en un ejemplo histórico. En este caso se puede discutir su lógica. Los eventos históricos, por otra parte, son el resultado de muchas variables diferentes, por lo que es difícil encontrar algunos que presenten claramente una teoría y sus conclusiones. Pero los hay.

Uno famoso de estos últimos ha sido el caso de los faros, que Samuelson planteara como ejemplo de “bien público” que no podría ser provisto voluntariamente por la existencia de “free riders” o usuarios gratuitos. Coase, en un famoso artículo (The lighthouse in economics, Journal of Law and Economics, 1974), sepultó el ejemplo de Samuelson analizando la historia de la provisión privada de faros en Inglaterra.

Gregory Mankiw, el reconocido profesor de Harvard, trata el mismo tema pero esta vez no cae en el error de presentar un caso histórico que luego es refutado. Presenta un caso hipotético. En su libro “Principles of Economics” (1998), desarrolla el caso de un pequeño pueblo, Smalltown, donde no habría fuegos artificiales el 4 de Julio porque como no se puede excluir a quienes no pagan, todos buscarían ser “colados”. Por esa razón, los provee el gobierno local.

Fireworks

Dice Mankiw: “La historia de Smalltown es estilizada, pero también es realista. En verdad, muchos gobiernos en los Estados Unidos pagan los fuegos artificiales del 4 de Julio. Más aun, la historia muestra una lección general sobre los bienes públicos: debido a que son no-excluyentes, el problema del free rider impide que el mercado privado los provea. El gobierno, sin embargo, puede potencialmente remediar el problema. Si el gobierno decide que los beneficios totales exceden a los costos, puede proveer el bien público y pagarlo con recursos impositivos, mejorando la situación de todos” (p. 222).

Bueno, ayer tuvimos un ejemplo en Buenos Aires que vuelve a cuestionar el caso, tanto hipotético como histórico, de Mankiw y Samuelson. La historia aparece publicada en La Nación con el título: “Buenos Aires se iluminó al ritmo de 8000 fuegos de artificio”: http://www.lanacion.com.ar/1752442-buenos-aires-se-ilumino-al-ritmo-de-8000-fuegos-de-artificio

¿Fue esto organizado por el gobierno? No.

Dice el artículo: “Miles de vecinos de la ciudad y del conurbano norte y sur disfrutaron anoche de los shows de fuegos artificiales organizados por los centros de compras que funcionan en el área metropolitana para celebrar la cercanía del final de 2014. Por décimo año consecutivo, tres shoppings pertenecientes a Alto Palermo Centros Comerciales SA (APSA) y otras dos locaciones en la Capital sirvieron como escenario del lanzamiento de fuegos de artificio que en forma simultánea, desde las 21.30, brindaron un inolvidable y colorido espectáculo en un cielo diáfano. Se estima que unas 100.000 personas pudieron observar el festival de luces.”

¡Hubo 100.000 free riders! Y, así y todo, los fuegos fueron provistos y financiados por el sector privado. La respuesta ya la había dado Coase: la publicidad es una forma de financiar este tipo de bienes, al igual que la publicidad financia la radio o la TV abierta.

Sigan participando. Sigan buscando ejemplos, hipotéticos o históricos, pero la realidad sigue mostrando que los mercados proveen incluso este tipo de bienes.

Provisión estatal de bienes «públicos», la salud en Canadá y «Las Invasiones Bárbaras»

Las tareas originalmente asignadas al estado eran las vinculadas con la seguridad, tanto interna como externa, las que pueden ser explicadas en términos de bienes públicos, también las relaciones exteriores y la provisión de justicia, pero el espectro es ahora mayor incluyendo, entre otros, la promoción de productos de un país en el exterior, el desarrollo del arte y la cultura local, la ayuda a los carenciados y la promoción del deporte.

Pero la administración estatal de servicios se enfrenta a problemas de incentivos que le impiden alcanzar la eficiencia. En el sector público los incentivos de la administración son más débiles. Los buenos administradores no se pueden llevar parte de las ganancias, tampoco sufren las pérdidas. Sus incentivos son más débiles que los del sector privado y esto, sumado a la estabilidad de la que normalmente gozan en sus puestos, lleva a mayores niveles de ineficiencia. Estos se expresan normalmente en estructuras burocráticas pesadas, resistentes a los cambios y proclives a la corrupción. Los representantes políticos, por otra parte, están sujetos a premios y castigos que expresan los votantes en el momento de votar, pero son necesariamente de corto plazo, dada la necesaria renovación de los mandatos.

El Estado, además, provee necesariamente una sola cantidad del bien público. Es decir, cuando lo provee lo hace para todos, lo que no permite que se satisfagan preferencias diversas. Por ejemplo, el Estado provee un servicio de seguridad en la forma de policía y financia esto con el cobro de impuestos. Algunos podrían desear más policía y menos crimen, y estar dispuestos a pagar más impuestos por ello; otros podrían desear menos y gastar menos. Los que deseen más seguridad terminan contratándola en el mercado; los que desean menos no tienen forma de evitarlo, al menos legalmente, ya que podrían volverse evasores. En el mercado, cada uno decide la cantidad y calidad que quiere obtener sujeto a su restricción presupuestaria.

Esa lección elemental aparece hoy evidente en el caso de la salud en Canadá. Allí existe un “Sistema Nacional de Salud” administrado por el Estado, el cual suele ser mencionado como modelo por muchos médicos y políticos locales. No obstante, tal vez el lector recuerde haber visto la película “Las Invasiones Bárbaras”, donde lo que allí aparecía no era muy diferente de un hospital cualquiera en América Latina (Esmail y Walker, 2004).

Invasiones barbaras

Pues como en el sistema estatal no hay “precios”, lo que la economía nos enseña es que cuando no hay precios, o se acercan a cero para los usuarios, entonces la demanda se expande. Por supuesto que la no existencia de precios no significa que el sistema sea gratuito, alguien tiene que pagar los costos, y en este caso ese alguien es el gobierno. Pero para todos, incluso para el gobierno de Canadá, los recursos son escasos, sobre todo comparados con una demanda exacerbada por lo poco o nada que paga el consumidor. A ese exceso de demanda sobre oferta le queda sólo un camino: ajustar por cantidad, habrá tan sólo tantos consumidores satisfechos como la oferta pueda atender, y el resto deberá esperar.

Al respecto, el informe mencionado muestra que el tiempo de espera promedio desde que el paciente es atendido por un médico clínico hasta el tratamiento para 12 especialidades y 10 provincias estudiadas es de 17,9 semanas, un poco más que las 17,7 semanas de 2003. Esta espera se compone de dos períodos diferentes. El primero es la derivación del médico clínico a la consulta con el especialista, la que alcanza las 8,4 semanas en promedio. El segundo es el tiempo entre la consulta con el especialista y el tratamiento, cuya espera es de 9,5 semanas.

Por supuesto que aquellas situaciones más graves tienen períodos de espera menores, no es lo mismo en cada especialidad. Así, por ejemplo, las de menor espera para ambos períodos juntos son: oncología (5,6 semanas), radiación oncológica (7,8 semanas) y cirugía general (9,9 semanas). Las esperas más largas se dan en cirugía ortopédica (37,9 semanas), cirugía plástica (35,8 semanas) y tratamiento oftalmológico (28,7 semanas). Los autores realizan también una comparación entre estos tiempos de espera y lo que los especialistas consideran que sería un tiempo “razonable”. Tomando en cuenta todas las especialidades concluyen que el tiempo de espera excede la razonable en un 88%.

Además de estas esperas, los pacientes deberían igualmente esperar cierta clase de tecnologías para diagnóstico, tales como tomografía computada, resonancia magnética y ultrasonido. La espera promedio para la primera es de 5,2 semanas, para la segunda de 12, 6 y para la tercera de 3,1 semanas. En cuanto a la cantidad de procedimientos que la gente estaba esperando al 30 de Junio de 2004, la cifra es de 815.663. Finalmente, los autores comentan que el sueño de un sistema de salud igualitario tampoco se estaría cumpliendo, ya que personajes famosos o conectados políticamente podrían eludir las listas de espera para cirugía cardiovascular, que los residentes suburbanos y rurales no tienen el mismo acceso, la igual que los de menores ingresos. Pero aún si fuera un sistema igualitario, estaría igualando a todos en la espera.

Fallas de mercado y equilibrio general: ¿fallas o ausencia de mercados y derechos de propiedad?

Estaremos viendo las así llamadas “fallas de mercado”. Hay dos visiones al respecto: la visión austriaca es que las imperfecciones son inevitables dadas las limitaciones del conocimiento. EL mercado es precisamente el gran proceso que permite el descubrimiento y distribución de ese conocimiento. Pero la visión tradicional encuentra gran cantidad de fallas. Por supuesto que existen tales cosas como oligopolios, externalidades, bienes ‘públicos’, y otros, pero hecho de que se consideren “fallas” de los mercados (y en muchos casos son en verdad “ausencia de mercados” por la falta de derechos de propiedad claramente definidos o la presencia de barreras regulatorias al ingreso de competidores}. Y son “fallas” también por pretender que la “perfección” del modelo ideal del equilibrio general “deba” existir en la realidad. Algunos comentarios del libro al respecto:

“Si el punto de equilibrio de un mercado es óptimo en el sentido de Pareto, ¿no ha de ser óptima una situación en la que todos los mercados estén en equilibrio? Imaginemos una situación así: se maximiza el superávit de los demandantes y el de los oferentes, no existen excedentes involuntarios en el mercado ya que todo el que quiso comprar lo hizo y todo el que quiso vender también, y los productos quedaron en manos de quienes más los valoran: los compradores, quienes adquirieron de los oferentes que los valoraban en menos y los vendedores, cuando sus valoraciones eran superiores a las de los compradores.

Por supuesto que el equilibrio general es un modelo “ideal”, una configuración imaginada, no descubierta en el mundo real. ¿Cuál sería el sentido de considerar mundos ideales que no existen? Pues como en las ciencias sociales no pueden realizarse experimentos como en las ciencias naturales, el uso de este tipo de construcciones imaginarias permite deducir lógicamente algunas conclusiones, suponiendo algún tipo de cambio mientras que todo lo demás se mantiene igual. Esto es lo que solemos describir con las palabras latinas “céteris páribus” con la cual se quiere decir que todo lo demás sigue igual, no ha cambiado. Un modelo ideal de este tipo nos permite deducir cuáles son los efectos de alguna modificación en alguna de las variables.

… el problema es que el modelo del mercado competitivo en equilibrio como suele ser presentado demanda unas condiciones de imposible realización en el mundo limitado y real en el que los humanos vivimos.

En particular, dicho modelo demanda que (Kirzner, 1973):

  • Todas las acciones deben estar perfectamente coordinadas

o             Las decisiones de los dueños de los recursos con las de los empresarios que los compran

o             Las decisiones de los consumidores para la compra de cada producto o servicio con las decisiones de producción y venta de los empresarios

o             Las decisiones de cada empresario con las del resto por lo que no habría actividad más lucrativa que ésa

o             No existiría un mejor método de producción, tecnología o escala

Por otro lado,

  • Los precios de los productos y recursos deben ser los que permitan esta coordinación universal

o             El precio de cada recurso debe ser tal que la cantidad que los dueños están dispuestos a vender sea la misma que los empresarios quieren comprar

o             El precio de cada producto debe ser tal que la cantidad que los empresarios desean vender sea igual a la que los consumidores quieren comprar

o             Cada empresario debe estar produciendo en el nivel en que su ingreso marginal sea igual a su costo marginal

 

Esto exige que ni las dotaciones de recursos, ni las posibilidades tecnológicas ni preferencias de los consumidores cambien. No existe un beneficio empresarial sino una tasa de remuneración de los factores que es igual a todos ellos. Es una economía sin cambios, sin innovación, sin emprendedores. Demanda, adicionalmente, el conocimiento omnisciente; todas las decisiones antes mencionadas sólo pueden cumplirse con conocimiento perfecto y anticipado de las acciones y reacciones de los demás actores del mercado.

Al respecto, dice Varian, en uno de los textos de microeconomía neoclásica más importantes:

“…un conjunto de precios tal que cada consumidor elige la cesta que prefiere de entre las que son asequibles y todas las decisiones de los individuos son compatibles en el sentido de que la demanda es igual a la oferta en todos los mercados” (Varian 1993, p. 509)

…fue elevada posteriormente a la categoría de “óptimo” según el Primer Teorema de la Economía del Bienestar, al lado de la cual todo lo demás es un “fracaso”:

“Este teorema garantiza que un mercado competitivo obtiene todas las ganancias derivadas del comercio: la asignación de equilibrio lograda por un conjunto de mercados competitivos es necesariamente eficiente en el sentido de Pareto. Quizá no tenga ninguna otra propiedad deseable, pero es necesariamente eficiente” (Varian 1993, p. 518).

Se pregunta Varian: “La existencia de un equilibrio competitivo es importante en la medida en que sirve para comprobar la coherencia de los diferentes modelos que hemos analizado en los capítulos anteriores. ¿De qué serviría desarrollar complejas teorías del funcionamiento de un equilibrio competitivo si éste normalmente no existiera?” (p. 515).

Parece un razonamiento de este tipo: tenemos una linda teoría, la realidad tendría que ser como ella indica…, y si así no es, es la realidad la que tiene problemas. La teoría, sin embargo, tiene que ayudarnos a comprender la realidad, lo cual es muy distinto que pretender que ésta se acomode a ella.

Brasil, decime que se siente…, tener en casa… tanto gasto

Enlace

Cada vez que se organiza un Mundial o unos Juegos Olímpicos, el gobierno organizador justifica su decisión en los beneficios que se van a derramar en la economía.

Mundial 2014

Una encuesta de Gallup parece mostrar que los brasileños no comparten ese criterio: http://www.gallup.com/poll/172091/majority-brazilians-expect-world-cup-hurt-economy.aspx?utm_source=alert&utm_medium=email&utm_campaign=syndication&utm_content=morelink&utm_term=Economy%20-%20World

El 55% dice que el Mundial va a perjudicar a la economía, contra el 31% que dice que la va a beneficiar y un 5% que no va a tener impacto. Muchos dicen que el Mundial llevará a mucha gente a visitar Brasil, cosa que vemos en los estadios, pero la mitad no cree que sirva para mejorar la imagen del país.

La organización de un Mundial plantea un tema que se puede analizar bajo el concepto de “bienes públicos” y la encuesta podría estar dando una respuesta. ¿Es un Mundial un “bien público” tal cual lo define la economía, en el sentido de que no se puede excluir a nadie de sus beneficios?

La encuesta parece mostrar que no es así, podemos interpretar que el 55% está diciendo que el mundial, al menos, no va a beneficiar “su” propia economía.

Esto podría explicarse de esta forma. El Mundial ha requerido de millonarios gastos, que serán pagados por todos los contribuyentes brasileños en la proporción en que ahora pagan sus impuestos, más o menos. El Mundial trae beneficios: para las empresas que construyeron la infraestructura y sus trabajadores, para los que venden paquetes turísticos, para los restaurantes que reciben ahora más clientes, y hasta para los que viven en Roncinha y alquilar un cuarto a altos precios en dólares. Pero está claro que la distribución de estos beneficios no coincide con la distribución de los costos: algunos pagan más de los que cobran, otros cobran más de lo que pagan. Según la encuesta, parecería que la mayoría se siente entre los primeros.

Pero, de nuevo: ¿es un Mundial un “bien público” que cumple con la condición de “no exclusión” y no rivalidad en el consumo? Por supuesto que genera cierto tipo de externalidades pecuniarias positivas, y también negativas como se dijo antes, pero sí podría haber exclusión.

Supongamos que el Mundial hubiera sido organizado por la Confederación Brasileña de Fútbol, esto es, los clubes. Hubieran necesitado dinero para las inversiones, que tendría que haber salido de inversores, los que lo hubieran hecho en espera de beneficios que le permitirían recuperar la inversión. Es decir, en términos generales, que hubieran pagado aquellos que luego esperaban cobrar, se hubieran alineado costos y beneficios, al menos en mayor medida.

Algo que ahora no sucede, por eso hay muchos que no ven claros los resultados de tanto gasto.

Gustave de Molinari sobre la producción de seguridad en competencia

Los alumnos de Historia del Pensamiento Económico de la UBA leyeron a Gustave de Molinari (1819-1912), “Sobre la producción de seguridad”, en el marco de la consideración del tema de bienes públicos.

Gustave de Molinari

Va el comentario de una alumna, y luego sus preguntas:

“Es muy interesante lo que destaca Molinari, acerca de que los productores de seguridad son más fuertes que los consumidores, y por lo tanto es muy sencillo para aquellos imponer un régimen de monopolio a estos últimos. Las razas más fuertes y guerreras se han atribuido el gobierno exclusivo y antidemocrático de las sociedades. Y buscan a través de más conquistas y expansión sobre otras sociedades, la extensión de su mercado. El Nazismo es un claro ejemplo y la máxima expresión, de una raza que se ha considerado a sí misma superior y mediante el uso de la fuerza ha arrasado con grupos sociales más débiles.”

“Molinari tiene mucha razón al decir que el hecho de que existan razas o grupos sociales con mayor fuerza que otros, conlleva a la violencia y el terror e inevitablemente a la guerra.”

“Creo que la sociedad termina actuando bajo los regímenes gubernamentales bajo el terror que éstos imponen con su fuerza. Y no me refiero necesariamente al gobierno intra-nación, sino el gran poder que le da a un gobierno o a un régimen, ser los poseedores de las más importantes fuerzas armadas. Éstos son un asegurador de hegemonía creada bajo la imposición de terror por parte de estos gobiernos tan fuertes y poderosos.”

Aquí van sus preguntas, y las respuestas:

  1. Supongamos una situación de crisis económica, en la cual los precios se disparan a la suba y los salarios apenas alcanzan a los consumidores para obtener sus bienes. ¿No cree que éstos gastarían sus salarios en forma prioritaria en bienes de consumo, y dejarían al consumo de la seguridad en un segundo plano? Si estamos en situación de crisis, entiendo que aumentaría la inseguridad, pero al mismo tiempo los consumidores tendrían menos posibilidades de comprar más seguridad. Por lo tanto, ¿no considera que caeríamos en una situación caótica, en la cual los mercados dedicados a la producción de seguridad no tendrían los recursos para asegurar la seguridad de la sociedad? Si bien creo que su propuesta es muy buena para escapar de los regímenes autoritarios y violentos que son posibles, debido a su gran poder que ganan mediante la fuerza, me parece que no sería posible la producción de seguridad bajo un sistema de libre competencia. Pues, a mi entender, en una situación de crisis, situación en la cual la inseguridad tiende a aumentar, la provisión de seguridad sería posible bajo el sistema que tenemos hoy en día, al cual  usted llamó comunista, pero no bajo un sistema de libre competencia.

Respuesta: Puede ser, pero la seguridad es un bien básico, sin el que sería difícil conseguir los otros bienes y servicios básicos necesarios. Esos “proveedores” de seguridad, actuarían como las compañías de seguros, tendrían “reservas” para estas épocas de “siniestros”.

  1. ¿No considera que al ser muchos los productores de seguridad, hay más posibilidades de que éstos descubran que con su fuerza, o bien unidos con la fuerza de otros productores, pueden imponer un régimen de monopolio a los consumidores de seguridad?Respuesta: En tal caso se volverían un estado.
  2. Coincido sin dudas con usted, cuando afirma que bajo la producción de seguridad mediante la libre competencia nacerá una constante emulación entre todos los productores, esforzándose cada uno por aumentar o por mantener su clientela a través del incentivo de un buen precio o de una mejor, más rápida, y más completa justicia. ¿No considera que este mismo fin podría lograrse a través de la creación de más de un productor de seguridad, pero siempre todos dependiendo del mismo gobierno? Hoy en día existe una diferenciación entre lo que es la seguridad a nivel nacional y lo que es la seguridad a nivel provincial (policía federal/policía metropolitana por ejemplo). Quizá creando más productores de seguridad dependientes de estos gobiernos, podríamos lograr una competencia entre ellos, pero siempre bajo el régimen “comunista”, mediante el cual, la producción de seguridad depende de los gobiernos elegidos democráticamente por el pueblo.Respuesta: En verdad lo que hace falta es que actúen bajo un paraguas general de normas de orden superior que resuelvan los problemas entre ellos. Podemos llamar a esto “gobierno”, pero podría ser el fruto de acuerdos entre los mismos productores de seguridad para elegir mediadores o árbitros en caso de conflictos. De nuevo, similar a como hacen actualmente las compañías de seguros para resolver casos de “siniestros” que involucren a clientes de unas y otras. Y los clientes preferirían aquellas compañías que muestren tener esos convenios con la mayor cantidad de otras compañías.