Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, UBA, Económicas, vemos a Hayek, donde discute con Keynes la esencia de su visión ‘macroeconómica’:
“Los pensamientos de Keynes contra el desarrollo de un análisis basado en el supuesto de pleno empleo no son totalmente injustificados. Sin embargo, su paso al otro extremo, utilizando una metodología basada en el supuesto de una subocupación generalizada, o sea, en la disponibilidad de recursos no utilizados de todo tipo, lo llevó a eliminar por completo los decisivos efectos de cambios en los precios relativos de su representación y las relaciones entre sus elementos. En realidad, lo que hizo fue eliminar la escasez del análisis, y con ello el problema económico. Este punto de partida estuvo guiado por la ilusión de la sobreabundancia de los recursos disponibles, una ilusión a la que sucumbieron muchos pensadores de su generación. También los reformistas contemporáneos parecen fluctuar entre la aparente posibilidad de la abundancia de factores y el miedo por la amenaza de hambrunas. Es un autoengaño suponer que en realidad no hay escasez, y que podríamos satisfacer todos nuestros deseos razonables, si solo utilizáramos nuestra inteligencia de manera adecuada, y que tenemos alcance a los conocimientos necesarios para hacerlo. En realidad todo lo que hemos alcanzado se lo debemos a un proceso que nos permite utilizar más conocimiento de lo que cualquier individuo o agencia pueda poseer, un proceso que hace uso de conocimiento que no está disponible como un todo.
No es el tamaño de la demanda total lo que mantiene el flujo en el río, sino los rápidos cambios adaptativos de los pequeños arroyos que lo conforman. Esto se produce gracias al juego de los precios, aquellas señales no planificadas que indican a las personas que deben hacer algo diferente de lo que quieren o desean hacer. Las cambiantes perspectivas de ganancias sirven como centro de gravedad, y dirigen cada arroyo a la pendiente más empinada, donde se aporta de manera más eficaz al flujo principal. Esto debe ocurrir en las innumerables desembocaduras de lo que debemos imaginarnos como un intrincado conjunto de literalmente miles de sistemas arteriales, cada uno de los cuales dirige un nutriente específico, y cuyos flujos confluyen y se unen a distintas tasas para formar los troncos de una estructura que se sigue dividiendo como las ramas de un árbol. Si no olvidamos esto, es fácil darse cuenta de que suponer que esto puede ser administrado por alguien que ve y analiza el conjunto no tiene sentido. También se vuelve obvio que la continuidad del flujo depende de su capacidad de auto regulación. La única forma de liberar el flujo y toda su capacidad es eliminando toda intervención arbitraria en la formación competitiva de precios, llámesela fijación de los precios, la formación monopólica de salarios, o política de ingresos.
La idea de que podemos dirigir este flujo a partir de un modelo simplificado y unidimensional, a través del manejo del volumen de la demanda final, no es mucho mejor. Existen al menos dos dimensiones adicionales de la demanda, que no se pueden dirigir centralmente, sino solo a través del libre juego de los precios en un mercado competitivo: La distribución horizontal de la demanda entre distintos bienes, y la distribución longitudinal (vertical o temporal) de la demanda entre distintos segmentos del flujo. Al dejar de lado estos aspectos en su presentación unilateral, la teoría de Lord Keynes se vuelve inválida, un ornamento de una civilización que estaría en mucho mejores condiciones si él nunca hubiera escrito nada sobre economía. Cuando fue publicada la “General Theory” pensé realmente que yo ya había refutado sus supuestos y que no debía dedicarle tanto tiempo y esfuerzo a su análisis como lo había hecho poco tiempo antes con el “Treatise”. Pero cuando apareció la segunda parte de mi discusión, Keynes me manifestó que ya no estaba de acuerdo con todo eso. Desde entonces siempre me he reprochado no haber vuelto al tema posteriormente. Pero realmente no creía que aquello, que me parecía tan obviamente equivocado, y que parecía ser una simple resurrección de errores que ya habían sido superados hace mucho tiempo, podría llegar a dominar de manera duradera la opinión y la política de toda una generación. En este campo debemos volver a empezar. Con este objetivo no debemos archivar únicamente sus teorías particulares, sino todo el enfoque que él puso en boga: la macroeconomía.”