Hayek y el concepto de ‘justicia social’: como si la distribución fuera decidida por una ‘mente’ única

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca, llegamos al final de la materia considerando la obra de algunos de sus autores en otros campos. En este caso, vemos a Hayek discutir el concepto de “justicia social”:

Hayek

“La justicia «social» (o, a veces, justicia «económica») se vio como atributo que debían poseer las «acciones» de la sociedad, o el «tratamiento» que los individuos o los grupos recibían de la misma. Como hace generalmente el pensamiento primitivo cuando observa por primera vez algunos procesos regulares, los resultados del orden espontáneo del mercado han sido interpretados como si estuvieran dirigidos por una mente racional, o como si los beneficios o los daños que las distintas personas recibían de ese orden estuvieran determinados por actos de voluntad y pudieran por tanto ser guiados por reglas morales. Esta concepción de la justicia «social» es, pues, una consecuencia directa de aquel antropomorfismo o personificación con el que el pensamiento primitivo trata de explicar todos los procesos de auto-ordenación. Demuestra nuestra inmadurez el hecho de que aún no hayamos abandonado estos conceptos primitivos, y se exija aún de un proceso impersonal que produce una satisfacción de los deseos humanos mayor que la que pueda obtenerse de cualquier ordenación deliberada que se conforme a los preceptos morales que los hombres han desarrollado como guía de sus acciones individuales.

El uso de la expresión «justicia social» es relativamente reciente, pues parece que se remonta a hace un siglo, poco más o menos. Esta expresión se empleó de vez en cuando en tiempos más antiguos para designar los esfuerzos organizativos destinados a observar las reglas de recta conducta individual; en la actualidad se usa a veces en discusiones eruditas para valorar los efectos de las actuales instituciones de la sociedad, pero el sentido en que hoy suele emplearse, y al que constantemente se recurre en las discusiones públicas y que será analizado en el presente capítulo, es esencialmente el mismo en que durante mucho tiempo se empleó la expresión «justicia distributiva». Según parece, empezó a hacerse habitual en este sentido en el tiempo en que (y acaso en parte porque) John Stuart Mill trató explícitamente ambos términos como equivalentes en afirmaciones como:

la sociedad debería tratar igualmente bien a todos aquellos que lo han merecido igual-mente, es decir, aquellos que lo han merecido igualmente en absoluto. Este es el más alto grado abstracto de justicia social y distributiva, hacia el cual deberían hacerse converger lo más posible todas las instituciones y los esfuerzos de todos los ciudada-nos virtuosos; o bien:

se considera universalmente justo que toda persona obtenga (tanto en el bien, como en el mal) lo que merece; es injusto que tenga que obtener el bien o sufrir el mal quien no lo merece. Tal vez sea ésta la forma más clara y enfática en que puede concebirse la idea de justicia. Puesto que implica la idea de méritos morales, surge la pregunta sobre en qué consisten estos méritos.

Es significativo el hecho de que estas dos citas se encuentren en la descripción de uno de los cinco significados de justicia que Mill distingue, cuatro de los cuales se refieren a las normas de recta conducta individual, mientras que ésta define una situación fáctica que puede pero que no necesita haber sido causada por una decisión humana racional. Parece, pues, que Mill no se percató de la circunstancia de que con este significado se refiere a situaciones completamente distintas de aquellas a las que se aplican los otros cuatro sendos, o de que esta concepción de «justicia social» lleva directamente a un socialismo en plena regla.

Tales afirmaciones, que asocian explícitamente «justicia social y distributiva» al «tratamiento» de los individuos por parte de la sociedad según sus ritos morales, demuestran claramente la diferencia con la simple justicia, y al mismo tiempo la causa de la vacuidad del concepto. La exigencia de «justicia social» se dirige no al individuo sino a la sociedad -pero la sociedad, en sentido estricto, es decir como distinta del aparato de gobierno- es incapaz de obrar por un fin específico, y la exigencia de «justicia social» se convierte por tanto en una exigencia dirigida a los miembros de la sociedad para que se organicen de tal modo que puedan asignar determinadas cuotas de la producción social a los diferentes individuos y grupos. La pregunta fundamental, pues, es la de si existe el deber moral de someterse a un poder que pueda coordinar los esfuerzos de los miembros de la sociedad en orden a obtener un modelo de distribución particular, considerado como justo.

Si la existencia de este poder se da por descontada, la cuestión sobre cómo deberían distribuir los medios disponibles para satisfacer las necesidades se convierte en cuestión de justicia, aunque no sea una pregunta a la que la (264) moral vigente dé una respuesta. Parece, pues, que estaría justificado el presupuesto del que parten la mayoría de los teóricos modernos de la «justicia social», esto es, que sería necesario asignar cuotas iguales a todos a menos que consideraciones particulares exijan no aplicar este principio.26 Sin embargo, el problema principal consiste en establecer si es moral que los hombres estén sujetos a aquellos poderes sobre sus acciones que deberían ejercerse para que los beneficios obtenidos por los individuos puedan definirse significativamente como justos o injustos.”

Apertura comercial y consecuencias distributivas: la diferencia entre desigualdad de ingresos y pobreza

Con los alumnos de UCEMA, vemos el Informe sobre el comercio mundial de la OMC 2008, que presenta un completo análisis de las teorías del comercio internacional, y en la sección E considera las consecuencias distributivas del comercio.

Por supuesto que todo cambio en el comercio internacional genera consecuencias distributivas, si un país se abre algunos van a ganar otros van a perder respecto a su situación anterior; si un país se cierra lo mismo. En definitiva, todo cambio en la economía tiene su impacto en la distribución del ingreso. ¿Con qué criterio vamos a evaluar si alguno de esos cambios son positivos o negativos y para quién?

Por supuesto que este es un tema enorme que nos lleva desde el campo de la economía hacia el de la filosofía moral. El informe de la OMC no trata este tema, aunque debería. En principio presenta ciertas teorías “descriptivas” de los efectos redistributivos. Las primeras consideraron los efectos de la apertura comercial tomando en cuenta el diferente impacto entre trabajadores muy cualificados y poco cualificados pero las teorías más modernas, que ya no analizan las ventajas comparativas entre “países” y ni siquiera entre industrias, sino entre empresas.

Dice así: “Según este método clásico quienes se benefician y quienes se perjudican a corto plazo de la reforma del comercio dependerá del sector de empleo. La “novísima” teoría del comercio impugna esa predicción. Según esta teoría, los sectores que sean exportadores e importadores netos se caracterizarán por la existencia de empresas de gran productividad en expansión y de empresas de baja productividad que se contraen. En consecuencia, según esta teoría, la reforma del comercio impulsará la creación y la destrucción de empleos en todos los sectores. Para los responsables de las políticas, esto significa que habrá una considerable redistribución de empleos en cada sector. Este puede ser un dato positivo, pues se considera en general que para los trabajadores es más difícil trasladarse de un sector a otro que una empresa otra dentro de un mismo sector.”

Ahora bien, el estudio, al igual que gran parte de los analistas de estos temas, cae en el error de considerar a la desigualdad y la pobreza como lo mismo. Por ejemplo: “La primera cuestión es la relación entre comercio y desigualdad en los países en desarrollo. Al principio se pensaba que el comercio conduciría a una disminución de la desigualdad en esos países. Esto era algo positivo, ya que contribuiría a reducir la pobreza por medio de dos mecanismos: su efecto positivo en el crecimiento y su efecto favorable en la distribución de los ingresos. Sin embargo, los estudios empíricos han demostrado que la reforma del comercio no siempre ha puesto en marcha el segundo de estos mecanismos.”

Este es un gran error. Un proceso de crecimiento económico acelerado puede inicialmente aumentar las desigualdades y al mismo tiempo reducir la pobreza. Tal es el caso de China luego de tres décadas de apertura económica y comercial. Hay cientos de millonarios ahora en ese país, las diferencias se han ampliado, antes eran todos pobres (salvo los jerarcas del Partido, por supuesto). Pero los pobres están mucho mejor que antes, pese al aumento de la desigualdad. Antes de las reformas el PBI per cápita no superaba los 150 dólares!. Hoy es de 9.800 según el FMI y $11.900 según el Banco Mundial!!!

Los ricos son cada vez más ricos:,… en realidad es al revés, los ricos no pueden mantenerse ricos

Mas sobre los ricos que son más ricos y los pobres que son más pobres. Ahora un artículo publicado en el Cato Journal, “The Myth of Dynastic Wealth: The RIch get Poorer”, por Arnott, Bernstein & Wu: http://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/cato-journal/2015/9/cj-v35n3-1_0.pdf

“El libro ‘El capital en el siglo XXI’ de Thomas Piketty explotó en los primeros puestos de los libros más leídos en cuanto fue publicado en 2013, y allí estuvo por meses. Si bien es un logro destacable para un pesado volumen de economía, no es un misterio porqué ha creado tal sensación: está bien articulado, es accesible para el no-economista y contiene muchas observaciones históricas.

Creemos que el argumento principal de Piketty es probablemente errado en varios niveles, como resultado de errores fundamentales y evitables en sus supuestos básicos. Comienza con la sensata presunción de que el retorno sobre el capital invertido, r, excede el crecimiento macroeconómico, g, como debe ser en cualquier economía saludable. Pero desde esta casi tautología, avanza para presumir que las familias ricas van a ser cada vez más ricas en las generaciones futuras, llevando hacia una sociedad dominada por la riqueza hereditaria, no ganada.

Ahora bien, esta lógica resulta cierta solamente si los ricos nunca disipan su riqueza a través del gasto, las donaciones caritativas, los impuestos, malas inversiones, y la división de la propiedad entre muchos herederos. Como individuos, y como familias, los ricos generalmente no son más ricos; después que se construye una fortuna, generalmente los ricos se vuelven lenta e inexorablemente más pobres.

La evidencia que usa Piketty en apoyo de su tesis es básicamente anecdótica, sacada de novelas de Austen y Balzac, y de las fortunas actuales de Bill Gates y Liliane Bettencourt. Si Piketty está en lo cierto, ¿dónde están ahora los actuales descendientes hiper-ricos de las dinastías empresariales del pasado: los Astors, los Vanderbilts, Carnegies, Rockefellers, Mellons y Gettys? Casi todos ellos están fuera de las listas de los super-afluentes. Nuestra evidencia –presentada para refutar el argumento de Piketty- es empírica, resultado de la alta rotación entre los rangos de los super-ricos de la revista Forbes 400, y sugiere que en cualquier determinado momento, la mitad o más de la riqueza conjunta de los hiper-ricos es riqueza generada por esa primera generación, no heredada.

Los que originan grandes riquezas son genios que se encuentran uno en un millón: su innovación, inventiva, y su focalización en el esfuerzo empresarial crean cantidad de empleos y mejoras de productividad para toda la sociedad. Ellos crean riqueza para la sociedad, de la que extraen riqueza para sí mismos. En contraste, los descendientes de los hiper-ricos rara vez poseen ese genio de uno en un millón. Bettencourt, citada por Piketty, es una excepción. Típicamente, encontramos que los herederos reducen esa riqueza a la mitad –en relación al crecimiento del PIB- cada 20 años o menos, sin ninguna asistencia adicional de las recetas redistributivas de Piketty.

La acumulación dinástica de riqueza es simplemente un mito. La realidad es que cada generación  produce sus propios emprendedores que crean vastas sumas de riqueza totalmente nueva, y disfrutan una parte de ella, desplazando a muchos de los emprendedores que crearon riqueza en generaciones anteriores. Hoy, las enormes fortunas del siglo XIX se ha prácticamente vaciado y casi todas las fortunas generadas medio siglo atrás también se han ido. ¿Realmente queremos frenar la empresarialidad, la invención y la innovación en un esfuerzo para acelerar el ya rápido proceso de redistribución de la riqueza?”

Otro argumento que se utilizó para justificar las retenciones: redistribuir la ‘renta extraordinaria’

Del libro El Foro y el Bazar:

El atractivo económico y la conveniencia política toman como marco de referencia una ideología. El modelo del estado protector de derechos individuales del liberalismo clásico asignaba la función de proteger la libertad y la propiedad. Ya en el siglo XIX dicho modelo fue reemplazado por la función redistributiva del Estado benefactor. Sobre éste, el Estado “regulador” agregó luego nuevas funciones.

En este caso, la ideología genera una visión peculiar del Estado. Por cierto que le incumben las funciones distributivas y regulatorias pero se degrada la protección de la vida y la propiedad al punto que el “crimen” se convierte en una preocupación mayor para los votantes que el desempleo. [1] La redistribución es todo lo que importa, y se espera que también reduzca el crimen. [2] El papel del gobierno es puramente redistributivo, considerando que la riqueza no puede ser “creada”, solamente “distribuida”, a contramano de las lecciones de la economía durante los últimos 250 años.  Desde esta perspectiva el libro de Adam Smith “La Riqueza de las Naciones” no fue nunca publicado. El sector agropecuario, no es de extrañar, tendría que entender que el derecho de propiedad no se extiende al esfuerzo productivo, sino que está sujeto a la decisión del gobierno. Las retenciones, según esta visión, se convierten en un instrumento de “justicia social”, y el gobierno es quien la administra. Y la “justicia social” es necesaria porque las retenciones se apropian de lo que se denomina “rentas extraordinarias” que, supuestamente, sólo los productores agropecuarios reciben.

El término “renta extraordinaria” es un concepto marxista que se deriva del análisis de las ganancias capitalistas. Según Marx y el análisis del equilibrio clásico, la competencia entre capitalistas eventualmente eliminaría toda ganancia extraordinaria y dejaría solamente un retorno igual a la tasa de interés prevaleciente. Este no sería el caso en cuanto a las rentas de la tierra se refiere porque ésta es un recurso limitado que no puede ser reproducido y las distintas parcelas presentan diferentes grados de fertilidad. Como Marx basaba su análisis en la teoría del valor basada en el trabajo y el costo de producción, el precio de los productos agrícolas era formado por la productividad de las tierras menos fértiles, obteniendo las más fértiles una renta extraordinaria que no podía ser erosionada como en la industria debido a que no había más tierras fértiles que se sumaran a la oferta.

En verdad, el valor es transmitido desde el producto final a los factores básicos de producción, incluyendo a la tierra. Es debido a que los precios son suficientemente altos que las tierras menos fértiles son incorporadas a la producción. Por cierto, las mejores tierras obtienen una “renta extraordinaria” pero en esto no es nada diferente a cualquier otro recurso: los mejores cantantes de ópera obtienen más ingresos que los regulares, lo mismo con los mejores jugadores de fútbol, o los mejores escritores. ¿No debería aplicarse un impuesto sobre esas ganancias “extraordinarias”?  Ya existe, es el impuesto a las ganancias. No con un impuesto sobre el precio de venta de sus servicios. ¿Por qué entonces la diferencia?

Por otro lado, es necesario comprender que el precio de un activo está relacionado con sus rendimientos futuros. Es más, su precio actual es la suma del flujo de rendimientos futuros descontados. Si esos rendimientos esperados son “extraordinarios”, también lo es el valor de la tierra hoy. El que ha comprado un campo con rendimientos superiores, ha pagado también un precio superior y lo que ahora obtiene le dará una tasa de retorno que, como porcentaje de la inversión inicial, puede no ser muy diferente del retorno que se obtiene en tierras de menor valor. ¿Cuál es el precio de una hectárea en Pergamino y cuál en el sur de la provincia de Buenos Aires? Su diferencia ya refleja los niveles de rendimiento en uno y otro. La “ganancia extraordinaria” en el primero es simplemente un monto mayor necesario para recuperar un monto mayor invertido.

Finalmente, cuando hablamos de “tierra” estamos considerando todos los recursos naturales provenientes de la tierra, y éstos no son “fijos”. La oferta de tierra agrícola en Argentina se ha incrementado dramáticamente en las últimas décadas gracias a la tecnología. Las semillas con genética, fertilizantes, irrigación, pesticidas y maquinarias han cambiado el significado de “fertilidad” en la tierra. Lo que significa que cuando existe alguna “renta extraordinaria” el capital y la tecnología fluirán hacia allí poniendo en marcha un proceso equilibrador que llevará eventualmente a obtener una tasa normal de retorno si no fuera que nuevas innovaciones y cambios en las preferencias de los consumidores ponen en movimiento al proceso una y otra vez.

[1] Gaffoglio, Loreley, “El miedo al delito le ganó en el país al desempleo”, La Nación, 6/12/09.

[2] En la ceremonia de apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso de 2009, Cristina Fernández de Kirchner decía:  “Escuché decir por ahí que yo era una persona a la que gustaba sacarles a unos para darles a otros; la economía -y todos ustedes lo saben- es, precisamente, administrar con los recursos que se tienen y con la contribución que hay. Siempre en economía, lo que se les asigna a unos, es porque se lo está sacando a otros, porque el único que pudo multiplicar los peces y los panes fue Jesucristo, el resto tiene que tomar decisiones en base a los recursos que se tiene”. Fernández de Kirchner, Cristina, Apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso, 1/3/09:

http://www.casarosada.gov.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=5612&Itemid=66

Quisieron maximizar votos imponiendo retenciones: una mala teoría distorsiona la realidad, y se paga

Del libro El Foro y el Bazar

Ideas erróneas, malas políticas, peores efectos

Las ideas que sostuvieron estas políticas agrícolas son, al menos, cuestionables. El problema de la “Enfermedad Holandesa” existe solamente para quienes consideran que el tipo de cambio es un instrumento de política y no el resultado de la interrelación entre compradores y vendedores en el mercado reflejando las ventajas comparativas de un país, quienes también piensan que es el “único” instrumento disponible para promover la competitividad.

Argentina no exporta solamente “commodities” y podría agregar valor para convertirse en un gran exportador de alimentos elaborados. ¿Por qué no puede competir en estos otros campos? Básicamente porque sus costos son elevados. Los analistas de la “Enfermedad Holandesa” sostienen que son altos porque el tipo de cambio refleja la competitividad de la producción agrícola a bajo costo. Pero nunca mira a un responsable más directo: elevados impuestos, barreras comerciales y regulaciones. Regulaciones laborales costosas, insumos caros protegidos por altos derechos de importación, servicios públicos deficientes, un sistema judicial kafkiano, una moneda poco confiable, débil sustento de los derechos de propiedad y los contratos impiden que muchas emprendimientos sean competitivos.

Si, como la teoría de la “Enfermedad Holandesa” proclama, la eficiencia del sector agrícola y sus voluminosas exportaciones revalúan la moneda local y vuelve no competitiva la producción local de otras actividades, también debería considerarse que dicho tipo de cambio vuelve más baratas las importaciones de bienes de capital, y la producción local más eficiente. Asimismo, la competitividad de este sector podría ser mejorada con menores regulaciones e impuestos, sólo que éstos son, precisamente, los instrumentos del clientelismo político y la redistribución.

El interés personal en la política

La política agrícola argentina de la primera década del siglo XXI tiene su “lógica” y puede ser explicada en términos de una teoría económica, un cálculo político y una ideología que tiñen la visión de quienes la aplican, persiguiendo su propio interés, que en el caso de la política es la conquista y retención del poder por medio de obtener el apoyo de la mayoría de los votantes. Fue  “irracional” en cuanto a sus resultados económicos se refiere: no permitió al país aprovechar las nuevas oportunidades en los mercados mundiales de commodities, reduce el crecimiento y destruye riqueza. Eventualmente también puede haber sido fatal para quienes la veían como una forma de acumular poder y ser reelectos. Supuestamente su objetivo es maximizar votos, pero ese velo ideológico refleja la realidad con cierta óptica que influye en el cálculo político.

La “Enfermedad Holandesa” no era un efecto temporal. Se basaba en reformas de largo plazo en Asia y otras regiones que incrementaron su consumo de commodities. Estos cambios sin duda impactaron en la estructura económica argentina, pero siendo más una oportunidad que un problema. El episodio no duró mucho en Holanda: el gas natural comenzó a fluir desde el Mar del Norte a fines de los años 1950 y redujo las exportaciones de productos no gasíferos durante el comienzo de los años 1960, pero hacia fines de esa década las exportaciones se habían incrementado del 40 al 60% del PBI y los temores de desindustrialización nunca se materializaron (Gylfason, 2001). Noruega es el segundo exportador de petróleo después de Arabia Saudita, y todavía no ha mostrado los efectos de la enfermedad.

En el caso de Argentina, la preocupación del gobierno por evitar los efectos del crecimiento de la demanda de commodities llevó a poner en riesgo las posibilidades del sector agropecuario para relanzar una nueva era de crecimiento económico. Tomando en cuenta la preocupación del gobierno por redistribuir rentas de estas actividades, no percibió la nueva configuración de los mercados de capitales en la producción agropecuaria. La distribución de dichas rentas ya era extendida, no concentrada, a través del impacto de otras actividades laterales y la participación de pequeños inversores en los fideicomisos. Dicha distribución era eficiente y no politizada y había ayudado al país a salir de su peor depresión. Ignorando los efectos redistributivos, el gobierno alienó a los productores, los comerciantes en actividades relacionadas y las clases medias urbanas.

El supuesto de la maximización de votos se sostiene, solo que puede llevar a un fracaso si está distorsionado por teorías y evaluaciones equivocadas.

La casa de Carlitos Tevez en La Horqueta: les propongo un test de filosofía moral y a Robert Nozick

Propongo un test de filosofía moral. Comencemos con la casa que ha comenzado a construir Carlitos Tévez.

Dice El Cronista en un artículo titulado “Tras revolucionar el fútbol argentino, Tevez levanta una excéntrica mansión”: http://www.cronista.com/deportes/Tras-revolucionar-el-futbol-argentino-Tevez-levanta-una-excentrica-mansion-20150715-0009.html

“El «Apache» está construyendo una casa de alrededor de 4000 m2 en La Horqueta, San Isidro. Está a 20 kilómetros del barrio Ejército Argentino o Fuerte Apache que lo vio crecer. Su nuevo hogar tendrá un costo de u$s 7 millones, un espacioso garaje, varios edificios y, siguiendo el ejemplo de su amigo y compañero en la Juventus Arturo Vidal, hasta una ‘disco’ para 200 personas.” Aquí la casa en construcción:

Casa Tevez

¿Cree usted que esto es ‘injusto”? ¿O estima que Tevez ha hecho sus méritos para obtener la cantidad de dinero necesaria para eso?

Ahora veamos otro caso. Ya en el año 2007, La Nación publicaba un artículo de Alfredo Sáinz con el título “Empresarios K: negocios de la mano del poder”: http://www.lanacion.com.ar/919770-empresarios-k-negocios-de-la-mano-del-poder

El blog de Juan Cruz Sanz describe la casa de Báez: http://juancruz-rgl.blogspot.com.es/2010/02/la-casa-de-lazaro-baez.html

“Los más de 3 mil metros cuadrados que tiene el predio fueron aprovechados al máximo por el ahora millonario kirchnerista y eso se puede observar en la imagen que obtuvo el blog y que fue analizada por personas que integran el círculo íntimo de Báez, con acceso diario a la chacra.

La sorpresa la dan 14 invernaderos ubicados de manera estratégica sobre un costado del predio. Nadie asegura que es lo que se cultiva puertas adentro. «Lázaro consume lo que produce», dicen simpáticamente fuentes cercanas al empresario.”…

“Además de los invernaderos, aparece un parque interno, una gran casa de huéspedes con gimnasio propio, lugar donde se alojan Néstor y Cristina; La casa de la familia Báez constituida por más de 300 metros cubiertos; Pileta climatizada con oleaje artificial; Antena para telecomunicaciones con cámaras de seguridad y video de grabación en 360º con un alcance de 100 metros; Casa para personal de seguridad, caseros y quinteros; Una cancha de fútbol con iluminación artificial y un quincho con subsuelo para reuniones. Además un pequeño estacionamiento para invitados y una calle interna pavimentada.”

Aquí la casa de uno de los empresarios:

Lazaro

Lázaro Casa

¿Cree usted que esto es “justo”? ¿O estima que estos empresarios no tienen méritos para obtener la cantidad necesaria para eso?

SI usted contestó aprobando el primer caso y rechazando el segundo está siguiendo una visión ética cercana a la que planteara el conocido filósofo Robert Nozick, para quien en temas de justicia distributiva no hay que discutir el resultado de la distribución (por ejemplo, si uno tiene 6 y otro tiene 4), sino el “proceso” por el cual esa distribución ha resultado. Si el «proceso» fue justo, entonces la distribución, aunque desigual, es justa. Si usted opinó de esa forma es porque entiende que el “proceso” fue justo en el caso de Tevez e injusto en el caso de los amigos del poder.

Y note que no está tomando en cuenta el enfoque que suele predominar en las visiones “resdistributivas”, ya que estas miran el resultado de la distribución y, al no gustarle, proponen modificarla de una forma u otra.

Si le interesa entonces revisar esta visión, para explicarse cómo es que la está sosteniendo aunque no le haya prestado mucha atención, puede leer el resumen de ese texto en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Anarqu%C3%ADa,_estado_y_utop%C3%ADa

O puede buscarlo en la web donde se lo encuentra en pdf.

El senor Burns y los «ricos cretinos». Pero, ¿de dónde es que sacaron sus millonarias fortunas?

En la columna dominical Alter Eco que escribe Sebastián Campanario en La Nación, el domingo 5 de Julio considera el tema de los “ricos cretinos” o investigaciones que señalarían que los más ricos tienen conductas pocos “sociables”, para decirlo de alguna forma. Sin embargo, esas investigaciones, y el artículo de Campanario no plantean una cuestión de vital importancia, que señalaré más adelante: http://www.lanacion.com.ar/1807462-excelente-smithers-una-polemica-en-torno-del-senor-burns-y-los-ricos-cretinos-divide-a-los-economistas

Ahora, algunos párrafos sobre los malvados señores “Burns” de este planeta:

Burns

“En todos se recopiló abundante evidencia científica (de estudios de economía, psicología evolutiva, ciencias políticas y sociología) que apunta en la misma dirección: las personas extremadamente ricas tienden a tener un comportamiento más egoísta, menos cooperativo, con menos empatía y preocupación por el prójimo, y más aislado.”

En cuanto a las visiones políticas y económicas de la sociedad pareciera que ser “egoísta” o “menos cooperativo” significa tener opiniones cómo éstas:

“Entre los estudios académicos citados para sostener su hipótesis, destacan una encuesta realizada por la Fundación Russell Sage, donde se ven diferencias enormes entre las consideraciones de los más ricos en relación al resto de la población. Por ejemplo, sólo el 23% de las personas muy opulentas considera que el gobierno debería asegurar un estándar digno de vida a los desempleados, contra el 50% de la población general; un 33% de los primeros está a favor de reducir el gasto en seguridad social (contra un 10% del resto) y sólo el 29% de los millonarios piensa que defender los empleos de los estadounidenses debería ser una prioridad del gobierno, contra el 81% de la población a nivel general.”

En realidad esto podría ser interpretado como que cada grupo está defendiendo sus intereses. Unos rechazan la expropiación de sus ingresos y la transferencia a otros, y éstos esperan recibir esas transferencias y las apoyan. No estaría tan claro quienes son más éticos como parece dar a entender el artículo, e incluso podrían serlo los primeros, si han generado su riqueza honestamente y resisten la expropiación de la mayoría. Esta visión sesgada de quién promueve su propio interés y quien parece defender el ‘bienestar general’ aparece también en este párrafo:

“Otro estudio del psicólogo Paul Piff argumenta que «ser de clase alta aumenta las posibilidades de tener un comportamiento antiético». «Aunque tener dinero no hace a nadie necesariamente de ninguna manera, los ricos tienden más que el resto a priorizar sus propios intereses por encima del resto de la población», sostiene.”

Por último, el sesgo aparece respecto a quienes defienden qué políticas. Se cita a Thimoty Lee diciendo que favorecer al libre mercado no significa ser un cretino pero David Roberts responde que “la gran mayoría de quienes defienden un Estado más pequeño lo hacen porque construyen una ideología que justifica sus intereses (y se rodean de personas que piensan lo mismo) y no porque prioricen como consecuencia un bienestar social mejor para todos.”

O sea que, por definición, unos son los “malos” y persiguen sus propios intereses y moldean sus ideologías alrededor de éstos, y los otros son “buenos” que solamente piensan en el bienestar general y por alguna razón inexplicada no basan sus ideas en sus intereses personales.

En fin, pero ¿cuál es el punto central que no aparece en los estudios o en el artículo? El siguiente: nadie se pregunta cómo es que esas personas se hicieron ricas. Simplemente parten del hecho que lo son. Pero en un mercado abierto y competitivo, se hacen ricos los que brindan bienes y servicios que satisfacen las necesidades de los consumidores, y éstos premian dándoles su dinero. En un mercado competitivo es la gente la que hace rica a los millonarios y estos, necesariamente, tienen que haber “servido” a sus clientes.

O sea que ya hicieron su contribución al bienestar general, la riqueza es simplemente el resultado de esto. Las investigaciones y el artículo parten desde ese punto pero se olvidan de ver el proceso anterior. Y esa es la clave, en tanto y en cuanto hayan hecho sus millones sin privilegios.

 

A todos les gusta la Macro, pero sus agregados pueden restar información, no sumarla

Aunque modas tales como la economía de la conducta (Behavioral Economics) pusieron nuevamente el foco de atención en la conducta individual, lo cierto es que la mayoría de los economistas, y los estudiantes de economía, piensan que lo que realmente importa es la macro. Seguramente porque de su discusión se derivan conclusiones de política económica, que forman parte de la discusión sobre la coyuntura. Y, es cierto, todos tenemos interés en la coyuntura ya que nos afecta en forma directa.

Pero la Macroeconomía, o el análisis de “agregados” enfrenta algunos serios problemas que es necesario tener en cuenta. Una vieja discusión al respecto plantea si puede haber una “Macro” que no tenga fundamentos en lo que conocemos de “Micro”. Y en muchos casos es así.

Gary Gales comenta en el Mises Institute sobre otro problema que da título a su artículo: “Cómo la Agregación Económica esconde los problemas del intervencionismo”, http://mises.org/library/how-economic-aggregation-hides-problems-interventionism

Presenta el ejemplo de los “Impuestos Netos”, estadística que muestra los impuestos pagados al gobierno menos los pagos por transferencias que el gobierno realiza, para el sector de familias en su conjunto. “Es una categoría útil para considerar el efecto neto de los programas gubernamentales en el ingreso disponible para todo el sector. Pero distrae la atención sobre la enorme redistribución de ingresos y los importantes efectos en la oferta y los incentivos para producir. Digamos que el gobierno cobra impuestos de un subgrupo de la población por $2 billones, y provee $1 billón en transferencias de programas sociales a otro subgrupo. El efecto neto en el conjunto de las familias es una reducción de un billón. Pero considerar solamente el número neto en el análisis es ignorar aspectos muy importantes”.

Gales sostiene que no se ve el impacto sobre la oferta, ya que se reducen los incentivos de ambas partes, de los que ponen y de los que reciben. De los primeros porque ven castigado su esfuerzo productivo, pero es más importante en el caso de los segundos ya que la recepción de esa ayuda es condicional a seguir siendo pobres.

“Los agregados utilizados en la construcción del PIB tienen severas limitaciones. Descansan en precios pagados para asignar valor a los bienes y servicios intercambiados. Este enfoque de la preferencia revelada tiene sentido para la conducta en el mercado, ya que el valor de cada bien ha de ser superior al precio pagado por cada individuo que hace la compra. Aun así, sin embargo, el exceso de valor sobre el precio que motivó la compra (llamado superávit del consumidor) es ignorado. Pero cuando el gobierno interviene, la precisión se degrada notablemente.”

“Por ejemplo, si el gobierno da a una persona un subsidio del 40% sobre la compra de un bien, todo lo que sabemos es que el valor de cada unidad para el comprador excedió el 60% de su precio. No se sabe si esa compra tuvo un valor superior al precio pagado incluyendo el subsidio. Y en áreas en las que el gobierno produce o usa bienes directamente, como el gasto en defensa, no sabemos casi nada de su valor. Los ciudadanos no pueden rehusar financiar lo que el gobierno decida comprar, bajo pena de prisión, por lo que ninguna transacción voluntaria revela lo que ese gasto vale para los ciudadanos. Y siglos de experiencia sugieren que los bienes y servicios provistos por el gobierno valen, a menudo, mucho menos de lo que cuestan. Pero ese gasto es contado simplemente como de un valor igual a su costo en las cuentas del PIB.”

El costo de la redistribución vía las retenciones a productos agrícolas y carnes

Cuando vimos a John  Stuart Mill consideramos su argumento que las leyes de la producción no rigen la esfera de la distribución, que una vez producidos los bienes los seres humanos pueden distribuirlos como quieran. Y la crítica presentada fue que esto no es así, que inevitablemente al intervenir en la distribución se impacta en la producción.

Agropecuaria

Un caso típico de esto son las retenciones a las exportaciones de granos y carnes de la Argentina (impuestos a las exportaciones), claramente dirigidas a financiar la redistribución de ingresos. ¿Acaso no tuvieron ningún costo en términos de producción perdida? Un artículo reciente de La Nación nos da la oportunidad de estimar, muy  a grosso modo por supuesto, ese costo, y la suma total desde 2007 da nada menos que 23.779 millones de dólares de menor producción agrícola y ganadera como resultado del impacto de las retenciones entre 2007 y 2014. http://www.lanacion.com.ar/1687424-en-8-anos-la-produccion-del-campo-cayo-o-crecio-menos-que-en-otros-paises

 

Si la producción argentina hubiera crecido al mismo ritmo que el promedio mundial, hoy sería así:

Soja: 55,1 millones:    3,1 más

Maíz:  30,6 millones:      8,1 más

Trigo:    16,3 millones:      7,1 más

Carne:    770 millones:        570 más (tomando en cuenta que hubiera crecido según el promedio mundial en lugar de caer)

 

Tomar el promedio de aumento en el mundo es, además, y como se desprende del cuadro en el artículo, tomar la medida más conservadora. Nuestros países limítrofes han incrementado su producción mucho más que el promedio mundial.

Pero aun así, eso quiere decir que de haber alcanzado ese promedio, y tomando precios de hoy FOB puertos argentinos (asumiendo que todo el excedente se exporta), tendríamos más ingresos por estas sumas:

Soja: $1.615.000.000

Maíz: $1.879.000.000

Trigo: $2.662.000.000

El precio promedio de la carne es mucho más complicado porque hay de muy distintos tipos, pero según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina, en su informe mensual de Enero (http://www.ipcva.com.ar/documentos/1249_informemensualdeexportacionesenero2014.pdf), el precio promedio iría desde $9.700 para cortes enfriados sin hueso y $5.800 para cortes congelados sin hueso. Tomemos un promedio, digamos $7.700 (por supuesto que esto es una gruesa aproximación). A ese precio sería:

Carnes: $ 5.390.000

Si asumimos que el resto del mundo no tiene retenciones, y asignamos la diferencia de resultados a la existencia de este impuesto (puede haber numerosos otros factores, por supuesto), esto quiere decir que el costo para este año sería de 6.161 millones de dólares, un poco más de lo que pagamos por Repsol.

El artículo compara el desempeño desde 2007. Tenemos que asumir que la diferencia se fue dando gradualmente durante esos años, digamos que un 14% anual para llegar al 100% en 2014.

Si mantenemos los mismos precios (que no fueron así, claro) para tener una muy simple mirada de este costo esto quiere decir que el costo por año fue:

2008: 862 millones

2009: 1725 millones

2010: 2587 millones

2011: 3450 millones

2012: 4066 millones

2013: 4928 millones

2016: 6161 millones

La suma total da 23.779 millones de dólares.

Producimos muchos alimentos, ¿ahora hay que ver cómo distribuirlos?

En una entrevista por la radio el sábado por la mañana, Juan Carr, quien desarrolla una notable actividad promoviendo la ayuda voluntaria para eliminar la pobreza a través de Red Solidaria, hablando sobre la situación argentina y que este país produce alimentos en cantidad suficiente como para eliminar el hambre de 450 millones de personas, propuso que era hora de sentarse a discutir la distribución de esos alimentos. La idea es que de esa forma se podría eliminar el hambre, al menos en la Argentina.

john_stuart_mill

Esta opinión es tan vieja como errónea. La idea de que la producción y la distribución son dos fenómenos distintos, separados, y regidos por leyes diferentes se encuentra ya en John Stuart Mill, autor que hemos estado viendo con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico, precisamente sobre este tema. Dice Mill:

“Quiéralo o no el hombre, su producción estará limitada por la magnitud de su acumulación previa y, partiendo de ésta, será proporcional a su actividad, a su habilidad y a la perfección de su maquinaría y al prudente uso de las ventajas de la combinación del trabajo […] No sucede lo mismo con la distribución de la riqueza. Esta depende tan solo de las instituciones humanas. Una vez que existen las cosas, la humanidad, individual o colectivamente, puede disponer de ellas como le plazca. Puede ponerlas a disposición de quien le plazca y en las condiciones que se le antojen” Principios de Economía Política (FCE [1848], p. 191).

Todos podemos tener alguna idea de cómo desearíamos que se distribuyera la riqueza en alguna sociedad ideal, pero lo que es incorrecto es pensar que esa “redistribución” (así hay que llamarla porque la distribución original ya se realizó por medio de decisiones individuales voluntarias) no va a impactar en las “leyes de producción” o, en otras palabras, en los incentivos para producir.

Toda producción se hace con miras a una distribución determinada: trabajo porque espero que recibiré un determinado sueldo. Si luego de haber trabajado, cambian las condiciones, entonces mis incentivos a trabajar en el futuro serán distintos.

Es más, eso es precisamente lo que ocurre en la Argentina con las retenciones a las exportaciones de esos mismos productos alimenticios que se estima pueden ser redistribuidos. Estos impuestos vigentes, que llegan en algunos casos hasta el 35% del precio de exportación (FOB) y son luego “redistribuidos” a voluntad o “como les plazca” según Mill, ya están impactando en los volúmenes de producción, los que serían mayores si esos impuestos no existieran. Es decir, si hoy se produce una cantidad total que permitiría sacar del hambre a 450 millones de personas, sin esa “redistribución” bien podría producirse una cantidad que sacara del hambre a 600 u 800 millones. Es lo que ha ocurrido en países vecinos donde no existen esos impuestos y la producción ha aumentado más que en Argentina, superándola en exportaciones tales como carnes o trigo.

En definitiva, el impacto de la “redistribución” en la “producción” lo estamos viendo ahora, lo tenemos delante de nuestra vista. La idea de que son decisiones guiadas por leyes diferentes debería ser definitivamente abandonada.

Tal vez se quiera continuar con la redistribución de todas formas, no estoy discutiendo eso aquí, pero debería presentarse su “costo” en términos de menor producción.