Alberdi: Las tiranías de Sudamérica basadas en la noción grecoromana del Estado y la Patria

Con el título “LA OMNIPOTENCIA DEL ESTADO ES LA NEGACIÓN DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL*, presentó una conferencia el Dr. Juan Bautista Alberdi, el 24 de Mayo de 1880, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en oportunidad de la Colación de Grados realizada para otorgarle el Título de Miembro Honorario. En el siguiente texto, comentan a Alberdi el Alm. Carlos A. Sánchez Sañudo y el Dr. Edgardo Manara en el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires el 26 de Agosto de 2003:

EL ANALISIS DE LA PATOLOGIA POLITICA

Comienza Alberdi su discurso destacando que una de “las más profundas raíces de nuestras tiranías en Sudamérica es la noción grecoromana del Estado y de la Patria, que debemos a la educación semiclásica que nuestras universidades han copiado a la Francia.

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En este estudio sobre la evolución de la libertad a lo largo de los tiempos, comenzó diferenciando los dos períodos de las sociedades griegas. “En la ciudad antigua -decía- el sentimiento personal formaba parte de la religión. Se amaba a la patria, porque se amaba a sus dioses protectores; las leyes eran fórmulas sagradas. Cada comuna tenía, no sólo independencia, sino también su culto y su código. Para los antiguos, Dios no estaba en todas partes. Los dioses de cada hombre eran aquellos que habitaban su casa, su comuna, su cantón. Por el contrario, el desterrado, al dejar su patria tras sí, dejaba también sus dioses y su propiedad – no teniendo culto, no tenía ya familia: dejaba de ser marido y padre. Por ello, el destierro de su ciudad no parecía un suplicio más tolerable que la muerte. Los jurisconsultos romanos le llamaban pena capital. La religión, el derecho, el gobierno dependían del municipio. La ciudad era la única fuerza viva; nada mas arriba de ella, nada mas abajo, es decir: ni unidad nacional, ni libertad individual. El Estado así entendido era y tenía que ser la negación de la libertad individual, en la que cifran la libertad todas las sociedades modernas que son realmente libres.

Pero cuando la casta sacerdotal perdió su dominación, se emancipó el individuo; no se pretendió ya que la persona fuera sacrificada al Estado. “Se acabó el espíritu comunal. No se amó ya a la Patria por su religión y sus dioses; se la amó por sus leyes, -dice Alberdi- por sus instituciones, por los derechos y la seguridad que ella acordaba a sus miembros. Ya no se amó a la patria sino en tanto se amaba al régimen institucional que prevalecía en ella a la sazón. El patriotismo municipal pereció en las almas. Entonces, se comenzó a emigrar mas voluntariamente; se temió menos al destierro. Es el Siglo de Pericles.”

“Comenzaba a sentirse la necesidad de salir del sistema comunal para llegar a otra forma de gobierno por encima de las ciudades para que velase por el mantenimiento del orden y obligase a aquellas a abandonar sus turbulencias y a vivir en paz.

Esta disposición integradora de los espíritus constituyó la fortuna de Roma y lo que la puso a la cabeza del mundo. Tuvo su apogeo en la República, tanto griega como romana, declinando con la degeneración de éstas, cuando se retornó al absolutismo del Imperio Romano.”

 

Un mensaje para la próxima mayoría…, o la de siempre: ¿qué sentido tiene forzar a otros?

Las próximas elecciones traerán una nueva mayoría. O tal vez la misma de siempre. Herbert Auberon (1838-1906), quien estudió en Oxford y fue miembro del Parlamento inglés, escribió un libro “The Voluntaryist Creed” en el cual se dirige a esa mayoría:

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“Apelamos a ustedes a que se liberen de todos esos muchos sistemas de fuerza Estatal, que han vuelto imposible la verdadera vida feliz de las naciones hoy día. Ese incesante esfuerzo de forzar a otros, cada vez tras ese nuevo objeto que es prometido por este u otro grupo de políticos; este incesante esfuerzo de poner cadenas en las manos de los otros, está frenando el verdadero progreso, está impidiendo la paz y la amistad, y la hermandad, y está convirtiendo a los hombres de una misma nación, quienes deberían trabajar juntos y contentos en pos de objetivos comunes, en sus propios grupos, en su propia forma, en enemigos, quienes viven conspirando y amenazando, y mucha veces odiándose unos a otros.”

“¿Qué bien, qué felicidad, que progreso permanente y verdadero puede resultar de miserable, innatural y desnacionalizante confrontación? ¿Por qué desearías forzar a otros, porqué buscarías tener poder –ese amargo y malvado fin que ha sido desde siempre, y hoy, el pesar y la desgracia del mundo- sobre tus propios compañeros y compañeras? ¿Por qué desearías tomar de cada hombre y mujer su propia voluntad e inteligencia, su libertad de elegir, su propia auto-dirección, sus derechos inalienables; por qué desearías que ellos fueran meros instrumentos para tu propia ventaja e interés; porqué desearías forzarlos a servir y seguir tus opiniones en lugar de las suyas propias, porqué les negarías su espíritu –que tanto sufre con cualquier restricción- y los tratarías como si fueran una página en blanco sobre la cual puedes escribir tus propios deseos y voluntades, de cualquier tipo que sean? ¿Quién te ha dado el derecho, de donde pretendes haberlo recibido, de degradar a otros hombres y mujeres de su verdadero estatus de seres humanos, tomando de ellos a tu voluntad, su consciencia, su inteligencia –en pocas palabras, toda la mejor y más elevada parte de su naturaleza-, volviéndolos simplemente cáscaras vacías, meras sombras de verdaderos hombres y mujeres, meras piezas en el juego que estás tan ansioso de jugar, y todo ello porque simplemente son más numerosos y fuertes que ellos, para tratarlos como si no pertenecerían a sí mismos sino a ti? ¿Puedes acaso creer que pueda surgir algún bien degradando moral y espiritualmente a tus co-ciudadanos? ¿Qué forma de sociedad feliz y segura y permanente puedes esperar construir con tal lamentable plan, sujetando a otros, o siendo ustedes a su vez sujetados por otros?”

 

¿Libertad y/o democracia? O la libertad de los antiguos en comparación a la libertad de los modernos

En un año electoral vale la pena plantear cuáles son las elecciones básicas a las que deberíamos estar enfrentándonos. Así las comenta David Boaz en su libro The Libertarian Mind: A Manifesto for Freedom:

“Según Aristóteles, los sistemas políticos posibles eran la tiranía, la aristocracia, la oligarquía y la democracia. A mediados del siglo XX a muchos les parecía que las opciones eran el comunismo, el fascismo y el capitalismo democrático. Hoy, todas ellas han perdido el favor de la gente excepto el capitalismo democrático, y muchos intelectuales han asumido la proclamación de Francis Fukuyama sobre el ‘fin de la historia’, queriendo decir que las grandes batallas sobre la ideología han terminado con el triunfo de la democracia y la economía mixta. Sin embargo, en estos momentos en que este libro se publica, el fundamentalismo islámico crece en una región del planeta, y la crisis económica del 2008 llevó a algunos críticos a proclamar el ‘fin del capitalismo’.

Sea lo que sea, el supuesto triunfo de la democracia deja todavía lugar para ideologías en competencia. Aún la identificación de ‘democracia’ como la alternativa occidental al fascismo y el socialismo es problemática. Los libertarios, como el nombre implica, creen que el valor política más importante es la libertad, no la democracia. Muchos lectores modernos se preguntarán, ¿cuál es la diferencia? ¿No son la libertad y la democracia la misma cosa? Por cierto, uno podría sacar esa idea de la enseñanza estándar de la historia norteamericana. Pero veamos: India es la democracia más grande del mundo; sin embargo su compromiso con la libertad de expresión y el pluralismo es débil y sus ciudadanos están abrumados por una cantidad de regulaciones proteccionistas –felizmente reducidas en los últimos años- que limitan su libertad en todo momento. A través del siglo XX Hong Kong no fue una democracia –sus ciudadanos no tenían el derecho a elegir a sus gobernantes- pero tenían la libertad de elegir y de actuar más amplia del planeta. Existe una conexión entre libertad y democracia, pero no son idénticas. Como dice mi amigo Ross Levatter, si viviéramos en una sociedad en la que las parejas se formaran según la decisión de la mayoría, viviríamos en una democracia, pero no tendríamos mucha libertad.

Gran parte de la confusión proviene de dos diferentes sentidos de la palabra ‘libertad’, una distinción que explorara notablemente el libertario francés Benjamin Constant en el siglo XIX en un ensayo titulado ‘La libertad de los antiguos comparada con la de los modernos’. Constant destacó que para los escritores griegos antiguos la idea de libertad era la de participar en la vida pública, en tomar decisiones para toda la comunidad. Así, Atenas era una polis libre porque todos los ciudadanos –esto es, todos los hombres libres, adultos y atenienses- podían participar en el proceso de toma de decisiones. Por cierto, Sócrates era libre porque podía participar de la decisión colectiva de ejecutarlo por sus opiniones heréticas. . Sin embargo, el concepto moderno de libertad enfatiza el derecho de los individuos a a elegir su modo de vida, a hablar y orar libremente, a tener propiedad, a dedicarse al comercio, a ser libres del arresto o detención arbitrarias – en palabras de Constant, ‘de ir y venir sin pedir permiso, y sin tener que explicar los motivos’. Un gobierno basado en la participación de los gobernados es una valiosa salvaguardia de los derechos individuales, pero la libertad en sí misma es el derecho a elegir y perseguir proyectos que uno haya elegido.

Para los libertarios, el tema político básico es la relación del individuo con el estado. ¿Qué derechos tienen los individuos (si es que tienen)?¿Qué poderes debería tener el gobierno?¿Qué demandas pueden los individuos realizar unos a otros a través del mecanismo del gobierno?”

“… hay dos formas básicas de organizar la sociedad: coercitivamente, a través de mandatos del gobierno, o voluntariamente, a través de un conjunto de interacciones entre individuos y asociaciones privadas. Todos los distintos ‘ismos’ –monarquía, oligarquía, comunismo, conservadurismo, liberalismo, libertarianismo- se reducen a una sola pregunta: ‘¿Quién tomará la decisión sobre un aspecto particular de tu vida, tú o alguien más?’

 

Libertad económica: donde el gobierno dirige y ordena todo, todas las libertades son ilusorias

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo”. Pero comienza hablando de las libertades, y la libertad económica:

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“¿Qué es la Economía Libre? ¿Qué significa este sistema de libertad económica? La respuesta es simple: es la economía de mercado. Es el sistema en el cual la cooperación de los individuos en la división del trabajo en la sociedad es obtenida por el mercado. Este mercado no es un lugar; es un proceso, es la manera en la cual, comprando y vendiendo, produciendo y consumiendo, los individuos contribuyen al funcionamiento de la sociedad.

Cuando nos ocupamos de este sistema de organización económica – la economía de mercado – empleamos el término ‘libertad económica’. Muy a menudo, la gente malinterpreta lo que significa, creyendo que la libertad económica es algo que está muy separada de las otras libertades, y que estas otras libertades – que consideran son más importantes – pueden ser preservadas aún en ausencia de la libertad económica. El significado de la libertad económica es que el individuo esté en posición de elegir la manera en la cual desea integrarse en la totalidad de la sociedad. El individuo puede elegir su carrera, es libre de hacer lo que desea hacer.

Esto desde ya no significa, algún sentido de los que mucha gente adjunta a la palabra libertad en la actualidad; se la interpreta en el sentido que, a través de la libertad económica, el hombre es liberado de las condiciones naturales. En la naturaleza no hay nada que pueda ser identificado como libertad, existe solamente la regularidad de las leyes de la naturaleza que el hombre debe obedecer si desea alcanzar algo.

Usando el término libertad aplicado a los seres humanos, pensamos solamente en la libertad dentro de la sociedad. Sin embargo, en la actualidad, las libertades sociales son consideradas por mucha gente como independientes una de otra. Aquellos que hoy se llaman a sí mismos ‘liberales’ están reclamando políticas que son precisamente lo opuesto a aquellas políticas por las que los liberales del Siglo XIX abogaban en sus programas liberales. Los así llamados ‘liberales’ de hoy tienen la muy popular idea que la libertad de expresión, de pensamiento, de prensa, la libertad religiosa, la libertad para no estar prisionero sin juicio previo – que todas estas libertades pueden ser preservadas en ausencia de lo que se llama libertad económica. No se dan cuenta que en un sistema donde no existe el mercado, donde el gobierno dirige y ordena todo, todas las otras libertades son ilusorias, aún cuando hayan sido definidas por las leyes y se encuentren escritas en las constituciones.

Tomemos una libertad, la libertad de prensa. Si el gobierno es propietario de todas las imprentas, el gobierno determinará lo que debe imprimirse y lo que no debe imprimirse. Y si el gobierno es propietario de todas las imprentas y determina lo que puede y lo que no puede ser impreso, entonces la posibilidad de imprimir cualquier tipo de argumentos opuestos, es decir contrarios a las ideas del gobierno, se convierte prácticamente en inexistente. La libertad de prensa desaparece. Y lo mismo ocurre con todas las otras libertades.”

De «Game of Thrones» a «Downton Abbey»: 800 años de la Carta Magna y el camino a limitar el poder

Se cumplieron 800 años de la Carta Magna. Aquí publico un artículo en La Nación haciendo referencia a las series “Game of Thrones” y “Downton Abbey”: http://www.lanacion.com.ar/1807952-de-game-of-thrones-a-downton-abbey

“Las dos series hacen referencia a un mismo país, pero en dos épocas muy distantes y diferentes. Esto plantea una interesante pregunta para la Argentina de hoy: ¿cómo fue que esa sociedad bárbara y violenta pasó a someterse al imperio de la ley? ¿Cómo fue que esos señores poderosos y sangrientos pasaron a ser, con el tiempo, los inofensivos personajes de la segunda serie?

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Game of Thrones es una versión novelesca de la «Heptarquía», descripta por David Hume en el primer tomo de su monumental Historia de Inglaterra, los siete reinos sajones establecidos a fines del siglo VI tras 150 años de violenta conquista por parte de esas tribus alemanas. Los reinos eran East Anglia, Essex, Kent, Mercia, Northumbria, Sussex y Wessex.

Hume comenta sobre las características de estos pueblos: «El gobierno de los alemanes, y el de todas las naciones nórdicas que se establecieron sobre las ruinas de Roma, fue siempre en extremo libre, y esos pueblos bravíos, acostumbrados a la independencia y a las armas, eran más guiados por la persuasión que por la autoridad en la sumisión que ofrecían a sus príncipes».

Y aunque pueblos violentos en épocas violentas, Hume no deja de reconocer en esos valores las raíces de la situación europea en su propio tiempo: «Las constituciones libres que entonces se establecieron, aunque disminuidas por transgresiones de sucesivos príncipes, preservan aún hoy [mediados del siglo XVIII], un aire de independencia y administración legal que distingue a las naciones europeas, y si esta parte del planeta mantiene sentimientos de libertad, honor, equidad y valor superiores al resto de la humanidad, debe sus ventajas principalmente a las semillas implantadas por estos generosos bárbaros».

“¿Cómo es que aquellos déspotas de la Edad Media pasaron a ser estos leones herbívoros del siglo XX? El camino no estuvo exento de violencia, sobre todo en guerras para intentar mantener un imperio que violaba esos mismos principios. Pero de ese tránsito la Argentina podría sacar muchas lecciones, porque es un camino de mejora institucional. Y esa calidad institucional puede resumirse en pocas palabras: son limitaciones al poder.”

Se han cumplido recientemente 800 años de la firma de la Carta Magna, uno de los hitos modernos en la configuración de instituciones para garantizar esos derechos, como parte de un proceso que llevaría luego, en Inglaterra y con algunas similitudes en otros países, al gradual establecimiento de un Estado de Derecho que limitó los abusos del poder, creó las condiciones para el desarrollo de los mercados, la Revolución Industrial y el progreso en una magnitud tal como nunca se había visto hasta entonces.

Este documento fundacional de los derechos individuales modernos es también una clara demostración de que no existe una separación lógica entre libertades «políticas» y «económicas»: se refieren todas a la libertad de acción sin violar derechos de terceros. De hecho, en esta Carta, unos se encuentran a continuación de otros: nadie sería tomado prisionero ni despojado de sus bienes, sino por el juicio legal de sus pares; a nadie le será negada la justicia; todos los comerciantes podrán salir y entrar al país libremente, comprar y vender; no habrá impuestos que no sean los aprobados por los «representantes».

En fin, el artículo completo está en el link de arriba.

 

El derecho a ser estúpido. En un mundo plagado de ‘derechos’, también existe el de equivocarse

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las estaremos considerando con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo”. Pero comienza hablando de las libertades, y la libertad económica:

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“En una economía de mercado, el individuo tiene la libertad de elegir cualquier carrera que desee seguir, elegir su propia forma de integrarse a la sociedad. Pero en un sistema socialista, esto no es así: su carrera es decidida por un decreto del gobierno. El gobierno puede ordenar a la gente que no le agrada, a la gente que no desea que viva en ciertas regiones, mudarse a otras regiones o a otros lugares. Y el gobierno siempre puede justificar y explicar dicho procedimiento declarando que los planes gubernamentales requieren la presencia de este eminente ciudadano a cinco mil millas del lugar en el cual no es agradable a los que están en el poder.

Es verdad que la libertad que un hombre puede tener en una economía de mercado, no es una libertad perfecta desde un punto de vista metafísico. Pero no existe tal cosa como la libertad perfecta. La libertad significa algo solamente dentro del marco de la sociedad. Los autores sobre la ‘ley natural’, del Siglo XVIII, – sobre todo Jean Jacques Rousseau – creían que alguna vez, en el remoto pasado, los hombres habían disfrutado de algo llamado libertad ‘natural’. Pero en ese tiempo remoto, los individuos no eran libres, estaban a la merced de cualquiera que fuera más fuerte que ellos. Las famosas palabras de Rousseau ‘El hombre nace libre pero en todos los lugares está encadenado’ pueden sonar muy lindas, pero el hombre – de hecho – no nace libre. Cuando nace el hombre es un lactante muy débil. Sin la protección de sus padres, sin la protección que la sociedad les da a sus padres, no podría preservar su vida.

La libertad en sociedad significa que un hombre depende tanto de la otra gente, como la otra gente depende de él. La sociedad bajo la economía de mercado, bajo las condiciones de ‘economía libre’ significa un estado de los asuntos sociales en los cuales cada uno sirve a sus conciudadanos y, en devolución, es servido por ellos. La gente cree que en la economía de mercado hay patrones que son independientes de la buena voluntad y el respaldo de otra gente. Creen que los capitanes de la industria, los empresarios son los patrones del sistema económico. Pero esto es una ilusión. Los verdaderos patrones en el sistema económico son los consumidores. Y si los consumidores dejan de ser clientes de una rama de negocios, estos empresarios son, ya sea forzados a abandonar su posición eminente en el sistema económico y ajustar sus acciones a los deseos y a las órdenes de los consumidores. Una de las más conocidas propagandistas del comunismo fue Lady Passfield, bajo su nombre de soltera Beatrice Potter, y bien conocida también a través de su esposo Sydney Webb. Esta dama era la hija de un rico empresario y, cuando era todavía una mujer joven, trabajó como secretaria de su padre. Escribe en sus memorias: ‘En el negocio de mi padre todos debían obedecer la órdenes que daba mi padre, el patrón. Sólo él podía dar órdenes, pero a él nadie podía darle orden alguna’ Esto era una visión muy corta de miras. Ordenes realmente eran realmente dadas a su padre por los consumidores, por los compradores. Lamentablemente, ella no podía ver estas órdenes, no podía ver lo que sucedía en una economía de mercado, porque estaba interesada solamente en las órdenes dadas en la oficina o en la fábrica de su padre.

En todos los problemas económicos, debemos tener in mente las palabras del gran economista francés Frédéric Bastiat quien tituló uno de sus brillantes ensayos: ‘Ce qu’on voit et ce qu’on ne voit pas’ (‘Lo que se ve y lo que no se ve’) Para comprender el funcionamiento de un sistema económico, no sólo debemos ocuparnos de las cosas que se pueden ver, pero también debemos prestar atención a las cosas que no pueden percibirse directamente. Por ejemplo, una orden dada por el patrón a un cadete de la oficina, puede ser oída por todos los que estén en la habitación. Lo que no puede oírse son las órdenes dadas al patrón por sus clientes. El hecho es que, bajo el sistema capitalista, los supremos patrones son los consumidores. El soberano no es el estado, es la gente. Y la prueba que el pueblo es el soberano es el hecho que tiene el derecho de ser estúpido. Este es un privilegio del soberano. Tiene el derecho a cometer errores, nadie puede impedir que los cometa, pero – desde luego – tiene que pagar por sus errores. Si decimos que el consumidor es supremo o que el consumidor es soberano, no decimos que el consumidor esté libre de fallas, que el consumidor sea un hombre que siempre sabe lo que es mejor para él. Los consumidores muy a menudo compran cosas o consumen cosas que no deberían comprar o que no deberían consumir.”

Alberdi define el Sistema económico de la Constitución y pregunta: ¿la riqueza la crea el Estado?

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos el texto de Juan Bautista Alberdi “El Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina” donde el autor, quien inspirara nuestra Constitución, explica cuál es su contenido económico.

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En principio, afirma que esta Constitución contiene un “sistema de política económica”. Tan sólo observar superficialmente la historia argentina nos da cuenta que este sistema no se sostuvo, aunque aún rige la Constitución con algunos cambios. Y así nos fue…

“La Constitución Federal Argentina contiene un sistema completo de política económica, en cuanto garantiza, por disposiciones terminantes, la libre acción del trabajo, del capital, y de la tierra, como principales agentes de la producción, ratifica la ley natural de equilibrio que preside al fenómeno de la distribución de la riqueza, y encierra en límites discretos y justos los actos que tienen relación con el fenómeno de los consumos públicos. Toda la materia económica se halla comprendida en estas tres grandes divisiones de los hechos que la constituyen.”

Luego comenta las distintas escuelas económicas. La mercantilista y la socialista no ‘pertenecen’ a este texto, y no tanto la fisiócrata. Distinto es la ‘industrial’:

“En medio del ruido de la independencia de América, y en vísperas de la revolución francesa de 1789, Adam Smith proclamó la omnipotencia y la dignidad del trabajo; del trabajo libre, del trabajo en todas sus aplicaciones -agricultura, comercio, fábricas- como el principio esencial de toda riqueza. «Inspirado por la nueva era social, que se abría para ambos mundos (sin sospechado él tal vez, dice Rossi), dando al trabajo su carta de ciudadanía y sus títulos de nobleza, establecía el principio fundamental de la ciencia.» Esta escuela, tan íntima, como se ve, con la revolución de América, por su bandera y por la época de su nacimiento, que a los sesenta años ha tenido por neófito a Roberto Peel en los últimos días de su gloriosa vida, conserva hasta hoy el señorío de la ciencia y el respeto de los más grandes economistas. Su apóstol más lúcido, su expositor más brillante es el famoso Juan Bautista Say, cuyos escritos conservan esa frescura imperecedera que acompaña a los productos del genio.

A esta escuela de libertad pertenece la doctrina económica de la Constitución Argentina, y fuera de ella no se deben buscar comentarios ni medios auxiliares para la sanción del derecho orgánico de esa Constitución”.

El país se encuentra, según Alberdi, en la pobreza. ¿Cómo y quién podrán sacarla de esa situación?

“En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza.

La riqueza, es hija del trabajo, del capital y de la tierra; y como estas fuerzas, consideradas como instrumentos de producción, no son más que facultades que el hombre pone en ejercicio para crear los medios de satisfacer las necesidades de su naturaleza, la riqueza es obra del hombre, impuesta por el instinto de su conservación y mejora, y obtenida por las facultades de que se halla dotado para llenar su destino en el mundo.

En este sentido, ¿qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro; que no le haga sombra. Asegurar una entera libertad al uso de las facultades productivas del hombre; no excluir de esa libertad a ninguno, lo que constituye la igualdad civil a de todos los habitantes; proteger y asegurar a cada uno los resultados y frutos de su industria: he ahí toda la obra de la ley en la creación de la riqueza. Toda la gloria de Adam Smith, el Hornero de la verdadera economía, descansa en haber demostrado lo que otros habían sentido, – que el trabajo libre es el principio vital de las riquezas.

La libertad del trabajo, en este sentido, envuelve la de sus medios de acción, la tierra y el capital y todo el círculo de su triple empleo -la agricultura, el comercio, las manufacturas,- que no son más que variedades del trabajo.

Según esto, organizar el trabajo no es más que organizar la libertad; organizarlo en todos sus ramos, es organizar la libertad agrícola, la libertad de comercio, la libertad fabril. Esta organización es negativa en su mayor parte; consiste en la abstención reducida a sistema, en decretos paralelos de los del viejo sistema prohibitivo que lleven el precepto de dejar hacer a todos los puntos en que los otros hacían por sí, o impedían hacer.”

 

¿Qué es la libertad? ¿Cómo definirla? ¿Es acaso posible la libertad si no es bajo el imperio de la Ley?

¿Qué es la libertad? ¿Cómo definirla? Alguien ha planteado alguna vez que no somos “libres” porque, por ejemplo, no podemos volar. No soy ‘libre’ de salir al balcón del décimo piso y dar dos pasos para adelante. En verdad, sí puedo hacerlo nadie me lo impide, sólo que será lo último que haga. El argumento y el ejemplo parecen estúpidos pero esa frase “nadie me lo impide” nos da una pista para definir la libertad. Así lo hace David Boaz en su libro “The Libertarian Mind”: http://www.cato.org/libertarianmind

“No es fácil definir la libertad. El autor Leonard Read dijo: ‘Libertad es la ausencia de restricciones generadas por humanos contra la generación de energía creativa’. El premio Nobel en economía, F. A. Hayek se refirió al ‘estado en el cual cada uno puede utilizar su conocimiento para su propio propósito’ y también como ‘la posibilidad de que una persona actúe según sus propias decisiones y planes, en contraste con la posición de que uno está irrevocablemente sujeto a la voluntad de otro, quien por medio de su arbitraria decisión puede obligarme a actuar o no actuar de cierta forma’. Tal vez sea mejor entender la libertad como la ausencia de fuerza física o la amenaza de fuerza física. John Locke presentó su definición de libertad bajo el imperio de la ley:

‘El fin de la ley no es abolir o restringir, sino preservar e incrementar la Libertad. Porque en todos los estados de seres creados capaces de tener Leyes, cuando no hay Ley, no hay Libertad. Porque ser Libre es serlo de las limitaciones y violencia de otros, lo que no puede ocurrir si no hay Ley. Pero la Libertad no es, como nos dicen, la Libertad de cada persona de hacer lo que desee (Porque, ¿quién sería libre cuando el humor de cualquier otro puede imponerse sobre el suyo?). Pero una Libertad para disponer, y ordenar, como desee, sus personas, sus acciones, sus posesiones y toda su Propiedad, con la aceptación de todas las Leyes bajo las cuales se encuentra; y con ello no está sujeto a la voluntad arbitraria de otro, sino Libre para seguir la propia.’

Esto es, una persona libre no está ‘sujeta a la voluntad arbitraria de otro’ y es libre de decidir sobre su propia persona y su propiedad. Pero solamente puedes tener esa libertad cuando la ley protege tu libertad y la de los demás.

Como sea que definamos la libertad, podemos reconocer algunos de sus aspectos. Libertad significa respetar la autonomía moral de cada persona, considerando a cada una como dueño de su propia vida, y cada uno siendo libre de tomar decisiones sobre su vida.

La libertad nos permite definir el significado de la vida, o lo que es importante para nosotros.

Por lo que cada uno de nosotros debería ser libre de pensar, de hablar, de escribir, de pintar, de crear, de casarse, de comer, beber y fumar, de iniciar y dirigir negocios y de asociarse con otros como desee. Cuando somos libres podemos construir nuestras vidas como deseemos.

Las consecuencias sociales de la libertad son igualmente deseables. La libertad lleva a la armonía social. Tenemos menos conflictos cuando hay menos comandos y prohibiciones sobre cómo deberíamos vivir –en términos de clase o casta, religión, moda, estilo de vida o educación-…

La libertad económica significa que la gente es libre de producir e intercambiar con otros. Los precios libremente acordados transmiten información a toda la economía sobre lo que la gente desea y cómo se puede hacer más eficientemente. Para que un orden económico funcione, los precios tienen que decir la verdad. Una economía libre da incentivos a la gente para innovar, inventar y producir más bienes y servicios para toda la sociedad. Eso significa más satisfacción de más necesidades, más crecimiento económico, y un mayor nivel de vida para todos.

¿Qué es ser «libertario»?, y ¿Quienes son son? Libertad, dignidad, derechos individuales, anti-imperialismo

¿Qué es ser “libertario”? y ¿Quiénes los son? En un reciente libro publicado por Cato Institute, David Boaz responde a esas preguntas: http://www.cato.org/libertarianmind

Comenta Boaz que las ventas de “La Rebelión de Atlas”, el libro de Ayn Rand y “Camino de Servidumbre” de F. A. Hayek, se han multiplicado en los últimos años. Según investigadores, solamente entre un 2% y un 4% de norteamericanos se dicen “libertarios”, pero entre 15 y 20% tienen visiones libertarias en muchos temas (entre 30 y 40 millones de personas). La encuesta e Gallup “Governance Survey” encuentra que el 25% de los encuestados caen en el cuadrante “libertario”, monto similar al de “conservadores” o “socialdemócratas”. Y si se les pregunta si se definirían como “conservadores fiscales” y “liberales sociales” un 44% (100 millones) aceptan esa definición.

Pero, ¿qué es ser “libertario”? Así lo define Boaz:

“Libertarianismo es la filosofía de la libertad. Es la filosofía que, en distintas formas, ha inspirado a través de la historia a quienes lucharon por la libertad, la dignidad y los derechos individuales –los primeros partidarios de la tolerancia religiosa, los opositores de la monarquía absoluta, los revolucionarios de América, los abolicionistas (de la esclavitud), los protestantes contra la guerra y los anti-imperialistas, los opositores al Nazismo y al socialismo.

Los libertarios creen en la presunción de la libertad. Esto es, los libertarios creen que la gente debe ser libre para vivir como elijan a menos que los proponentes de la coerción puedan presentar un argumento sólido. Es el ejercicio del poder, no el ejercicio de la libertad, que requiere justificación. Si seguimos la presunción de la libertad, nuestras vidas serán más libres, más prósperas, y mas satisfactorias.

El peso de la prueba tiene que estar en aquellos que quieren limitar nuestra libertad.

Debemos ser libres para vivir nuestras vidas como queramos en tanto respetemos los mismos derechos de otros. La presunción de libertad debe ser tan fuerte como la presunción de inocencia en un tribunal penal, por la misma razón. De la misma forma que no puedes probar tu inocencia contra los posibles cargos en tu contra, no puedes justificar todas las formas en las que deberías poder actuar.

Pero muy a menudo se nos dice que debemos justificar cada ejercicio de nuestra libertad. ¿Quieres agregar un dormitorio más a tu casa? ¿Quieres fumar marihuana? ¿Quieres tener un arma? ¿Quieres navegar Internet con privacidad? ¿Quieres comenzar una nueva empresa de taxis? Prueba que necesitas esa libertad.

Cuando el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, trató de imponer una prohibición en las botellas grandes de bebidas gaseosas, los activistas del estado “protector” proclamaron que ‘nadie necesita una botella grande de gaseosa’. Puede ser, pero, ¿qué pasa si quieren una? ¿No tiene la gente el derecho para elegir lo que va a comer o beber? El ex senador Richard Lugar dijo que quería prohibir ciertas armas ‘para las que no veo ningún propósito legítimo’. ¿Qué otros productos pueden no tener un ‘propósito social legítimo’? ¿Los cigarrillos? ¿Los cepillos de dientes eléctricos? ¿La cerveza ‘light’? ¿Las autobiografías de los políticos? En una sociedad libre los políticos y las mayorías políticas no deberían ser árbitros sobre lo que puede venderse y comprarse por quienes quieren hacerlo.

En forma similar, los defensores de la supervisión masiva de nuestras llamadas telefónicas y navegación por Internet nos demandan que presentemos nuestros argumentos en favor de nuestra libertad y privacidad. Están equivocados. La carga de la prueba debería recaer en aquellos que están dispuestos a compilar completas bases de datos sobre nuestras actividades. La libertad debería ser la presunción. Las restricciones a la libertad con las que necesitan justificación.

¿Nacieron unos para gobernar y dirigir y el resto de nosotros para ser gobernados y dirigidos?

Más tema para que los alumnos de Derecho puedan discutir. David Boaz, en si recientemente publicado libro “The Libertarian Mind”, comenta sobre los derechos que tenemos. Aunque se refiere a los Estados Unidos, el tema se extiende a todo otro ámbito: http://www.cato.org/libertarianmind

En una sección titulada “Derechos básicos”, dice:

“Cualquier teoría sobre los derechos tiene que empezar en algún punto… “Los humanos, a diferencia de los animales, llegan al mundo sin un conocimiento instintivo sobre sus necesidades y tienen que satisfacerlas. Como dijera Aristóteles, el hombres es un animal que delibera y razona; los humanos usamos el poder de la razón para comprender cuáles son nuestras necesidades, el mundo que nos rodea, y cómo usar ese mundo para satisfacer nuestras necesidades. Por ello necesitamos un sistema social que permita usar la razón, actuar en este mundo, y cooperar con otros para alcanzar los objetivos que ningún individuo solo podría alcanzar.”

“Cada persona es un individuo único. Los humanos somos seres sociales –nos gusta interactuar con otros, y nos beneficia-, pero pensamos y actuamos individualmente. Cada individuo es dueño de sí mismo. ¿Qué otras posibilidades existen a la propiedad sobre uno mismo?

  • Alguien –un rey o una raza superior- podría ser dueña de otros.
  • Platón y Aristóteles por cierto argumentaron que había distintas clases de humanos, algunos más competentes que otros, y así dotados con el derecho y la responsabilidad de mandar, así como los adultos guían a los niños. Algunas formas de socialismo y colectivismo –explícita o implícitamente- se basan en la noción de que mucha gente no es competente para tomar decisiones sobre sus propias vidas, por lo que los más talentosos deberían tomarlas por ellos. Pero eso significaría que no habría derechos universales, solo derechos que algunos poseen y otros no, negando la esencial humanidad de quienes resultan propiedad de otros.
  • Todos somos dueños de todos – un completo sistema comunista
  • En este sistema, antes que alguien pueda actuar necesitaría el permiso de todos los demás. Pero, ¿cómo podría cada persona otorgar permiso sin consultar a todos los demás? Da como resultado una regresión infinita, y cualquier acción resulta imposible. En la práctica, como tal propiedad mutua es imposible, el sistema se reduce al anterior: alguien, o algún grupo es dueño de todos los demás. Eso es lo que ocurrió en los estados comunistas. El partido se convirtió en la elite dictatorial gobernante.

Así, tanto el gobierno comunista como el aristocrático dividen al mundo en facciones o clases. La única posibilidad humana, lógica, y adecuada a la naturaleza de los seres humanos es la “propiedad sobre uno mismo”. Obviamente, esta discusión solamente ha rasgado la superficie de esta cuestión; en todo caso me gusta la breve definición de Jefferson: Los derechos naturales son evidentes en sí mismos.

Los conquistadores y opresores le han dicho a la gente por siglos que los seres humanos no fueron creados iguales, que algunos están destinados a gobernar y otros a ser gobernados. Para el siglo XVIII la gente había rechazado esta vieja superstición, Jefferson la denunció con esta feliz expresión: “La gran masa de la humanidad no nacido con monturas sobre sus espaldas, ni algunos pocos favorecidos con botas para montarlos y dirigirlos por la gracia de Dios”. En el siglo XXI, la idea de igualdad es casi universalmente aceptada. Por supuesto, la gente no tiene la misma estatura, igual belleza, inteligencia, bondad, o éxito. Pero tienen iguales derechos, por lo que deberían ser igualmente libres. Como escribió el jurista estoico Cicerón: “Si es indeseable igualar la riqueza y todos no pueden tener los mismos talentos, los derechos legales, al menos, deberían ser iguales para todos los ciudadanos de la misma comunidad”.